Boletín de Informaciones Obreras Internacionales
Publicación del COMITE ORGANIZADOR DEL TROTSKISMO PRINCIPISTA (Cuarta Internacional)

 

 

COTP (CI)
COMITE ORGANIZADOR DEL TROTSKISMO PRINCIPISTA
(Cuarta Internacional
)

 


Número 2
Parte I
Octubre 2001
Número 2
Parte I
Octubre 2001

 

Boletin de Informaciones Obreras Internacionales

¡La guerra nacional de Afganistán y revolución obrera
y campesina en Pakistán, Palestinay todo Medio Oriente,
deben ser la tumba de las potencias imperialistas!

 

 

Para derrotarlos, como ayer en Vietnam: la clase obrera norteamericana y europea deben boicotear la maquinaria de guerra de los bandidos imperialistas y ponerse de pie al lado de sus hermanos de la clase obrera y los pueblos oprimidos

 

El domingo 7 de octubre comenzó el ataque militar directo contra Afganistán, llamado cínicamente “Libertad Duradera”. Desde entonces, los carniceros imperialistas angloyanquis, con el visto bueno de la OTAN –y con el apoyo de su gendarme en Medio Oriente, el estado sionista-fascista de Israel, con el de la nueva burguesía rusa y de las burguesías cipayas de Arabia Saudita, Libia, Pakistán, y de la Alianza del norte del mismo Afganistán- bombardean todos los días, con misiles crucero disparados por la flota imperialista estacionada en el Mar Arábigo; o desde aviones B52, B1, B2, contra Kabul, Jalalabad, Kandahar, Herat y las principales ciudades afganas.

Quieren mostrar por televisión una “guerra quirúrgica”, con muy pocos “daños colaterales”, como cínicamente llaman a los trabajadores y campesinos asesinados -como ya lo hicieran durante la guerra del Golfo mientras masacraban a 100.000 iraquíes- y quieren presentarse como “amigos del pueblo afgano” tirando algunos paquetes con “ayuda humanitaria”, mientras sus bombas masacran a centenares de hombres, mujeres y niños, trabajadores y campesinos que viven en la más absoluta de las miserias y la hambruna, como en la aldea de Kadam, donde asesinaron a más de la mitad de sus habitantes, dejando a la otra mitad heridos y mutilados, y a sus casas y escasas pertenencias reducidas a un montón de escombros humeantes. Incluso antes del inicio del ataque militar directo, ya la concentración en la región de una maquinaria imperialista de masacre y destrucción de más de 30.000 soldados, unidades “especiales” como la fuerza Delta o la SAS, centenares y centenares de aviones y helicópteros, decenas de buques de guerra y portaaviones, ha provocado que millones de trabajadores y campesinos afganos huyan hacia las fronteras con Pakistán o con Irán, hacinándose en campos de refugiados sin electricidad, sin comida, sin medicinas, sin agua, en un éxodo sólo comparable al creado por las guerras fratricidas que impulsan las potencias imperialistas en el África. En los próximos dos meses, cinco millones de trabajadores y campesinos afganos, y un millón de niños menores de cinco años, corren el riesgo de morir de hambre, sed, falta de medicinas y frío durante el duro invierno de ese país.

Pero mientras Bush y Blair hablan de una guerra larga y de que los ataques seguirían luego contra otros países –probablemente Irak-, desde Indonesia hasta Pakistán, desde Bangladesh hasta los campamentos palestinos, desde Nueva Delhi hasta Nigeria, las masas explotadas y oprimidas del mundo árabe y musulmán han salido a las calles por decenas y centenares de miles mostrando su odio antiimperialista, y en defensa de sus hermanos afganos y palestinos. Irrumpe así con su lucha antiimperialista uno de los proletariados y un movimiento campesino que están entre los más explotados del planeta: los de los pueblos árabes y musulmanes. Irrumpe así, con la clase obrera y el pueblo palestino en su vanguardia, un proletariado que trabaja y vive en condiciones de semiesclavitud en campamentos alrededor de los pozos petroleros, por salarios miserables que en muchos casos no pasan de centavos de dólar por día; son trasladados de pozo en pozo y de excavación en excavación, vigilado por tropas imperialistas directamente –como en Arabia Saudita-, o por mercenarios contratados por los monopolios petroleros, o por las policías y ejércitos de las burguesías nativas, jeques, ayatollahs, junto a millones de campesinos hundidos en la pobreza o directamente desposeídos, robados y expoliados por la burguesía terrateniente.

Así, en Pakistán, donde ya antes del ataque se venían desarrollando movilizaciones diarias, frente al bombardeo se levantó el pueblo de la ciudad de Quetta, incendiando la sede de la ONU, bancos y oficinas de correos, atacando comisarías y enfrentándose con la policía del dictador Musharraf que se ha alineado con los carniceros angloyanquis, en una verdadera batalla campal, mientras se suceden cotidianamente las manifestaciones y los enfrentamientos en Karachi, Rawalpindi y las principales ciudades, que fueron paralizadas por un huelga general el lunes 14 de octubre.

En Indonesia -el país que concentra la mayor población musulmana del planeta y donde hace ya tres años los obreros y campesinos iniciaran una gran revolución derrocando al dictador Suharto-, miles de manifestantes rodearon la sede de la embajada yanqui y quemaron banderas norteamericanas en Jakarta, la capital, enfrentándose con la policía. En Bangladesh, miles marcharan por las calles con carteles que decían “Abajo el terrorismo de Estados Unidos contra el mundo árabe y el islam”; al igual que en Omán donde lo hacían al grito de “¡Estados Unidos es el enemigo!”. En los últimos días, las manifestaciones se han multiplicado en Nueva Delhi, en Egipto, en Nigeria, en Irán.

Pero indudablemente el punto más álgido de esta respuesta de las masas, sigue concentrado en Palestina, donde el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución se ha hecho directo: en Gaza y en Nablus, miles de jóvenes y trabajadores palestinos salieron a las calles en apoyo a sus hermanos afganos y contra el imperialismo angloyanqui. El cipayo Arafat -que también se ha alineado con el amo yanqui pidiendo entrar a su “coalición contra el terrorismo”-, había prohibido las manifestaciones y mandó a la policía palestina a reprimir en Gaza, asesinando a tres jóvenes, entre ellos, un niño de 13 años. Este heroico pueblo respondió tomando por asalto varias comisarías palestinas y dejando heridos a más de 10 polícías. Luego del atentado contra el ministro de turismo, Arafat ha salido abiertamente a prohibir las milicias de los campamentos y a perseguir a militantes y dirigentes de las organizaciones a las que el imperialismo y su gendarme, el Estado de Israel, consideran “terroristas”, mientras el ejército sionista ocupa Belén, Beit Jala y Ramallah, y la clase obrera y el pueblo resisten la ocupación con sus milicias, en una guerra civil ya abierta.

Después de casi quince días de bombardeos contra Afganistán, los imperialistas angloyanquis han comenzado a enviar los primeros contingentes de tropas terrestres. La perspectiva de una guerra larga les plantea, en primer lugar, el problema que significaría que comiencen a morir soldados imperialistas, que empiecen a llegar, sobre todo a los Estados Unidos, bolsas negras con sus cadáveres, tal cual sucediera durante la guerra de Vietnam. Ya comienza a cundir la preocupación entre algunos representantes del imperialismo angloyanqui ante esta posibilidad, pues este proceso abriría un camino para resquebrajar la “unidad nacional” reaccionaria que lograron imponer en su frente interno.

Asimismo, los carniceros angloyanquis ven el peligro de que la lucha antimperialista de la clase obrera y las masas del mundo árabe que están emergiendo con enorme fuerza, termine transformándose en una lucha revolucionaria generalizada contra los gobiernos y regímenes de las burguesías nacionales cipayas. Tiemblan ante la perspectiva de que los millones que comienzan a levantarse en Pakistán abran el camino al derrocamiento revolucionario de Musharraf –un verdadero “gurka” al servicio de los carniceros angloyanquis- y su casta de oficiales contrarrevolucionaria.

