Año 1 Nro. 6 - 23 de Noviembre de 2001
i n t e r n a c i o n a l
Victoria
imperialista que ha derrotado provisoriamente a la nación afgana
Sigue la guerra en la revolución palestina,
en Pakistán, Chechenia, Argelia e Indonesia
Triunfo imperialista inestable contra la nación afgana
1) Estamos en un momento de un salto cualitativo en la guerra de Afganistán.
El mismo podría definirse de la siguiente manera: importantísima
victoria imperialista que ha derrotado provisoriamente a la nación
afgana, sin que el imperialismo angloyanqui pueda aprovecharla totalmente
para asestarle un golpe decisivo a la revolución mundial.
Esta es nuestra definición provisoria.
2) La llegada de la Alianza del Norte a Kabul, en su vertiginosa ofensiva,
fue recibida con la algarabía mayoritaria de la población,
como sucediera en la mayoría de las ciudades conquistadas por esta
Alianza que ya domina más de la mitad del territorio y ciudades afganas.
Este vigoroso y fulminante avance en pocos días, estuvo basado en:
a) La destrucción de los objetivos militares del talibán por
bombardeos devastadores de la aviación angloyanqui, que debilitaron
en extremo las líneas de defensa del territorio y permitieron el
avance ciudad por ciudad de la Alianza del Norte.
b) El otro punto de apoyo para semejante avance fue la desmoralización
que impuso en las masas la dirección burguesa reaccionaria talibán,
que hacia adentro, mientras la nación era atacada por el imperialismo,
mantuvo su misma política contrarrevolucionaria de opresión
hacia su propio pueblo, y sin tocar uno solo de los intereses imperialistas.
Es más, se replegó cobardemente sin disparar un solo tiro,
dejando a las milicias solidarias en los frentes de batalla, como sucede
hoy en Konduz, mientras el grueso de sus fuerzas se replegaban hacia el
sur, con lo que aquéllas quedaron expuestas a verdaderas masacres.
c) El avance vertiginoso de la Alianza del Norte hasta Kabul fue acompañado
por levantamientos dirigidos por facciones burguesas de las distintas etnias
que pueblan Afganistán desde el norte hacia Kabul, en distintas ciudades
y provincias, como Jalalabad, Mazar i Sharif, etc.
3) Pero la base más importante de esta ofensiva de la Alianza del
Norte hasta Kabul no se puede entender si no definimos que Afganistán
es una nación multiétnica. Multiétnica significa que
hay distintas etnias, cada una con su lenguaje, su cultura, inclusive con
sus clases dominantes específicas, totalmente relacionadas a otras
naciones vecinas -como los uzbekos, los tayikos, que son la base fundamental
de la Alianza del Norte-, totalmente imbricadas con las burguesías
restauracionistas de Uzbekistán y Tayikistán; éstas,
a su vez, controladas y aliadas a Putin, es decir, la gran burguesía
eslava rusa que, como representante de todas ellas, está reunida
con Bush en Estados Unidos, negociando las partes y migajas de las riquezas
petroleras, gasíferas y del tráfico de opio que les van a
quedar a la caída del talibán.
4) Por ello, todo régimen de dominio de las clases dominantes en
Afganistán, es un régimen de opresión de fracciones
burguesas de una etnia o nacionalidad sobre otras, a las que oprime también.
Es así que el régimen talibán está sostenido
en la etnia pashtún, que es la mayoritaria, ya que a ella pertenece
el 40% de la población. A la vez, a esa misma etnia pertenecen un
20% de paquistaníes que se concentran en la frontera con el sur de
Afganistán (unos 20 millones de personas).
Como vemos, estamos hablando de naciones armadas ficticiamente a la salida
de la segunda guerra mundial y del reparto del mundo que de ella surgió,
con la retirada del imperialismo inglés, la derrota del Eje Alemania-Japón-Italia,
el triunfo yanqui, y el mantenimiento de la URSS y su pactos contrarrevolucionarios
cuya máxima expresión fueron Yalta y Potsdam.
