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LA CABALA DE PROVENZA Y GERONA (cont. y fin) |
Ezra de Gerona y su Comentario al Cantar de
los Cantares
Este destacado miembro del círculo de cabalistas de Gerona –supuestamente suegro de Azriel, aunque como ya se ha dicho otras fuentes sostienen que eran cuñados–, glosó uno de los escritos más breves y de profundo contenido esotérico y metafísico de la Biblia, el Cantar de los Cantares, atribuido al sabio rey Salomón. Tal como Ezra nos advierte en el primer proemio: En este texto (...), a partir del momento que posees por saber y por tradición las ideas generales, no debes preocuparte por sus detalles. Por un gran esfuerzo mental no lograrás sino perderte en vanos discursos y exponerte a numerosos tropiezos. Déjate penetrar por esta recomendación.[100] Indica también el cabalista que ha observado tres
tipos de comentaristas sobre el libro, en clara correspondencia con los tres
niveles de lectura (hay un cuarto sobre el que nada puede decirse por pertenecer
al ámbito metafísico) de todo escrito sagrado: los literales,
los alegóricos, que reconocen en el texto
y el tercer grupo al cual
Estos son los que realizan la lectura simbólica o
cosmogónica.
Por este motivo, en la "Tercera observación
preliminar" que es una síntesis de todo el Comentario, Ezra
empieza por referirse al más alto misterio que puede aspirar penetrar
todo ser humano, a saber, la experiencia siempre posible y actual en la
conciencia de ese estado de indiferenciación precósmica y la
vivencia simultánea de cómo lo Innombrable o Infinito concentra en
un punto de su seno sin fondo la posibilidad del Ser, dando lugar, si así
pudiera decirse, a la primera dualidad, a la Androginia
Primordial[101],
principio de la aparente polarización que originará el Cosmos y
cuyo despliegue estará siempre signado por la permanente
conjugación de las dos corrientes sexuadas complementarias. El
símbolo de la Androginia Primordial revela y vela en última
instancia la verdad o realidad en sí inexpresable de la unión
indisoluble sin confusión jerárquica del No-Ser y el Ser. He
aquí un fragmento de ese proemio a modo de ilustración:
Lo que no tiene principio ni fin, y por tanto, lo que "no ha
sido engendrado ni ha podido serlo" que "es, ha sido y será para siempre"
según nos dice el Corpus Hermeticum, "se retira y deja un espacio
descubierto, en el que brilla un pequeño punto luminoso, la
concentración de la luz divina que hará posible la primera
emanación, Kether, y de allí en más el flujo
permanente de las emanaciones creativas y
reveladoras".[102] Ezra lo explica con estas palabras:
Y agrega en otro momento:
Además, el comentarista de Gerona extrae de las
letras del Cantar de los Cantares toda la revelación de la
Cosmogonía, es decir, la explicación del misterioso gesto por el
cual el Principio del Ser afirmado en la infinitud del No-Ser, haciendo un
vacío en su concavidad, fecundándose con su propia simiente,
concibiendo en su mismo seno, gestará y alumbrará sin salir de su
esencia, en el rincón más secreto y oculto, a su Amada suprema, la
Sabiduría, fuente y origen de la Creación "cantera de la que son
extraídas las piedras santas, a saber, las veintidós letras, cada
una de la cuales es un objeto que sirve como precioso vaso", comparándola
también "con una dura roca, a causa de los senderos ocultos en ella" y a
la raíz de todas las entidades que al ser emanadas conformarán la
plenitud
universal.[104]
Estas enseñanzas de la Cábala se corresponden
claramente con este fragmento del Asclepio, en el que también se
expresa el sacrificio por el que el Uno se polariza en un aparente "otro", de
cuya unión permanentemente actualizada surgirá el orden universal,
imprimiendo en cada mundo, ser o entidad esa misma estructura dual:
En realidad todo este Comentario al Cantar de los
Cantares es una incantación constante a la diosa Sabiduría, Hokhmah, vista como "la nada de la que emanan todas las entidades". De
ella fluye la luz, símbolo de la "luz suprema que ya existía en la
potencia suprema", la cual será derramada en cada mundo o plano del Ser
en la forma simbólica de diez esferas
diáfanas[106] unidas por senderos igualmente luminosos, y su resplandor no disminuirá
con la emanación, sino que brillará en todas y cada una de sus
producciones, pues el Principio es inmanente en toda su manifestación y
nada hay fuera de él.
