REFLEXIONS
D'UN CHRETIEN SUR LA FRANC-MAÇONNERIE. "L'Arche vivante des Symboles".
Denys Roman. Editions Traditionnelles, París 1995. 280 pgs.
Al igual que René
Guénon et les Destins de la Franc-maçonnerie (ver
aquí
), el presente volumen reúne una parte importante
de los artículos y estudios publicados por el autor en diversas
revistas masónicas y tradicionales. Denys Roman pertenece a esa
generación de masones "guenonianos" que desde los años cuarenta
participaron activamente en dar a conocer la obra de Guénon en el
interior mismo de la Masonería, considerando a dicha obra imprescindible
para reorientar, en el sentido auténticamente tradicional, el estudio
y comprensión de sus códigos simbólicos, patrimonio
vivo de un saber primordial directamente ligado con el conocimiento de
la Cosmogonía Perenne. Para Roman la Masonería es, en efecto,
el "Arca viviente de los Símbolos", en donde se encuentra "reintegrado"
y en perfecta armonía todo el tesoro del simbolismo universal, consecuencia
directa de las múltiples herencias tradicionales que ella ha recibido
a lo largo del tiempo, siendo una de las más importantes la de la
Tradición Hermética, que para el autor "constituye la esencia
de la Masonería" (pág. 124), advirtiendo la semejanza entre
los nombres de Hermes e Hiram, cuya raíz, HRM, es la misma.
El libro está dividido en tres partes, aunque es
en la primera de ellas donde encontramos once capítulos que van
desgranando aspectos fundamentales de la simbólica masónica,
de sus ritos y su historia sagrada, esta última expresada a través
de las leyendas presentes en los distintos grados masónicos, y que
podemos considerar como los vehículos de la transmisión oral
en la Masonería. A esas leyendas pertenecen también los documentos
y manuscritos conocidos como los Old Charges o "Antiguos Deberes",
a uno de los cuales, el Manuscrito Dumfries, Roman dedica interesantísimos
comentarios en el cap. VIII, titulado "Luces sobre la Franc-masonería
de los antiguos días". Dichos manuscritos se refieren a la historia
simbólica de la Masonería, a su genealogía espiritual,
encarnada en determinados personajes (históricos y míticos
o semidivinos) que constituyen la auténtica "cadena áurea"
de esta Orden iniciática: Jabel, Jubal, Tubalcaín, Nemrod,
Hermes, Abraham, David, Salomón, Amon, Hiram, Pitágoras,
Euclides, Athelstan, Edwin, Carlos Martel, Naymus Grecus, etc . Igualmente
interesantes son las explicaciones sobre la longitud del cable-tow,
permitiéndonos ampliar lo que sobre este símbolo de origen
operativo ya dijo Guénon en La Gran Tríada (cap. II,
nota 9), y que podríamos resumir diciendo que él alude directamente
a la idea del compromiso o "lazo" iniciático. Para Roman el cable-tow
también trata de una técnica constructiva, que tiene naturalmente
su correspondencia con la construcción espiritual, revelada a través
de "gestos" rituales realizados sobre determinadas partes del cuerpo, y
que recuerdan la ubicación simbólica de los centros sutiles
del ser humano, denominados chakras en la tradición hindú
y budista. Lo mismo podríamos decir de las conclusiones simbólicas
que en el mismo capítulo el autor extrae del Masonry Dissected
(la "Masonería Disecada") (publicada aquí
), uno de los primeros manuales masónicos publicados en los albores
de la Masonería especulativa, pero cuyo origen es con toda seguridad
mucho más antiguo.
El cap. II contiene diversas anotaciones sobre La Symbolique
Maçonnique, de Jules Boucher, obra a la que, con algunas reservas,
Roman considera útil y práctica, "donde se estudian la mayor
parte de los símbolos, figurados o sonoros, de la Masonería
de los 3 primeros grados". Especialmente interesantes son los comentarios
que nuestro autor realiza sobre el simbolismo de algunas herramientas masónicas,
como la perpendicular (o plomada), el nivel, el cincel, el mallete, la
paleta. Con respecto a esta última, Roman nos recuerda la singular
importancia que tuvo para los masones e "imagineros" medievales, que con
frecuencia representaban al Gran Arquitecto con la paleta en la mano, siendo
así un símbolo de la potencia y del acto creador del Verbo.
