Llamamiento
de emergencia
a las fuerzas sanas de la IV Internacional
Al calor de la crisis económica y financiera mundial y sus
sucesivas
rondas, se sobrevive un sistema capitalista agónico
que engendra cracs, guerras y revoluciones
El telón de fondo de esta guerra de saqueo y colonización
lanzada por los imperialistas angloyanquis es el de la crisis económica
y financiera mundial que estallara en 1997. Se trata de una crisis
en espiral que, en sus sucesivas rondas, golpeó primero a Japón
(hundiéndolo en un estancamiento ya crónico, y terminando
de dislocarlo de su papel de imperialismo exportador a los Estados
Unidos que tenía desde la posguerra) y a su zona de influencia
del sudeste asiático, luego a Rusia y a Brasil, y que hoy ha
pegado al interior mismo de los Estados Unidos con una brutal recesión
que ya ha comenzado a impactar sobre Europa, transformándose
en recesión mundial.
La recesión en los Estados Unidos no es más que la expresión
de la caída de la tasa de ganancia en las ramas de las llamadas
"nuevas tecnologías" (Internet, computación,
telefonía celular) -y que se venía manifestando en los
"minicracs" sucesivos de la Bolsa de Wall Street-, ramas
de producción para el consumo que fueron las que alimentaron
el ciclo de crecimiento y el jolgorio consumista de los últimos
nueve años. Es la expresión de que en ese ciclo, el
imperialismo yanqui liquidó de un plumazo la que fuera históricamente
su principal ventaja comparativa, el ahorro interno.
Mientras se hunden las ramas de producción de las "nuevas
tecnologías", así como también la aviación,
la siderurgia, la automotriz, dejando un tendal de quiebras, despidos,
provocando una desvalorización generalizada de todos los bienes,
enormes capitales fluyen a las ramas de producción donde se
concentran altas tasas de ganancias, como son hoy la del petróleo
y el gas, y la farmacéutica, exacerbando en extremo las disputas
interimperialistas por el control de las fuentes de materias primas,
de los mercados y las zonas de influencia sobre todo de esas ramas
en ascenso.
Mientras tanto, ante la caída de la tasa de ganancia, una gran
masa de capitales de miles y miles de millones de dólares no
encuentra en dónde valorizarse. Para poder hacerlo, las potencias
imperialistas -el imperialismo yanqui, en primer lugar- hunde países
enteros como Argentina y Turquía, los hace entrar en cesación
de pagos y renegocia sus deudas externas a tasas de interés
jugosísimas. Todo esto y no otra cosa significa que el capitalismo,
en su época imperialista, avanza destruyendo enormes fuerzas
productivas.
Si el imperialismo yanqui necesitaba, durante el ciclo de crecimiento
de su economía, extraer de la superexpltoación y el
saqueo de las colonias y semicolonias 1.000 millones de dólares
diarios para sostenerlo, hoy, cuando empezó la recesión,
necesita mucho más para salir de ella: necesita quedarse con
las materias primas, la mano de obra baratísima y los mercados
de China, Rusia, las ex repúblicas soviéticas del Cáucaso
y Asia central, y los estados del este de Europa, para poder terminar
de capitalizar el triunfo contrarrevolucionario que significó
la imposición de la restauración capitalista en esos
estados, reincorporándolos a la división mundial del
trabajo. Es decir, las potencias imperialistas necesitan terminar
de transformar a esos estados -que la burocracia stalinista entregó
a la restauración capitalista derrotando los procesos que,
a partir de 1989, marcaban el inicio de la revolución política,
y reciclándose a sí misma en burguesía- en colonias,
semicolonias o protectorados, como ya lo hicieron con el Kosovo.
Es que la guerra actual no es más que la expresión de
que el imperialismo es reacción en toda la línea, de
que no puede permitir el surgimiento ni el mantenimiento de naciones
independientes. En su lucha voraz por los mercados y las zonas de
influencia, hoy exacerbada frente a la crisis y la recesión
mundial, las potencias imperialistas avasallan todas las aspiraciones
nacionales de los pueblos oprimidos y de las semicolonias, refuerzan
las cadenas de saqueo y los mecanismos de expoliación. Y esto
no sólo hacia los ex - estados obreros en liquidación
que quieren colonizar, sino que, al calor de las disputas por el control
de las ramas de producción emergentes, donde se concentran
las más altas tasas de ganancia -como el petróleo o
la rama farmacéutica-, necesitan no sólo propinarles
nuevos golpes y derrotas feroces a la clase obrera y los explotados
de las semicolonias para que sus monopolios puedan aumentar sus superganancias,
sino incluso reconfigurar las fronteras de las naciones oprimidas,
hacerlas retroceder del status de semicolonias nuevamente a colonias
y protectorados, como intentan hacerlo con Afganistán y con
el propio Pakistán.
