A Gloria Trevi
Cuando vengan los vendedores de romances
y los jardineros de lágrimas,
los que siembran bellotas en lo triste,
los burlones, los canallas, los traidores,
y te pidan la pose de la gloria
o la amenaza de esconder la chavalada
y separarte de tu pasado de alegría,
¿dónde se meterá
a los sátiros gritones
que se perviven contigo,
criatura de peluche?
¿Dónde esconderlos que no puedas hallarlos
ni se olviden de tu cuerpo
y tu silueta de estrellita atolondrada?
Ahora que te sobra vida
y vibra eterna, sin edad ni cansancio,
se arma Troya por la nueva vanguardia farandúlica:
Se compone contra el amor y se oscurece
por tanto mencionarlo con clichés...
te adoro, te idolatro, cariño, me gustas,
me engañaste, me quemas, piel adentro
o piel afuera, nos jodimos...
¡Sí, que se habla del amor
como del vaso de leche y el gato y la muina
y el boleto de circo,
pero no te aman; eres vulnerable,
eres su carne pasajero, su deslumbramiento!
Menos mal que tú compones emoción
y travesura y ennobleces hora más del poeta
y estás en el cine y en el calendario
para que te apetezca la mano más fecunda
y se reconstruyan los ojos de los ciegos
con tu silencio tangible de belleza y erotismo.
Tu ritmo es sano y fresco porque lo bailas
como ninfa y dejas tu locura divertida de ratera
en la espontánea atención de los que escuchan.
Menos mal que vives exactamente
en la raíz de tu metáfora y se te puede creer
que amas y piensas, con el coqueto esplendor
de las niñas del mundo y las doncellas que sienten
en su piel mariposas y duendes encendidos
cuando menstruan y miran a los faunos.
Menos mal que eres greñuda todavía
y, por más tristeza que sientas, nos regalas
el cartel de tus nalgas, o tus pechos,
o contornos del asombro
con que te eres y nos amas.
¿Que será de tí, deva
sin aparatos moraloides,
sin vendas, sin gusanos chupándote las alas,
el día que ni tú misma te comprendas
ni te sientas cautivante,
dueña de tu rebeldía y tus voces?
¿Se detendrá tu vuelo al infinito,
tu conexión con los que imitan tu aventura,
al repetir tus versos
terrenales o al andar
con pelo suelto entre clamores?
Cuando comience a tentarte la seguridad
de alguna fórmula y el guateque
del comportamiento diseñado,
¿recobrarán tus palabras la energía?
¿Seguirán siendo tus ojos avizores
y tu alma transparente?
Cuando envejezcas y no te quiera el novelero
y el cazafortunas,
¿sabrás que los sátiros seguirán contigo,
los peludos fans de la Arcadia,
panteístas a capa y espada,
gloriómanos de tu signo?
6-3-1993
Jacinta
Aquí puedes llegar, Jacinta,
el traspatio te espera.
El sendero sonríe.
Mi puerta se conmueve.
Mi escoba con ternura
a tu paso echa flores.
El sofá tira besos.
La cama conspira
y te recibe.
Abre mi nevera
que la cocina te aguarda.
Llenemos una copa
con escarcha del> freezer.
¿Recuerdas? ¿cuando niñajos?
no teníamos cervezas
(por tanto, juguemos como antes
a raspar el hielo
y cubrir de tamarindo el agua congelada).
Ahora es diferente, Jacinta.
Nos sobran las mieles para el beso robado
y el raspado en el alma con botellas de vino.
Llenamos las botijas del deseo
con la piel más cómplice que en vela...
Nos comunicamos tan gratamente
como costillas golpeadas por Dios
hecho ternura y por el Diablo
traviezo, ardidos en pecado
por comernos a besos.
Por eso, visitante deliciosa,
acércate con tus clavos y martilla mi cruz:
mi boca ha de sangrar
como Cristo que aprendió a hacer parábolas
con la mujer en ajetreo,
o sus intrigas y su dulce presencia
en hacendosa friega, por amor.
Seca la vajilla de tensión que te emociona.
Una toalla de mis ojos en la cocina se tiende
y te va alcanzar, no lo dudes, Jacinta.