También se dice en el texto, y esto es compartido de
forma unánime en todas las tradiciones, que la Sabiduría es el
El soplo, Verbo o Palabra profiere las veintidós
letras, cuya conjugación nombrará y dará existencia al
organismo vivo que es el Cosmos, y estas designaciones no son sino los
indefinidos aspectos o facetas del Uno y Todo. De aquí se comprende la
enorme importancia concedida en la Cábala al Tseruf o ciencia de
las combinaciones y permutaciones de las letras, de las numeraciones que les
corresponden y las ideas que expresan, todo ello como un soporte muy importante
para que el iniciado acceda a la intelección de las entrañas del
macro y microcosmos. Veamos un ejemplo extraído del texto de
Ezra:
Y en el siguiente párrafo se conjuga la idea de la
Sabiduría como fuente de la luz y de la palabra o verbo que
revelará la Ciencia Sagrada o Torah:
Aquél que se ha adentrado por las vías,
nombres y numeraciones luminosas de ese cuerpo de luz que es el universo, no
aspira sino a identificarse plena y permanentemente con todos los matices de esa
irradiación, y reunirlos en todo momento en su esencia única. He
aquí como lo expresa Ezra en su Comentario:
Y aún otro ejemplo:
La descripción del ascenso a la copa o corazón
del árbol halla su forma de expresión más pura en el
lenguaje del Amor. La Cábala en general, y este texto de manera muy
destacada, da muestras de la profunda carga erótica que se despierta en
el interior del adepto cuando es raptado o aspirado verticalmente por esa
energía copulativa. Ella tiene el poder de disolver los errores y la
ignorancia, de conjugar todas las polaridades, de religar lo que está
disperso, de difundir la luz de la Unidad y reunir la vivencia de todo lo
cognoscible con lo Innombrable e Infinito. El enlace del novio y de la novia, o
el del Rey y la Sulamita del Cantar, son símbolos de todos los
posibles maridajes que conforman el universo: el del hombre y la mujer, el del
alma y el Espíritu, el del ser humano y su Principio, el del Cielo y la
Tierra, reflejos sexuados todos ellos de una Unidad que se polariza, la del
No-Ser y el Ser, la Suprema Identidad. Ya hemos dicho que para revelar tan
esplendorosa realidad, el autor del Cantar y su comentarista se apoyan en
el lenguaje ardiente del Eros, construyendo un relato no sólo conmovedor
y de gran belleza, sino teúrgico, es decir, con poder para provocar la
identificación del iniciado con las energías sutiles e interiores
del Arbol de la Vida, con sus nombres de poder, por intermedio del ritmo
evocador de la poesía. La cual pone en consonancia la conciencia del
cabalista con toda la escala de vibraciones del universo, trazando el camino de
la Liberación si aquél se entrega sin prejuicios, pero asido al
mástil de la doctrina, a la llamada del Amor (Ahabah), que por
cierto es otro de los nombres de la Unidad (Ehad) y que en hebreo son dos
palabras con idéntico valor numérico (13, es decir: 13 = 1+3 =4 =
1+2+3+4 =10 = 1+0 =1).