La forma zigzagueante y la lámina triangular de la paleta son el
equivalente exacto del rayo o del relámpago, símbolos, a
su vez, de la "iluminación" espiritual. En efecto, antiguamente
este útil, formaba parte integrante del ritual de iniciación,
pues se le consideraba como el "vehículo" de transmisión
de la influencia espiritual, lo que continuó estando vigente hasta
el siglo XVIII, cuando la paleta fue sustituida por la espada flamígera,
otro símbolo del rayo, sustitución que Roman considera es
el resultado de la entrada en la Masonería de las órdenes
de caballería, que acabaron por incorporar muchos de sus símbolos
a esta tradición de origen artesanal.
En el cap. IV "Reflexiones de un cristiano sobre la Masonería"
nos habla del "simbolismo de la Logia de Mesa" y de "las armonías
internas del ritual", basadas en la ciencia de los números y su
simbólica. El autor relata su propia experiencia personal en el
"descubrimiento" de una de esas armonías internas cuando participó
en una "tentativa de 'restauración' de los rituales 'escoceses',
sobre la cual René Guénon había mostrado bastante
interés". Aunque Roman no lo dice expresamente esas restauraciones
formaban parte de los trabajos de la Logia "La Gran Tríada", constituida
para ese fin, y que a pesar de su corta duración (debido a la incomprensión
que encontró en el seno de su propia Obediencia, la Gran Logia de
Francia) fue muy importante para la historia reciente de la Masonería,
pues creó un precedente para que otras logias buscasen en la misma
dirección. "No es necesario decir que se trataba de una restauración
en un sentido estrictamente tradicional, enfrentándose a las múltiples
'revisiones' que desde hacía dos siglos se vanagloriaban con el
título de 'modernizaciones'. Nuestro ensayo debía limitarse
a los rituales de los tres primeros grados, llamados grados 'azules' o
'simbólicos' ". Y pone como ejemplo de esos "descubrimientos" el
número de golpes realizados con el mallete por los principales oficiales
durante el desarrollo de los trabajos en los tres primeros grados. "Grande
fue nuestra sorpresa al encontrar 115 golpes en el primer grado, 115 en
el segundo, y 115 en el tercero. Por lo tanto, el número total de
golpes era de 345, que es el valor numérico del 'nombre divino'
utilizado como 'palabra sagrada' por la antigua Masonería operativa:
El Shaddaï". Pasa posteriormente a detallar algunas de esas armonías
numéricas en los textos sagrados del Antiguo y del Nuevo Testamento
(por ejemplo el número de veces que la palabra "alianza" aparece
en la Biblia es de 33, así como las repeticiones de los números
7, 12 y 24 en el Apocalipsis), para acabar afirmando con convicción
que cuanto más completos, o auténticos, sean los rituales
más evidentes se nos harán esas armonías, ya sean
numéricas o de otro tipo: "Porque todo, en el Templo, debe estar
en armonía, como en el Arca de Noé todos los seres vivían
en paz". Y concluye con esta cita sobre las Artes liberales extraída
de uno de los temas de meditación propuestos al segundo grado, "el
más operativo de todos", según sus palabras: "En fin, la
Música, la más inmaterial de todas las Artes, es la expresión
humana de esta Armonía divina que une los acordes terrestres al
canto de las esferas estrelladas. Es un poderoso medio de ascesis, constantemente
asociado por nuestros antiguos Padres al culto del Gran Arquitecto del
Universo, a quien pedimos la gracia de acceder un día, más
allá de la Belleza de los sonidos y la fuerza de los ritmos, a la
suprema Sabiduría del Silencio".
