COTP
(CI)
COMITE
ORGANIZADOR DEL TROTSKISMO PRINCIPISTA
(Cuarta Internacional)
Boletin
de Informaciones Obreras Internacionales
|
¡La guerra
nacional de Afganistán y revolución obrera
Para derrotarlos,
como ayer en Vietnam: la clase obrera norteamericana y europea deben
boicotear la maquinaria de guerra de los bandidos imperialistas y
ponerse de pie al lado de sus hermanos de la clase obrera y los pueblos
oprimidos
El domingo 7 de octubre comenzó
el ataque militar directo contra Afganistán, llamado cínicamente “Libertad
Duradera”. Desde entonces, los carniceros imperialistas angloyanquis,
con el visto bueno de la OTAN –y con el apoyo de su gendarme en Medio
Oriente, el estado sionista-fascista de Israel, con el de la nueva
burguesía rusa y de las burguesías cipayas de Arabia Saudita, Libia,
Pakistán, y de la Alianza del norte del mismo Afganistán- bombardean
todos los días, con misiles crucero disparados por la flota imperialista
estacionada en el Mar Arábigo; o desde aviones B52, B1, B2, contra
Kabul, Jalalabad, Kandahar, Herat y las principales ciudades afganas.
Quieren mostrar por televisión
una “guerra quirúrgica”, con muy pocos “daños colaterales”, como cínicamente
llaman a los trabajadores y campesinos asesinados -como ya lo hicieran
durante la guerra del Golfo mientras masacraban a 100.000 iraquíes-
y quieren presentarse como “amigos del pueblo afgano” tirando algunos
paquetes con “ayuda humanitaria”, mientras sus bombas masacran a centenares
de hombres, mujeres y niños, trabajadores y campesinos que viven en
la más absoluta de las miserias y la hambruna, como en la aldea de
Kadam, donde asesinaron a más de la mitad de sus habitantes, dejando
a la otra mitad heridos y mutilados, y a sus casas y escasas pertenencias
reducidas a un montón de escombros humeantes. Incluso antes del inicio
del ataque militar directo, ya la concentración en la región de una
maquinaria imperialista de masacre y destrucción de más de 30.000
soldados, unidades “especiales” como la fuerza Delta o la SAS, centenares
y centenares de aviones y helicópteros, decenas de buques de guerra
y portaaviones, ha provocado que millones de trabajadores y campesinos
afganos huyan hacia las fronteras con Pakistán o con Irán, hacinándose
en campos de refugiados sin electricidad, sin comida, sin medicinas,
sin agua, en un éxodo sólo comparable al creado por las guerras fratricidas
que impulsan las potencias imperialistas en el África. En los próximos
dos meses, cinco millones de trabajadores y campesinos afganos, y
un millón de niños menores de cinco años, corren el riesgo de morir
de hambre, sed, falta de medicinas y frío durante el duro invierno
de ese país. Pero mientras Bush y Blair
hablan de una guerra larga y de que los ataques seguirían luego contra
otros países –probablemente Irak-, desde Indonesia hasta Pakistán,
desde Bangladesh hasta los campamentos palestinos, desde Nueva Delhi
hasta Nigeria, las masas explotadas y oprimidas del mundo árabe y
musulmán han salido a las calles por decenas y centenares de miles
mostrando su odio antiimperialista, y en defensa de sus hermanos afganos
y palestinos. Irrumpe así con su lucha antiimperialista uno de los
proletariados y un movimiento campesino que están entre los más explotados
del planeta: los de los pueblos árabes y musulmanes. Irrumpe así,
con la clase obrera y el pueblo palestino en su vanguardia, un proletariado
que trabaja y vive en condiciones de semiesclavitud en campamentos
alrededor de los pozos petroleros, por salarios miserables que en
muchos casos no pasan de centavos de dólar por día; son trasladados
de pozo en pozo y de excavación en excavación, vigilado por tropas
imperialistas directamente –como en Arabia Saudita-, o por mercenarios
contratados por los monopolios petroleros, o por las policías y ejércitos
de las burguesías nativas, jeques, ayatollahs, junto a millones de
campesinos hundidos en la pobreza o directamente desposeídos, robados
y expoliados por la burguesía terrateniente. Así, en Pakistán, donde ya
antes del ataque se venían desarrollando movilizaciones diarias, frente
al bombardeo se levantó el pueblo de la ciudad de Quetta, incendiando
la sede de la ONU, bancos y oficinas de correos, atacando comisarías
y enfrentándose con la policía del dictador Musharraf que se ha alineado
con los carniceros angloyanquis, en una verdadera batalla campal,
mientras se suceden cotidianamente las manifestaciones y los enfrentamientos
en Karachi, Rawalpindi y las principales ciudades, que fueron paralizadas
por un huelga general el lunes 14 de octubre. En Indonesia -el país que concentra
la mayor población musulmana del planeta y donde hace ya tres años
los obreros y campesinos iniciaran una gran revolución derrocando
al dictador Suharto-, miles de manifestantes rodearon la sede de la
embajada yanqui y quemaron banderas norteamericanas en Jakarta, la
capital, enfrentándose con la policía. En Bangladesh, miles marcharan
por las calles con carteles que decían “Abajo el terrorismo de Estados
Unidos contra el mundo árabe y el islam”; al igual que en Omán donde
lo hacían al grito de “¡Estados Unidos es el enemigo!”. En los últimos
días, las manifestaciones se han multiplicado en Nueva Delhi, en Egipto,
en Nigeria, en Irán. Pero indudablemente el punto
más álgido de esta respuesta de las masas, sigue concentrado en Palestina,
donde el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución se ha
hecho directo: en Gaza y en Nablus, miles de jóvenes y trabajadores
palestinos salieron a las calles en apoyo a sus hermanos afganos y
contra el imperialismo angloyanqui. El cipayo Arafat -que también
se ha alineado con el amo yanqui pidiendo entrar a su “coalición contra
el terrorismo”-, había prohibido las manifestaciones y mandó a la
policía palestina a reprimir en Gaza, asesinando a tres jóvenes, entre
ellos, un niño de 13 años. Este heroico pueblo respondió tomando por
asalto varias comisarías palestinas y dejando heridos a más de 10
polícías. Luego del atentado contra el ministro de turismo, Arafat
ha salido abiertamente a prohibir las milicias de los campamentos
y a perseguir a militantes y dirigentes de las organizaciones a las
que el imperialismo y su gendarme, el Estado de Israel, consideran
“terroristas”, mientras el ejército sionista ocupa Belén, Beit Jala
y Ramallah, y la clase obrera y el pueblo resisten la ocupación con
sus milicias, en una guerra civil ya abierta. Después de casi quince días
de bombardeos contra Afganistán, los imperialistas angloyanquis han
comenzado a enviar los primeros contingentes de tropas terrestres.
La perspectiva de una guerra larga les plantea, en primer lugar, el
problema que significaría que comiencen a morir soldados imperialistas,
que empiecen a llegar, sobre todo a los Estados Unidos, bolsas negras
con sus cadáveres, tal cual sucediera durante la guerra de Vietnam.
