Aborto desde una perspectiva comunitaria:
Debemos cambiar el eje del debate
Por Dr. Pablo Guerra[1]
No es cierto que lo propio de la sociología en el debate sobre el aborto, se reduzca a presentar números y analizar las conductas sociales que llevan a ese tipo de decisiones. Más bien creemos que las ciencias sociales en los últimos tiempos aportan decisivamente solo cuando son capaces de generar diálogos interdisciplinarios. Es así, por ejemplo, que en los últimos años hemos abogado por una lectura socioeconómica de fenómenos comúnmente vistos desde posturas netamente economicistas. En la misma línea, creo que para temas tan delicados como el del aborto, la sociología ofrece mucho, aunando esfuerzos con la filosofía política. Justamente de los vínculos entre ambas disciplinas se ha generado en buena parte del mundo, una de las corrientes del pensamiento contemporáneo de mayor influencia en el plano de las ideas: el comunitarismo, quizá la principal contrarreferencia a la corriente de mayor hegemonía en el contexto actual de las ideas, esto es, el liberalismo.
Lo anterior viene a colación, pues soy de la idea que el aborto es uno de esos temas donde se dividen aguas entre liberales y comunitarios. Mientras que los comunitaristas creemos en la necesidad de defender socialmente ciertos valores comunes, en aras de la construcción de una buena sociedad, los liberales creen que cualquier intento en ese sentido conduciría a negar la posibilidad que todo individuo tiene de ejercer sus derechos de la forma más ilimitada posible. En materia de aborto, se trata de saber si prima más el derecho de la sociedad a defender el valor de la vida, o defender el derecho de los procreadores a decidir por sí mismos sobre el futuro de la nueva vida. Como se comprenderá, se trata de un debate mucho más complejo que el simple y al mismo tiempo terrible debate de despenalización vs. penalización de esas prácticas. En concreto, una parte de los comunitaristas creen definitivamente que la intervención del Estado penando ciertas prácticas consideradas inmorales no es el mejor de los caminos. Allí está por ejemplo, el caso de la Ley Seca en los EUA.
Más bien, desde una sociología comunitaria, lo que corresponde es discutir cuáles son los elementos característicos de una buena sociedad, y cómo podemos contribuir –mediante políticas concretas- a su consolidación. Y en el tema que nos convoca, eso se traduce en volver a re-centrar el debate en nuevos ejes.
Efectivamente, creo que el debate actual está dividiendo a la sociedad más allá de lo razonable. Definitivamente no creo que quienes se niegan a la despenalización sean partidarios del statu quo, así como tampoco creo que de un lado estén los humanistas y del otro estén los partidarios del laissez faire social. De hecho, es notoria la existencia de humanistas entre quienes dudan de la eficacia de la penalización. El problema es que su decisión final, en el Parlamento, por ejemplo, los coloca en un brete moral. Igual que coloca en un brete moral a quienes, sin información y sin mayores opciones, en situaciones límites, deben definir sobre la continuidad o no de una vida humana. Nuestra propuesta es evitar en lo posible ese brete moral, redefiniendo los ejes del debate.
En tal sentido, proponemos dejar de lado el debate sobre la despenalización, y cargar las tintas sobre los asuntos previos que no se están discutiendo, y sobre los cuáles estoy seguro, hay mayores consensos sociales desde cuyas bases sea posible contribuir a lograr una buena sociedad.
El tema de fondo está presente en el plano de las conductas sociales. Creo que las partes en debate podrían comenzar reconociendo un hecho social al que hay que encontrar solución: así como existen embarazos deseados, también existen embarazos indeseados.
La sociedad en su conjunto debería tomar nota de la existencia de este último fenómeno. Es muy común, por ejemplo, entre parejas inestables, entre adolescentes desprevenidos, o incluso entre familias que lisa y llanamente ya no pueden hacerse cargo de más hijos. Si admitimos que eso existe, y que además es un problema para quienes se enfrentan a esa realidad, entonces estaremos en condiciones de encontrar soluciones dignas en numerosas materias: desde soluciones preventivas (¿qué podemos hacer como sociedad para que existan menos embarazos no deseados?), hasta soluciones a posteriori (¿qué podemos hacer como sociedad para auxiliar a quienes se encuentran en esta situación?).
El abanico de políticas en ese sentido es muy amplio. Van desde una educación sexual seria e impostergable en los centros educativos, hasta políticas de apoyo a las familias, pasando por la creación de centros de atención para embarazos no deseados o la jerarquización de los programas de adopción de niños.
El objetivo final de estas líneas de propuestas es contribuir a que quienes están en situaciones difíciles fruto de un embarazo no deseado, puedan hacerse responsables de una decisión que no termine con la vida gestada, esto es, que puedan solucionar sanamente, con apoyo de toda la sociedad, un dilema que de todas maneras dejará huellas muy profundas en la vida de sus protagonistas.
La información es un primer elemento fundamental: de crearse los citados centros de atención, las parejas (en el mejor de los casos, ya que fruto del egoísmo machista por lo general solo hacen frente a estos problemas las mujeres) podrían tomar conciencia de la verdadera situación de su embarazo. A manera de anécdota, conozco varios casos donde las parejas se decidieron por el aborto, “convencidas” que lo que abortaban era una “simple célula”. Los médicos abortistas, por supuesto que abonaban esta postura para legitimar sus prácticas.
Pero con la información no es suficiente. Las políticas de atención deberían ayudar a encontrar una solución a ese embarazo no deseado, y en ese sentido adquiere particular importancia la institución de la adopción.
Recordemos que en Uruguay, país con una tasa de fecundidad muy baja y además en descenso, existen muchas más familias deseosas de adoptar, que niños en condiciones de ser adoptados. Las dos instituciones que en nuestro país se hacen cargo de esta situación, comienzan sus charlas informativas con los padres, informándoles sobre los crecientes tiempos de espera. En el Iname, por ejemplo, en promedio las parejas deben aguardar entre tres años y medio o cuatro años. En el Movimiento Familiar Cristiano la situación es más espectacular: en promedio se da en adopción un niño por año, habiendo unas 100 parejas en lista de espera.
A manera de conclusión digamos que dado el estado actual de los hechos sociales, así como la inexistencia de políticas para hacer frente a esos hechos, resulta inconducente discutir el tema de la despenalización del aborto. Hemos querido señalar que esa debe ser la última de las polémicas, y no la primera. El dilema hoy no debe ser penalización sí o no; ni siquiera debe ser aborto sí o no. El dilema es qué respuestas damos a quienes no pueden hacerse cargo de sus hijos. Si comenzáramos por allí, robusteceríamos salidas hoy imperiosas desde perspectivas humanistas.
1. Sociólogo. Profesor de la Universidad de la República y Universidad Católica del Uruguay. Asesor de diversas organizaciones sociales, sindicales y eclesiales.
[1] Dr. en Sociología. Profesor en la Universidad de la República y Universidad Católica. Asesor de organizaciones sociales, sindicales y eclesiales.