Detrás
de la "guerra del ántrax": una feroz guerra comercial
entre los laboratorios yanquis y alemanes
Guerra
del ántrax", "pánico", grandes titulares
y ansiedad generalizada entre la población norteamericana,
que tratan de extender fuera de sus fronteras hablando de "pánico
mundial".
Todavía el número de casos no ha superado la cantidad
que se enferma por año en la Argentina de esa enfermedad, donde
es endémica desde siempre (con una población 5,6 veces
menor). Y no hablemos de otros países semicoloniales. Estadísticamente,
si en EEUU hay 10 enfermos, de los cuales 2 han fallecido, sobre 250
millones de habitantes, tienen una incidencia de la enfermedad del
0,000004 %. Llamar a eso "epidemia", es un insulto.
Más allá de que se trate efectivamente de un ataque
terrorista y no de una especie de venganza personal tipo Unabomber1,
el imperialismo ha dejado correr la sensación de pánico
en la población (rara actitud de un gobierno que está
metido en una guerra, donde la moral del propio bando es esencial)
y ya le ha sacado un buen dividendo a la supuesta "epidemia".
Le ha servido, por ejemplo para soldar aún más la unidad
nacional reaccionaria que le ha permitido reforzar su ataque a la
clase obrera (que se ha tragado los cientos de miles de despidos sin
chistar)2 y lograr una base social por ahora bastante unánime
para emprender su ataque a Afganistán; aprovechó también
para recortar de un golpe muchos de los derechos democráticos
formales de la población, legalizando prácticas que
hasta ahora hacía clandestinamente, por ser "mal vistas",
tal como el espionaje telefónico y los allanamientos sin orden
de juez, la apertura de correspondencia privada, los asesinos a sueldo,
etc.
Pero la "epidemia de ántrax" en los EEUU también
ha sido aprovechada por ese país imperialista para abrir otro
frente en la guerra (hasta ahora sólo comercial, y crecientemente
política) que -sin que tenga la publicidad de las otras, pero
que también deja muertos y mutilados- vienen disputando entre
sí las potencias imperialistas, especialmente los EE.UU y las
principales potencias europeas (Francia y Alemania) en defensa de
sus monopolios y sus áreas de influencia.
En el diario burgués argentino Clarín del 19/10/01,
una nota nos informa de que "El ántrax reaviva la pelea
por patentes farmacéuticas" entre los EEUU y... Alemania.
El medicamento específico para tratar el ántrax, además
de ser muy solicitado para curar otras enfermedades infecciosas muy
comunes como afecciones urinarias, sinusitis agudas, diarreas infecciosas
y gonorrea, se llama CIPRO, y lo vende Bayer (laboratorio alemán)
que tiene la patente de ese medicamento. En los EEUU el tratamiento
por un mes para el ántrax sale $350. Pero en otros países
donde Bayer no tiene el monopolio de la droga, como la India, ese
mismo tratamiento mensual sale $10.- En la Argentina, por ejemplo,
la caja de 10 comprimidos del Cipro sale $40,90, dice Clarín,
contra unos $60 que cuesta en los EE.UU. "Pero en las farmacias
locales pueden conseguirse otras ciproflaxinas (no elaboradas por
Bayer) a $14,10 ó $15,98".
Esto ha llevado a que, aprovechando la emergencia del ántrax,
el gobierno de los EEUU estudie la compra de "reservas de ciprofloxacinas
en su versión genérica (sin marca) a otros laboratorios
que no sean Bayer" para aumentar "la capacidad de aprovisionamiento
del remedio y (reducir) "notablemente los costos" para los
norteamericanos. Esto, al mismo tiempo que "el Departamento (Ministerio)de
Comercio de los Estado Unidos está preparando un duro dictamen
sobre lo que considera falta de respeto por parte de la Argentina
de los derechos de patente de los laboratorios de su país"
(para pedir el enjuiciamiento de la Argentina ante el tribunal de
la Organización Mundial de Comercio). Es decir, para la producción
de ciprofloxacina en EEUU no habrá que pagar derechos de patente,
con lo cual Bayer perderá miles de millones de dólares
de ganancias, mientras los EEUU siguen reventando las industrias de
los países semicoloniales, sin ningún remordimiento.
Porque las sanciones de la OMC contra los países como Argentina,
Brasil, la India, etc., que no paguen patentes por fabricar remedios
cuya fórmula hace rato es conocida y que ya dejó ganancias
varias veces billonarias a los monopolios que la patentaron (que no
necesariamente son sus descubridores), va a encarecer los ya terriblemente
caros remedios para una población cada vez más pauperizada.
Porque los monopolios sólo trabajan cuando hay ganancias gigantescas,
aunque se trate de remedios imprescindibles para combatir las enfermedades
más terribles y extendidas (como el caso del SIDA en Sudáfrica,
donde varios laboratorios impidieron al gobierno sudafricano fabricar
y distribuir las drogas básicas, a su precio de costo, que
contra todas las paparruchas de "la competencia" y "los
beneficios del libre comercio", era en algunos casos cien veces
menor que el precio "de mercado"3.
