Como un traje de medida
Tal es la simple reflexión que me merece la Exhortación Apostólica Postsinodal La Iglesia en América, firmada por Juan Pablo II en el Santuario de la Virgen de Guadalupe (México), el 22 de enero de 1999. Un
Documento fundamental para los cristianos de este continente, puesto que es la síntesis de la reflexión que -junto al Papa- efectuaron a fines del año 1997 los Obispos, en la Asamblea Especial del Sínodo para América que trató el tema: "Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América".
Ha de ser conveniente para los lectores que hagamos una breve consideración del proceso de este Documento. En el Concilio Vaticano II, la Iglesia Universal se dio cuenta lo importante que es el reunirse con frecuencia para considerar en común los problemas que se van presentando en una sociedad a la que le debemos inyectar semillas del Evangelio. De ahí que el Papa Pablo VI decidiese continuar encontrándose con los Obispos del mundo para analizar en conjunto la realidad siempre en cambio que presentan los destinatarios de la evangelización: tarea primordial de aquellos que, por el Bautismo, hemos sido incorporados a la Iglesia de Cristo.
Poco práctico y muy costoso hubiese sido volver a convocar a Roma a todos los Obispos diseminados en los 5 continentes. De ahí que, como solución representativa, dio forma al Sínodo de los Obispos: una Asamblea más reducida, con participación de delegados de las distintas Conferencias Episcopales, más algunos invitados directamente por el Papa, de acuerdo a los temas que se planteasen.
El Sínodo de los Obispos se reúne regularmente cada 3 años. Pero, el Papa tiene la potestad de citar a reuniones extraordinarias cuando lo juzgue conveniente. Y en esta ocasión, ante la proximidad del Jubileo del año 2000 de la Encarnación de Cristo, quiso Juan Pablo II realizar reuniones continentales de Obispos, para estudiar los problemas más focalizados a las distintas realidades de las comunidades cristianas. Ycomo decíamos más arriba, en 1997 convocó a esa Asamblea Especial a los Obispos de nuestro continente.
Finalizado el trabajo que requirió un mes de reuniones por la mañana y por la tarde, los Padres Sinodales -así se denominan los Obispos que participan en el Sínodo- entregaron al Papa un grupo de proposiciones como conclusión de su trabajo. Es de estilo que sea el Papa quien dé a conocer los resultados de la reflexión, reunido en un Documento que lleva el nombre de Exhortación Apostólica Postsinodal. De esta manera, lo tratado en el Sínodo cobra una vigencia oficial, puesto que es el supremo Pastor de la Iglesia quien lo promulga.
A este Documento en particular queremos referirnos hoy, ya que lo consideramos como un traje de medida: los problemas, son los de América Las líneas de acción que se sugieren, son las propuestas por los Obispos de América junto al Papa De ahí que cuanto esta Exhortación Apostólica Postsinodal contiene, nos atañe de un modo especial a todos los americanos. Y conste que digo todos: Juan Pablo II aclara muy bien la razón de referirse a América como una realidad única, y lo hace con estas palabras. "La opción de usar la palabra en singular quería expresar no sólo la unidad ya existente bajo ciertos aspectos, sino también aquel vínculo más estrecho al que aspiran los pueblos del Continente y que la Iglesia desea favorecer, dentro del campo de su propia misión dirigida a promover la comunión de todos en el Señor". Es decir: no tenemos que dividirnos en América del Norte. América Central y América del Sur
Somos todos una gran familia, con parientes ricos y parientes pobres. El Papa exhorta a tener esta realidad bien presente entre las Iglesias, y estimular una corriente efectiva, justa y solidaria de colaboración de los primeros hacia los segundos.
Volviendo al Documento, en su introducción el Papa afirma: "La evangelización de América no es sólo un don del Señor, sino también fuente de nuevas responsabilidades". Pues bien: como lo afirma reiteradamente el Concilio Vaticano II, los cristianos debemos asumir estas responsabilidades junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que trabajan por hacer que se respete en todo momento y situación la dignidad de la persona humana. Allí está, precisamente, el desafío que nos presenta este llamado a evangelizar Enfrentarnos a la realidad, muchas veces egoísta y perversa, y procurar que cambie: que asuma los valores que Jesucristo nos señaló -con la palabra y con los hechos- para que todos comprendamos que, siendo hijos de un mismo Padre, somos todos hermanos
La Iglesia en América comprende un ver la realidad de los hombres y mujeres que vivimos en este Continente Un considerar lo que Dios quiere para ella Y una exhortación a unirnos con todos aquellos que buscan para estos pueblos nuevos una situación más digna de la que viven en este momento de nuestra historia, a fin de trabajar juntos por construir ese mundo humano y fraterno que el Papa Pablo VI designó como la civilización del amor.
Para dejarnos orientar en nuestra acción por el pensamiento social de la Iglesia, es necesario que conozcamos sus enseñanzas, contenidas en una cantidad muy grande de documentos, algunos de ellos de capital importancia. No es éste el lugar para reproducirlos Ni siquiera podemos publicar íntegro éste al que nos estamos refiriendo. Pero al menos queremos transcribir para nuestros lectores el capítulo V, que lleva por título: "Camino para la solidaridad" y que lleva como telón de fondo la expresión de Jesús transcripta por el Evangelista Juan en el capítulo 13 de su Evangelio: En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros. ¡Ojalá el espacio nos permita transcribirlo en su totalidad y que aprendamos a disfrutar y aprovechar su lectura, para que se constituya en un horizonte diáfano que nos invite a trabajar por la construcción de esta sociedad justa y fraterna, que todos anhelamos y que depende también de nosotros!
Juan J. Lasa