La guerra actual no es más que la avanzada del imperialismo
yanqui -que sigue siendo el imperialismo dominante-, junto con sus
socios británicos, de esa ofensiva por terminar de colonizar
a los ex -estados obreros en liquidación y por fortalecer y
ampliar su zona de influencia, para lo cual necesita derrotar a su
propia clase obrera, para hacerle pagar también parte de la
crisis y la recesión y para disciplinarla para ir a enfrentamientos
superiores.
Estas condiciones son las que vuelven cada vez más agudas las
disputas y la competencia interimperialista, no sólo ya en
el terreno económico, sino también en el terreno político,
como se muestra hoy en la posición de los carniceros imperialistas
franceses y alemanes de que se actúe bajo el paraguas de la
ONU, de negarse a apoyar la política angloyanqui de derribar
al régimen talibán -como explicamos en la Declaración-,
disputas que, de no ser impedido por triunfos cruciales de la revolución
proletaria en el próximo período, terminarán
expresándose en el terreno militar, es decir, en nuevas guerras
interimperialistas, nuevas carnicerías mundiales.
Pero eso aún está por verse: frente a la guerra de conquista
y coloniaje de los carniceros imperialistas, los combates heroicos
de las masas, como la grandiosa revolución palestina, o la
argelina, como el levantamiento de los obreros y campesinos pakistaníes
contra la dictadura de Musharraf sirviente de los imperialistas angloyanquis,
como las masivas movilizaciones antiimperialistas en todo el mundo
árabe y musulmán, hacen que el enfrentamiento más
directo entre revolución y contrarrevolución se coloque
en el centro de la escena mundial.
Lo que estamos presenciando en esta guerra no es sino la confirmación
de que el estallido de la crisis económica y financiera mundial
a partir de 1997 puso a correr el reloj de la definición del
período abierto en 1989. Porque, aunque las potencias imperialistas
lograron imponer la restauración capitalista en China, en Rusia,
en los estados del este de Europa, etc., luego de derrotar y abortar
los procesos que marcaban el inicio de la revolución política,
no han logrado aún -por los límites que le ha impuesto
la heroica resistencia de las masas en todo el mundo en la última
década- terminar de reincorporar a esos estados a la división
mundial del trabajo como colonias y semicolonias, dejando irresuelto
el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución
a nivel mundial.
Bajo
estas condiciones objetivamente revolucionarias
a nivel mundial, se agudiza la crisis de dirección
revolucionaria del proletariado
Bajo
estas condiciones objetivamente revolucionarias que no dejan de agudizarse,
de bruscos cambios y convulsiones -es decir, de vigencia inmediata
de las condiciones de la época de crisis, cracs, guerras y
revoluciones- que actualizan la alternativa histórica, socialismo
o barbarie, comunismo o fascismo, que ha signado toda la época
imperialista, se pone al rojo vivo que el principal problema del
proletariado y los explotados para avanzar en el camino de la revolución
socialista y para triunfar, es el carácter contrarrevolucionario
de las direcciones que tienen a su frente.
Lo que impide hoy la unidad del proletariado mundial y de los pueblos
oprimidos de todo el planeta en la lucha por la derrota de los carniceros
imperialistas y por el triunfo militar de Afganistán en esta
guerra no es que el enemigo imperialista sea fuerte o invencible,
no es que los Bush, los Blair, los Chirac, sean muy sagaces o muy
valientes, no son sus barcos, sus aviones, sus bombas o su tecnología
de última generación: son las direcciones contrarrevolucionarias
de todo pelaje, compradas y pagadas por los carniceros imperialistas.
Ese es el rol de la archirreaccionaria aristocracia obrera blanca
norteamericana y la burocracia sindical de la AFL-CIO, feroces defensoras
de los intereses de su propia burguesía imperialista, y las
principales garantes hoy de la "unidad nacional" reaccionaria
y bonapartista. Es que ahora que ha comenzado la recesión,
quieren mantener sus privilegios y su altísimo nivel de vida,
quieren seguir en el jolgorio de consumo del ciclo de crecimiento
de los últimos nueve años. Por eso apoyan fervorosamente
a su burguesía imperialista en esta guerra de saqueo y coloniaje
para que masacre en Afganistán, aplaste a la revolución
palestina, colonice los ex-estados obreros en liquidación,
y derrote a la amplia mayoría del proletariado norteamericano,
para poder mantener sus privilegios pagados con algunas migajas de
las superganancias que los monopolios yanquis extraen de la superexplotación
de millones de esclavos coloniales y semicoloniales. El mismo rol
juega la burocracia sindical laborista de la TUC de Gran Bretaña
y la aristocracia obrera de ese país, sostenedores del gobierno
de Tony Blair y del régimen imperial putrefacto de los parásitos
de la monarquía británica cuya policía -junto
con las bandas fascistas- ataca y apalea a los obreros textiles paquistaníes
como en Oldham.
