Año 1 Nro. 4 - 17 de Agosto de 2001
e d i t o r i a l
Argentina:
Uno de los centros de la nueva ronda de la crisis económica mundial
Se
agota un modo de acumulación capitalista impuesto a sangre y fuego
en 1976 por la dictadura genocida de Videla
La
Argentina está hoy, junto con Turquía y los Estados Unidos
-donde ha terminado el ciclo de crecimiento de su economía y se ha
abierto una recesión que se avizora profunda- en el centro de la
nueva ronda de la crisis económica y financiera mundial que estallara
en 1997 a partir del descalabro y de la larga recesión de Japón
que golpeó a todo el sudeste asiático.
La del imperialismo japonés fue así la primera gran crisis.
Es que en los '90, los Estados Unidos reciclaron las enormes inversiones
realizadas en el aparato industrial militar en nuevas ramas de producción
civil -las llamadas "nuevas tecnologías" como la telefonía
celular, la Internet, la computación-, y dejó a Jopón
dislocado como exportador de microchips para ese aparato industrial militar,
arrastrando tras él a los países del sudeste asiático
y dando lugar, en 1997, al estallido de la crisis económica mundial.
Al calor de las dos primeras rondas de esta crisis, la del sudeste asiático
primero, la Rusia y Brasil luego, Argentina quedó dislocada de la
división mundial del trabajo por el estallido de ese gran "mercado
emergente" que era el Mercosur, entrando en recesión. Hoy, la
tercera ronda de la crisis mundial saca a la luz con toda crudeza que
no estamos frente a una crisis coyuntural, sino ante el agotamiento y la
crisis de todo un modo de acumulación del capitalismo semicolonial
argentino, basado en el endeudamiento, en la apertura económica
progresiva, en la asociación de las facciones burguesas nativas al
capital financiero internacional para saquear a la nación, y en el
ataque a todas las conquistas de la clase obrera, que fuera impuesto a sangre
y fuego, hace 25 años, por la dictadura genocida de Videla, y continuado
y profundizado a su caída por los sucesivos gobiernos de este régimen
de partidos de la archirreaccionaria Constitución de 1853, en las
décadas del '80 y '90.
Es este modo de acumulación basado en el endeudamiento y el crédito
externo el que, frente a los golpes de la crisis económica y financiera
mundial, terminó por entrar en una crisis agónica y estalló,
ya hacia fines del año 2000 y después de tres años
de recesión, como crisis de cesación de pagos de la Argentina,
sacando a la luz que ésta ya no puede hacer frente a los pagos de
la deuda externa.
Si el imperialismo yanqui, durante el ciclo de crecimiento de su economía,
necesitaba extraer de la superexplotación de las semicolonias y colonias
1000 millones de dólares diarios para sostenerlo, frente al hecho
que la crisis económica mundial golpeó a su interior dando
inicio a la recesión, éste se vuelve más agresivo y
ofensivo en el saqueo y la expoliación. Así, los monopolios
y el FMI se llevan por año, de la Argentina, unos 25.000 a 30.000
millones de dólares, en concepto de patentes, royalties, utilidades,
pagos de la deuda intereses y capital, y eso sin contar otro tanto "en
negro". Para cubrir semejante agujero, Argentina recurrió más
y más al crédito externo, lo que no hace más que aumentar
el volumen total de la deuda y sus intereses. Este círculo vicioso
es el que hoy ha estallado, porque los banqueros y los parásitos
imperialistas ya no prestan porque es claro que Argentina no puede pagar,
y sin crédito externo, no entran al país los dólares
necesarios para pagar la deuda.
La constatación del default fue lo que llevó al puñado
de parásitos que viven en los países imperialistas de la renta
especulativa de los títulos de la deuda externa argetnina - que constituyen
25% de los bonos del total de la deuda de los países semicoloniales
que vencen en los próximos años- a desprenderse de los mismos,
derrumbándose su valor, como parte de la enorme masa de capitales
que se están desvalorizando, porque los valores ficticios creados
por la especulación financiera, no tienen ningún respaldo
ni relación con la riqueza creada en producción real.