No es la primera vez que la FDA yanqui (Food & Drug Administration,
agencia estatal que se dedica al control y aprobación de medicinas
y alimentos) apoya a sus monopolios farmacéuticos y bioquímicos
contra la industria farmacéutica más grande y concentrada,
que está en Alemania: Bayer, Novartis, Böhringer-Ingelheimer,
Pfizer, etc., no solo a causa de remedios, sino de semillas híbridas,
drogas, etc. Así como la Unión Europea traba la entrada
a sus países de alimentos "transgénicos" (un
gran adelanto que permite animales y vegetales más sanos y
ricos en vitaminas, etc.) provenientes de EE.UU., y de países
que aplican técnicas norteamericanas para producirlos, como
Argentina.
La
disputa por los mercados y las materias primas
La
crisis económica mundial exacerba la guerra por los mercados
y las rutas de las materias primas entre las distintas potencias imperialistas,
que tienen necesariamente como botín fundamental incorporar
definitivamente a los ex - estados obreros en liquidación a
su división mundial del trabajo. No solo de trata de una lucha
por dominar los recursos naturales para desarrollar la rama que actualmente
produce una tasa de ganancia elevada, como es la extracción,
conducción y refinación del petróleo y el gas;
también la mira está puesta en las industrias química
y farmacéutica.
El petróleo y el gas están íntimamente ligados,
además, a estas ramas vitales, ya que son la materia prima
de agroquímicos (fertilizantes, insecticidas y pesticidas,
defoliantes y herbicidas, etc.), colorantes, conservadores, edulcorantes
sintéticos, medicinas, explosivos, plásticos y resinas,
materiales que son base de muchas otras industrias, incluyendo las
de armamento y la alimentación. Desde los años 70, por
otra parte, se vienen dando fusiones y adquisiciones que han entrelazado
en fuertes corporaciones y monopolios a estas industrias, que son
propietarios a la vez de laboratorios, plantas petroquímicas,
semilleras, institutos de investigación biogenética,
grandes plantaciones, etc.
Pero no solamente el petróleo. Otra fuente de ganancias billonarias
son las drogas (legales e ilegales), especialmente los analgésicos
y sicotrópicos. Esto -y no ninguna cuestión "moral"
o de salud pública- es lo que explica la enorme importancia
que da el imperialismo yanqui, por ejemplo, a la "lucha contra
el narcotráfico" en Latinoamérica, como el plan
Colombia (además de su preparación para aplastar cualquier
ascenso de masas) y la lucha contra los "narcos" (que no
son otra cosa que parte de la burguesía nacional de los países
semicoloniales), etc., que tiene por finalidad controlar la producción
y distribución de la cocaína, droga que es, además,
la base de poderosos y efectivos anestésicos.
El ataque a la milicia Talibán (también nada más
que una burguesía nacional, con base en el campesinado atrasado),
con la excusa de que ha sido encubridora de Bin Laden, no es sólo
porque el control de Afganistán permite dominar el acceso al
petróleo del Mar Caspio, y el Asia Central4. Es también
por el control de la ruta del opio, ya que Afganistán y muchos
de los países del Sur de Asia tienen grandes plantaciones de
amapola. El opio y sus derivados, morfina y heroína, son materias
primas de drogas legales e ilegales cuyo rentabilísimo mercado
es desde hace mucho tiempo fuente de disputas y guerras. El imperialismo
no puede permitir que las burguesías nacionales de los países
semicoloniales le disputen la propiedad de su mejor negocio, ni siquiera
una tajada jugosa del mismo, y mucho menos que éstas entren
en tratativas con los demás imperialismos para su producción
y comercialización.
El
caso de la biogenética
Esta
guerra de mercados es la que explica además el ruido que se
escucha últimamente en torno a los nuevos remedios genéticos,
la clonación, etc. Si los monopolios farmacéuticos quisieran,
ya sería posible, mediante los nuevos descubrimientos de la
ciencia, la derrota del cáncer y las enfermedades hereditarias,
etc. Pero todo el sector que ha invertido grandes sumas en tecnologías
para desarrollar antibióticos, drogas oncológicas, etc.,
no está dispuesto a perder dinero por culpa de la genética.
Por eso se esgrimen consideraciones éticas y religiosas, que
sirven, aquí como en el caso del aborto, la penalización
del consumo de drogas, etc., para disimular la sed de ganancias, aún
a costa de la enfermedad y la muerte. Mientras, alguno de ellos en
secreto y con el respaldo de su gobierno, seguramente estará
desarrollando remedios genéticos de precio sideral para los
millonarios, que comercializará en forma privada y discreta,
para largarlos al mercado y reventar a sus rivales cuando se haya
asegurado que la tasa de ganancia lo justifique.
