UNIVERSIDAD DEL ZULIA

UNIVERSIDAD DEL ZULIA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN

DIVISIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS

DOCTORADO EN CIENCIAS HUMANAS

 

 

 

 

 

Tesis Doctoral (Segunda Parte)

 

EL ROL POLÍTICO DE LA TECNOLOGÍA: UNA CRÍTICA A LA RACIONALIDAD MODERNA

 

 Participante: Francisco José, Ávila F.                

Tutor: Dr Álvaro Márquez-Fernández.

 

Maracaibo, Octubre de 2003

Trabajo realizado por Francisco Avila F.

Profesor Titular de la UNERMB

Este trabajo se publicó en la Página Web el 29-03-04

favilaf@cantv.net  or ciceron.geo@yahoo.com 

Webmaster:Hernán Díaz

hernandiaz@usa.net

 

NOTA: PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL SIN PERMISO DEL AUTOR. SI SE TRATA DE ARTÍCULOS PARA REVISTAS INDIZADAS O ARBITRADAS O SI SE UTILIZA COMO REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA EN TESIS DE MAESTRÍAS O TESIS DOCTORALES FAVOR  ENVIARME UN EJEMPLAR DEL ARTÍCULO PUBLICADO O DE LA TESIS RESPECTIVA PUBLICADA.

 

…………….continuación

2.- DOMINIO TÉCNICO E IDEOLOGÍA TECNO-CIENTÍFICA

        La historia es una ciencia que trata entre otras cosas, el devenir del hombre desde que éste hizo acto de presencia en el universo, pues su función es algo más que contar el nacimiento del conocimiento y la verdad. En consecuencia, es necesario como prolegómeno de este

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    27    Ibid. p. 41.

capítulo referirnos aunque sea de manera somera a los inicios de la racionalidad.

    En este sentido, iniciamos diciendo que en el estudio de la racionalidad podemos remontarnos al programa de Descartes, que puede muy bien resumirse en la expresión “Pienso, luego existo”, y que constituye la tesis central del racionalismo moderno, unido a las reglas del método y la duda que se tiene previamente acerca del saber acumulado en la historia del mundo.

    Este modelo de la razón, era contrario tanto a lo que postulaba Galileo quien introdujo el criterio experimental en la ciencia moderna, como  al pensamiento de Francis Bacon en Inglaterra quien fundamentó la ciencia a partir del empirismo. El pensador inglés argumentaba que el origen del conocimiento estaba en la experiencia del investigador y consideraba que la esencia última del conocimiento estaba en el objeto de estudio, en consecuencia, el método de estudio debe ser el inductivo.

    En ambas perspectivas, es decir, la racionalista y la empirista, se trata de eliminar todo lo que representa subjetividad, y lo racional empieza a predominar. Así nació definitivamente una nueva concepción de la ciencia, de la realidad, de la vida y del universo.

    En tal sentido, el factor común que se constituía en todo lo que se denomina ciencia es la “racionalidad” como principio epistemológico puro. Pero, lo que interesa destacar es que la racionalidad a su vez, es inherente a la naturaleza misma del sistema capitalista que se consolida como tal en el siglo XVIII. Para imponer tal paradigma, los científicos lucharon abiertamente contra el predominio del principio teológico-divino que constituía el orden feudal, al tiempo que convivieron desde el Renacimiento en el siglo XV y XVI, con la filosofía, la religión, la masonería, la astrología, la metafísica, lo esotérico. Así pudo constituirse la ciencia como la única vía de explicación de la realidad natural, en el caso de las ciencias naturales y de la realidad social, en el caso de las ciencias sociales.     

    Esta racionalidad se insertó en la sociedad, utilizando a la escuela como vehículo de distribución, al convertirse la ciencia en el único saber que proporciona la verdad. Así pues, ciencia y verdad absoluta se convirtieron en sinónimos, es decir, eran lo mismo. Esto va sucediendo desde el mismo momento en que empieza a emerger el capitalismo, como sistema social universal, hegemónico y concreto.

    Desde el punto de vista histórico, ya en el siglo XVIII se logra sistematizar ese ideal, pues, aparecen los iluministas franceses con su Enciclopedia que organiza toda la producción científica que sustituiría a la Biblia como única alternativa para conocer la verdad. Posteriormente, en el siglo XIX, el Darwinismo consolida la modernidad al descartar el origen divino del hombre, al insertarlo en su teoría evolucionista y asombrosamente se complementa el proyecto de la modernidad desde finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX, con los opositores al régimen social, que asumen inclusive la racionalidad absoluta como única vía. Marx y Engels son un ejemplo de ello, cuestión que es seguida por todos los planteamientos socialistas y comunista posteriores.

    Podemos afirmar, que en el proceso de nacimiento y desarrollo de la racionalidad se buscaron respuestas a los nuevos problemas y necesidades del hombre. Pero esto sólo era posible si se imponía la racionalidad a través de la ciencia y la técnica. De tal manera que la idea era imbricar los conceptos de racionalidad y ciencia. Esta imbricación sirvió de inspiración ideológica para quienes liderizaron el capitalismo, ya que asumieron la ciencia y la técnica como medio para imponerse y perpetuarse en el poder. En el desarrollo de este capítulo abordaremos, pues, los aspectos de la ciencia y de la técnica que ha utilizado el capitalismo para imponerse en el mundo.

 

    2.1- Racionalidad e irracionalidad de la razón

       2.1.1.- El papel ideológico de la ciencia

    Muchas de las ideas del alemán Horkheimer siguen la senda  dejada por Weber de crítica abierta al positivismo y al dominio racional del hombre sobre el hombre. En tal sentido, el representante de la Escuela de Francfurt había postulado la razón instrumental como razón subjetiva contraponiéndola a la razón objetiva pero vinculada con el destino del hombre. De esta manera, suministraba así una interpretación ontológica del mundo, el cual se había entendido como parte de un orden cosmológico siguiendo los lineamientos del Dasein de Heidegger. Mediante esta línea de pensamiento, los sistemas  filosóficos de  la  razón  objetiva  llevaban  a descubrir una estructura fundamental del ser del cual se derivaría el destino del hombre. 

    Marx había señalado equivocadamente quizás, como presupuesto objetivo para la superación del capitalismo, que las fuerzas productivas representadas por el aumento de productividad del desarrollo científico-técnico, la cualificación de los trabajadores y la perfectibilidad de la organización del proceso de trabajo entrarían en disputas mediante el potencial crítico-revolucionario de los trabajadores lo que conduciría a la liberación del proletariado.

    Luego, Lukács siguiendo a Marx critica el progreso técnico-científico representado por el avance de las ciencias que está estrechamente   relacionado con el despliegue de las fuerzas productivas, asignándole un papel ideológico a la ciencia en una clara tendencia hacia la cosificación. El resultado en la práctica fue que las fuerzas productivas técnico-científicas se imbricaron con las relaciones de producción y perdieron de manera determinante su capacidad de disolver el sistema capitalista, reduciéndose según Horkheimer, Adorno y Marcuse en una falsa totalidad.

    La interpretación materialista que Lukács suministró con su concepto de cosificación, había caracterizado la coacción que se produce cuando se subsumen las relaciones interhumanas al mundo de las cosas, al mundo del dinero o de los bienes materiales. Dicha coacción se produce cuando las acciones sociales no se desarrollan mediante valores, normas o entendimiento lingüístico sino utilizando el  valor de cambio como unidad referencial. Lukács desarrolla su concepto de cosificación a partir del análisis marxiano de la forma de mercancía. Al efecto, Marx postula que los productos del trabajo se convierten en mercancías, en cosas suprasensibles o sociales 28.     

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    28  Ibid, pp. 454-455

    Posteriormente, Hokheimer y Adorno, radicalizarían la dura crítica de la cosificación de Lukács utilizando la psicología social para explicar la estabilidad de las sociedades capitalistas sin abandonar la crítica al “fetichismo” de la mercancía. Contrariamente a lo postulado por Marx, el capitalismo aumenta su poderío sin tener que acallar por la fuerza o represión las fuerzas de resistencia.

    Lukács había supuesto erróneamente, siguiendo el pensamiento de la lógica de Hegel, que el proceso de cosificación  de  la  conciencia  debía conducir inexorablemente a su propia autosupresión en la conciencia de clase del proletariado.

    Este proceso de cosificación de la conciencia, se hace más evidente en la llamada sociedad moderna, que nace en la historia de occidente con la aparición de la sociedad burguesa. Dicha sociedad moderna se caracteriza por un desarrollo preeminente o sistemático de las fuerzas productivas, donde la esfera económica que descansa en el desarrollo sustentado en la acción técnica, toma auge inusitado.

    Esto puede explicarse, como consecuencia del impresionante desarrollo de la Economía, el gran impacto que produjo la revolución industrial, que ha permitido el desarrollo de un tipo de racionalidad, la racionalidad técnica, que entra en competencia con la racionalidad comunicativa, llegando a atenuar a ésta tanto en su fuerza, en su validez y por tanto en su grado de aceptación por parte de la sociedad. Ahora las interpretaciones del cosmos, basadas en interpretaciones míticas y religiosas han sido desechadas o marginadas para darle paso a las interpretaciones científicas. 

    De esta manera, la Ciencia suplantó sin mayores dificultades a la Religión en la interpretación de la naturaleza. Ahora, los fenómenos naturales y los problemas que se derivan de ellos, exigen una nueva explicación pero ahora descansan en una actitud de tipo técnico.

    Pero en el campo de la moral, se constituye en un problema la sustitución de la Religión por la Ciencia. Veamos a continuación el porqué. Las convicciones religiosas resolvían al hombre sus problemas centrales de carácter humano, como los de justicia e injusticia,  de libertad y opresión, de felicidad y desgracia, de la vida y la muerte. Este tipo de asuntos exigen por su misma naturaleza, una actitud de tipo comunicativo, es decir, no pueden manipularse instrumentalmente. Cuando el gran desarrollo de la racionalidad técnica trasciende el marco institucional, se lleva por delante las creencias religiosas que son su basamento y abre un vacío que amenaza con derrumbar a la misma sociedad.

    Es así que el capitalismo suministra una fuente de legitimación que ya no depende de las tradiciones culturales o religiosas sino de la misma base del trabajo social. La institución del mercado donde cambian sus mercancías los propietarios privados, incluyendo el mercado en el que los individuos sólo tienen para ofrecer su fuerza de trabajo, que la ofrecen al mejor postor, es la que ahora garantiza la justicia de la equivalencia de las relaciones del intercambio.

    Hemos delineado en las líneas anteriores, el esquema habermasiano de una interpretación de la constelación social en la que nació el Positivismo y en la que éste, ha tomado una función ideológica. Esa constelación, no es otra cosa que la sociedad capitalista avanzada, que se diferencia de la sociedad capitalista liberal que vivió Marx, por el hecho de que ha perdido su carácter crítico de ilustración política y se ha convertido incluso en fundamento de legitimación ideológica.

    Para Habermas, la institucionalización de una investigación científica orientada a la revolución tecnológica y a su aplicación a la industria, es una característica del capitalismo avanzado. Las grandes firmas y corporaciones capitalistas invierten cantidades astronómicas en investigación científica con fines militares; los resultados  de dicha investigación pasan luego a la industria civil.

    Esta institucionalización del desarrollo científico-técnico es lo que ha permitido a la Ciencia y a la Técnica convertirse en fuentes de legitimación ideológica de una organización socioeconómica irracional e injusta y del poder político que la controla. Los argumentos dados por Habermas, explican que la revalorización grandiosa del capital abstracto, es decir, del capital que se revaloriza sobre la base de la apropiación privada, es suministrada por el desarrollo de la Ciencia y de la Técnica.

    Dicha revalorización es la que permite mantener una alta tasa de crecimiento económico y ésta es la que posibilita los incrementos en los niveles de consumo. Así que, el desarrollo científico-técnico aparece como la variable independiente de la que depende todo lo demás.

2.1.2.- Crítica al progreso tecno-científico

       Habermas es al lado de Gadamer el más conocido de los pensadores alemanes, específicamente de la Alemania de la post-guerra. En su obra se ha destacado como el continuador e innovador de la tradición vinculada a Marx y al llamado “marxismo occidental”, ya que 

deja de lado los desarrollos leninistas anteriores y posteriores a la Revolución de Octubre y en ese sentido se propone renovar y refundar algunos principios básicos del marxismo.

    En definitiva, nuestro autor, tiene suficiente influencia no sólo en los escenarios y ambientes calificados de “izquierda” sino que ha invadido también a toda una comunidad de filósofos y estudiosos que reconocen en Habermas a uno de los pocos “grandes” del pensamiento filosófico de la segunda postguerra.  

    El pensador alemán es la última gran figura de esa tradición de pensamiento filosófico-histórico a la que Hegel y Marx pertenecen. Freud y los tres pensadores Max Horkheimer; Theodor Adorno y Hebert  Marcuse que constituyeron la primera generación de la Escuela de Francfurt son los eslabones de la cadena que unen a Habermas con Marx, Hegel y Kant. En esta línea de pensamiento, Habermas entiende su obra como reconstrucción del Materialismo Histórico y de realización del programa propuesto por Horkheimer-Adorno-Marcuse, es decir, fundamentar una teoría del conocimiento como teoría de la sociedad.

    Desde el punto de vista histórico, el nombre de Habermas ha estado vinculado, al menos hasta los inicios de la década de los setenta, a la Escuela de Francfurt a pesar de que el mismo pensador en 1981, quiso ponerle límites a dicha vinculación que se fundamentaba particularmente en la Teoría Crítica de la Sociedad Industrializada.

    Habermas librará junto a Adorno y Marcuse, la batalla contra lo que se denomina “Cientismo”. Para nuestro pensador dicha corriente de pensamiento no constituye un problema exclusivamente de carácter universitario sino que representa un problema directamente político, en cuanto refuerza una concepción general de la ciencia que legitima los mecanismos de control tecnocráticos y excluye una vía racional de dilucidación que incluya los problemas de la práctica.

    La filosofía crítica que Habermas postula como vía para contrarrestar al cientismo y la cual trata en forma minuciosa en Conocimiento e interés, publicada en 1968, permite desde la óptica emancipadora disolver el problema de la ciencia y la técnica en las sociedades avanzadas que funcionaría “como teoría de las ciencias y filosofía práctica al mismo tiempo”.

    No obstante, el autor de Teoría de la acción comunicativa no reduce sus críticas exclusivamente al cientismo, cuestión que inicialmente compartía con Adorno sino que después, elaborará sus propias críticas deslindándose de la influencia de aquél, con posiciones originales. Para Habermas la obra de Heidegger Ser y Tiempo, escrita en 1927 es la producción intelectual filosófica más importante del siglo XX después de la Fenomenología de Hegel.

    En la batalla filosófico-política librada inicialmente por Habermas, el cientismo de origen neopositivista, difundido en la segunda postguerra contra las posiciones postexistencialistas de Heidegger -las cuales están presentes en la cultura filosófica oficial de Alemania durante y después del nazismo- son los objetivos teóricos y políticos de mayor relieve de nuestro pensador. Para ello hace uso de la filosofía crítica que toma como instrumento para librar dicha batalla.

    El centro de interés del periplo filosófico-político que traza nuestro autor, es que hace uso del pensamiento de Marx con sus antecedentes en Hegel para elaborar su “filosofía crítica”. La punta del iceberg  de su discurso teórico es la relación entre Marx y Max Weber y el punto clave resulta ser el problema de la “racionalización” que el marxismo occidental ha dado al desafío de Weber, de las razones argumentadas de la insuficiencia de tal respuesta, y la búsqueda de una respuesta nueva que constituya una dialéctica de la racionalización capaz de corregir el discurso weberiano pero sin soslayarlo de la discusión.

    A propósito de las elaboraciones e investigaciones teóricas de Habermas se ha hablado de un cambio de estilo en su pensamiento,  en el que su esencia o centro de interés está en la obra de mayor proyección teórica “Teoría de la Acción Comunicativa” escrita en el año 1981. Tomando como referencia las conclusiones de esta obra, nuestro autor toma posición en defensa de la razón crítica contra sus detractores, los denominados teóricos de la post-modernidad, en las lecciones parisinas de 1984, publicadas con el título Discurso Filosófico de la Modernidad.

    Habermas en su confrontación teórica hacia las filosofías positivistas propone una filosofía crítica propia que pretende superar los límites de la tendencia neo-positivista como de los límites del marxismo y de la misma Teoría Crítica; una filosofía crítica que revisa el marxismo para adaptarlo a los nuevos tiempos. De esta manera la filosofía habermasiana quiere interpretar una filosofía crítica revolucionaria que pretende ser un símil de la de Marx en su época.

    Nuestro autor añade a la división de disciplinas empírico-analíticas e histórico-hermenéuticas (ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu de la subdivisión de Dilthey), como ciencias de integración “crítica”, aquellas que descansan en intereses cognitivos emancipatorios, esto es, las que tienen que ver con las experiencias de autoliberación de la humanidad. 

    Las ciencias empírico-analíticas son el resultado o producto de intereses cognitivos dirigidos a lograr la eficacia, es decir, éxito o fracaso y que forman parte de lo que Habermas llama “acción instrumental” que desarrolla ampliamente.

    Las ciencias histórico-hermenéuticas tienen relación con “experiencia objetiva” tanto en nuestro lenguaje con en nuestras acciones y están dirigidas a la “comprensión del sentido”, que ha sido reducida por el historicismo contaminado por el positivismo, a experiencia objetivística. Estas ciencias deben estar orientadas por un interés práctico: “el interés por el mantenimiento y la extensión de la intersubjetividad de un posible acuerdo que oriente la acción”.

    La conexión entre conocimiento e interés según Habermas, se puede ubicar en toda la historia de la humanidad, que busca lograr metas cada vez más perfeccionadas de “autoliberación” a través de los principales procesos de socialización que son el trabajo, el lenguaje y el dominio. El trabajo y el dominio tienen relación con nuestra vinculación con la naturaleza y el lenguaje con la comunicación, con el conocimiento y por tanto, con la emancipación.

    En este ámbito se sitúa la filosofía, cuyo papel autorreflexivo y emancipatorio es sostenido con fuerza inusual por Habermas. La filosofía tradicional se ha equivocado cuando supone que la emancipación ya se ha dado con la estructura del lenguaje. Así, “Sólo cuando la filosofía descubre en el curso dialéctico de la historia las huellas de la violencia, que deforma el diálogo, empujándolo fuera de las vías de una comunicación sin coacción, cuestión que legitima el estancamiento, es decir, evita el progreso del género humano hacia la emancipación”.

    La filosofía crítica o crítica de la ideología, se configura como emancipador y liberador (autoliberación mediante la autorreflexión) implicando no sólo al individuo sino a la humanidad en su historia. La filosofía crítica desempeña el mismo papel que hace el Psicoanálisis con el individuo “reprimido”, indica a la humanidad la ruta o vía de la liberación. Dicha liberación se produce mediante “la actividad revolucionaria de las clases en lucha” y mediante el trabajo que realizan las ciencias “críticas”.