No le van a la zaga la aristocracia obrera y la burocracia sindical
socialdemócrata y stalinistas de los potencias europeas de
la OTAN que hoy se disfrazan de "democráticas" y
"pacifistas", como Francia y Alemania, y que con sus pactos
sociales sostienen a los gobiernos socialimperialistas como el de
Jospin y Schroeder, y a los regímenes imperialistas masacradores
como el de la V república Francesa, como el régimen
alemán, italiano, como la monarquía española,
etc. Son las que maniatan al proletariado francés, alemán,
italiano, etc., y lo subordinan a sus propias burguesías imperialistas,
impidiendo que éste paralice la maquinaria de guerra de la
OTAN y se una a sus hermanos de Medio Oriente en la lucha por la derrota
de los carniceros imperialistas.
Es el rol, en Medio Oriente, en Asia Central, y en todo el mundo árabe
y musulmán, de las burguesías nacionales cipayas que
utilizan la lucha de las masas, e inclusive los atentados terroristas,
como chantaje para regatear con el imperialismo -como sus socias menores-,
su tajada de la renta petrolera, pero que siempre terminan alinéandose
con éste para aplastar a las masas cuando éstas, con
su movilización y lucha revolucionaria, amenazan su propiedad
y su dominio. Son las direcciones nacionalistas burguesas o pequeñoburguesas,
como Hamas, Hizbollah, los Talibán, los mullahs, que cínicamente
llaman a las masas a la "guerra santa contra los infieles"
llevándolas a rezar a las mezquitas y llamándolas a
"confiar en Alá", pero que se cuidan como de la peste
de armar a las masas, de que cada obrero y campesino de los pueblos
árabes y musulmanes tenga un fusil para enfrentar al imperialismo.
En América Latina, donde viene resurgiendo la lucha y el sentimiento
antiimperialista de los trabajadores y los explotados, ese rol lo
juegan las burocracias sindicales de las centrales del continente,
y el stalinismo, que se han arrodillado ante el imperialismo en la
guerra. Fidel Castro y la burocracia restauracionista cubana se han
ganado indudablemente un lugar en el Cuadro de Honor de los sirvientes
de imperialismo, junto al canalla John Sweeney, presidente de la AFL-CIO
norteamericana que el 10 de Octubre publicó una solicitada
de una página en los 15 principales diarios yanquis donde le
expresa todo el apoyo al carnicero Bush en la guerra, lo felicita
por su acción militar enérgica contra Afganistán
y le agradece que sea tan "compasivo" y "sólo
ataque blancos militares y no civiles en ese país", mientras
hasta la CNN muestra la aldea de Kadam y los barrios de Kabul reducidos
a escombros.
Fidel Castro salió a solidarizarse con el imperialismo yanqui
y con el gobierno de Bush ante los atentados, le ofreció los
recursos del estado obrero cubano para la "lucha contra el terrorismo",
y en medio de los bombardeos genocidas contra el pueblo afgano, organizó
en La Habana una marcha de 1.000.000 de obreros y campesinos cubanos
con banderas yanquis, "contra el terrorismo y la barbarie",
"por la paz" y en apoyo a la ONU. Tal como planteamos en
la Declaración en estas mismas páginas, la burocracia
restauracionista cubana -al igual que ayer Gorbachov- le presta así
sus últimos servicios contrarrevolucionarios al imperialismo
para ganar su derecho a transformarse en burguesía y consumar
la restauración capitalista en Cuba.
Esa misma "paz" con los carniceros imperialistas es la que
pregonan Lula y el PT en Brasil, mostrando que son todos agentes -como
ya había quedado claro en el Foro de Porto Alegre- del imperialismo
francés que hoy se viste de "democrático"
y "humanitario" en su disputa por los mercados y las zonas
de influencia con el imperialismo yanqui. También el PC chileno
-sostenedor del régimen cívico-militar pinochetista-concertacionista
cipayo de la Constitución del '80 y del gobierno del "socialista"
Lagos-, pregona la "paz" con el pirata Bush y sus monopolios,
los mismos que, con la ITT a la cabeza, prepararan y organizaran el
sangriento golpe militar del chacal Pinochet que ahogó en sangre
a la gloriosa revolución de los Cordones industriales en 1973,
traicionada por el stalinismo y por Fidel Castro que pregonaban la
"vía pacífica al socialismo".
Al calor de la guerra, de los cracs y del enfrentamiento más
directo entre revolución y contrarrevolución -es decir,
de las condiciones objetivamente revolucionarias que se desarrollan
a nivel mundial-, se muestra con total crudeza la vigencia y actualidad
de la ley de causalidad histórica fundamental de la época
imperialista de crisis, guerras y revoluciones, formulada en el Programa
de Transición: que la crisis de la humanidad se reduce a
la crisis de dirección revolucionaria del proletariado.
Cuando más se confirma esta ley, los revisionistas, oportunistas
y centristas que han usurpado las banderas de la IV Internacional
no hacen más que dar nuevos saltos en su adaptación
a los regímenes burgueses y a las direcciones traidoras de
todo pelaje.