Ya comienza a cundir la preocupación entre algunos representantes
del imperialismo angloyanqui ante esta posibilidad, pues este proceso
abriría un camino para resquebrajar la “unidad nacional” reaccionaria
que lograron imponer en su frente interno. Asimismo, los carniceros angloyanquis
ven el peligro de que la lucha antimperialista de la clase obrera
y las masas del mundo árabe que están emergiendo con enorme fuerza,
termine transformándose en una lucha revolucionaria generalizada contra
los gobiernos y regímenes de las burguesías nacionales cipayas. Tiemblan
ante la perspectiva de que los millones que comienzan a levantarse
en Pakistán abran el camino al derrocamiento revolucionario de Musharraf
–un verdadero “gurka” al servicio de los carniceros angloyanquis-
y su casta de oficiales contrarrevolucionaria. Se han delimitado ya entonces
las fronteras de esta guerra de coloniaje. Las trincheras están claras:
de un lado el imperialismo angloyanqui con un movimiento de tropas
y poder destructor de los más grandes montados durante este siglo;
con la colaboración y legitimidad de la ONU y el respaldo de los gobiernos
contrarrevolucionarios restauracionistas de Rusia, las repúblicas
de la ex –URSS y China, atacando a una pequeña nación oprimida que
en su lucha contra el imperialismo se ha hermanado con la gloriosa
revolución palestina y argelina, con la heroica resistencia chechena
al ejército blanco contrarrevolucionario de la Gran Rusia, y con la
solidaridad activa y de lucha en las calles que ha comenzado en Pakistán
y en Indonesia, que amenazan con poner en pie a la clase obrera, al
movimiento campesino y a las naciones oprimidas de Medio Oriente en
una lucha antiimperialista decisiva que, sin ninguna duda, deberá
cobrarse también la cabeza de los gobiernos y regímenes cipayos y
proimperialistas de Medio Oriente. ¡Mueran
los carniceros imperialistas angloyanquis y de la OTAN! ¡Fuera la
ONU y sus resoluciones al servicio de las potencias imperialistas! Los carniceros imperialistas
europeos de Alemania y Francia, mientras desde la ONU legitiman la
agresión angloyanqui, sostienen a todos los regímenes contrarrevolucionarios y sanguinarios de Medio Oriente Luego de los atentados terroristas del 11 de Septiembre
y antes del comienzo de los ataques, las potencias europeas de la
OTAN, fundamentalmente los carniceros imperialistas franceses y alemanes,
si bien inmediatamente salieron a “repudiar los atentados” y a decir
que apoyaba a los Estados Unidos en su “lucha contra el terrorismo”,
no se han subordinado al imperialismo yanqui en una coalición militar
bajo su égida como sí lo habían hecho en 1991 en la guerra contra
Irak. Mientras el imperialismo angloyanqui desplegaba sus preparativos
de guerra, los imperialistas franceses y alemanes decían que había
que conseguir las “pruebas” que demostraran quiénes eran los culpables
de los atentados y actuar contra ellos pero con “legitimidad”, bajo
el paraguas de la ONU, que había que ser cautelosos, “evitar el choque
de civilizaciones”, que se corría el riesgo de “responder al terrorismo
con más terror”. Este disfraz “democrático” y “pacifista” de los carniceros
imperialistas franceses y alemanes –a los que no los tembló el pulso
para masacrar a sangre y fuego en los Balcanes, o para mandar a Irak
a la Edad Media en 1991, por poner tan solo algunos ejemplos-, no
es más que la expresión de una política imperialista diferente a la
de los yanquis, pero igualmente contrarrevolucionaria, para enfrentar
la revolución palestina y la lucha de las masas árabes y musulmanas
explotadas y oprimidas, y para disputarle al imperialismo yanqui las
rutas del petróleo. Las potencias europeas querían una política de negociación
y de apoyo a los regímenes y gobiernos dictatoriales, sanguinarios,
explotadores y masacradores de las burguesías nacionales –como el
de Saddam Hussein, masacrador del pueblo kurdo; como el de los ayatollahs
de Irán, que aplastaron a la gloriosa clase obrera iraní que con su
lucha revolucionaria y sus consejos obreros fue la que tirara abajo
al Sha Reza Pahlevi; como el de la monarquía jordana masacradora del
pueblo palestino refugiado; etc., como el de Arafat y su policía palestina,
entregador de la causa de su pueblo, como la dictadura de Bouteflika
en Argelia- para que, por unas pocas migajas de la renta petrolera,
sean ellos mismos los que controlen y aplasten a sus propias clases
obreras y les garanticen a sus monopolios que puedan seguir saqueando
y explotando sin problemas. Esta es la política que el imperialismo francés, junto
con el alemán, venía aplicando en la región hace algunos años, con
bastante éxito: ha tejido excelentes relaciones con la burguesía iraní,
con Saddam Hussein y la burguesía iraquí –rompiendo unilateralmente
el bloqueo, mandando alimentos, medicinas, equipos médicos, etc-,
y también con el régimen talibán, a cuyos representantes recibió Chirac
en París hace menos de un año atrás. Saben que un ataque militar del
imperialismo yanqui puede hacerles perder esas posiciones ganadas,
y lo que es más grave, provocar como reacción una generalización de
la lucha antiimperialista y revolucionaria de las masas árabes y musulmanas,
que termine impactando y trasladándose al interior mismo de Francia,
de Alemania, etc., donde millones y millones de trabajadores árabes
y musulmanes son tratados como parias, superexplotados y perseguidos. Pero esta política de los carniceros imperialistas
franceses y alemanes, por ahora, ha fracasado. El imperialismo yanqui,
que pese a que enfrenta la creciente competencia de las demás potencias
imperialistas sigue siendo la potencia dominante –es decir, la que
tiene mayor productividad del trabajo, la que concentra la mayor cantidad
de capital financiero y por lo tanto más zonas de influencia y también
la supremacía militar- ha impuesto su política de ofensiva militar.
Conciente de que no hay intereses comunes con las potencias europeas,
el imperialismo angloyanqui no ha puesto en pie un comando militar
común de la OTAN con alemanes, franceses, italianos, etc. –como si
lo hiciera en la guerra del Golfo o en la de los Balcanes. Ante el hecho consumado, Francia y Alemania, como miembros
de la OTAN, han tenido que dar el visto bueno y colaborar desde afuera,
mandando algún barco al Mediterráneo oriental, poniendo a disposición
radares y bases –e incluso teniendo que sufrir la humillación de tener
que poner sus propios aviones espías a cuidar el espacio aéreo norteamericano-
pero sin hacer entrar sus barcos, aviones y tropas en el combate.
Pero no hay ninguna duda que si los carniceros imperialistas
franceses y alemanes ven que esta política yanqui triunfa, que provoca
rápidamente una derrota aplastante en Afganistán, que ocupa el territorio,
que impone regímenes y gobiernos títeres, que les gana la carrera
por transformar en sus propias colonias y semicolonias a Uzbekistán,
Tadjikistán y las demás ex–repúblicas soviéticas del Asia central,
inmediatamente y bajo cualquier pretexto se sumarán al ataque, mandando
tropas propias, para tratar de no quedar fuera de la carrera por el
reparto del botín. Mientras tanto, este disfraz de “democráticos” y “pacifistas”
les sirve para intentar cooptar a sus propias clases obreras para
que las apoyen en nuevas ofensivas de saqueo y coloniaje en el mundo
semicolonial y en sus disputas con el imperialismo yanqui y británico
–no sólo en medio Oriente, sino también en el resto del Asia, en el
Africa y en América Latina-, ya que no han podido aún pasar a un ataque
directo y frontal contra las mismas –como sí lo ha hecho la burguesía
imperialista yanqui con su política de “unidad nacional” reaccionaria.
Pero la crisis económica y financiera mundial y la recesión que amenaza
con entrar de lleno también en las potencias europeas, comienza a
poner a la orden del día para esas burguesías imperialistas la necesidad
de pasar al ataque directo contra sus propias clases obreras, como
lo anticipan los miles y miles de despidos que han empezado a anunciar
los monopolios alemanes, holandeses, suizos, franceses, en la aviación,
en los bancos, automotrices, etc. Es decir, pone a la orden del día
el fin de los pactos sociales de la aristocracia y las burocracias
obreras socialdemócratas y stalinistas sobre los que se apoyan los
gobiernos de los socialimperialistas de la llamada “Tercera Vía” como
el de Jospin, Schroeder, etc. ¡Fuera los carniceros imperialistas
yanquis e ingleses de Medio Oriente y el Asia Central, y fuera también
las garras sangrientas de los imperialismos francés y alemán y la
cueva de bandidos de la ONU! El imperialismo angloyanqui, y los otros bandidos imperialistas
franceses y alemanes escudados en la ONU declaran una guerra por las
reservas y las rutas del petróleo ¡Por el triunfo militar de Afganistán y por la derrota
de los carniceros imperialistas! Los carniceros imperialistas
han comenzado este ataque militar intentando utilizar la cobertura
cínica e hipócrita de la “lucha contra el terrorismo”, y de la “libertad
y la civilización” contra el régimen talibán “bárbaro y brutal”, al
mismo tiempo que descargan toneladas de bombas contra los trabajadores
y el pueblo afgano. Los trotskistas principistas del COTP (CI) estamos
incondicionalmente por el triunfo militar de la nación oprimida, Afganistán,
y por la derrota de las potencias imperialistas y todos sus aliados
en esta guerra, sin que ello signifique depositar ninguna confianza
ni el menor apoyo político en el régimen y el gobierno burgués reaccionario
talibán. Ante el ataque del imperialismo “democrático y civilizado”,
estamos con el Afganistán oprimido gobernado por los talibanes “autoritarios
y bárbaros”, porque es el imperialismo el que impone regímenes genocidas
y bárbaros para garantizar su dominio. Inclusive ha sido el mismo
imperialismo yanqui el que impuso el régimen del terror talibán para
oprimir a los obreros y campesino de Afganistán. El mismo régimen talibán es
el subproducto de un triunfo contrarrevolucionario del imperialismo
yanqui que en la década del ’80 montó, financió y armó a los “guerrilleros
mujaidines” (los talibán, los Bin Laden) en Afganistán, para propinarle
una derrota al Ejército Rojo. Para el imperialismo angloyanqui, Afganistán
era un tapón contrarrevolucionario en la retaguardia de las repúblicas
musulmanas de la hoy ex –URSS, ante el peligro de que éstas se levantaran
–como sucede hoy en Chechenia- y se dislocaran del control contrarrevolucionario
de la burocracia soviética. Es decir, un tapón contrarrevolucionario
para evitar la clase obrera y los campesinos de Uzbekistán, Tadjikistán,
etc., se hermanaran con la gran revolución iraní que en 1979 había
derrocado al Sha Reza Pahlevi, y se transformaran en la avanzada de
la revolución política al interior de la URSS contra la burocracia
stalinista que -aplastando la revolución política de los obreros polacos
de 1980-82, ayudando a la Thatcher a derrotar a la clase obrera inglesa
mediante la venta de carbón polaco para quebrar la huelga minera de
1984-85, y entregando la revolución nicaragüense y salvadoreña en
Centroamérica- ya en esa década había iniciado un categórico curso
restauracionista como sirviente de Reagan y la Thatcher. El régimen talibán, con sus
leyes reaccionarias y antiobreras, es hijo directo de ese triunfo
imperialista angloyanqui en la zona. Por ello, si el imperialismo
triunfa en esta guerra, impondrá un régimen aún peor, de ocupación
directa por parte de sus tropas, transformando a Afganistán en un
protectorado, restaurando la monarquía con la repatriación del viejo
rey para que encabece un gobierno títere, dividiendo el país en distintas
zonas, verdaderos “principados” cada uno con su propio reyezuelo. El imperialismo angloyanqui
necesita transformar a Afganistán un protectorado coronado, con fuertes
asentamientos militares imperialistas, pues es el paso de las rutas
del opio de la China –base y materia prima de múltiples medicamentos
de la industria farmacéutica-, pero sobre todo es un tapón contrarrevolucionario
para el control del Asia Central, pues allí están las rutas del gas
y el petróleo que necesitan controlar las empresas imperialistas angloyanquis.