Se han delimitado ya entonces las fronteras de esta guerra de coloniaje. Las trincheras están claras: de un lado el imperialismo angloyanqui con un movimiento de tropas y poder destructor de los más grandes montados durante este siglo; con la colaboración y legitimidad de la ONU y el respaldo de los gobiernos contrarrevolucionarios restauracionistas de Rusia, las repúblicas de la ex –URSS y China, atacando a una pequeña nación oprimida que en su lucha contra el imperialismo se ha hermanado con la gloriosa revolución palestina y argelina, con la heroica resistencia chechena al ejército blanco contrarrevolucionario de la Gran Rusia, y con la solidaridad activa y de lucha en las calles que ha comenzado en Pakistán y en Indonesia, que amenazan con poner en pie a la clase obrera, al movimiento campesino y a las naciones oprimidas de Medio Oriente en una lucha antiimperialista decisiva que, sin ninguna duda, deberá cobrarse también la cabeza de los gobiernos y regímenes cipayos y proimperialistas de Medio Oriente.

¡Mueran los carniceros imperialistas angloyanquis y de la OTAN! ¡Fuera la ONU y sus resoluciones al servicio de las potencias imperialistas!

 

Los carniceros imperialistas europeos de Alemania y Francia, mientras desde la ONU legitiman la agresión angloyanqui, sostienen a todos los regímenes contrarrevolucionarios

y sanguinarios de Medio Oriente

 

Luego de los atentados terroristas del 11 de Septiembre y antes del comienzo de los ataques, las potencias europeas de la OTAN, fundamentalmente los carniceros imperialistas franceses y alemanes, si bien inmediatamente salieron a “repudiar los atentados” y a decir que apoyaba a los Estados Unidos en su “lucha contra el terrorismo”, no se han subordinado al imperialismo yanqui en una coalición militar bajo su égida como sí lo habían hecho en 1991 en la guerra contra Irak. Mientras el imperialismo angloyanqui desplegaba sus preparativos de guerra, los imperialistas franceses y alemanes decían que había que conseguir las “pruebas” que demostraran quiénes eran los culpables de los atentados y actuar contra ellos pero con “legitimidad”, bajo el paraguas de la ONU, que había que ser cautelosos, “evitar el choque de civilizaciones”, que se corría el riesgo de “responder al terrorismo con más terror”.

Este disfraz “democrático” y “pacifista” de los carniceros imperialistas franceses y alemanes –a los que no los tembló el pulso para masacrar a sangre y fuego en los Balcanes, o para mandar a Irak a la Edad Media en 1991, por poner tan solo algunos ejemplos-, no es más que la expresión de una política imperialista diferente a la de los yanquis, pero igualmente contrarrevolucionaria, para enfrentar la revolución palestina y la lucha de las masas árabes y musulmanas explotadas y oprimidas, y para disputarle al imperialismo yanqui las rutas del petróleo.

Las potencias europeas querían una política de negociación y de apoyo a los regímenes y gobiernos dictatoriales, sanguinarios, explotadores y masacradores de las burguesías nacionales –como el de Saddam Hussein, masacrador del pueblo kurdo; como el de los ayatollahs de Irán, que aplastaron a la gloriosa clase obrera iraní que con su lucha revolucionaria y sus consejos obreros fue la que tirara abajo al Sha Reza Pahlevi; como el de la monarquía jordana masacradora del pueblo palestino refugiado; etc., como el de Arafat y su policía palestina, entregador de la causa de su pueblo, como la dictadura de Bouteflika en Argelia- para que, por unas pocas migajas de la renta petrolera, sean ellos mismos los que controlen y aplasten a sus propias clases obreras y les garanticen a sus monopolios que puedan seguir saqueando y explotando sin problemas.

Esta es la política que el imperialismo francés, junto con el alemán, venía aplicando en la región hace algunos años, con bastante éxito: ha tejido excelentes relaciones con la burguesía iraní, con Saddam Hussein y la burguesía iraquí –rompiendo unilateralmente el bloqueo, mandando alimentos, medicinas, equipos médicos, etc-, y también con el régimen talibán, a cuyos representantes recibió Chirac en París hace menos de un año atrás. Saben que un ataque militar del imperialismo yanqui puede hacerles perder esas posiciones ganadas, y lo que es más grave, provocar como reacción una generalización de la lucha antiimperialista y revolucionaria de las masas árabes y musulmanas, que termine impactando y trasladándose al interior mismo de Francia, de Alemania, etc., donde millones y millones de trabajadores árabes y musulmanes son tratados como parias, superexplotados y perseguidos.

Pero esta política de los carniceros imperialistas franceses y alemanes, por ahora, ha fracasado. El imperialismo yanqui, que pese a que enfrenta la creciente competencia de las demás potencias imperialistas sigue siendo la potencia dominante –es decir, la que tiene mayor productividad del trabajo, la que concentra la mayor cantidad de capital financiero y por lo tanto más zonas de influencia y también la supremacía militar- ha impuesto su política de ofensiva militar. Conciente de que no hay intereses comunes con las potencias europeas, el imperialismo angloyanqui no ha puesto en pie un comando militar común de la OTAN con alemanes, franceses, italianos, etc. –como si lo hiciera en la guerra del Golfo o en la de los Balcanes.

Ante el hecho consumado, Francia y Alemania, como miembros de la OTAN, han tenido que dar el visto bueno y colaborar desde afuera, mandando algún barco al Mediterráneo oriental, poniendo a disposición radares y bases –e incluso teniendo que sufrir la humillación de tener que poner sus propios aviones espías a cuidar el espacio aéreo norteamericano- pero sin hacer entrar sus barcos, aviones y tropas en el combate.

Pero no hay ninguna duda que si los carniceros imperialistas franceses y alemanes ven que esta política yanqui triunfa, que provoca rápidamente una derrota aplastante en Afganistán, que ocupa el territorio, que impone regímenes y gobiernos títeres, que les gana la carrera por transformar en sus propias colonias y semicolonias a Uzbekistán, Tadjikistán y las demás ex–repúblicas soviéticas del Asia central, inmediatamente y bajo cualquier pretexto se sumarán al ataque, mandando tropas propias, para tratar de no quedar fuera de la carrera por el reparto del botín.

Mientras tanto, este disfraz de “democráticos” y “pacifistas” les sirve para intentar cooptar a sus propias clases obreras para que las apoyen en nuevas ofensivas de saqueo y coloniaje en el mundo semicolonial y en sus disputas con el imperialismo yanqui y británico –no sólo en medio Oriente, sino también en el resto del Asia, en el Africa y en América Latina-, ya que no han podido aún pasar a un ataque directo y frontal contra las mismas –como sí lo ha hecho la burguesía imperialista yanqui con su política de “unidad nacional” reaccionaria. Pero la crisis económica y financiera mundial y la recesión que amenaza con entrar de lleno también en las potencias europeas, comienza a poner a la orden del día para esas burguesías imperialistas la necesidad de pasar al ataque directo contra sus propias clases obreras, como lo anticipan los miles y miles de despidos que han empezado a anunciar los monopolios alemanes, holandeses, suizos, franceses, en la aviación, en los bancos, automotrices, etc. Es decir, pone a la orden del día el fin de los pactos sociales de la aristocracia y las burocracias obreras socialdemócratas y stalinistas sobre los que se apoyan los gobiernos de los socialimperialistas de la llamada “Tercera Vía” como el de Jospin, Schroeder, etc.

¡Fuera los carniceros imperialistas yanquis e ingleses de Medio Oriente y el Asia Central, y fuera también las garras sangrientas de los imperialismos francés y alemán y la cueva de bandidos de la ONU!

 

El imperialismo angloyanqui, y los otros bandidos imperialistas franceses y alemanes escudados en la ONU declaran una guerra por las reservas y las rutas del petróleo

¡Por el triunfo militar de Afganistán y por la derrota de los carniceros imperialistas!

 

Los carniceros imperialistas han comenzado este ataque militar intentando utilizar la cobertura cínica e hipócrita de la “lucha contra el terrorismo”, y de la “libertad y la civilización” contra el régimen talibán “bárbaro y brutal”, al mismo tiempo que descargan toneladas de bombas contra los trabajadores y el pueblo afgano. Los trotskistas principistas del COTP (CI) estamos incondicionalmente por el triunfo militar de la nación oprimida, Afganistán, y por la derrota de las potencias imperialistas y todos sus aliados en esta guerra, sin que ello signifique depositar ninguna confianza ni el menor apoyo político en el régimen y el gobierno burgués reaccionario talibán. Ante el ataque del imperialismo “democrático y civilizado”, estamos con el Afganistán oprimido gobernado por los talibanes “autoritarios y bárbaros”, porque es el imperialismo el que impone regímenes genocidas y bárbaros para garantizar su dominio. Inclusive ha sido el mismo imperialismo yanqui el que impuso el régimen del terror talibán para oprimir a los obreros y campesino de Afganistán.