El
centrismo burocrático usurpador de la IV Internacional
frente a la guerra: de rodillas ante los regímenes burgueses
y ante las direcciones contrarrevolucionarias
El inicio de la guerra no ha hecho más que demostrar su total
y completa bancarrota. Al igual que sucediera frente al inicio de
la revolución de la clase obrera y el pueblo palestino, las
corrientes centristas burocráticas que en todo el mundo usurpan
las banderas de la IV Internacional se han arrodillado, en esta guerra,
ante los regímenes burgueses y las direcciones contrarrevolucionarias.
Las
corrientes liquidacionistas
continuadoras del pablismo,
sirvientes de sus propias burguesías imperialistas y de rodillas
ante el stalinismo
Para
la dirección de la LCR francesa -sección del autoproclamado
"Secretariado Unificado de la IV Internacional"- la guerra
ha marcado un verdadero "4 de agosto"1 es decir, su pase
abierto al socialpatriorismo, su conversión definitiva en sirvientes
de los intereses de su propia burguesía imperialista, la francesa,
que hoy se disfraza de "democrática", "antineoliberal"
y "pacifista".
Hace pocos meses atrás, ya su principal dirigente Alain Krivine
-diputado en esa cueva de bandidos imperialistas que es el Parlamento
europeo- realizaba una gira, junto a otros "eurodiputados"
stalinistas, Verdes, etc., por Medio Oriente, para tratar de convencer
a la clase obrera y al pueblo palestinos de que acepten la resolución
de la ONU de "dos estados", es decir, para que acepten los
acuerdos contrarrevolucionarios de Oslo que ya hicieron volar por
los aires con su grandiosa revolución. Poco tiempo después,
Krivine partía nuevamente en su calidad de diputado del Parlamento
europeo y como parte de una Comisión, a los Estados Unidos,
a entrevistarse con los jefes de la CIA y de los principales servicios
de inteligencia del imperialismo norteamericano, para presentar la
protesta de la burguesía imperialista francesa y alemana porque
los yanquis, con su sistema de espía de correo electrónico
llamado Echelon, les hacen espionaje industrial y bancario a sus competidores
europeos.
La guerra actual no ha hecho sino confirmar la ubicación de
Alain Krivine como funcionario, como un verdadero "ministro sin
cartera" de su propia burguesía imperialista, y el pase
de la dirección de la LCR a la trinchera del socialpatriotismo.
Así, no sólo no responsabilizaron al propio estado y
gobierno imperialistas yanquis -los mayores organizadores de acciones
terroristas en todo el planeta, como lo están demostrando ahora
mismo por enésima vez con la masacre brutal del pueblo afgano-
por los atentados terroristas del 11 de septiembre, sino que además
se sumaron gustosos al coro cínico de los representantes imperialistas
y sus periodistas a sueldo, mostrándose "horrorizados"
por los atentados a los que "ninguna causa justificará
jamás", y que son totalmente "condenables desde el
punto de vista ético", y se dedicaron a pontificar sobre
"el valor de la vida humana" en general, mientras cruzando
el Mediterráneo, en Argelia, la dictadura genocida de Bouteflika,
títere de la burguesía imperialista francesa y de sus
monopolios petroleros como Totalfina, reprime a sangre y fuego la
revolución que han iniciado los trabajadores y el pueblo de
ese país, y ya se ha cobrado más de cien vidas.
Pero aún más: el 11 de octubre impulsaron, junto con
el PC francés y los Verdes -que forman parte del gobierno socialimperialista
de Jospin- una movilización por la "paz" y contra
el terrorismo", firmando en común una convocatoria denominada
"Llamado a la opinión" en la que, entre otras cosas
se pide que "se arbitren todos los medios para identificar, arrestar
y juzgar a los autores del atentado (...) en el marco del derecho
internacional y de la Carta de la ONU", es decir, exactamente
la misma política que sostienen Chirac y Jospin.
Mientras tanto, el gobierno de Jospin ya ha arbitrado "todos
los medios para identificar, juzgar y arrestar a los autores del atentado",
tal como se lo pide su sirviente Alain Krivine, poniendo en marcha
nuevamente un operativo llamado "Vigipirate" por el cual
detiene por simple "portación de rostro" a todo trabajador
o joven árabe o musulmán, y redoblando su campaña
de persecución, hostigamiento y deportación de los trabajadores
inmigrantes de los pueblos árabes y musulmanes, que son más
de cinco millones en Francia.
De esa manifestación -aunque sin firmar la convocatoria- participó
también Lutte Ouvriére y su dirigente Arlette Laguiller,
también diputada al Parlamento Europeo, después de haber
llamado a participar el 29 de septiembre en una marcha por los derechos
de las mujeres de Afganistán con un comunicado en el que denuncia
y pone en el mismo plano "la opresión del régimen
de los talibanes al mismo tiempo que las represalias que los dirigentes
de los Estados Unidos lanzan contra la población que no tiene
ninguna responsabilidad por los atentados de Nueva York". Es
decir, agita la "teoría de los dos demonios", borra
de un plumazo la distinción entre países opresores y
países oprimidos, y rompe con la posición de principios
del trotskismo que se ubica incondicionalmente en el campo militar
de la nación oprimida aunque tenga un régimen tiránico,
contra el imperialismo "democrático y civilizado".
