LA VIDA HUMANA COMO PAUTA DE REGULACION DEL MERCADO

Hace ya muchos años que asistimos a una prédica sistemática y consecuente que nos habla de las virtudes de someternos a la economía de mercado totalmente desregulada. Se nos dice que, de esta manera, los empresarios deben conquistar a los consumidores para que sus productos no fracasen. En consecuencia, se esforzarán por mejorar su calidad y abaratar los costos. Así, la sociedad en su conjunto se beneficia, la competencia mejora las ofertas y hace accesibles los precios. Pasaron dos meses desde la tragedia de Aeroparque sin un responsable de la empresa preso o procesado. En el medio, “errores” en la identificación de las víctimas y lluvia de declaraciones y peritajes que intentan explicarnos que el desastre sólo tuvo origen en una “falla humana”. La empresa Lapa puede haber perdido una parte importante del mercado de aeropasajeros. Puede que presente quebranto por las indemnizaciones que deberá afrontar si su asegurador no se hace cargo; puede ser que la economía que quede tecleando sea –justamente– la de la compañía de seguros o puede... Puede que ocurra algo de todo esto o nada, pero lo que sí es seguro es que este “reacomodamiento” del mercado costó sesenta y siete vidas. Debemos recordar también las 74 víctimas de la tragedia de Austral hace dos años en Fray Bentos o los 217 muertos por la reciente caída del Boeing 767 de Egipt Air en un vuelo de Nueva York hacia El Cairo, por mencionar sólo los ejemplos más recientes. La realidad es que el empresario produce lo que en el mercado se vende con el solo objetivo de incrementar su tasa de ganancia, que es el único motor de su producción. Por ello –salvo que provea exclusivamente a la elite de mayor poder, económico y político– seguirá aquellas reglas teóricas que llevarían a la excelencia en la producción de bienes y servicios sólo en la medida que no hacerlo lo excluya de la competencia. Más allá de eso, no dudará en reducir la calidad en aras de la competitividad de sus precios, garantizando así aquella ansiada tasa de ganancia. Esta es la verdadera esencia de la economía de mercado que no siempre sale a la luz en forma tan macabra. Lamentablemente, la prédica liberal ganó la conciencia de amplios sectores de masas, y así vimos pasar el festín de las privatizaciones sin respuesta eficaz a las mismas. Hemos comprobado que las medidas de boicot que los deudos propusieron resultaron intrascendentes (más allá de comprender el justo castigo que intentaban propinarle a esta empresa en particular). Más temprano que tarde, la misma Lapa y las demás líneas aéreas continuarán su incursión “normal” en el mercado desregulado del paraíso liberal, con los mismos criterios, que no difieren de los que maneja el capitalismo en su conjunto. Y mientras esos criterios sean los que rigen la producción, es decir, mientras la tasa de ganancia gobierne nuestras vidas, estaremos en peligro. En tanto sea rentable el cigarrillo, seguirá produciéndose sin que ninguna indemnización millonaria de las que les fijan en EE.UU. a las tabacaleras pueda disimular su carácter hipócrita, así como no hay compensación posible por las muertes de Lapa. Al contrario de lo sostenido por los teóricos del sistema, sólo el monopolio público basado en la libre asociación de los productores directos y consumidores, en pie de absoluta igualdad, nos garantizará no sólo el acceso a los bienes y servicios de consumo sino además, criterios elementales de calidad y seguridad, sin la dictadura del lucro como dios de todo el proceso productivo. En caso contrario, la vida humana seguirá siendo un índice más de regulación del mercado. Su valor, poco, muy poco. Casi nada.

Colaboración: L. M. C.

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