Así, sacudida por estas condiciones internacionales, la Argentina
fue golpeada de lleno por la crisis económica y financiera mundial,
poniendo al rojo vivo el enfrentamiento entre dos colosos: el imperialismo
por un lado, y la clase obrera sojuzgada por la burguesía nativa.
Es que, frente al fin de este modo de acumulación basado en el endeudamiento,
la burguesía necesita, para recomponer su tasa de ganancia, arrancarle
a la clase obrera una nueva tajada de plusvalía. Por ello, ha fasado
a una ofensiva decisiva por hundir el salario, liquidar todas sus conquistas,
imponer la más brutal flexibilización, liquidar inclusive
los sindicatos atomizando al proletariado, crear un ejército de desocupados
crónicos de un 20 o 30% de la fuerza de trabajo que presione permanentemente
los salarios a la baja, e inclusive atacar a las clases medias destruyendo
y privatizando la educación y la salud públicas, llevando
a la ruina a centenares de miles de pequeños comerciantes y productores.
Necesita imponer, ni más ni menos, el llamado "modelo chileno",
con una de los proletariados más explotados y atomizados del planeta,
trabajando casi 2500 horas por año, fragmentado en cinco o seis sindicatos
amarillos por cada fábrica, con la salud y la educación completamente
privatizadas.
El imperialismo yanqui impone que, hasta que la patronal y el gobierno no
logren derrotar a la clase obrera e imponer esta salida "a la chilena",
la Argentina no vuelva a tener crédito externo; y los banqueros y
los monopolios no tienen ningún problema en hundir a la Argentina,
con un golpe económico, es decir, un crac, o con una devaluación,
si es necesario, para que ese plan se cumpla a rajatabla.
Frente a estas agudas convulsiones y contradicciones, no solo se ha agotado
un modo de acumulación basado en el endeudamiento, sino también
el régimen de partidos basado en la Constitución de 1853 que
imperó en Argentina en los últimos casi 20 años, en
primer lugar del viejo "partido militar" hoy liquidado, pero también
de los partidos patronales como el PJ y la UCR, desgastados, deslegitimados
y odiados por las masas. Es que frente a semejante crisis y semejante ofensiva
del capital financiero, frente a la extrema polarización entre las
clases y los enfrentamientos cada vez más directos entre las mismas,
estallan todos los fusibles, las formas seudodemocráticas de ese
régimen, y queda al desnudo el carácter bonapartista y totalitario
de un régimen que se apoya cada vez más en la justicia y en
las fuerzas de represión, que intenta provocarle a la clase obrera
y las masas una derrota histórica.
Son estas condiciones de carácter histórico las que han abierto
en el país una situación objetivamente revolucionaria, en
la que la convivencia entre las clases y sectores de clase de ha vuelto
insoportable, en la que ya nada puede volver a ser como antes. Por eso,
la alternativa no es, como dice la dirección del "frente democrático"
-y como repite a coro toda la izquierda del régimen- "ajuste
o democracia", puesto que este es el "ajuste" impuesto por
esta "democracia" para ricos, como explicamos en otros artículos.
La alternativa de hierro es: o bien la clase obrera irrumpe con una acción
enérgica y decidida poniendo en desbandada la ofensiva de los capitalistas
y el FMI y abriendo el camino a la revolución proletaria; o el imperialismo,
la patronal y el gobierno pasan su plan a sangre y fuego, le provocan una
derrota histórica e imponen el "modelo chileno" y un régimen
y un gobierno pinochetistas.
ESTADOS
UNIDOS:
FIN DEL JOLGORIO
Lo
que agrava todas las contradicciones y convulsiones agónicas de este
fin de modo de acumulación en Argentina, lo que hace que la crisis
parezca una espiral que no toca fondo, es que ésta estalla cuando
ha comenzado en Estados Unidos una recesión que se avizora profunda
y que amenaza a llevarlo a un estancamiento prolongado como el de Japón.