Espigamos ahora algunas estrofas de ese itinerario de
cortejo, entrega y casamiento:
Los amantes se anhelan, se buscan y encuentran:
La unión se realiza en el rincón más
íntimo y secreto, en un ámbito escondido, símbolo de un
mundo aparte, fuera del tiempo y del espacio, profundo, análogo a la
cavidad más recóndita del corazón del iniciado que guarda
el tesoro más preciado; el athanor donde se cuecen todas las
transmutaciones y transformaciones y donde se vive la plenitud de Ser y No-Ser
simultáneamente:
En esa estancia reservada, el Santo Palacio interno de la
Cábala, los amantes gozan las delicias del amor:
Nupcias que culminan en la restitución de la
Androginia Primordial y en la vivencia, a cada instante, del jubileo o
liberación de cualquier determinación:
Por lo que este Comentario constituye una
síntesis evocativa de la Cosmogonía y simultáneamente del
camino de retorno del iniciado a su verdadero hogar a través de la
simbólica del Amor, la cual fue utilizada sin condicionamientos no
sólo por el esoterismo judío, sino que también tuvo un
enorme influjo sobre algunas corrientes y organizaciones esotéricas
propias de la Tradición Hermética contemporáneas al
desarrollo de la Cábala en Gerona, tal y como explica Francisco
Ariza[107] en
un estudio titulado Las corrientes hispánicas de la Cábala con el que concluiremos el presente apartado:
Nahmánides y su discreta
revelación de la doctrina cabalística
De este sabio nacido en Gerona en el 1194 y perteneciente al grupo de cabalistas de esa ciudad es quizás del que nos han llegado más datos sobre su vida, dada su dedicación y labor en el marco de la vida pública de Cataluña. Además de médico y hombre de gran erudición, fue muy versado en temas jurídicos y de derecho, y un profundo conocedor del exoterismo de su tradición, por lo que desde 1264 desempeñó el cargo de rabino mayor de Cataluña, gozando de la confianza y respeto del rey Jaime I. Participó en el famoso proceso conocido como "Disputa de Barcelona", a partir del cual se agravó la ira y repulsa de la iglesia católica hacia los judíos que vivían en la península Ibérica, muchos de los cuales estaban cada vez más apegados a rígidos preceptos morales y enrolados en luchas de poder de todo tipo. Nahmánides, que con su testimonio intentó mantener un orden social y religioso emanado de unos principios superiores, fue cada vez menos comprendido, no sólo por los cristianos, sino también por ciertos sectores de judíos influidos por la tendencia racionalista impulsada por Maimónides, la cual iba ganando terreno en detrimento del cultivo de la vertiente metafísica, y por un cúmulo de circunstancias tuvo que partir hacia Palestina en 1267, trasladándose posteriormente a la ciudad de Akko, donde moriría al cabo de poco tiempo. Su producción literaria es muy extensa y toca muchas
ramas del saber, pero en lo referente a la Cábala siempre se
mostró muy reservado y poco predispuesto a poner por escrito una doctrina
que estimaba debía transmitirse de forma oral. De los pocos textos que
fijó sobre este punto de vista interior destacamos el Comentario al
Pentateuco (que sepamos, no traducido todavía del hebreo), el Comentario al Sefer Yetsirah (del que sólo nos ha llegado
el primer capítulo), así como algunos sermones y homilías
que traslucen veladamente las enseñanzas esotéricas.
Nahmánides estuvo vinculado a Ezra y sobre todo a Azriel, pero
también se sabe que recibió parte de su formación en
Barcelona a través del maestro Yehudah ben Yaqar y que ciertos aspectos
de la corriente de Provenza le llegaron por Yishaq Trinquetaille.
En el capítulo que se conserva sobre su Comentario
al Sefer Yetsirah se percibe la sutileza con que este cabalista se adentra
en los arcanos de su tradición, y lejos de repetir literalmente lo que ha
recibido de sus maestros, regala las primicias de sus meditaciones y
experiencias fundamentadas en el "Libro de la Formación". Empieza
así:
De entrada, el recién iniciado en los misterios de la
Cábala reconoce su enorme ignorancia; en el centro de su corazón
se abre un gran interrogante y se agolpan las preguntas en tropel:
¿Quién soy? ¿Qué es el mundo? ¿De dónde
surge? ¿Hay un orden que lo conforma? y, ¿Cuál es, cómo
aprehenderlo? ¿Quién se formula estas cuestiones? ¿Quién
contesta? ¿Quién enseña? ¿Quién aprende?
