La lucha final es ahora
1ª parte: Comunismo o barbarie*
«El hombre --esta es la premisa fundamental de la propiedad privada-- produce solamente para tener. El fin de la producción es el tener. Y la producción no tiene solamente este fin útil, sino que tiene un fin egoísta; el hombre produce sólo con el fin de tener para si; el objeto de su producción es la objetivación de su necesidad inmediata, egoísta.»
«Por tanto, cuanto mayor y más desarrollado aparezca el poder social dentro de la relación de la propiedad privada, tanto más egoísta, más asocial, más alienado de su propia esencia se hace el hombre.»
Karl Marx, Extracto de lecturas de James Mill, 1844.
* * *
«Es la lucha final:
Agrupémonos»
(E. Pottier, La Internacional)
I - Que es la «lucha final»
«El desarrollo espiritual es el hecho más importante en la toma del poder por el proletariado. La revolución proletaria no es el producto de una fuerza bruta, física; es una victoria del espíritu. Resulta de la aplicación de las fuerzas de las masas obreras, pero estas fuerzas son también fuerzas espirituales. Los obreros no vencerán (...) más que porque la mayoría que forman desarrollará su poder moral e intelectual hasta un nivel más elevado que el enemigo. Cada gran revolución de la historia no triunfo más que porque nacían en las masas nuevas fuerzas espirituales. Una fuerza bruta y estúpida no puede más que destruir. Las revoluciones, por el contrario, son nuevas construcciones, producto de nuevas formas de organización y pensamiento. Las revoluciones son períodos constructivos de la evolución humana.»
Anton Pannekoek, Los Consejos Obreros (cap. Pensamiento y Acción), 1947.
1. La ideología del fin de la lucha de clases[1]
La contrarrevolución que emprendió el capitalismo contra los ideales revolucionarios del proletariado llegó a su extremo en las últimas décadas. Fue negada la posibilidad del comunismo, identificándolo con los sistemas totalitarios de capitalismo de Estado de la URRS, China y Europa del este. Fue negada la propia capacidad o carácter revolucionarios del proletariado como clase, visto como un elemento más de la sociedad burguesa, en descomposición a causa de los cambios estructurales y de la 'revolución' tecnológica del capitalismo; sus intereses estarían anclados en los límites del trabajo asalariado y, por consiguiente, todos sus esfuerzos habrían de dirigirse a la colaboración con el progreso capitalista o, como postulan los izquierdistas radicales postmodernos, a crear nuevas formas de producción y de vida desde dentro de la propia sociedad capitalista, renunciando a cualquier pretensión de expropiar a los capitalistas y elevar-se a la dominación política. La lucha de clases, tal y como la entendía el proletariado consciente, estaría acabada, reducida a conflictos corporativos, aislados, particularistas, sin cualquier tendencia revolucionaria.
Dejando aparte la cuestión de las falacias en que se basan toda esta masa de ideologías -cuya masividad o extensión como fenómeno de masas (aunque en grande parte ajena a la mayoría del proletariado, que está formalmente desideologizada e inactiva políticamente) es precisamente el reflejo de que se trata de una ideología producida en masa como los demás productos mercantiles del capitalismo-, hemos de ver que, detrás de la ideología general del fin de la lucha de clases en cualquiera de sus vertientes, sigue discurriendo en las sombras el fantasma de la lucha final.
Que el fantasma de la lucha final no es una mera ilusión nuestra lo ilustra el tremendo susto que, no hace tanto, los medios burgueses se llevaron en Argentina en diciembre del 2001, cuando anunciaban que "Argentina se hunde en el caos". Naturalmente, caos, anarquía, desorden, incontrolados, salvajes, son algunos de los apelativos de uso común entre los capitalistas para referirse al proletariado cuando defiende incondicionalmente sus propios intereses, haciendo frente a las distintas fuerzas del capitalismo que le esclavizan y se le oponen. Más particularmente, el "caos" al que temen los capitalistas, la "clase media" y todos los defensores de la propiedad privada, no es una aparición cualquiera, es el espectro de la lucha final cerniéndose sobre la sociedad burguesa.
Este espectro sigue vivo también en el viejo movimiento obrero, que sigue cantando su viejo himno internacional, a pesar de haber renunciado hace muchas décadas a cualquier internacionalismo real. No por casualidad aquí la lucha final solamente se presenta como un fantasma del pasado, que viene a susurrarle al oído a la clase obrera que todas sus frustraciones actuales -incluida su frustración con el propio reformismo- tendrán algún día su compensación, que el viejo sueño utópico cobrará de algún modo realidad algún día, aunque nunca lo lleguemos a ver, pues la utopía es un “más allá del mundo”, una esperanza religiosa que sitúa la emancipación del proletariado en los cielos de la imaginación y que induce el aturdimiento de su conciencia de clase.
En fin, la contrarrevolución ideológica que predica el fin de la lucha de clases puede bien haber librado a la burguesía de la amenaza de que el proletariado desarrolle cualquier expectativa revolucionaria a partir de sus luchas 'ordinarias' [2], creando un cierto convencimiento generalizado, especialmente entre los supuestos "dirigentes obreros" y similares, de que la lucha de clases no posee ningún potencial o tendencia revolucionarios, de que el antagonismo de clases no es irreconciliable, y/o el proletariado es incapaz de ser portador consciente de un proyecto autónomo de sociedad. Pero esa contrarrevolución ideológica no pudo eliminar aún el fantasma de la lucha final, que se presenta una y otra vez en la forma de explosiones sociales en todo el mundo y que persiste en la propia necesidad de las viejas organizaciones "obreras" de mantener los viejos cultos rituales, para mantener la adhesión del proletariado (más en concreto, de una minoría del proletariado y, a través de ella, mantener una cierta influencia y control políticos, a pesar del hecho de que su verdadera fuente de sustento son el propio capital y el Estado).
El fantasma de la lucha final no es otra cosa que la tendencia real del proletariado a ir más allá de las luchas 'ordinarias', encuadradas en el sistema legal y de negociación capitalista, para expresar prácticamente la necesidad de la supresión revolucionaria del capitalismo entero. Lo que ante la burguesía y la burocracia política y sindical se les presenta como un fantasma, es con todo más real que toda su producción en masa de basura ideológica para aturdir al proletariado.
2. La decadencia del capitalismo y el movimiento revolucionario del proletariado.
Para los antiguos socialistas y comunistas revolucionarios, la lucha final no era de ningún modo una mera frase, como tampoco lo era el fin revolucionario. El objetivo revolucionario era la expresión de las necesidades de un movimiento realmente existente que, en tanto unidad viva del ideal revolucionario y de la acción social, sería el comunismo, esto es: "el movimiento efectivo que anula y supera el estado presente" (Marx/Engels). Con la misma lógica, la lucha final era para ellos el proceso en el que el movimiento consciente del proletariado conseguiría suprimir el régimen de explotación, proceso de luchas y maduración cuya cúlmine sería la revolución social: la destrucción definitiva del capitalismo y su reemplazamiento por una sociedad de productores libres e iguales.