La recesión en Estados Unidos no es más que la expresión
de que se pinchó el globo del verso del "nuevo capitalismo"
basado en las ramas de producción de las "nuevas tecnologías"
como son la Internet, la computación, las telecomunicaciones, que
alimentaran durante nueve años el ciclo de crecimiento de su economía,
basado en un verdadero jolgorio de consumo y endeudamiento, y que llevara
a la mayoría de las corrientes revisionistas y oportunistas que usurpan
las banderas del trotskismo a renegar del marxismo, diciendo que estábamos
ante una "nueva fase" expansiva del capitalismo a nivel mundial
donde éste habría demostrado que, lejos de estar en su etapa
imperialista de decadencia y agonía, seguía desarrollando
las fuerzas productivas, es decir, que era un sistema digno de seguir existiendo
y no de perecer.
Los sucesivos minicracs de la bolsa de Wall Street y la caída del
valor de las acciones de esas empresas de las "nuevas tecnologías"
no hacen más que expresar la caída de la tasa de ganancia
de esas ramas de la producción para el consumo que habían
motorizado un ciclo de crecimiento basado esencialmente en un enorme endeudamiento
de los particulares y las empresas, que llevaron al imperialismo yanqui
a liquidar su principal ventaja comparativa, que era su gran ahorro interno.
A fin del ciclo, se llega con un desahorro del 6%: esto es, el conjunto
de la población y las empresas están endeudadas en un 6% más
de lo que tienen.
El fin del ciclo de crecimiento saca a la luz, asimismo, que el desarrollo
"espectacular" de las ramas de producción de las nuevas
tecnologías en los '90, que concentraron el grueso de las inversiones,
se hizo en detrimento de la absoluta mayoría de las demás,
que están en crisis, como la automotriz, la energía, la de
la producción de máquinas herramientas, etc. No hacen más
que confirmar que, en la época imperialista, el capital sólo
avanza destruyendo: desarrolla nuevas ramas de producción hundiendo
las demás; desarrolla regiones del planeta a costa de hundir otras.
Así pasa también con las ramas que están emergiendo,
como la del petróleo, que garantiza a los monopolios petroleros imperialistas,
con el alto precio del crudo, enormes ganancias con las que financiar las
nuevas inversiones que necesitan para quedarse con el petróleo y
el gas del Cáucaso, de Rusia, de China, pero a la vez, por ser éste
una materia prima básica, es recesiva, puesto que aumenta los costos
de producción de todas las demás ramas. El capital petrolero
es a la vez, uno de los más depredadores y saqueadores, puesto que
sus ganancias dependen de que sea capaz de adueñarse de regiones
y zonas del planeta y de extraer de ellas el petróleo y el gas, y
después, una vez que agotó el saqueo, retirarse dejando un
panorama de miseria para las masas. Allí donde se instalan los monopolios
petroleros, o donde se concentran las rutas del petróleo, su voracidad
entra en contradicción casi absoluta con la supervivencia de la clase
obrera, las masas y las naciones oprimidas, y este choque frontal es el
que provoca la respuesta revolucionaria de las masas, concentrando en países
y regiones del planeta destellos de enfrentamiento más directo entre
revolución y contrarrevolución, como vemos en Palestina, en
Argelia, en Colombia, en Bolivia, en Timor Oriental, en Chechenia, y también
la Argentina con los levantamientos de los piqueteros y el pueblo trabajador
en el Norte de Salta, riquísimo en petróleo y gas, o con la
reciente acción de los obreros petroleros de Neuquén y Río
Negro que con sus piquetes atacaron la propiedad de más de diez monopolios
petroleros imperialistas.