Las direcciones de corrientes como Militant no se quedan atrás,
levantando posiciones totalmente pro-imperialistas diciendo que hay
que ser "derrotistas de ambos bandos", es decir, tanto del
imperialismo como de Afganistán, porque éste último
está gobernado por los talibanes que serían "señores
feudales, bárbaros y atrasados, que oprimen a la mujer, que
castigan a los ladrones cortándole las manos". No hacen
sino seguir su tradición traidora de apoyo a su propia burguesía
imperialista y a la Royal Navy de la Inglaterra "democrática"
contra la Argentina "dictatorial de Galtieri" en la guerra
de Malvinas.
En última instancia, con distintos matices, todos ellos son
todos enemigos de retomar la experiencia y el programa revolucionario
del trotskismo norteamericano que durante la guerra de Vietnam, cuando
el SWP llamaba a luchar por la derrota militar del imperialismo yanqui,
enfrentándose al stalinismo que, como parte de la "coexistencia
pacífica", levantaba la política de "paz"
mientras el napalm desollaba vivos a los obreros y campesinos vietnamitas.
Todos estos renegados y liquidadores de la IV Internacional no son
sino continuidad del pablismo -al que el SWP combatiera en aquellos
años por su política pacifista de capitulación
al stalinismo. Están todos arrodillados ante Fidel Castro y
la burocracia restauracionista cubana -agentes de la burguesía
imperialista francesa y de los multimedios imperialistas como Le Monde
y su Foro de traidores de Porto Alegre- que llevó a movilizarse
a un millón de obreros y campesinos cubanos "contra el
terrorismo" y por la "paz", clamando porque todo se
haga bajo el paraguas de la ONU, casi al mismo tiempo que el socialpatriota
Krivine llamaba a marchar por las calles de París exactamente
con el mismo programa, mientras los bombazos de los carniceros imperialistas
masacraban al pueblo afgano.
El
ala prosocialdemócrata de los oportunistas y revisionistas,
no menos renegada
que los liquidacionistas
A
este coro de liquidadores y renegados del trotskismo vienen a sumarse
las corrientes del ala prosocialdemócrata que usurpan las banderas
de la IV Internacional. Así, el PTS argentino, que comenzó
hablando del "brutal atentado", de su "carácter
retrógrado" y deshaciéndose en lloriqueos, y terminó
con sus socios de la LRCI inglesa", como defensores de los intereses
de la archirreaccionaria aristocracia obrera norteamericana y británica,
y levantado la política de la ONU de "autodeterminación
del pueblo palestino" y "paz entre árabes y judíos"
y renegando abiertamente de la lucha por la IV Internacional, llamando
a construir una "internacional obrera" cualquiera con el
"movimiento anticapitalista". Es decir, les dejan las limpias
banderas de la IV Internacional a los renegados y socialpatriotas
como Krivine, permitiendo que éstos hablen en su nombre y lo
ensucien con sus traiciones ante la vanguardia obrera mundia.
La guerra ha desnudado a todos los agrupamientos internacionales sin
principios, y en primer lugar, al remedo de Internacional dos y media
encabezado por el Partido Obrero de Argentina -y que se autoproclama
la "IV Internacional refundada". Ante acontecimientos de
semejante magnitud no ha sido capaz de levantar una posición
unificada ni de emitir una sola declaración común, demostrando
una vez más que es un agrupamiento sin principios y diplomático
cuyo único objetivo es servir de cobertura "internacionalista"
a las capitulaciones de cada uno de sus componentes en sus propios
países. Le hace de cobertura al PO que en medio de la guerra
hizo campaña electoral en Argentina sin levantar una sola consigna
antiimperialista; le hace de cobertura a Proposta de Italia que está
dentro del partido Refundación Comunista que, como todo el
stalinismo, ha salido a hablar de "lucha contra el terrorismo",
por la "paz" y a pedir que se masacre "legalmente"
bajo la cobertura de la ONU.
Todos los Caínes renegados del trotskismo -tanto los más
adaptados a la socialdemocracia, como las más adaptados al
stalinismo en sus distintas variantes-, frente a la ofensiva guerrerista
del imperialismo angloyanqui y frente al giro bonapartista reaccionario
de la "unidad nacional" al interior de los Estados Unidos
con el que esa burguesía ha lanzado un feroz ataque a su propia
clase obrera, salieron a decir que la alternativa es "democracia
o fascismo". Así, no hicieron más que arrodillarse
ante los carniceros imperialistas franceses y alemanes que -como explicamos
en la Declaración- se pintan la cara de "democráticos",
de "pacifistas" para tratar de coptar a sus propias clases
obreras para que las apoyen en su sostenimiento de los regímenes
y gobiernos de las burguesías cipayas masacradoras y explotadoras
de sus propios pueblos, o para masacrar bajo la "legalidad"
de la ONU como lo hicieran en la guerra del Golfo y en los Balcanes.