    Habermas, está convencido de que lo que llamaba Weber “racionalización”, no es realmente “racionalidad” sino que en nombre de la racionalidad, “lo que se impone es una determinada forma de dominio político”. En efecto: “Este tipo de racionalidad se refiere a la adecuada utilización de tecnologías y a la instauración de sistemas (en situaciones dadas para fines dados), lo que en realidad hace es sustraer la trama social global de intereses en la que se eligen estrategias, se utilizan tecnologías y se instauran sistemas bajo una reflexión y reconstrucción racionales. Dicha racionalidad implica un tipo de acción que es el dominio sobre la naturaleza o sobre la sociedad.

    Según nuestro autor, “La acción racional con respecto a fines, es por su estructura misma, ejercicio de controles“29. Es por ello que “la racionalización de la vida significa desde este punto de vista, la institucionalización de un dominio político” 30.

    En este sentido, pues, la racionalización de la sociedad depende de la institucionalización del progreso científico y técnico. Y en la medida en que la ciencia y la técnica penetran las instituciones de la sociedad, las van transformando, desmoronándose viejas formas de legitimaciones. Así la secularización y la pérdida de las antiguas cosmovisiones que orientan la acción, implican también a pérdida de las tradiciones culturales que es la otra vertiente de la creciente racionalización de la acción social.

    Para nuestro autor, la “racionalización” de Max Weber no es sólo un proceso a largo plazo de mutación de las estructuras sociales, sino que

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    29    Cfr. Habermas, Jϋrgen. Ciencia y Técnica como Ideología. Tecnos. Madrid. 1994. p.55.

    30     Cfr. Avila-Fuenmayor, Francisco J. (2001). Ciencia y Técnica como Ideología (Interpretación de Jϋrgen Habermas). Trabajo Monográfico publicado en la página web http://www.geocities.com/ciceron.geo/ el 20-10-01. p. 03.

el dominio queda oculto por la invocación de imperativos técnicos, lo cual sólo es posible porque la racionalidad de la ciencia y de la técnica, ya es por esencia, una racionalidad del dominio.

    Para nuestro autor, la “racionalización” de Max Weber no es sólo un proceso a largo plazo de mutación de las estructuras sociales, sino que el dominio queda oculto por la invocación de imperativos técnicos, lo cual sólo es posible porque la racionalidad de la ciencia y de la técnica, ya es por esencia, una racionalidad del dominio.

    En este mismo sentido, a pesar de que Bloch en un contexto materialista, ha desarrollado la idea de que la racionalidad de la ciencia ha sido desfigurada en términos capitalistas y se apropia de la creencia inocente de que la técnica es una simple fuerza productiva,  es sólo Marcuse quien convierte el contenido político de la razón técnica en punto de partida  analítico para una teoría de la sociedad del capitalismo.

    Para Habermas no puede haber una emancipación de la fusión de técnica y dominio, si no existe una revolución previa de la misma técnica y ciencia, en abierta oposición al pensamiento de Marcuse, quien postula que en la propia ciencia y la técnica se encierra un proyecto determinado por intereses de clase y por la misma situación histórica.

    Para nuestro autor, en lugar de la naturaleza explotada podríamos buscar a la naturaleza fraternal. Es decir, podemos comunicarnos con la naturaleza en vez de dedicarnos a trabajarla cortando la comunicación. Y la subjetividad de la naturaleza no podrá ser liberada hasta que los hombres no demuestren una comunicación libre de dominio.  

    En esta misma línea de pensamiento, para nuestro autor, sólo cuando los hombres se comuniquen sin coacciones y cada uno pudiera reconocerse en el otro, podría la especie humana reconocer a la naturaleza como un sujeto y no sólo como postulaba el idealismo alemán, como lo otro de sí, sino reconocerse en ella como otro sujeto.

    Así que la alternativa a la técnica existente, el proyecto de una naturaleza como interlocutor en vez de como objeto pudiera ser alcanzable si “utilizamos la estructura de la interacción simbólicamente mediada en vez de la acción racional con respecto a fines”. Estos dos proyectos son proyecciones del trabajo y del lenguaje, por tanto de la especie humana en su totalidad y no de una época o determinada clase o de una situación superable. Si no es admisible la idea de una técnica tampoco es admisible la idea de una  nueva ciencia, ya que la ciencia moderna es obligada a mantener la actitud de una disposición técnica.

 

2.2- El poder de la razón y el poder de los saberes

    Esta sección está orientada a presentar las ideas principales de dos pensadores franceses que se constituyeron en bastiones ideológicos del estudio del poder, del conocimiento y de la verdad. Nos referimos a Michel Foucault y Gaston Bachelard. El primero, Foucault, que en sus inicios fue un estudioso de la historia de las ideas que la define como la disciplina de los comienzos y de los fines, nos muestra cómo el saber científico se difunde, da lugar a conceptos filosóficos, y toma forma eventualmente en obras literarias; pero además también nos enseña  cómo unos problemas, unas nociones, unos temas pueden emigrar del campo filosófico en el que fueron formulados hacia el ámbito científico o político, convirtiéndose en discursos.

    En la década de los setenta, Foucault, quien en su juventud fue  un furibundo comunista, suministra un giro a sus reflexiones filosóficas, trazando nuevos círculos hermenéuticos, al mostrar una tendencia  centralizada en la concepción y funcionamiento del poder. En esta línea se incluyen sus estudios de las prisiones y la sexualidad.

    En tal sentido, se constituyó en estudioso de las relaciones de poder, el saber y la verdad en los manicomios. Luego se dedicó a investigar la sexualidad y la locura en los manicomios y centros de reclusión de las personas que sufrían desequilibrios mentales. 

    Haciendo honor a la verdad y a la historia,  podemos decir, que fue de todo un poco, “cuestión que produjo una alta resistencia en el sector más obsoleto de nuestra academia filosófica” utilizando palabras de Miguel Morey quien hace la introducción de Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Dicha resistencia se produjo en la medida que se decía, su trabajo carecía del componente filosófico necesario para tenerlo en cuenta.

    Es evidente que el sueño principal de Foucault, el del intelectual les interesaba muy poco, o les quedaba demasiado grande. En consecuencia, compartimos con Eugenio Trías, defensor del pensamiento y obra de Foucault, la exaltación de su obra a fin de darle el puesto que se merece en la historia de las ideas. Así pues, podemos decir, que este intelectual siempre luchó por reencontrar nuevas formas individuales y colectivas de poder que permitieran un redimensionamiento de sus formas habituales  de realización.

    Gaston Bachelard, el segundo de los nombrados, estudia la categoría de “verdad”, que considera como la base de las teorías del conocimiento y según la cual, las verdades producidas por la ciencia, se establecen a lo largo de un proceso. Esta afirmación, se puede constatar con una simple investigación empírica en la historia de la filosofía.

    En tal sentido, la filosofía idealista manifiesta constantemente que “busca” la verdad; y si no la busca la cuestiona, la desvela. En cualquier caso, existe una estrecha relación con ella. Sin embargo, se llega a comprender su verdad cuando se haya descubierto en la pareja Sujeto-Objeto que es la pareja categórica principal de estas teorías, su invariante básica. Así, se dice que un conocimiento es verdadero, es decir, científico, cuando Sujeto=Objeto. Esta doble reflexión de una doble presencia es el conocimiento. Esta es la verdad que defienden los filósofos idealistas.

    Pero Bachelard se niega a aceptar tal cuestión y a su vez la sustituye por una tesis que se resume en dos proposiciones equivalentes:   1.- La verdad científica es una verdad que tiene futuro. 2.- Los acontecimientos de la ciencia se encadenan en una verdad que aumenta incesantemente.

En esta misma línea de pensamiento postula, que una verdad no puede ser considerada en forma absoluta en cuanto a ser considerada como el punto de perfección del conocimiento sino que siempre es un tramo más de un proceso permanente de aproximaciones.

    Los conceptos de “frontera epistemológica” y “obstáculos epistemológicos” son a nuestro modo de ver dos de las principales contribuciones de Bachelard al ámbito de la epistemología o como dice él mismo, al terreno de la filosofía científica. La expresión “frontera epistemológica” como veremos en la sección 2.2.3 conlleva a que el proceso de establecimiento de las verdades científicas es un proceso sin fin, es decir un proceso permanentemente dialéctico.

    Igualmente, la expresión “obstáculos epistemológicos” traduce que en el mismo acto de conocer aparecen, una serie de pausas, interrogantes  e inquietudes. En este mismo sentido, argumenta que el conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta sombras en algún lado. En consecuencia, el pensamiento empírico es claro después, al mirar retrospectivamente sobre un pasado de errores, encontramos la verdad. Esto puede resumirse en la expresión “frente a lo real, lo que se cree saber claramente ofusca lo que deberíamos saber”.    

2.2.1.- Topología del poder 

    Para Foucault, el poder no es algo que posee la clase dominante; postula que no es una propiedad sino que es una estrategia. Es decir, el poder no se posee, se ejerce. En tal sentido, sus efectos no son atribuibles a una apropiación sino a ciertos dispositivos que le permiten funcionar plenamente. Pero además, postula que el Estado no es de ninguna manera, el lugar privilegiado del poder sino que es un efecto de conjunto, por lo que hay que estudiar lo que él llama sus hogares moleculares.

    En el estudio del poder, disiente de la afirmación de que el poder debe entenderse como algo intrínseco al aparato del Estado, el cual dependería de un modo de producción que sería su infraestructura. Por el contrario, destaca que el poder no es una mera sobrestructura, es decir, toda economía supone unos mecanismos de poder intrínsecos a ella, a pesar de que es posible hallar correspondencias en cierto sentido estrictas, entre un modo de producción que esgrime algunas necesidades y un conjunto de mecanismos que se ofrecen como solución.  

    Ante el axioma según el cual, el poder actúa por medio de mecanismos de represión e ideología, manifiesta que ambas no son más que estrategias extremas del poder que en modo alguno se contenta con excluir o impedir, o hacer creer y ocultar. En cambio, sostiene que “el poder produce a través de una transformación técnica de los individuos (

 

 

...) el poder produce lo real” 31. 

    Pero aclara, lo que quiere decir, en la cita anterior. En nuestras sociedades, dicha transformación técnica de los individuos, o lo que llama producción de lo real no es más que la forma moderna de servidumbre que designa con el nombre de normalización. En tal sentido, se refiere a la preeminencia de la norma en el ámbito social y a tales efectos, contempla diferencias entre la ley y la norma. Para ello, manifiesta que la ley sólo interviene cuando existe una infracción, mientras que la norma interviene durante toda la vida; así la ley debe ser conocida en principio por todos los sujetos de una sociedad mientras que la norma sólo la conocen quienes la establecen a partir de un cierto saber.

    Foucault intenta romper una complicidad de la ley con el Estado y en tal sentido, habla de entender la ley no como algo que demarca los dominios de la legalidad-ilegalidad sino como un procedimiento por medio del cual ilegalismos que dicha ley permite, tolera o inventa como

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    31     Cfr. Foucault, Michel. Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Alianza Editorial S. A. Madrid. 2001. p. 11.     

 

privilegios de clase; o bien, ilegalismos que prohíbe, aísla y define como medio de dominación. En tal sentido postula que “ (...) las leyes están hechas por unos y que se imponen a los demás” 32.

    Cuando nos habla de ilegalismos, se refiere a que éstos no son adventicios o una imperfección inevitable sino que es un elemento del funcionamiento social cuyo papel está contemplado en la estrategia general de la sociedad. Al hacer gala de su crítica abierta, a esta manera de entender la ley, indica que todo dispositivo legislativo ha contemplado unos espacios reservados en los que la ley puede ser violada, otros en los que puede ser ignorada y finalmente, otros más en los que las infracciones pueden ser castigadas. 

    Foucault desarrolló a través del Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP) una conciencia colectiva para que se conociera la gran preocupación existente por el arrollamiento del poder del Estado frente a los derechos humanos, el derecho de los ciudadanos, que resumía en el eslogan “Frente a los gobiernos, los Derechos Humanos”.

     2.2.2.- Congruencia entre poder y saber

    En sus estudios sobre el funcionamiento del poder en la sociedad Michel Foucault, considera que cada época cultural posee un código

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         32      Ibid. p. 12.

fundamental, un orden o configuraciones que adopta el saber –que Foucault llama episteme- lo que se dice y  se  calla en  aquella cultura y sobre cuyo fondo se elaboran, piensan e interpretan los objetos (a priori histórico).

    Así que una episteme regula el número de enunciados posibles de cada cultura; esto es, abre y cierra posibilidades. En Las palabras y las cosas, el pensador francés, explicita que los códigos fundamentales de una cultura, los que rigen su lenguaje, sus percepciones, sus cambios, sus valores, sus técnicas, la jerarquización de sus prácticas, fijan previamente para cada hombre los órdenes empíricos con los que tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá.

    En otras palabras, para el autor de La Arqueología del Saber existe un tejido de relaciones culturales que conforman el carácter gnoseológico de la realidad. Dicha realidad es la que produce el espacio de la episteme, genera sus leyes, sus validaciones, etc. Este orden y espacio de la racionalidad se genera por una forma de poder que los instaura, no sólo políticamene, sino científicamente.

     En este mismo orden de ideas, postula que si quisiéramos saber qué es el conocimiento, no hemos de aproximarnos a él desde la forma de vida, de existencia o de ascetismo como característica del filósofo. Para aprehenderlo en su raíz, en su fabricación, debemos acercarnos a él como políticos y no como filósofos; debemos comprender las relaciones de lucha y de poder, la manera de cómo se odian entre sí los hombres, cómo procuran dominarse unos a otros, comprenderemos entonces en qué consiste el conocimiento.

    Además, al pasar la ciencia a ocupar el papel hegemónico, ya no importaba discutir sus fundamentos, por lo cual se anuló el papel de la filosofía, es decir, la ciencia, el saber, redujo la filosofía en el ámbito oficial a un discurso de segunda importancia que tendría como función servir de fundamento a la ciencia. Se negó a la filosofía como ciencia de los principios que buscaba explicar de manera integral la realidad, el hombre y el universo.

    Incluso, en la modernidad se trató de vender la filosofía como especulación, es decir, como metafísica. Lo único que se admitió como filosofía, fue entonces la llamada filosofía de la ciencia o epistemología, dejando de lado la discusión en torno a la ontología y a la axiología. Autores como Descartes, Kant y Hegel son un claro ejemplo de ello. Pero el marxismo en el siglo XIX, la fenomenología, y el existencialismo en el siglo XX, reestablecieron el carácter ontológico y axiológico de la filosofía, pero por su carácter ideológico-político permanecieron en una posición secundaria.

    Pero en el orden institucional científico se sometió a la filosofía a una especie de intervención quirúrgica, mediante la cual se extrajo la “episteme”, que  significaba para entonces el conocimiento racional por causas, y este principio lo introdujeron inicialmente en las ciencias particulares. 

    En otro orden de ideas, de Foucault podemos decir, que al lado de su veta suprahistórica también mostró interés por el estudio del poder y del régimen de verdad, siguiendo el sendero iluminado por Nietzsche. En tales circunstancias, afirma que la verdad no es ajena a la cuestión del poder; la verdad se produce en atención a múltiples relaciones y luchas por el poder, agonísticas permanentes en las instituciones y en amplio ámbito de los saberes.

        Así pues, cada sociedad erige su política de la verdad, cada sociedad construye los rituales que permiten aceptar  la verdad y descartar lo que considera falso. De tal manera, que la verdad no está más allá del poder, está en permanente interacción con el poder y los efectos de éste la impactan conminándola a sufrir mutaciones.

  

 2.2.3.- La razón técnica como soporte ideológico

    Retomando ahora el tema del estudio de la racionalidad, del poder y de la verdad por parte de Foucault, éste postula que hoy día una de esas formas de poder político lo constituye la razón tecnológica; más, cuando ésta ejerce un dominio casi absoluto que satura ampliamente el espacio político, en el que se dan las decisiones públicas que orientan a la sociedad y al Estado hacia un mercado de intercambios de todo tipo, con la finalidad de justificar y reproducir el sistema de la razón capitalista en su versión más inhumana, la razón neoliberal.

    La nueva episteme de la razón técnica, contribuye al orden del poder político establecido porque sirve de soporte ideológico a las relaciones de producción, a fin de que el conjunto de todas las relaciones sociales giren sobre un centro de poder cada vez más hegemónico: el de los intereses de la racionalidad técnica.   

    A favor de Michel Foucault, podemos decir  que siempre luchó por reencontrar nuevas formas individuales y colectivas de poder que permitieran un redimensionamiento de sus formas habituales de realización. En este sentido, al dirigir nuestra atención al texto de una entrevista realizada a Foucault, en Sao Paulo en el año 1975, titulada “Asilos, Sexualidad, Prisiones”, éste nos refiere que tras la caída del nazismo en Alemania y del estalinismo en la ex-URSS, ha habido un interés inusitado en cuanto al funcionamiento del poder en el interior de las sociedades capitalistas y socialistas. Al efecto, nos dice: “(…) cuando me refiero al funcionamiento del poder no me refiero únicamente al  problema del aparato del Estado, o a la clase dirigente, (...) sino a toda una serie de poderes cada vez más sólidos, microscópicos, que se ejercen sobre los individuos en sus comportamientos cotidianos (...). Vivimos inmersos en las redes políticas del  poder (...)  este  es  el  gran problema contemporáneo” 33. 

    En relación a la cita anterior, para el pensador francés existen dos maneras de abordar este gran problema contemporáneo. La forma tradicional, al estilo de Althusser que atendiendo a la concepción marxista  u  ortodoxa, integra  estos  problemas  a  la  vieja  postura  del aparato ideológico del Estado; la segunda, forma que denomina universitaria, es la tendencia estructuralista, lingüistica, semiológica, que reduce esta problemática a la sistematicidad es decir, al nivel del significante. Dichas formas de análisis surgieron después de la II Guerra Mundial.

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    33    Foucault, Michel. “Asilos, sexualidad, prisiones” en Estrategias de Poder. Traducido al castellano por Julia Varela y Fernando Álvarez Uría. Editorial Paidós Ibérica S.A. Barcelona. 1994. p. 283. En adelante identificaremos por ASP           

    Aclaremos un poco más la tendencia universitaria o estructuralista. Al  efecto, nuestro pensador nos dice: “A mi juicio, el poder no se limita a  reprimir, (…)  el poder (…) se mezcla con el deseo y el placer, (…)” 34.  Luego, al referirse al rol del intelectual de estos tiempos, en cuanto a lo que subyace en las redes políticas del poder, nos dice: “(…) El papel del intelectual consiste, (…) en hacer visibles los mecanismos de un poder represivo que se ejerce en forma larvada. Mostrar que la escuela no es solamente una forma de aprender a leer y a escribir, y de comunicar el saber, sino también una forma de imponer. (...)”. 35.

