Poner un signo igual entre la OTAN y Milosevich favorece a la agresión imperialista

Hay organizaciones a las que ni siquiera setenta y dos días de bombardeos de la OTAN logran hacerlas reflexionar acerca de que desde hace años vienen haciéndose eco de buena parte de la política “democrática” imperialista para los Balcanes.
En la Argentina, el MAS tituló las tapas de las dos últimas ediciones de su periódico “Contra la OTAN - Contra Milosevich - Independencia de Kosovo”. Las cuatro quintas partes del texto dedicado a Yugoslavia en el Nº 575 (13/5/99) de Solidaridad Socialista, están dedicadas a denunciar a Milosevich, incluyendo el lamento porque “las bombas no lograron parar a Milosevich”.
En el segundo número de la “revista marxista internacional revolucionaria” Nuevo Curso (editada en la Argentina por el MAS), uno de sus dirigentes franceses afirma: “Lo que nos parece indiscutible en un marco principista, es condenar en el mismo plano la intervención imperialista contra los pueblos y la política genocida-nazi de purificación étnica, así como solidarizarse con el pueblo kosovar que es la principal víctima” (J. P. Divés, pág. 41).
Por su parte, el Secretariado Unificado de la IV Internacional caracteriza: “Hay dos guerras en una. 1º) Una guerra de Milosevich para crear una Gran Serbia mediante la depuración étnica; y 2º) una guerra del imperialismo norteamericano contra un país de la ex Europa del Este en transición al capitalismo”. Propone: “Presionar sobre nuestros gobiernos para que se des-solidaricen de la Alianza”. Y reclama: “La reapertura de las negociaciones en el marco de las Naciones Unidas (_) Una conferencia balcánica que trate sobre los derechos nacionales y los lazos entre los Estados, con un programa de ayuda y cooperación con la Unión Europea”.

Nuestro punto de partida ante la actual guerra, es que el imperialismo capitalista es el peor enemigo de la humanidad y el culpable, directo o indirecto de las guerras, de los atropellos y horrores antidemocráticos, de la existencia misma de dictadores como Milosevich, además de la miseria a lo largo de más de un siglo.
En el congreso de la Segunda Internacional reunido en Stuttgart en 1907, Lenin y Rosa Luxemburgo conformaron un bloque para condenar sin atenuantes al colonialismo “civilizador y democrático” de los pueblos “bárbaros” de Africa y Asia.
La lucha por el socialismo está indisolublemente unida al combate por derrotar al imperialismo mundial, reaseguro último del sistema capitalista, su máxima y más poderosa fortaleza.
Por eso, el primer punto a definir es un posicionamiento de clase: siempre en la vereda de enfrente del imperialismo y luchando por su derrota a manos de quien sea.

El segundo fenómeno a definir, tiene que ver con una simple observación de la realidad: es el imperialismo quien domina al mundo.
La OTAN no es un juguete de algún tiranuelo como Milosevich sino al revés. Por eso ni siquiera hay guerra: asistimos a un tiro al blanco para la destrucción de Yugoslavia como país, cosa que están logrando. Y después de las bombas vendrán las plagas, las hambrunas y un genocidio producto de la destrucción de toda la infraestructura del país, de su sistema sanitario, etcétera.
Ante esta realidad, hay quienes se preguntan filosóficamente si los gendarmes genocidas del planeta se han vuelto “derechos y humanos” (tal como publicitaba, por ejemplo, la dictadura argentina en 1978/79). La respuesta no puede ser otra que una interminable enumeración de horrores. Veamos sólo un ejemplo.
India y Pakistán están inmersos en abierto combate por Cachemira. Toda la región era parte del mismo virreynato británico hasta que éste debió preparar la retirada debido a la dura resistencia de los pueblos y a su propia debilidad como imperio. En su negociada “independencia” dividió el territorio de forma tal que pudieran ser utilizados unos pueblos contra otros, atizando odios religiosos, por ejemplo, que no existían como tales mientras reinaba la dominación británica.

En tercer lugar, digamos que es imprescindible terminar con el planteo maniqueo que pretende que estar contra la OTAN implica apoyar al tirano Milosevich. Muy por el contrario, la lucha por la derrota de la agresión imperialista, sólo puede desarrollarse con posibilidades de victoria si se combina con la lucha por la derrota revolucionaria de Milosevich. Una insurrección revolucionaria de obreros y campesinos que impongan su propio poder, puede desarrollar una guerra internacionalista y victoriosa contra la agresión de la OTAN.
La posición de Trotsky en España fue combatir en el bando republicano y dentro de él pelear por la revolución socialista, la única capaz, además, de posibilitar la victoria frente al avance de las tropas de Franco.
Trotsky jamás puso en pie de igualdad al nazi-franquismo con la república burguesa. Y eso no le impidió impulsar una política obrera revolucionaria contra ella.
Nuestros aggiornados “demócratas” deberían escandalizarse hoy y explicarnos que Franco avanzó debido a los “pretextos humanitarios” que ofrecía la República, con la dura represión popular al clero y a buena parte de la burguesía después de julio de 1936 (al margen de que Milosevich y su régimen son lo opuesto a un régimen revolucionario).