Un ejemplo de ello es la división entre la India y Pakistán,
provocada por el imperialismo inglés en su retirada, así como
también la división de Bangladesh y Pakistán, que siguió
la misma suerte. Justamente, el dominio del régimen talibán
se impuso en 1996 en una batalla despiadada sobre las otras etnias minoritarias,
apoyado por el imperialismo yanqui para estabilizar la región. La
Alianza del Norte estaba apoyada en Rusia y en Irán.
Las famosas medidas como la del uso obligatorio del velo (burqa) para las
mujeres, fueron recibidas de forma alborozada en Kabul en 1996 cuando ganó
el talibán, ya que los "mujaidines" de la Alianza del Norte,
en sus años de dominio como etnias minoritarias, habían violado
sistemáticamente a toda mujer mayor de cinco años.
5) Así, la etnia dominante, es decir, la fracción burguesa
dominante, se quedaba con el corazón de los negocios. Al controlar
el aparato estatal central, se enriquecía, por el control del tránsito
del comercio por el territorio, del contrabando, del tráfico de opio,
y el control de los impuestos del conjunto de la nación, relegando
a un segundo plano a las fracciones burguesas y oligarcas de las etnias
derrotadas.
Pero a la vez, el Talibán es únicamente uno de los partidos
políticos de la etnia pashtún. Los talibanes son únicamente
la fracción más fuerte de los señores de la guerra
y de la tierra pashtunes, que lograron unificar y disciplinar a los otros
señores pashtún y a las masas de su etnia, y oprimir a las
demás. Fue el régimen de este partido pashtún el que
se impuso en 1996, con el apoyo imperialista.
Este régimen talibán dejó de ser funcional cuando se
descubrieron y confirmaron las enormes reservas gasíferas y petroleras
en las ex-repúblicas soviéticas como Turkmenistán,
Uzbekistán, etc., y cuando, entonces, Afganistán pasó
a ser un lugar clave y estratégico en el control de esas rutas. Es
que la burguesía talibán quiso comenzar a regatear y a negociar
de igual a igual con las potencias imperialistas su tajada y su comisión
por el paso del petróleo, el gas, la heroína, el opio, etc.,
utilizando como chantaje los atentados terroristas. Ni el imperialismo angloyanqui,
ni -de forma secundaria- las burguesías uzbeka y tayika, están
dispuestos a repartir los casi cuatro billones de dólares de riquezas
del Asia Central.
6) Sin embargo, este avance de la Alianza del Norte parece haber terminado
en Kabul, adonde habría viajado Rabbani, el ex-presidente destituido
por los talibán en 1996, agente directo de la burguesías uzbeka,
tayika y gran rusa.
En la etnia mayoritaria pashtún, hacia el sur, el imperialismo ha
impulsado y promovido un levantamiento de los señores de la tierra
y del comercio a fin de organizar un partido antitalibán de la etnia
pashtún, que en el futuro se integre a un gobierno de coalición
proimperialista. Inclusive, podremos ver a generales y grandes señores
talibán de la zona sur, incorporarse a este negocio. Por ello, estamos
viendo, mientras escribimos estas tesis, verdaderos levantamientos en distintos
pueblos y ciudades del sur, y especialmente en Kandahar, la capital de esa
región y feudo de los talibán, proceso que hoy está
en curso y no definido.
Junto a esto, en la ciudad de Kunduz en el norte, donde es fuerte la etnia
pashtún, habría una feroz resistencia de más de 15.000
milicianos protalibán armados, árabes, chechenos, pakistaníes,
sobre la que se está realizando un ataque masivo e incesante de bombardeos
angloyanquis.