¿Quién es el maestro? ¿Quién en el origen? ¿Y
antes...?
La doctrina y los modelos revelados, cual el Arbol de la
Vida con sus letras, números y senderos, indican la ruta y constituyen
los soportes para la búsqueda y la realización interna. Todo
está dentro de uno mismo. Igual para las respuestas, que nunca son un "ya
lo sé" para incrementar el archivo de una supuesta memoria
mecánica y acumulativa, sino una identidad con lo conocido. Cada
formulación es un acercamiento al Centro, o el ascenso de un
peldaño hacia la cúspide de la montaña, o sea, la
posibilidad de identificar el interrogador, el interrogado y la
interrogación, de reunir lo disperso y de descubrir que no hay otro, sino
indefinidos destellos de una Realidad única, no-dual, que
paradójicamente se revela como binaria; un misterio que en la medida que
se va vivenciando en la conciencia es cada vez más misterioso, por su
propia naturaleza suprarracional y metafísica. Se trata, pues, de conocer
lo cognoscible por identificación y de abrirse a la vivencia de lo que no
puede ser concebido como algo con forma, cualidad, o atributo, pero sí
experimentado de algún modo directo en la conciencia. Y en el fondo,
siempre una pregunta sin respuesta, pues contestar sería limitar y el
verdadero cometido no es sino intuir en el corazón lo indecible e indescriptible.
La cosmogonía, que es el símbolo por
excelencia de lo innombrable, constituye el sujeto y el objeto permanente de la
especulación del cabalista, rito que no tiene que ver con una actividad
mental-racionalista, sino que pone a concurso el pensamiento analógico y
la facultad supranatural llamada intuición intelectual o del
corazón. Por ello Nahmánides agrega en su Comentario:
Y esta triunidad principial vierte sus efluvios a los mundos
inferiores, como manantial que hace discurrir sus aguas ladera abajo,
conformando los espejos de la unidad en otros dos planos inferiores (el mundo de Beriyah y el de Yetsirah), hasta que finalmente cristalizan en Asiyah. Tal descenso es también visualizado por Nahmánides
como el fulgor del rayo que fecunda y conforma los mundos, y el recorrerlo en
sentido inverso da al ser humano la posibilidad de atisbar y penetrar el
misterio de cada una de las 10 sefiroth, todo lo cual genera en el
interior del cabalista un nuevo caudal de imágenes, un archivo
simbólico y significativo en la memoria, que más que almacenar
sirve para descubrir y establecer los vínculos, hasta ahora
insospechados, entre todas las vibraciones sutiles de la sinfonía
cósmica, con lo que el ser humano se suma a su recreación o al
mantenimiento del latido del Ser Universal. Por ello, Nahmánides
también expone algunas de las analogías con las que ha operado,
estableciendo correspondencias numéricas entre el macrocosmos y el
microcosmos, ideas que no sólo expone en este comentario al "Libro de la
Formación", sino que también aparecen con claridad en el texto de
una homilía que escribió para una boda, donde dice:
Y tal arquitectura del universo signada por los
números 1, 3, 7 y 12, halla su íntima correspondencia con la
constitución del ser humano, tal como revela este fragmento:
Como se ve, en este sermón que Nahmánides
dirige a unos novios está expuesta en clave cabalística toda la
Cosmogonía, y ya desde la primera página exhorta a los esposos a
entregarse a la búsqueda de la Sabiduría, así como a la
permanente interrogación del corazón para escrutar los misterios
del Universo, pues es en este órgano simbólico donde reside la
facultad supranatural llamada intuición intelectual, la cual promueve el
conocimiento directo, no-dual y sin intermediarios del Sí mismo.
