Por Seto-san.

        GHIBLI y la ecología. Una aproximación al universo de mononoke hime.

                                   Mononoke hime (La princesa fantasma) se puede resumir en una sola idea: "puedes
      hacer lo que quieras con la naturaleza, pero prepárate para sufrir las consecuencias". Esto es una decidida
      postura ecológica, pero no es una postura ecológica típica.
                                   No alcanzan a pasar 5 minutos cuando aparece un engendro mezcla de una colonia

      de gusanos, arácnido, y jabalí: un engendro que pudo haber salido del
      infierno de Dante ¿Estamos realmente viendo una película de GHIBLI?
                              Si. No hay duda. Se trata de una propuesta diferente
      a todo lo anterior de GHIBLI, quizás excepto por Hotaru no haka (La
      tumba de las luciérnagas) en la que se muestra el dolor de la guerra tan
      crudamente como en Vergüenza de Ingmar Bergman.
                                   El engendro (el tatarigami, algo así como espíritu
      maldito) ataca sin piedad a todo  aquello que tenga vida. Lo único que
      lo detiene, aunque no por completo, es la luz, pero el monstruo no sólo
él es obscuro sino que lleva la obscuridad alrededor suyo: ensombrece su
alrededor y pudre todo aquello que roza.
                           Cuando el tatarigami es detenido por Ashitaka en su loca
carrera de destrucción, junto con infectar de su obscuridad al mismo Ashitaka,
pronuncia un oráculo: "Patéticos humanos, no sabréis nada de mi dolor hasta
que lo sufráis vosotros mismos". Y digo oráculo porque en esa frase se articula
todo el resto de la trama.
                    Según las tradiciones, Ashitaka debe abandonar su casa y partir
en busca de cura. Para ninguno de sus amigos y parientes, como tampoco para
él mismo es desconocido el objeto de su búsqueda: debe alcanzar el bosque del
      shishigami (algo como espíritu bendito).
                                   ¿Qué camino sigue Ashitaka para encontrar el bosque del espíritu bendito? Ningún otro
      que la huella del tatarigami.Sin embargo no lo llevan hasta el mismo
      bosque: la huella del engendro maldito no surge de él; acaba antes.
                  Hasta el momento hemos visto lo que ha sucedido a una sola
      persona en una determinada circunstancia y, si bien podemos sospe-
      char que hay un conflicto mayor, no ha sido revelado aún.
                                   Los minutos siguientes mostrarán una situación
      inusitada. Ashitaka, al llegar al bosque  encuentra a dos arrieros acci-
      dentados. Ellos han caído desde un camino que bordea las faldas de
      una colina hasta el fondo de la quebrada. La columna de  arriqros en
      la que iban acaba de ser atacada por San, hija de Moro, el jefe del
      clan de los lobos del bosque de shishigami. Mientras los recoge del río, Ashitaka percibe la presencia de
      San, que ha bajado hasta el río a tomar alguna presa como botín. En ese momento él se enamora de ella.
Desde luego no se trata de un enamoramiento común y
corriente. Se trata de una película de GHIBLI. Basta una
mirada, una expresión para que Ashitaka decida —tal cual,
decida— tomar como cosa propia la tarea de proteger y
conducir la vida de San.
                  Nuestro protagonista ya está en el bosque de
Shishigami, pero ha de llevar a quienes acaba de rescatar a
la fortaleza de Tarataba. Es allí donde conoce a otra mujer
      que pondrá en peligro la vida de él y la de todo el mundo que conoce.
                                   ¡Qué digo! No la pondrá: ya la ha puesto. Es ella la causa del Tatarigami que atacó
      el poblado de Ashitaka, es ella la que está destruyendo el
      bosque del Shishigami, es ella la que quiere destruir al clan
      Moro, es ella la que, en fin, ha quebrantado el orden del
      bosque y el lago en donde se estableció.
                                      Y aquí está  el dilema: ¿Es Eboshi una
      mala persona? No. Ella ha  recogido a mujeres que  no tenían
      ningún otro  destino que la  prostitución para su sustento y el
      de sus familias.
                         Pero  no sólo  eso: ha sido capaz  de lavar con
      sus propias manos las vendas (y  posiblemente las heridas) de
      un grupo de leprosos que mantiene en su fortaleza. Se puede decir que hace trabajar hasta a los propios
      leprosos, pero ¿no es efectivo que les ofrece una vida considerablemente mejor que una muerte dolorosa,
  triste y solitaria a la vera de un camino?. Y no lo
 hace por interés personal, o por lo menos no comple-
 tamente.
             Quiere incluso curar de su enfermedad a los
 leprosos.
       Ahora ya tenemos el cuadro principal: Ashitaka
 ha llegado a al bosque de shishigami buscando una
 cura para la maldición que ha caido sobre él por
 haber dado muerte al tatarigami en defensa de su
 aldea; Eboshi quiere dar muerte a Shishigami para
 detener la resistencia de los animales del bosque a
       la depredación y así poder ella seguir dando trabajo y sustento a sus "subditos"; San quiere matar a
       Eboshi por el daño que inflije al bosque; un grupo de mujeres de la fortaleza quiere matar a San porque
       ella ha dado muerte a sus maridos en medio de la guerra  en la que se enfrentan ambos bandos y, para
       coronar  la escena, Eboshi, pese a reirse de la  intención de Ashitaka de "juzgar sin prejuicios", le ha