El
Talibán: La burguesía nacional, socia de los negocios del
imperialismo,
lleva a la nación afgana a la derrota
7)
Ha quedado claro en la vida misma que los talibán de "guerreros
valerosos e invencibles", no tienen absolutamente nada. Son, tan solo,
la expresión de un partido armado, mayoritario, de la etnia pashtún,
que unificó al conjunto de esa burguesía e impuso un régimen
bonapartista sobre el conjunto de la nación afgana, y que hoy retrocede
del campo de batalla como lo ha hecho históricamente la burguesía
nacional, la que prefiere inclusive suicidarse antes que tirar un solo tiro
hacia su amo imperialista. Así sucedió con Allende en Chile
en 1973 -o como hiciera Perón en el '55 en la Argentina, que decía
que al golpe gorila de la Libertadora lo enfrentaba con los bomberos, y
cuando llegaron los primeros bombazos se tomó la cañonera
paraguaya y dejó inermes a los obreros en la Plaza de Mayo.
Es que la burguesía nacional no puede enfrentar al imperialismo hasta
el final porque es su socia menor, está imbricada y subordinada a
él por miles de lazos de sus negocios. Y por eso, así, vemos
a la misma burguesía pashtún que osó chantajear al
imperialismo, pasarse rápidamente de bando en la guerra actual, y
a los talibán amenazar -como Hussein ayer con "la madre de todas
las batallas" -, con el "poder destructivo de Alá",
las "tormentas de aviones" y demás estupideces, para terminar
huyendo sin disparar un solo tiro contra el imperialismo, ni tocando ni
una de sus propiedades, ni organizando un levantamiento de masas para enfrentarlo,
puesto que teme más a las masas movilizadas e insurgentes que al
bombardeo masivo y destructor del imperialismo angloyanqui.
8) Se confirma así nuestra tesis sobre la derrota del Ejército
Rojo en los '80, que esbozamos en el último BIOI; de cómo
éste fue derrotado por tener una política de contención
de la revolución iraní para que su onda expansiva no entrara
a las repúblicas soviéticas musulmanas del Asia central, y
no una política de expropiación -con la que la guerra se hubiera
ganado rápidamente, como lo hizo ahora la Alianza del Norte-. Pero
ese Ejército Rojo actuaba con una política contrarrevolucionaria
y era dirigido por una burocracia que se había pasado, primero con
Andropov y después con Gorbachov, de agente indirecto a agente directo
del imperialismo y de la restauración capitalista.
Se corre el velo así, ante los nuevos hechos de la vida misma, de
las falacias del "Vietnam ruso de los '80" y demás estupideces
pregonadas por el imperialismo -y por los capituladores del centrismo, que
en esa década acompañaron con un brutal giro a la derecha
el curso restauracionista de la burocracia gorbachoviana.
9)
Es que la guerra actual se ganaba y se gana en unidad de acción militar
con la nación afgana e inclusive en la trinchera talibán,
pero luchando -antes y durante la misma- por una dirección proletaria
de la guerra. Una dirección proletaria que llamara a darles todas
las garantías de autodeterminación a las etnias y nacionalidades
oprimidas dentro de Afganistán; que garantizara darle la tierra a
los campesinos oprimidos por las burguesías uzbeka, tayika y hazara
e inclusive pashtún; que atacara los bienes imperialistas en la región
para darles trabajo, pan, educación y salud a los explotados. Que
llamara a los trabajadores uzbekos, tayikos, etc. a levantarse para luchar
juntos contra el imperialismo para nacionalizar el petróleo, el oro,
la producción del algodón, etc., bajo control de sus trabajadores.
¡Ese era el misil más poderoso para derrotar y paralizar a
la Alianza del Norte y enfrentar las tropas y el bombardeo angloyanquis!
Pero esto solamente podía hacerlo un gobierno obrero y campesino
revolucionario que tomara la dirección de la guerra, que llamara
a extender la revolución a Pakistán y a todas las repúblicas
asiáticas, como avanzada de la grandiosa revolución palestina.
Un gobierno obrero y campesino que hubiera armado al conjunto de la población,
y que hiciera lo opuesto a lo que hizo la canalla talibán con las
heroicas milicias obreras y campesinas que habían ido a combatir
desde Pakistán y Chechenia, a las que dejaron totalmente desarmadas
en las líneas del frente para que las masacraran, usadas como carne
de cañón para cubrir la espalda de los talibán que
huyeron hacia el sur de Afganistán con todo el dinero afanado del
Banco central.