En esta área, se llegó a hablar hasta del ¡patentamiento
del genoma humano!, es decir del mapa de los genes propios de nuestra
especie, que por fin debió salir a desmentir el gobierno de
EE.UU., ante la protesta del resto de los imperialismos; que ya se
veían con todos los futuros habitantes de la tierra teniendo
que pedir un permiso "Made in USA" para nacer. No sea que
por esa vía los EE.UU. les ganen de mano en recolonizar todo
el planeta...
Una
"ética" pacata que huele a dólares
También
se miente cuando, desgarrándose las vestiduras, se agita el
espectro de las armas bacteriológicas y químicas en
manos del "terrorismo internacional", planteando la necesidad
de "respetar la ética" (como si hubiera ética
en bombardear campesinos indefensos, como en Afganistán, o
antes en Vietnam (¿Se acordarán del NAPALM que quemaba
las plantaciones de arroz y a los trabajadores, y del Factor naranja
que dejó tantas secuelas de nacimientos de niños deformes
o muertos?). Nadie tiene más stock y fórmulas de muerte
masiva que los Ministerios de Guerra de las potencias imperialistas
y sus monopolios proveedores. El imperialismo fue quien armó,
por ejemplo, a Saddam Hussein, que usó gases tóxicos
contra los kurdos, y es el imperialismo y las burguesías cipayas
los que producen, comercian y utilizan gases tóxicos, como
son los gases lacrimógenos y paralizantes, para reprimir a
las masas. Y en cuanto a las drogas, fue la CIA la que introdujo las
drogas en los ghetos negros para desarticular la protesta social de
los '70-80 (como ellos mismos han reconocido), y es el imperialismo
el que lucra principalmente con la fabricación y venta de drogas
ilegales.
La
guerra comercial entre las potencias imperialistas comienza a extenderse
al terreno político
Con
el trasfondo de la profundización de la crisis mundial, se
exacerban también las guerras comerciales y financieras entre
los imperialismos por el control de los mercados. Por el momento,
el terreno de lucha es la OMC y las armas incluyen los aranceles y
las amenazas de "dumping" (vender a más bajo que
el costo oficial), las guerras de precios, los sabotajes y el espionaje
industrial, así como las compras hostiles, los golpes de mercado
y otras armas en manos de los bancos y los fondos de inversión.
Pero la guerra está abandonando el terreno comercial y financiero
para hacerse cada vez más política, transitando los
métodos de la guerra por intermedio de terceros o directamente
contra las burguesías nacionales díscolas para arrodillarlas
y reventar a las masas. Pero, a través de estas sangrientas
maniobras preparatorias se comienzan a posicionar en bloques las potencias,
que si consiguen asestar al proletariado y las masas propias y de
todo el mundo suficientes y terribles derrotas, se largarán
a disputarse directamente los mercados y las fuentes de materias primas
en el terreno de la guerra militar.
Solo la revolución proletaria mundial, poniendo los medios
de producción al servicio de las necesidades humanas, podrá
liberar la potencialidad de progreso de la ciencia y la técnica,
evitando que las únicas fuerzas que se desarrollen sean las
destructivas.
Eva
Guerrero
NOTAS:
1
Unabomber fue el nombre dado por la policía yanqui a un asesino
sicópata que decidió vengarse de la sociedad yanqui
enviando cartas bomba a diferentes científicos y empresarios.
En los EE.UU. abundan casos como éste.
2
La honrosa excepción que constituyó la masiva huelga
de los empleados y obreros estatales de Minnesota, fue aislada, boicoteada
y por fin quebrada por "antipatriótica" por la población
de ese estado.
3
La incidencia del SIDA en Sudáfrica es del 50%, o sea que la
mitad de la población está infectada (esto sí
que más que una epidemia, es una "pandemia", o sea
una "superepidemia"), y se calcula que 4 niños menores
de 10 años, de cada 7, no va a llegar a adulto por culpa de
la enfermedad. La desocupación y la subocupación rondan
el 40% y los salarios del grueso de la población, en este país
que es el primer productor de oro del mundo y abunda en metales preciosos,
son misérrimos.
4
Las reservas del área, recientemente descubiertas, valen varios
billones de dólares. La salida a los mercados más corta
y menos costosa es construyendo un oleoducto hacia el sur, ya sea
por Irán o por Afganistán y Pakistán hacia el
Océano Indico, idea que acariciaban los franceses, que visitaban
asiduamente esos gobiernos, a pesar de los embargos y boicots de la
ONU, y que ahora le han "soplado" los norteamericanos. Además,
junto a las repúblicas turcomanas de la ex - URSS (Uzbekistán,
Turkmenistán, Tadjikistán, etc.) está la provincia
china de Xen Jiang, uno de los campos gasíferos más
grandes del mundo, también habitada por musulmanes separatistas,
los uighures.

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