¡Hay que correr el velo de esta guerra genocida del imperialismo angloyanqui!
¡Ya está demostrado: Uzbekistán -donde ya el imperialismo estableció
una base militar-, Turkmenistán, Kazajstán, Azerbaiján, tienen juntos
una reserva confirmada de 15.000 millones de barriles de petróleo.
Los mismos países tienen depósitos comprobados de gas por 9 billones
de metros cúbicos. Otro estudio coloca las reservas totales de gas
y petróleo de las ex -repúblicas soviéticas del Asia Central en un
total de 3 billones de dólares... ¡es decir, el valor de todo lo que
producen los Estados Unidos, la economía más grande del planeta, en
tres años! En Afganistán, hay reservas confirmadas y probables de
gas por 1,5 billones de metros cúbicos. (Todos los datos son de Asia Times de Hong Kong del 6/10/2001, tomados de la Heritage Foundation
de los petroleros norteamericanos). Por ello, si triunfa el imperialismo
angloyanqui se impondrá un régimen un millón de veces más de terror
y atado con muchas más cadenas al imperialismo mundial que el propio
régimen talibán, lo que inclusive pondrá en cuestión la existencia
misma de Afganistán como nación, y después de ella, del resto de las
repúblicas de la ex – URSS hoy gobernadas por burguesías restauracionistas
que han firmado decenas y decenas de contratos y asociaciones con
las empresas yanquis e inglesas para saquear el gas y el petróleo
de sus propias naciones. Por el contrario, el triunfo
militar del Afganistán oprimido y la derrota de los carniceros imperialistas
sería un enorme triunfo para la clase obrera y las masas explotadas
de Afganistán y de todo Medio Oriente. Es que una guerra triunfante
de la nación afgana contra el imperialismo angloyanqui, significaría
que la clase obrera y el movimiento de masas saldrían fortalecidos
y armados, con una gran conciencia antiimperialista, y muy seguramente
no permitirían ni un día más la continuación de la brutal explotación
que sufren por parte de la burguesía talibán y su régimen opresor.
Un Afganistán triunfante contra el imperialismo, con masas obreras
y campesinas armadas, antes, durante y después de ese triunfo, significaría
que se acabarían los salarios de entre 10 y 25 centavos de dólar por
día que ganan los trabajadores afganos, y los 3 dólares por mes que
ganan los empleados del estado. Un triunfo antiimperialista
abriría inmediatamente el camino entonces a la derrota del régimen
talibán, al levantamiento revolucionario de las masas de Pakistán
contra el gobierno cipayo y pro-angloyanqui de Musharraf. Sería un
dinamizador espectacular de la gloriosa revolución de las masas palestinas
contra el estado sionista-fascista de Israel, y pondría en grave crisis
a los gobiernos cipayos y opresores de las burguesías nacionales árabes
socias menores del imperialismo. E indudablemente, abriría el camino
a la unidad revolucionaria de las masas obreras y campesinas del mundo
árabe y musulmán desde el Magreb al Cáucaso y al Asia Central. El triunfo de Afganistán sería
un golpe terrible contra las burguesías imperialistas yanqui y británica.
Fortalecería a la propia clase obrera de esos países, y en primer
lugar a la clase obrera norteamericana para enfrentar y derrotar la
guerra no menos violenta y brutal que le ha lanzado el capital financiero
y las transnacionales yanquis con millones de despidos, baja de salarios,
quita de conquistas y flexibilización laboral. Significaría la unidad
de la lucha de la clase obrera y el movimiento campesino de Medio
Oriente con los millones de trabajadores inmigrantes argelinos, paquistaníes
y turcos que en Alemania, Francia, Italia e Inglaterra, constituyen
los sectores más explotados de la propia clase obrera europea. Por ello, como decía León Trotsky,
fundador de la IV Internacional: “En
Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier
revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero,
que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con
Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto?
En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil “fascista”
contra la “democrática” Gran Bretaña. ¿Por qué? Porque no se trataría
de un conflicto entre la democracia y el fascismo. Si Inglaterra ganara,
pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles
cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia
nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que
llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas. Al mismo tiempo,
la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico
y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés”.
(La lucha antimperialista es la clave de la liberación. Una entrevista
con Mateo Fossa, 23 de septiembre de 1938, Escritos). La agresión del imperialismo
angloyanqu con la complicidad de la ONU y demás bandidos imperialistas,
es una respuesta contrarrevolucionaria a los golpes de la crisis económica
mundial que ya han colocado en recesión abierta a la economía norteamericana
y han dado inicio a la misma en Europa. El “ataque terrorista” no es
más que la excusa para esta guerra de agresión y coloniaje por controlar
las grandes riquezas petroleras y sus rutas, así como las enormes
concentraciones de gas que existen en esa región, inclusive en el
norte de China. Es un intento de disciplinar a la clase obrera mundial
y al propio proletariado de los países imperialistas para lanzar nuevos
ataques a sus conquistas y hacerles pagar a ellos y a las masas explotadas
de todo el planeta, los costos de la crisis y la recesión mundial,
tal cual lo hicieran luego de la guerra de Malvinas en 1982, y luego
de mandar a Irak a bombazos a la edad media en 1991 -todos ellos triunfos
contrarrevolucionarios de los carniceros imperialistas que abrieron
períodos reaccionarios. El primero, el del reaganismo-thatcherismo
en los ‘80, y el segundo, el de la consolidación de la restauración
capitalista a partir de 1991 y el ataque brutal a la clase obrera
y los pueblos oprimidos del mundo durante toda esa década, situación
consolidada con la masacre de la OTAN y los lacayos del imperialismo
en la guerra de los Balcanes. Pero frente a estas acciones
contrarrevolucionarias, ha emergido desde 1997 (con el telón de fondo
de la monumental crisis económica y financiera mundial que desde ese
año, en forma de espiral y con sucesivas rondas, sacude al planeta)
la respuesta revolucionaria del movimiento de masas: la revolución
albanesa y su continuidad en la lucha revolucionaria del pueblo albano-kosovar
por su independencia, la revolución ecuatoriana y la indonesia ya
en ese año y, a partir del 2000, la grandiosa revolución de la clase
obrera y el pueblo palestino con la que se ha iniciado el siglo XXI.