     De las dos citas anteriores, podemos colegir que una de las dimensiones fundamentales del pensamiento de Foucault, es la relativa a las relaciones de poder, que trascienden el propio poder del  Estado  y

sus aparatos. El autor de Estrategias de Poder, entreteje sus ideas sobre el poder, postulando que éste se cosifica en el entarimado de todo el cuerpo social y particularmente en la sociedad capitalista, estudiando las diversas formas e instituciones en las que el poder se manifiesta y cómo se imbrica en redes adosadas al propio concepto de mercado en las que prevalecen las condiciones capitalistas de producción.

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     34       Ibid, p.284.

     35       Ibidem.

       Al referirse a que dichas condiciones están irradiadas por el carácter irracional de la razón neoliberal de obtener beneficios económicos, manifiesta en el ensayo La Verdad y las Formas Jurídicas:

“(…) el sistema capitalista penetra mucho más profundamente en nuestra existencia. Este régimen tal y como se instauró en el siglo XIX, se ha visto obligado a elaborar todo un conjunto de técnicas políticas, técnicas de poder, por mediación de las cuales el hombre se encuentra ligado a una realidad como la del trabajo; todas estas técnicas constituyen un conjunto que hace que los cuerpos y los tiempos de los hombres se conviertan en tiempos de trabajo y en fuerza de trabajo de tal forma que puedan ser efectivamente utilizados para  ser  transformados  en  beneficio. (…). Pero para que haya plusvalía es necesario que haya subpoder; (...) una trama de poder político, microscópico, capilar, (…) se haya instaurado para fijar a los hombres al aparato de producción, convirtiéndolos en agentes de la producción (...). El vínculo del hombre con el trabajo es sintético, político, es un lazo trazado por el poder. (…)” 36.

 

    Más adelante, nos dice:

“(…) Vemos así como la destrucción de la plusvalía implica el cuestionamiento y ataque al subpoder; (...) está necesariamente ligado al cuestionamiento de las ciencias humanas y del hombre, considerado éste como objeto privilegiado y fundamental de un tipo de saber. (…) Estos saberes y estos poderes se encuentran enraizados mucho más profundamente, no solamente en la existencia de los hombres, sino  también  en  las  relaciones  de  producción. Y esto es así porque, para que existan las relaciones de producción que caracterizan a las sociedades capitalistas, es preciso que haya, además de un cierto número de determinaciones económicas, estas relaciones de poder y estas formas de funcionamiento del saber”37.

 

 

    De las dos citas anteriores, que hemos destacado a propósito,  podemos columbrar que Foucault, entrelaza dos de las vetas epistemológicas más ricas  de  su  pensamiento: el  saber  y  el  poder.

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       36    Foucault, Michel. “La verdad y las formas jurídicas”. en Estrategias de Poder. Traducido al castellano por Julia Varela y Fernando Álvarez Uría. Editorial Paidós Ibérica S.A. Barcelona. pp. 16-17. 

       37      Ibid, p. 17.

Particularmente, se refiere a los  saberes tecno-científicos, la nueva episteme de la razón técnica que orienta el orden del poder político establecido en las sociedades capitalistas y sus relaciones de producción, que permitió que las relaciones sociales girasen sobre un centro de poder hegemónico que terminaron en el caso del nazismo-fascismo, por justificar la barbarie, el  terror  y  los  crímenes  contra  la humanidad.

    De esta manera, el liberalismo económico comenzó a imponer mediante el terrorismo, la fuerza y la violencia, la sociedad de mercado. Como veremos más adelante, en la sección 2.3 Neoliberalismo y Mercado Total, Hinkelammert recurre a estas ideas foucaultianas, para explicar el avasallamiento que ha intentado imponer el neoliberalismo en las actuales sociedades desarrolladas y en Latinoamérica.

    Pero ¿qué hacer ante este panorama desolador? Foucault se acerca a la línea de pensamiento de la Escuela de Francfurt al postular que se deben elaborar saberes  alternativos ya que se enfrentan a poderes específicos y a los saberes que les dan legitimación en base a una racionalidad económica, absurda y mercantilista, que pretenden instaurarse en saberes científicos, esto es, verdaderos y por tanto universalmente válidos.

    Podemos decir a manera de epílogo de esta sección, que en este momento en que el capitalismo en su dimensión más totalitaria, -el neoliberalismo- utiliza todas sus fuerzas de la reserva para evitar su disolución, cuando el empobrecimiento de vastas regiones del planeta obedecen a las nefastas consecuencias de un mercado globalizado, distorsionado, que hace que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres, el proyecto de Foucault, tiene plena vigencia. 

    Dicho proyecto se inscribe dentro de la problemática del sujeto, los procedimientos y los procesos mediante los cuales el sujeto existe y se constituye en el corpus social. Este sujeto debe llegar a ser un sujeto legítimo que lejos de ser insertado como elemento objetual pueda llegar a entender su modo de subjetivación.       

   2.2.4.-La verdad como fundamento de la ciencia

        El pensador francés Gaston Bachelard se muestra sorprendido del poco espacio que en la filosofía contemporánea se ha dado a la filosofía de las ciencias. Dicho de otro modo, las filosofías del conocimiento parecen estar en período de decadencia, en virtud de que los esfuerzos del saber parecen estar orientados por un utilitarismo, es decir, los conceptos científicos parecen estar regidos por valores de utensilidad.   

    Esto explica que el hombre de ciencia, de pensamiento, esté considerado como un hombre abstracto. Pero Bachelard defiende al hombre de pensamiento científico al postular que “la ciencia es uno de los testigos más reales de la existencia esencialmente progresiva del ser pensante”.

    Al considerar el estudio del concepto de límite del conocimiento científico, Bachelard trata de responder las interrogantes ¿El límite del conocimiento tiene un sentido absoluto? ¿Es posible trazar las fronteras del pensamiento científico? ¿Nos está dominando una razón inmutable?. Para nuestro autor, sólo la propia ciencia está capacitada para trazar sus propias fronteras, sin embargo, argumenta que para el espíritu científico “trazar claramente una frontera significa franquearla”. En este sentido, considera que la frontera científica es más una zona de pensamientos particularmente activos, un terreno de asimilación, que un límite. Al contrario, la frontera impuesta por el metafísico le parece al sabio una especie de frontera neutra, abandonada, indiferente.

    Para precisar mejor los alcances del concepto de frontera científica postula que filosóficamente, todas las fronteras absolutas propuestas a la ciencia indican un problema mal planteado. En tal sentido, cuando una frontera epistemológica parece clara, se debe a que se otorga el derecho de decidir a propósito de las primeras instituciones. Ahora bien, las primeras instituciones deben rectificarse siempre en virtud de que al perder eficacia un método de investigación científica significa que el punto de partida es demasiado intuitivo, demasiado esquemático, a que la base de organización es demasiado estrecha.

    En esta misma línea de pensamiento, el epistemólogo francés considera que la filosofía científica debe, de algún modo, destruir sistemáticamente los confines o límites que la filosofía tradicional había impuesto a la ciencia. Es decir, hay que evitar que el pensamiento científico conserve restos de las limitaciones filosóficas, en consecuencia, la filosofía científica debe renunciar a la realidad inmediata y ayudar a la ciencia en su crítica contra las primeras instituciones, esto es, debe convertirse en una pedagogía científica.

    Al lado de la veta epistemológica, Bachelard ha sido un estudioso de la verdad, que la considera como “el cimiento de las teorías del conocimiento y según la cual, las verdades producidas por la ciencia, se establecen a lo largo de un proceso” 38.

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    38    Cfr. Lecourt, Dominique. Bachelard o el día y la noche: un ensayo a la luz del materialismo dialéctico”. Traducido al castellano por Joaquín Jordá. Editorial Anagrama. Barcelona. 1975. p. 61.

 

    Para el pensador francés, una verdad no puede ser considerada absoluta en el sentido de que se considere como el punto final o de perfección del conocimiento sino que siempre es una etapa de un proceso de creciente aproximación. Ambas proposiciones permiten a dicho autor, introducir la historia en la verdad sin caer por ello en el relativismo. De hecho, una verdad es siempre relativa sin que por ello deje de ser verdad.

    En esta línea de pensamiento, el filósofo francés utiliza el concepto de frontera epistemológica”. Al efecto nos dice: “filosóficamente, toda frontera absoluta propuesta a la ciencia es indicio de un problema mal planteado y que por consiguiente, el proceso del establecimiento de las verdades científicas es un proceso sin fin” 39. Esto en clara referencia a quienes a finales del siglo XIX, habían planteado dificultades para el crecimiento de la física moderna al declarar que el conocimiento humano es limitado e incapaz de resolver por sus propias fuerzas los enigmas del universo.

    El rechazo de Bachelard a la dialéctica hegeliana obedece a la crisis generada   por  el  positivismo  comtiano  en  la  concepción  del  saber

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    39       Ibid, p. 64.

 

mediante complejificación progresiva.  Para el epistemólogo francés, los movimientos dialécticos de las ciencias contemporáneas son francos,  vivos y precisos, pues tienen la intención de señalar la discontinuidad de la historia de los conocimientos científicos.

    En consecuencia, postula que en la historia de las ciencias existen unos “saltos”, “brincos”, “fallas” o “rupturas”, para designar las discontinuidades entre conocimiento común y conocimiento científico. Estas discontinuidades son producidas porque a medida que progresan las ciencias, resultan nuevos conocimientos que agrietan y luego derriban sus principios iniciales para generar otros nuevos. Esto se resume en que el movimiento dialéctico consiste en “destruir para crear”.  

    En este sentido, Bachelard nos dice que la verdad científica se impone por sí misma, es decir, “no está a la espera de una “fundación” o de una garantía filosófica” 40. Es que para el epistemólogo francés, el conocimiento científico en tanto que científico, es objetivo. ¡Si queréis saber lo que es la objetividad, no se cansa de decir a los metafísicos, dejad de fundar, observad a los que construyen! Prestad atención a los pormenores de la producción científica contemporánea.

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    40  Ibid, p. 57.

 

    A pesar de que Bachelard no es el primer filósofo que caracteriza el conocimiento científico por su objetividad, es su característica más fuertemente reconocida. Sus reflexiones son contrarias a la filosofía kantiana, pues como filosofía idealista, todas sus cuestiones en el terreno del conocimiento están orientadas por saber en qué condiciones es posible un saber objetivo.

    En definitiva, nuestro pensador sustituye la pregunta de la objetividad del conocimiento por la tesis según la cual, los conocimientos científicos son objetivos. Veamos a continuación los alcances de esta sustitución.

    En el período burgués clásico, todas las filosofías idealistas implican una teoría del conocimiento que siempre es una teoría de fundamento de

la ciencia. Es en estas teorías donde se produce lo que Bachelard llama “corrupción de las ciencias” a favor de estas filosofías, corrupción que está encubierta por las declaraciones de “adecuación” de la filosofía a las ciencias que Lenin explicó a satisfacción. La primera cuestión se refiere  la relación entre el ser y el pensamiento. Esta cuestión divide la filosofía en dos campos: el de los materialistas que afirman la primacía del ser sobre el pensamiento y el de los idealistas que afirman la primacía del pensamiento sobre el ser. La segunda cuestión, es la de la objetividad de los conocimientos.

    En el juego al que se refiere Bachelard, lo típico de todas las teorías del conocimiento, es comenzar en su discurso explícito por la cuestión de la objetividad de los conocimientos y de acuerdo a su solución dan respuesta a la de la relación del ser con el pensamiento. Es decir, parten  de un análisis del conocimiento que sirva de basamento a la relación del ser con el pensamiento, en donde la cuestión de hecho ya está orientada a favor del pensamiento, lo que significa que los dados están cargados.

    Pero nuestro pensador se niega a plantear esta cuestión como problema y la sustituye por la afirmación de la objetividad de los conocimientos, es decir, rompe con el esquema teórico de los filósofos idealistas modernos. Al apoyarse en la tendencia materialista de la filosofía de los científicos comprometidos en su práctica, se crea la obligación de construir el edificio epistemológico en otro campo de la filosofía: en el campo del materialismo.

    Aunque en ningún momento propone una teoría del conocimiento, esto explica por qué Bachelard hace aparecer la categoría de verdad como la base de las teorías del conocimiento y de sustituirla no por otra categoría de verdad sino por la tesis según la cual, las verdades producidas por las ciencias se establecen a lo largo de un proceso.

    Pero en el estudio del pensamiento bachelordiano, lo importante a destacar para este trabajo, es el descubrimiento de vetas epistemológicas en cuanto al tratamiento del saber y del poder. A tales efectos, su idea central es que en el mismo acto de conocer aparecen pausas e inquietudes; pero además, se muestran causas de estancamiento e incluso de regresión, se descubren causas de inercia a las que nuestro pensador denomina “obstáculos epistemológicos”. En efecto:

     “El conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta sombras en alguna parte. El pensamiento empírico es claro después, cuando el aparato de las razones ya está a punto. Volviendo sobre un pasado de errores, encontramos la verdad en un verdadero arrepentirse intelectual” 41.

 

    Para el epistemólogo francés, acceder a la ciencia, significa rejuvenecer espiritualmente, es decir, aceptar una mutación brusca  que debe  contradecir  un pasado. En este sentido afirma que no se puede basar nada sobre la opinión: antes hay que destruirla. Este es el primer obstáculo que hay que hay que superar. El espíritu científico no impide tener una opinión sobre que  no  comprendemos, sobre  temas  que  no

sabemos formular claramente.

 

 

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    41   Bachelard, Gaston. “Epistemología: Textos escogidos por Dominique Lecourt”. Traducción al castellano por Elena Posa. Editorial Anagrama. Barcelona.1973. pp. 187-188. 

    El autor de Epistemología argumenta que si no hay pregunta, interrogante, no puede haber conocimiento científico. Un obstáculo epistemológico se incrusta en el conocimiento tradicional, incuestionado, esto es, costumbres intelectuales que fueron útiles y sanas pueden a la larga, entorpecer la investigación. La explicación que asume el pensador francés es que el instinto formativo acaba cediendo ante el instinto conservador. En otras palabras, llega un momento en que algunos hombres de ciencia prefieren lo que confirman sus saberes que aquellos aspectos que lo contradicen o lo que es lo mismo, prefieren las respuestas a las preguntas. Entonces el crecimiento científico se detiene.

    En este sentido, Bachelard sostiene que la noción de obstáculo epistemológico puede estudiarse en el desarrollo histórico del pensamiento científico y en la práctica de la educación. Todo lo que encontramos en la historia del pensamiento científico, está lejos de servir efectivamente a la evolución de este pensamiento. “Ciertos conocimientos, incluso justos, detienen demasiado pronto investigaciones útiles” 42.

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42    Ibid. p. 190.

 

    Para nuestro autor, “la epistemología debe elegir los documentos recogidos por el historiador. Debe juzgarlos desde el punto de vista de la razón e incluso desde el punto de vista de la razón evolucionada, pues, sólo en nuestros días podemos juzgar plenamente los errores del pasado espiritual”. Más adelante, nos dice: “Sólo la razón dinamiza la investigación, pues únicamente ella sugiere más allá de la experiencia común (inmediata y artificial) la experiencia científica (indirecta y fecunda)”.

    El pensador francés distingue entre el oficio del epistemólogo del historiador de las ciencias. Este último debe tomar las ideas como hechos mientras que el epistemólogo debe tomar los hechos como ideas introduciéndolos en un sistema de pensamientos. “Un hecho mal interpretado por una época queda como un hecho para el historiador. Para el epistemólogo es un obstáculo, un contra-pensamiento”43.

    Es que cualquier cultura científica debe comenzar por una cierta catarsis intelectual y afectiva. A continuación viene la tarea más difícil: poner la cultura científica en estado de movilización permanente, es decir, sustituir el saber cerrado y estático por un  conocimiento  abierto  y

 

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43    Ibidem.

dinámico, es decir, dar finalmente a la racionalidad, motivos para que evolucione.

    Finalmente, Bachelard hace alusión a su propia experiencia y nos dice que estas advertencias sobre la racionalidad y el poder son más visibles en la enseñanza científica pero también son aplicables en el campo educativo. Manifiesta convencido que no ha visto nunca a un educador cambiar  de  método   de   educación, ya  que  no  posee  el  sentido  del

fracaso ya  que el que enseña manda.

2.3- Neoliberalismo y mercado total  

Con este tema concluimos el trabajo. Es un tema de actualidad por las implicaciones que lleva consigo desde la óptica social que franquea el aspecto estrictamente económico de sus efectos. Podemos iniciar diciendo que algunos de los grandes economistas que ha producido el mundo, desde Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx, Alfred Marsha, Max Weber, John Keynes, han postulado interrogantes acerca de los límites históricos del capitalismo. Pero de manera similar, otros economistas tendieron a considerar la economía de mercado como el mejor de los remedios a los grandes males del mundo, es decir, la forma de organización económica más eficiente que ha desarrollado la  humanidad entera en toda su historia.

    Así por ejemplo, Karl Marx reconoció la importancia histórica del capitalismo y el gran desarrollo de las fuerzas productivas que éste ha hecho posible, pero al mismo tiempo, dedicó gran parte de su vida a demostrar científicamente los efectos destructivos sobre el ser humano y sobre la naturaleza que el capitalismo conlleva en sus entrañas. Max Weber estudió de manera minuciosa la racionalidad económica formal del mercado; particularmente, analizó la propiedad privada y el uso del dinero como los elementos claves de la acción económica mercantil. Sin embargo, postuló críticamente que la ética del mercado estimula la despersonalización de las relaciones humanas y que el capitalismo lleva a cabo sus axiomas a partir de un proceso de selección económica de las personas sobre una base absolutamente utilitarista. 

     John Maynard Keynes se alineó con la economía de mercado y fue un fuerte crítico de los bolcheviques aunque propició la "socialización de la inversión" como el único modo efectivo a largo plazo para atenuar el desempleo y el comportamiento errático de los ciclos económicos en el capitalismo.

     En este sentido, la teoría del equilibrio general sólo reconoce al mercado y sus procesos del intercambio como la única institución económica fundamental, despreciando y siendo incapaz de teorizar científicamente los problemas de la estructura socio-institucional y del largo plazo. Sin embargo, la economía ecológica preconiza el mito del crecimiento y plantea la urgente necesidad de un humanismo del desarrollo. 

En el caso de América Latina, podemos decir, que el fracaso de los modelos desarrollistas impul­sados en las décadas  50 - 70, marcan el inicio del período neo­liberal. Aunque se presenta en nuestras sociedades como pensamiento y proyecto económico, el neoliberalismo rápidamente se muestra como un proyecto de sociedad en el cual el sistema de mercado se convierte en el principio rector para organizar la sociedad.

    El neoliberalismo irrumpe en 1973 bajo el amparo de la dictadura chilena, fecha a partir de la cual se extiende por todo el continente. Tiene su empujón decisivo en los años 80, cuando estalla la crisis de la deuda externa y cuando los presidentes Reagan y Bush conjuntamente con las instituciones internacionales de crédito imponen a la fuerza los llamados Programas de Ajuste Estructural en todo el continente; ya en los años 90, está impuesto en toda América Latina.