El curso de la guerra en Afganistán no hace más que reafirmar
que, a comienzos del siglo XXI, estamos frente a un exacerbamiento del problema
nacional -tal como lo planteamos en las Tesis de 1989-, que expresa en forma
laberíntica la lucha de clases, y que es expresión de que
el imperialismo es reacción en toda la línea, que no puede
permitir el surgimiento de nuevas naciones independientes, e incluso, ni
siquiera la continuidad del status de semicolonias de países como
Afganistán, a los que necesita transformar nuevamente en colonias
o protectorados.
Es decir, como plantea la tesis-programa de la Revolución Permanente
contra toda la canalla stalinista que pregona la colaboración de
clases del proletariado con la burguesía nacional -y como lo demuestran
centenares de revoluciones estranguladas-, el curso de la guerra hoy, en
Afganistán, vuelve a demostrar con sangre que solamente el proletariado
acaudillando a los campesinos pobres y todos los explotados, puede liberar
a la nación oprimida.
Es decir, la guerra nacional contra el imperialismo, como ayer en las
manos de Galtieri en Malvinas, de Hussein en Irak, y hoy en las manos del
talibán, es un seguro callejón a la derrota; porque el triunfo
de la nación oprimida en la lucha contra el imperialismo es imposible
si no la toman en sus manos no sólo la clase obrera de Afganistán,
sino la de los Estados Unidos, de las potencias europeas, de Pakistán
y fundamentalmente de Uzbekistán, Tayikistán y demás
repúblicas turcomanas, con la consigna de nacionalización
del petróleo y el gas y su puesta a explotación bajo control
obrero, como parte de la lucha por restaurar la dictadura del proletariado
en esas ex-repúblicas soviéticas.
Mientras en Kunduz y Kandahar se resiste, la guerra nacional se transforma en guerra civil interétnica
10) Estamos presenciando entonces un enorme triunfo parcial y provisorio del imperialismo en Afganistán, y la derrota y el retroceso del régimen talibán que controló desde 1996 y como agente del imperialismo, y oprimiendo a otras etnias y a las masas, los negocios del conjunto de la burguesía de Afganistán. Esta guerra nacional que por ahora otorga un triunfo categórico al imperialismo sobre la nación afgana, que la ata con dobles y triples cadenas de sumisión, represión, entrega y hambre, parece estar entrando en un proceso de guerra civil, ya sea de resistencia del talibán en focos de esa nación, ya sea en levantamientos controlados por la burguesía pashtún opositora -agente directa del imperialismo en este momento- por el control de Kandahar, y en una disputa de las facciones burguesas de las distintas etnias por quedar colocadas, cada una controlando un territorio, para negociar el reparto con el amo yanqui y las fuerzas de la ONU que, a partir de ahora, deben comenzar a capitalizar ese triunfo. Es decir, deben definir qué estado, qué régimen y gobierno controlado por ellos es el que logra imponerse en la región, que garantice el control de las rutas del petróleo desde el norte al mar arábigo, el negocio del opio y la heroína, base fundamental para los monopolios farmacéuticos imperialistas y el comercio en la zona.
11)
Mientras exista esta guerra civil interétnica en la que ha devenido
la derrota nacional, y mientras no se establezca un régimen de control
imperialista estable en la región, que garantice la "pax imperialista"
para los monumentales negocios que se preparan en el Asia Central, el triunfo
imperialista no estará consolidado. Es más, hasta que no estén
totalmente despejadas las rutas del sur que unen el Asia Central con el
Mar Arábigo -el futuro corredor petrolero-, no habrá terminado
en última instancia la guerra nacional transformada en guerra
civil interétnica, siendo ésta la última o penúltima
fase de una guerra nacional en la que la nación afgana salió
derrotada, y la que definirá en última instancia, el grado
de esa derrota, que depende, como veremos más adelante, no sólo
de las condiciones nacionales sino y sobre todo, internacionales.