Cuando en el último cuarto del siglo XIX comenzó a hacerse patente una tendencia del capitalismo a mantener su ascenso económico, al tiempo que otorgaba cada vez más concesiones al movimiento obrero, entonces el fin revolucionario y la lucha por mejoras, la lucha actual y la lucha final, se separaron para toda una época que llega hasta la década de los 70 del siglo pasado. Con todo, el propio capitalismo no fue capaz de evitar que su tendencia al derrumbe económico progresase, y que límites cada vez mayores se levantasen ante el reformismo obrero, dando lugar a diversos períodos de ascenso de la lucha de clases y a explosiones revolucionarias que obligaron al capitalismo a incrementar estratégicamente las concesiones al proletariado al tiempo que le compelían a cambiar el modelo de acumulación. Fue de este modo como se pasó del capitalismo liberal al capitalismo de Estado a partir de la década de 1920, adoptando formas diferentes según el desarrollo económico de los países -el "weltfare state" democrático, la combinación fascista de propiedad privada y estatalización parcial de la economía (en diversos grados según el caso), el capitalismo de Estado totalizado del tipo estalinista-. Después, con la crisis internacional de los 70, se impuso la supresión del capitalismo de Estado (que no de la intervención estatal en general) y una "neoliberalización" de la economía.
El capitalismo actual está caracterizado por la decadencia abierta, al tiempo que combina eclécticamente formas de los modelos anteriores de estatalismo y liberalismo, ocultando un grado de integración capital-Estado-partidos-sindicatos-etc., o sea, entre el capital y todas las instituciones de la sociedad burguesa, que hace que la dominación capitalista adquiera un carácter más y más totalitario a pesar de la fachada de la democracia meramente procedimental, aparente, en la que el proletariado ya no puede estar representado como clase ni le representan los partidos parlamentarios ahora existentes.
El carácter decadente del capitalismo actual se hace aún más evidente cuando atendemos al curso de la lucha de clases, que cada vez se encuentra, en las luchas por objetivos meramente inmediatos, con obstáculos insolubles para lograr simples mantenimientos del salario real o tímidas mejoras en las condiciones de trabajo. Por contra, lo que vemos es el avance continuo de la ofensiva capitalista para reducir el valor real de los salarios y extender la jornada laboral, para incrementar los ritmos de trabajo y economizar en las condiciones laborales, para reducir o destruir todos los mecanismos de redistribución de la riqueza y de seguridad social.
La conclusión de esto es bien evidente: para el conjunto del proletariado -y no solo ya para l@s proletarios que han desarrollado una conciencia revolucionaria- la lucha final es AHORA.
«Resumiendo, obtenemos de la concepción [materialista] de la historia que dejamos expuesta los siguientes resultados:
1) En el desarrollo de las fuerzas productivas se llega a una fase en la que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las relaciones existentes, solo pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas productivas, sino más bien fuerzas destructivas (maquinaria y dinero); y, a la vez, surge una clase (...) que se ve expulsada de la sociedad y obligada a colocarse en la más resuelta contradicción con todas las demás clases; una clase que forma la mayoría de los miembros de la sociedad y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista, conciencia que, naturalmente, puede llegar a formarse también entre las otras clases, al contemplar la posición en que se encuentra colocada ésta;
2) que las condiciones en que pueden emplearse determinadas fuerzas productivas son las condiciones de la dominación de una determinada clase de la sociedad, cuyo poder social, emanado de su riqueza, encuentra su expresión práctico-idealista en la forma de Estado imperante en cada caso, razón por la cual toda lucha revolucionaria va necesariamente dirigida contra una clase, la que ha dominado hasta ahora;
3) que todas las revoluciones anteriores dejaban intacto el modo de actividad y sólo trataban de lograr otra distribución de esta, una nueva distribución del trabajo entre otras personas, al paso que la revolución comunista va dirigida contra el carácter anterior de la actividad, elimina el trabajo y suprime la dominación de todas las clases, al acabar con las clases mismas, ya que esta revolución es llevada a cabo por la clase a la que la sociedad no considera como tal, no reconoce como clase y que expresa ya de por sí la disolución de todas las clases, nacionalidades, etc., dentro de la sociedad actual, y
4) que, tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista, como para levar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y que, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases.»
Marx/Engels, La ideología alemana, 1846.
3. Las condiciones objetivas y las condiciones subjetivas del movimiento revolucionario del proletariado.
«Sólo los proletarios de la época actual, totalmente excluidos del ejercicio de su autoactividad, se encuentran en condiciones de hacer valer su autoactividad, íntegra y no limitada, consistente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y en el consiguiente desarrollo de una totalidad de capacidades.»
Marx/Engels, La ideología alemana, 1846.
Para que el potencial revolucionario del proletariado, contenido en su propio ser social como clase explotada, se transforme en acción, son necesarias unas condiciones objetivas que nada tienen que ver con valoraciones técnicas sobre si las fuerzas productivas existentes son suficientes para poner en práctica una economía comunista. En realidad, al contrario de lo que piensan los trotskistas, la actualización[3] del potencial revolucionario del proletariado coincide con el máximo desarrollo de las fuerzas productivas que permite el modo de producción capitalista. A medida en que las fuerzas productivas entran cada vez más en antagonismo abierto con la relación de producción existente, la clase revolucionaria, que también es una fuerza productiva, y la más importante, entra también en antagonismo abierto con la clase explotadora.
«Para que la clase oprimida pueda emanciparse, es preciso que las fuerzas productivas adquiridas ya y las relaciones sociales existentes no puedan coexistir. De todos los instrumentos de producción, la mayor fuerza productiva es la misma clase revolucionaria. La organización de los elementos revolucionarios como clase supone la existencia de todas las fuerzas productivas que podían engendrarse en el seno de la sociedad antigua.»
Marx, Miseria de la filosofía, 1847.
Las condiciones históricas han madurado hasta el punto de que cada vez más el capitalismo revela su incapacidad para mantener a la clase explotada aún dentro del marco de su régimen de explotación. Esto es lo que se resume en el Manifiesto Comunista del modo siguiente:
«El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente aún que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a esta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque se ve obligada a dejarlo decaer hasta el punto de tener que mantenerlo, en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en sucesivo, incompatible con la de la sociedad.»
