En completa dispersión, disgregación y atomización,
las organizaciones de la izquierda y miles de militantes que activan por
fuera de ellas, constituyendo una fuerza más numerosa que la que
pueden sumar todos los partidos organizados juntos, desperdician valiosos
y abnegados esfuerzos en la disputa por la conciencia obrera. La validez
de su discurso, pierde fuerza y credibilidad al no ser capaz de unirse
en la batalla contra el enemigo de clase que domina por completo al mundo,
y al país.
La disputa, en la que se enfrentan Menem, Duhalde, la Alianza,
Cavallo, Ortega, Cafiero_, por la próxima administración
del estado, lo único que asegura, es profundizar el curso de calamidades
sin límites para la población trabajadora.
Estos tienen ante sí la sola opción de discernir
con qué soga prefieren ahorcarse.
En ese cuadro, la izquierda en general –la que se reclama anticapitalista,
socialista y/o revolucionaria– aparece completamente debilitada, por lo
que está, de hecho, ausente en el escenario político nacional.
Con esta ausencia, la voz de los representantes patronales taladra sin
obstáculos el cerebro de los trabajadores, sembrando sus podridos
valores, ejerciendo un verdadero monopolio político, como si fuera
inexorable y “natural” que la explotación y el hambre de millones
deba ser el sustento de la riqueza de un puñado, que especula –en
el mejor de los casos– con los sueños de un “más justo reparto
de la riqueza”, un supuesto “capitalismo humano”, “otro modelo”_, cualquier
cosa, pero siempre capitalismo y explotación.
Este vacío de representación política de
los explotados, no es producto ni del exterminio físico de la izquierda,
ni de la inexistencia de franjas de la sociedad que reivindiquen las ideas
anticapitalistas.
Muy por el contrario, estas ideas han demostrado tener una profunda
raigambre, hasta el punto que en medio de tan completa confusión,
dispersión, atomización y disgregación, el voto “de
izquierda” en las elecciones del año pasado contó más
de medio millón de adherentes.
Esto no hace más que demostrar la potencialidad del eco
de estas ideas si encontraran una expresión mínimamente clara,
seria, confiable, y la magnitud del desatino político que significa
por parte de las organizaciones de la izquierda, no hacer los máximos
y urgentes esfuerzos para articular una propuesta que pueda ser la voz
de protesta, de lucha y de organización, de cientos de miles de
explotados.
Un acuerdo mínimo y leal es posible y necesario. Lo que
hace falta, es la voluntad política de llevarlo a la práctica.
No hay obstáculos para lograrlo. Los que existen están en
el plano de lo subjetivo: en la necesidad de desterrar pretendidos hegemonismos
que no han conducido más que al fracaso, en la autoproclamación
sectaria que tuvo igual destino, en los supuestos frentes que no son más
que precarios acuerdos por un día.
No sólo es posible sino imprescindible, unir las fuerzas
de todos quienes compartamos una definición anticapitalista y socialista
–independientemente de las concepciones más estratégicas
que se defiendan–, en torno a un programa básico que plantee la
necesidad de la lucha por las necesidades más acuciantes (salario,
desempleo, libertades, educación, por el castigo a los asesinos
de ayer y de hoy, por ejemplo).
Sobre la base de este mínimo común denominador,
debe obviamente respetarse y garantizarse el derecho de cada organización
existente –o grupo que se organizase en el futuro– a desarrollar el conjunto
de su política sin ninguna restricción, más que el
respeto hacia los compromisos programáticos asumidos en común.
Esta sería a la vez la manera más útil de
desarrollar los distintos debates existentes desde la fortaleza de lo que
nos une, y no desde los aspectos más superfluos que nos separan,
por más importantes que ellos sean. Esto aportaría incluso
mayor claridad acerca de las razones que legitimen la delimitación
de las diferentes organizaciones.
Por ejemplo, desde la LSR sostenemos la convicción de
que la única salida a la crisis capitalista, es enterrar el orden
capitalista desde una revolución que imponga el poder de los trabajadores
e inicie la pelea por terminar con toda forma de explotación, opresión
y violencia. Pero no pretendemos imponer esta convicción al conjunto
de la izquierda, como tampoco aceptamos que se nos impongan salidas “posibilistas”
a la crisis capitalista o emparches a la misma, y que ésa sea la
política de un bloque, movimiento o frente de izquierda.
