LA PENA DE MUERTE Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA

Por Dr. Carlos Alvarez Cozzi

Abogado, Profesor Adjunto de Derecho Internacional Privado en la Facultad de Derecho y Profesor Agregado de Derecho Privado en la Facultad de Ciencias Económicas- Universidad de la República.

 

I- Introducción.

Como respuesta a una gentil invitación del coordinador de "Cristianismo y Liberación", -valioso instrumento para la difusión de la doctrina social de la Iglesia-, con gusto dirijo estas breves líneas sobre un tema aún candente como el de la pena de muerte y la doctrina de la Iglesia sobre la misma, que no pretenden ser mas que una modesta introducción, y con los límites propios de una publicación abierta a la comprensión de todos.

Hace algunos meses atrás, la Agencia Internacional de Noticias Zenit desde Roma, nos hacía saber que el pasado 2 de noviembre, Día de Todos los Santos, se ejecutaba en el Estado de Texas (Estados Unidos de América) en el corredor de la muerte de la cárcel de Huntsville a Jeffrey Dilligham, quien fuera condenado a la pena capital por el asesinato de la señora Koslow el 12 de marzo de 1992.

El cable nos cuenta que las autoridades del penal, a diferencia de otras veces, permitieron que un sacerdote católico y dos diáconos celebraran, sin el control cercano de los guardias, la última eucaristía del condenado, quien se había convertido a Dios en la Cárcel.

Los clérigos que acompañaron al condenado manifestaron que les dio una gran satisfacción abrazar a Jeffrey y saber que muy pronto él abrazaría a Jesús. Y también dijeron que al ver la conversión de este hijo de Dios ya quisieran tener ellos la fe que él tiene. Luego de haber recibido los santos sacramentos y antes de ser ejecutado, oh paradoja!!!, el condenado manifestó en su acción de gracias: "Te doy gracias Señor por las maravillosas promesas que nos haces con tu Palabra y por haberlas podido recibir con tu gracia. Gracias, Padre Celeste por sacarme del brazo de la muerte y por llevarme a tu casa".

La narración de los hechos despertó mi sensibilidad como cristiano y como jurista y me impulsó a compartir con ustedes, queridos hermanos lectores, estas reflexiones.

 

II- Somera referencia sobre la pena de muerte en el Derecho Penal Comparado.

En las legislaciones penales del planeta se encuentran Estados que prevén la pena capital, como es el caso –entre muchos otros de Europa, Asia, Africa y América aún lamentablemente- de los Estados Unidos de América ya referido. Otros Estados, como nuestro hermano Chile, han abolido recientemente la pena de muerte y previeron como pena máxima la cadena perpetua. Afortunadamente hay otros países, como con orgullo puedo afirmarlo del Uruguay, que prohibieron la pena de muerte dando a dicha norma rango constitucional y tampoco tienen como pena máxima la cadena perpetua sino que ésta es treinta años de penitenciaría. Se han escrito ríos de tinta en la doctrina penal sobre argumentos a favor y en contra de la pena capital que no podemos desarrollar en este artículo por razones de espacio pero que parten de la base, los unos, acerca de la necesidad de castigar al autor de delitos graves y proteger al mismo tiempo a la sociedad agredida por el reato, y los otros acerca de la barbaridad que significa que el Estado quite la vida al delincuente en lugar de procurar su re-educación además naturalmente de arrogarse el derecho de quitar la vida que sólo es de quien da la misma, que es Dios Padre. Nosotros nos pronunciamos en forma categórica en contra de la pena de muerte por éstas y muchas otras razones, en un todo acorde con la Doctrina de la Iglesia sobre el tema.

 

III) Doctrina de la Santa Iglesia Católica sobre la Pena de Muerte.

De varios textos del Magisterio de la Santa Iglesia se desprende que los pretensos argumentos a favor de la pena capital no son tales. Que la vida humana es un don sagrado de Dios y que el hombre, por mas grave que sea el dolo cometido por el delincuente, no puede arrogarse el derecho de quitarla sin ofender gravemente al Creador. Así es que el pretendido valor ejemplar de la pena de disuadir a los delincuentes no es tal. Está demostrado que el índice de criminalidad no ha descendido sensiblemente en los países que tienen implantada la pena capital. El pretendido valor retributivo de la pena de muerte tampoco es tal porque a la progresión de delitos debería seguirle una progresión de penas, para ser realmente retributiva, y quitar la vida, que es el primer derecho del ser humano, hace imposible cualquier otra pena porque ya resulta imposible aplicarla. Asimismo el pretendido valor defensivo de la pena de muerte tampoco es tal porque no está demostrado que la mera existencia de un hombre pueda perturbar el orden público. Lo que puede llegar a afectarlo es, en cambio, la actividad de esa persona, para lo cual basta con mantenerlo inactivo, encarcelado por el tiempo que sea necesario, conforme a la legislación. Tampoco puede alegarse un pretendido valor correctivo a la pena de muerte, desde el momento que ésta no corrige ni sana a nadie porque directamente lo priva de su derecho a la vida. Ezequiel 33,11 dice: "Yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado cambie de conducta y viva".

La Iglesia, por medio de su Magisterio Jerárquico, a lo largo de la historia, se ha expresado reiteradamente en contra de la pena de muerte, en especial últimamente Su Santidad Juan Pablo II lo ha hecho en "Evangelium Vitae", y siguiendo esa postura los Sumos Pontífices han implorado constantemente ante los Jefes de Estado de los países que la aplican, clemencia para con los condenados y conmutación por otra pena no privativa de la vida. Las razones que se han esgrimido básicamente son: a) posibilidad de existencia de error judicial, el que una vez cumplida la pena, sería obviamente irreparable; b) que es una arma predilecta de las dictaduras; y c) que constituye la negación del amor a los enemigos. En Lucas 6, 31-35 Jesús nos pide que amemos a nuestros enemigos, que hagamos el bien y que no esperamos nada a cambio. Coincidimos totalmente con la afirmación de que "la pena de muerte significa un retorno al paganismo y un rechazo al sermón de la montaña" (Luis Rossi, pág. 798, Diccionario Enciclopédico de Teología Moral, Ed. Paulinas, 1974). Con estas reflexiones les envío un saludo a los lectores de "Cristianismo y Liberación" para que esta publicación llevada adelante con amor por un grupo de cristianos comprometidos con la realidad que les rodea, sea semilla fecunda de difusión de la doctrina social de la iglesia en nuestro país, que tanto lo necesita.

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