Acerca de la Doctrina Social de la
Iglesia
Las cosas por su nombre
Pbro. Juan J. Lasa
Sigue teniendo vigencia -¡el Evangelio continúa siendo actual hoy en día,
como hace 2.000 años!- aquella expresión de Jesús: "Ningún sirviente
puede quedarse con dos patrones…". ¿La recuerdan? Está en el
texto de Lucas (16, 13). Y continúa así: "Verá con malos ojos al
primero y querrá al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo. Ustedes
no pueden servir al mismo tiempo a Dios, y al dios Dinero".
Vuelve a planteársenos hoy, con la misma fuerza que en tiempos de Jesús, esta disyuntiva que mereció de él la tajante condenación que transcribimos. De repente, con aparente mayor relevancia, puesto que en esta aldea global en la que todos -por distantes que estemos- debido al avance de la tecnología nos podemos encontrar en cualquier momento, existen ‘lupas’ que nos permiten multiplicar el volumen de los hechos.
Pero si avanza la tecnología, también avanzan las ciencias sociales. Y éstas, iluminadas por el potente reflector de la ética que hunde sus raíces no sólo en lo más profundo del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, sino también en la propia Palabra de Dios, explicitada hoy por el Magisterio de la Iglesia, nos permiten discernir muy claramente lo que es ‘trigo’ y lo que es ‘maleza’. Claro… siempre que lo queramos hacer: aquí juega, en realidad, la libertad del hombre, respetada por Dios aunque sea usada para el mal.
Acabamos de iniciar el tercer milenio, a contar desde la venida de Cristo al mundo. Ciertamente que todos tenemos muy presente el enorme derroche de ‘fuegos de artificio’ con los que hasta las naciones más subdesarrolladas quisieron celebrar el acontecimiento. ¡El lujo de la miseria! Enorme cantidad de dinero desperdiciada en pocos segundos, mientras millones de personas, en el mismo momento, padecían el duro flagelo de la indigencia, y miles de ellas morían de hambre… ¡La terrible paradoja de la versión ‘siglo XXI’ de la parábola de Jesús sobre el rico malgastador y el pobre Lázaro!
No es que nos pongamos tremendistas… ¡No! Simplemente queremos reflexionar con los lectores sobre la injusta situación de un mundo ‘globalizado’, en el que priman los intereses de unos pocos, que se agrandan sobre el sacrificio, el dolor y hasta la inmolación de muchos. Cada día las noticias que nos llegan de cualquier parte del planeta, nos presentan una realidad más sombría que la del día anterior. Y frente a esa realidad, sentimos la impotencia del no saber qué podemos hacer para revertir la situación, y muchas veces nos sentimos amenazados por el alud que avanza arrasando lo que encuentra a su paso, sin que se intente ponerle vallas que lo contengan, o al menos se intente desviarlo, como las lavas incandescentes de un volcán en erupción. Ayer, hoy, y siempre: los intereses creados…
Como cristianos, es decir: seguidores de un Cristo que supo denunciar los desvíos de los hombres que se guiaban por otros ‘valores’ muy distintos de los que Él preconizaba, debemos sentir la inquietud de buscar un coto a tales injusticias. Para lo cual, las enseñanzas de la Iglesia nos trazan un camino seguro. Nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II, escribiendo precisamente a los cristianos de América: "Ante los graves problemas de orden social que, con características diversas, existen en toda América, el católico sabe que puede encontrar en la Doctrina Social de la Iglesia la respuesta de la que partir para buscar soluciones concretas". Y añade a renglón seguido: "Difundir esta Doctrina constituye, pues, una verdadera prioridad pastoral" (Exhortación Apostólica Postsinodal "La Iglesia en América’, del 22-1-1999, n. 54).
Las palabras del Sumo Pontífice parecen muy claras… Y ciertamente lo son, a menos que busquemos ‘llevar el agua para nuestro molino’. En tal caso, los que quieran forzar las palabras de la Iglesia a que apoyen opiniones personales -o grupales- ajenas al auténtico sentido que tienen en origen, estarán apartándose voluntariamente del camino que ella nos traza, y que todos los cristianos debemos recorrer.
Recuerdo que hace unos años, leí en páginas de "El Observador" el comentario que un conocido hombre público, de práctica cristiana, hacía sobre la Encíclica de Juan Pablo II ‘Centesimus annus’, escrita por el Papa al celebrarse los 100 años del primer gran documento de la Iglesia sobre ‘la cuestión social’, la Encíclica ‘Rerum novarum’. En ese extenso artículo subrayaba los puntos con los que estaba de acuerdo, y ponderaba como muy valiosos… pero, muy suelto de cuerpo, se permitía agregar que ‘con otras partes del Documento no estaba de acuerdo’… ¡Qué coincidencia! La Encíclica comienza por referirse a la caída del ‘socialismo real’, ¡y en eso estaba de acuerdo! Pero, más adelante el Papa se pregunta, en referencia al ‘capitalismo’: "¿Es quizás éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil?"… A lo que Juan Pablo II responde que si no está puesto al servicio de la libertad humana integral, "la respuesta es absolutamente negativa"… ¡y en eso no estaba de acuerdo! Sin comentarios. Pueden encontrarse las expresiones arriba mencionadas en la lectura de la citada Encíclica.
