Año 1 Nro. 4 - 17 de Agosto de 2001

i n t e r n a c i o n a l

Olor a petróleo
La crisis del petróleo ha puesto al rojo vivo la contradicción entre las condiciones de vida de las masas y las riquezas que están bajo sus pies y que solo los monopolios y sus aliados cipayos disfrutan

La lucha revolucionaria beréber, como la de los trabajadores de Mosconi y Neuquén en la Argentina, la del proletariado y las masas de Palestina, Ecuador, Bolivia, Timor del Este, Chechenia, etc., tiene olor a petróleo.
La industria petrolera, en manos de los monopolios imperialistas más poderosos y concentrados, es una actividad saqueadora, donde las compañías extractoras, indiferentes a las necesidades de los pueblos, copa las reservas, las agota y se va, sin dejar nada detrás. Esta actividad choca directamente con las necesidades de las masas, de trabajo, educación y salud. Para asegurarse el dominio de los pozos y de las rutas de los oleoductos, los imperialismos no vacilan en sostener gobiernos bonapartistas, represores y corruptos, o montar enclaves fascistas como el Estado de Israel.
En los años 60 y 70, y como subproducto del ascenso revolucionario, muchas semicolonias nacionalizaron el petróleo, abriendo para muchos la esperanza de que por fin pudieran volcarse las ganancias fabulosas de esa industria al mejoramiento del nivel de vida de las masas. Gracias a ello, durante algunos años los beréberes de Argelia formaron parte de una clase obrera y una clase media asalariada que gozaban de cierta prosperidad, con un buen nivel de educación, una rica vida cultural que dio lugar a la formación de una intelectualidad progresista reconocida hasta en la metrópoli imperialista.
Pero ese espejismo pronto se evaporó. Las burguesías nacionales, asustadas ante el vigor de las masas, e incapaces de enfrentarse al imperialismo en el que ven, a la vez que un todopoderoso rival que los despoja de gran parte de sus ganancias, un aliado que los salva de la revolución social, se plantearon salir de la crisis económica crónica y el atraso tecnológico mediante la entrega redoblada de sus países. Se impuso la privatización de las industrias y los recursos nacionales, entre ellos, del petróleo.
La disputa a dentelladas por el botín entre los monopolios imperialistas, su afán de aumentar sus ganancias y reducir sus costos, ha dejado millones de víctimas, sembrando la desocupación, la miseria y la guerra. El petróleo deja a su paso un rastro de destellos de revolución y contrarrevolución en todo el planeta. Es que la actual ronda de la crisis económica mundial, asentada en la suba del precio del petróleo, la rama de producción donde se han volcado las principales inversiones de los monopolios que huyen de la caída de la tasa de ganancia en las ramas de producción de las llamadas "nuevas tecnologías" (Internet, telefonía celular, computación), y de la recesión norteamericana, ha llevado a tensiones insoportables las contradicciones entre la miseria inaudita de las masas y esa riqueza que yace bajo sus pies.
En Argelia, "...entre 1998 y 2000, los ingresos de exportación de hidrocarburos, la principal riqueza, casi se duplicaron... De este filón, que se eleva a más de 20.000 millones de dólares, la gente común no ve prácticamente nada" (Le Monde Diplomatique, en castellano, julio 2001). El país, que exhibe un superávit fiscal gracias a las regalías petroleras, que tiene un envidiable Producto Bruto Interno y cifras macroeconómicas excelentes, está en realidad quebrado, y sus habitantes viven cada vez más miserablemente, tanto en el aspecto económico como político.
Por eso, lo que comenzó como un indignado BASTA a la represión, se ha transformado en una lucha por trabajo para todos, vivienda digna, educación, salud y los derechos democráticos más elementales y por eso mismo, en una gran lucha contra los intereses imperialistas que pretenden saquear el petróleo sin que ninguna preocupación por los derechos humanos o las condiciones de vida de las masas los estorbe.
Las burguesías nativas de los países productores de petróleo, ante el aumento de los precios del crudo, intentan regatear con el imperialismo la tajada que le toca de la renta petrolera extraída de la superexplotación de sus propios trabajadores, tratando de utilizar incluso como chantaje la lucha de las masas. Pero como socias menores del imperialismo que son, no dudan ni un minuto en disciplinarse a él cuando la lucha de las masas amenaza su propiedad y sus intereses. Por eso, solamente la clase obrera de esos países, tirando abajo a estas burguesías e imponiendo gobiernos obreros y campesinos, expropiando a los monopolios petroleros y nacionalizando el petróleo, puede poner esa enorme riqueza al servicio de sus verdaderos dueños, las masas explotadas.



"La liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos"

 


"La liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos"

 

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