Además, en el texto se percibe una intención didáctica que
denota, al igual que veíamos en Azriel, una clara influencia del
método platónico del diálogo, entendido no como una
discusión o exposición de opiniones, sino como un recurso para
ayudar a extraer del interior lo que uno ya sabe desde siempre pero ha olvidado,
lo que el maestro
Sócrates nombró como mayéutica o arte de
las comadronas. Por eso, hablando de la Sabiduría del rey
Salomón Nahmánides escribe:
El texto concluye mostrando la analogía entre la
estructura numeral del macrocosmos, del microcosmos y de la propia ceremonia de
la boda, en el sentido que en ésta son tres los ritos a cumplir (el del
dosel, el de la santificación y la bendición), siete el
número de bendiciones y doce el número de palabras utilizadas para
describir el regocijo de los esposos.
Esto nos hace pensar que en
la cultura judía
los preceptos exotéricos han sido rígidos (y por la misma
razón cambiantes con las circunstancias e intereses del momento) y
controlados por un rabinato estricto, mientras
que la enseñanza
esotérica ha aparecido siempre como lo verdaderamente universal y
liberador y en realidad, no podría ser de otra manera, dada la naturaleza
metafísica y por tanto incondicionada de su cometido.
Y así como la religión ha marcado una
separación cada vez más insalvable entre la hembra y el
varón, relegando a aquélla a una posición de
subordinación y sumisión y hasta de anulación en ciertas
condiciones[111], en cambio, la enseñanza medular, la
esotérica, ha contemplado en todo momento al paredro hombre-mujer como un
símbolo del binario con que la deidad se "fracciona", se revela y
conforma el Cosmos; y la unión de la pareja (no siempre como esposos,
pues la transgresión de la legalidad es la que en ciertos momentos ha
hecho posible el engendramiento de la descendencia, no sólo de sangre,
sino fundamentalmente espiritual) se ha visto como el soporte para la permanente
restitución del estado de Unidad. Por ello, el tema de la
conjunción de los opuestos (expresado a muchos niveles y con diferentes
simbólicas) ha sido una constante en la Cábala, y nunca se ha
despreciado ni censurado la unión del hombre y la
mujer, sino que se la ha
contemplado como un poderoso vehículo de conocimiento e
intelección de la cosmogonía y simultáneamente como una
ayuda para la
deificación del iniciado.
Decimos esto porque durante muchos siglos se ha atribuido a
la pluma de Nahmánides el texto Carta Santa sobre la relación
entre marido y
mujer,[112] y aunque últimamente algunos estudiosos lo ponen en duda y se lo asignan
ya sea a Azriel, ya a Chiquitilla o a otro autor anónimo, lo cierto es
que se trata de un pequeño opúsculo doctrinal escrito en el
círculo de Gerona o de Castilla, en el cual se aborda el tema de la
esencia de la entrega
de los esposos,
así como el tiempo idóneo para el encuentro, los alimentos
más adecuados, la intención del acto y las maneras apropiadas.