El razonamiento parece ser: si Milosevich no fuera quien es, el imperialismo no podría hacer lo que hace. Carecería de “hechos” o de “pretextos” para engañar a la opinión pública.
Este razonamiento parte de que el imperialismo es un caballero que juega con reglas “limpias”. Y se niega a ver lo que es su esencia: que si no tiene “pretextos”, el imperialismo los inventa y manipula a la opinión pública de sus países mediante mil mecanismos.
La revolución rusa fue atacada por el imperialismo en todos los frentes, a lo largo de 14.000 kilómetros de longitud_ A cualquier dirección revolucionaria e internacionalista el imperialismo la atacará con igual saña.
Es inadmisible creerse el tramposo cuento infantil de que el imperialismo atacó a la burocracia por su totalitario régimen de partido único (como el que desde hace siete décadas tiene el “democrático” México, en la frontera sur de Estados Unidos). O que lo hizo en defensa de los derechos humanos, que en el último medio siglo fueron una y mil veces pisoteados por socios de los yanquis como el Sha de Irán; por Suharto y su millón de muertos en Indonesia en 1965; por el régimen turco integrante de la OTAN; o por la multitud de tiranías en América latina y otras regiones.

El MAS viene intentando justificar su política, sobre la base de comparar a Milosevich con Hitler. La analogía no resiste el menor análisis. Alemania venía siendo la potencia imperialista más poderosa de Europa en el siglo xx, pero su tardía unidad nacional la dejó fuera del reparto del mundo y por eso desató dos guerras mundiales.
Serbia no es comparable a Alemania en nada. Es un pequeño país atrasado en el largo proceso de reconversión a un capitalismo también atrasado, que no tiene nada de lo que hace a la esencia del imperialismo: el dominio absoluto del más concentrado capital financiero en expansión, colocando una gigantesca maquinaria industrial al servicio de la guerra de conquista de Europa.
El sentido de la calidad y de las proporciones es suplantado por golpes de efecto impresionistas (la “limpieza étnica”, la “Gran Serbia”) tomados en lo fundamental del arsenal propagandístico del imperialismo.
La Gran Serbia fracasó hace ya muchos años con la independencia de Croacia y Eslovenia. El desguace de Bosnia y el establecimiento en ella de 28.000 soldados de ocupación de la OTAN no dejó piedra sobre piedra de este archirreaccionario proyecto.

La explicación que se da a los sucesos en la península balcánica en la última década, simplemente borra del mapa la existencia del imperialismo: el peso alemán en Croacia y Eslovenia; el primer ministro norteamericano de Milosevich; el papel de Italia en Albania; el de la banca griega en la región_
Por esta vía, se construye un cuento de hadas, de pueblos oprimidos en cuya ayuda acuden los amos del mundo que son, a la vez, manipulados por el carnicero de un pequeño país, para que todos los horrendos dislates escritos por diversas corrientes del trotskismo durante ésta década, “cierren”. El cuento de hadas sirve también para evitar comprender que estaba todo mal, que se defendió una política pequeñoburguesa democratista, seguidista del imperialismo, en particular el europeo.
Para salvar de un completo naufragio a las organizaciones, o a lo que pueda rescatarse de ellas, es necesario un primer reflejo de clase, terminar con los cuentos, mirar la realidad, y colocarse claramente en la vereda opuesta a la del imperialismo.
El extenso texto publicado por el MAS, no incluye ni una palabra de condena frente al hecho de que Albania, Macedonia y Bosnia sean protectorados militares de la OTAN y que ello se extienda al espacio aéreo búlgaro, húngaro y otros, además de las bases yanquis instaladas en Grecia.
El Secretariado Unificado –hasta donde conocemos– también guarda silencio sobre esos hechos. Ni siquiera repudia a los gobiernos “socialistas” de sus países, que integran las fuerzas beligerantes de la OTAN. Por el contrario, les intenta lavar la cara reclamando que “se des-solidaricen” y apelando a la ONU, olvidando su papel de ministerio de colonias del imperialismo mundial.

El conjunto de los problemas planteados, no hace más que redondear un capítulo trágico en las filas de la IV Internacional: el que da cuenta de una asimilación a la ideología que impone el imperialismo. Y esto no cambia porque vaya acompañado por alguna condena literaria.
Estamos asistiendo a un tiro al blanco de todo el imperialismo mundial contra un pequeño país que está siendo destruido, y nos encontramos con una discusión que intenta mezclar un poco de todo para no saber qué se discute.
Y una guerra no admite grises. Si no se plantea nítidamente que con la OTAN ocupando los Balcanes y destruyendo un país, no habrá más que horror y barbarie, mayor sojuzgamiento y superexplotación, por lo cual el primer paso es intentar enfrentarla en todos los terrenos –incluyendo el ideológico–, se le hace objetivamente el juego al enemigo.
Tomar como propias las banderas que, como pretexto para su guerra, utiliza el imperialismo, sólo contribuye a legitimarlo.
Por eso es vergonzoso el silencio que se mantuvo ante la ocupación de Bosnia, Macedonia y Albania, y ahora ante Kosovo a punto de ser ocupada por la OTAN.
Insistimos una vez más, con la dramática urgencia que impone la guerra, en la imperiosa necesidad de revertir ese curso poniendo en primer plano ante los explotados de todo el planeta, el vital reclamo por la expulsión de las tropas imperiales de la OTAN, que no cumplen objetivos “humanitarios” sino de rapiña colonial.

jorge guidobono
7 de junio de 1999

 

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