George W. - Kerry frente al pantano iraquí:
Las formas difieren, la política no

    

Las bajas en sus propias filas, oficialmente reconocidas por los colonialistas, superan el millar (un promedio de 2,05 por día).

     Le Monde informa que el hospital Walter Reed, de Estados Unidos, atiende entre 3.000 y 4.000 lisiados provenientes de las tropas en Irak. La CNN difundió –sólo una vez– imágenes terribles de personas sin una o ambas piernas y con todo tipo de mutilaciones. En los hospitales estadounidenses en Alemania, hay entre 8.000 y 10.000 heridos y enfermos provenientes de Irak.

     No se conocen datos sobre la segura proliferación del consumo de drogas y tampoco sobre el número de suicidios.

     Diversos medios han dado a conocer que es común ver soldados que, una vez dados de alta, vuelven a los hospitales donde los atendieron para verificar el calibre del arma con que fueron heridos: es habitual que las balas provengan de “fuego amigo”; es decir, de soldados del ejército ocupante, cuyos nervios alterados disparan a todo lo que se mueve.

     Analistas burgueses evalúan que estos datos –en particular el número de muertos– son de extrema peligrosidad para Bush ante las elecciones de noviembre. Pero el problema para los jefes imperialistas es más grave aun que el electoral: hace a todo el operativo colonialista de Estados Unidos y sus sirvientes.

     Fracasó toda la estrategia sobre la que estaba montada la ocupación: esperaban liquidar, mediante su superioridad técnica, al ejército de Saddam, tras lo cual serían recibidos como “libertadores”, tal como les había sucedido en París o Roma en los finales de la segunda guerra mundial.

     La primera parte del operativo funcionó, no sólo por la mayor capacidad bélica sino también por el carácter capitalista de la alta oficialidad del Estado iraquí, mucho más preocupada por fugar al exterior sus millones de dólares que por presentar batalla.

     El segundo objetivo fue un fiasco: lejos de ser celebrados con flores, su presencia fue “saludada” a bombazos y tiros limpios por una resistencia popular de masas. En realidad, cuando Bush proclamó el “fin de la guerra” el 1º de mayo del año pasado, la guerra recién comenzaba.

     Y el desarrollo desfavorable para los invasores, precipitó la “entrega anticipada” del gobierno a unos peleles locales el 28 de junio pasado, en una ceremonia secreta, y la posterior huida clandestina del virrey Paul Bremer.

     El objetivo del operativo era grande: que los muertos a manos de la resistencia popular fueran sólo los policías y soldados iraquíes, miembros del aparato represivo que tratan de reconstruir con –hasta ahora– muy escaso éxito social, político y militar.

     A poco más de un mes del traspaso de Gobierno, podemos afirmar que la administración Bush está ante un nuevo fracaso; los cipayos locales son incapaces de asumir y llevar adelante los roles políticos, militares y policiales para los que fueron designados por sus amos.

     Con las elecciones a tres meses vista, Estados Unidos se está hundiendo en el lejano pantano iraquí: la operación terrorista de saqueo petrolero y terrorismo planetario, se ha convertido en un boomerang.

Adversarios gemelos

     El fantasma de Vietnam empieza a tomar cuerpo, agravado por dos circunstancias respecto de aquella experiencia de los ocupantes. El primero es que Estados Unidos carece hoy en Irak de la posibilidad de agitar el “peligro del comunismo”. El segundo es que mientras la importancia económica de Vietnam era irrelevante, la de Irak es central en Medio Oriente, el corazón energético del planeta. Dicho con otras palabras: si de Vietnam se podía huir así fuera con un costo político altísimo, la retirada de Irak también tendría un costo económico superlativo, máxime si el reguero de pólvora iraquí se expande por la región, como algunos indicios parecen señalar.

     Esto es lo que explica también las características de la actual campaña electoral en Estados Unidos. No hay ningún corte tajante entre la política de Bush y la de Kerry con relación a Irak: más allá de algunos matices de forma, sus proyectos no son opuestos.

     La ultraderecha encabezada por Bush, marcó la cancha; y Kerry juega dentro de ella. Por eso Kerry debate si, en la “lucha contra el terrorismo” o “eje del mal”, la mayor potencia bélica debe desplegar su poderío militar con mayor elegancia o dando primero voces de “alto o disparo”. Pero no objeta esa lucha ni el alto presupuesto armamentista.