Dice cosas tan significativas como:
Y también:
Pero ésta no es la Presencia de una deidad externa que se inmiscuye
en casa ajena; ni el ser humano la vive como una intromisión extranjera a
su ser, sino como la posibilidad de nacer y conocer lo que verdaderamente es, de
ahí la importancia de la intención en cualquiera de los actos de
su vida, y en especial en el de la unión carnal, donde todo pensamiento
debe tender a la identificación con lo más alto, con el Pensamiento de donde todo
emana:
Y en otro momento se apunta, respecto de la
atracción, fusión y circulación vivificadora del
Pensamiento:
Y continúa este texto en el que se perfila el trato
respetuoso, delicado y amoroso que se deben los amantes, reconocidos no
sólo como seres complementarios sino como andróginos, pues igual
que el hombre emite el líquido seminal, también se menciona en el
escrito la existencia del semen femenino:
Y de esa cópula sagrada se engendrará la descendencia, que desde el punto de vista esotérico no se refiere únicamente a los hijos de la carne o de la sangre, sino a los espirituales, a esos hijos de la luz que tomarán el relevo de la encarnación, vivificación y transmisión de la tradición. Eso sin olvidar que todo este proceso unitivo del hombre y la mujer es también el símbolo de las constantes nupcias y cópulas que debe realizar todo iniciado o iniciada en el mundo intermediario, el del Alma (inferior y superior, o en términos cabalísticos Yetsirah y Beriyah para restituir la androginia primordial y el estado de Unidad, en el que ya no hay trazas de ninguna distinción. |
NOTAS [100] Ezra de Gerona. Comentario sobre el Cantar de los Cantares. Ed. Indigo, Barcelona, 1998. [101] Esta temática será también tratada con más amplitud en otros capítulos. [102] SYMBOLOS Nº 25-26. Introducción a la Ciencia Sagrada. Barcelona, 2003. [103] El ya citado grupo de cabalistas anónimos que tuvo influencia sobre los sabios de Gerona durante el siglo XIII y que se conoció como el círculo Iyyún insinúa con estas palabras esas realidades metafísicas: "¿Cómo produjo y creó El su mundo? Como un hombre que contiene su respiración y se autorrestringe, para que lo poco pueda contener lo mucho. De este modo restringió El la luz a un espacio, conforme a la medida de su espacio, y así el mundo permaneció a oscuras, y en la oscuridad talló las rocas para producir con ellas los caminos, llamados las maravillas de la Hojmá, es de esto que la Escritura dice [Job 28,11]: 'E hizo salir a la luz lo escondido'". Citado por Scholem en Los Orígenes de la Cábala II, Ed. Paidós, Barcelona, 2001. [104] Escribe Ezra en otro momento respecto de la triunidad principial del orden cósmico: "Por otra parte, puesto que las diez sefirot se encuentran integradas en las tres que son Sabiduría, Inteligencia y Ciencia, la liturgia contempla tres Sanctus con el fin de unificarlas, (...), tal y como está escrito [Proverbios III, 19-20]: El Señor ha fundado la tierra con la Sabiduría; ha establecido los cielos con la Inteligencia; con su ciencia fueron surcados los abismos y las nubes destilan rocío." [105] Corpus Hermeticum. Ed. Indigo, Barcelona, 1998. [106] Aunque cada sefirah sea vista como una esfera de luz, es claro que ella reproduce en sí misma la estructura de la díada, de tal manera que tiene una faceta luminosa y otra oscura, una positiva y otra negativa, es receptiva respecto de la que la precede y positiva en relación a la que la sucede, etc. [107] F. Ariza. Las corrientes hispánicas de la Cábala. Ed. Symbolos. Guatemala, 1993. [108] Sefer Yetsirah. Ed. Obelisco, Barcelona, 1992. Apéndice I. [109] No podemos dejar de mencionar la íntima relación de este fragmento con el pasaje siguiente de la Tabla de Esmeralda: "Es verdad, sin mentira, cierto y lo más verdadero. Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para que se obren los milagros de una sola cosa. (...) Su padre es el Sol, su madre es la Luna, el Viento lo llevó en su vientre, su nodriza es la Tierra". [110] En una nota a pie de página nos dice el traductor: "Juego de palabras: en hebreo, la palabra 'corazón' y el número 'treinta y dos' se escriben de la misma manera: lev". (Sefer Yetsirah, Obelisco, Barcelona, 1992. Apéndice II). Por tanto existe una identidad entre el corazón y los senderos, en el sentido que dicho órgano es en el ser humano el símbolo del centro donde reside el Principio del que fluye el orden universal. Además, corazón se escribe con las letras Lamed (30) y Beth (2), y al invertirlas se forma la palabra Nada, lo que indica la no-dualidad entre el Infinito y el Principio de la manifestación que anida en el corazón. [111] Lo cual ha sucedido también en el islam, la religión católica y en el cristianismo en general. [112] El texto con el que hemos trabajado es: Mestre Mosse de Girona. Lletra Santa Concernent l'Ajustament carnal de Marit i Muller. Ed. Columna, Barcelona, 1986. |