Por ello, la guerra de agresión
y coloniaje contra Afganistán concentra hoy la tarea urgente e inmediata
para toda la clase obrera mundial: estar en la trinchera del lado
de la nación afgana, por su triunfo militar, y por la derrota de los
carniceros imperialistas yanquis e ingleses y de las potencias europeas
de la OTAN. ¡Fuera los carniceros imperialistas yanquis,
británicos y de todas las potencias de la OTAN de Afganistán y de
Medio Oriente! ¡Abajo
la ONU, la cueva de bandidos imperialistas, que esconde la política
de coloniaje de las potencias europeas, Alemania, Francia, Italia,
etc., que han legitimado el ataque militar angloyanqui a Medio Oriente
mientras se preparan a repartirse el petróleo y el gas sobre la masacre,
el hambre y la miseria de los trabajadores y explotados de los pueblos
de la región! ¡Por
la derrota del ejército blanco de Putin y la Gran Rusia que aplasta
con un genocidio al heroico pueblo checheno, y que actúa como socio
menor del capital financiero y las petroleras imperialistas! ¡Por
el triunfo militar de la nación afgana, por la derrota militar de
las potencias imperialistas! El control de las rutas del petróleo y del gas es una
disputa entre las potencias imperialistas por terminar de colonizar
a las ex –repúblicas soviéticas del Asia Central y a China Las repúblicas musulmanas de
la ex –URSS, al calor de la restauración capitalista triunfante desde
1991, son uno de los platos apetecibles más importantes para las camarillas
imperialistas, que se disputan las enormes riquezas petroleras y gasíferas
allí existentes. Es que el destino que les depara la economía mundial
no solamente a estas repúblicas, sino a la misma Rusia y a China,
no es el de naciones independientes, sino el de colonias o semicolonias
exportadoras de materias primas o proveedoras de mano de obra esclava
para la economía mundial. El ejército blanco contrarrevolucionario
de Putin ha corrido a asociarse inmediatamente en la aventura bélica
con el imperialismo angloyanqui. Es que la nueva burguesía rusa cipaya
teme la expansión de la lucha revolucionaria de Medio Oriente y las
masas árabes y musulmanas a las propias ex –repúblicas soviéticas
que se encuentran en sus fronteras. Ya bastante tiene el carnicero
Putin con la heroica resistencia del pueblo checheno, al que no logra
aplastar desde hace ya casi tres años pese al genocidio perpetrado
por su ejército blanco. Los gobiernos de las ex –repúblicas
soviéticas del Asia central, en su mayoría antiguos burócratas de
la nomenklatura gran rusa reciclados en burgueses, han corrido presurosos
a ofrecer sus bases militares para la guerra de agresión angloyanqui.
Ellos también quieren cobrar su cuota de la renta petrolera extraída
por las transnacionales imperialistas a costa de la superexplotación
de la clase obrera y del saqueo de sus naciones. De la misma manera, el gobierno
y el régimen de los mandarines de la burguesía restauracionista China,
corrieron también a sostener la “lucha contra el terrorismo” de Bush
y demás bandidos imperialistas. Es que en el norte de ese país se
encuentran las reservas de gas más importantes del planeta, y allí
mismo ya ha comenzado un levantamiento de las masas musulmanas de
esa región, en solidaridad con sus hermanos de Afganistán. Así, esta guerra contrarrevolucionaria
de agresión imperialista pone en el centro la lucha antiimperialista
de los trabajadores y hoy los pueblos oprimidos del Asia ex–soviética
y de China. Este combate antiimperialista será decisivo para la derrota
de la agresión imperialista, pues allí los trabajadores y las masas
poseen un poder de guerra fundamental: en sus territorios están instaladas
las transnacionales petroleras más grandes del mundo, que se disputan
los centenares de miles de millones de dólares de las riquezas del
subsuelo de esa región, dejando en las mismas tan sólo miseria, obreros
esclavos y campesinos hambrientos y desposeídos. La lucha antiimperialista de
la clase obrera y las masas oprimidas de las ex –repúblicas soviéticas
del Asia Central y el norte de China tienen en el pueblo checheno
su vanguardia indiscutida. En ellos vive –y en la lucha por derrotar
a los carniceros angloyanquis también- la lucha no terminada contra
la vorágine restauracionista capitalista, y por la restauración de
Repúblicas Obrero-Campesinas independientes como parte del combate
por volver a imponer el poder de soviets revolucionarios y un Ejército
Rojo de obreros y campesinos sobre las ruinas de esa nueva burguesía
en la que devino la traidora burocracia stalinista de los hoy ex -
estados obreros en liquidación. ¡Viva
el levantamiento de la clase obrera y el pueblo checheno! ¡Por la
derrota del ejército blanco contrarrevolucionario ruso, brazo armado
de la flota angloyanqui en Medio Oriente! ¡Abajo los gobiernos cipayos
de Uzbekistán, Tadjikistán, Turkmenistán! ¡Por Repúblicas Obrero-campesinas
independientes, en el camino de la restauración de la dictadura del
proletariado bajo formas revolucionarias en la patria de la gloriosa
Revolución de Octubre de 1917! ¡Abajo
la burguesía china y el ejército asesino de Tiananmen! ¡Viva la lucha
y el levantamiento de las masas musulmanas del norte de China, aliadas
de la lucha de los trabajadores de ese país, vendidos como mano de
obra esclava a la economía mundial capitalista imperialista! ¡Por el levantamiento revolucionario de la clase obrera
y los campesinos de Pakistán e Indonesia! Para triunfar, es necesario que la clase obrera de
las naciones oprimidas de Medio Oriente y del mundo árabe tome en
sus manos la dirección de la guerra y ponga en pie milicias obreras
y campesinas desde el Caúcaso hasta el Magreb No bien empezaban los primeros
bombardeos contra la nación afgana, millones de obreros y campesinos
paquistaníes iniciaban un enfrentamiento en las calles contra el régimen
cipayo de Musharraf. Si ya más de cinco millones de afganos hambrientos
huyen a las fronteras para escapar de los bombardeos imperialistas
y de sus tropas asesinas, también millones de trabajadores y explotados
de Pakistán ganan las calles y buscan un camino para cruzar la frontera
y combatir la agresión de los piratas angloyanquis. El levantamiento obrero y popular
paquistaní y la huelga general del 14 de octubre marcan cuál es el
verdadero camino que deberán recorrer los explotados de esa nación
para entrar en la guerra y unirse en una lucha común con sus hermanos
afganos: el de imponer en las calles una derrota del régimen semifascista
de la camarilla militar de Musharraf sostenido por la Corona inglesa
y el pirata Bush. Las masas paquistaníes son
la vanguardia en la solidaridad antimperialista con el Afganistán
agredido, y marcan el camino que deberán recorrer el conjunto de los
explotados de la región para hacer efectiva esa solidaridad y combate
común, que no es otro que la derrota de los gobiernos y regímenes
cipayos y colaboracionistas de Medio Oriente. Siguiendo ese camino ya se
han puesto de pie los trabajadores y el pueblo explotado de Indonesia,
cuya revolución, iniciada en 1997, fuera desviada y estrangulada por
los terroristas angloyanquis que financiaron y apoyaron, con sus empresas
petroleras, al ejército indonesio y a las bandas fascistas que mataron
a machetazos limpios a más de 50.000 trabajadores y campesinos de
Timor Oriental que luchaban por su independencia. Centenares de miles de trabajadores,
de esos que como parias recorren los distintos países árabes para
trabajar por migajas y como esclavos en los pozos petroleros y en
las compañías constructoras de los bandidos imperialistas y sus socios
nativos, ya han iniciado su camino de regreso a casa: miles de ellos
corren a alistarse para combatir en Afganistán a los piratas angloyanquis.
¡Viva la clase obrera de los
pueblos árabes y musulmanes, su conciencia antimperialista, y su combatividad
creciente! En sus manos está acaudillar la lucha antiimperialista
y democrático-revolucionaria de esas naciones oprimidas y de las masas
campesinas desposeídas. Ella es la única que no tiene ni compromisos
ni negocios comunes con los bandidos imperialistas, como sí lo tienen
las burguesías nacionales cipayas islámicas. Las reaccionarias burguesías
islámicas, incluída la talibán, son enemigas de tocar un solo interés
ni propiedad imperialista –que es un arma más poderosa que mil misiles-,
de llamar a las naciones oprimidas de todo el mundo árabe a romper
con el imperialismo y a atacar su propiedad en toda la región; son
enemigas de armar a todo el pueblo afgano que está siendo masacrado,
y de llamar a las masas de todo Medio Oriente a armarse contra el
imperialismo. El rol de las burguesías islámicas es precisamente el
de impedir este camino, como se ve en Pakistán, donde son los mullahs
los que –mientras hablan de “guerra santa”- están impidiendo que la
clase obrera y los explotados se armen llamando a los soldados a pasarse
de su lado, se organicen en brigadas para ir a combatir con sus hermanos
afganos, derroquen a Musharraf y echen a las tropas imperialistas
del país. Es que las burguesías nacionales
cipayas represoras, tiránicas y explotadoras, utilizan la lucha de
las masas -e inclusive los atentados terroristas- como chantaje para
regatear con el imperialismo, como sus socias menores, su tajada de
la renta petrolera, pero siempre terminan alinéandose con éste para
aplastar a las masas cuando éstas, con su movilización y lucha revolucionaria,
amenazan su propiedad y su dominio. Cuando Bin Laden –que no es más
que un exponente de esas burguesías nacionales- dice que los yanquis
no tendrán seguridad mientras ellos no tengan seguridad, de lo que
está hablando es de la seguridad de su propiedad privada, de sus negocios.
