El Jubileo de los Políticos.
(En base a Agencia Noticiosa Zenit)
El pasado 5 de Noviembre Juan Pablo II celebró la misa culminante del Jubileo de los políticos en una plaza de San Pedro, junto a más de cuarenta mil personas.
En su homilía, luego de preguntarse cómo es posible vivir como políticos el mandamiento fundamental de amar a Dios y a los hermanos, respondió que ello era posible «viviendo el compromiso político como un servicio». Un servicio que «pasa a través de un diligente y cotidiano compromiso, que exige una gran competencia en el desarrollo del propio deber y una moralidad a toda prueba en la gestión desinteresada y transparente del poder».
Precisó además, que para ello cuenta con las orientaciones de la doctrina social de la Iglesia, que, como explicó el Santo Padre «no constituyen una "ideología" y menos un "programa político", sino que ofrecen las líneas fundamentales para una comprensión del hombre y de la sociedad a la luz de la ley ética universal presente en el corazón de todo hombre e iluminada por la revelación evangélica».
La política no es cálculo electoral
De este modo, Juan Pablo II abogó por un perfil político de alto vuelo y se opuso a una visión de la política reducida «a pura mediación de intereses o, lo que es aún peor, a una cuestión de demagogia o de cálculos electorales».
Según el Papa, «esto adquiere particular relieve en esta fase de transformaciones intensas, que ve surgir una nueva dimensión de la política. El declive de las ideologías se acompaña de una crisis de formaciones partidistas, que constituye un desafío a comprender de modo nuevo la representación política y el papel de las instituciones».
Un día antes, se había tenido lugar un encuentro entre cinco mil parlamentarios y gobernantes de 94 países. Este encuentro concluyó con un discurso de Juan Pablo II, donde denunció el «escándalo de las sociedades opulentas del mundo de hoy, en las que los ricos se hacen cada vez más ricos, porque la riqueza produce riqueza, y los pobres son cada vez más pobres». Y añadió: «Hoy día, con el fenómeno de la globalización de los mercados, los países ricos y desarrollados tienden a mejorar ulteriormente su condición económica, mientras que los países pobres - exceptuando algunos en vías de un desarrollo prometedor - tienden a hundirse aun más en formas de pobreza cada vez más penosas».
La radiografía que trazó el pontífice del panorama mundial se detuvo también en las «guerras y guerrillas sin fin», así como en la situación endémica de hambre y enfermedad que experimentan muchos países.
«Aquellos cristianos que se sienten llamados por Dios a la vida política tienen la tarea --ciertamente bastante difícil, pero necesaria-- de doblegar las leyes del mercado "salvaje" a las de la justicia y la solidaridad
Ante esta realidad, los políticos, y en primer lugar aquellos que se dicen cristianos tienen que rebelarse: «Aquellos cristianos que se sienten llamados por Dios a la vida política tienen la tarea --ciertamente bastante difícil, pero necesaria-- de doblegar las leyes del mercado "salvaje" a las de la justicia y la solidaridad. Ese es el único camino para asegurar a nuestro mundo un futuro pacífico, arrancando de raíz las causas de conflictos y guerras: la paz es fruto de la justicia».
La gran contradicción actual
Al llegar a este momento, entre los aplausos del público, confesó uno de los aspectos que más preocupación le suscita la política en estos momentos: la violación por parte de la ley positiva (escrita por los parlamentarios) de la ley natural.
De este modo, aclaró: «Una ley que no respete el derecho a la vida del ser humano --desde la concepción a la muerte natural, sea cual fuere la condición en que se encuentra, sano o enfermo, todavía en estado embrionario, anciano o en estadio terminal-- no es una ley conforme al designio divino».
«Así pues --añadió--, un legislador cristiano no puede contribuir a formularla ni aprobarla en sede parlamentaria, aun cuando, durante las discusiones parlamentarias allí dónde ya existe, le es lícito proponer enmiendas que atenúen su carácter nocivo».
Esto mismo se aplica, según el obispo de Roma a «toda ley que perjudique a la familia y atente contra su unidad e indisolubilidad, o bien otorgue validez legal a uniones entre personas, incluso del mismo sexo, que pretendan suplantar, con los mismos derechos, a la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer».
El Evangelio como guía
Ahora bien, el discurso del Papa fue sumamente optimista. Reconoció estos y otros desafíos, como los que plantea la ingeniería genética y que a algunos les causan pánico, pero concluyó: «Nosotros, los cristianos de este tiempo formidable y maravilloso al mismo tiempo, aun participando en los miedos, las incertidumbres y los interrogantes de los hombres de hoy, no somos pesimistas sobre el futuro, puesto que tenemos la certeza de que Jesucristo es el Dios de la historia, y porque tenemos en el Evangelio la luz que ilumina nuestro camino, incluso en los momentos difíciles y oscuros».
Mijail Gorbachov: del comunismo al liberalismo
Antes de la intervención del Santo Padre habían tomado la palabra numerosas personalidades de relieve mundial. Entre ellas se encontraba el ex presidente soviético Mijail Gorbachov, premio Nobel de la Paz, quien afirmó con preocupación que en muchas partes del planeta se ha pasado del «fundamenalismo del comunismo al fundamentalismo del liberalismo».
El ex secretario del Partido Comunista Soviético arrojó también su mirada de manera amarga sobre el siglo XX, en el cual, según él, no se ha logrado conjugar moral y política, y deseó que las religiones puedan contribuir a superar este contraste en el próximo siglo.