Hablamos de una guerra triunfante por parte del imperialismo contra la
nación afgana, pero que ha derivado en un proceso de guerra civil
en la medida en que el imperialismo no ha logrado, en una nación
multiétnica, imponer un triunfo militar en el territorio con tropas
propias, que garantice una disciplina de todas las fracciones burguesas
y una derrota y aplastamiento decisivo de las facciones burguesas que como
el talibán, se les ha ocurrido enfrentarlo, aunque más no
sea propagandísticamente y como chantaje.
Es que el triunfo imperialista actual no logra imponer un Kosovo, es decir,
transformar a Afganistán en lo que el imperialismo necesita: un verdadero
protectorado bajo tropas de ocupación. Cuestión que tratarán
de hacer con la mascarada de la ONU, lo que les permitiría disciplinar
definitivamente a las fracciones burguesas de las distintas etnias afganas,
y sobre todo terminar de desarmar y controlar a las milicias de esos reyezuelos
a los que mañana se les puede ocurrir -como lo hiciera el talibán-
regatear y chantajear por las migajas de la renta petrolera y de los negocios
imperialistas en la región.
Es decir, esta es una tarea a lograr. E inclusive esta situación
puede llevar a que, si el imperialismo ve dificultoso la imposición
de un gobierno de la ONU, amenace con guerras fratricidas interétnicas
para desgastar, dividir, y para lograr, en futuros actos, nuevos triunfos
decisivos.
Se
fortalece el imperialismo angloyanqui contra sus propias clases obreras,
mientras prepara nuevos ataques contra los pueblos oprimidos.
La revolución y la contrarrevolución siguen enfrentándose
en otras batallas de la guerra de clases
12)
Estas son la enormes contradicciones que se plantean en la resolución
a favor del imperialismo, sobre todo el angloyanqui, de su triunfo en la
guerra. Por ello hemos planteado, al inicio de estas tesis, la definición
del momento actual como de importantísima victoria imperialista
que ha derrotado provisoriamente a la nación afgana, sin que el imperialismo
angloyanqui pueda aprovecharla totalmente para asestarle un golpe decisivo
a la revolución mundial.
Pero estamos hablando de contradicciones que no cambian el carácter
de triunfo contrarrevolucionario obtenido por el imperialismo en Afganistán,
y que tiene enormes consecuencias para el período inmediato, a nivel
de la lucha de clases mundial.
Desde este punto de vista, estamos frente a un enorme golpe a la clase obrera
mundial. Es que estamos frente a una victoria imperialista en una enorme
batalla, que puede abrir una coyuntura con fuertes rasgos reaccionarios,
no sólo en la región, sino a nivel mundial.
Es que en lo inmediato se fortalece el imperialismo angloyanqui frente a
sus propias clases obreras. Ya estamos viendo los giros derechistas y bonapartistas
de los regímenes en los Estados Unidos y en Inglaterra. Ahí
están los tribunales militares para juzgar a los "terroristas"
inmigrantes en EE.UU., la ley de prisión sin pruebas, por mera sospecha
de "terrorismo", en Inglaterra y Canadá, ampliando aún
más los poderes de la policía, y la guerra que estos regímenes
imperialistas les han declarado a sus propias clases obreras, como hemos
venido planteando, como lo demuestra el millón de despidos en los
Estados Unidos sólo desde el 11 de septiembre a la fecha.
Para la clase obrera de los pueblos oprimidos, es también un enorme
golpe con el que el imperialismo intentará pasar a la ofensiva con
nuevas políticas de saqueo y sumisión. Basta ver que a cada
cañonazo triunfador del imperialismo en Afganistán, en Argentina
se cerraban más y más las brechas entre de la Rúa,
Cavallo y los gobernadores peronistas para intentar un gobierno de unidad
nacional que prepare nuevos ataques decisivos a la clase obrera argentina,
por dar tan solo un ejemplo.