    En el análisis dialéctico que hace Franz Hinkelammert del Neoliberalismo y el mercado total, insiste en la imposición del neoliberalismo de la razón técnica, económica, instrumental, en los procesos económicos, pues en ella descansa el orden económico global, concebido como mercado de intercambios en el cual se atenta contra la libertad, la ética y el carácter axiológico del sujeto de vida y reina la exclusión y la marginalidad de gruesas capas sociales. De dicho análisis, podemos colegir también, que la justicia social no es auspiciada ni necesaria para  la  ética  neoliberal.

Podemos postular también, que en una sociedad caracterizada por la justicia social, en la que quepan todos, debe haber igualdad de oportunidades. Sin embargo, el neoliberalismo postula que en virtud de que los indi­viduos son naturalmente desiguales como conse­cuencia del largo proceso de evolución social, no todos están calificados de igual forma para ser exitosos; de ahí las desigualdades. La igualdad ante la ley es la única igualdad aceptada, sin embargo, es ella la que hace institucionalmente posible que se pueda hacer efectiva mediante la libertad en el mercado, la desigualdad natural de los seres humanos cuando actúan en su condición de sujetos vivos.

    Pero además, desde la perspectiva neoliberal, la libertad y la justicia no requieren necesariamente de la vigencia del orden democrático. Este es deseable, pero si en dicho orden se llega a una situación en la que se interfiere la libertad económica de modo excesivo en el mercado, hay que superar tal situación, si es necesario, mediante la imposición de regímenes autoritarios; nada queda, pues, por encima del mercado y su libre funcionamiento. Es una totalización global del mercado en todos los niveles: económico, moral, social y político, hasta el punto de que la libertad económica no implica ni requiere libertad política.

    La problemática recién descrita se torna más compleja cuando consideramos los retos que deben afrontar los países en vías de desarrollo, por cuanto el crecimiento se considera una necesidad si queremos derrotar a la pobreza y el subdesarrollo. Pero dicho crecimiento no puede seguirse llevando a cabo a expensas de una explotación del ser humano, cuestión que en la práctica sostuvo el capitalismo de los siglos XVIII y XIX, ni en una actitud depredadora contra la naturaleza tal como ha sido la vía utilizada por el neoliberalismo del siglo XX.

    Si damos una ligera mirada a la historia de las primeras décadas del siglo XX, particularmente a los inicios del socialismo soviético, podemos visualizar que representó una opción temprana de desarrollo para un número significativo de países que tomaron dicho modelo, para organizar la sociedad. Sin embargo, el carácter marcadamente estatista y autoritario que el mismo adquirió provocó su colapso como sistema político que sirvió de contrapeso al capitalismo, y terminó por desprestigiar totalmente esta opción de organización social.

    En su favor podemos decir, que contribuyó a replantear el debate sobre formas más equitativas de distribución del ingreso y la riqueza, aunque no logró aportes significativos en lo que fue su principal postulado: humanizar el proceso productivo y dignificar al trabajador. Tampoco logró resultados positivos en el campo de la crisis ambiental y el desarrollo de formas de producción ecológicamente sostenibles.

    Por eso, en el nuevo siglo que comienza, la base económica de las sociedades occidentales continúa siendo de corte eminentemente capitalista cuestión que nos impone como tarea urgente, dar respuesta a los enormes e inaplazables retos que el subdesarrollo impone a los países de América del Sur y de América Central y particularmente a Venezuela. En tal sentido, podemos plantear la siguiente interrogante ¿Presenta la globalización algunas opciones de prosperidad para los países en vías de desarrollo, además de los enormes retos que también lleva consigo?.

    En este sentido, podemos afirmar que la teoría económica neoclásica, conocida como "neoliberal", es la fuerza motriz que alimenta el circuito de la globa­lización. Esta teoría presupone que la activación económica perdurable depende del comercio inter­nacional o transnacional y del libre mercado mundial o global. Pero además, el objetivo único de esta actividad es el crecimiento agregado de la economía. Dicho crecimiento depende, de la ausencia de la regulación así como de la apertura o liberalización del mercado y de la priva­tización de toda actividad económica.

    Lo que llamamos hoy globalización, especialmente a nivel económico, no es más que el manto con el cual se enmascara la dura realidad de una nueva colonización del mundo por el capital. Y en virtud de que los centros impulsores de esta nueva colonización no son ya los imperios del pasado sino empresas multinacionales o consorcios internacionales, no por ello deja de ser la misma la consecuencia histórica para el resto del mundo, es decir, someter los pueblos a la totalización del mercado capitalista.

    Para Frank Hinkelammert, las teorías neoliberales vigentes se pueden entender como una determinada variación de la teoría económica neoclásica formulada inicialmente por Max Weber, sociólogo alemán, en las dos primeras décadas del siglo XX. En este tipo de racionalidad, los fines no pueden ser de tipo general como el honor de la patria o la grandeza de la humanidad. Se trata de fines específicos  en especial los fines de las empresas. Pueden ser productos (zapatos, trigo, automóviles, etc) o servicios (lavado de ropa, administración de fondos monetarios por un banco, producción de una película, etc).

    Finalmente, creemos conveniente señalar que en los inicios de un nuevo milenio se impone, por tanto, una perspectiva ideológica pero con visión histórica, en la cual el mercado, el Estado y la sociedad civil logren un adecuado y necesario equilibrio o una articulación que permita construir una senda de desarrollo humano,  cualquiera que sea la imagen que tengamos de una eventual sociedad postcapitalista, se trate de reforma o revolución, revolución permanente, entre otras salidas. Es que el reformismo es una salida falsa sólo cuando las reformas propugnadas no se articulan en una estrategia global de transformación de la sociedad 44.

    2.3.1.- Capitalismo y democracia

La mayor parte de la plataforma teórica sobre el subdesarrollo que se elaboró en América Latina a partir de la década de los cincuenta, entre las cuales podemos mencionar, el estructuralismo cepalino, la teoría de la dependencia en sus diversas versiones, la teoría de la articulación de

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44      Cfr. Mora J. Henry M. Capitalismo, democracia y desarrollo: entre el realismo y la utopía. Revista Pasos. # 86. Costa Rica.  Año 2000. p. 02.

   

modos de producción, adoleció de evidentes limitaciones que la llevaron a un callejón sin salida en los años ochenta. No obstante, los importantes avances logrados y los distintos estudios realizados, lo cierto es que muchas veces no trascendían los aspectos eminentemente estáticos y descriptivos del tema objeto de estudio.

Estáticos, debido a su dificultad para elaborar de forma adecuada una visión del desarrollo capitalista, pese al uso común de una terminología dialéctica; y descriptivos, ya que su perspectiva analítica se limitaba con frecuencia al relato de la evolución del crecimiento económico y sus contradicciones, en cada fase de estudio considerada.

    Lo cierto es que no se desarrollaron elementos capaces de trastocar y reconstruir desde sus bases, la reflexión teórica acerca de la naturaleza específica de nuestras sociedades, superando críticamente toda la arquitectura que de una u otra manera, servía de fundamento a los diversos enfoques existentes sobre el subdesarrollo, entre estos, la teoría neoclásica, el enfoque de la modernización y el marxismo ortodoxo.

    En los análisis que se establecieron estuvo ausente el concepto clave que sirviera de puente entre el desarrollo y el subdesarrollo capitalista, de donde se pudiera columbrar una visión clara y teóricamente consistente desde la cual se pudiera apreciar con nitidez el problema del subdesarrollo, es decir, su esencia, sus condiciones de existencia, sus formas de reproducción, entre otros elementos. Resultó al final, que este concepto clave no era ni la dependencia, ni mucho menos la coexistencia del modo de producción capitalista con modos de producción precapitalistas.

    Sin embargo, en un trabajo de Frank Hinkelammert, publicado en el año 1983, titulado Dialéctica del desarrollo desigual analiza científicamente la problemática del subdesarrollo. Este pensador latinoamericano, de origen alemán, luego de criticar dialécticamente la errónea imbricación e identificación entre subdesarrollo y atraso, al igual que entre subdesarrollo y sociedad tradicional, considera necesario definir el subdesarrollo capitalista a partir de la estructura de clases sociales que lo caracteriza y trata de probar bajo tales condiciones, la no funcionalización del criterio de racionalidad económica propia del capitalismo, es decir, la ganancia.

    En tal sentido, sostiene Hinkelammert, el criterio de racionalidad de la sociedad moderna ya sea neoliberal o no, es un criterio referido exclusivamente al cálculo del crecimiento de la producción de bienes materiales. No obstante, para que este crecimiento sea calculable debe expresarse como valor cuantitativo, lo cual presupone la existencia de un sistema monetario mercantil.

    La vigencia de un sistema monetario para el cálculo y, por lo tanto, para la mediación del intercambio de bienes, presupone también la existencia de un sistema de propiedad. Supone a la vez, la existencia de un poder que lleve a cabo la funcionalización de la sociedad y se constituya en clase dominante, la cual ejerce su dominio a partir y por medio del sistema de propiedad.

    Pero la forma de la propiedad y, por consiguiente, el sistema de clases, determinan asimismo el cálculo de intereses de la clase dominante. Es que en el sistema capitalista este cálculo de intereses se dirige hacia la obtención de la ganancia, ya que ésta es la que impone los indicadores que rigen el intercambio de bienes. De esta manera, en el capitalismo, la ganancia se convierte en mediadora entre el crecimiento económico y la sociedad en su conjunto. Sin embargo, Hinkelammert, destaca que la búsqueda de ganancia no es capaz de lograr por sí misma el crecimiento económico, hecho que aparece evidente y claro en las sociedades precapitalistas.

    Así pues, sostiene el autor de Democracia y totalitarismo, que la ganancia se convierte en mediadora del crecimiento económico sólo bajo determinadas condiciones. En primer lugar, debe ser ganancia capitalista, es decir, ganancia obtenida en el contexto de las relaciones sociales capitalistas y sobre la base del trabajo asalariado. Pero si bien es cierto que la existencia de relaciones sociales de producción capitalistas, -es una condición necesaria aunque no suficiente-, para que la ganancia se constituya en mediadora del crecimiento económico, ya que el subdesarrollo es precisamente una situación donde falla la relación entre el crecimiento económico y la sociedad a través de la ganancia.

    Podemos decir, aún más. En el caso del subdesarrollo latinoamericano, se deben analizar las causas históricas que lo han originado. Como bien sabemos, se trata de un proceso que va desde la colonia hasta el advenimiento del imperialismo, un periplo histórico de dimensiones mundiales en que el desarrollo y el subdesarrollo son partes de una misma realidad integral.

    Podemos tomar como punto de partida, la necesidad de captar la forma específica en que las relaciones sociales de producción se organizan en el subdesarrollo, y particularmente, la forma específica en que el capital se organiza bajo el subdesarrollo. Para tales efectos,  tomaremos como concepto clave y básico, -para tratar algunos aspectos de la construcción teórica del subdesarrollo capitalista- la noción de trabajo general.

    En esta misma línea de pensamiento, tomaremos como concepto de trabajo general, el utilizado por Marx, "todo trabajo científico, todo conocimiento, todo invento". Pero al lado de este concepto,  es necesario para el estudio del subdesarrollo, incursionar en las transformaciones que ocurren en el desarrollo de la relación de producción capitalista, con la evolución del proceso de trabajo.

     En cuanto a las nuevas formas de gobernabilidad democrática, éstas presuponen una sociedad con gran capacidad política para poder articular la identificación, la discusión y la solución de sus grandes problemas nacionales, regionales y locales. Esto a su vez exige una clara separación institucional entre el Estado, la economía y las organizaciones privadas intermedias como la sociedad civil.  

    El término sociedad civil, lo utilizamos para ilustrar la gran diversidad de organismos por medio de los cuales los miembros de la sociedad se integran para participar en la actividad política y en los debates de carácter ideológico. La sociedad estaría compuesta por los partidos políticos, sindicatos, medios de comunicación, congregaciones religiosas, agrupaciones empresariales, centros educativos, universidades, colegios y gremios profesionales, entre otros,  y en general, todas aquellas agrupaciones de variada índole que componen el rico tejido social que no son impulsadas ni conducidas, al menos directamente, por el Estado.

    Solamente una separación de este tipo garantiza la independencia requerida para impulsar los procesos sociales de diálogo, participación, aprendizaje, y el desarrollo de una alta capacidad de anticipación y reacción por parte de los distintos sectores sociales y de la sociedad como un todo.

 2.3.1.1.- La inversión antropológica

    Al hablar de la historia del capitalismo, se deben distinguir dos grandes períodos a los que se suele denominar, siguiendo el pensamiento de Marx, subsunción formal y subsunción real del proceso de trabajo.  El primero de éstos, sin embargo, tiene a la vez tanto un sentido histórico así como uno genérico. En su sentido histórico, la subsunción formal aparece como la primera forma que históricamente adquiere la relación de capital, particularmente nos referimos a una época anterior a la "revolución industrial" del siglo XVIII en la cual el capital funciona sobre las bases de un modo técnico que no es de su propia inspiración. Es decir, durante sus primeros años, el capital se apoya en los modos técnicos heredados los cuales eran de carácter artesanal.

    En tal sentido, bajo la subsunción formal del trabajo inmediato, esto es, el trabajo de los productores directos, el crecimiento de las fuerzas productivas toma lugar de manera sumamente lenta, y el capital se ve limitado en su proceso de crecimiento por la magnitud absoluta de la fuerza de trabajo al ser ésta la determinante fundamental de la magnitud de la riqueza producida en estas condiciones.

    En cuanto al sentido genérico, podemos decir que la subsunción formal hace referencia a la forma social de la producción capitalista, es decir, aquella en que los trabajadores que se relacionan de forma directa con el objeto y los instrumentos de trabajo, aparecen desposeídos de los medios de producción y de subsistencia, y éstos se les contraponen como un poder autónomo y ajeno. A causa de esta separación, los productores directos se ven obligados a vender su fuerza de trabajo como mercancía, por lo que su relación con los propietarios de los medios de producción adopta la forma del trabajo a cambio de un salario.

    La producción sufre un cambio en su modo social, es decir, en la manera en que los productores directos y los propietarios de los medios de producción se relacionan entre sí, debido al hecho fundacional de que el capitalista reúne bajo su mando a un número relativamente grande de obreros. Se establece una relación económica de supremacía y subordinación (por ejemplo, subsunción) mediante la cual el proceso productivo es liberado de la coerción política directa (surge el "obrero libre"), al mismo tiempo que el trabajo pasa a ser más continuo, prolongado e intensivo, gracias a las nuevas formas de la producción: la cooperación o el trabajo cooperativo y la división del trabajo. Todos estos elementos indicados son comunes a las distintas fases de la producción capitalista, precisamente porque resultan de la mera forma social de la producción que caracteriza a este régimen económico.

    El capital impulsa el desarrollo de las fuerzas productivas materiales, generando un modo técnico de producción que es su creación específica, con lo que el crecimiento de la productividad adopta la forma de un movimiento constante y renovador. De esta manera, el capital crea un modo de producción específicamente capitalista.

    Con la subsunción real del trabajo inmediato también ocurren cambios importantes en la fisonomía del lugar de trabajo. El taller sencillo de manufactura había sido sustituido por el taller mecánico; en aquél, el obrero manipulaba los instrumentos heredados de la artesanía, los cuales simplificó y perfeccionó para desembocar en la división manufacturera del trabajo. En el taller mecánico, el obrero hace uso de la máquina-herramienta, con la cual se inicia la primera fase de la revolución industrial en Inglaterra.

    En esta misma línea de pensamiento, teniendo en cuenta el impacto social de las nuevas tecnologías, el cambio sustancial ocurrido con el advenimiento de la revolución industrial parece ser el punto de partida en que el capital inicia su dominio sobre la tecnología. Sin embargo, el argumento que nos interesa destacar es el referido a la dominación, real y efectiva, como proceso coactivo que se genera gracias a tales cambios organizativos y técnicos bajo los cuales el capital ahora ejerce sobre el trabajo asalariado.

    En la fábrica como unidad productiva que surge tras la revolución industrial, el trabajo humano es degradado y condenado a servir de accesorio a la operación de las máquinas. Tanto la fuerza como la habilidad del trabajador adquieren un carácter de accesorios ante la importancia dada a la máquina de manera progresiva, desplazándolo de cualquier actividad personal, agradable y creativa. De esta manera, la producción prescinde paulatinamente del virtuosismo del obrero, de sus habilidades personales y de sus conocimientos prácticos.

Es más, un proceso similar pero más difícil y complejo intenta llevar adelante en la actualidad el capital con el trabajo intelectual, que podemos interpretar como el inicio de su subsunción real. Esta, la  subsunción real coincide con la separación plena entre el trabajador directo y las condiciones de su trabajo, con lo cual toma la forma más desarrollada de la subordinación del trabajo por el capital. Podemos afirmar, que es, una revolución organizativa para el capital, de inmensas implicaciones económicas, sociales y políticas que se instalaron con gran ímpetu durante todo el siglo XIX.

2.3.1.2.- La ciencia bajo la óptica del neoliberalismo

    Haciendo un poco de historia, recordemos que el artesano de la época preindustrial no sólo ostentaba la propiedad de los medios de producción, sino que también ejercía un dominio intelectual sobre el proceso de trabajo y sobre cada uno de sus momentos. Pero una vez convertido en obrero, su dominio intelectual del proceso es puesto al servicio del capital y de la racionalidad económica neoliberal.  

     En este sentido, conviene precisar que el objetivo primordial del pensamiento neoliberal es legitimar un tipo de sociedad específica, la sociedad capitalista, en contra de otras sociedades. Dicha legitimación va orientada específicamente en contra de las tendencias que puedan desembocar en la sociedad socialista, pues, “la utopía socialista es el proyecto de una sociedad sin relaciones mercantiles (…)”45.

    El instrumento que a manera de emblema utiliza el neoliberalismo es el de la racionalidad económica, capitalista, irracional, que persigue exclusivamente fines en sí misma, puesto que el neoliberalismo lleva consigo una ética profundamente anti-humanista.

   Esto explica fehacientemente, que como corolario de la división manufacturera del trabajo, las potencias intelectuales del proceso material de la producción se contrapongan al obrero parcial, como propiedad ajena y como poder ajeno  que lo  domina. Posteriormente, estas potencias intelectuales aparecen en el sistema de maquinaria que

regula la producción, minimizando la función del trabajador a una actividad secundaria y subordinada. De esta manera, el trabajo inmediato se reduce a un mero momento del proceso de producción y de trabajo.  

 

 

 

 

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     45   Cfr. Hayek, Friedricih “La pretensión del conocimiento” en ¿Inflación o pleno empleo? Unión Editorial, Madrid, 1976. Mencionado por Hinkelammert, Franz en Crítica a la Razón Utópica. Tercera edición. Colección Economía-Teología. Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI). San José, Costa Rica. p. 58

 

    Lo cierto es que con la subsunción real, el conocimiento y el trabajo inmediato, la creación de progreso y la puesta en práctica de éste, el trabajo de la mente y el trabajo físico, se separan. Este proceso de división comienza con el hecho de que el capitalista frente a los trabajadores individuales, representa la unidad y la voluntad del cuerpo social del trabajo. Se pone en práctica una de las actividades intrínsecas del neoliberalismo, cual es, la mutilación de las facultades creativas del trabajador haciéndolo un trabajador parcial.