El antagonismo de la clase obrera con el capital adopta entonces la forma radical de antagonismo con el propio trabajo asalariado, con la propia forma alienada del trabajo social. El trabajo asalariado, como valor de uso que el capital tiene para el proletariado en cuanto medio de producción necesario para su subsistencia material, entra en declive al convertirse de medio de subsistencia en negación de la misma: se incrementa cada vez más el trabajo excedente (plusvalía) en detrimento del trabajo necesario para reproducir el salario; se incompatibiliza cada vez más el crecimiento del empleo con el crecimiento de la acumulación y se engruesa más y más el ejército de parad@s -que sólo disminuye en cuanto estimula el avance de la degradación general del trabajo y permite un período en el que se invierte la tendencia, pero cada vez más breve y efímero a causa de las propias dificultades del capital para incrementar los puestos de trabajo en condiciones de rentabilidad-.
No se trata ya de un antagonismo de clases encuadrado en el conflicto por la socialización del progreso capitalista, en el que la lucha del proletariado funciona como un mecanismo de socialización de la riqueza aumentada por el desarrollo de la productividad, ya que ahora el propio crecimiento de la productividad del trabajo se incompatibiliza con la socialización de la riqueza. La identidad del proletariado con el trabajo asalariado[4], hasta el punto de autodefinirse como la masa asalariada -la definición sindical del proletariado- en lugar de como los productores de la riqueza social (la cual adopta la forma general de valores de cambio y, más específicamente, de capital en cuanto sirve para la explotación del trabajo), esta identidad entra en descomposición cuando el trabajo asalariado actúa meramente como un medio de esclavizamiento en beneficio del capital y ya no es posible ninguna socialización del progreso relativo; incluso a nivel global el progreso relativo -el crecimiento de las fuerzas productivas y, por consiguiente, de la productividad del trabajo- tiende al estancamiento.
En estas condiciones, la esencia revolucionaria de la oposición trabajo-capital, su irreconciabilidad de intereses, se convierte en una realidad efectiva universal y se hace cada vez más manifiesta en la relación inmediata entre proletariado y burguesía. Esta realidad universal comienza por decretar la imposibilidad del reformismo y la descomposición del viejo movimiento obrero sustentado en sus premisas. La inmediatez del antagonismo se traduce como una tendencia objetiva a la intensificación permanente de la lucha de clases, concretada en la ofensiva permanente del capital para degradar el trabajo y destruir las condiciones de existencia de la clase obrera -lo que, en última instancia, significa la destrucción del proletariado como clase, impidiendo incluso la mera supervivencia-. En estas condiciones, pues, las luchas de clases tienden a asumir un carácter revolucionario, y esta tendencia se acentúa en la medida en que se profundiza la decadencia del capitalismo.
4. La derrota de los 70.
Entre fines de los 60 y mediados de los 70 se produce la derrota de un ascenso general de las luchas proletarias, en lo cual las fuerzas del reformismo, organizadas principalmente en los sindicatos y partidos políticos, tienen un papel determinante. Este ascenso del proletariado era la expresión del agotamiento del capitalismo en general, y no meramente del agotamiento de una forma de la acumulación de capital -el capitalismo de Estado-. Por eso, esa derrota del proletariado, que se ha prolongado hasta la actualidad como un reflujo general -sin que la tendencia se lograse invertir-, tiene un enorme significado histórico: es una derrota del proletariado como sujeto revolucionario real, como portador de la necesidad histórica del comunismo, a causa de su conciencia alienada. No sólo de la conciencia alienada como clase en-si, esto es, de su conciencia alienada sobre la sociedad capitalista, sino sobre todo de su conciencia alienada como clase para-si, acerca de sus intereses como clase y la forma de realizarlos (la conciencia reformista, las viejas formas de organización y acción).
Como resultado de esa derrota histórica, el viejo movimiento obrero en declive no fue aún reemplazado por un nuevo movimiento de clase fundado en los principios revolucionarios. En cambio, el desarrollo de la ofensiva capitalista y el crecimiento del poder del capital no cesan y quiebran continuamente las precarias formas de resistencia del proletariado, todavía ancladas en las formas reformistas o demasiado débiles y poco maduras para hacer frente a esta persistente intensificación de la explotación y de la dominación capitalistas.
Este proceso de fortalecimiento de la dictadura del capital para sustentar su ofensiva económica contra el proletariado se concreta en tres niveles:
1º) La integración completa de todas las instituciones capitalistas, tanto a nivel nacional como, cada vez más, la nivel directamente mundial, formando una red de poder en torno al poder político: la Fábrica-Estado.
2º) Un proceso de precarización general de las condiciones de existencia de la fuerza de trabajo, no solo para abaratarla, sino principalmente como forma de disciplinamiento de la clase obrera y, por consiguiente, de fortalecimiento del poder patronal sobre el proceso de trabajo.
3º) El carácter omnímodo que adquiere la dominación del capital, el cual se apropia de toda la vida social, de todas las condiciones materiales y espirituales de la vida de los individuos, constituyendo en la práctica una forma de apropiación por la clase capitalista de todos los recursos de la sociedad: el comunismo del capital.
Lo que actualmente tenemos que enfrentar no es, de ninguno modo, un retroceso temporal a causa de la burocratización del movimiento obrero, de las derrotas del proletariado, de la crisis de las "direcciones" políticas, etc., como predican todas las fuerzas reformistas o incapaces de ir más allá de la comprensión reformista de la lucha de clases y de la historia. Lo que actualmente enfrentamos es a un capitalismo en declive que, para perpetuarse económica y políticamente, necesita asumir un carácter cada vez más totalitario y brutal. Así, la descomposición del capitalismo como modo de producción va acompañada paralelamente del fortalecimiento e intensificación de su dominación de clase. Esto no salvará a la burguesía del ascenso de la lucha de clases, pero sí actúa como un muro de contención que, para ser quebrado, requerirá de un nivel de desarrollo de la conciencia y de la fuerza del proletariado superior al del viejo movimiento obrero.
En última instancia, el declive del capitalismo como modo de producción no significa directamente su declive como modo de dominación. La burguesía defenderá sus propiedades privadas hasta el último momento y con todos los medios de que disponga. De tal modo que, igual que el derrumbe económico del capitalismo no se producirá más que por la lucha del proletariado como clase consciente, el derrumbe de la dominación capitalista tendrá que ser el fruto de la autoconstrucción del proletariado como poder revolucionario.
II - La comunidad de l@s proletari@s.