Llama a las masas explotadas de todo el mundo árabe y musulmán a una
“guerra santa” y a dar la vida en ella, pero jamás las llama a tocar
la propiedad y la ganancia de los monopolios imperialistas en Medio
Oriente, porque eso pondría en riesgo también su propia propiedad. Como ya lo vimos con Saddam
Hussein, como lo estamos viendo hoy, estas burguesías nacionales prefieren
una derrota militar de la nación a manos del imperialismo antes que
se desarrolle la movilización revolucionaria de las masas explotadas,
a la que le temen más que al mismísimo demonio, porque pondría en
cuestión inmediatamente su propia propiedad y su dominio. Por ello, sólo la clase obrera
de Afganistán, de Palestina y de las naciones árabes y musulmanas,
acaudillando al conjunto de las masas explotados y oprimidas, puede
llevar hasta el final la lucha antiimperialista, uniendo sus filas
desde Chechenia hasta el Magreb, atacando la propiedad de los monopolios
imperialistas en toda la región y expropiándolos, quitándole el control
de las armas y destruyendo a las castas de oficiales de los ejércitos
de sus burguesías nacionales socias del imperialismo y conquistando
su armamento generalizado con milicias obreras y campesinas, tomando
en sus manos la dirección de la guerra contra el imperialismo, poniendo
en pie en ese camino sus propios consejos armados de obreros, campesinos
y soldados, para imponer la expropiación de los bancos, las petroleras
y las propiedades de los imperialistas, que es el misil que más les
duele porque ataca sus bolsillos y sus ganancias. Así podrán preparar,
en transcurso mismo de la guerra y la lucha antiimperialista, el derrocamiento
de las burguesías cipayas y su expropiación, e instaurar gobiernos
obreros y campesinos revolucionarios. Es por ello que los trotskistas
de la IV Internacional, mientras nos ubicamos en el campo militar
de la nación oprimida, Afganistán, mantenemos total independencia
política de los regímenes y gobiernos de las burguesías nacionales,
inclusive la talibán, y luchamos por conquistar una dirección proletaria
de la guerra contra el imperialismo, en ese país y en todo Medio Oriente.
¡Un fusil para cada obrero y campesino de Medio Oriente! ¡Que las organizaciones
obreras y de masas del mundo árabe y musulmán –y de todo el mundo-
hagan suya ya la voluntad de los jóvenes estudiantes paquistaníes
de Quetta -que marcharon a la frontera para cruzarla y pelear junto
a sus hermanos afganos-; y de millones de obreros y campesinos de
la región, y convoquen a organizar inmediatamente milicias internacionales
para ir a combatir a los carniceros imperialistas a Afganistán, y
a sus gendarmes sionistas en Palestina! ¡Que llamen a los obreros
y campesinos chechenos, que enfrentan la guerra y el genocidio que
les ha largado el mismo enemigo, los monopolios imperialistas petroleros
y la nueva burguesía rusa y su ejército blanco que son sus agentes,
a poner en pie una milicia común para derrotarlos en Afganistán y
en Chechenia! ¡Armas para Afganistán: que las organizaciones obreras de todo el mundo
garanticen que ninguna producción ni embarque de armamento llegue
a las tropas y ejércitos de los carniceros imperialistas, y sí a la
nación afgana oprimida! ¡Por la nacionalización sin pago de todas las empresas petroleras imperialistas
y por su puesta en funcionamiento bajo control de sus trabajadores!
¡Por la expropiación de los terratenientes y señores de la tierra,
por la nacionalización de la tierra y su puesta a producir en manos
de los campesinos pobres! ¡Expropiación de todos los bancos y propiedades imperialistas de los angloyanquis,
alemanes y franceses en Medio Oriente! Los mullhas, los Bin Laden, llaman a la “guerra santa”,
pero llevan a las masas sólo a rezar en las mezquitas o a movilizarse
con las manos vacías mientras la policía y el ejército reprimen y
asesinan, como sucede en Pakistán. ¡Son ellos los que impiden que
los obreros y campesinos pongan en pie milicias para ir a combatir
con sus hermanos afganos! Los obreros y campesinos paquistaníes, que
acaban de hacer una enorme huelga general, que se movilizan todos
los días, tienen que ir a los cuarteles a llamar a los soldados –que
no son sino sus hijos, sus hermanos-, a que se nieguen a reprimir
al pueblo, a que se saquen de encima a los oficiales, a que se pasen
con sus armas del lado del pueblo, para formar milicias, cruzar la
frontera y marchar a Afganistán a combatir. La heroica clase obrera y el pueblo palestino, y sus
milicias obreras y campesinas de los campamentos tiene total autoridad
para encabezar este llamamiento a todos sus hermanos de clase de todo
el mundo árabe y musulmán a declararle la guerra al imperialismo,
a su gendarme, el Estado sionista-fascista de Israel, y a los Arafat,
a las monarquías saudita y jordana, a los Musharraf y a todos los
regímenes y gobiernos de las burguesías nacionales cipayas en todo
el Medio Oriente y el Asia Central que son sus agentes, atacando la
propiedad y la ganancia del enemigo imperialista en toda la región,
expropiando sus pozos petroleros, oleoductos, gasoductos, bancos,
fábricas, etc., así como también la de sus socios menores, las burguesías
nativas y los terratenientes. Los carniceros imperialistas están destruyendo Afganistán
a bombazos limpios: ¡es necesario que los obreros y campesinos de
Medio Oriente y de todo el mundo árabe y musulmán consideren blanco
de guerra legítimo toda propiedad, edificio, representante, o soldado
imperialista! ¡Por el triunfo de la heroica revolución palestina vanguardia de la lucha nacional y antiimperialista
de los pueblos oprimidos de Medio Oriente! Para imponer su plan, el imperialismo
angloyanqui tiene que aplastar y vencer la resistencia de las masas
explotadas de las naciones árabes y musulmanas de Medio Oriente, el
Asia Central y el Caúcaso, y en primer lugar, la de su avanzada, la
grandiosa revolución de la clase obrera y el pueblo palestino. Es que la revolución palestina
–la primer gran revolución del siglo XXI- es la punta de lanza de
la lucha antiimperialista y de las legítimas aspiraciones de 1500
millones de obreros y campesinos de los pueblos árabes y musulmanes
que desde el Magreb y Nigeria, hasta el Caúcaso, el Asia Central y
el norte de China, tienen bajo sus pies las mayores riquezas petroleras
y gasíferas del planeta. Son 1500 millones de obreros y campesinos
que viven sumidos en la pobreza, el atraso y el hambre provocados
por el dominio de los monopolios imperialistas que saquean esas riquezas,
junto a las burguesías nativas que son sus socias menores. La clase obrera palestina,
paria en propia su tierra ocupada por el invasor sionista, viviendo
dividida en verdaderos campos de concentración rodeados por el ejército
israelí genocida, o en el exilio en los campamentos en El Líbano y
en Jordania, superexplotada en las fábricas de los patrones sionistas
y los monopolios imperialistas, con su heroica lucha entregada una
y otra vez por Arafat y la burguesía nacional palestina, es el batallón
más explotado de ese proletariado superexplotado de los pueblos árabes
y musulmanes, y la vanguardia del enfrentamiento contra el imperialismo
en toda la región. Es ese proletariado palestino
superexplotado el que irrumpió con la primera gran revolución del
siglo XXI, dando un gran golpe por izquierda de las masas explotadas.
Esa revolución descalabró el conjunto de los dispositivos de control
contrarrevolucionarios en esa región clave de las rutas del petróleo
que el imperialismo había logrado imponer en la última década después
de mandar a Irak de vuelta a la Edad Media a bombazos limpios en 1991
con la guerra del Golfo. Así, esa revolución tuvo su primer embate
en los campos de refugiados del sur del Líbano, donde las masas palestinas
hicieron huir al ejército genocida de Israel desarmado y humillado.
