CAHIER DE
L'HERNE Nº 62. LA FRANC-MAÇONNERIE: DOCUMENTS FONDATEURS.
Dirigido por Frédérick Tristan. Ed. de l'Herne, París
1992. 352 pgs.
Los llamados "documentos
fundadores" de la Masonería son testimonios históricos sobre
regulaciones generales y locales por un lado, y catecismos y ritos por
otro. Por la presentación de esta obra sabemos que también
se han encontrado los estatutos de Bolonia y Brujas, aunque no están
incluidos en esta edición.
Es más que evidente la importancia de esta publicación
conjunta de documentos inéditos en lengua francesa, representativa
de los que se poseen, ordenada por épocas y sobre todo por características
de los mismos, muchos de los cuales fueron apareciendo traducidos y comentados
en la revista Villard de Honnecourt.
Los colaboradores de esta edición, cuyo responsable es Frédérick
Tristan, son: Cyril N. Batham (secretario de Ars
Quatuor Coronatorum), Jean-F. Blondel, Edmond Mazet y Gilles
Pasquier (colaboradores de V. de H.), André Crépin
y Jean-F. Var.
Lógicamente comienza con los manuscritos masónicos
más antiguos: el Regius, en verso, del que se ofrecen dos traducciones
para su comparación, y el Cooke; hay que destacar el mérito
de la traducción de E. Mazet de un documento que es difícil
de traducir a cualquier lengua. Estos textos incluyen enseñanzas,
y reglamentos, que de hecho pueden verse también como parte de ellas,
como ocurre con la historia, literal o "legendaria". Como un ejemplo de
aquellos, el maestro masón no ha de tomar un aprendiz si no tiene
trabajo para él durante al menos siete años, (según
otros documentos tiempo mínimo de su aprendizaje en la obra). En
unos que tratan exclusivamente sobre reglamentación de los trabajos
(Londres 1356 y York 1370): el maestro puede tomar únicamente un
aprendiz, ninguna persona hacerle trabajar a éste sino en presencia
de su maestro, hasta que esté perfectamente instruido en su oficio…;
interesante asimismo la medida del tiempo de refresco en el trabajo indicada
mediante el recorrido a pie de una distancia determinada.
Destacar el breve artículo de C. Batham sobre la
Compañía de los Masones de Londres, que "puede de hecho pretender
razonablemente ser el principal eslabón, si no el único,
de la cadena que se extiende desde los talladores de piedra medievales
hasta los masones francos y aceptados de los que descendemos". Todo ello
según los documentos que quedan a partir de 1620, pues excepto un
documento con el escudo de armas, producido por ella en 1472, se perdió
todo, parece ser que con la antigua casa en el incendio de 1666, reconstruida
dos años más tarde. Se sabe que los masones fueron los últimos
(2ª mitad del s. XIV) que se organizaron en corporaciones semejantes
a las de otros oficios (aparecidas éstas probablemente en la 1ª
mitad del s. XII), debido a la índole nómade de su trabajo,
así como que en el seno de la Compañía se iniciaron
como masones "aceptados" (o sea "especulativos"), a miembros de ésta,
es decir a profesionales operativos, en la segunda mitad del XVII (y quizá
ya en 1621), lo que da idea del cambio producido a lo largo de los siglos.
Además de los manuscritos Grand Lodge nº
1 (1583), William Watson (c. 1687) y Graham (1726),
ingleses, y los Mss. Sloane nº 3329 (c. 1700) y Dumfries
nº 4 (c. 1710), anglo/escoceses, se publican el Trinity
College (1711), irlandés, y los Mss. Edimburgo (1696)
y Chetwode-Crawley (c. 1700) que son los primeros documentos
que se tienen en forma de "catecismos" (preguntas y respuestas), tipo que
al parecer procede de Escocia. A ellos hay que sumar dos textos aparecidos
en periódicos: La confesión de un masón (c.
1727), también escocés, y Examen de un masón
(1723), la primera divulgación impresa (Londres).
La selección acaba con dos documentos publicados
en este Nº de SYMBOLOS (13-14,
Guatemala 1997): el Manuscrito Wilkinson
(ver aquí
) y La Masonería Disecada
(
).
Se extraña la falta del discurso del escocés
Ramsay (
) tan importante para la masonería francesa.
Entre los comentarios que acompañan los textos,
siempre ilustrativos de una u otra manera, señalamos por su claridad
uno de Gilles Pasquier en su presentación de La confesión
de un masón, (p. 274): "La masonería de comienzo del
siglo XVIII en Gran Bretaña era universalista, pero no unitaria
en sus rituales y prácticas. Por lo demás podría decirse
otro tanto de la masonería de 1984."
Se publican también diez documentos históricos
del s. XVII sobre la Masonería, de aquellos aparecidos en periódicos
o publicaciones de distinto tipo, y de otras características que
los anteriores (ver aquí Early Masonic
Pamphlets,
). Entre este florilegio de diversos textos, con comentarios
muy interesantes de E. Mazet, se encuentran las dos citas del diario de
Ashmole, interesante por varios motivos; un extracto de Natural History
of Staffordshire de Plot, 1686, el cual era conocido del anterior,
pero no era masón (el texto testimonia la difusión de la
Masonería y la existencia de un rollo conteniendo la Historia y
los Deberes). Un fragmento, de 1672, compara a los masones con güelfos
y gibelinos debido a los signos de reconocimiento: este testimonio no es
anecdótico, aunque su tono pudiera ser poco serio, cuando se lo
suma a la coincidencia fonética de "gibelinos" con "giblim"
(ver aquí el Manuscrito Wilkinson
y sus notas 27 y 28). También es en cierto aspecto significativo
el anuncio en broma de la reunión de "la Cábala Moderna de
la Cinta Verde, la Antigua Fraternidad de la Rosa–Cruz, los Adeptos Herméticos,
y la Compañía de los Masones Aceptados", "sociedades que
muy probablemente se hagan invisibles", aparecido en un periódico
de Londres en 1676, pues aun publicado como "divertimento" no deja de indicar
una presencia de determinadas ideas y personas allí y entonces,
aunque fueran ignoradas por el medio. Otro de 1638, primera referencia
impresa a la "Palabra Masónica", tiene un tono Rosa–Cruz tal vez
exagerado, e incluso pudiera contener una intención de burla, pero
de todas maneras vincula esa Palabra con un "don de segunda vista" que,
unido con la audición, corresponde de hecho a una imagen del "sentido
de eternidad", según el simbolismo del "centro".
Pero, volviendo a lo que constituye realmente el grueso
de la obra, una colección de textos así es un tesoro para
todo interesado; por otra parte están acompañados de introducciones
y notas, numerosas, que son el resultado de una seria labor de investigación,
y que allanan, por lo menos en parte, el camino a su comprensión
y a la del encuadre histórico al que pertenecen: y decimos en parte
en primer lugar porque se trata de símbolos, y en segundo porque
históricamente se inscriben naturalmente en un ámbito más
amplio que es el de la Tradición en Occidente. J.
M. R. |