Pero como dice nuestra definición, estas importantes victorias no
pueden ser aprovechadas totalmente, en lo inmediato, para darle un golpe
decisivo a la revolución mundial -por más que por el momento
y en la coyuntura primen fuertes elementos reaccionarios-. Es que la
guerra nacional de Afganistán es una de las batallas en la que se
enfrentan la revolución y contrarrevolución mundial. Por
eso afirmamos que es una victoria imperialista en una batalla importantísima,
pero no en la guerra de la revolución y la contrarrevolución
que se enfrentan en el inicio del levantamiento obrero y campesino en Pakistán,
en las batallas decisivas de la gloriosa revolución palestina, en
la heroica resistencia chechena contra la tropas del ejército blanco
de Rusia, y en la apertura de una situación revolucionaria en Argelia.
Y estos son combates que todavía hay que dar, enfrentamientos entre
la revolución y la contrarrevolución que todavía están
por venir.
Es que, si bien el imperialismo queda por el momento mejor posicionado en
este enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución a
nivel mundial, pese a lo importante de esta victoria no ha logrado ganar
la guerra decisiva de la revolución y la contrarrevolución
que se han puesto en el centro de la situación mundial.
No negamos la hipótesis de que este triunfo imperialista en esta
batalla pueda significar una derrota estratégica del proletariado
mundial, en la medida que éste y las masas del mundo se retiren sin
dar pelea. Pero esto para nada está escrito que vaya a suceder, sino
más bien todo lo contrario.
Los imperialismos europeos corren tras el reparto del botín
13)
Es indudable que por esta contradicción del imperialismo angloyanqui
triunfador, le cueste capitalizar en un solo acto la enorme conquista que
logró: es que debe garantizar un régimen de dominio impuesto
a través de la ONU, y con todas las facciones burguesas regionales
y de las propias etnias afganas hoy vencedoras.
Pero lo que es más importante y decisivo es que las potencias imperialistas
europeas, de resolverse un gobierno de la ONU, tendrán también
un corredor directo a través de la misma para intervenir en el terreno
-sobre el que no dispararon un solo tiro y al que hoy afanosamente intentan
llegar, sobre la base de esta relación de fuerzas existente.
Así, Alemania, en el día de ayer, ha resuelto por primera
vez desde la segunda guerra mundial, el envío de 4.000 soldados de
tierra a Afganistán. Tony Blair, de Inglaterra llamó a una
reunión a Francia y a Alemania para negociar su supremacía
como socio de los yanquis en un gobierno de la ONU en Afganistán
y de forma caricaturesca y patética, en esa reunión de Inglaterra,
Francia y Alemania, se colaron de prepo todas las potencias europeas menores
para no quedar por fuera del reparto del botín. Corrieron presurosos
Berlusconi de Italia, Aznar de España, Bélgica, Holanda, etc.
La
crisis económica mundial empuja a las potencias imperialistas
a nuevas aventuras bélicas y acciones contrarrevolucionarias
14)
Es que el motor que fogonea, y que es el trasfondo material de semejante
tensión internacional no es otro que el desarrollo y los saltos cualitativos
que está teniendo la crisis económica mundial que amenaza
a poner a los EEUU mismos al borde de un crac y una depresión como
la de los 30, o bien de una crisis recesiva agónica como la que ya
lleva diez años en Japón.
Es que esta crisis económica del 97 ha puesto en funcionamiento el
reloj de la historia para definir, en el próximo período en
el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución y las
guerras, el período indefinido abierto en 1989. Estamos frente a
batallas de la revolución y la contrarrevolución que aceleran
o retrasan el reloj de la historia que puso a andar acontecimientos internacionales
históricos.
Porque en última instancia lo que se define en estas batallas de
Argelia, Afganistán, Palestina, Chechenia, Pakistán, es quién
será el ganador de las potencias imperialistas que terminará
de colonizar definitivamente como protectorados a los ex -estados obreros
en liquidación hoy restaurados por burguesías cipayas. Y es
allí donde se darán y se terminará de dar las batallas
decisivas de la guerra de clases.