En septiembre, con el inicio de la insurrección, terminó de hacer
estallar los acuerdos contrarrevolucionarios de Oslo que les habían
sido impuestos por el imperialismo, el Estado de Israel y la misma
burguesía palestina encabezada por Arafat luego del aplastamiento
de Irak: descalabró a la Autoridad Nacional Palestina, dividiendo
a su policía, asaltando las comisarías y armándose, poniendo en pie
milicias de campamentos, y dejando en crisis y completamente desprestigiado
al estado sionista-fascista de Israel. Volvió así a poner en el centro
de escena en toda la región la lucha antiimperialista y contra el
gendarme sionista del conjunto de los obreros y explotados de los
pueblos árabes y musulmanes, que salieron en apoyo de esa revolución
con masivas movilizaciones, en incluso mostrando su disposición a
formar milicias internacionales para ir a combatir a Palestina. Es
más, los primeros días de septiembre de este año, cuando estaba por
cumplirse un año del inicio de la revolución –y apenas unos días antes
de los atentados en Estados Unidos-, comenzaba a extenderse a los
campamentos palestinos en Jordania donde los obreros y campesinos
protagonizaban una verdadera semiinsurrección enfrentando a la monarquía
hachemita. El bombardeo y la guerra de masacre y genocidio contra
Afganistán es un intento del imperialismo angloyanqui de aplastar
esa gran revolución e impedir que se extienda y se generalice en una
sola gran lucha antiimperialista y revolucionaria de los de millones
de obreros y campesinos del mundo árabe y musulmán. Intentan doblegar
la lucha palestina y aplastarla, y volver a imponer los acuerdos contrarrevolucionarios
de Oslo, con la colaboración de Arafat y la burguesía nacional palestina
-que ha terminado de hacer definitivamente su striptease, alineándose
incondicionalmente con Bush y los carniceros imperialistas, y masacrando
a su propio pueblo que salió a manifestarse en apoyo a sus hermanos
afganos. Si los carniceros imperialistas triunfan en la guerra, intentarán
consagrar definitivamente la ocupación de Palestina por el estado
sionista-fascista de Israel, pero bajo la cobertura de la ONU, y su
resolución cínica sobre el “derecho de autodeterminación del pueblo
palestino” y el “derecho a un Estado Palestino”, condenando a la clase
obrera y al pueblo palestino a sobrevivir en pequeños campos de concentración
dispersos y separados entre sí, controlados internamente por su propia
burguesía nacional, y rodeados ya no solo por el ejército israelí
armado hasta los dientes, sino por tropas imperialistas, por “cascos
Azules” de la ONU. ¡Viva
la heroica revolución de la clase obrera y el pueblo palestino, vanguardia
de la lucha antiimperialista en Medio Oriente! ¡Abajo
el cipayo Arafat, aliado de los carniceros imperialistas angloyanquis,
sostenedor de su gendarme, el estado sionista de Israel, y masacrador
de su propio pueblo! ¡Viva el doble poder de las milicias obreras y
campesinas de los campamentos y las ciudades palestinas! ¡Por el triunfo
de esa heroica revolución, por la destrucción del Estado sionista-fascista
de Israel! ¡Por un Estado Palestino laico, democrático y no racista,
bajo un gobierno obrero y campesino de las masas palestinas insurrectas,
que sea la vanguardia de los trabajadores y campesinos de los pueblos
árabes y musulmanes para derrotar a los carniceros imperialistas en
la guerra, y para avanzar en el camino de una Federación de Repúblicas
Obrero-Campesinas de Medio Oriente! Para la clase obrera norteamericana e inglesa, la guerra
está en casa: es contra sus propias burguesías imperialistas explotadoras
y esclavistas La verdadera guerra ya había
empezado antes del 7 de octubre. No sólo porque, como hemos dicho,
ya antes del comienzo de los bombardeos, millones de obreros y campesinos
afganos huyeron a las fronteras y están amenazados de morir de hambre
y frío; no sólo porque el estado sionista-fascista de Israel aprovechó
esos preparativos para redoblar su ataque genocida y su masacre contra
la heroica clase obrera y el pueblo palestino, sino
porque desde el mismo 12 de septiembre la burguesía imperialista yanqui
largó una verdadera guerra contra su propia clase obrera, para
hacerle pagar los costos de la recesión y la crisis y para disciplinarla
en la ofensiva por el reparto y la colonización de los ex – estados
obreros en liquidación. Así, inmediatamente después
de los atentados, el gobierno de Bush y la burguesía yanqui impusieron
un giro bonapartista reaccionario de “unidad nacional” con la demagogia
de la “defensa de la patria” y la “lucha del bien contra el mal”,
que impulsó a ataques y pogromos contra trabajadores árabes, musulmanes
e inmigrantes en general; que significó el despliegue de la guardia
nacional y tropas en las calles de las principales ciudades y aeropuertos,
el reforzamiento de poderes de la CIA, el recorte de las libertades
individuales, y fundamentalmente un ataque en toda la línea contra
la clase obrera con centenares de miles de despidos, ataque al salario
y superflexibilización. Si desde principios de año
–cuando comenzara la recesión norteamericana- hasta los atentados,
se habían producido 1.000.000 de despidos, en sólo las tres semanas
posteriores a los mismos hubo... ¡450.000!, en bancos, aseguradoras,
en hotelería, turismo, automotrices, siderúrgicas, computación, etc.
Las empresas de aviación y de la industria aeronáutica –la Boeing,
United, American Airlines, entre otras- despidieron a 150.000 trabajadores.
Motorola anunció 39.000 despidos este año, el 26% del total de sus
empleados; así como también Goodyear. Con la clase obrera totalmente
subordinada a la “unidad nacional”, la burguesía imperialista yanqui
está logrando provocarle una derrota a su propio proletariado en apenas
un mes, cuando incluso a Reagan a principios de los ’80 le costó más
de dos años derrotarlo, debiendo quebrar primero su durísima resistencia
que se expresara con huelgas, tomas de fábricas y piquetes, y que
se concentró en aquel entonces precisamente en la gran huelga de los
controladores aéreos. Los atentados del 11/9 le dieron
la excusa perfecta a Bush y a la burguesía yanqui para imponer esta
“unidad nacional” reaccionaria y largar esta guerra contra la clase
obrera; para “oficializar” la recesión en los Estados Unidos – echándole
la culpa de la misma a las consecuencias de los atentados-; y para
imponer rápidamente la aprobación por el Congreso de 40.000 millones
de dólares para gastos de guerra, y el aumento del presupuesto para
la industria militar, el ejército y los servicios de inteligencia.
Cuando aún no terminaban de
enfriarse los cadáveres debajo de los escombros de las Torres Gemelas,
los cínicos carniceros imperialistas y sus monopolios aprovechaban
para hacer sus negocios: los monopolios de la industria aeronáutica
y de aeronavegación como la Boeing, United, etc., aprovecharon para
reconvertir y restructurar esa industria, con los despidos masivos
y consiguiendo subsidios del Estado yanqui por 15.000 millones de
dólares, para hacerla nuevamente competitiva y descargar la crisis
de esa rama de la producción sobre sus competidores europeos. Las
grandes empresas constructoras ya se disputan el negocio de la reconstrucción
del centro de Manhattan; mientras las empresas de seguros norteamericanas
se pelean y hacen lobby por conseguir subsidios del Estado para afrontar
los costos de los atentados. Mientras en la primer semana
posterior a los atentados caía estrepitosamente la Bolsa de Wall Street
y de las principales plazas europeas, con derrumbes de hasta el 25
o 30% de los valores de las acciones de las compañías aéreas y de
las aseguradoras, las acciones de las empresas de armamento y de sistemas
de seguridad subían hasta un 36% de su valor, ante la perspectiva
de jugosos negocios y grandes ventas frente a la inminencia de la
guerra. En última instancia, con el
giro bonapartista y reaccionario y con la guerra que ha lanzado contra
su propia clase obrera, la burguesía imperialista yanqui intenta poner
a tono su régimen interno con las nuevas y superiores acciones ofensivas
que necesita llevar adelante contra las naciones semicoloniales, contra
los ex- estados obreros en liquidación, y en su exacerbada disputa
con las demás potencias imperialistas. Por
ello, aunque hasta la fecha nadie ha reivindicado ni se ha adjudicado
los atentados terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono,
tanto le han servido a la burguesía imperialista yanqui, que cada
vez huele más a un nuevo “Pearl Harbor”; es decir, a una acción que,
como mínimo, alguna fracción de la propia burguesía yanqui dejó correr. En esta lucha de la clase obrera mundial por la derrota
de los carniceros imperialistas, la clase obrera norteamericana e
inglesa –así como la de las demás potencias imperialistas- , tiene
un rol central que cumplir, porque es la que tiene en sus manos la
posibilidad de golpear adentro, al mismo corazón de su propia burguesía
imperialista. La guerra reafirma y pone al rojo vivo la ley de hierro
de que un pueblo que oprime a otro no puede liberarse a sí mismo.