       tomado respeto y advierte a sus soldados que deben dejarle hacer lo que él quiera.
                                   Una escena digna sólo de un dramaturgo oriental. No hay nadie que sea malo o que
       no defienda algo que de alguna forma sea justo. No hay quien pueda ponerse de parte de ninguno de los
       contrincantes. Es, por ello, una batalla más dolorosa.
       Ashitaka sufre por ello: "¿no hay forma de que esto se
       resuelva de otro modo?" dice tanto a Eboshi como a
       San.
                  Es imposible dejar de comentar la secuencia
       que va desde que Ashitaka percibe la presencia de San
       cuando ella va a atacar la fortaleza y la salida de
       Ashitaka de la misma. Miyazaki nos presenta aquí todos
       los hilos que conducen a sus personajes en forma magistral.
                         Las decisiones formidables de gente —¿por qué no decirlo?— virtuosa: que es capaz de
      decidir bien en las circunstancias más apremiantes.
                                    He aquí el mal: todos se han enceguecido. Nadie es capaz de mirar por sobre el
     conflicto que viven. En la batalla final, los Jabalíes, que luchan por la vida del bosque y por su propia vida
(que depende de la del bosque) saben que van a morir, pero nada los
detiene en el ataque. Pero es de entender que los Jabalíes sean así
¿Qué queda para nosotros los humanos que estamos del otro lado in-
cluso de la pantalla?
                 Los acontecimientos se desencadenan uno tras de otro:
no hay un momento de descanso desde ese instante. Si no hay acción
visual la hay intelectual.
                Ashitaka, es herido por una de las mujeres de Eboshi y,
desangrándose, rescata a San; Eboshi va en busca del shishigami;
Llegan los Jabalíes extranjeros y discuten con Moro sobre el destino
del bosque, del shishigami, de San y de Ashitaka. Amanece y el
        shishigami adopta su forma diurna; Tarataba es atacada por el ejército de unos Samurais; Ashitaka es
       curado de su herida (aunque no de la maldición del tatarigami) por shishigami. Los acontecimientos es
       difícil recordarlos en su orden preciso hasta el momento en que explota la batalla entere los jabalíes y los
       humanos.
                            Aprovechando la pantalla que le da el combate,
       Eboshi va en busca de la cabeza del shishigami. Nosotros ya
       sabemos que un animal doliente se transforma en un tatarigami,
       pero ¿Qué pasa cuando se le inflige dolor al dios de la vida y la
       muerte?
                           El shishigami es quien da la vida y la muerte, es,
       en otras palabras, el orden del universo, el devenir ordenado del
       mundo. Y Eboshi quiere su cabeza, quiere el dominio de ese
       orden. No muy diferente deseo del que tienen hoy los científicos.
                           ¿Es completamente malo eso? Aún más ¿Es malo, acaso, querer gobernar la naturaleza?
       Y digo gobernar, no pisotear. Se trata de regir el mundo como lo hace un buen rey, no como lo hace
un tirano ¿Tiene algo de malo eso? No estoy completamente
seguro de que sea malo. Y Miyazaki pareciera decir eso.
                   A Shishigami le cortan la cabeza y se transforma
en una masa semilíquida más mortífera aún que el tatarigami. Es
un tatarigami, pero como no es un sencillo viviente sino el que
da la vida y la muerte, como es la naturaleza misma, sufre por
toda la naturaleza, y ese sufrimiento se transforma en un movi-
miento destructor. Ni
siquiera en odio: es un
       mero movimiento, una fuerza ciega que destruye. Y la fuerza
       existe para construir. El orden se ha roto.
                Una vez detenido este Tatarigami (ahora con mayúscula)
       Eboshi comprende lo que ha hecho. Afortunadamente todo ter-
       mina bien y el shishigami, si bien no recupera su forma física,
       restablece el orden.
                 ¿Qué desató todo este conflicto? La ceguera. Nadie es
       capaz de ver por sobre el conflicto ¿Nadie? No. Ashitaka puede.
Él quiere juzgar sin prejuicios. Y esto,
aunque hace reír a Eboshi causa el
respeto de ella por Ashitaka ¿El de ella sólo? Eso es lo que hace que todos
respetemos a Ashitaka.  Es esa condición de Ashitaka la que salva la situación.
Estar (como un scout, si alguien quiere) siempre preparado para obrar bien en las
diversas circunstancias, sean estas cotidianas o fuera de lo común, es lo que
hace atractivo a Ashitaka. Tanto para resolver un problema de dimensiones uni-
versales como para resolver una discusión entre amigos hace falta la buena
disposición de Ashitaka.
                      Último párrafo: una
sola pregunta: ¿Se dieron cuenta
de que tanto en Nausicaä (el manga)
como  en  Mononoke  hime  está
prohibido  matar a  un ser  sufriente
       para acortar su sufrimiento? Nausicaä se da cuenta de ello,
       pero Ashitaka no. Nausicaä ve que pese a que la larva de
       Ohmu está agonizando, por eso mismo hay que respetar su
       agonía, Ashitaka mata al tatarigami que ataca a su pueblo
       (lo hace en defensa de él y de los suyos), pero cae sobre él
       una maldición.

       Hasta la próxima
       Seto-san
       abuzzett@cvmail.cl
 
 

        Estudiar el hecho de que cae una maldición sobre el que mata a un ser sufriente como el Tatarigami y
        su relación con la escena el rechazo de Nausica a matar a la Larva de Ohmu que estaba moribunda.


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