La caída de la tasa de ganancia en esas ramas de producción
de las "nuevas tecnologías", el comienzo de la recesión
y la baja de las tasas de interés en los Estados Unidos (de menos
del 4% anual), han provocado que una enorme masa de capitales de miles y
miles de millones de dólares no encuentren donde valorizarse. Para
valorizarse, el capital financiero necesita hundir países enteros,
como Argentina y Turquía, hacerlos entrar en cesación de pagos
y luego refinanciar parte de esa deuda a altísimas tasas de interés,
como fuera el "plan canje" en Argentina; es decir, un negocio
redondo para los banqueros imperialistas y para el puñado de parásitos
que vive en los países imperialistas de cortar a fin de mes los cupones
de los bonos de la deuda argentina. O bien se valoriza alentando devaluaciones,
que son otro jugoso negocio, como lo hicieran en Brasil: antes de devaluar,
los banqueros y los monopolios cambiaron uno a uno 60.000 millones de reales
por dólares, y se los llevaron fuera del país; luego lanzaron
la devaluación, y entonces, volvieron con esos mismos dólares
-que entonces ya valìan el doble-, y se compraron a precio de remate
las empresas estatales, las fábricas, los servicios, etc.
En estas crisis se liquidan enormes valores ficticios creados por la burbuja
especulativa, y todo, los bonos, las acciones, y también la moneda,
tiende a volver a su verdadero valor, es decir, al valor respaldado en riqueza
material real, y por ello vienen las devaluaciones, como fue en Brasil,
en Rusia, y como se prepara en Argentina. Así, el capital financiero
se limpia y se depura, y luego, sobre la base de una destrucción
enorme de fuerzas productivas, sobre un tendal de catástrofe y miseria,
se imponen los nuevos "blindajes", los nuevos "salvatajes"
para valorizar el capital financiero: esto y no otra cosa significa que,
en su época imperialista, el capitalismo sólo avanza destruyendo.
LA CRISIS MUNDIAL DISLOCÓ A ARGENTINA DE LA DIVISIÓN MUNDIAL
DEL TRABAJO,
E HIZO ESTALLAR EL MODO DE ACUMULACIÓN DEL CAPITALISMO SEMICOLONIAL
IMPUESTO HACE 25 AÑOS
Estas
son las condiciones internacionales que han golpeado a Argentina y la han
puesto como uno de los centros de la nueva ronda de la crisis económica
mundial, abriendo una situación objetivamente revolucionaria.
Es que ya desde 1997-99, Argentina ha quedado dislocada en su ubicación
en la división mundial del trabajo. La ronda de la crisis asiática
primero, y luego la segunda, que golpeara a Brasil y también a México
en América Latina, marcó el fin de los llamados "mercados
emergentes". Lo que se abrió a partir de 1997, en toda América
Latina y también en Argentina, fue un proceso de fuga y huida de
capitales que corrieron, ante el hundimiento de los llamados "mercados
emergentes", a valorizarse en la bolsa de Wall Street, en las altas
tasas de ganancia de las ramas de producción de las "nuevas
tecnologías", en los préstamos y créditos que
nutrieron el jolgorio consumista del ciclo de crecimiento de la economía
norteamericana, que se transformó así en una enorme aspiradora
de capitales.
Esta huida de capitales dejó al garete a las economías latinoamericanas,
que subsisten en base al endeudamiento, es decir, al estrangulamiento con
las deudas externas, marcando el agotamiento de los planes Brady con los
cuales, desde fines de los '80, las deudas externas fueron trasnformadas
en bonos para que el capital financiero internacional se las cobrara con
las privatizaciones y la apertura económica, profundizando aún
más el endeudamiento.
En Argentina, esto significó primero el fin del ciclo expansivo -basado
en el consumo y el endeudamiento de los particulares y las empresas- que
entre 1993-97 había sido motorizado por el ingreso de capitales que
se quedaban con las antiguas empresas del estado, y de los monopolios que
se instalaban buscando nichos donde paliar la crisis de sobreproducción
mundial, aprovechando ese gran mercado interno ampliado que era el Mercosur,
como fue el caso de la industria automotriz. Con el estallido de la crisis
mundial, se abrió en Argentina una situación de recesión
crónica, que después de tres años se ha transformado
en depresión, con un estancamiento y retroceso descomunal de las
fuerzas productivas.