1. Las tendencias sociales del capitalismo decadente
«La clase poseedora y la clase de los proletarios presentan la misma autoalienación humana. Pero la primera clase se siente bien y confirmada en esta autoalienación, sabe la autoalienación como un poder propio y en él posee la apariencia de una existencia humana; la segunda se siente aniquilada en la autoalienación, ve en ella su impotencia y la realidad efectiva de una existencia inhumana. Ella es, usando una expresión de Hegel, en la depravación, la rebelión contra esta depravación, una rebelión a la que ella se verá empujada necesariamente por la contradicción de su naturaleza humana con su situación de vida, que es la negación franca, decidida, inclusiva de su naturaleza.»
«Si el proletariado conquista la victoria, esto no significa que se haya convertido en el tipo absoluto de sociedad, pues sólo es victorioso suprimiéndose a si mismo y a su contrario. Y, entonces, el proletariado habrá desaparecido tanto como el contrario que lo condiciona, la propiedad privada.
(...) En el proletariado plenamente desarrollado se hace abstracción de toda humanidad, hasta de la apariencia de humanidad; en las condiciones de existencia del proletariado se condensan TODAS las condiciones de existencia de la sociedad actual. (...) No puede suprimir sus propias condiciones de existencia sin suprimir TODAS las condiciones de existencia inhumanas de la sociedad actual que se condensan en su situación.»
Marx/Engels, La Sagrada Familia, fines de 1844.
Decía el Manifiesto Comunista que la lucha de clases solamente podría acabar "con la transformación revolucionaria de la sociedad o con el hundimiento común de las clases en lucha". Este "hundimiento" significa un proceso autodestructivo en el que el capital tiende a suprimir las condiciones de su propia existencia como modo de producción y como clase, provocando un retroceso histórico aparente -en realidad, un avance en dirección a una forma de barbarie sin precedentes-.
O sea, la consigna revolucionaria de "Comunismo o Barbarie" no es solamente una posición política, es la expresión de la tendencia histórica de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Por tanto, también es el contenido que se hace efectivo en una forma inmediata y universal en la época de decadencia abierta del capitalismo y en el consiguiente proceso de lucha final.
El hundimiento de las clases, de la dominante porque no puede reproducir las condiciones de su dominación, de la dominada porque no es capaz de realizar la transformación social que es históricamente necesaria, es una posibilidad real y, es más, una tendencia que está manifestándose ante nuestros ojos. El retrotraimiento de la sociedad a condiciones de vida propias del pasado -más en concreto, del siglo XIX- es su cara material. Pero existe también una cara espiritual, en la que se divisa más claramente el verdadero significado de esta aparente regresión: un salto adelante en la deshumanización general.
La barbarie capitalista es, en su esencia, la expansión de la "desrealización del trabajador" de la que hablaba Marx en los Manuscritos de París (1844):
«Hasta tal punto aparece la realización del trabajo como desrealización del trabajador, que este es desrealizado hasta llegar a la muerte por inanición.»
Pero esta desrealización es también espiritual, porque el/la proletari@ "se ve rebajado en lo espiritual y en lo corporal a la condición de máquina":
«...Cuanto más produce el trabajador, tanto menos tiene que consumir; cuantos más valores crea, tanto más sin valor, tanto más indigno es él; cuanto más elaborado su producto, tanto más deforme el trabajador; cuanto más civilizado su objeto, tanto más bárbaro el trabajador; cuanto más rico espiritualmente se hace el trabajo, tanto más desespiritualizado y ligado a la naturaleza queda el trabajador.»
«...El trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; (...) en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desenvuelve una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu.»
«...La relación del trabajo con el acto de la producción dentro del trabajo (...) es la relación del trabajador con su propia actividad como con una actividad extraña, (...) la propia energía física y espiritual del trabajador, su vida personal (pues qué es la vida, sino actividad) como una actividad que no le pertenece, independiente de él, dirigida contra él. [Es] la alienación respecto de sí mismo»
***
«El trabajo alienado, por tanto, (...) hace del ser genérico[5] del hombre, tanto de la naturaleza como de sus facultades espirituales genéricas, un ser ajeno para él, un medio de existencia individual. Hace extraños al hombre su propio cuerpo, la naturaleza fuera de él, su esencia espiritual, su esencia humana.»
«La producción produce al hombre no sólo como mercancía, mercancía humana, hombre determinado como mercancía; él produce, de acuerdo con esta determinación, como un ser deshumanizado tanto física como espiritualmente. Inmoralidad, deformación, embrutecimiento de trabajadores y capitalistas.
«En el mundo práctico, real, el extrañamiento de sí sólo puede manifestarse mediante la relación práctica, real, con los otros hombres. El medio mismo por el que el extrañamiento se opera es un medio práctico. En consecuencia, mediante el trabajo alienado no sólo produce el hombre su relación con el objeto y con el acto de la propia producción como con poderes que le son extraños y hostiles, sino también la relación en la que los otros hombres se encuentran con su producto y la relación en la que él está con estos otros hombres. De la misma manera que hace de su propia producción su desrealización, su castigo; de su propio producto su pérdida, un producto que no le pertenece; así también crea el dominio de quien no produce sobre la producción y el producto. Al alienarse de su propia actividad hace poseedor al extraño de la actividad que no le es propia.»
***
«La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto sólo es nuestro cuando lo tenemos, cuando existe para nosotros como capital o cuando es inmediatamente poseído, comido, bebido, vestido, habitado, en resumen, utilizado por nosotros. (...)
En lugar de todos los sentidos físicos y espirituales ha aparecido así la simple alienación de todos estos sentidos, el sentido del tener.»
Manuscritos económicos y filosóficos de París, 1844.
La propia experiencia del mundo, las propias capacidades humanas, son alienadas de la esencia humana como especie, hasta el punto de que la conciencia existente se convierte en la negación más completa de las cualidades humanas. La liberación de todos los sentidos y cualidades humanos, que Marx defendía en los Manuscritos de París, es actualmente una necesidad imperativa e inmediata. Una sociedad que reduce a los seres humanos a máquinas tiene que producir, simultáneamente, una forma de conciencia general aberrante, por mucho que ésta sea recubierta por diversas capas ideológicas que constituyen una forma de "humanidad" aparente, frente a la cual se impone en la vida práctica la conciencia realmente existente, la conciencia social práctica, determinada por las propias relaciones sociales a lo largo de la vida de los individuos, y transmitida generacionalmente.
A la tendencia al esclavizamiento del trabajo, a las guerras de pura rapiña, al egoísmo desenfrenado y animalizado que se aferra a la vida reducida a una acumulación -real o ilusoria, según para qué clase soocial- de riqueza material, corresponde una creciente autoanulación de la esencia humana, manifiesta en la disolución de toda comunidad entre los individuos salvo los vínculos egoístas como individuos privados, separados (vínculos que, en su existencia social real, están subordinados a la acumulación social de capital).