Se arrodillan así frente al stalinismo en todas sus variantes,
y ante Fidel Castro que habla "contra el terrorismo" y por
la "paz", mientras prepara la restauración capitalista
en Cuba y le presta así sus últimos servicios contrarrevolucionarios
al imperialismo como burocracia restauracionista para comprar su derecho
a transformarse en burguesía.
"Democracia o fascismo", "guerra de regímenes",
"paz", "derrotismo de ambos bandos", todos los
usurpadores de la IV Internacional no hacen más que seguir
tras los pasos de los "amigos de la paz", de los poumistas
y de la Internacional dos y media de la década del '30, que
siguiendo a la burocracia stalinista, se arrodillaban ante los carniceros
imperialistas "democráticos" como Inglaterra y Francia
contra el "fascismo" de los carniceros imperialistas alemanes
e italianos; o ante la burguesía española republicana
"democrática" contra el fascista Franco, y terminaron
traicionando la grandiosa revolución proletaria española
llevada al estrangulamiento por el stalinismo y su Frente Popular.
Para reconocer y reagrupar a las fuerzas principistas
del trotskismo, es necesario levantar un programa
revolucionario ante la guerra
¡Por un Kienthal y un Zimmerwald de las fuerzas principistas
de la IV Internacional, para regenerarla y refundarla y ponerla a
la altura del enfrentamiento entre revolución
y contrarrevolución!
Los grandes acontecimientos de la lucha de clases mundial, como los
cracs, las guerras y los enfrentamientos directos entre revolución
y contrarrevolución, ponen a prueba, en la vida misma, la teoría,
los programas y la acción de todos aquellos que se reivindican
trotskistas y de la IV Internacional, y separan nítidamente,
blanco sobre negro, reformismo y centrismo de revolución. Como
ya lo había hecho la grandiosa revolución palestina,
hoy la guerra de saqueo y coloniaje lanzada por el imperialismo angloyanqui
marca una clara divisoria de aguas entre los revolucionarios, por
un lado, y los reformistas, centristas y oportunistas por el otro:
o se está clara y abiertamente por el triunfo militar del Afganistán
oprimido, aunque esté gobernado por el régimen burgués
de los talibanes, y por la derrota militar de los carniceros imperialistas
angloyanquis y europeos, y se levanta un programa para generalizar
y extender la revolución palestina y transformar la lucha antiimperialista
de las masas árabes y musulmanas en el comienzo de la revolución
socialista tanto en Medio Oriente, en los ex - estados obreros en
liquidación de Asia Central y el Cáucaso, como también
al interior de los Estados Unidos, de Gran Bretaña y de las
potencias europeas como Francia o Alemania -como desarrollarmos en
la Declaración-; o se está, de una u otra manera, en
la trinchera opuesta, hablando sobre la "paz", sobre la
alternativa de "democracia o fascismo", sobre "derrotismo
de ambos bandos", etc.
Desde el Comité Organizador del Trotskismo Principista (Cuarta
Internacional), reiteramos nuestro llamamiento urgente a todos aquellos
grupos o militantes que a nivel internacional se reclaman del trotskismo
y que rechazan el arrodillamiento de los Caínes renegados del
trotskismo ante las potencias imperialistas que se disfrazan de "democráticas"
y ante las direcciones traidoras, a regruparnos inmediatamente alrededor
del programa revolucionario frente a la guerra de saqueo y colonización
lanzada por el imperialismo angloyanqui con el visto bueno de las
potencias europeas de la OTAN -para lo cual aportamos la Declaración
que aquí publicamos-, para desde allí impulsar acciones
antiimperialistas en común con organizaciones obreras, estudiantiles
y populares, y un combate sin cuartel contra los revisionistas, centristas
y oportunistas usurpadores de la IV Internacional. Es decir, los llamamos
a luchar por poner en pie un verdadero Kienthal y Zimmerwald del trotskismo
principista que permita que las fuerzas sanas de la IV Internacional
se reconozcan y se reagrupen a nivel internacional, de la misma manera
que ayer, en 1915 durante la primera guerra mundial, se reagruparon
un puñado de internacionalistas como Lenin, Trotsky, Luxemburgo,
Liebknecht, para tratar de unir -al decir de Trotsky- los hilos de
la historia, o sea, de la teoría, la estrategia y el programa
del marxismo que habían sido cortados por el pasaje de la II
Internacional al campo de la contrarrevolución con su apoyo
a la guerra imperialista.