Y para ello, para esas guerras de conquista, las potencias imperialistas
en lucha por ahora económica y política agudísima entre
ellas, deberán, para llegar primero a ese reparto histórico
del botín, derrotar estratégicamente a sus propios proletariados,
sobre todo al norteamericano y al inglés, o bien convencerlos con
el peso de la aristocracia obrera, al alemán y al francés,
para que lo acompañen a aventuras bélicas y contrarrevolucionarias
un millón de veces superiores a las que hoy estamos presenciando.
Es que, desde este punto de vista, el acuerdo actual del imperialismo angloyanqui
con sus siervos actuales de Putin y las burguesías uzbeka y tayika
para el control sobre Afganistán no es para nada un acuerdo estratégico.
Es que Putin, Rabbani (el ex-presidente afgano tayiko), y la burguesía
uzbeka y kazaka, después de los servicios prestados, serán
tirados a la basura igual que ayer Milosevic, a los bombazos si es necesario.
Porque las enormes riquezas de petróleo, gas, oro, algodón,
y de la mano de obra esclava china, es decir, de los nuevos mercados, deben
ir a parar a manos imperialistas, con guerras superiores de destrucción,
con nuevos mercados y zonas de influencia conquistadas con nuevas luchas
(¿y guerras?) interimperialistas, que permitan al sistema imperialista
mundial agónico salir de su crisis crónica que lo hunde desde
el 97 y recrear un nuevo ciclo económico expansivo mundial sobre
la base de las peores barbaries para la clase obrera mundial y la civilización
humana.
Se
agudiza la crisis de dirección del proletariado mundial.
La política cínica y entreguista de las burguesías
nacionales, y el rol contrarrevolucionario de la burocracia y la aristocracia
obreras de los países imperialistas
15)
Desde el punto de vista inmediato está claro que el momento que se
puede abrir es reaccionario, pero para nada está planteado tocar
el clarinete de retirada de la revolución: es el momento del reagrupamiento
de fuerzas, de dar saltos decisivos en la resolución de la crisis
de dirección de la humanidad, pues esta es la causante, la ley determinante
en última instancia que decidirá la definición del
período histórico abierto en 1989.
En estos acontecimientos hemos visto cómo se ha puesto al rojo vivo
la crisis de dirección revolucionaria del proletariado, y podemos
sacar lecciones que entren en la carne y la sangre de la vanguardia revolucionaria
del proletariado mundial de que en última instancia no ha sido la
fortaleza del imperialismo y sus bombas ni ninguna debilidad instrínseca
ni el "atraso de la conciencia" de las masas afganas la que ha
permitido este enorme triunfo imperialista en la batalla de Afganistán:
ha sido la política cobarde y traidora en la guerra nacional de la
burguesía nativa talibán, su carácter también
opresor de la nación afgana la que abrió el camino al avance
de la Alianza del Norte sostenida por la aviación angloyanqui.
Son asimismo el resto de las burguesías nacionales étnicas
afganas las que controlan y tienen maniatados a sus esclavos trabajadores
agrícolas y urbanos, con sus ejércitos burgueses con los que
intentan controlar territorios para controlar una tajada de los negocios
imperialistas. Estas direcciones burguesas de las etnias afganas junto al
talibán son las que permitieron un triunfo imperialista que vuelve
en lo inmediato imposible una acción independiente de masas después
de semejante derrota nacional. Levantamiento de masas independiente que
solamente puede suceder si enfrenta al imperialismo y a los señores
de la tierra, que abra el camino a que el proletariado encabece la lucha
por la resolución de las tareas democrático-nacionales como
caudillo del conjunto de la nación oprimida. Es esta derrota nacional
la que por todo un período va a impedir que las masas atadas con
dobles cadenas puedan aprovechar, en un sentido revolucionario, las enormes
brechas que se abren en las alturas, por la actual guerra civil afgana interétnica
entre las burguesías, y las disputas interimperialistas por el control
del botín.
Como siempre, romper esas cadenas dependerá de nuevos saltos de la
revolución palestina, de nuevos saltos de la revolución en
Pakistán, del inicio de la resistencia de la clase obrera norteamericana
y mundial.