El mismo régimen talibán es el subproducto de un triunfo contrarrevolucionario del imperialismo yanqui que en la década del ’80 montó, financió y armó a los “guerrilleros mujaidines” (los talibán, los Bin Laden) en Afganistán, para propinarle una derrota al Ejército Rojo. Para el imperialismo angloyanqui, Afganistán era un tapón contrarrevolucionario en la retaguardia de las repúblicas musulmanas de la hoy ex –URSS, ante el peligro de que éstas se levantaran –como sucede hoy en Chechenia- y se dislocaran del control contrarrevolucionario de la burocracia soviética. Es decir, un tapón contrarrevolucionario para evitar la clase obrera y los campesinos de Uzbekistán, Tadjikistán, etc., se hermanaran con la gran revolución iraní que en 1979 había derrocado al Sha Reza Pahlevi, y se transformaran en la avanzada de la revolución política al interior de la URSS contra la burocracia stalinista que -aplastando la revolución política de los obreros polacos de 1980-82, ayudando a la Thatcher a derrotar a la clase obrera inglesa mediante la venta de carbón polaco para quebrar la huelga minera de 1984-85, y entregando la revolución nicaragüense y salvadoreña en Centroamérica- ya en esa década había iniciado un categórico curso restauracionista como sirviente de Reagan y la Thatcher.

El régimen talibán, con sus leyes reaccionarias y antiobreras, es hijo directo de ese triunfo imperialista angloyanqui en la zona. Por ello, si el imperialismo triunfa en esta guerra, impondrá un régimen aún peor, de ocupación directa por parte de sus tropas, transformando a Afganistán en un protectorado, restaurando la monarquía con la repatriación del viejo rey para que encabece un gobierno títere, dividiendo el país en distintas zonas, verdaderos “principados” cada uno con su propio reyezuelo.

El imperialismo angloyanqui necesita transformar a Afganistán un protectorado coronado, con fuertes asentamientos militares imperialistas, pues es el paso de las rutas del opio de la China –base y materia prima de múltiples medicamentos de la industria farmacéutica-, pero sobre todo es un tapón contrarrevolucionario para el control del Asia Central, pues allí están las rutas del gas y el petróleo que necesitan controlar las empresas imperialistas angloyanquis. ¡Hay que correr el velo de esta guerra genocida del imperialismo angloyanqui! ¡Ya está demostrado: Uzbekistán -donde ya el imperialismo estableció una base militar-, Turkmenistán, Kazajstán, Azerbaiján, tienen juntos una reserva confirmada de 15.000 millones de barriles de petróleo. Los mismos países tienen depósitos comprobados de gas por 9 billones de metros cúbicos. Otro estudio coloca las reservas totales de gas y petróleo de las ex -repúblicas soviéticas del Asia Central en un total de 3 billones de dólares... ¡es decir, el valor de todo lo que producen los Estados Unidos, la economía más grande del planeta, en tres años! En Afganistán, hay reservas confirmadas y probables de gas por 1,5 billones de metros cúbicos. (Todos los datos son de Asia Times de Hong Kong del 6/10/2001, tomados de la Heritage Foundation de los petroleros norteamericanos).

Por ello, si triunfa el imperialismo angloyanqui se impondrá un régimen un millón de veces más de terror y atado con muchas más cadenas al imperialismo mundial que el propio régimen talibán, lo que inclusive pondrá en cuestión la existencia misma de Afganistán como nación, y después de ella, del resto de las repúblicas de la ex – URSS hoy gobernadas por burguesías restauracionistas que han firmado decenas y decenas de contratos y asociaciones con las empresas yanquis e inglesas para saquear el gas y el petróleo de sus propias naciones.

Por el contrario, el triunfo militar del Afganistán oprimido y la derrota de los carniceros imperialistas sería un enorme triunfo para la clase obrera y las masas explotadas de Afganistán y de todo Medio Oriente. Es que una guerra triunfante de la nación afgana contra el imperialismo angloyanqui, significaría que la clase obrera y el movimiento de masas saldrían fortalecidos y armados, con una gran conciencia antiimperialista, y muy seguramente no permitirían ni un día más la continuación de la brutal explotación que sufren por parte de la burguesía talibán y su régimen opresor. Un Afganistán triunfante contra el imperialismo, con masas obreras y campesinas armadas, antes, durante y después de ese triunfo, significaría que se acabarían los salarios de entre 10 y 25 centavos de dólar por día que ganan los trabajadores afganos, y los 3 dólares por mes que ganan los empleados del estado.

Un triunfo antiimperialista abriría inmediatamente el camino entonces a la derrota del régimen talibán, al levantamiento revolucionario de las masas de Pakistán contra el gobierno cipayo y pro-angloyanqui de Musharraf. Sería un dinamizador espectacular de la gloriosa revolución de las masas palestinas contra el estado sionista-fascista de Israel, y pondría en grave crisis a los gobiernos cipayos y opresores de las burguesías nacionales árabes socias menores del imperialismo. E indudablemente, abriría el camino a la unidad revolucionaria de las masas obreras y campesinas del mundo árabe y musulmán desde el Magreb al Cáucaso y al Asia Central.

El triunfo de Afganistán sería un golpe terrible contra las burguesías imperialistas yanqui y británica. Fortalecería a la propia clase obrera de esos países, y en primer lugar a la clase obrera norteamericana para enfrentar y derrotar la guerra no menos violenta y brutal que le ha lanzado el capital financiero y las transnacionales yanquis con millones de despidos, baja de salarios, quita de conquistas y flexibilización laboral. Significaría la unidad de la lucha de la clase obrera y el movimiento campesino de Medio Oriente con los millones de trabajadores inmigrantes argelinos, paquistaníes y turcos que en Alemania, Francia, Italia e Inglaterra, constituyen los sectores más explotados de la propia clase obrera europea.

Por ello, como decía León Trotsky, fundador de la IV Internacional: “En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil “fascista” contra la “democrática” Gran Bretaña. ¿Por qué? Porque no se trataría de un conflicto entre la democracia y el fascismo. Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas. Al mismo tiempo, la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés”. (La lucha antimperialista es la clave de la liberación. Una entrevista con Mateo Fossa, 23 de septiembre de 1938, Escritos).

La agresión del imperialismo angloyanqu con la complicidad de la ONU y demás bandidos imperialistas, es una respuesta contrarrevolucionaria a los golpes de la crisis económica mundial que ya han colocado en recesión abierta a la economía norteamericana y han dado inicio a la misma en Europa.

El “ataque terrorista” no es más que la excusa para esta guerra de agresión y coloniaje por controlar las grandes riquezas petroleras y sus rutas, así como las enormes concentraciones de gas que existen en esa región, inclusive en el norte de China. Es un intento de disciplinar a la clase obrera mundial y al propio proletariado de los países imperialistas para lanzar nuevos ataques a sus conquistas y hacerles pagar a ellos y a las masas explotadas de todo el planeta, los costos de la crisis y la recesión mundial, tal cual lo hicieran luego de la guerra de Malvinas en 1982, y luego de mandar a Irak a bombazos a la edad media en 1991 -todos ellos triunfos contrarrevolucionarios de los carniceros imperialistas que abrieron períodos reaccionarios. El primero, el del reaganismo-thatcherismo en los ‘80, y el segundo, el de la consolidación de la restauración capitalista a partir de 1991 y el ataque brutal a la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo durante toda esa década, situación consolidada con la masacre de la OTAN y los lacayos del imperialismo en la guerra de los Balcanes.

Pero frente a estas acciones contrarrevolucionarias, ha emergido desde 1997 (con el telón de fondo de la monumental crisis económica y financiera mundial que desde ese año, en forma de espiral y con sucesivas rondas, sacude al planeta) la respuesta revolucionaria del movimiento de masas: la revolución albanesa y su continuidad en la lucha revolucionaria del pueblo albano-kosovar por su independencia, la revolución ecuatoriana y la indonesia ya en ese año y, a partir del 2000, la grandiosa revolución de la clase obrera y el pueblo palestino con la que se ha iniciado el siglo XXI.

Por ello, la guerra de agresión y coloniaje contra Afganistán concentra hoy la tarea urgente e inmediata para toda la clase obrera mundial: estar en la trinchera del lado de la nación afgana, por su triunfo militar, y por la derrota de los carniceros imperialistas yanquis e ingleses y de las potencias europeas de la OTAN. ¡Fuera los carniceros imperialistas yanquis, británicos y de todas las potencias de la OTAN de Afganistán y de Medio Oriente!