Los trotskistas del COTP (CI) luchamos por un Kienthal y Zimmerwald,
no para provocar cualquier tipo de reagrupamiento para luchar por
cualquier "internacional" en general, sino para unir los
hilos de la teoría, la estrategia y el programa de la IV Internacional
que están rotos por la acción de los Caínes renegados
del trotskismo. Durante el período de Yalta en la segunda posguerra,
esa continuidad se había mantenido, al menos parcialmente,
en la lucha de tendencias y fracciones al interior de la IV Internacional
transformada en movimiento luego de su estallido por la acción
del pablismo en 1953. Pero después de la derrota del ascenso
generalizado de 1968-74, las corrientes centristas, lejos de sacar
lecciones revolucionarias de la revolución chilena, portuguesa,
del Mayo francés, de la revolución política en
Checoslovaquia -la llamada Primavera de Praga-, etc., sacaron lecciones
oportunistas, y así, en vez de preparar futuros saltos hacia
adelante de la IV Internacional, dieron un salto hacia el oportunismo
en los '80 cuando acompañaron el giro a la derecha de la burocracia
stalinista que se hacía restauracionista, es decir, ya no agente
indirecto sino directo de la restauración capitalista. Ese
pablismo generalizado fue el que terminó por romper todo hilo
continuidad con la estrategia, la teoría y el programa de la
IV Internacional, y puso al trotskismo en la resistencia y en retirada,
mientras con partidos nacionales electoralistas y sindicalistas como
el MAS en Argentina, la LCR en Francia, el PST-U en Brasil, etc.,
cada corriente se adaptaba, país por país, a su propio
régimen burgués, al stalinismo y a las direcciones traidoras.
Estas corrientes fueron las que no pasaron la prueba de los acontecimientos
de 1989 -y no así la teoría y el programa del trotskismo
que se mostraron totalmente correctos y vigentes- y estallaron, y
las que luego, durante todos los '90, y para justificar sus escandalosas
capitulaciones, encabezaron un revisionismo escandaloso, una verdadera
reacción contra el marxismo, surgido no de la socialdemocracia
ni del stalinismo, sino del interior mismo de la IV Internacional.
Por eso es este pablismo generalizado el responsable de que hoy, a
principios del siglo XXI, las fuerzas principistas del trotskismo
se encuentren a la defensiva, en la resistencia.
A partir de 1925-26, con el triunfo del stalinismo en la URSS luego
de la derrota de la revolución alemana y del consiguiente aislamiento
de la revolución de octubre, el bolchevismo se expresó
en la resistencia, primero como Oposición de Izquierda de la
III Internacional y luego como IV Internacional. La lucha del trotskismo
en los '30 fue una lucha defensiva en condiciones objetivas adversas
por el triunfo de la contrarrevolución stalinista en la URSS,
así como también en Alemania e Italia con el triunfo
del fascismo, en España con la derrota de la revolución
proletaria bajo la bota de Franco por la traición del stalinismo,
y en Francia también por la acción del stalinismo y
el Frente Popular. Pero, bajo una dirección internacional centralizada
y probada en la revolución -como el camarada Trotsky- las fuerzas
del trotskismo, es decir, del bolchevismo en la resistencia, se preparaban
para pasar a la ofensiva y transformarse en una Internacional de masas
frente a la inminencia de la segunda guerra mundial que, al igual
que la primera, sería partera de nuevas revoluciones.
Hoy, por el contrario, a pesar de que las condiciones objetivas donde
no está aún definido el enfrentamiento entre revolución
y contrarrevolución a nivel mundial, son favorables para que
las fuerzas principistas del trotskismo toquen el clarín de
la ofensiva, estas se encuentran dispersas, fragmentadas, sin una
dirección internacional centralizada, y por ello, en la resistencia
y a la defensiva, por la acción de los Caínes renegados
del trotskismo que impusieron la ruptura de la continuidad con la
teoría, la estrategia y el programa de la IV Internacional
y la llevaron a la degeneración.
El destino de la IV Internacional depende en gran medida del resultado
de la guerra, y de la acción consciente de quienes nos reivindicamos
del trotskismo principista
El trotskismo -aunque usurpado por los revisionistas y oportunistas-
es una corriente viva y real de la vanguardia obrera en todo el mundo.
En Francia, la LCR, LO y otros partidos y grupos que se reclaman del
trotskismo sacan centenares de miles de votos, tienen diputados y
concejales, influencian y dirigen sindicatos, organizaciones obreras,
estudiantiles, etc. En Argelia, el PST -hermano de la LCR francesa-,
tiene un gran peso en la región de Bejaia en Kabylia, el epicentro
de la revolución que iniciaron hace unos meses los obreros
y campesinos argelinos. En Inglaterra, como en Estados Unidos, son
miles de militantes, en distintos grupos y corrientes, activos en
los sindicatos, en las universidades, en los colegios. En Argentina,
las fuerzas que se reclaman del trotskismo acaban de obtener medio
millón de votos en las elecciones, y están a la cabeza
de centenares de comisiones internas, cuerpos de delegados, seccionales
de sindicatos; en Brasil, dirigen el 30% de la CUT; mientras que en
Bolivia el POR de Guillermo Lora dirige a los maestros y fabriles
de La Paz e influencia a un 20% de la COB. Hoy, frente a la guerra
y los agudos acontecimientos mundiales -como ayer para Trotsky y los
revolucionarios que luchaban por la IV Internacional frente a la revolución
española en 1936- son los centristas, oportunistas y revisionistas
que han usurpado la IV Internacional los que impiden que esas enormes
fuerzas golpeen como un solo puño, al mismo tiempo, en todo
el planeta con un programa y una política revolucionaria. Son
ellos los que impiden que la IV Internacional hoy esté encabezando
en Francia, en Inglaterra, en Argelia, en EE. UU, en América
Latina, el llamamiento a poner en pie brigadas obreras internacionalistas
de voluntarios para ir a pelear a Afganistán y a Palestina,
levantando así una alternativa de dirección revolucionaria
para la clase obrera y los campesinos de los pueblos árabes
y musulmanes contra sus direcciones nacionalistas burguesas y pequeñoburguesas,
contra los mullahs, los imanes y los ayatollahs, que son los que impiden
su unidad y su armamento para enfrentar y derrotar al imperialismo.