La extensión de la mentalidad antisocial, con actitudes psicopáticas; de la violencia familiar contra las mujeres y l@s hij@s; el gusto por la comida artificial, la ausencia de cualquier interés por el conocimiento, etc., en definitiva, la deshumanización de todos los aspectos y momentos de la vida, rebasan lo que Marx llamara la "animalización", la reducción de la vida humana a las necesidades animales. Se trata de
«La inversión del comportamiento individual en su contrario, un mero comportamiento de objeto»
Marx/Engels, La ideología alemana, 1846.
A esta deshumanización maquinal de las capacidades y de la sensibilidad de los individuos se acrecienta, cada vez más y paralelamente, la anulación de la comunidad esencial que une a los seres humanos. Esta deshumanización radical que transforma a los seres humanos en seres bestiales y sin alma cuestiona la propia continuidad de la evolución humana y constituye una degeneración sin freno de nuestra especie hacia la vida infrarracional. El fundamento de la deshumanización, las relaciones sociales alienantes que anulan las capacidades humanas y producen la desidentificación del individuo con la especie, con la comunidad esencial -que se concreta en un sentimiento de separación respecto de los otros y en una percepción de los otros como seres extraños- asume ya una realidad inmediata y cada vez más extendida, pues corre junto a la propia decadencia de la sociedad existente.
Barbarie material y barbarie espiritual, deshumanización de los individuos y deshumanización de sus relaciones sociales, son las dos caras de la misma autoalienación humana que el capitalismo reproduce una y otra vez a escala siempre ampliada.
El desarrollo del capitalismo significa que todos los elementos y relaciones de la vida social son mercantilizados, insertados en el proceso de autovalorización global del capital. Con esto, la burguesía crea un modo de vida que puede caracterizarse como "espectacular", y cuyo fundamento es la supresión de la autoactividad humana real para reemplazarla por una autoactividad inducida y programada. La promoción televisiva del consumismo es solamente la forma más primitiva y simple de esta relación, que encuentra en la idea de reemplazar la vida real por una vida virtual programada su expresión más avanzada, aún escasamente desarrollada en el momento actual. En combinación con esta producción de alienación espiritual, en la que todas las relaciones y formas de actividad social se convierten en un inmenso círculo que reproduce la alienación proletaria a escala ampliada, tenemos la creciente intensificación del conflicto entre los deseos individuales y la destrucción, por el propio capitalismo, de las condiciones necesarias para su realización. Este conflicto con el modo de vida, situado dentro de la atmósfera alienante en que "viven" los individuos, y con la presión ideológica suplementaria de la clase capitalista a través de sus medios de masas (cuyo objeto es crear y mejorar las condiciones para la valorización del capital global y repartir la tarta entre los capitalistas particulares), tiene que producir necesariamente formas de pensamiento y conducta antisociales y antihumanos.
2. Egoísmo y autoalienación para-si de los individuos.
«El régimen de la gens en pleno florecimiento, como lo hemos visto en América, suponía una producción en extremo rudimentaria y, por consiguiente (...) una sujeción casi completa del hombre a la naturaleza exterior, incomprensible y ajena para el hombre, lo que se refleja en sus pueriles ideas religiosas. (...) Por más imponentes que nos parezcan los hombres de esa época, apenas si se diferenciaban unos de otros; estaban aún sujetos, como dice Marx, al cordón umbilical de la comunidad primitiva. El poderío de esas comunidades tenía que quebrarse y fue quebrado. Pero se deshizo por influencias que, desde un principio, se nos presentan como una degradación, como una caída de la sencilla altura moral de la antigua sociedad de las gens. Los intereses más viles -la baja codicia, la brutal avidez por los gozos, la sórdida avaricia, el robo egoísta de la propiedad común- inauguran la nueva sociedad civilizada, la sociedad de clases; los medios más vergonzosos –el robo, la violencia, la perfidia, la traición-, minan la antigua sociedad de las gens, sociedad sin clases, y la conducen a su perdición. Y la misma nueva sociedad, a través de dos mil quinientos años de su existencia, no ha sido nunca más que el desarrollo de una ínfima minoría a expensas de una inmensa mayoría de explotados y oprimidos; y eso es hoy más que nunca.»
F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, 1884.
Desde un punto de vista psicológico materialista y dialéctico, el egoísmo es la relación existente entre el Yo o ego, en tanto estructura de dirección de la autoactividad psíquica, y el ser psíquico total en cuanto energía-conciencia, por la cual el ser psíquico o autoactividad psíquica total es subordinado a los imperativos de esta estructura directiva. El egoísmo crea una forma de personalidad extrañada del propio ser psíquico interior, además de del ser social esencial (de la comunidad de la especie).
Lo mismo que el trabajo asalariado hace que su producto se convierta en un poder ajeno que lo domina, la autoactividad psicológica alienada hace que el ego se convierta en un poder ajeno que domina sobre las verdaderas necesidades y tendencias psíquicas. Igual que el trabajo vivo es subordinado al trabajo muerto, la energía psíquica es subordinada al crecimiento del ego formando una personalidad frontal, superficial, conjunto de impresiones externas y arbitrarias, que limita la autoactividad psíquica y, por consiguiente, el desarrollo de todas las capacidades internas. Esto impide, particularmente, el desarrollo autónomo de la vida mental, que queda subordinada a las acciones y reacciones ciegas entre los impulsos y necesidades de la psique y el mundo exterior. Naturalmente, aunque el egoísmo es una característica del nivel de desarrollo histórico de la psique humana, en el proletariado es, al mismo tempo, un resultado perpetuado por su situación de opresión, mientras que en la burguesía es visto como la fuente de su libertad, dado que constituye el fundamento subjetivo de la propiedad privada, como el trabajo alienado es su fundamento objetivo.
Pero la vida psicológica está determinada históricamente, por el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales, que son la mediación, la experiencia, que impulsa colectivamente a la humanidad desde la ignorancia al conocimiento. El autoconocimiento psicológico es también un producto histórico. Igualmente, la alienación psicológica que produce el egoísmo tiene su base en la lucha por la existencia material que recorre la historia de la humanidad (diríamos mejor, con Marx: aún su prehistoria). Esta lucha por la existencia adquiere, en la sociedad dividida en clases, la forma de la lucha por la propiedad privada, y por eso en esta formación social el egoísmo tiene que presentarse como el egoísmo de la propiedad privada y que materializar-se en relaciones sociales de clase, determinando todo el proceso de producción y reproducción de la vida social.
«Del curso real del proceso de desarrollo se deduce el triunfo necesario del capitalismo, es decir, de la propiedad privada ilustrada sobre la no ilustrada, bastarda, sobre el propietario de la tierra, del mismo modo que, en general, ha de vencer el movimiento a la inmovilidad, la vileza abierta y consciente de si misma a la escondida e inconsciente, la codicia a la avidez de placeres, el egoísmo declarado, incansable y experimentado de la ilustración, al egoísmo local, simple, perezoso y fantástico de la superstición; como el dinero ha de vencer a todas las otras formas de la propiedad privada.»