¡Abajo la ONU, la cueva de bandidos imperialistas, que esconde la política de coloniaje de las potencias europeas, Alemania, Francia, Italia, etc., que han legitimado el ataque militar angloyanqui a Medio Oriente mientras se preparan a repartirse el petróleo y el gas sobre la masacre, el hambre y la miseria de los trabajadores y explotados de los pueblos de la región!

¡Por la derrota del ejército blanco de Putin y la Gran Rusia que aplasta con un genocidio al heroico pueblo checheno, y que actúa como socio menor del capital financiero y las petroleras imperialistas!

¡Por el triunfo militar de la nación afgana, por la derrota militar de las potencias imperialistas!

 

El control de las rutas del petróleo y del gas es una disputa entre las potencias imperialistas por terminar de colonizar a las ex –repúblicas soviéticas del Asia Central y a China

 

Las repúblicas musulmanas de la ex –URSS, al calor de la restauración capitalista triunfante desde 1991, son uno de los platos apetecibles más importantes para las camarillas imperialistas, que se disputan las enormes riquezas petroleras y gasíferas allí existentes. Es que el destino que les depara la economía mundial no solamente a estas repúblicas, sino a la misma Rusia y a China, no es el de naciones independientes, sino el de colonias o semicolonias exportadoras de materias primas o proveedoras de mano de obra esclava para la economía mundial.

El ejército blanco contrarrevolucionario de Putin ha corrido a asociarse inmediatamente en la aventura bélica con el imperialismo angloyanqui. Es que la nueva burguesía rusa cipaya teme la expansión de la lucha revolucionaria de Medio Oriente y las masas árabes y musulmanas a las propias ex –repúblicas soviéticas que se encuentran en sus fronteras. Ya bastante tiene el carnicero Putin con la heroica resistencia del pueblo checheno, al que no logra aplastar desde hace ya casi tres años pese al genocidio perpetrado por su ejército blanco.

Los gobiernos de las ex –repúblicas soviéticas del Asia central, en su mayoría antiguos burócratas de la nomenklatura gran rusa reciclados en burgueses, han corrido presurosos a ofrecer sus bases militares para la guerra de agresión angloyanqui. Ellos también quieren cobrar su cuota de la renta petrolera extraída por las transnacionales imperialistas a costa de la superexplotación de la clase obrera y del saqueo de sus naciones.

De la misma manera, el gobierno y el régimen de los mandarines de la burguesía restauracionista China, corrieron también a sostener la “lucha contra el terrorismo” de Bush y demás bandidos imperialistas. Es que en el norte de ese país se encuentran las reservas de gas más importantes del planeta, y allí mismo ya ha comenzado un levantamiento de las masas musulmanas de esa región, en solidaridad con sus hermanos de Afganistán.

Así, esta guerra contrarrevolucionaria de agresión imperialista pone en el centro la lucha antiimperialista de los trabajadores y hoy los pueblos oprimidos del Asia ex–soviética y de China. Este combate antiimperialista será decisivo para la derrota de la agresión imperialista, pues allí los trabajadores y las masas poseen un poder de guerra fundamental: en sus territorios están instaladas las transnacionales petroleras más grandes del mundo, que se disputan los centenares de miles de millones de dólares de las riquezas del subsuelo de esa región, dejando en las mismas tan sólo miseria, obreros esclavos y campesinos hambrientos y desposeídos.

La lucha antiimperialista de la clase obrera y las masas oprimidas de las ex –repúblicas soviéticas del Asia Central y el norte de China tienen en el pueblo checheno su vanguardia indiscutida. En ellos vive –y en la lucha por derrotar a los carniceros angloyanquis también- la lucha no terminada contra la vorágine restauracionista capitalista, y por la restauración de Repúblicas Obrero-Campesinas independientes como parte del combate por volver a imponer el poder de soviets revolucionarios y un Ejército Rojo de obreros y campesinos sobre las ruinas de esa nueva burguesía en la que devino la traidora burocracia stalinista de los hoy ex - estados obreros en liquidación.

¡Viva el levantamiento de la clase obrera y el pueblo checheno! ¡Por la derrota del ejército blanco contrarrevolucionario ruso, brazo armado de la flota angloyanqui en Medio Oriente! ¡Abajo los gobiernos cipayos de Uzbekistán, Tadjikistán, Turkmenistán! ¡Por Repúblicas Obrero-campesinas independientes, en el camino de la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en la patria de la gloriosa Revolución de Octubre de 1917!

¡Abajo la burguesía china y el ejército asesino de Tiananmen! ¡Viva la lucha y el levantamiento de las masas musulmanas del norte de China, aliadas de la lucha de los trabajadores de ese país, vendidos como mano de obra esclava a la economía mundial capitalista imperialista!

 

¡Por el levantamiento revolucionario de la clase obrera y los campesinos de Pakistán e Indonesia!

Para triunfar, es necesario que la clase obrera de las naciones oprimidas de Medio Oriente y del mundo árabe tome en sus manos la dirección de la guerra y ponga en pie milicias obreras y campesinas desde el Caúcaso hasta el Magreb

 

No bien empezaban los primeros bombardeos contra la nación afgana, millones de obreros y campesinos paquistaníes iniciaban un enfrentamiento en las calles contra el régimen cipayo de Musharraf. Si ya más de cinco millones de afganos hambrientos huyen a las fronteras para escapar de los bombardeos imperialistas y de sus tropas asesinas, también millones de trabajadores y explotados de Pakistán ganan las calles y buscan un camino para cruzar la frontera y combatir la agresión de los piratas angloyanquis.

El levantamiento obrero y popular paquistaní y la huelga general del 14 de octubre marcan cuál es el verdadero camino que deberán recorrer los explotados de esa nación para entrar en la guerra y unirse en una lucha común con sus hermanos afganos: el de imponer en las calles una derrota del régimen semifascista de la camarilla militar de Musharraf sostenido por la Corona inglesa y el pirata Bush.

Las masas paquistaníes son la vanguardia en la solidaridad antimperialista con el Afganistán agredido, y marcan el camino que deberán recorrer el conjunto de los explotados de la región para hacer efectiva esa solidaridad y combate común, que no es otro que la derrota de los gobiernos y regímenes cipayos y colaboracionistas de Medio Oriente.

Siguiendo ese camino ya se han puesto de pie los trabajadores y el pueblo explotado de Indonesia, cuya revolución, iniciada en 1997, fuera desviada y estrangulada por los terroristas angloyanquis que financiaron y apoyaron, con sus empresas petroleras, al ejército indonesio y a las bandas fascistas que mataron a machetazos limpios a más de 50.000 trabajadores y campesinos de Timor Oriental que luchaban por su independencia.

Centenares de miles de trabajadores, de esos que como parias recorren los distintos países árabes para trabajar por migajas y como esclavos en los pozos petroleros y en las compañías constructoras de los bandidos imperialistas y sus socios nativos, ya han iniciado su camino de regreso a casa: miles de ellos corren a alistarse para combatir en Afganistán a los piratas angloyanquis.

¡Viva la clase obrera de los pueblos árabes y musulmanes, su conciencia antimperialista, y su combatividad creciente! En sus manos está acaudillar la lucha antiimperialista y democrático-revolucionaria de esas naciones oprimidas y de las masas campesinas desposeídas. Ella es la única que no tiene ni compromisos ni negocios comunes con los bandidos imperialistas, como sí lo tienen las burguesías nacionales cipayas islámicas.

Las reaccionarias burguesías islámicas, incluída la talibán, son enemigas de tocar un solo interés ni propiedad imperialista –que es un arma más poderosa que mil misiles-, de llamar a las naciones oprimidas de todo el mundo árabe a romper con el imperialismo y a atacar su propiedad en toda la región; son enemigas de armar a todo el pueblo afgano que está siendo masacrado, y de llamar a las masas de todo Medio Oriente a armarse contra el imperialismo. El rol de las burguesías islámicas es precisamente el de impedir este camino, como se ve en Pakistán, donde son los mullahs los que –mientras hablan de “guerra santa”- están impidiendo que la clase obrera y los explotados se armen llamando a los soldados a pasarse de su lado, se organicen en brigadas para ir a combatir con sus hermanos afganos, derroquen a Musharraf y echen a las tropas imperialistas del país.