    Este proceso se consuma en la gran industria, que separa al obrero de la ciencia, como potencia productiva, ahora convertida en autónoma y sistematizada. El conocimiento y su desarrollo constituyen ahora una condición del proceso directo de producción y de su expansión, y ambos se han transformado en esfera de aplicación productiva de la ciencia. Esto permite y empuja a que haga su aparición el trabajo general como  un nuevo tipo de trabajo productivo. Siguiendo a Marx, insistimos en que el trabajo general es todo trabajo científico, todo conocimiento, todo invento.

       De lo anterior podemos columbrar, que ahora tenemos dos categorías distintas de trabajo productivo, que funcionan de manera independiente pero mutuamente condicionados. Dichas categorías son  el trabajo inmediato y el trabajo general. El primero nace junto con la sociedad capitalista, y es el principal determinante en la producción de riqueza social en los primeros estadios de la misma. El segundo surge cuando el capitalismo separa de modo definitivo el trabajo manual del trabajo intelectual, y para ello necesita organizar y subordinar a este último a fin de garantizar el desarrollo de la productividad y la creación de plusvalor.

    En virtud de que el desarrollo del trabajo inmediato guarda una dependencia estrecha con el trabajo general, el capital procura organizar y subsumir a este último, lo que explica que junto a la fábrica se hayan fundado lo que conocemos con el nombre de taller de progreso tecnológico o laboratorios de investigación y desarrollo 46. Es aquí donde se procesan las innovaciones y las aplicaciones productivas de la ciencia que demanda el modo de producción capitalista.

    Ahora estamos en condiciones de entender que la llamada segunda revolución industrial, revolución científico-técnica o revolución de la productividad como la ha denominado Peter Drucker, no es más que la

 

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     46     Cfr. Figueroa, Víctor (1986). Reinterpretando el subdesarrollo. México D. F., Siglo XXI. 1986. p. 41.

 

expresión del dominio organizado y sistemático del trabajo general sobre el trabajo inmediato, gracias al cual efectivamente ningún modo técnico de producción es considerado como la forma definitiva de un proceso de producción.

    Así pues, en definitiva, los talleres de progreso o laboratorios de investigación y desarrollo (I & D) se presentan como centros de trabajo donde se diseñan procesos productivos y bienes nuevos. Pero en la práctica, se dedican exclusivamente a las aplicaciones de la ciencia, bajo la tendencia de la acumulación de capital cuestión que explica la renovación constante de los procesos productivos.

    En este sentido, vemos que la máquina de vapor surgió sin la intervención de la termodinámica, pero su posterior perfeccionamiento sólo se hizo realidad cuando intervino esta última. Análogamente, el primer avión voló antes de que apareciera la aerodinámica, pero fue  ésta la que permitió el gran desarrollo que hoy conocemos en la aviación.

    Tratando de resumir lo expresado en las líneas anteriores, podemos argumentar que la ciencia ha sido transformada por el neoliberalismo en capital, no obstante, como sucedió con el trabajo inmediato, este proceso se inicia con la subsunción formal.

    En este contexto, pueden apreciarse las fuertes implicaciones que se derivan para la teoría del desarrollo y del subdesarrollo capitalistas, si se considera que este último se caracteriza, en el nivel esencial, por una forma de organización de la relación de capital en la que no se ha organizado y subsumido el trabajo general, donde no se lo explota, o mejor dicho, se lo explota de una forma parcial y fragmentaria.

    Se trata de una organización de la sociedad capitalista que no cuenta con su propio "taller de progreso" y que no puede, sin embargo, dejar de prescindir de él, ya que toda posibilidad de explotar el trabajo inmediato al máximo, depende de su vinculación con el trabajo general. Por tanto, resulta claro, que los países en vías de desarrollo (o subdesarrollados) somos dependientes en cuanto a tecnología de punta, desarrollo tecno-científico, progreso técnico, innovación, entre otros, en virtud de nuestra condición de países en vías de desarrollo.

    Así pues, podemos postular que dentro de la llamada "economía de mercado" cualquier posibilidad de desarrollo relativo para América Latina en las próximas tres décadas o más, dependerá estrechamente de que la transformación productiva de nuestros países descanse sistemáticamente en la ciencia y la tecnología y, en consecuencia en la formación de los recursos humanos calificados lo cual está estrechamente vinculado a la efectividad y eficacia del sistema educativo.

    En base al análisis anterior, significa entonces que ¿estamos atrapados en un callejón sin salida?, Es decir, ¿No tenemos otra vía distinta que resignarnos a un desarrollo dentro del marco del neoliberalismo de la ciencia y la tecnología, en la que la totalización del mercado nos subsuma? La respuesta es sin ninguna duda, negativa, pero simultáneamente debemos estudiar opciones que no excluyan al mercado pero que tampoco lo conviertan en la panacea, cuestión que depende en altísimo grado de la construcción y viabilidad de un nuevo proyecto de desarrollo para América Latina, en las próximas tres décadas.

    Incluso, podemos argumentar como telón de fondo a lo expresado en línea anteriores, que más allá de la ética profundamente antihumana del neoliberalismo, el egoísmo y consumismo, son elementos claves para aquél, que entran en querella con una ética humanista de los sujetos de vida. Dentro de este contexto, ciertos supuestos del neoliberalismo se contraponen con la aspiración del sujeto humano de rechazar la pobreza y el hambre como realidad insoslayable.

    Es conveniente también, tener presente que dichos supuestos constituyen el ethos del neoliberalismo pues, sirven de soporte a la razón económica, capitalista, como una razón depredadora de la vida, del orden biológico y natural de la existencia.  Es más, esta racionalidad es una racionalidad medio-fin, ya que actuar de manera racional es actuar instrumen­talmente para maximizar las posibilidades de éxito en el mercado. Para el neoliberalismo, una de sus tesis es tratar de maximizar las ganancias, de acumular mayor propiedad, de consumir siempre más, porque ello es fundamental para su propósito supremo: la repro­ducción de los sujetos de vida dentro del  sistema económico de mercado.

En este sentido, el cuestionamiento que hace Hinkelammert, a las relaciones capitalistas de producción, se produce a raíz de la exigencia por parte del sujeto de vida, de satisfacer sus necesidades. El asunto no es de preferencias, ya que en este caso no habría que cuestionar nada 47 sino que el hombre como sujeto vivo debe realizar su proyecto de vida

a partir de la satisfacción de las necesidades; de tal manera que cualquier proyecto que excluya ésta resulta cuestionable, pues se sabe que el sujeto no puede ser feliz sin realizar su proyecto de vida.

 

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    47    Cfr. Hinlelammert, Franz. Crítica a la razón utópica. Tercera edición. Colección economía-teología. Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI). San José, Costa Rica. 2000. p. 241.

Además, ello trae como consecuencia grandes dosis de injusticia, inequidad y desigualdad social si los beneficios de la técnica no son distribuidos equivalentemente entre todos los ciudadanos.

    Es así que el cuestionamiento de las relaciones capitalistas de producción se hace realidad cuando su esencia descansa en el desequilibrio social, en la socavación de la libertad individual y en la irracionalidad económica.

    En una sociedad caracterizada por la racionalidad económica, el rol de la técnica tiene que estar orientado a la humanización y el bien común de la ciudadanía, no en cercenarle a la ciudadanía, incluso, su capacidad de juicio y de elección, esto es, el derecho a participar en las decisiones políticas del Estado, que está orientado a la solución de los problemas sociales sólo con criterios técnicos.        

    Esto es así, ya que para el neoliberalismo una sociedad libre es una sociedad de ligaduras tradicionales, porque son las normas consuetudinarias que pautan las conductas de los agentes individuales en toda sociedad orga­nizada, las que deben garantizar y proteger la libre

operatividad de la actividad económica por excelencia, el libre mercado. Dicha concepción trans­forma en anti-social a cualquier actividad que pretenda violar o cambiar el funcionamiento de las tradiciones.

    Finalmente, del análisis de Hinkelammert, el cual descansa en la imposición del neoliberalismo de la razón técnica, económica, instrumental, en los procesos económicos, podemos colegir que en dicha razón, descansa el orden económico global, concebido como mercado de intercambios donde se atenta contra la libertad, la ética y el carácter axiológico del sujeto de vida y reina la exclusión y la marginalidad de gruesas capas sociales. Pero al lado de estas debilidades o incongruencias se trata de la globalización de los mensajes, de los cálculos, de los transportes, es decir, de la consiguiente dispo­nibilidad del globo entero, por eso se habla de “aldea planetaria”. A esta parte dedicaremos la siguiente sección de este capítulo.

  2.3.2.-  Enjuiciamiento filosófico de la globalización neoliberal

    No olvidemos que si las preocupaciones cosmológica, metafísica y  gnoseológica fueron las fuentes primigenias de los intereses humanos en las épocas antigua, medieval y moderna, ahora es el problema antropológico es el que nos viene preocupando desde la muerte de Hegel, al menos en lo que respecta a la filosofía occidental.

    Aún más, aunque ya no exista el Muro de Berlín ni la utopía marxista,  que fue para muchos sujetos de vida y durante más de medio siglo, la posibilidad de lograr la liberación de nuestros pueblos, podemos afirmar que el pretendido triunfo del capitalismo, en su versión más inhumana -el neoliberalismo- dista mucho de ser real en la práctica cotidiana.

   En esta línea de pensamiento, postulamos que aunque haya finalizado el “socialismo real”, que dicho sea de paso, fue muy poco socialista y poco real, no por ello los niveles de pobreza y marginalidad de gruesas capas sociales han disminuido. Por el contrario, hoy día se estima que   más de un tercio de la población latinoamericana vive en situación de pobreza crítica, es decir, en la miseria y otra gran parte de la población vive en estado de pobreza no crítica pero sin acceso a los beneficios que han servido de postulados al neoliberalismo.

    Como asunto de especial importancia, nos referimos a la ecología, que cobra gran desarrollo e importancia como tema académico a partir de la década de los 60. Comienza a “calentar la calle" desde la década de los setenta, en la que se multiplican los movimientos ambientalistas, que captan simpatías y adquieren una importancia igual o mayor que los partidos políticos. Desde este momento la ecología ya no es sólo una ciencia, reservada a especialistas o estudiosos del ambiente, sino una visión del mundo, es decir, una cultura que comienza a engendrar nuevas jerarquías de valores, que hagan posible instaurar costumbres más cónsonas con el respeto a la naturaleza.

    Es por ello que filosóficamente hablando, podemos referirnos ya no a una ecología, entendida como el exclusivo estudio de la naturaleza, sino de una "ecofilía", concebida como el amor hacia la naturaleza, ya no de una naturaleza-objeto de estudio o dominio por parte del hombre, sino de una naturaleza-sujeto de diálogo 48.

    En base a lo anterior, podemos argumentar que hoy no es posible hablar de la liberación integral de la persona y nuestros pueblos latinoamericanos, sin incluir las implicaciones que el ambiente tiene en esa liberación. En otras palabras, no es posible postular una filosofía intersubjetiva sin reconocer en la naturaleza la categoría de sujeto.  

   ¿Qué esperanza, fundada, puede ofrecer la filosofía latinoamericana a tantas y tantas personas que se debaten entre la pobreza y la enfermedad? ¿De qué forma el pensamiento filosófico criollo puede difundir la voz de los que no la tienen? ¿Son los pobres, los enfermos y los marginados verdaderos sujetos de su propia historia? ¿O los seguimos considerando seres-objetos de ayuda, redención, pero a condición de que estén organizados y subsumidos según las bondades

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     48     Cfr. Gómez H., José F. Hacia una Filosofía Intersubjetiva De la relación sujeto-objeto a la relación sujeto-sujeto. Revista Pasos # 82. Publicación del Deparatamento Ecuménico de Investigaciones (DEI). Costa Rica. 1999. p. 04.

 

del mercado y de la globalización mundial?

2.3.2.1.-El regreso al sujeto viviente

    Quizás uno de los retos que tiene la filosofía, y especialmente la filosofía latinoamericana, es el de superar una relación, la del sujeto-objeto, que ha venido consolidándose a lo largo de la historia y que hoy está más firme que nunca. Situémonos por un momento en el terreno de la crítica o gnoseología. El realismo predicado por la tradición aristotélico-tomista —entre otras muchas corrientes filosóficas— consideraba al movimiento intencional, a la intencionalidad, como la capacidad que posee el sujeto, siempre y sólo el sujeto, para aprehender al objeto. Aquél, el sujeto, era el activo en la relación, quien salía al encuentro del otro, quien tomaba la iniciativa con su dinamismo. Este, el objeto, debía permanecer estático en espera de ser encontrado, de ser conquistado.

    No es redundancia insistir en las importantes como terribles implicaciones que este esquema sujeto-objeto ha traído, no solamente para el pensamiento, sino para otras ramas de la filosofía. La naturaleza, por ejemplo, se ha considerado ya como un objeto de estudio, ya de transformación, aunque nunca como sujeto. En la vida política ha sido igual. El Estado, los gobiernos, los partidos y quizá hasta no pocas Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s), se plantan frente a la ciudadanía como los sujetos capaces de convencer, de conducir, de ilusionar a los pobres objetos que deben estar siempre pendientes de sus decisiones y proyectos.

    Por último: ¿nos sentimos sujetos frente a Dios, capaces de dialogar con él, o somos apenas objetos de su misericordia y su perdón?
Entre los filósofos que cuestionaron el esquema sujeto-objeto, desde Husserl -que hablaba de una intencionalidad en algunos objetos- hasta la Escuela de Francfurt que postula la ética dialógica, han permitido a la naturaleza presentarse como sujeto frente al ser humano.

¿Y entre los seres humanos? ¿Qué pasos está dando la filosofía latinoamericana para cambiar la relación sujeto-objeto y establecer un nuevo diálogo entre sujetos, es decir, una filosofía intersubjetiva?.

   Por "filosofía intersubjetiva" entendemos el sentido de la filosofía que hace énfasis en la relación sujeto-sujeto y deja de lado la tradicional relación sujeto-objeto. En otras palabras, una filosofía capaz de considerar a la alteridad en términos de diálogo y no únicamente de recepción, de comunicación social y no de racionalidad explicativa de las cualidades existentes en un sujeto que se desdobla en un objeto 49.
    La mayor parte de las corrientes filosóficas sostienen que “conocer” equivale a “aprehender", es decir, al acto por el cual un sujeto aprehende un objeto. Este proceso se refiere al movimiento “intencional” que intenta un sujeto para alcanzar un objeto con el propósito de aprenhenderlo y hacerlo suyo pero sin que desaparezcan las características esenciales del objeto aprehendido.

    En este mismo sentido, podemos afirmar que en este esquema el sujeto-que-aprehende es dinámico y activo, ya que es quien toma la iniciativa, es el que busca establecer una relación con la alteridad, con la otredad y considera a ésta en su condición de objeto-que-es-aprehendido, estático e inmóvil. Es más, si buscamos una definición de objeto vemos que para la filosofía clásica, es todo aquello que puede existir independientemente de un sujeto que lo reconozca, remarcando de esta forma su independencia con respecto al sujeto-reconocedor.    

    Este proceso clásico del sujeto-objeto ha sido ampliamente criticado por la Escuela de Francfurt y es Habermas uno de los principales cuestionadores, como ya se vio en páginas anteriores. Este pensador postula que sólo un cambio de paradigma –el de la racionalidad comunicativa-, puede modificar el esquema.

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     49       Ibid, p. 06

    Lo anterior, nos lleva a insistir en que es prioritario desarrollar una "pedagogía del aprendizaje" en la que el sujeto ya no se preguntará solamente por las condiciones de posibilidad de su conocimiento, sino que ahora investigará acerca de los posibles aportes que el objeto  -ya transformado igualmente en sujeto- es capaz de suministrar. En este sentido, ya no nos preguntaremos qué es lo que yo puedo conocer, o cuáles son las condiciones de posibilidad de mi conocimiento, sino qué es lo que la alteridad, la otredad o el objeto convertido en sujeto, puede aportar. Esto es, existe un cambio en la perspectiva.

    Ya no se trata de una visión clásica, fragmentaria y unilateral del sujeto que sale al encuentro del objeto —para conocerlo y modificarlo, en caso de ser necesario, como sostienen algunas escuelas idealistas— se trata ahora de dos sujetos que se encuentran en una actitud de comunicación y permanente diálogo, en la que ambos pueden aportar y recibir desde sus respectivas especificidades, y en la que ninguno es superior al otro, sino apenas es diferente. De esta manera, el proceso de conocimiento significa no sólo reconocer a la alteridad en su existencia objetiva, sino comunicarse para dialogar con ella y aprender de ella.

    En esta línea de pensamiento, comunicarse con ella, ahora en calidad de sujeto, es desarrollar con ella esa pedagogía del aprendizaje a la que nos hemos referido en líneas anteriores, cuestión que le daría a la filosofía la posibilidad de regresar a sus orígenes, buscando las fuentes mismas de la sabiduría.

    Reconocer la alteridad, entonces, significará no sólo aceptar la existencia del objeto como algo independiente del sujeto, de acuerdo a la clásica definición de la filosofía clásica, sino como objeto que también tiene características subjetivas en la medida en que es capaz de establecer un diálogo, basado precisamente en esa alteridad con el otro sujeto.

    Con la relación entre la filosofía y la ciencia parece suceder lo mismo. Quizá por los naturales temores que siembra en un filósofo —más dado al humanismo que al manejo de la técnica o la cibernética— el desmesurado avance tecnológico de la actualidad, quizá por la falta de preparación específica en este tema, tan rápidamente cambiante, el hecho es que la filosofía tiende a ver con recelo a la ciencia y, o desaparece en ella, buscando una identificación que llega a ser, muchas de las veces, pérdida de identidad, o la considera como enemiga al sentirse amenazada por un progreso científico que pone en cuestionamiento no pocas de las verdades clásicas de la filosofía.

    Reelaborar, por tanto, una teoría del conocimiento en la que el verbo aprender sea más importante que el verbo enseñar, en la que se privilegie la comunicación sobre el mero reconocimiento y el diálogo sobre el monólogo, es una de las propuestas que constituyen la filosofía intersubjetiva y que dará a su gnoseología la característica de ser una ciencia en verdad des-cubridora de la alteridad, en cuanto a generar la capacidad de considerarla como sujeto, y no en-cubridora de la misma, en la medida que pretenda dejarla por siempre en su sola consideración objetiva.

    Esta racionalidad dejará de ser funcional, individual y meramente instrumental, para convertirse en dialógica y social, y aquí coincidimos plenamente con lo postulado por Habermas, en cuanto al establecimiento del lenguaje consensual, en donde la verdad aparece construida socialmente, como el resultado de un consenso social en el que todos están de acuerdo acerca de la objetividad de una determinada verdad. Esta gnoseología intersubjetiva, en conclusión, estará más atenta a descubrir la verdad en la alteridad que en proclamarla.

