EL TRABAJO NECESARIO Y DECENTE COMO IMPERATIVOS ETICOS

 

Hugo Barretto Ghione

 

 

Como el cantor popular nos preguntamos ¿ quien dijo que todo está perdido? Aún antes de la  globalización, el sentido último del trabajo humano estaba en cuestión, pero una mirada a sus valores fundantes despeja todo equívoco.

 

 

1.  “No se puede identificar la globalización  sólo con la creación  de una economía global, si bien ésta es el eje del proceso y su aspecto más evidente” dice HOBSBAWM[1]. “Debemos mirar más allá de la economía. La eliminación de obstáculos técnicos, más que económicos, es lo que constituye en primer lugar su premisa: la abolición de las distancias y del tiempo. (...) creo que los revolucionarios perfeccionamientos técnicos en los transportes y en las comunicaciones que han tenido lugar desde el final de la segunda guerra mundial, son los que han permitido a la economía que alcanzara los niveles de globalización actuales (...) por primera vez en la historia de la humanidad la evolución de los transportes permite que se pueda organizar también la producción, y no sólo el comercio, de forma transnacional. Hasta los años setenta una empresa que hubiera deseado poner en marcha la producción de automóviles en un país distinto al de origen, debía construir una fábrica entera y trasplantar todo el proceso productivo al lugar previamente elegido, pongamos las Filipinas. Hoy, en cambio, es posible descentralizar la producción de motores y de otros componentes y después hacerlos converger donde se quiera: desde un punto de vista práctico, la producción ya no se organiza dentro de los confines políticos del estado en el que se halla la casa madre (...) este es el elemento capital del proceso”

 

La  cita del historiador inglés vincula adecuadamente  los cambios en proceso  a las nuevas formas de producir y por tanto, de trabajar.

 

2. Esta modificación objetiva de la forma de producir bienes y servicios impacta en los derechos de los trabajadores y en sus condiciones de trabajo, mediatizados por la necesidad de la eficiencia y  productividad de las empresas.

ERMIDA URIARTE ha señalado una extraña paradoja: si bien el empresario se desvincula de su tradicional papel de empleador (dador de empleo), sale  fortalecido y con una imagen positiva en la sociedad, a pesar del desempleo y la precarización laboral  que produce este tipo de procesos.

 

3. Los  Estados prescinden de toda política laboral activa y a lo sumo recurren a magros subsidios por desempleo para quienes se ven excluidos del proceso; los sindicatos, reducido su poder de convocatoria por factores internos y externos, tienen dificultades para encarnar efectivamente su papel de sostenedores de los derechos de los trabajadores y de activadores de la justicia social.

 

4. El primado del individualismo y el “hacer la tuya” es el telón de fondo cultural que sostiene esta globalización fragmentadora.

El trabajador termina convenciéndose que el mundo es de los exitosos y que en realidad el único culpable de su situación es el mismo, debido a sus propias limitaciones personales.

 

5. ¿Pero es realmente la falta de un empleo digno un problema individual, de falta de iniciativa, de suerte o de formación adecuada? 

¿ sigue siendo el trabajo un elemento central de la persona, definidor de su papel en la sociedad?

¿ o sólo se trata de durar hasta el final, de permanecer, de no resultar nominado y terminar excluido como en un conocido programa televisivo?

De diversas perspectivas se desata una crítica al presente estado de cosas.

 

6. Así, la parafernalia globalizadora, exitosa y vocinglera, tiene sus críticos insobornables. Ricardo PETRELLA, profesor de la Universidad de Lovaina,  ha centrado su crítica en el “matrimonio” entre la mundialización y la tecnología, que se ha traducido, sobre todo, en una piratería legalizada de los bienes comunes de la humanidad, en la expropiación autorizada de los derechos de la ciudadanía y en un apartheid tecnosocial mundial legitimado.

 

7. A su vez, desde el mundo del trabajo, la OIT ha lanzado su nuevo paradigma, el trabajo decente

 

¿ que comporta esta propuesta?

 

a) En primer lugar, debe destacarse que comprende a todos los  trabajadores, asalariados o no, y este dato es fundamental en la región latinoamericana, en la cual el trabajo por cuenta propia, informal, llega a casi el 60% en promedio;

b) en segundo término, la atribución de un calificativo proveniente del  lenguaje corriente, centrando la cuestión en el término  “decente”, denota una falta de ataduras con soluciones positivas concretas y pone la mira  en objetivos profundamente marcados por lo ético-valorativo;

c)  en cuanto al contenido, la  definición dada por el Director General de la OIT en su memoria a la 87º Conferencia Internacional del Trabajo, enfatiza en la “libertad, equidad, seguridad, dignidad” así como  su vínculo con los objetivos mas generales de protección social, promoción del empleo, etc.

d) por último, trabajo decente implica una  convocatoria a la responsabilidad y el compromiso, concretado en el  llamamiento  a una “coalición global por el trabajo decente” y la “vía para salir de la pobreza” (discurso del Director de OIT  ante el Papa Juan Pablo II en 1º de mayo de 2000).

 

8. Desde mi punto de vista, la novedad de la consigna del trabajo decente está dada por la apelación a los valores fundantes del trabajo humano, al sentido transformador de la naturaleza y creador y en el llamamiento a la acción y al compromiso social para superar la pobreza y la exclusión.

 

Fundamentalmente,  rescata al trabajo como  dimensión fundamental de la persona humana. Su construcción histórica  se ha nutrido y enriquecido  de una  amalgama de valores tanto  morales y religiosos como económicos, que han entrado a menudo en diálogo, debate  y contradicción, desestimándose en consecuencia aquellas tesis que postulan la pérdida de centralidad del trabajo en la sociedad contemporánea.

 

Por ello con CALVEZ, entiendo que el trabajo sigue siendo necesario, y postulo que Trabajo decente es trabajo necesario[2].

 

 No sólo necesidad para la subsistencia  (la que por otra parte podría asegurarse por mecanismos de solidaridad como la seguridad social, por ejemplo) sino también por otras razones:  en especial, para  la personalización, para el desarrollo cultural, la realización,  o aún para el cumplimiento de una obligación ética irrenunciable, como lo es la construcción social y  la solidaridad.

 

Este profundo fundamento ético es el que reclama una acción comprometida por quienes entendemos que la defensa del trabajo es la defensa de lo humano, del sentido transformador y creador del hombre.



[1] HOBSBAWM, Eric. Entrevista sobre el siglo XXI. Crítica. Madrid, 2000 págs. 82 y ss.

[2] CALVEZ, Jean-Ives. Necesidad del trabajo. ¿Desaparición o redefinición de un valor?. Losada. Bs.As. 1999, págs.122 a 126. El autor polemiza con las tesis de Domique Meda.

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