Es que las burguesías nacionales cipayas represoras, tiránicas y explotadoras, utilizan la lucha de las masas -e inclusive los atentados terroristas- como chantaje para regatear con el imperialismo, como sus socias menores, su tajada de la renta petrolera, pero siempre terminan alinéandose con éste para aplastar a las masas cuando éstas, con su movilización y lucha revolucionaria, amenazan su propiedad y su dominio. Cuando Bin Laden –que no es más que un exponente de esas burguesías nacionales- dice que los yanquis no tendrán seguridad mientras ellos no tengan seguridad, de lo que está hablando es de la seguridad de su propiedad privada, de sus negocios. Llama a las masas explotadas de todo el mundo árabe y musulmán a una “guerra santa” y a dar la vida en ella, pero jamás las llama a tocar la propiedad y la ganancia de los monopolios imperialistas en Medio Oriente, porque eso pondría en riesgo también su propia propiedad.

Como ya lo vimos con Saddam Hussein, como lo estamos viendo hoy, estas burguesías nacionales prefieren una derrota militar de la nación a manos del imperialismo antes que se desarrolle la movilización revolucionaria de las masas explotadas, a la que le temen más que al mismísimo demonio, porque pondría en cuestión inmediatamente su propia propiedad y su dominio.

Por ello, sólo la clase obrera de Afganistán, de Palestina y de las naciones árabes y musulmanas, acaudillando al conjunto de las masas explotados y oprimidas, puede llevar hasta el final la lucha antiimperialista, uniendo sus filas desde Chechenia hasta el Magreb, atacando la propiedad de los monopolios imperialistas en toda la región y expropiándolos, quitándole el control de las armas y destruyendo a las castas de oficiales de los ejércitos de sus burguesías nacionales socias del imperialismo y conquistando su armamento generalizado con milicias obreras y campesinas, tomando en sus manos la dirección de la guerra contra el imperialismo, poniendo en pie en ese camino sus propios consejos armados de obreros, campesinos y soldados, para imponer la expropiación de los bancos, las petroleras y las propiedades de los imperialistas, que es el misil que más les duele porque ataca sus bolsillos y sus ganancias. Así podrán preparar, en transcurso mismo de la guerra y la lucha antiimperialista, el derrocamiento de las burguesías cipayas y su expropiación, e instaurar gobiernos obreros y campesinos revolucionarios.

Es por ello que los trotskistas de la IV Internacional, mientras nos ubicamos en el campo militar de la nación oprimida, Afganistán, mantenemos total independencia política de los regímenes y gobiernos de las burguesías nacionales, inclusive la talibán, y luchamos por conquistar una dirección proletaria de la guerra contra el imperialismo, en ese país y en todo Medio Oriente.

¡Un fusil para cada obrero y campesino de Medio Oriente! ¡Que las organizaciones obreras y de masas del mundo árabe y musulmán –y de todo el mundo- hagan suya ya la voluntad de los jóvenes estudiantes paquistaníes de Quetta -que marcharon a la frontera para cruzarla y pelear junto a sus hermanos afganos-; y de millones de obreros y campesinos de la región, y convoquen a organizar inmediatamente milicias internacionales para ir a combatir a los carniceros imperialistas a Afganistán, y a sus gendarmes sionistas en Palestina! ¡Que llamen a los obreros y campesinos chechenos, que enfrentan la guerra y el genocidio que les ha largado el mismo enemigo, los monopolios imperialistas petroleros y la nueva burguesía rusa y su ejército blanco que son sus agentes, a poner en pie una milicia común para derrotarlos en Afganistán y en Chechenia!

¡Armas para Afganistán: que las organizaciones obreras de todo el mundo garanticen que ninguna producción ni embarque de armamento llegue a las tropas y ejércitos de los carniceros imperialistas, y sí a la nación afgana oprimida!

¡Por la nacionalización sin pago de todas las empresas petroleras imperialistas y por su puesta en funcionamiento bajo control de sus trabajadores! ¡Por la expropiación de los terratenientes y señores de la tierra, por la nacionalización de la tierra y su puesta a producir en manos de los campesinos pobres!

¡Expropiación de todos los bancos y propiedades imperialistas de los angloyanquis, alemanes y franceses en Medio Oriente!

Los mullhas, los Bin Laden, llaman a la “guerra santa”, pero llevan a las masas sólo a rezar en las mezquitas o a movilizarse con las manos vacías mientras la policía y el ejército reprimen y asesinan, como sucede en Pakistán. ¡Son ellos los que impiden que los obreros y campesinos pongan en pie milicias para ir a combatir con sus hermanos afganos! Los obreros y campesinos paquistaníes, que acaban de hacer una enorme huelga general, que se movilizan todos los días, tienen que ir a los cuarteles a llamar a los soldados –que no son sino sus hijos, sus hermanos-, a que se nieguen a reprimir al pueblo, a que se saquen de encima a los oficiales, a que se pasen con sus armas del lado del pueblo, para formar milicias, cruzar la frontera y marchar a Afganistán a combatir.

La heroica clase obrera y el pueblo palestino, y sus milicias obreras y campesinas de los campamentos tiene total autoridad para encabezar este llamamiento a todos sus hermanos de clase de todo el mundo árabe y musulmán a declararle la guerra al imperialismo, a su gendarme, el Estado sionista-fascista de Israel, y a los Arafat, a las monarquías saudita y jordana, a los Musharraf y a todos los regímenes y gobiernos de las burguesías nacionales cipayas en todo el Medio Oriente y el Asia Central que son sus agentes, atacando la propiedad y la ganancia del enemigo imperialista en toda la región, expropiando sus pozos petroleros, oleoductos, gasoductos, bancos, fábricas, etc., así como también la de sus socios menores, las burguesías nativas y los terratenientes.

Los carniceros imperialistas están destruyendo Afganistán a bombazos limpios: ¡es necesario que los obreros y campesinos de Medio Oriente y de todo el mundo árabe y musulmán consideren blanco de guerra legítimo toda propiedad, edificio, representante, o soldado imperialista!

 

¡Por el triunfo de la heroica revolución palestina

vanguardia de la lucha nacional y antiimperialista de los pueblos oprimidos de Medio Oriente!

 

Para imponer su plan, el imperialismo angloyanqui tiene que aplastar y vencer la resistencia de las masas explotadas de las naciones árabes y musulmanas de Medio Oriente, el Asia Central y el Caúcaso, y en primer lugar, la de su avanzada, la grandiosa revolución de la clase obrera y el pueblo palestino.

Es que la revolución palestina –la primer gran revolución del siglo XXI- es la punta de lanza de la lucha antiimperialista y de las legítimas aspiraciones de 1500 millones de obreros y campesinos de los pueblos árabes y musulmanes que desde el Magreb y Nigeria, hasta el Caúcaso, el Asia Central y el norte de China, tienen bajo sus pies las mayores riquezas petroleras y gasíferas del planeta. Son 1500 millones de obreros y campesinos que viven sumidos en la pobreza, el atraso y el hambre provocados por el dominio de los monopolios imperialistas que saquean esas riquezas, junto a las burguesías nativas que son sus socias menores.

La clase obrera palestina, paria en propia su tierra ocupada por el invasor sionista, viviendo dividida en verdaderos campos de concentración rodeados por el ejército israelí genocida, o en el exilio en los campamentos en El Líbano y en Jordania, superexplotada en las fábricas de los patrones sionistas y los monopolios imperialistas, con su heroica lucha entregada una y otra vez por Arafat y la burguesía nacional palestina, es el batallón más explotado de ese proletariado superexplotado de los pueblos árabes y musulmanes, y la vanguardia del enfrentamiento contra el imperialismo en toda la región.

Es ese proletariado palestino superexplotado el que irrumpió con la primera gran revolución del siglo XXI, dando un gran golpe por izquierda de las masas explotadas. Esa revolución descalabró el conjunto de los dispositivos de control contrarrevolucionarios en esa región clave de las rutas del petróleo que el imperialismo había logrado imponer en la última década después de mandar a Irak de vuelta a la Edad Media a bombazos limpios en 1991 con la guerra del Golfo. Así, esa revolución tuvo su primer embate en los campos de refugiados del sur del Líbano, donde las masas palestinas hicieron huir al ejército genocida de Israel desarmado y humillado. En septiembre, con el inicio de la insurrección, terminó de hacer estallar los acuerdos contrarrevolucionarios de Oslo que les habían sido impuestos por el imperialismo, el Estado de Israel y la misma burguesía palestina encabezada por Arafat luego del aplastamiento de Irak: descalabró a la Autoridad Nacional Palestina, dividiendo a su policía, asaltando las comisarías y armándose, poniendo en pie milicias de campamentos, y dejando en crisis y completamente desprestigiado al estado sionista-fascista de Israel.