    Si hacemos un poco de historia, vemos que durante siglos la metafísica clásica fortaleció al ser-en-cuanto-objeto, pero hoy es preciso robustecer al ser-en-cuanto--sujeto. No se trata de regresar a corrientes subjetivistas o idealistas que niegan la existencia independiente del objeto, o que, aceptando su ser autónomo, se apropian de su misma creación. Lo que se pretende es exaltar la importancia de las características subjetivas que también existen en el objeto, y que han sido despreciadas desde hace muchos años.  

    Así, la filosofía antigua privilegió el estudio de la cosmología; la medieval atendió más a la teodicea, en la cual Dios es el “gran sujeto” que crea el objeto, lo protege y lo salva; la moderna se especializó en cuestiones críticas o relativas al conocimiento, y la contemporánea ha puesto sus ojos, precisamente, en la antropología. No en balde podemos decir que el siglo XX ha sido antropocéntrico.

       Otro de los enemigos de la filosofía intersubjetiva, dentro de la perspectiva antropológica que estamos repasando, es la consideración de la alteridad no solamente en términos de objeto de estudio sino como objeto inferior o, en el peor de los casos, como objeto enemigo.

    Para quienes vivimos en grandes ciudades o urbes, las diferencias sociales y culturales que tenemos con los grupos indígenas del país, se perciben como distancia y no como alteridad, olvidando que únicamente en la aceptación y convivencia con estas diversidades, podemos lograr el necesario respeto a tales culturas y a sus tradiciones y también ayudar para su incorporación a los actuales esquemas de intercomunicación mundial. Un reconocimiento de esta naturaleza hará que la filosofía intersubjetiva siga valorando a la antropología como uno de los énfasis del siglo XX pero dará a esa ciencia una valoración más dinámica y dialógica. Una antropología intersubjetiva pondrá más énfasis en temas como la pobreza, la enfermedad, la injusticia social, la discriminación femenina, que en aspectos como la definición del ser humano en términos de alma y cuerpo. El diálogo con los otros sujetos hará que sean sus preocupaciones, y no las que el sujeto--desconocedor-del-otro ha inventado durante siglos.

    Así que serán los indígenas, los campesinos, las mujeres, los jóvenes, los ancianos, entre otros, los actuales sujetos emergentes que darán vigencia y actualidad en la discusión filosófica, a la nueva temática por discutir.

    La cosmología o filosofía de la naturaleza o del mundo considera su objeto de estudio como complementario de la antropología. La cosmología o filosofía de la naturaleza vendría a completar a la antropología. Aquélla es a todas luces una ciencia secundaria, que existe en función de los estudios antropológicos. Nos hemos referido a actitudes “positivas” del ser humano con relación a la naturaleza, sin descender a los niveles de explotación ecológica y abuso de los recursos naturales. Casos que pueden servir de ejemplos, sobran en el mundo desarrollado al igual que en el mundo en vías de desarrollo, los cuales reafirman que la conciencia de respeto a la naturaleza —aun en términos antropocentristas— está muy lejos de consolidarse bajo la óptica sujeto-sujeto ya explicada.

    La relación ser humano-sujeto y naturaleza-objeto cobra aquí una nueva dimensión. Ya no se trata de un sujeto que busca estudiar al objeto o ayudarle a cumplir con su misión existencial. Se pretende aprovecharse de él, explotarlo al máximo, con la excusa de que el hombre necesita de la naturaleza para sobrevivir, incluso a costa de la extinción de ésta.

    En tal perspectiva, es el “lucrocentrismo” la clave hermenéutica para entender la forma en que algunas personas o sociedades se plantan frente a la naturaleza.

    Nuestra filosofía intersubjetiva le plantea a la cosmología un nuevo requerimiento: considerar a la naturaleza ya no sólo como objeto de estudio o transformación, ya no como objeto de explotación, sino como sujeto de diálogo, de comunicación racional —en la medida de ambas posibilidades— que faciliten la integración armónica de una fraternidad común. No se pretende caer en animismos ya ampliamente rechazados sino redescubrir como lo hicimos en la gnoseología, en la metafísica y en la antropología, los elementos subjetivos que están dentro de ese objeto llamado naturaleza.


   
2.3.2.2.-  La globalización del mundo como estrategia de acumulación del capital

 

Desde el punto de vista histórico, la globalización es tan antigua como los grandes imperios y sus prácticas de colonización a fin de imponer sus respectivos cánones, tales como el ordo romanus del Imperio Romano o el ordo christianus del Sacro Imperio Romano-germano. Pero además, globalizar requiere poder, disponer de recursos y medios, entre otros factores.

    No obstante, si tomamos el término globalización en un sentido estricto, al asociarlo directamente con el proceso mediante el cual debe crearse un mercado mundial, como una red sin fronteras para el comercio del dinero, la compra-venta de mercancías de todo tipo, de materias primas, de productos industriales y servicios, entonces la globalización aparece estrechamente vinculada a la aparición y expansión del sistema capitalista de producción en los inicios del siglo XVI.

    De esta manera, el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en el progreso de la industria, y paralelamente en la  medida que crecían el comercio, la navegación y los ferrocarriles, lo hacía la burguesía. Así que mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha conformado todo un proceso mundial en torno a la producción y al consumo.

    En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los rincones más apartados del globo y de los climas más diversos. Así, mediante el rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía logra conquistar a todas las naciones incluyendo a las más rezagadas. Podemos decir, que la circulación de mercancías es el punto de arranque de la acumulación del capital. Además, la producción de mercancías y su comercio, forman las premisas históricas bajo las cuales se pretende multiplicar el capital.

    La historia moderna del capital comienza en el siglo XVI, cuando se consolidan el comercio y mercado mundiales. Desde esta perspectiva, podría entenderse que el fenómeno actual de la globalización no es tan nuevo como algunos entendidos pretenden a veces, sino que es un suceso o acontecimiento económico-político-social-cultural que está en estrecha relación con lo que  Marx llamó la biografía moderna del capital. Por tanto, la globalización actual no es más que la fase presente en la historia de la expansión del capitalismo.

    En tal sentido, cuando hacemos un análisis de la globalización y particularmente, cuando se busca enmarcarla como universalización de políticas neoliberales, no se pueden pasar por alto los momentos históricos del colonialismo y del imperialismo. Por estas razones, eo ipso,  habría que acentuar el aspecto de crítica a la posible ideología que pueda estar inmersa en el uso de este término.

    Así, pues, desde la óptica del enjuiciamiento filosófico de la globalización neoliberal, lo que se suele llamar hoy globalización, especialmente a nivel económico, no es más que el manto con que se quiere ocultar la realidad de una nueva colonización del mundo por parte del capital 50. Pero simultáneamente, debemos captar el sentido o espíritu que subyace en dicho acontecimiento (la globalización), cual es, la reducción del sujeto humano a un simple instrumento mercantilista y el irrespeto a la convivencia humana, aspectos estos que se pretenden ocultar.

       Lo anterior nos hace pensar que se está imponiendo el capitalismo como reducción del mundo a mera mercancía  y que, por consiguiente, lo que se globaliza es un modo de producción y de vida que conlleva en su interior una  profunda  ética  antihumana.  Dicho en otros términos,  esta perspectiva hace posible explicar la globalización actual como proceso de procesos, esto es, como un proceso fundamental de profundización de la economía capitalista, que en el curso de su expansión, y como lógica del capital, genera procesos de transformación en todos los otros niveles de la vida humana: el político, el social, el religioso, el cultural, entre otros.

    Como consecuencia de dicha lógica, el imperialismo del capital sería así, a la vez, un ataque a la autonomía de las naciones y sus culturas y a la misma vida humana, ya que no sólo disuelve y reduce los modos de vida, sino que impone además, la ley de lo económico en otros niveles despojándolos de su propia cualidad.

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    50     Cfr.  Fornet-Betancourt, Raúl. Aproximaciones a la globalización como universalización de políticas neoliberales, desde una perspectiva filosófica.
Revista Pasos. #83. Mayo-junio. 1999. Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI). San José, Costa Rica. p. 08.

 

    Si penetramos un poco más en la doctrina y en las entrañas de la globalización, vemos que desde la historia del colonialismo e imperialismo y sus consecuencias, resalta precisamente uno de los rasgos más decisivos de dicho fenómeno, a saber, su instrumentalización política por los sectores neoliberales, que se convierte en un elemento de suma relevancia para levantar la crítica ideológica de la globalización. Creemos que, en efecto, ese trasfondo ayuda a comprender por qué en gran parte el discurso actual sobre la globalización, tiene que ser denunciado como un discurso ideológico.

    Una vez situados en este nivel de crítica, quizás sea útil e importante una crítica dirigida al uso del término mismo. No nos referimos a la diferencia del término “globalización” con respecto a otros que se utilizan como sinónimos como es el caso de “internacionalización de la economía y de la sociedad”, para designar el intercambio comercial, político o cultural entre dos o más estados. También se usa el término “multinacionalización” para señalar la transferencia de recursos, específicamente de carácter financieros, de una sociedad a otra; o, más en concreto, el establecimiento de una empresa en varios contextos nacionales.

    Tampoco nos referimos a la crítica que puede establecerse a partir de la diferenciación entre los términos “globalización” y “globalidad”, dirigida a distinguir entre el proceso de la globalización y el “estado” o situación de la globalidad; y ello como señal de una contradicción inherente entre el proceso y la meta que se pretende alcanzar, pero que es inalcanzable tanto por razones sociales como ecológicas. De este modo se evidenciarían, además, los “límites de la globalización.

    Luce acertado hacer mención de la diferenciación introducida por U. Beck mencionado por Fornet-Betancourt para separar la ideología del neoliberalismo (Globalismo) del hecho de la emergencia y necesidad de una sociedad mundial (Globalidad) y de los procesos que la constituyen (Globalización) 51.

    Sin embargo, sin negar la importancia de las distinciones analíticas entre los términos mencionados, éstas están más allá de los alcances y objetivos de este trabajo. Nos concentramos, pues, en la crítica ideológica de la globalización, en base al análisis crítico del uso general que se hace de dicho término. 

    Así pues, en concreto, se trata de mostrar que el uso del término “globalización”  sirve  de  emblema, con  el  único objetivo de desatar una

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    51     Ibid, p. 10.

ofensiva ideológica del sistema capitalista, para ocultar precisamente la hegemonía y el afán de dominio de los grandes países capitalistas del mundo o de las grandes empresas transnacionales y multinacionales, y centros financieros de esta región, que con la palabra “integración”, crecimiento común a escala mundial, no hacen otra cosa que enmascarar sus verdaderos propósitos. Habría, pues, que intensificar la tendencia de denunciar la globalización como una ideología del imperialismo neoliberal, ya que es justamente el neoliberalismo quien ha inventado la globalización.

    Definitivamente, pues, se trata de una construcción ideológica y no de la descripción de un nuevo entorno económico. Constatar el aumento de los intercambios mundiales, el papel de las nuevas tecnologías y la multipolarización del sistema de producción es una cosa, pero decir que la globalización constituye un sistema mundial autorregulado y, por tanto, que la economía escapa y debe escapar a los controles políticos es otra muy distinta. Así, se sustituye una descripción exacta por una interpretación errónea 52.

   En conexión con la cita anterior del francés Touraine, habría que insistir en que una de las funciones de este axioma ideológico que el neoliberalismo ha bautizado como “globalización”, se manifiesta en la sugestión de ser un proceso que abarca todo el planeta. Pero lo que interesa destacar es que bajo la acción de la globalización neoliberal, la economía no se ha mundializado, ni mucho menos ha contribuido a disminuir la brecha entre países industrializados y países en vías de desarrollo, sino que se ha reorganizado y reestructurado según los intereses prioritarios de los tres grandes bloques económicos capitalistas: EE. UU.-Canada, Comunidad Europea y Japón.

    Esto explica que hoy día se hable de una especie de triangulación de la economía como el verdadero contenido de la globalización. La globalización actual es una globalización trunca. Por eso, el término “triadización” es  una  buen  sustantivo  de  la  situación actual, ya  que significa que los procesos de integración tecnológicos, económicos y socioculturales entre las tres regiones mundiales más desarrolladas (Japón y los países de nueva industrialización de Asia del sur sureste, Europa occidental y Norteamérica) llegan a ser más generalizadas, intensivas e importantes que la integración entre estas tres regiones y los países en vías de desarrollo o entre estos países.

 

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    52      Cfr.  Touraine, A., “La globalización como ideología”, en El País, 29. IX. 1996, p. 17. 

 

    Vinculado a esta crítica de la globalización como un proceso que agudiza las asimetrías a nivel planetario, estaría otro aspecto que nos parece también importante en el desarrollo de una crítica a la globalización como ideología. Es la interpretación de la globalización como una oportunidad única para universalizar lo local y localizar lo universal. En este sentido hablamos de “glocalización” para acentuar el nuevo carácter de una transformación cultural centrada eo ipso en el eje del intercambio dialéctico entre lo global y lo local 53. 

    Sin dejar de reconocer lo positivo que puede haber en esta dimensión de la globalización, habría que decir en perspectiva crítica que también puede subyacer una dimensión ideológica, si es que no se aclara de antemano la  cuestión  de  las  condiciones  reales  en  que  se  da  ese proceso. Así que no se puede ignorar, por no nombrar ahora más que estos dos problemas, que lo que se propaga como “global” o “universal” es de hecho una cultura occidental impuesta por el neoliberalismo.

    Por otro lado, conviene en sentido autocrítico, advertir el peligro de ideologizar esta crítica a la ideología de la globalización pues, podemos no querer aceptar la novedad con que nos desafía este acontecimiento.  

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    53      Cfr.  Fornet-Betancourt, Raúl. Aproximaciones a la globalización como universalización de políticas neoliberales, desde una perspectiva filosófica.
Revista Pasos. #83. Mayo-junio. 1999. Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI). San José, Costa Rica. p. 11.

    También creemos conveniente evitar caer en la trampa neoliberal de hacer de la globalización un mito, pero también debemos evitar el negar el peso de este fenómeno en el mundo actual así como las consecuencias de alcance planetario que está generando. De tal manera que, teniendo en cuenta la crítica anterior a la globalización como mito e ideología, hay que reconocer, no obstante, su realidad como un complejo conjunto de procesos muy variados que interfieren de manera fuertemente transformadora en los distintos sectores de las sociedades humanas.

    Por último, queremos insistir en que la globalización fue desarrollada en la modernidad desde Europa, en nombre del descubrimiento y del colonialismo, pero también en nombre de la expansión permanente de la ciencia y de la técnica. Y este proceso engloba hoy todas las dimensiones de la civilización, constituyéndose en el hecho de la globalización irreversible. Aceptamos, por tanto, que además del mito y de la ideología de la globalización propagados por el neoliberalismo, está el hecho del proceso de procesos de la globalización como un fenómeno que abarca muchas dimensiones y que influye así en los más variados niveles de nuestra realidad, desde el de la comunicación cotidiana hasta el de la organización política de nuestras sociedades. Para lo que perseguimos aquí, pues, no es necesario profundizar más en los niveles o dimensiones de la globalización. Para nosotros, basta decir que la globalización es una consecuencia fundamental de la modernidad.

 

MARCO METODOLÓGICO

 

    De acuerdo a los paradigmas  de la investigación, vigentes hacia finales del siglo XX, podemos ubicar nuestro trabajo dentro del

paradigma cualitativo o fenomenológico, en contraposición al paradigma

cuantitativo o positivista. 54

    Este enmarcamiento se centra en la importancia del contexto y el significado de los actos humanos sin pretender realizar generalizaciones universales sino estudiar, conocer y servir a una comunidad, adoptando una actitud de crítica y de apertura mental para comprender las realidades tal como existen.

    Por su naturaleza, nuestra investigación es teórica y por su carácter es analítica, por cuanto propicia el estudio y la comprensión de la política y la tecnología como eventos de estudio. Analizar, “significa desintegrar o descomponer una totalidad en partes para estudiar en forma intensiva

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    54     Hurtado de Barrera, Jacqueline. Metodología de la Investigación Holística. Segunda edición. Editado por la Fundación Servicios y Proyecciones para América Latina (SYPAL). Caracas. 1998. p. 04.  

 

cada uno de sus elementos y las relaciones de estos elementos entre sí y con la totalidad, a fin de comprender la naturaleza de los eventos”. 55. 

CONCLUSIONES

 

- La racionalidad tecnológica ha reducido todo a simples medios para el dominio político del hombre sobre el hombre y sobre la naturaleza, tal como postula Marcuse. Tal dominio, en su ejercicio de perfeccionamiento llega a avasallar a la naturaleza mediante una racionalidad dañina que trata de perpetuar la miseria, la pobreza, y la injusticia en el seno de la sociedad.

- Una de las formas de poder político lo constituye la razón tecnológica, ya que ésta ejerce un dominio casi absoluto que impregna ampliamente el espacio político, en el que se dan las decisiones públicas que orientan a la sociedad y al Estado hacia un mercado de intercambios de todo tipo, justificando y reproduciendo el sistema de la razón capitalista.

- En el paradigma de la acción o racionalidad comunicativa se considera al lenguaje como medio genuino de entendimiento que Habermas contrapone al paradigma de la acción técnica, en virtud de que la racionalidad tecnológica tiene como objetivo, el dominio político mediante la tecnificación del mercado.

 

- La teoría habermasiana se basa en una pragmática del diálogo como supuesto para lograr el consenso como vía de comprensión nacional entre los dialogantes. El fin es lograr un consenso de tipo comunicativo que favorezca el pleno desarrollo de una democracia de tipo discursivo, en el que toda la ciudadanía queda incluida y comprometida con los asuntos públicos del Estado.

- Las implicaciones políticas que están contenidas en el proceso de desarrollo tecnológico en las sociedades modernas, son las que dan tesitura a la formación social del proceso productivo. Dichas implicaciones facilitan en gran manera, la dirección ideológica y cultural del sistema de representaciones sociales y políticas, del que se sirve el modelo de producción para imponer sus valores y creencias.

- El mito de la ciencia como inductora de un “progreso lineal”, permite al sistema capitalista neoliberal, entender la tecnología como una panacea; es así como en su etapa de implantación, el proyecto neoliberal prescinde de todo referente democrático.    

- La política se ha definido en la práctica como una relación entre dominadores y dominados, la cual ha sido entendida como una forma despótica de dominación, utilizada con frecuencia en la historia para eliminar a los hombres como seres reflexivos.

COMENTARIO ANALÍTICO DE BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

 

* ABBAGNNANO, Nicolas (1994). Historia de la Filosofía. Volumen III. Cuarta edición. Editorial Hora S.A. Barcelona.