«Cada individuo especula sobre el modo de crear en el otro una nueva necesidad para obligarle a un nuevo sacrificio, para sumirle en una nueva dependencia, para desviarle hacia una nueva forma de placer y, con esto, de la ruina económica. Cada cual trata de crear una fuerza esencial extraña sobre el otro, para encontrar así satisfacción a su propia necesidad egoísta.
Con la masa de objetos crece, pues, el reino de los seres ajenos a los que el hombre está sometido y cada nuevo producto es una nueva potencia del recíproco engaño y la recíproca explotación.»
Marx, Manuscritos económicos y filosóficos de París, 1844.
Pero la lucha por la propiedad privada indica ya la existencia de una alienación del trabajo social, es la expresión psicológica del trabajo alienado -trabajo que es la forma social de la alienación del ser humano de su comunidad esencial, social, como especie-. Así, el capitalismo significa, para el desarrollo psicológico de la humanidad, que este egoísmo de la propiedad privada, arraigado ya durante siglos en las formas de conciencia social y en la psicología de los individuos, es desarrollado a un nivel superior -junto con la fuerza productiva del trabajo alienado-, exteriorizando cada vez más su verdadera naturaleza esencial, antisocial y antihumana.
3. El subjetivismo delirante.
Ese desarrollo extremo de la autoalienación psicológica es lo que llamamos subjetivismo delirante.
Aunque este subjetivismo se presente con la forma del individualismo burgués, en su contenido manifiesta características incompatibles no sólo con el desarrollo de la sociedad, sino mismo con el desarrollo de la sociedad burguesa.
Se trata de una forma de egoísmo en la que la relación del capital es interiorizada a nivel máximo, y confundida con la autoafirmación personal: el propio ego alienado, que busca la maximización de los beneficios personales y ante el cual las necesidades de los demás deben subordinarse, es afirmado por el individuo como su propio ser. En lugar de buscar afirmar las propias necesidades, lo cual, a través de la comunicación y la discusión en sociedad, conduce a formas de conciencia comunitarias, lo que se afirma aquí son los deseos e ideas creados por la mercantilización de la vida como si constituyesen la esencia de las propias necesidades, la identidad social alienada como verdadera esencia humana.
Pero el sustento de esta conciencia mistificada no es simplemente la presión del mundo alienado, espectacular, mercantilizado, con sus conductas e ideas instituidas, sino el propio mecanismo del egoísmo que, sobre la base de la adhesión psicológica a la cultura de la posesión privada, transforma la dependencia material del capitalismo -en cuanto mediación obligada entre el trrabajador y sus medios de subsistencia (su producto social)- en dependencia espiritual.
El desarrollo máximo del capitalismo significa también la totalización del enorme poder de los mecanismos de sometimiento y mercantilización de la actividad humana. La autoalienación, que comienza en la producción cuando el trabajo produce, por su propia actividad alienada, un poder ajeno que se le opone -la propiedad privada-, encuentra ahora en el plano último de la reproducción de la vida social, en la propia vida psicológica, su confirmación y realimentación.
A medida que el capital se expresa en la forma de representaciones sensibles (imágenes, palabras, ritmos, sensaciones) e inunda con ellas toda la vida cotidiana transformándola en un círculo alienante, la fuerza de estas representaciones sensibles se interioriza en la psique de los individuos y la amolda a la relación del capital, a la subordinación de la autoactividad y capacidades humanas a la acumulación privada de riqueza. Nunca tanto como hoy se confirma la tesis de Marx de que la naturaleza humana no es más que el conjunto de las relaciones sociales (Tesis sobre Feuerbach, 1845).
El individuo alienado no se limita ya a reproducir los hábitos que inducen en su psique el trabajo asalariado y la vida animalizada y programada, sino que su propia energía psíquica actúa también reforzando esta alienación, creando una psicología completamente autoalienada. La capacidad de autodeterminación, inherente a la naturaleza humana, una vez anulada por todas las relaciones sociales represivas y amoldada a la vida mercantilizada, se transforma en una fuerza activa de producción de la vida alienada. La propia psique interioriza y reexterioriza, realimenta, el mundo alienado creado por la relación de producción capitalista. Asume las representaciones sensibles del capital como representaciones propias, como representaciones de sus deseos y aspiraciones, construye a partir de ellas su identidad subjetiva. Los propios sentidos son, entonces, alienados, y la experiencia de la realidad queda falseada, deformada, virtualizada. La realidad efectiva es reemplazada por la realidad virtual que experimenta el sujeto alienado (el automovimiento fetichista del capital reproducido como automovimiento fetichista de la psique alienada). La conciencia alcanza su alienación máxima y solamente a nivel de su constitución biológica, animal, el ser humano conserva involucionadas sus verdaderas necesidades y capacidades como tal. El estado de alienación es tomado por natural y lo natural es experimentado subjetivamente como algo ajeno, artificial, inconcebible.
El automovimiento ciego del capital posee a l@s propi@s proletari@s que, en su ceguera, sustentan una falsa conciencia -no una mera conciencia ilusoria- de la realidad social. No se trata ya de cualesquiera ilusiones reformistas o desconfianzas acerca de la propia capacidad revolucionaria de la clase, sino de una total autoalienación para-si (en contraposición a la mera autoalienación en-si que supone ser el sujeto del trabajo alienado). Se trata mismo de que l@s propi@s proletari@s se desidentifican de su comunidad esencial como clase y como seres humanos, y consideran esta no identidad como algo esencial en lo que encuentran a su fuente de autoafirmación. Conciben su propio estado alienado del mismo modo que la burguesía el suyo: como un poder propio y una confirmación de si. Se evidencia, pues, que la conciencia dominante de la que participan es mucho más el producto de su propia vida social que un simple reflejo de la presión ideológica que ejerce la clase capitalista combinada con la pasividad propia del esclavo o esclava asalariad@.
Esta falsa conciencia no consiste simplemente en que, prisioneros de una psicología completamente alienada, los individuos sean incapaces de reconocer sus verdaderas necesidades como tales y consideren tales las necesidades inducidas por el capitalismo. Consiste en la autoidentidad psicológica con el estado de absoluta alienación como el estado humano absolutamente positivo. Es la autoafirmación mistificada (el ego como el ser) dentro del estado de la mistificación real de la vida (el reconocimiento de la propiedad privada, del capital, como poder autónomo y creador, y por extensión de la sociedad capitalista como la verdadera existencia humana), la autoalienación subjetiva dentro de la autoalienación objetiva.