El camino de la unidad requiere, en consecuencia, de una metodología
de trabajo y de organización que facilite la participación
más plena posible de toda la militancia –la orgánica y la,
mayoritariamente, independiente– para desarrollar una amplia campaña
de intervención, agitación y propaganda política,
que presente pelea al abanico capitalista.
De allí deriva nuestra propuesta de constituir comités
de bases de la militancia. Cualquier camino está condenado de antemano
al fracaso, si sigue siendo indiferente ante el fenómeno de que
la abrumadora mayoría de la militancia está hoy por fuera
de las organizaciones existentes, no habiendo abandonado en la mayoría
de los casos, sin embargo, sus ideales revolucionarios ni su práctica
de lucha cotidiana. Ellos constituyen la única garantía para
un debate democrático y para la acción. Y su organización
en comités, es un elemento de mucha importancia para contrarrestar
brutalidades sectarias o rupturistas, ya que sus protagonistas quedarían
muy descolocados ante la militancia independiente.
Las elecciones son el año próximo. No tenemos todo
el tiempo por delante. El tiempo apremia si queremos encarar un trabajo
serio y efectivo, que no sea una estéril participación testimonial
en una guerra que ya está lanzada para la disputa de la cabeza del
movimiento obrero y popular de masas (con hitos provinciales que se realizarán
incluso varios meses antes que las elecciones nacionales). Los calendarios
electorales no los elegimos nosotros, e imponen plazos y tramitaciones
a las que debemos llegar con nuestra política y nuestros propósitos,
y no dejar que sean esas tramitaciones las que impongan los pasos que damos.
Por todas estas razones, hacemos el siguiente:
A TODAS LAS ORGANIZACIONES DE LA IZQUIERDA –PARTIDOS Y AGRUPAMIENTOS– Y A LA MILITANCIA INDEPENDIENTE
* Establezcamos ya una coordinación para encarar en forma urgente
la realización de un cabildo abierto de la izquierda (o asamblea,
o encuentro, o como quiera llamárselo).
* Fijemos una fecha tentativa para su realización, que podría
ser por ejemplo el sábado 7 de noviembre, en ocasión del
aniversario de la revolución de 1917, o en otra fecha cercana.
* Proponemos encarar esta primera reunión en el territorio de
todo el país, estableciendo un evento central en la capital federal
en un lugar que posibilite la mayor concurrencia y las menores dificultades
de realización (por ejemplo, la FAB, o la Plaza 1º de Mayo,
o cualquier otra propuesta similar).
* Este evento debe ser lo menos parecido a un acto; debe ser una verdadera
asamblea, donde todos los participantes puedan tener la posibilidad de
expresar sus puntos de vista. Para ello, creemos, como modesto aporte,
que puede establecerse un mecanismo de tiempos de intervención que
permita cierto equilibrio: por ejemplo, 15 minutos para las organizaciones
más numerosas y reconocidas, 10 minutos para las que le siguen en
tradición aun cuando tengan menor peso y 5 minutos para los grupos
y compañeros independientes u otros criterios mejores.
* El punto de partida debe ser, a nuestro juicio, ese basamento político
mínimo común, anticapitalista y socialista, y una propuesta
elemental reivindicativa a defender en conjunto.
* Hay que dejar en claro el compromiso de garantizar la expresión
democrática y la representatividad de toda corriente de pensamiento
que actúe lealmente en este movimiento unitario de la izquierda.
* Impulsar desde allí la conformación de comités
de bases zonales unitarios, que sean el ámbito de discusión
y organización de las tareas de difusión de la propaganda
política electoral de este bloque unitario de la izquierda anticapitalista.
* Establecer el compromiso de definir las candidaturas que lo expresen,
mediante un mecanismo democrático que, sobre la base del programa
común y del principio un militante, un voto, permita definir las
candidaturas en congresos, asambleas o conferencias de los comités
de bases, simultáneos en todo el país. En ellos, naturalmente,
los partidos más numerosos tendrán como piso tantos votos
como militantes.
* La izquierda cuenta con una potencialidad militante ampliamente arraigada,
y también con personalidades reconocidas en distintos sectores sociales.
Los nombres de Luis Zamora, Jorge Altamira, Alcides Christiansen, Patricio
Echegaray, Marcelo Parrilli y muchos dirigentes y luchadores obreros, populares
y sociales tienen un bien ganado respeto en importantes franjas de la población
en todo el país.
* No son las carencias las que deben unirnos, sino la responsabilidad
que nos cabe para mantener en alto la bandera de la causa obrera por la
liquidación de toda explotación y opresión.