La crisis y devaluación brasilera a principios de 1999, terminó
de liquidar el Mercosur, y dejó a la Argentina a la deriva, dislocada
de la división mundial del trabajo: un país que produce esencialmente
para el mercado interno, hoy hundido por la recesión que después
de tres años se ha transformado en depresión, que perdió,
con la devaluación brasileña el mercado del Mercosur, y que
tampoco puede exportar porque, con la moneda atada al dólar, sus
exportaciones no pueden competir con las brasileñas, ni con las chilenas,
ni qué decir con las asiáticas.
Son estas las condiciones internacionales y latinoamericanas que han puesto
fin al modo de acumulación del capitalismo semicolonial argentino
basado en el endeudamiento, la apertura económica, el saqueo de la
nación por parte del imperialismo y el ataque a las conquistas de
la clase obrera, que se impusiera hace ya 25 años, y que estalló
en diciembre pasado como crisis de default, de cesación de pagos.
CON EL PLAN "DÉFICIT CERO",
VIENEN A POR TODO
Son
estas condiciones las que empujaron al ataque feroz contra toda la clase
obrera, lanzado con el plan "déficit cero" por el imperialismo,
la patronal y el gobierno de De la Rúa, Cavallo y Ruckauf.
Es que desde diciembre, en que estalló el modo de acumulación,
como hemos definido, la burguesía se dedicó a poner parches.
Primero fue el plan "blindaje" -que no fue más que la constatación
de que Argentina había entrado en cesación de pagos- que se
evaporó en dos meses ante los nuevos golpes de la crisis mundial
y la entrada en recesión de la economía yanqui, que provocó
una nueva huida de capitales del país, poniéndolo nuevamente
al borde de la cesación de pagos. Empujada por esto, la patronal
y el gobierno intentan pasar al ataque de conjunto a la clase obrera y a
las clases medias, lo que termina con la crisis en las alturas de marzo,
luego de que el ministro debiera renunciar ante la irrupción generalizada
de las masas que se avecinaba. Luego, con Cavallo, vino el "plan canje"
que, como hemos explicado, no fue sino un suculento negocio para el capital
financiero y los bancos imperialistas.
Es por ello que el imperialismo, la patronal y el gobierno lanzan, con el
plan "déficit cero", un ataque feroz al conjunto de la
clase obrera. Porque necesitan derrotar a la clase obrera, imponer salarios
de $ 200, liquidar todas sus conquistas, aumentar el ejército de
desocupados. Si hoy la patronal y el gobierno han optado por pasar directamente
al ataque a la clase obrera, y sostener ficticiamente la convertibilidad
(nadie puede creer que la moneda de un país con tres años
de depresión, una caída del 26% del PBI en los últimos
años, etc., valga lo mismo que el dólar norteamericano) es
fundamentalmente por un problema político: la devaluación
sería un ataque directo también a la clase media que está
terriblemente endeudada en dólares, es decir, a la poca base social
que hoy le queda -y que la mantiene por el terror a un estallido de la convertibilidad-,
lo que significaría la posibilidad de que se suelde la alianza obrera
y popular en las calles y se abra el camino de la revolución. Esto
es lo que le dijo Cavallo a Taylor, el enviado directo de Bush que vino
a plantear que había que devaluar: "Una devaluación dejaría
sin sustento legal los contratos y el derecho de proiedad con imprevisibles
consecuencias políticas y sociales para la Argentina y el Cono Sur"
(Clarín, 10/08/01).
Pero, una vez que derroten a la clase obrera, que impongan el plan "déficit
cero", lo que preparan es la devaluación del peso, pasando a
un ataque expropiador también de la clase media endeudada en dólares,
lo que les permitiría rebajar aún más los salarios
de los trabajadores, licuar la enorme deuda pública en pesos -fundamentalmente
la de las provincias- , y avanzar en la dolarización de la economía,
garantizando así los pagos de la deuda externa al FMI, y la recomposición
de la tasa de ganancia para iniciar un nuevo ciclo de negocios. Los 6.000
millones de dólares que los organismos financieros imperialistas
han comprometido como "ayuda" no son sino un seguro de cambio
para los banqueros frente a la devaluación que preparan.