   

    El autor (1901-1990), pensador y filósofo de origen italiano, fue catedrático de la Universidad de Turín, fundador del principal centro de difusión de la epistemología contemporánea y en especial del neopositivismo. En el volumen III de su obra compuesta de cinco volúmenes, nos presenta desde la  filosofía  del  romanticismo  hasta  la hasta la filosofía de los siglos XIX y XX. En sus propósitos, al escribir este volumen nos presenta la filosofía de manera profunda y humana pero también suministrando la accesibilidad necesaria para aquellos lectores ávidos de conocer el pensamiento y la acción de los grandes filósofos que ha dado el mundo desde Hölderlin, Fichte, Schelling, Hegel, Schopenhauer, Marx y el positivismo de Comte, Stuart Mill y Spencer hasta el pragmatismo de Pierce, James y Dewey.

 

* ARENDT, Hannah. (1996). Entre el Pasado y el Futuro: Ocho ejercicios sobre la reflexión política. Traducción al castellano de Ana Poljak. Editorial Península. Barcelona.

 

    La autora (1906-1975) analiza profundamente las crisis por las que ha pasado el mundo europeo, particularmente por la interpretación desviada

que se la hado al término política. Esto tiene sentido, por cuanto con el ascenso al poder del nazismo alemán, Arendt, judía de convicción, tuvo que emigrar primero a París y luego a los Estados Unidos de América. Su filosofía política la desarrolla ampliamente a la luz de conceptos principales como los de autoridad, libertad, verdad y política. Analiza minuciosamente algunas aristas de la educación estadounidense, que critica abiertamente pues, tuvo la virtud de conocerla de cerca.

 

 

 

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         55          Ibid, p. 255.

   

 * ARENDT, Hannah. (1998). La Condición Humana. Traducción al español de Ramón Gil Novales. Editorial Paidós Ibérica S.A. Barcelona.

 

    Esta es una de sus obras más leídas, por cuanto somete a discusión tres conceptos primigenios del ser humano: labor, trabajo y acción. En su abordaje deslinda labor y trabajo, conceptos que históricamente habían sido tratados como sinónimos. Así, la labor engloba todas aquellas actividades humanas que tienen como objetivo, atender las necesidades primordiales de la vida como comer, beber, vestirse, dormir, entre otras. El trabajo incluye todas las otras actividades humanas en las que utiliza la naturaleza para producir objetos duraderos. Por otro lado, la acción ejercida por el ser humano la identifica con la capacidad de libertad plenamente desarrollada en los antípodas del totalitarismo. Arendt, fue una amante permanente de la libertad del ser humano en el mundo contemporáneo.   

 

* ARENDT, Hannah (1997). ¿Qué es la Política? Traducción al castellano de Rosa Sala Carbó. Editorial Paidós Ibérica SD. A. Barcelona.

 

     El objetivo primordial de esta pensadora es presentar un estudio de la política considerando al hombre como zoon politikon, en el sentido de que para su realización, depende de la ciudad. Nuestra autora nos presenta el origen y evolución de la antigua doctrina política, desde la perspectiva griega sin guardar ninguna relación con la techné, que consiste según Arendt en la fabricación habilidosa de obras y en el dominio firme de tareas objetualizadas. Es que la política siempre está orientada hacia la formación del carácter, es decir, procede pedagógica y no técnicamente. Sigue el pensamiento de Hobbes en el sentido de que la humanidad tiene que agradecerle a la técnica política de la organización del Estado. Ser político, vivir en una polis, significaba que todo se decía por medio de palabras y de persuasión, y no con la fuerza y la violencia.

 

* BACHELARD, Gaston (1973). Epistemología: Textos escogidos por Dominique Lecourt. Traducido al castellano por Elena Posa. Editorial Anagrama. Barcelona.

    La realidad de la epistemología del pensador francés Bachelard, se ha constituido alrededor de los progresos contemporáneos de las ciencias física y química, en virtud de que la ciencia del siglo XIX se ofrecía como un conocimiento homogéneo en contacto con la experiencia cotidiana, organizada por una razón universal y estable. Pero estas ciencias en su desarrollo contemporáneo se caracterizan epistemológicamente como campos del pensamiento que rompen con el conocimiento vulgar. En definitiva, para Bachelard, la ciencia es uno de los testimonios más irrefutables de la existencia progresiva del ser pensante. Para el espíritu científico trazar claramente una frontera significa franquearla, en virtud de que la frontera científica es más una zona de pensamientos activos que un límite. Desde el punto de vista filosófico, todas las fronteras absolutas propuestas a la ciencia significan un problema mal planteado. Uno de los conceptos que aborda este pensador, es el de “obstáculo epistemológico” insistiendo en que todo lo que encontramos en la historia del pensamiento científico está lejos de servir a la evolución de dicho pensamiento. Así que un hecho mal interpretado por una época queda como hecho para el historiador pero como un obstáculo o contra-pensamiento para el epistemólogo. 

 

* FOUCAULT, Michel (1999a). La Arqueología del Saber. Decimonovena edición. Traducción de Aurelio Garzón del Camino. Siglo XXI editores S. A. México.

    El autor de origen francés (1926-1984), trata de manera minuciosa la historia de las ideas, de las ciencias, de la filosofía y en general del pensamiento. De manera especial hace énfasis en el estudio del poder y de la verdad, siguiendo el sendero dejado por Nietzsche, y trata de obtener relaciones entre estos dos términos.  Siempre luchó por reencontrar nuevas formas individuales y colectivas de poder que permitieran un redimensionamiento de sus formas habituales  de realización. Una de las ideas centrales del autor, es la referida a qué es el conocimiento, para lo cual no hemos de aproximarnos a él desde la forma de vida, de existencia o de ascetismo como característica del filósofo. Para aprehenderlo en su raíz, en su fabricación, debemos acercarnos a él como políticos y no como filósofos; debemos comprender las relaciones de lucha y de poder, la manera de cómo se odian entre sí los hombres, cómo procuran dominarse unos a otros, comprenderemos entonces en qué consiste el conocimiento. En tales circunstancias, afirma que la verdad no es ajena a la cuestión del poder; la verdad se produce en atención a múltiples relaciones y luchas por el poder, agonísticas permanentes en las instituciones y en amplio ámbito de los saberes.

    En tal sentido, postula que cada sociedad erige su política de la verdad, cada sociedad construye los rituales que permiten aceptar  la verdad y descartar lo que considera falso; la verdad no está más allá del poder, está en permanente interacción con el poder y los efectos de éste la impactan conminándola a sufrir mutaciones. En esta línea de acción, Foucault afirma que “El asunto no es cambiar la conciencia de las gentes o lo que tienen en la cabeza, sino el régimen político, económico, institucional de la producción de la verdad; es saber si es posible constituir una nueva política de la verdad”.

 

* FOUCAULT, Michel (1999b). Las Palabras y las Cosas: una arqueología de las ciencias humanas. Vigésimonovena edición en español. Traducción de Elsa Cecilia Frost. Siglo XXI editores S.A. México.

 

    Para este pensador, las utopías permiten las fábulas y los discursos, ya que si no tienen un lugar real, se desarrollan en cualquier espacio maravilloso, ciudades de grandes avenidas, amplios jardines comarcas fáciles aun si si su acceso es quimérico. La heteropías, en cambio, detienen las palabras en sí mismas, desafían desde su raíz, toda posibilidad de gramática, es decir, minan secretamente el lenguaje, rompen los nombres comunes o los enmarañan porque arruinan de antemano la sintaxis y no sólo la que construye las frases. Considera que los códigos fundamentales de una cultura, es decir, los que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus valores, fijan previamente para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá.

    En el otro extremo del pensamiento, sitúa a las teorías científicas o las interpretaciones de los filósofos que explican por qué existe un orden en general, a qué ley general obedece, por qué razón se establece este orden y no aquél. Pero entre estas dos regiones tan distantes entre sí existe un dominio que juega un papel de intermediario, que es más oscuro, más confuso pero no por ello es menos fundamental. Es allí donde una cultura se despoja de los órdenes empíricos y se libera para darse cuenta de que dichos órdenes no son los únicos posibles.          

 

FOUCAULT, Michel (1994). Estrategias de Poder. Traducido al castellano por Julia Varela y Fernando Álvarez Uría. Editorial Paidós Ibérica S.A. Barcelona.  

 

    El pensador francés presenta a través de una serie de conferencias, seminarios, entrevistas y cursos que desarrolló en su periplo por el mundo de la cultura en la década de los setenta. Particularmente se recogen algunas que dictó en universidades de Brasil. Se trata realmente de una antología de textos seleccionados en la que con su mirada analítica y acerada traza círculos hermenéuticos en el entramado social de los sistemas de pensamiento  y de las redes institucionalizadas del poder, en todas sus manifestaciones y modalidades. Su proyecto intelectual discurre en el estudio de tres dimensiones fundamentales: ámbitos del saber, relaciones de poder y políticas de la verdad. 

 

* HABERMAS, Jürgen. (1987). Teoría de la Acción Comunicativa. Tomos I y II. Editorial Taurus. Madrid. España.

 

    Habermas (1929- ) rescata el concepto de racionalidad desde la vertiente weberiana, trascendiendo los análisis de Marcuse, Adorno y Horkheimer. Lo hace postulando un nuevo paradigma: el de la racionalidad comunicativa que contrapone al de la acción técnica, utilizando el lenguaje como medio genuino de entendimiento entre los seres humanos. De este modo, la razón comunicativa queda imbricada tanto al consenso como a las posibilidades de disentimiento. La interpretación habermasiana se basa en el consenso como arma dialéctica y racional la cual utiliza en el mundo de la vida a fin de lograr su objetivo, un consenso de tipo comunicativo. A diferencia de la razón técnica, la razón comunicativa se refiere a un mundo de la vida simbólicamente estructurado mediante los aportes lingūísticos de los sujetos que a él pertenecen, utilizando la vía de la acción comunicativa. En definitiva, pues, la contribución de este pensador a la filosofía es el rescate del concepto de racionalidad redefiniéndolo para que sirva de elemento de entendimiento y consenso entre los seres humanos, al despojarlo del sentido cientificista al cual había sido reducido en las sociedades avanzadas.

 

* HABERMAS, Jürgen. (1994). Ciencia y Técnica como Ideología. Tecnos. Madrid.

 

        Uno de los aspectos que Habermas trata en este ensayo es la diferencia existente entre sociedades tradicionales y sociedades modernas. Al respecto, denomina “sociedades tradicionales” a aquellas en las cuales el desarrollo de los subsistemas de acción técnica se mantiene dentro de los límites de la efectividad legitimante de las tradiciones culturales. Esta interpretación significa una superioridad del marco institucional que no excluye reestructuraciones inducidas por las fuerzas productivas pero que excluye cualquier interpretación crítica de la forma tradicional de legitimación. Esta manera de concebir las sociedades tradicionales es un buen criterio para distinguirlas de las sociedades modernas. Cuando el desarrollo de los subsistemas de acción técnica rompe los límites ya mencionados de las tradiciones culturales, estamos en presencia de las sociedades modernas. En este sentido postula que el Capitalismo es en la historia universal la primera forma de producción que ha institucionalizado un crecimiento económico autorregulado: ha dado lugar al industrialismo, que después pudo ser desligado del marco institucional del capitalismo y asentado sobre mecanismos distintos que los de la revalorización del capital en términos de economía privada.

 

* HEIDEGGER, Martin (1994). “La Pregunta por la Técnica”. Traducción de Eustaquio Barjau en Heidegger, M. Conferencias y Artículos. Ediciones de Serbal. Barcelona. Páginas 9-37.

 

    El propósito de este filósofo alemán en este artículo es la crítica abierta y aguda de la técnica. En consecuencia la considera un instrumentum para que el hombre ejerza el dominio sobre el universo y en tal sentido contrapone la resistencia de la alteridad como vía para atenuar los límites humanos del afán de poder.   En esta misma línea de pensamiento postula que todo está en manejar de un modo adecuadola técnica como medio, es decir, tener la técnica en nuestras manos y así dominarla. Este querer dominarla es tanto más urgente cuanto mayor es la amenaza de la técnica de escapar del dominio del hombre.

 

* HEIDEGGER, Martin (1997). Ser y Tiempo. Segunda edición en español traducida por Jorge Eduardo Rivera. Editorial universitaria. Santiago de Chile.

 

    En sus reflexiones filosóficas, que han servido de fuente de inspiración a otros pensadores, critica abiertamente la sociedad tecnológica moderna ya que ha favorecido una actitud elemental y manipuladora que ha privado de sentido al ser y a la vida humana. De allí que haya utilizado el término deyección para referirse a la caída del ser al mismo nivel de la cosas mundanas. Trata de darle respuesta a lo que consideraba la cuestión filosófica esencial: ¿Qué es Ser?¿qué clase de ser (Sein) tienen los seres humanos?. Postula la relación del hombre con su mundo como el lema en el cual descansa cualquier reflexión que descanse en la existencia del Dasein, como noción de posibilidad, aspecto que toma del pensamiento de Kierkegaard, con el objeto de encontrar su sentido fundamental. El factum de la obra heideggeriana ha sido darle un carácter apofántico al ser existenciario, como algo más allá de considerarlo como un ser que piensa y reflexiona que expresa el sentido de  trascendencia. Para el filósofo alemán, no existe otra esencia en el Dasein que la de su existencia, el ser-en-el-mundo; el mundo es la luz  que comunica al hombre de su existencia y del estar en medio de los otros seres existentes. Trascendencia es superación del hombre, es libertad. Esta libertad, que contrapone a la técnica, la considera como constitución fundamental del hombre, pues, es la que hace posible que el mundo reine para el ser humano.

 

* HEIDEGGER, Martin (2001). Arte y Poesía. Décima reimpresión. Fondo de Cultura Económica. México.

 

    El autor de Arte y Poesía, -donde estudia el tema de la estética, abordando el arte como tema central de la filosofía e integrado al ámbito mundano que la rodea- considera al hombre como un ente o ser finito, limitado en su capacidad y en sus poderes, lanzado al mundo para darle a la existencia humana una forma más racional. Heidegger postula la verdad como sinónimo de autenticidad, de poesía, de arte, de creación, como un descubrirse del ser, imaginación y fantasía, como estar a la luz del ser, que corrobora la afirmación  “La esencia del Dasein consiste en su existencia”. Identifica filosofía con poesía, en virtud de que ambas descubren por medio del lenguaje, el significado del Ser. Uno de sus pensamientos más refrescantes es que la humanidad ha olvidado su verdadera vocación, que es recuperar la más profunda comprensión de la existencia lograda por los primeros griegos y perdida por filósofos posteriores.

 

* HINKELAMMERT, Franz (1990). Democracia y Totalitarismo. Segunda Edición. Colección Economía-Teología. Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI).San José, Costa Rica.

 

    Las crisis económicas que ha sufrido el mundo en las últimas décadas del siglo XX, se ha traducido en el fin de una política económica conocida como Keynesianismo. Como consecuencia de ello, las crisis presagiaban una tendencia a adoptar formas económicas socialistas, se impuso una  política  económica  que  se autodenomina neoliberal y anti-intervencionista. Su consecuencia ha sido el sometimiento de toda la política económica y social del Estado a la lógica de la acumulación del capital. En la base de este desarrollo existe una ideología del mercado total, que trata de llevar a la sociedad toda, utilizando el concepto de progreso, hacia el mercado total. Desde esta interpretación, aparece la guerra en contra de todos los que oponen resistencia a este sometimiento de todas las esferas de la sociedad a la lucha de mercados.   

 

* HINKELAMMERT, Franz (1998). El Grito del Sujeto: del teatro-mundo del evangelio de Juan al perro-mundo de la globalización. Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI). San José, Costa Rica.

 

    En la sección de esta obra que nuestro autor dedica a la crítica del capitalismo utópico que llama “cínico” y su ideología, hace énfasis en la falsedad que representa el interés propio del sistema de mercado para realizar el bien de la comunidad. En este mismo sentido, considera tal planteamiento de carácter ideológico, pues, la tesis de que el interés propio en cuanto se impone en el mercado busca el bien común no es más que una sacralización de las relaciones sociales de producción. Este tipo de sacralización constituye precisamente el capitalismo utópico.  

En este sentido, opone el argumento de que la competencia crea una máquina de bienestar cuyo efecto de aceleración, expulsa fuera de la carrera a aquellos que no tengan la capacidad de imponerse en la competencia, y que en el futuro no tienen ninguna oportunidad de reingresar a ella. Postula que el mercado carece de cualquier referencia a un interés general, y no le asigna ninguna tendencia a ningún bien común; le imputa por el contrario, una clara tendencia al mal común de la exclusión.  

    En otro orden de ideas, Hinkelammert aborda el aspecto referido al comercio internacional, planteando que la teoría que domina en ese ámbito es una teoría de guerra económica, de ventajas competitivas, aludiendo a que los economistas que la comparten se autointerpretan como asesores militares de esta guerra económica. En sus planteamientos hace referencia a la crítica que en el pasado hizo Rosa de Luxemburgo a la teoría de ventajas mutuas evidentemente ideológica de David Ricardo. Luxemburgo sostenía que el comercio internacional funcionaba sobre ventajas competitivas y no sobre ventajas mutuas.

 

* HINLKELAMMERT, Franz (2000). Crítica a la Razón Utópica. Tercera Edición. Colección Economía-Teología. Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI). San José, Costa Rica.

 

    En esta obra, el autor presenta un estudio del pensamiento neoliberal como pensamiento de legitimación de la sociedad burguesa en contra de las tendencias hacia la sociedad socialista y en contra de las sociedades socialistas existentes. También el pensador de origen alemán hace una distinción entre la teoría neoliberal y la teoría liberal original. Considera que el pensamiento liberal original aun cuando legitima a la sociedad burguesa está orientado contra las sociedades de tipo precapitalistas, en particular, la sociedad feudal de los siglos XV al XVIII. Mientras el pensamiento liberal original era de superación de las sociedades  precedentes el pensamiento neoliberal del siglo XX tiene un objetivo bien definido: evitar la superación de la sociedad burguesa por la sociedad socialista.

    Para el neoliberalismo, es primordial consolidar por todos los medios posibles la institución burguesa central que es el mercado. Al considerar que la economía de mercado está en peligro, utiliza los conceptos límites de caos y de mercado perfecto o de competencia perfecta. Como conclusión, la competencia perfecta (el equilibrio) es la gran preocupación política: lograr que el mercado esté efectivamente en equilibrio.     

 

*  HINKELAMMERT, Franz (2000). La vuelta del sujeto humano reprimido frente a la estrategia de globalización en HERRERA FLORES, Joaquín (editor), El Vuelo de Anteo: derechos humanos y crítica de la razón liberal. Editorial Desclée de Brouwer S.A. Bilbao.

*  HINKELAMMERT, Franz (2000). Estrategia de globalización: límites e insuficiencia de la razón liberal en HERRERA FLORES, Joaquín (editor), El Vuelo de Anteo: derechos humanos y crítica de la razón liberal. Editorial Desclée de Brouwer S.A. Bilbao.