La clase obrera norteamericana ya está sufriendo esta ley en carne
propia, con la verdadera guerra de despidos masivos, baja del salario
y flexibilización que le ha declarado su propia burguesía bajo la
cobertura de la “unidad nacional”. También la está sufriendo en carne
propia la clase obrera inglesa, porque su burguesía ha anunciado también
una oleada de despidos masivos: 310.000 en la industria metalúrgica,
7.000 en la aviación, más de cinco mil en hotelería y turismo, miles
en la industria textil. ¡El proletariado inglés no
debe olvidar la terrible lección de la guerra de Malvinas, en la que
el triunfo de su burguesía imperialista con la Thatcher a la cabeza,
la fortaleció para pasar al ataque de todas sus conquistas y le permitió
provocarle una derrota brutal de la cual aún no ha podido recuperarse,
aplastando la grandiosa huelga minera de 1984-85! Por ello, la única forma que tiene el proletariado
norteamericano de enfrentar el ataque feroz que le han lanzado, es
rompiendo la “unidad nacional” reaccionaria y con la aristocracia
obrera blanca y la burocracia sindical de la AFL-CIO, y paralizando
desde adentro la maquinaria de guerra mediante la huelga, el boicot,
los piquetes, luchando por el triunfo militar del pueblo afgano y
por la derrota de su propia burguesía, y atacando su propiedad privada
y su ganancia, uniendo sus filas, en primer lugar, con los inmigrantes
atacados por pogromos, con latinos, negros, etc., que son los primeros
en ser despedidos y atacados, como lo serán mañana los obreros que
hagan huelga, y abriendo así el inicio de la revolución socialista
en la principal potencia imperialista del planeta. Lo que demuestra con claridad que la burguesía imperialista
yanqui está en guerra contra su propia clase obrera, la verdadera
cara de la “unidad nacional” se vio en el estado de Minessotta: el
gobernador, que enfrentó durante las últimas dos semanas una enorme
huelga de 28.000 empleados del estado, contrató como carneros por
el doble de jornal que los trabajadores... a la Guardia Nacional.
Por eso, en la lucha contra la guerra que le ha lanzado su propia
burguesía imperialista, para enfrentar a los carneros y a la Guardia
Nacional, en la lucha por paralizar la maquinaria de guerra, por defender
a los trabajadores inmigrantes árabes, musulmanes, asiáticos, etc.,
de los pogromos y los ataques de la pequeñoburguesía y la aristocracia
obrera blanca, en la lucha por la defensa de las libertades individuales
atacadas por el régimen bonapartista y antiobrero, la clase obrera
norteamericana debe retomar sus mejores tradiciones poniendo en pie
sus comités de huelga y de fábrica, y sus piquetes y comités de autodefensa. En el actual curso reaccionario y chovinista de las
trasnacionales y la burguesía imperialista yanqui anidan las tendencias
fascistas que incuba ese régimen imperialista. La independencia de su Estado imperialista, la expulsión
de las organizaciones obreras de la aristocracia obrera y la burocracia
sindical de la AFL-CIO, sirvientes de Bush y de la burguesía yanqui,
es una tarea decisiva del proletariado norteamericano, y en ella se
concentra su destino, que no es otro que el de retomar el camino de
la lucha contra la guerra de Vietnam, cuando con claridad definió
que el enemigo está en casa, pero en un terreno superior: porque por
fuera de los lujos y privilegios de esa aristocracia obrera blanca,
la enorme mayoría del proletariado norteamericano, si su burguesía
imperialista gana la guerra, deberá mirarse en el espejo de sus hermanos
de clase de las maquiladoras mexicanas, de Bolivia, de Perú, porque
a esas condiciones de esclavitud es que la quiere llevar. ¡La guerra está en casa: el enemigo es la propia burguesía imperialista,
sus transnacionales, sus capital financiero que explotan y masacran
a los trabajadores y a los pueblos oprimidos y esclavizan a la amplia
mayoría de la clase obrera americana! La clase obrera europea debe
romper los pactos sociales y la colaboración que le impone la aristocracia
obrera que come de las migajas que les da el capital financiero de
la superexplotación de los trabajadores y los pueblos oprimidos ¡Por la derrota de los regímenes
y gobiernos carniceros socialimperialistas de Tony Blair, de Jospin,
Schroder, de Berlusconi, y demás carniceros imperialistas! La clase obrera de las potencias europeas de la OTAN
tiene que impedir ser llevada una vez más -como lo fuera durante la
guerra de los Balcanes-, a la subordinación a sus burguesías imperialistas,
ya sea a la británica que hoy ataca directamente junto con los yanquis,
como la francesa o la alemana que hoy se disfrazan de “democráticas”,
“humanistas”, “antineoliberales”. La feroz guerra desatada por las potencias imperialistas
contra Afganistán han dejado al desnudo las charlatanerías de las
direcciones burguesas y pequeñoburguesas del movimiento “globalifóbico”,
sobre que las terribles contradicciones entre los países imperialistas
opresores y los países por ellos oprimidos pueden resolverse con un
impuesto a la especulación financiera (Tasa Tobin), y presionando
pacíficamente por que los carniceros imperialistas se dignen a anular
las deudas externas del “Tercer Mundo”. Las direcciones burguesas
y pequeñoburguesas de ese movimiento, como ATTAC, las ONG, los Verdes,
los anarquistas, etc. que se disfrazaban de “antiimperialistas” hasta
hace pocas semanas atrás, han cerrado la boca mientras los carniceros
angloyanquis masacran en Afganistán, demostrando que están al servicio
de sus propias burguesías imperialistas y que son enemigos, por ello,
de enfrentarlas. Su política es llevar a los jóvenes y obreros de
vanguardia que participan de ese movimiento, cuanto mucho, a acciones
de presión por la “paz”, es decir, a los pies de los carniceros imperialistas
franceses y alemanes que hoy se pintan de “democráticos” y “humanitarios”.
Son enemigos de llamar a que sean derrotadas en la guerra, de llamar
a la vanguardia obrera y juvenil que participa de ese movimiento,
y al conjunto de la clase obrera, a derrotar a esos regímenes imperialistas
genocidas como la monarquía inglesa y española, como la V República
francesa, etc., y al propio régimen norteamericano, que es la única
posibilidad efectiva de terminar con la opresión de las potencias
imperialistas sobre las semicolonias y colonias, de terminar con la
sangría de la deuda externa, etc. Cuando estas direcciones hablan
de Europa, se refieren solamente a la Europa occidental, la de las
potencias imperialistas, y se olvidan que este continente termina
en las estepas rusas. Como sirvientes que son de sus burguesías imperialistas,
miran con el desprecio de la aristocracia obrera archirreaccionaria
a Polonia, Hungría, Rumania, Ucrania, a Rusia, a las que consideran
su patio trasero, sus maquiladoras. Para avanzar por ese camino, ese movimiento, y las
decenas de miles de obreros y jóvenes de vanguardia que participan
en él buscando honestamente un camino de lucha antiimperialista, necesitan
una dirección y un programa revolucionario, que llame al proletariado
europeo a que, lejos de subordinarse a sus propias burguesías imperialistas,
luche por el triunfo del pueblo afgano y por la derrota militar de
las potencias de la OTAN, para paralizar desde dentro la maquinaria
militar imperialista, y enfrentar a los regímenes imperialistas, a
la archirreaccionaria V República francesa, a las monarquías inglesa
y española, a los regímenes alemán e italiano engendradores del fascismo. Para ello es necesario que la clase obrera de las potencias
europeas rompa los pactos sociales de la aristocracia obrera y la
burocracia sindical socialdemócrata y stalinista, que sostienen a
sus propias burguesías imperialistas y que son las que le atan las
manos a la clase obrera para que pueda ir en apoyo de sus hermanos
de Medio Oriente, y que recupere sus organizaciones obreras tirando
abajo a las burocracias sindicales traidoras. En primer lugar, para
unirse con los millones de trabajadores inmigrantes árabes y musulmanes
que son superexplotados al interior mismo de las potencias europeas,
levantando sus demandas como propias, saliendo inmediatamente en su
defensa contra la persecución exacerbada que con la excusa de la “lucha
contra el terrorismo” han lanzado los regímenes imperialistas. Y también
para poder retomar su tradición internacionalista proletaria, como
durante la revolución española de la década del ’30, llamando, desde
esas organizaciones obreras, a brigadas obreras internacionales para
ir a combatir a Afganistán y a Palestina, haciendo suya la voluntad
de millones de obreros y campesinos de los pueblos árabes y musulmanes,
porque la lucha revolucionaria de las masas árabes y musulmanas de
Medio Oriente, es parte integrante de la lucha por la revolución socialista
en esas metrópolis imperialistas. Así podrá el proletariado europeo comenzar a ponerse
sobre sus hombros la tarea histórica que tiene planteada, que es impedir
que Europa se convierta en un continente de potencias imperialistas
carniceras en el oeste, y un patio trasero de semicolonias y colonias
en el este como resultado de la colonización de Polonia, Hungría,
Rusia y los demás ex – estados obreros en liquidación por parte de
sus propias burguesías imperialistas. Para ello, debe tomar en sus
manos la defensa del heroico pueblo checheno masacrado por el ejército
blanco ruso, agente de las potencias imperialistas y sus monopolios
petroleros, y levantar como parte de sus banderas un programa que
enfrente la política colonizadora de sus burguesías imperialistas,
por expulsarlas de los ex – estados obreros en liquidación y por que
saquen sus manos de las riquezas petroleras, gasíferas y minerales
de esos estados. La lucha por la restauración de la dictadura del
proletariado bajo formas revolucionarias en el este debe ser la bandera
de la clase obrera de Europa occidental en la lucha contra su propia
burguesía imperialista, para oponer la unidad de la clase obrera de
todo el continente, desde Portugal hasta Rusia, y la lucha por los
Estados Unidos Socialistas de Europa, a la “Europa unida” de los carniceros
imperialistas de la OTAN y las nuevas burguesías restauracionistas
cipayas del este como sus socias menores. El destino de la clase obrera
latinoamericana se juega hoy en el resultado de la guerra Estados Unidos necesita imponer
nuevas ataduras al subcontinente latinoamericano, pues se prepara a aventuras
superiores La guerra de los carniceros angloyanquis contra Afganistán,
es también la avanzada de su ofensiva recolonizadora sobre América
Latina, su patio trasero. Si triunfan en esta guerra, estarán mil
veces más fuertes para imponer el ALCA y transformarla en un continente
de republiquetas bananeras, en verdaderos virreinatos, inclusive con
tropas yanquis desplegadas en ellos. El rey Bush amenaza con intervenir de forma directa,
con tropas propias, en la guerra civil colombiana y montar dispositivos
militares como continuidad de las bases de West Point en la Triple
frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina, y en la frontera Argentino-boliviana.