«¡En su representación abstracta y en su abstracción inanimada, el individuo egoísta de la sociedad burguesa gusta de inflarse y transformarse en átomo, es decir, en un ser sin relaciones, bastándose a si mismo, sin necesidades, absolutamente perfecto y bienaventurado! La desgraciada realidad no se preocupa de la imaginación de ese individuo; y éste se ve forzado por cada uno de sus sentidos a creer en el sentido del mundo y de los otros individuos; y hasta su estómago profano le recuerda cada día que, fuera de él, el mundo no está vacío y que, por el contrario, es éste el que le llena (al estómago). (Marx/Engels, La Sagrada Familia, fines de 1844.)
4. Las tareas de la autotransformación del proletariado.
Políticamente, el subjetivismo delirante se expresa entre el proletariado como una incapacidad para llegar a una confluencia práctica racional sobre la base de los intereses de clase y en la comprensión de la necesidad de organización. Y como su naturaleza es antisocial, tiene que llevar una y otra vez a la autorreclusión individual y a la autoanulación. Y mientras que las ilusiones reformistas y la desconfianza en el potencial de la clase tienden a disolverse espontáneamente, cuando la realidad y tendencia de la lucha de clases se imponen en la experiencia individual, esta falsa conciencia, profundamente arraigada en la vida psicológica, sólo puede ser transformada a lo largo de un difícil proceso de liberación espiritual que depende de la propia iniciativa de los individuos.
De este modo, el esfuerzo por la construcción de un nuevo movimiento obrero chocará temporalmente con obstáculos espirituales cada vez más grandes, hasta el momento en que la vanguardia revolucionaria sea lo suficientemente potente -cuantitativa y cualitativamente- como para contrapesar las fuerzas alienantes dentro del propio proletariado, que se oponen a la autoconstrucción de éste mismo en sujeto revolucionario. Para eso la vanguardia revolucionaria no puede ser simplemente una vanguardia en la lucha material; debe constituirse ella misma en vanguardia espiritual en un sentido amplio. Debe desarrollar un programa de autoliberación integral y aportarlo a la clase, debe constituirse en mediación antagónica al círculo de la autoalienación subjetiva, debe ser la punta de avance del proceso de autoconstitución de la clase en sujeto revolucionario integral, debe acometer en sí misma la transformación espiritual necesaria, descubriendo los medios adecuados. Con todo:
«Un nuevo sistema productivo nunca será una estructura artificial que se construye sólo sobre la base de la voluntad humana, sino que se desata como un proceso irresistible de la naturaleza, como una convulsión que sacude la sociedad en lo más profundo. Es el resultado de una larga y obstinada lucha de clases. Y sólo a través de ésta podrán nacer y desarrollarse las fuerzas necesarias para construir el mundo nuevo.
¿Cuáles serán los fundamentos de éste? Serán fuerzas sociales como la fraternidad y la solidaridad, la disciplina y el entusiasmo. Fuerzas morales como la abnegación y la entrega a la comunidad. Fuerzas espirituales como la sabiduría, el coraje y la perseverancia. La sólida organización que concentra, hacia la misma meta, todas esas fuerzas que son consecuencia de la lucha de clases. Éstas no pueden crearse previamente, por una acción voluntarista. Los primeros signos aparecerán espontáneamente en los trabajadores, a partir de su común explotación. Se desarrollarán sin cesar a partir de las necesidades de la lucha, bajo la influencia de su experiencia, el estímulo mutuo y la educación recíproca. Nacerán necesariamente, porque su desarrollo proporcionará la victoria, mientras que su ausencia es síntoma de derrota.
Mientras tanto estas fuerzas no se desenvuelvan suficientemente y los nuevos principios no colmen el corazón y el espíritu de los trabajadores, fracasarán todos los intentos para construir un mundo nuevo, aunque tengan algún éxito las luchas. Porque los seres humanos tienen que vivir, la producción tiene que continuar, y si dichas fuerzas están ausentes, otras, coactivas, represivas y regresivas ocuparán su lugar. El combate tendrá que mantenerse hasta que las fuerzas sociales de la clase obrera logren un poder suficiente que lleve al autogobierno y al dominio total de la sociedad.»
Anton Pannekoek, Los consejos obreros, 1947.
En definitiva, la lucha final se decidirá de lado del proletariado si éste es capaz de comprender que la transformación subjetiva no puede esperar, sino que la revolución comunista debe ser una revolución total. No es posible cambiar una parte sin cambiar también el todo.
Evidentemente, l@s proletari@s tienden a autoliberarse espiritualmente; sin esta iniciativa y su libre desarrollo espiritual no podrá nunca realizarse, como tampoco su autoliberación material. Las mismas dificultades y precondiciones necesarias para la autoliberación de la fuerza material de la clase son las que existen y son precisas para su autoliberación espiritual y se inscriben en un mismo movimiento real. Pero la concreción de los medios para la autoliberación espiritual tiene que tener su propio desarrollo, a no ser que se presuponga -sin fundamentación histórica y práctica alguna- que la fuerza de la necesidad vital y el desarrollo teórico constituyen condición suficiente para conquistar la libertad espiritual. Al contrario, nuestra experiencia individual, y la experiencia histórica del movimiento proletario hasta ahora, demuestran que ese desarrollo de la conciencia teórica no es suficiente aun para consolidar una autonomía intelectual, por lo que ésta tiende a circunscribirse a una elite extremadamente reducida de dirigentes teóricos, y aún dentro de esta elite, a estar subordinada al curso de la lucha de clases. O sea, individuos intelectualmente autónomos como lo fueron los grandes teóricos del comunismo revolucionario, de Marx a Pannekoek, siempre han sido hasta ahora casos excepcionales. En cambio, el nivel de extensión y profundización de la autoalienación humana en la época actual imponen, tanto más cuanto mayor sea el desarrollo capitalista de los países o áreas capitalistas en los que nos situemos, que la autonomía intelectual se desarrolle hasta alcanzar la magnitud de una nueva vanguardia consciente de masas.
Sintentizando los últimos apartados: al comunismo de las cosas corresponde el comunismo de los individuos -la realización de la comunidad humana essencial-. Para que esto se haga realidad, es preciso un largo proceso de autotransformación humana orientado a la superación del egoísmo y a la creación de una nueva forma de conciencia[6]. Este proceso debe comenzar por la transformación del egoísmo alienado y limitado de la propiedad privada en un egoísmo verdaderamente social y progresivo para todos los campos de la evolución humana; un egoísmo que, por consiguiente, entienda su libertad como una expansión constante de su autonomía interior y exterior, buscando integrar armónicamente todas las dimensiones de su ser personal y social; un egoísmo, en definitiva, orientado a la búsqueda y realización de la verdad y de la plenitud de la vida humana, de la comunión material y espiritual del género humano consigo mism@s -la unión psicológica con su ser común esencial-, entre sí, con la naturaleza y con el mundo. De este modo, a la transición entre la revolución proletaria y la desaparición del poder político corresponderá la transición del egoísmo comunista a una forma de conciencia superior.