     La balanza electoral de noviembre podrá inclinarse tanto en beneficio de Bush (mediando, por ejemplo, algún nuevo “atentado” que lo favorezca), o de su competidor si el desgaste del actual presidente termina dándole un triunfo “por descarte” a Mister Kerry, el marido de “la reina del Ketchup” (como llaman algunos a su poderosa empresaria-esposa). Sin dudas, un gobierno de uno o el otro no serán idénticos, pero el destino de la guerra colonial en Irak no se definirá en las urnas de Estados Unidos.

     Su suerte está atada a la resistencia de los pueblos de Irak y de todo el Medio Oriente; a las movilizaciones populares y las luchas de los obreros europeos contra la guerra; a la pelea contra los golpistas en Venezuela y en toda América latina. También será decisiva la capacidad del pueblo estadounidense para torcerle la mano a su clase dominante y sus gerentes ejecutivos.

     En definitiva, dependerá de que se abra un curso revolucionario opuesto a la creciente barbarie imperialista-capitalista imperante.

J. G.


El terrorismo de Bush

 

     En septiembre se cumplen tres años del atentado a las Torres Gemelas. Y en esos tres años, no hubo un solo atentado más en Estados Unidos. La supuestamente muy poderosa organización Al Qaeda no ha secuestrado ningún otro avión y parece haberse hecho seguidora de Mahatma Ghandi o de alguna otra doctrina que la inhabilita para realizar atentados, al margen que Bush tenga cada vez más enemigos y de que nosotros opinemos que el camino del terrorismo conduce al abismo.

     Aquel 11 de septiembre del 2001, a sólo 20 minutos de los hechos, la Casa Blanca anunció que había “descubierto” que el autor de los atentados era un señor de barba, escondido en una cueva de un país desconocido (¡cómo podría no ser desconocido Afganistán si el 30% de los estadounidenses desconoce dónde queda Nueva York!). Luego, la CIA, el FBI & Co. intentaron fortalecer su campaña para sembrar pánico entre la población, publicitando los supuestos atentados con cartas portadoras de virus de ántrax. Y debieron dejarla de lado porque todas las pistas conducían a los biólogos… del FBI.

     Bush es como una casa matriz de Hollywood. Pocos días atrás, dijo haber “descubierto” un plan contra los edificios del FMI, el Banco Mundial, el City Bank y otros “impensables blancos”. Y horas después se supo que esos “datos” provienen de informes que tienen varios años… pero ya se ha subido el color del alerta frente a posibles atentados.

     Por supuesto que hay razones para que mucha gente odie al imperialismo e incluso realice acciones muy simples en su contra, que pueden causar verdaderas tragedias, como en el caso del 11 de marzo en Atocha, Madrid. Pero lo de Estados Unidos no es así. Allí, la manipulación es completa. Por ejemplo, el informe del Senado sobre el 11 de septiembre demuestra, incluso visualmente, que los detectores de metales se activaron por lo menos diez veces, pero igual los secuestradores pasaron todos los controles. Entonces, la pregunta que surge, inevitable, es: ¿la CIA, el FBI y el Gobierno, habían organizado una “zona liberada” en los aeropuertos?

     Nada de esto tendrá respuesta comprobable y, seguramente, seguirá el camino de los archivos de la investigación sobre el asesinato de Kennedy, tan en foja cero hoy, como hace ya cuarenta años.

     Entre tanto, cerca de 2.000 personas están denunciadas como desaparecidas, al haber sido detenidas sin que se informe en qué lugares las recluyeron. Todas ellas, portadoras de “cara de árabe”. Además, a fines del año pasado, el Gobierno dictó un decreto por el cual es obligatorio entregar al Estado la identificación de la gente que compró en librerías o pidió en bibliotecas, determinados títulos. Por si esto fuera poco, circulan denuncias de que el manual de Geografía para niños de 11 años de la Junior High School publica un mapa de América del Sur que identifica a la Amazonia como una zona denominada Prinfa (Primera Reserva Internacional de la Floresta Amazónica), que estaría bajo la protección de Estados Unidos y la ONU, debido a la amenaza de estar cercada por “países primitivos, crueles y autoritarios”, que podrían destruir “esta verdadera propiedad de toda la humanidad”. Con todas estas armas, entre muchas, “educa” Estados Unidos a su población, para comprometerla en la lucha contra “el eje del mal”.

     Una avalancha diaria de informes sobre supuestos nuevos “hechos” intenta que nadie piense con su propia cabeza, por fuera de la psicosis del terror: desde la convención del Partido Demócrata hasta bancos o instituciones financieras, todo puede ser objeto de un atentado debido a un “descubrimiento de último momento” de los servicios.

     Y no hay que descartar que algún atentado ocurra… sobre todo si el pantano iraquí sigue enterrando la candidatura de Bush. Si sucede, los autores pueden ser cualesquiera.

J. G.


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