Pero, ¿qué es la ‘Doctrina Social de la Iglesia’? Haciendo
simplemente una ‘aproximación’ a su definición, podemos decir que "es la
enseñanza moral que en materia social, política, económica, familiar, cultural…
realiza la Iglesia, expuesta por quien tiene la autoridad y la responsabilidad
de hacerlo". O también, desde otro ángulo, y complementariamente: "el
encuentro entre el Evangelio y la realidad, y los desafíos inherentes a mirar
la realidad desde la fe, y a discernir las diversas modalidades de acción
posibles en ese momento y circunstancia".
Y en esta dimensión de la enseñanza de la Iglesia estamos comprendidos todos los cristianos… ¡Todos! No en lo que me gusta, sí… y en lo que no me gusta, no… Porque la Iglesia, según definición del Papa Juan XXIII es ‘Madre y Maestra’. Y a una ‘madre’ se le obedece en todo momento, no solamente cuando lo que me manda me interesa.
Si como lo afirma el Papa ‘Bueno’, la Iglesia es ‘Madre y Maestra’, lo que ella enseña no puede tomarse como si fuese solamente una opinión más… ante la cual, la mía tiene el mismo valor. Y así, graciosamente, nos estamos saltando la realidad de un magisterio, del que la Iglesia se siente responsable, puesto que su misión es orientar… Como contra partida, debemos afirmar que la única actitud de todo aquél que se precie de ser un ‘buen cristiano’, un ‘buen hijo de la Iglesia’, es recibir esa orientación, y actuar en consecuencia. De otro modo correría el peligro de ponerse al borde de la autoeliminación como miembro de una comunidad fundada por Cristo, y confiada al cuidado de los Pastores por Él señalados.
¿Qué quiere -sino- decir el Papa Juan XXIII cuando afirma: "Hoy más que nunca es necesario que esta Doctrina Social sea no solamente conocida y estudiada, sino además llevada a la práctica en la forma y en la medida que las circunstancias de tiempo y de lugar permitan o reclamen. Misión ciertamente ardua, pero excelsa, a cuyo cumplimiento exhortamos no sólo a nuestros hermanos e hijos de todo el mundo, sino también a todos los hombres sensatos" (‘Mater et magistra’, 221)? Es éste un llamado dirigido no sólo a los cristianos, sino también a ‘todos los hombres sensatos’.
En muchas otras oportunidades los Pontífices advierten lo mismo: lo que enseña la Iglesia no es una simple opinión más… Es la consecuencia de esa aplicación del Evangelio a la situación concreta del hoy de cada pueblo, a partir de las orientaciones de quienes están capacitados para darlas.
De ahí, entonces, que los cristianos tengamos que avenirnos a lo que nuestros Pastores nos dicen como ‘Maestros en la fe’. No quiero decir que la Doctrina Social encierre ‘dogmas’… pero contiene normas precisas para interpretar los acontecimientos de hoy a la luz de la Palabra Divina.
Por eso, cuando los Obispos de América Latina y el Caribe, en Santo Domingo (1992) expresan: "La Doctrina Social de la Iglesia es la enseñanza del Magisterio en materia social, y contiene principios, criterios y orientaciones para la actuación del creyente en la tarea de transformar el mundo según el proyecto de Dios. La enseñanza del pensamiento social de la Iglesia ‘forma parte de la misión evangelizadora’ (‘Sollicitudo rei socialis’, 41), y tiene ‘el valor de un instrumento de evangelización’ (‘Centesimus annus’, 54), porque ilumina la vivencia concreta de nuestra fe"… no están haciendo otra cosa que manifestar que Doctrina Social y Evangelización estás unidas por un nexo inseparable.
Y, por otra parte, cuando el Papa en su Exhortación Apostólica Postsinodal
(1999) afirma: "A la luz de la Doctrina Social de la Iglesia se aprecia
también, más claramente, la gravedad de ‘los pecados sociales que claman al
cielo, porque generan violencia, rompen la paz y la armonía entre las
comunidades de una misma nación, entre las naciones y entre las diversas partes
del Continente’… Cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema
conocido como ‘neoliberalismo’, sistema que haciendo referencia a una
concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del
mercado como parámetros absolutos, en detrimento de la dignidad y del
respeto de las personas y los pueblos" (‘Iglesia en América’, 56)…
lo que hace es denunciar una realidad por su propio nombre. Generalmente
él habla de ‘capitalismo salvaje’; pero reconoce -y así lo
escribe- que en los países americanos recibe un nombre que muchas veces es
rechazado por aquellos que lo ponen en práctica: el ‘neoliberalismo’. Y
añade como consecuencia del mismo: "De hecho, los pobres son cada
vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras
frecuentemente injustas".
Podríamos traer a la memoria enorme cantidad de citas más… pero serían ‘más
de lo mismo’. Es decir: una afirmación de que los cristianos, en el desarrollo
de nuestra vida civil, no podemos adherirnos a la tan común idea del ‘vale
todo’, sino que tenemos necesariamente que transitar por carriles que nos
son propuestos por nuestros Pastores, que son los encargados de conducirnos ‘a
praderas cubiertas de verdor’…
Son como las vías de un ferrocarril: si los vagones transitan sobre ellas, llegarán a destino. De otro modo, descarrilarán… Y lo que es más grave todavía: al descarrilar, pueden arrastras consigo al precipicio a otros vagones. ¡Cristianos: sepamos escuchar la voz orientadora de nuestros Pastores, y no pretendamos enfrentarnos a ellos, o desoírlos, porque -al decir del Concilio- si establecemos una ‘escisión entre la fe que profesamos y la vida diaria’, estaríamos ‘poniendo en peligro nuestra salvación eterna’ (‘Gaudium et spes’, 43).
¡Es como para que lo tengamos en cuenta!… ¿no les parece?