Son los renegados del trotskismo los que impiden que toda esa fuerza
militante y esos recursos materiales se pongan al servicio del triunfo
militar de Afganistán, de la derrota del imperialismo y de
la lucha por transformar ese combate en el inicio de la revolución
proletaria tanto en la nación oprimida como en las metrópolis
imperialistas.
Decía León Trotsky: " Se necesitan épocas
excepcionales en la historia para que los revolucionarios salgan de
su aislamiento y para que los reformistas hagan el papel de peces
sacados del agua" (La revolución traicionada). Hoy, el
destino y el futuro de la IV Internacional está ligado en gran
medida al resultado de la guerra, donde se concentra el enfrentamiento
entre revolución y contrarrevolución. Es decir, si al
proletariado y a los explotados les va mal, si es aplastado y ocupado
Afganistán, si es derrotada y ahogada en sangre y fuego la
revolución palestina, si las potencias imperialistas derrotan
o coptan a sus clases obreras y las arrastran en esta guerra de coloniaje
y saqueo, veremos probablemente a muchas de las corrientes centristas
burocráticas de conjunto -y no sólo a sus dirigentes
y estados mayores, como es hoy el caso de Alain Krivine- pasarse definitivamente
al campo del orden burgués, lo que significaría un aislamiento,
retroceso y dispersión aún mayor para los trotskistas
principistas, y recrudecería el peligro de que terminemos también
degenerando.
Por el contrario, si las potencias imperialistas no logran triunfar
en esta guerra, si la heroica revolución palestina se extiende
y se generaliza en una sola lucha antiimperialista revolucionaria
de la clase obrera y los explotados de todo el mundo árabe
y musulmán, si comienza a colarse al interior de Francia, de
Alemania y de las potencias europeas a través de la lucha de
los millones de trabajadores inmigrantes árabes y musulmanes
que son tratados como parias y esclavos, si las fuerzas imperialistas
comienzan a tener bajas y eso resquebraja el frente interno en los
Estados Unidos y la clase obrera empieza a romper la unidad nacional
con su propia burguesía, esto golpeará e impactará
sobre miles de militantes de las corrientes centristas burocráticas.
Provocará crisis y fraccionamientos en su interior, y les será
un millón de veces más difícil a los estados
mayores al estilo del de Alain Krivine convencer al conjunto de la
base y los cuadros de esas organizaciones de transformarse en sirvientes
de sus propias burguesías, abriendo las condiciones para que
las fuerzas sanas de la IV Internacional pasen a la ofensiva por expulsar
de sus filas a los traidores, a los revisionistas y centristas de
todo pelaje, y avanzar en su regeneración y refundación
sobre bases principistas.
Por ello, porque del resultado de la guerra y de los acontecimientos
cruciales que estamos viviendo depende en gran medida el futuro y
el destino de la IV Internacional, es que se vuelve urgente e impostergable
un reagrupamiento internacional de las fuerzas principistas del trotskismo.
Los trotskistas principistas del COTP (CI) luchamos por reconocernos
y reagruparnos a nivel internacional con las fuerzas sanas del trotskismo,
en el camino de conquistar un Kienthal y Zimmerwald alrededor del
programa revolucionario frente a los agudos acontecimientos de guerras,
cracs y revoluciones, para poner en pie un centro, una dirección
internacional centralizada que saque al trotskismo principista de
la defensiva y de la resistencia, y lo ponga a la ofensiva a nivel
internacional. Un dirección internacional centralizada que
luche por retomar la continuidad con la teoría, la estrategia
y el programa revolucionarios del trotskismo, que presente una batalla
sin cuartel contra los revisionistas, oportunistas y centristas por
expulsarlos de la IV Internacional, por regenerarla y refundarla recuperando
a miles de honestos militantes que en todo el mundo hoy son llevados
a la impotencia y a la capitulación por sus estados mayores
renegados del trotskismo.
NOTAS:
1
El 4 de agosto de 1914, el Partido Socialdemócrata Alemán
votó a favor de los créditos de guerra en el Parlamento.
Así, la II Internacional se pasaba definitivamente al campo
de la contrarrevolución al apoyar a sus propias burguesías
imperialistas en la Primera Guerra Mundial, llevando a los obreros
de Francia, de Alemania, de Inglaterra, de Rusia, etc., a matarse
unos a otros en esa carnicería humana, en provecho de la propiedad
y la ganancia de sus propias burguesías imperialistas.

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