Volvió así a poner en el centro de escena en toda la región la lucha antiimperialista y contra el gendarme sionista del conjunto de los obreros y explotados de los pueblos árabes y musulmanes, que salieron en apoyo de esa revolución con masivas movilizaciones, en incluso mostrando su disposición a formar milicias internacionales para ir a combatir a Palestina. Es más, los primeros días de septiembre de este año, cuando estaba por cumplirse un año del inicio de la revolución –y apenas unos días antes de los atentados en Estados Unidos-, comenzaba a extenderse a los campamentos palestinos en Jordania donde los obreros y campesinos protagonizaban una verdadera semiinsurrección enfrentando a la monarquía hachemita.

El bombardeo y la guerra de masacre y genocidio contra Afganistán es un intento del imperialismo angloyanqui de aplastar esa gran revolución e impedir que se extienda y se generalice en una sola gran lucha antiimperialista y revolucionaria de los de millones de obreros y campesinos del mundo árabe y musulmán. Intentan doblegar la lucha palestina y aplastarla, y volver a imponer los acuerdos contrarrevolucionarios de Oslo, con la colaboración de Arafat y la burguesía nacional palestina -que ha terminado de hacer definitivamente su striptease, alineándose incondicionalmente con Bush y los carniceros imperialistas, y masacrando a su propio pueblo que salió a manifestarse en apoyo a sus hermanos afganos. Si los carniceros imperialistas triunfan en la guerra, intentarán consagrar definitivamente la ocupación de Palestina por el estado sionista-fascista de Israel, pero bajo la cobertura de la ONU, y su resolución cínica sobre el “derecho de autodeterminación del pueblo palestino” y el “derecho a un Estado Palestino”, condenando a la clase obrera y al pueblo palestino a sobrevivir en pequeños campos de concentración dispersos y separados entre sí, controlados internamente por su propia burguesía nacional, y rodeados ya no solo por el ejército israelí armado hasta los dientes, sino por tropas imperialistas, por “cascos Azules” de la ONU.

¡Viva la heroica revolución de la clase obrera y el pueblo palestino, vanguardia de la lucha antiimperialista en Medio Oriente!

¡Abajo el cipayo Arafat, aliado de los carniceros imperialistas angloyanquis, sostenedor de su gendarme, el estado sionista de Israel, y masacrador de su propio pueblo!

¡Viva el doble poder de las milicias obreras y campesinas de los campamentos y las ciudades palestinas! ¡Por el triunfo de esa heroica revolución, por la destrucción del Estado sionista-fascista de Israel! ¡Por un Estado Palestino laico, democrático y no racista, bajo un gobierno obrero y campesino de las masas palestinas insurrectas, que sea la vanguardia de los trabajadores y campesinos de los pueblos árabes y musulmanes para derrotar a los carniceros imperialistas en la guerra, y para avanzar en el camino de una Federación de Repúblicas Obrero-Campesinas de Medio Oriente!

 

Para la clase obrera norteamericana e inglesa, la guerra está en casa: es contra sus propias burguesías imperialistas explotadoras y esclavistas

 

La verdadera guerra ya había empezado antes del 7 de octubre. No sólo porque, como hemos dicho, ya antes del comienzo de los bombardeos, millones de obreros y campesinos afganos huyeron a las fronteras y están amenazados de morir de hambre y frío; no sólo porque el estado sionista-fascista de Israel aprovechó esos preparativos para redoblar su ataque genocida y su masacre contra la heroica clase obrera y el pueblo palestino, sino porque desde el mismo 12 de septiembre la burguesía imperialista yanqui largó una verdadera guerra contra su propia clase obrera, para hacerle pagar los costos de la recesión y la crisis y para disciplinarla en la ofensiva por el reparto y la colonización de los ex – estados obreros en liquidación.

Así, inmediatamente después de los atentados, el gobierno de Bush y la burguesía yanqui impusieron un giro bonapartista reaccionario de “unidad nacional” con la demagogia de la “defensa de la patria” y la “lucha del bien contra el mal”, que impulsó a ataques y pogromos contra trabajadores árabes, musulmanes e inmigrantes en general; que significó el despliegue de la guardia nacional y tropas en las calles de las principales ciudades y aeropuertos, el reforzamiento de poderes de la CIA, el recorte de las libertades individuales, y fundamentalmente un ataque en toda la línea contra la clase obrera con centenares de miles de despidos, ataque al salario y superflexibilización.

Si desde principios de año –cuando comenzara la recesión norteamericana- hasta los atentados, se habían producido 1.000.000 de despidos, en sólo las tres semanas posteriores a los mismos hubo... ¡450.000!, en bancos, aseguradoras, en hotelería, turismo, automotrices, siderúrgicas, computación, etc. Las empresas de aviación y de la industria aeronáutica –la Boeing, United, American Airlines, entre otras- despidieron a 150.000 trabajadores. Motorola anunció 39.000 despidos este año, el 26% del total de sus empleados; así como también Goodyear. Con la clase obrera totalmente subordinada a la “unidad nacional”, la burguesía imperialista yanqui está logrando provocarle una derrota a su propio proletariado en apenas un mes, cuando incluso a Reagan a principios de los ’80 le costó más de dos años derrotarlo, debiendo quebrar primero su durísima resistencia que se expresara con huelgas, tomas de fábricas y piquetes, y que se concentró en aquel entonces precisamente en la gran huelga de los controladores aéreos.

Los atentados del 11/9 le dieron la excusa perfecta a Bush y a la burguesía yanqui para imponer esta “unidad nacional” reaccionaria y largar esta guerra contra la clase obrera; para “oficializar” la recesión en los Estados Unidos – echándole la culpa de la misma a las consecuencias de los atentados-; y para imponer rápidamente la aprobación por el Congreso de 40.000 millones de dólares para gastos de guerra, y el aumento del presupuesto para la industria militar, el ejército y los servicios de inteligencia.

Cuando aún no terminaban de enfriarse los cadáveres debajo de los escombros de las Torres Gemelas, los cínicos carniceros imperialistas y sus monopolios aprovechaban para hacer sus negocios: los monopolios de la industria aeronáutica y de aeronavegación como la Boeing, United, etc., aprovecharon para reconvertir y restructurar esa industria, con los despidos masivos y consiguiendo subsidios del Estado yanqui por 15.000 millones de dólares, para hacerla nuevamente competitiva y descargar la crisis de esa rama de la producción sobre sus competidores europeos. Las grandes empresas constructoras ya se disputan el negocio de la reconstrucción del centro de Manhattan; mientras las empresas de seguros norteamericanas se pelean y hacen lobby por conseguir subsidios del Estado para afrontar los costos de los atentados.

Mientras en la primer semana posterior a los atentados caía estrepitosamente la Bolsa de Wall Street y de las principales plazas europeas, con derrumbes de hasta el 25 o 30% de los valores de las acciones de las compañías aéreas y de las aseguradoras, las acciones de las empresas de armamento y de sistemas de seguridad subían hasta un 36% de su valor, ante la perspectiva de jugosos negocios y grandes ventas frente a la inminencia de la guerra.

En última instancia, con el giro bonapartista y reaccionario y con la guerra que ha lanzado contra su propia clase obrera, la burguesía imperialista yanqui intenta poner a tono su régimen interno con las nuevas y superiores acciones ofensivas que necesita llevar adelante contra las naciones semicoloniales, contra los ex- estados obreros en liquidación, y en su exacerbada disputa con las demás potencias imperialistas.

Por ello, aunque hasta la fecha nadie ha reivindicado ni se ha adjudicado los atentados terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono, tanto le han servido a la burguesía imperialista yanqui, que cada vez huele más a un nuevo “Pearl Harbor”; es decir, a una acción que, como mínimo, alguna fracción de la propia burguesía yanqui dejó correr.

 

En esta lucha de la clase obrera mundial por la derrota de los carniceros imperialistas, la clase obrera norteamericana e inglesa –así como la de las demás potencias imperialistas- , tiene un rol central que cumplir, porque es la que tiene en sus manos la posibilidad de golpear adentro, al mismo corazón de su propia burguesía imperialista.

La guerra reafirma y pone al rojo vivo la ley de hierro de que un pueblo que oprime a otro no puede liberarse a sí mismo. La clase obrera norteamericana ya está sufriendo esta ley en carne propia, con la verdadera guerra de despidos masivos, baja del salario y flexibilización que le ha declarado su propia burguesía bajo la cobertura de la “unidad nacional”. También la está sufriendo en carne propia la clase obrera inglesa, porque su burguesía ha anunciado también una oleada de despidos masivos: 310.000 en la industria metalúrgica, 7.000 en la aviación, más de cinco mil en hotelería y turismo, miles en la industria textil. ¡El proletariado inglés no debe olvidar la terrible lección de la guerra de Malvinas, en la que el triunfo de su burguesía imperialista con la Thatcher a la cabeza, la fortaleció para pasar al ataque de todas sus conquistas y le permitió provocarle una derrota brutal de la cual aún no ha podido recuperarse, aplastando la grandiosa huelga minera de 1984-85!