El imperialismo prepara nuevas derrotas para la clase obrera latinoamericana,
nuevos Videla, Pinochet y bases militares propias, son el objetivo
estratégico de la contrarrevolución imperialista en el continente.
Lo mismo persiguen en América Latina los imperialistas españoles,
franceses y alemanes, competidores en el patio trasero yanqui. Cada vez que Los Estados Unidos se preparan para aventuras
superiores en las disputas interimperialistas contra los trabajadores
y los pueblos oprimidos del mundo, intenta disciplinar a su patio
trasero, América Latina. ¡Fuera todos los acuerdos, económicos, políticos y militares que atan
a los países latinoamericanos con el imperialismo! ¡Abajo el TIAR,
la OEA y el Tratado de Río! ¡Fuera el FMI y el Banco Mundial, y los
gobiernos y regímenes latinoamericanos sirvientes del imperialismo!
¡Fuera las tropas yanquis y sus bases de América Latina! ¡Fuera los
piratas ingleses de Malvinas! El destino de la clase obrera, los campesinos y los
explotados de toda América Latina, se juega hoy en el triunfo o derrota
del imperialismo angloyanqui y de las potencias imperialistas europeas
de la OTAN; es decir, se juega en la derrota o el triunfo del Afganistán
oprimido. Sin embargo, frente a la guerra de saqueo y coloniaje,
las direcciones traidoras de todo el continente salieron a ponerse
a los pies del imperialismo angloyanqui, y en primer lugar, Fidel
Castro y la burocracia restauracionista cubana. Estos traidores han
tenido la desfachatez de usar a Cuba –el primer estado obrero de América
Latina-, no como base de la lucha antiimperialista de la clase obrera
y las masas latinoamericanas en apoyo a sus hermanos de Afganistán
y Medio Oriente, no como un bastión y un baluarte del combate por
la derrota militar de los carniceros imperialistas y por el triunfo
del Afganistán oprimido, sino como base gusana de Bush y los yanquis
en su guerra de coloniaje. Así, Castro ofreció sus servicios para
la “lucha contra el terrorismo”, y llamó a los obreros y campesinos
cubanos a movilizarse por esa consigna, por la “paz” y en apoyo a
la ONU, agitando banderas norteamericanas, por las calles de La Habana.
Castro y el PC Cubano –imbricados ya en múltiples negocios
con los monopolios imperialistas- demuestran así ser los verdaderos
gusanos, que le están prestando sus últimos servicios contrarrevolucionarios
al imperialismo como burocracia restauracionista, para comprarse su
derecho a transformarse en burguesía y consumar la restauración capitalista
en la isla, al igual que ayer lo hiciera Gorbachov como agente de
Reagan y la Thatcher. Así, frente a la guerra, hay dos dirigentes que en continente americano
merecen un verdadero Cuadro de Honor de los sirvientes del imperialismo
y de la traición al proletariado y los explotados del continente:
el gusano de Fidel Castro, y John Sweeny, el burócrata sindical dirigente
de la AFL-CIO norteamericana que pagó millones de dólares para sacar
una solicitada de una páginas en los quince principales diarios de
los Estados Unidos, apoyando rabiosamente a Bush en la guerra, felicitándolo
y agradeciéndole que vele tan bien por los intereses de la aristocracia
obrera blanca y los suyos propios. Contra la política pro-yanqui de Castro, del stalinismo
y de las direcciones traidoras de todo pelaje, la clase obrera y los
explotados de toda América Latina tienen que tomar entonces como propia
la lucha antiimperialista de sus hermanos de Afganistán y Medio Oriente,
luchando por su triunfo militar y por la derrota del imperialismo,
redoblando su lucha antiimperialista y contra los regímenes y gobiernos
cipayos que son sus sirvientes y que han salido a apoyar la masacre
imperialista, impidiendo en primer lugar, con la huelga y la movilización,
que ni un solo soldado latinoamericano sea puesto al servicio de la
maquinaria de guerra del imperialismo, en el camino de la huelga general
hasta derrotar a esos regímenes y gobiernos y abrir el camino de la
revolución proletaria en el continente. Hacemos un llamamiento urgente a todas las organizaciones
obreras, estudiantiles, de derechos humanos y partidos que se reclaman
obreros y antiimperialistas del continente, a impulsar la más amplia
unidad de acción antiimperialista, movilizaciones y acciones de masas
en apoyo al pueblo afgano y a las masas oprimidas de Medio Oriente,
y por la derrota de las potencias imperialistas. Llamamos a los trabajadores
y a los estudiantes a impulsar en común en cada fábrica, empresa,
colegio y universidad, Comités de Apoyo y Solidaridad con esta lucha.
Los trotskistas principistas estamos dispuestos a participar e impulsar
la más amplia unidad de acción antiimperialista, es decir, toda acción
que haga avanzar esta lucha aunque no sea más que un paso, con cualquiera
que esté dispuesto a darlo, sin por ello bajar ni un instante nuestras
banderas ni renunciar a luchar por el programa revolucionario que
aquí desarrollamos. “La guerra actual está volcada sobre las colonias. Algunos
persiguen su posesión; otros las poseen y se rehusan a soltarlas.
Nadie tiene la menor intención de liberarlas voluntariamente. Los
centros metropolitanos en decadencia se ven obligados a extraer todo
lo posible de las colonias y devolverles lo menos posible. Sólo la
lucha revolucionaria directa y abierta de los pueblos esclavizados
puede allanarles el camino para su emancipación. En
los países coloniales y semicoloniales la lucha por un estado nacional
independiente, y en consecuencia la “defensa de la patria”, es en
principio diferente de la lucha de los países imperialistas. El proletariado
revolucionario de todo el mundo apoya incondicionalmente la lucha
de China o la India por su independencia, porque esta lucha “al hacer
romper a los pueblos atrasados con el asiatismo, el sectarismo o los
lazos con el extranjero […] golpea poderosamente a los estados imperialistas”. Al
mismo tiempo la Cuarta Internacional sabe desde ya, y se lo advierte
abiertamente a las naciones atrasadas, que sus estados nacionales
tardíos ya no podrán contar con un desarrollo democrático independiente.
Rodeada por el capitalismo decadente y sumergida en las contradicciones
imperialistas, la independencia de un país atrasado será inevitablemente
semificticia. Su régimen político, bajo la influencia de las contradicciones
internas de clase y la represión externa, inevitablemente caerá en
la dictadura contra el pueblo. Así es el régimen del Partido “del
Pueblo” en Turquía; el del Kuomintang en China; así será mañana el
régimen de Ghandi en la india. La lucha por la independencia nacional
de las colonias es, desde el punto de vista del proletariado, sólo
una etapa transicional en el camino que llevará a los países atrasados
a la revolución socialista internacional. La Cuarta Internacional no establece compartimentos
estancos entre los países atrasados y los avanzados, entre las revoluciones
democráticas y las socialistas. Las combina y las subordina a la lucha
mundial de los oprimidos contra los opresores. Así como la única fuerza
genuinamente revolucionaria de nuestra época es el proletariado internacional,
el único programa con el que realmente se liquidará toda opresión,
social y nacional, es el programa de la revolución permanente”. (Manifiesto
de la IV Internacional...., 1940). Comité Organizador
del Trotskismo Principista (Cuarta Internacional)
|
Website: www.geocities.com/cotpci - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Email: democraciaobrera@hotmail.com |