En el cap. V "A propósito de las repeticiones rituálicas",
Roman abunda en esta idea de las armonías internas del ritual masónico,
en las que también intervienen las estructuras de las formas geométricas
(inseparables del número) que surgen en el caso concreto que estudia
el autor, del trabajo conjunto que entre sí llevan a cabo los tres
principales oficiales durante la apertura y clausura de la Logia: "Por
el 'descenso' de la orden, el Venerable [que está en el Oriente]
mira al Primer Vigilante que está en el Occidente, posteriormente
el Primer Vigilante mira al Segundo, que está al Mediodía;
en fin, el Segundo Vigilante mira a los Aprendices que están en
el Norte. Como se puede observar (...) la 'conducción' de la palabra
del 'Maestro en cargo' describe sobre la Logia un trazado que visto desde
el lugar del Venerable es el del 'cuatro de cifra' del que ha escrito René
Guénon que es un signo de la Maestría".
La segunda parte trata sobre todo de algunos personajes
que tuvieron una influencia en el desarrollo de la Masonería durante
los siglos XVIII y XIX, como Anderson, Cagliostro, José de Maistre,
Willermoz y el siniestro Leo Taxil, que tanto daño causó
con sus patrañas y falsedades a la Masonería de finales del
siglo pasado. Retomando lo que al respecto dijo Guénon en varias
ocasiones, Roman analiza con todo detalle lo que se ha dado en llamar el
"affaire Taxil", y las repercusiones que éste tuvo en el deterioro
(que ya se venía produciendo al menos desde un siglo y medio antes)
de las relaciones entre la Iglesia y la Masonería, así como
en la idea completamente negativa que sobre esta última acabó
formándose la sociedad europea de la época. Aunque este individuo
acabara retractándose de sus difamaciones, el daño ya estaba
hecho, pues las repercusiones de aquel "affaire" todavía persisten
en el inconsciente colectivo, por lo que se ha de concluir que todo ello
se debió a un "plan" inspirado por aquellos que Guénon llamó
los "agentes de la contra-iniciación", ya fuesen éstos conscientes
o inconscientes, y cuyo objetivo principal es el de eliminar todo rastro
de la tradición en cualquiera de sus formas, sustituyéndola
por una parodia grotesca de la misma.
De la tercera parte destacamos especialmente el cap. XXII
y último, en donde Roman examina "a la claridad del simbolismo"
los cinco 'encuentros' de Pedro y Juan que se anuncian en el Nuevo Testamento
(Juan, XIII, 21-28; Juan, XVIII, 15-25;
Juan, XX, 1-9; Juan, XXI, 15-24,
y Actas de los Apóstoles, III, 1-10 ). Pedro
y Juan siempre se han considerados como los representantes respectivos
del exoterismo y del esoterismo cristiano, o como también se ha
dicho de la "Iglesia exterior" y de la "Iglesia interior", cuyas relaciones
no siempre han sido armoniosas, debido fundamentalmente a la incomprensión
que de tanto en tanto la primera ha mostrado sobre la segunda. Para Roman,
como para otros autores masónicos de espíritu tradicional,
el esoterismo cristiano, o más exactamente hermético-cristiano,
acabó por absorberse en la Masonería, y de ello dan testimonio
numerosos símbolos presentes en distintos grados masónicos,
como en el de Rosa–Cruz por ejemplo, y de hecho la logia es llamada, desde
mucho antes del nacimiento de la Masonería especulativa, la "Logia
de San Juan". De dichos encuentros Roman extrae algunas " 'enseñanzas
prácticas' para uso de las organizaciones iniciáticas occidentales
(y sobre todo de las obediencias masónicas), y más especialmente
de los dignatarios que han recibido la pesada tarea de dirigirlas. Atenta
vigilancia de la acción insidiosa, pero a veces terriblemente eficaz,
que ejercen los agentes del 'adversario' que han sabido infiltrarse en
los rangos de la iniciación auténtica; paciencia a toda prueba
con respecto a las autoridades exotéricas regulares, a pesar de
sus incomprensiones, de sus injusticias y a veces también de sus
calumnias; en fin, negarse absolutamente a ceder a la 'tentación'
de implicar a la Masonería en cualquier actividad de orden social
o político". Y concluye: "Aquellos que conocen bien la obra de Guénon
saben que tales recomendaciones nunca han sido de una necesidad tan acuciante
como en nuestros días". F. A. |