 

    Para Hinkelammert, es oportuno hablar en esta época de globalización de los derechos humanos, ya que la dignidad humana está seriamente amenazada y ha sido ampliamente violada por un sistema que se desarrolla según sus propias leyes trascendiendo a los seres humanos. Los efectos de dicha globalización pasan por la imposición de medidas de ajuste estructural a fin de redimensionar la sociedad en base a tres aspectos: - Apertura ilimitada para el capital financiero así como para las corrientes de divisas y de mercancías. –Restructuración del Estado en base a la conformación de un Estado policial y militar. Al quitarle al Estado sus funciones en política de desarrollo y en política sobre infraestructura económica y social, derivó en la privatización de las propiedades públicas, que ha dado lugar a una mayor acumulación de capital en pocas manos. –La flexibilización de la fuerza de trabajo, ha traído la anulación de derechos que eran el resultado del contrato de trabajo como protección frente al despido, la protección de la mujer, de los niños, entre otros.

    Para nuestro autor, la imposición de estos ajustes estructurales van simultáneamente con la difusión de una ideología de la competitividad y de la eficiencia.  Por eso se los justifica como política de eliminación de distorsiones del mercado. La economía se conduce en términos de guerra económica, para lograr ventajas competitivas que hacen posible salir victorioso en dicha guerra. De tal manera, toda actividad social es evaluada según su aporte a esta competitividad.

    Las empresas que se enfrentan en esta guerra económica tienen en común la tarea de limpiar el campo de batalla a fin de que puedan luchar entre sí, sin el peligro de las distorsiones del mercado. La eliminación de dichas distorsiones es de importancia vital, puesto que la idea general del proceso de globalización postula la eliminación de aquellas. El mercado es entonces un gran engranaje que se va autorreproduciendo, perfeccionándose en términos de su propio funcionamiento. Las distorsiones son elementos de fricción para este funcionamiento.

    Por otro lado, Hinkelammert se refiere a la propia conceptualización del ser humano que al considerarlo como sujeto pasa por cambios profundos. El concepto de sujeto surge de la relación sujeto-objeto, que como tal es un sujeto del pensamiento enfrentado al mundo de los objetos. En este sentido es un individuo poseedor, esto es, se dirige al mundo para dominar y poseer. Se interpreta como propietario de su propio cuerpo, de las reacciones de este cuerpo y de todos sus pensamientos. Este sujeto de la relación sujeto-objeto es en suma, el individuo poseedor con relación al mundo corporal pensado como objeto.     

 

* LANDER, Edgardo. (1994). La Ciencia y la Técnica como Asuntos Políticos: Límites de la democracia en la sociedad tecnológica. Editorial Nueva Sociedad. Caracas.

 

    En esta obra, el autor nos brinda una excelente visión panorámica del impacto que ha tenido el desarrollo científico y tecnológico en los campos ético, moral y político, en los que se ha subordinado la interpretación humana por la racionalidad tecnológica en la organización de cualquier actividad. Nos suministra el ejemplo de la Alemania nazi en la que la inmensa capacidad humana de creación y control es puesta al servicio de la destrucción y el sufrimiento con la más perversa experimentación científica con seres humanos. De tal manera que la ciencia y la tecnología puestas al servicio de la guerra genera el aniquilamiento masivo de seres humanos en Hiroshima y Nagasaki.   

    Todavía existe el peligro del holocausto nuclear, cuestión que ha incidido en la solicitud de exigencias de algún tipo de regulación del desarrollo científico-tecnológico, pues las amenazas para la vida en el planeta representa la amenaza destructiva del hombre. El efecto invernadero, el aumento de la temperatura media de la superficie terrestre como efecto del aumento del dióxido de carbono y otros gases en la atmósfera, la alteración del ambiente mediante el proceso de destrucción de los bosques tropicales, se han convertido en asuntos políticos por cuanto han demandado la participación ciudadana en la lucha contra el modelo tecnológico dominante.

 

* LECOURT, Dominique (1975). “Bachelard o el Día y la Noche: Un ensayo a la luz del materialismo dialéctico”. Traducido al castellano por Joaquín Jordá. Editorial Anagrama. Barcelona.

 

    Para Lecourt, el epistemólogo Gaston Bachelard ocupa un sitial de honor en el campo de la filosofía de las ciencias y en la filosofía francesa. Sus trabajos han estimulado una revolución en la manera de pensar y escribir la historia de las ciencias. Su concepto de “ruptura epistemológica” ha sido extrapolado al campo de la filosofía marxista y particularmente al ámbito de los trabajos de Louis Althusser. Para Lecourt, Bachelard fue un auténtico filósofo autidacta. Enseñó física y química en el colegio de Bar-sur-Aube, donde había nacido en junio de 1884; en 1940, llega a ser profesor de la Sorbona; murió el 15 de octubre de 1962. Fue un crítico abierto del positivismo, en sus tiempos de mayor influencia en el campo de la epistemología.

    Bachelard postula que la verdad es el cimiento de las teorías del conocimiento y que las verdades producidas por las ciencias se establecen a lo largo de un proceso. Además, sostiene que una verdad científica no es absoluta en cuanto a que es el punto final del conocimiento sino que siempre es sólo una etapa de creciente aproximación. Su concepto de “frontera epistemológica” choca con el concepto de frontera absoluta propuesta a la ciencia, desde el ángulo filosófico, es un indicador de un problema mal planteado; que el proceso de establecimiento de las verdades científicas es un proceso sin fin. Además sostiene que en la historia de las ciencias existen unos “saltos” o “rupturas” en contra de lo postulado por el positivismo comtiano del desarrollo continuo de los saberes por complejificación progresiva. También nos dice que las ciencias a medida que progresan producen conocimientos que agrietan y luego derriban sus postulados iniciales, reafirmando el movimiento dialéctico de “destruir para crear”.  

 

* MARCUSE, Hebert. (1963). Eros y Civilización.  Joaquín Mortiz. México

 

    Marcuse (1888-1980), en esta obra nos refiere que la civilización se fundamenta en el principio de la realidad, que tiene por objetivo  lo que es útil socialmente. Asimismo, nos habla de las coacciones suplementarias que mantienen la dominación social propia de nuestras sociedades modernas y que llama sobrerrepresión o represión excedente que se refiere a las restricciones provocadas por la dominación social. Ésta es diferenciada de la represión (básica) que se refiere a las modificaciones de los instintos, necesarias para la perpetuación de la raza humana en la civilización. 

    En este sentido, postula que la institución del principio de la realidad, permite que el ser humano que, bajo el principio del placer, ha sido apenas un poco más que un conjunto de impulsos animales, llegue a ser un ego organizado. Lucha por “lo que es útil” y lo que puede ser obtenido sin daño para sí mismo y su ambiente vital. Bajo el principio de la realidad, el ser humano desarrolla la función de la razón: aprende a “probar” la realidad, a distinguir entre bueno y malo, verdadero y falso, útil y nocivo. El hombre adquiere las facultades de atención, memoria y juicio. Llega a ser un sujeto consciente, pensante, engranado a una racionalidad que le es impuesta desde afuera. En relación al principio de rendimiento o actuación, nos dice: “Es la forma histórica prevaleciente del principio de la realidad.

    Utiliza frecuentemente el término represión, en toda su obra, a la que considera como un fenómeno histórico. La efectiva subyugación de los instintos a los controles represivos es impuesta no por la naturaleza, sino por el hombre. El padre original, como el arquetipo de la dominación, inicia la reacción en cadena de esclavitud, rebelión y dominación reforzada que marca la historia de la civilización. Postula que el individuo sin libertad introyecta a sus dominadores y sus mandamientos dentro de su propio aparato mental. La lucha contra la libertad se reproduce a sí misma, en la psique del hombre, como la propia represión del individuo reprimido, y a su vez su propia represión sostiene a sus dominadores y sus instituciones.

* MARCUSE, Hebert (1964). El Hombre Unidimensional. Seix-barral. Barcelona

 

    El propósito de Marcuse al escribir El Hombre Unidimensional, es tratar de explicar las distintas formas de alienación que surgen en las sociedades capitalistas avanzadas. En dicha obra  define al capitalismo estadounidense como el arquetipo por antonomasia de la sociedad industrial avanzada, fiel expresión de una sociedad cerrada, que controla e integra todas las dimensiones de la existencia humana; una sociedad en la que cualquier crítica al orden establecido es severamente reprimida. 

    Presenta a la burguesía y el proletariado como las dos grandes concentraciones sociales enfrentadas, aun cuando tienen un cordón umbilical que los une que es el interés por sostener y optimizar su status quo. No obstante, Marcuse cree que existen fuertes contradicciones internas en la composición del capitalismo que pueden hacer eclosión en el sistema. Considera que la unidimensionalidad es la identificación con el orden establecido; Postula que la sociedad tecnológica es unidimensional porque su exclusivo fin es el poder y el dominio sobre la humanidad y su principal norte es producir consumidores, alienar la libertad del hombre sin que éste lo sepa, utilizando para eso el denominado efecto anestésico del confort y la comodidad. En consecuencia, los seres humanos de estas sociedades se han convertido en seres unidimensionales.

    Para el francfurtense, es una ilusión sostener la neutralidad de la tecnología, ya que no es separable el uso que se hace de ella y la dominación que opera en el mismo sentido de las técnicas. La sociedad tecnológica, en virtud de sus intereses de dominio, utiliza al hombre de manera predeterminada así como a la naturaleza, lo cual influye en el desarrollo social y político. Esto se traduce en la transformación de la razón tecnológica en razón política.

    Nuestro autor, piensa que en el capitalismo avanzado, la racionalidad técnica se encierra, a pesar de su uso irracional, en el aparato productivo. Esto se aplica no sólo a las instalaciones mecanizadas, las herramientas y la explotación de los recursos, sino a la forma de trabajo como adaptación y manejo del proceso mecanizado, el cual se organiza según la “gestión científica”. La libertad reglamentada de manera represiva, puede volverse un poderoso instrumento de dominación. Poder elegir libremente entre mercancías o servicios  no es necesariamente ser libre si se está condicionado en relación a la necesidad de estas mercancías o servicios

 

* MARCUSE, Hebert  (1971). Razón y Revolución. Traducido por Julieta Bombona de Sucre. Alianza editorial S. A. Madrid.

 

    El objetivo de este pensador alemán, es presentar los fundamentos en los que descansa la filosofía hegeliana. Marcuse considera a Hegel como el apologista de la negatividad, que será la columna sobre la cual descansará la teoría crítica, en oposición al positivismo. A tales efectos contrasta lo universal y lo individual, que se tornó más fuerte cuando en la era moderna surgieron las consignas  de la libertad general y la creencia de que un orden social apropiado sólo podía lograrse mediante el conocimiento y de la actividad de individuos emancipados. A pesar que se declaró que todos los hombres eran libres e iguales, la competencia general entre sujetos económicos libres no estableció una comunidad racional capaz de salvaguardar y satisfacer los deseos y necesidades de todos los hombres. Es así como la vida de los hombres se hallaba supeditada al mecanismo económico de un sistema social que relacionaba los individuos entre sí como compradores y vendedores aislados de bienes. Esta falta de una comunidad racional fue lo que determinó la búsqueda filosófica de la unidad y de la universalidad de la razón.

    A menos que el hombre tenga conceptos y principios de pensamiento que indiquen condiciones y normas universalmente válidas, su pensamiento no puede gobernar la realidad. En la tradición de la filosofía occidental, Hegel sostiene que dichos principios y conceptos existen y denomina Razón a su totalidad. Todas las filosofías de la Ilustración y sus sucesoras revolucionarias internalizaron cabalmente a la razón como fuerza histórica objetiva, que una vez despojada del yugo del despotismo de la época, convertiría al planeta en un paraíso de progreso y felicidad. Dichas filosofías sostenían que el poder de la razón y no las fuerzas de las armas, difundirá los principios de la gloriosa revolución.

    La razón con su omnipotente poder triunfará sobre la irracionalidad social y hará sucumbir a los opresores de la humanidad. Hegel sostenía que "Toda ficción desaparece ante la verdad y todas las extravagancias caen frente a la razón". La razón, afirmaba Hegel, sólo puede gobernar la realidad si ésta última se ha vuelto racional en sí misma. Esta racionalidad sólo es posible cuando el sujeto penetra en el contenido mismo de la naturaleza y de la historia

    En esta misma línea de pensamiento, Marcuse siguiendo las pautas heideggerianas, postula que la existencia del hombre, constituye el proceso de configurar su vida de acuerdo con las nociones de la razón. Esta última, tiene en la libertad, concepto primordial en su pensamiento,  la categoría más importante, es decir, el poder de actuar en consonancia con el conocimiento de la verdad, el poder de dar forma a la realidad de acuerdo a sus potencialidades. Insiste en que la libertad presupone la razón, ya que es sólo el conocimiento comprensivo lo que capacita al sujeto para obtener y ejercer este poder. La razón culmina en la libertad y ésta es la existencia misma del sujeto.  

 

* MAYZ-VALLENILLA, Ernesto (1974). Esbozo de una Crítica de la Razón Técnica. Editorial Equinoccio. Universidad Simón Bolívar. Caracas.

* MAYZ-VALLENILLA, Ernesto (1982). El Dominio del Poder. Editorial Ariel. Primera edición. Barcelona.

 

    La idea principal en el proceso dialéctico que construye el filósofo venezolano está centralizada en el propósito que guía la tecnología, la cual tiene su base de sustentación en la existencia humana frente a la voluntad de dominio del universo por parte del hombre. Se percibe claramente en las reflexiones de este pensador, una crítica a la tendencia a la alienación del hombre y sus semejantes, en virtud de que la voluntad de dominio, se constituye en el factum de la técnica.

    Introduce la expresión ratio technica para referirse al acto volitivo de poder y considera que el tema de la técnica es un asunto de vital trascendencia en nuestra época actual. Mayz sigue la línea marcusiana por cuanto la técnica que está incardinada a su función aniquiladora, sirve de epitafio al ser humano como ente ontológico, pues, los seres humanos somos considerados sencillos utensilios de investigación científica.  

    En este sentido, hace una crítica abierta a la manera cómo ha sido utilizada la política en la historia de la humanidad, como variable para ampliar el dominio y el afán de poder del ser humano sobre la naturaleza y sobre los demás seres humanos. Centra parte de su pensamiento en la imbricación del afán de poder del hombre como expresión de determinado comportamiento de la existencia humana y el concepto de alienación que retoma de Hegel, Marx y Heidegger, que identifica con la propia actividad de trabajo del hombre y sus efectos perversos en la deshumanización de éste.

    En las reflexiones que hace el filósofo venezolano, postula que la alienación económica ha dado lugar a la alienación política y concluye que tal fenómeno existenciario que afecta directamente al “Ser” mismo del hombre, no desaparecerá mientras persista la actitud técnica del hombre frente al mundo. De aquí, podemos colegir que la voluntad de dominio, se constituye en el factum de la racionalidad técnica y de la política.

 

* POPPER, Karl (1980). “La lógica de la investigación científica”. Editorial Tecnos. Quinta reimpresión. Madrid.

 

    La investigación filosófica del pensador austro-inglés se centra en la teoría del conocimiento, zona abstracta e importante de la filosofía. Popper estudió el impacto de su teoría del conocimiento en el área de la filosofía política y social. Para el autor de “La sociedad abierta y sus enemigos” el asunto principal de la teoría del conocimiento es el valor del conocimiento mediante el estudio de su verdad, validez y justificación. Para Popper la tarea fundamental de la filosofía es contribuir a “la comprensión del mundo”  y como el conocimiento forma parte del mundo es así tarea de la filosofía contribuir a comprender el fenómeno del conocimiento ya que es parte de dicho mundo. De tal manera, que la mejor manera de de indagar sobre el conocimiento es examinar el conocimiento científico como extensión del conocimiento ordinario o de sentido común.

    En resumidas cuentas, Popper desea darle respuestas a las interrogantes ¿Puedo conocer? ¿Puedo conocer algo con certeza? ¿Qué puedo conocer?. La idea de Popper es que el conocimiento humano no es episteme o saber cierto sino doxa, saber conjetural, es decir, somos buscadores pero no poseedores de la verdad; esta es la tesis del falibismo que no es más que el no saber socrático, cuestión que explica su sentimiento de discípulo de Sócrates situándose en las escuelas de Nicolás de Cusa, Montaigne y el pragmatista Charles Sanders Pierce.

    En el capítulo primero de “La lógica de la investigación científica”, el epistemólogo de origen vienés postula que el criterio inductivista de demarcación no logra trazar una clara línea divisoria entre los sistemas científicos y los sistemas metafísicos. Popper designa como problema de la demarcación, al de encontrar un criterio que permita distinguir entre las ciencias empíricas y los sistemas metafísicos. En consecuencia, considera crucial encontrar un criterio de demarcación aceptable y éste debe ser la tarea primordial de cualquier epistemología que no acepte la lógica inductiva. Critica abiertamente a los positivistas por cuanto tratan de demostrar que la metafísica no es más que una sofistería e ilusión, para indicar que es no empírica.

    Para Popper es lógicamente inadmisible la inferencia de teorías a partir de enunciados singulares que estén verificados por la experiencia. En consecuencia que por medio de inferencias exclusivamente deductivas es posible argüir de la verdad de enunciados singulares la falsedad de enunciados universales. Propone que se caracterice el método empírico de tal manera que excluya aquellas vías de eludir la falsación.  

  

* VERGARA, Jorge. (2001).  La contribución de Hinkelammert a la crítica al neoliberalismo en  DUQUE, José y GUTIÉRREZ, Germán (editores) Itinerarios de la Razón Crítica: homenaje a Franz Hinkelammert en sus 70 años. Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI). San José, Costa Rica.

 

    El principal objetivo de Vergara, al escribir este ensayo, es estudiar la relevancia del pensamiento de Hinkelammert en la permanente crítica que hace a la teoría neoliberal desde la óptica teórica, política y ética. Para ello, toma como base de sustentación los aportes de Hinkelammert de las décadas de los setenta, ochenta y noventa, en las que ha realizado un cuestionamiento muy singular, que constituyen pistas a seguir para futuras investigaciones.

    El ensayo se inicia con la introducción del neoliberalismo en América Latina en los años ochenta y muestra a continuación una visión  panorámica de la crítica latinoamericana al neoliberalismo en la que resalta algunas de las contribuciones de Hinkelammert a dicha crítica. Una de estas contribuciones en Ideologías del Desarrollo y Dialéctica de la Historia que publica en 1970 en la que difunde los resultados de una investigación de carácter teórico sobre el liberalismo y el marxismo como ideologías del desarrollo. En la dialéctica de construcción del discurso teórico de Hinkelammert se encuentra la influencia de filósofos de la estatura intelectual de Hegel, Marx, Habermas y Deleuze. En Crítica a la Razón Utópica, muestra  la parte central de la crítica al a la teoría neoliberal que realiza en el período 1970-1984. El blanco principal de la refutación de Hinkelammert al neoliberalismo lo constituye su teoría económica, cuestión que se justifica, puesto que la teoría neoliberal descansa en sus conceptos del mercado y de la economía.   

 

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