«...La comunidad de la que se encuentra separado el trabajador es una comunidad de distinta realidad, de distinto alcance que la comunidad política. La comunidad de la que le separa su propio trabajo es la vida misma, la vida física y espiritual, la moralidad humana, la actividad humana, el goce humano, la esencia humana. La esencia humana es la verdadera comunidad de los hombres.»
Marx, Glosas críticas al artigo 'El rey de Prusia y la reforma social', 1844.
***
«El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en cuanto autoextrañamiento del hombre, y por eso como apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por eso como retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género.»
«La objetivación de la esencia humana, tanto en el sentido teórico como en el sentido práctico, es, pues, necesaria tanto para hacer humano el sentido del hombre como para crear el sentido humano correspondiente a la riqueza plena de la esencia humana y natural.»
Marx, Manuscritos de París, 1844.
***
«En cuanto que la esencia humana es la verdadera comunidad de los hombres, ellos crean, producen, mediante la manifestación de su esencia, la comunidad humana, la esencia social, que no es una potencia general abstracta frente al individuo suelto, sino la esencia de cada individuo, su propia actividad, su propia vida, su propio espíritu, su propia riqueza.»
«Suponiendo que produjésemos como hombres, cada uno de nosotros se habría afirmado doblemente en su producción a sí mismo y al otro.
1) Yo objetivaría en mi producción a mi individualidad y su ser propio, lo que quiere decir que mi actividad sería una manifestación de vida individual y que la contemplación del objeto me depararía el goce individual de saber mi personalidad como un poder objetivo, perceptible por los sentidos y, por tanto, sustraído la toda duda.
2) En tu disfrute o en tu uso de mi producto experimentaría yo, directamente, así el goce como la conciencia de haber satisfecho con mi trabajo una necesidad humana, es decir, de haber objetivado la esencia humana, procurando con ello a otra esencia humana su correspondiente objeto.
3) La conciencia y el goce de ser el mediador entre tu y el género, es decir, de ser considerado y sentido por ti mismo como un complemento de tu propia esencia y como parte necesaria de ti mismo, de saberme, con ello, confirmado por ti en tu pensamiento y en tu amor.
4) Y la conciencia y el
goce de haber creado directamente con mi manifestación individual de vida tu
propia manifestación vital y, con esto, de haber confirmado y realizado
directamente en mi actividad a mi verdadera esencia, mi esencia humana, mi esencia
común.»
Marx, Extracto de lecturas de James Mill, 1844.
***
«La libertad, que ha sido tan ruidosamente proclamada como una esencia del progreso moderno, es una libertad exterior, mecánica e irreal. La igualdad que tanto ha sido buscada después y batallada es igualmente una igualdad exterior y mecánica, y resultará ser una igualdad irreal. La fraternidad ni siquiera es reivindicada como un principio factible del ordenamiento de la vida, y lo que se propone como su sustituto es el principio exterior y mecánico de la asociación igual o, en el mejor de los casos, una camaradería del trabajo.»
«Sólo una libertad espiritual e interior puede crear un orden humano perfecto. Sólo una iluminación espiritual, una iluminación más perfecta y poderosa que las luces racionales, puede disipar las sombras de la naturaleza vital del hombre e imponer la armonía a sus búsquedas egoístas, a sus antagonismos y discordias.
Una fraternidad más profunda, una ley de amor todavía desconocida, es el único fundamento seguro posible para una perfecta evolución social; ninguna otra cosa podrá reemplazarlo. Pero esta fraternidad y este amor no procederán de los instintos vitales ni de la razón, pues pronto se verían enfrentados a razonamientos opuestos y serían perturbados o dislocados por otros instintos discordantes. No se fundarán tampoco en el corazón natural del hombre, donde tantas otras pasiones se apresurarían a combatirlos. Es en el alma donde deben hallar sus raíces; es un amor fundado en una verdad más profunda de nuestro ser, y una fraternidad, o, digamos, más bien, un compañerismo espiritual -pues es un sentimiento completamente distinto del sentido mental o vital de la fraternidad, una fuerza motriz más apacible y perdurable- que es la expresión de una realización interior de la unidad.» (El ciclo humano, 1915-18)
«Si alguna vez el comunismo se reinstaurase con éxito en la tierra, tendría que fundarse en la fraternidad del alma y en la muerte del egoísmo. Una asociación forzada y una camaradería mecánica nos llevarían a un fiasco mundial.» (Pensamientos y aforismos, 1913-15)
Aurobindo Ghose (1872-1950),
Yogui revolucionario indio
[1] El fin de la lucha de clases solamente será real cuando se suprima totalmente la división de la sociedad en clases. El comunismo significa que la lucha de clases toca a su fin, como la dominación y la existencia de las propias clases.
[2] Con luchas "ordinarias"
nos referimos a todas las luchas orientadas a las necesidades más o menos
inmediatas y que no explicitan una conciencia de antagonismo irreconciliable
entre las clases.
[3] Pasar de potencia a acto.
[4] «Aquellos que demuestran que toda
fuerza productiva atribuida al capital es un desplazamiento, una trasposición de
la fuerza productiva del trabajo, pasan por alto que precisamente el propio
capital es, en su esencia, ese desplazamiento, esa trasposición; pasan por alto
también que el trabajo asalariado en cuanto tal presupone el capital, y que,
por tanto, a su vez es también esa transubstanciación, el proceso necesario que
consiste en poner sus propias fuerzas como ajenas al trabajador. Hacer que
el trabajo asalariado subsista y, al mismo tiempo, abolir el capital, es, por
tanto, una reivindicación que se contradice y se disuelve a si misma."
(Marx, Grundrisse, Tomo I).
[5] La naturaleza o esencia del ser humano en cuanto especie.
[6] «Dentro de la sociedad comunista, la única en la que el desarrollo original y libre de los individuos no es una frase, éste está condicionado por la correlación de los individuos, una correlación que consiste en parte en las premisas económicas, en parte en la necesaria solidaridad del libre desarrollo de todos, y finalmente en el modo de actividad universal de los individuos sobre la base de las fuerzas productivas existentes. (...) La conciencia de los individuos sobre sus conexiones recíprocas será, naturalmente, una totalmente diferente, y por tanto, justamente tan poco el "principio del amor" o la abnegación como el egoísmo.» (Marx/Engels, La Ideología Alemana, 1846).