EL IMPERIALISMO YANQUI DICE:
"TODOS PONEN"
El
imperialismo yanqui, que es el que controla el capital financiero, los bancos
y al propio FMI que son los que le han prestado a la Argentina, lo único
que quiere es cobrar hasta el último dólar. La crisis de Argentina,
e incluso una eventual devaluación, no afecta directamente sus intereses.
Además, el imperialismo yanqui ya se garantizó su gran negocio,
con el "megacanje" que se hizo a través de la Banca Morgan
y otros bancos yanquis, porque esos bonos de la deuda argentina tienen garantizado
sí o sí interés del 15%.
Por el contrario, sí afecta los de los monopolios imperialistas europeos,
franceses, españoles, italianos, alemanes, que tienen grandes inversiones
directas en América Latina y en Argentina, donde se quedaron con
la mayoría de las empresas privatizadas.
El más afectado es el imperialismo español, un imperialismo
secundario y decadente. En los '90, frente al proceso de Maastricht de "unidad"
burguesa de Europa, España, que tenía una bajísima
productividad del trabajo, corría el riesgo de ser liquidada en la
competencia por Francia, Alemania e Inglaterra: es decir, que los monopolios
como Lufthansa, British Airways o Air France sacaran de competencia a Iberia;
la Volkswagen o Renault, liquidaran la SEAT; que el Deustche Bank o los
poderosos bancos de la City de Londres, terminaran comiéndose el
Banco Bilbao Vizcaya, etc. Para hacer frente a esa perspectiva y entrar
en mejores condiciones a Maastricht, realizó un proceso de inversiones
directas en América Latina por más de 100.000 millones de
dólares -de los cuáles, 40.000 millones invirtió en
Argentina- con Telefónica, Repsol, Iberia, el Banco Bilbao Vizcaya,
etc., para fortalecerse extrayendo superganancias de la explotación
de los trabajadores latinoamericanos.
Hoy, frente a los nuevos saltos de la crisis económica mundial, las
disputas interimperialistas por los mercados y las zonas de influencia de
los países semicolonias, y fundamentalmente por los nuevos mercados
conquistados por la restauración capitalista en los ex - estados
obreros en liquidación de Rusia, China y el este de Europa para tratar
de colonizarlos, no han hecho más que excerbarse. Por ello, al igual
al igual que el Asia y el Africa, América Latina y Argentina se han
transformado hoy en terreno directo de esas disputas.
Por esta razón, ante la crisis en Argentina, el imperialismo yanqui
se frota las manos, y la está aprovechando para golpear a sus competidores
imperialistas europeos. Dice: "hagan lo que quieran, pasen el plan
déficit cero, devalúen, a mí no me importa. Ustedes
apostaron al Mercosur y a coquetear con el imperialismo europeo, y así
les fue. No me importa: paguen. Que paguen todos, los trabajadores, los
jubilados, los desocupados, y que paguen también los monopolios imperialistas
europeos". Y luego, cuando haya cobrado lo que pueda con el plan "déficit
cero", siempre tiene la posibilidad de lanzar un golpe económico
y la devaluación, embolsarse por esa vía otra tajada, y después
imponer -como hiciera en Ecuador-, la dolarización y atar el país
al ALCA, transformándolo en un nuevo virreynato del Río de
la Plata, en una estrella más de la bandera yanqui.
Pero para imponer esto, el imperialismo, sus monopolios y sus banqueros,
deberán derrotar a un verdadero coloso, que se ha puesto de pie:
la clase obrera, que ha demostrado ser la única clase verdaderamente
nacional, la que no tiene ningún compromiso ni interés común
con el imperialismo, la que tiene todo para ganar y nada que perder si rompe
con él, y que en esta lucha ha comenzado a retomar su combativa y
heroica tradición de lucha antiimperialista, como lo muestran los
trabajadores de Aerolíneas, los piqueteros y el pueblo trabajador
de Mosconi, los obreros petroleros de Neuquén y Río Negro.
Estos son los dos colosos que se enfrentan: de su resultado depende hoy
el destino de la clase obrera y del conjunto de la nación oprimida.
"La liberación de los trabajadores será
obra de los trabajadores mismos"