Por ello, la única forma que tiene el proletariado norteamericano de enfrentar el ataque feroz que le han lanzado, es rompiendo la “unidad nacional” reaccionaria y con la aristocracia obrera blanca y la burocracia sindical de la AFL-CIO, y paralizando desde adentro la maquinaria de guerra mediante la huelga, el boicot, los piquetes, luchando por el triunfo militar del pueblo afgano y por la derrota de su propia burguesía, y atacando su propiedad privada y su ganancia, uniendo sus filas, en primer lugar, con los inmigrantes atacados por pogromos, con latinos, negros, etc., que son los primeros en ser despedidos y atacados, como lo serán mañana los obreros que hagan huelga, y abriendo así el inicio de la revolución socialista en la principal potencia imperialista del planeta.

Lo que demuestra con claridad que la burguesía imperialista yanqui está en guerra contra su propia clase obrera, la verdadera cara de la “unidad nacional” se vio en el estado de Minessotta: el gobernador, que enfrentó durante las últimas dos semanas una enorme huelga de 28.000 empleados del estado, contrató como carneros por el doble de jornal que los trabajadores... a la Guardia Nacional. Por eso, en la lucha contra la guerra que le ha lanzado su propia burguesía imperialista, para enfrentar a los carneros y a la Guardia Nacional, en la lucha por paralizar la maquinaria de guerra, por defender a los trabajadores inmigrantes árabes, musulmanes, asiáticos, etc., de los pogromos y los ataques de la pequeñoburguesía y la aristocracia obrera blanca, en la lucha por la defensa de las libertades individuales atacadas por el régimen bonapartista y antiobrero, la clase obrera norteamericana debe retomar sus mejores tradiciones poniendo en pie sus comités de huelga y de fábrica, y sus piquetes y comités de autodefensa.

En el actual curso reaccionario y chovinista de las trasnacionales y la burguesía imperialista yanqui anidan las tendencias fascistas que incuba ese régimen imperialista.

La independencia de su Estado imperialista, la expulsión de las organizaciones obreras de la aristocracia obrera y la burocracia sindical de la AFL-CIO, sirvientes de Bush y de la burguesía yanqui, es una tarea decisiva del proletariado norteamericano, y en ella se concentra su destino, que no es otro que el de retomar el camino de la lucha contra la guerra de Vietnam, cuando con claridad definió que el enemigo está en casa, pero en un terreno superior: porque por fuera de los lujos y privilegios de esa aristocracia obrera blanca, la enorme mayoría del proletariado norteamericano, si su burguesía imperialista gana la guerra, deberá mirarse en el espejo de sus hermanos de clase de las maquiladoras mexicanas, de Bolivia, de Perú, porque a esas condiciones de esclavitud es que la quiere llevar.

¡La guerra está en casa: el enemigo es la propia burguesía imperialista, sus transnacionales, sus capital financiero que explotan y masacran a los trabajadores y a los pueblos oprimidos y esclavizan a la amplia mayoría de la clase obrera americana!

 

La clase obrera europea debe romper los pactos sociales y la colaboración que le impone la aristocracia obrera que come de las migajas que les da el capital financiero de la superexplotación de los trabajadores y los pueblos oprimidos

¡Por la derrota de los regímenes y gobiernos carniceros socialimperialistas de Tony Blair, de Jospin, Schroder, de Berlusconi, y demás carniceros imperialistas!

 

La clase obrera de las potencias europeas de la OTAN tiene que impedir ser llevada una vez más -como lo fuera durante la guerra de los Balcanes-, a la subordinación a sus burguesías imperialistas, ya sea a la británica que hoy ataca directamente junto con los yanquis, como la francesa o la alemana que hoy se disfrazan de “democráticas”, “humanistas”, “antineoliberales”.

La feroz guerra desatada por las potencias imperialistas contra Afganistán han dejado al desnudo las charlatanerías de las direcciones burguesas y pequeñoburguesas del movimiento “globalifóbico”, sobre que las terribles contradicciones entre los países imperialistas opresores y los países por ellos oprimidos pueden resolverse con un impuesto a la especulación financiera (Tasa Tobin), y presionando pacíficamente por que los carniceros imperialistas se dignen a anular las deudas externas del “Tercer Mundo”. Las direcciones burguesas y pequeñoburguesas de ese movimiento, como ATTAC, las ONG, los Verdes, los anarquistas, etc. que se disfrazaban de “antiimperialistas” hasta hace pocas semanas atrás, han cerrado la boca mientras los carniceros angloyanquis masacran en Afganistán, demostrando que están al servicio de sus propias burguesías imperialistas y que son enemigos, por ello, de enfrentarlas. Su política es llevar a los jóvenes y obreros de vanguardia que participan de ese movimiento, cuanto mucho, a acciones de presión por la “paz”, es decir, a los pies de los carniceros imperialistas franceses y alemanes que hoy se pintan de “democráticos” y “humanitarios”. Son enemigos de llamar a que sean derrotadas en la guerra, de llamar a la vanguardia obrera y juvenil que participa de ese movimiento, y al conjunto de la clase obrera, a derrotar a esos regímenes imperialistas genocidas como la monarquía inglesa y española, como la V República francesa, etc., y al propio régimen norteamericano, que es la única posibilidad efectiva de terminar con la opresión de las potencias imperialistas sobre las semicolonias y colonias, de terminar con la sangría de la deuda externa, etc. Cuando estas direcciones hablan de Europa, se refieren solamente a la Europa occidental, la de las potencias imperialistas, y se olvidan que este continente termina en las estepas rusas. Como sirvientes que son de sus burguesías imperialistas, miran con el desprecio de la aristocracia obrera archirreaccionaria a Polonia, Hungría, Rumania, Ucrania, a Rusia, a las que consideran su patio trasero, sus maquiladoras.

Para avanzar por ese camino, ese movimiento, y las decenas de miles de obreros y jóvenes de vanguardia que participan en él buscando honestamente un camino de lucha antiimperialista, necesitan una dirección y un programa revolucionario, que llame al proletariado europeo a que, lejos de subordinarse a sus propias burguesías imperialistas, luche por el triunfo del pueblo afgano y por la derrota militar de las potencias de la OTAN, para paralizar desde dentro la maquinaria militar imperialista, y enfrentar a los regímenes imperialistas, a la archirreaccionaria V República francesa, a las monarquías inglesa y española, a los regímenes alemán e italiano engendradores del fascismo.

Para ello es necesario que la clase obrera de las potencias europeas rompa los pactos sociales de la aristocracia obrera y la burocracia sindical socialdemócrata y stalinista, que sostienen a sus propias burguesías imperialistas y que son las que le atan las manos a la clase obrera para que pueda ir en apoyo de sus hermanos de Medio Oriente, y que recupere sus organizaciones obreras tirando abajo a las burocracias sindicales traidoras. En primer lugar, para unirse con los millones de trabajadores inmigrantes árabes y musulmanes que son superexplotados al interior mismo de las potencias europeas, levantando sus demandas como propias, saliendo inmediatamente en su defensa contra la persecución exacerbada que con la excusa de la “lucha contra el terrorismo” han lanzado los regímenes imperialistas. Y también para poder retomar su tradición internacionalista proletaria, como durante la revolución española de la década del ’30, llamando, desde esas organizaciones obreras, a brigadas obreras internacionales para ir a combatir a Afganistán y a Palestina, haciendo suya la voluntad de millones de obreros y campesinos de los pueblos árabes y musulmanes, porque la lucha revolucionaria de las masas árabes y musulmanas de Medio Oriente, es parte integrante de la lucha por la revolución socialista en esas metrópolis imperialistas.