16) Pero fue también la otra dirección "talibán"
contrarrevolucionaria, y mucho más traidora que ésta, del
proletariado mundial, la que hizo posible el triunfo imperialista en esta
batalla: nos referimos a la aristocracia obrera norteamericana y europea
que al mando de los sindicatos y partidos obreros traidores, como la AFL-CIO
y las centrales sindicales europeas son socios menores en el saqueo de sus
propias burguesías imperialistas y reciben monedas por ello, para
mantener atenazadas y sometidas a la clase obrera de los países imperialistas.
Son responsables las direcciones stalinistas que como el castrismo le han
entregado una nueva batalla sin tirar un tiro al imperialismo yanqui, como
fue esa marcha en La Habana de solidaridad con Bush y los piratas angloyanquis
con millones de banderas yanquis, traición que en última instancia
abre el camino a futuras intervenciones contrarrevolucionarias directas
del imperialismo yanqui en el continente latinoamericano.
Son responsables las direcciones pequeñoburguesas neostalinistas,
socialdemócratas, verdes, anarquistas del movimiento globalifóbico,
que durante más de un mes y medio de bombardeos no hicieron una sola
marcha o acción antiimperialista, y fueron todos a Qatar a discutir
sobre la contaminación ambiental y el futuro de las ballenas.
17)
Desde el punto de vista de nuestra lucha por regenerar y refundar la IV
Internacional, la tarea del momento no es otra que sacar las lecciones revolucionarias
de estas primeras y enormes batallas para reagrupar a las fuerzas principistas
del trotskismo internacional. Sin ninguna duda, las corrientes centristas
burocráticas, y las alas liquidacionistas, traicionaron abiertamente
en esta guerra a la nación afgana. Como por ejemplo en Argentina,
por su pasividad y complicidad con los regímenes burgueses, donde
después de haber intervenido en las elecciones con legalidad y acceso
a los medios masivos de comunicación, en el medio de la guerra no
sólo se negaron a utilizarlos para hacer una enérgica campaña
en la clase obrera argentina y convocar a una acción antiimperialista
en las calles, sino que después de sacar un millón y medio
de votos se subordinaron al stalinismo para hacer una marcha después
de dos meses cuando la nación afgana ya está derrotada. Ellos
son tan capituladores como los Alain Krivine y los Hardy de Lutte Ouvrière
que firman y hacen marchas por que intervenga la ONU en Afganistán
¡Traidores!
Pero donde se va a definir la evolución en el período inmediato,
de las corrientes centristas burocráticas, será en las lecciones
que saquen de esta guerra. Los que insistan en echarle la culpa de la derrota
al "atraso de las masas", las que digan que semejante derrota
de la nación oprimida y el triunfo imperialista se trata de un "triunfo
de las masas porque se liberaron del talibán y conquistaron la democracia",
las que insistan con un "gobierno de la ONU que garantice la paz",
será un paso decisivo para avanzar hacia su "4 de agosto".
18)
Nuestra lucha por un Kienthal y un Zimmerwald para reagrupar a las fuerzas
principistas del trotskismo, lejos de retroceder, se ha puesto más
vigente que nunca. En el medio de batallas decisivas, la lucha por un reagrupamiento
revolucionario de los trotskistas es urgente.
La actitud que se tuvo ante la guerra desde sus inicios, las lecciones revolucionarias
de estas primeras batallas y sus resultados y los programas que de ellas
surjan, serán las bases principistas para dar un salto en el reagrupamiento
de las fuerzas sanas del movimiento trotskista en todos los países.
Toda pasividad y exclusivismo nacional pueden transformarse en una tragedia
para las fuerzas principistas que resisten, en momentos en que la mayoría
de las corrientes del movimiento trotskista marchan a pasos agigantados
hacia su "4 de agosto".
Comité
Organizador del Trotskismo Principista
(Cuarta Internacional)
"La liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores
mismos"
"La liberación de los trabajadores será
obra de los trabajadores mismos"