Así podrá el proletariado europeo comenzar a ponerse sobre sus hombros la tarea histórica que tiene planteada, que es impedir que Europa se convierta en un continente de potencias imperialistas carniceras en el oeste, y un patio trasero de semicolonias y colonias en el este como resultado de la colonización de Polonia, Hungría, Rusia y los demás ex – estados obreros en liquidación por parte de sus propias burguesías imperialistas. Para ello, debe tomar en sus manos la defensa del heroico pueblo checheno masacrado por el ejército blanco ruso, agente de las potencias imperialistas y sus monopolios petroleros, y levantar como parte de sus banderas un programa que enfrente la política colonizadora de sus burguesías imperialistas, por expulsarlas de los ex – estados obreros en liquidación y por que saquen sus manos de las riquezas petroleras, gasíferas y minerales de esos estados. La lucha por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en el este debe ser la bandera de la clase obrera de Europa occidental en la lucha contra su propia burguesía imperialista, para oponer la unidad de la clase obrera de todo el continente, desde Portugal hasta Rusia, y la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa, a la “Europa unida” de los carniceros imperialistas de la OTAN y las nuevas burguesías restauracionistas cipayas del este como sus socias menores.

 

El destino de la clase obrera latinoamericana se juega hoy en el resultado de la guerra

Estados Unidos necesita imponer nuevas ataduras al subcontinente latinoamericano,

pues se prepara a aventuras superiores

 

La guerra de los carniceros angloyanquis contra Afganistán, es también la avanzada de su ofensiva recolonizadora sobre América Latina, su patio trasero. Si triunfan en esta guerra, estarán mil veces más fuertes para imponer el ALCA y transformarla en un continente de republiquetas bananeras, en verdaderos virreinatos, inclusive con tropas yanquis desplegadas en ellos.

El rey Bush amenaza con intervenir de forma directa, con tropas propias, en la guerra civil colombiana y montar dispositivos militares como continuidad de las bases de West Point en la Triple frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina, y en la frontera Argentino-boliviana. El imperialismo prepara nuevas derrotas para la clase obrera latinoamericana, nuevos Videla, Pinochet y bases militares propias, son el objetivo estratégico de la contrarrevolución imperialista en el continente. Lo mismo persiguen en América Latina los imperialistas españoles, franceses y alemanes, competidores en el patio trasero yanqui.

Cada vez que Los Estados Unidos se preparan para aventuras superiores en las disputas interimperialistas contra los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo, intenta disciplinar a su patio trasero, América Latina.

¡Fuera todos los acuerdos, económicos, políticos y militares que atan a los países latinoamericanos con el imperialismo! ¡Abajo el TIAR, la OEA y el Tratado de Río! ¡Fuera el FMI y el Banco Mundial, y los gobiernos y regímenes latinoamericanos sirvientes del imperialismo! ¡Fuera las tropas yanquis y sus bases de América Latina! ¡Fuera los piratas ingleses de Malvinas!

El destino de la clase obrera, los campesinos y los explotados de toda América Latina, se juega hoy en el triunfo o derrota del imperialismo angloyanqui y de las potencias imperialistas europeas de la OTAN; es decir, se juega en la derrota o el triunfo del Afganistán oprimido.

Sin embargo, frente a la guerra de saqueo y coloniaje, las direcciones traidoras de todo el continente salieron a ponerse a los pies del imperialismo angloyanqui, y en primer lugar, Fidel Castro y la burocracia restauracionista cubana. Estos traidores han tenido la desfachatez de usar a Cuba –el primer estado obrero de América Latina-, no como base de la lucha antiimperialista de la clase obrera y las masas latinoamericanas en apoyo a sus hermanos de Afganistán y Medio Oriente, no como un bastión y un baluarte del combate por la derrota militar de los carniceros imperialistas y por el triunfo del Afganistán oprimido, sino como base gusana de Bush y los yanquis en su guerra de coloniaje. Así, Castro ofreció sus servicios para la “lucha contra el terrorismo”, y llamó a los obreros y campesinos cubanos a movilizarse por esa consigna, por la “paz” y en apoyo a la ONU, agitando banderas norteamericanas, por las calles de La Habana.

Castro y el PC Cubano –imbricados ya en múltiples negocios con los monopolios imperialistas- demuestran así ser los verdaderos gusanos, que le están prestando sus últimos servicios contrarrevolucionarios al imperialismo como burocracia restauracionista, para comprarse su derecho a transformarse en burguesía y consumar la restauración capitalista en la isla, al igual que ayer lo hiciera Gorbachov como agente de Reagan y la Thatcher.

Así, frente a la guerra, hay dos dirigentes que en continente americano merecen un verdadero Cuadro de Honor de los sirvientes del imperialismo y de la traición al proletariado y los explotados del continente: el gusano de Fidel Castro, y John Sweeny, el burócrata sindical dirigente de la AFL-CIO norteamericana que pagó millones de dólares para sacar una solicitada de una páginas en los quince principales diarios de los Estados Unidos, apoyando rabiosamente a Bush en la guerra, felicitándolo y agradeciéndole que vele tan bien por los intereses de la aristocracia obrera blanca y los suyos propios.

Contra la política pro-yanqui de Castro, del stalinismo y de las direcciones traidoras de todo pelaje, la clase obrera y los explotados de toda América Latina tienen que tomar entonces como propia la lucha antiimperialista de sus hermanos de Afganistán y Medio Oriente, luchando por su triunfo militar y por la derrota del imperialismo, redoblando su lucha antiimperialista y contra los regímenes y gobiernos cipayos que son sus sirvientes y que han salido a apoyar la masacre imperialista, impidiendo en primer lugar, con la huelga y la movilización, que ni un solo soldado latinoamericano sea puesto al servicio de la maquinaria de guerra del imperialismo, en el camino de la huelga general hasta derrotar a esos regímenes y gobiernos y abrir el camino de la revolución proletaria en el continente.

Hacemos un llamamiento urgente a todas las organizaciones obreras, estudiantiles, de derechos humanos y partidos que se reclaman obreros y antiimperialistas del continente, a impulsar la más amplia unidad de acción antiimperialista, movilizaciones y acciones de masas en apoyo al pueblo afgano y a las masas oprimidas de Medio Oriente, y por la derrota de las potencias imperialistas. Llamamos a los trabajadores y a los estudiantes a impulsar en común en cada fábrica, empresa, colegio y universidad, Comités de Apoyo y Solidaridad con esta lucha. Los trotskistas principistas estamos dispuestos a participar e impulsar la más amplia unidad de acción antiimperialista, es decir, toda acción que haga avanzar esta lucha aunque no sea más que un paso, con cualquiera que esté dispuesto a darlo, sin por ello bajar ni un instante nuestras banderas ni renunciar a luchar por el programa revolucionario que aquí desarrollamos.

La guerra actual está volcada sobre las colonias. Algunos persiguen su posesión; otros las poseen y se rehusan a soltarlas. Nadie tiene la menor intención de liberarlas voluntariamente. Los centros metropolitanos en decadencia se ven obligados a extraer todo lo posible de las colonias y devolverles lo menos posible. Sólo la lucha revolucionaria directa y abierta de los pueblos esclavizados puede allanarles el camino para su emancipación.

En los países coloniales y semicoloniales la lucha por un estado nacional independiente, y en consecuencia la “defensa de la patria”, es en principio diferente de la lucha de los países imperialistas. El proletariado revolucionario de todo el mundo apoya incondicionalmente la lucha de China o la India por su independencia, porque esta lucha “al hacer romper a los pueblos atrasados con el asiatismo, el sectarismo o los lazos con el extranjero […] golpea poderosamente a los estados imperialistas”.

Al mismo tiempo la Cuarta Internacional sabe desde ya, y se lo advierte abiertamente a las naciones atrasadas, que sus estados nacionales tardíos ya no podrán contar con un desarrollo democrático independiente. Rodeada por el capitalismo decadente y sumergida en las contradicciones imperialistas, la independencia de un país atrasado será inevitablemente semificticia. Su régimen político, bajo la influencia de las contradicciones internas de clase y la represión externa, inevitablemente caerá en la dictadura contra el pueblo. Así es el régimen del Partido “del Pueblo” en Turquía; el del Kuomintang en China; así será mañana el régimen de Ghandi en la india. La lucha por la independencia nacional de las colonias es, desde el punto de vista del proletariado, sólo una etapa transicional en el camino que llevará a los países atrasados a la revolución socialista internacional.

La Cuarta Internacional no establece compartimentos estancos entre los países atrasados y los avanzados, entre las revoluciones democráticas y las socialistas. Las combina y las subordina a la lucha mundial de los oprimidos contra los opresores. Así como la única fuerza genuinamente revolucionaria de nuestra época es el proletariado internacional, el único programa con el que realmente se liquidará toda opresión, social y nacional, es el programa de la revolución permanente”. (Manifiesto de la IV Internacional...., 1940).

 

Comité Organizador del Trotskismo Principista (Cuarta Internacional)
24 de octubre de 2001

 

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