Sudaremos por amor y nos secaremos
después de mirar, a párpados desnudos,
la humedad con que el placer devuelve
al fuego originario, su magma más caliente
y sus piedras irrefrenadamente lanzadas.
Entra a mi baño.
El espejo se aburre de verme
con mi barba a solas y tu carita
más suave que los pétalos será la novedad,
la nueva fiesta, la grata imagen
que se guarde, sin réplica imperiosa de rutina.
Empapa mi rostro con el jugo de cebollas
de tu tacto, ház mil tasajos
con tus artes galaicas de cocina;
pero, el puerco no lo como, ya lo sabes,
yo prefiero al cordero, tan judaico,
y a tí, borrica femínea,
sobre el lecho sin contemplaciones.
El piso más limpio, el alimento más sabroso,
son tus labios.
Tu escobillón, que desempolva todo,
nunca más detergente que cuando me ensaliva
limpiadoramente la piel, tu boca ardiente;
el paño de tus muslos refriega a las paredes
(me reluce in profundis, por misa de tu higiene).
El tiempo de tu piel, agua caliente.
Regresa, Jacinta.
Esta es la casa que te pertenece.
Son tus objetos.
Tu presencia dió virtud
a cada puerta, a cada patio, a cada escondrijo.
Y la madera cruje, el hormigón se arma.
El mobilario te aclama y el amor, por ser tanto,
se escapa por ventanas, se refugia en las flores,
se trasiega entre bardillas, atajos y callejas,
y se regresa una y otra vez, creyendo
que hemos terminado, pero estamos en amor aún.
Y así será, siempre que me invadas
y me entregues tus diligentes cuidados
de jovenzuela enamorada, mujer,
amiga, amante.
Estos objetos ya son gritos de tu piel.
Nada me llama a la mesa, sin tí.
Toda olla tiene alguno de tus nombres.
Cada sartén me calienta al evocarte.
Cada cortina es un vestido que voy echar abajo
para entrar al misterio más bello y puro...
Por eso, tu cuerpo es más sabroso que la sal.
Más inmenso e incontable que las arenas
(deseado como playas del Caribe que es mío;
afortunado como ha sido arribar
a tierras de Orense, tu tierra
donde han formado su casa Los Piñuelas...)
Todo lo que has tocado
ha cobrado el encanto de tu mágica tibieza
y el peso existenciario de tu vida
se refugia, como gesto, que te copia
y crea curvaturas en mi espacio.
2.
Me gustas y mi casa te llama,
con el mismo pretexto, le gustas.
A primera vista, se tentaron mi corazón y el tuyo
y nos entró por los ojos el afán de ser ventanas
en la casa de nuestros propios cuerpos
y arroparnos bajo la imisma colcha
para explorar un mismo anhelo.
Jacinta, tu boca es agua de pozo.
Mi pozo te llama
con nostalgia de tus manantiales.
De tus pechos, pende la tersura que yo anhelo,
frutas que tú provees, fascinaciones
que se materializan
porque mi devoción te cita
y mi casa es el santuario que comparto contigo.
Toda tú me gustas. ¡Toda!
Eres la verdadera casa de mi casa.
El descanso verdadero de mi cama.
El verdadero ver de mis ojos
cuando estás en los pasillos.
La verdadera luz que se enciende
cuando busco, en vano, la sabiduría
desde esta urgencia de solidez
que nos da el cuerpo.
Lo que sostiene el abrazo del cielo con la tierra
sí algo, divino es como mujer,
bello es como muslos suaves,
ojos grandes,
pelo largo, pechos de mujer,
boca de mujer,
iluminado es como el alcoiris que traes
formado de gestos, asombros, detalles,
risa, ingenio, ternura de mujer...
¿Cómo fue posible que fabricaras mi casa verdadera
con la energía tan pura y elemental
que se expresa en el ser?
Bajo mi techo, cada cosa habla de tí, Jacinta
y tan sólo por causa de tu feminidad...
Publicado en La Blinda Rosada y Tertulia de Mizar
Cartas
Para despertar a Leti

Hoosier Michell Damm
Leti es un dulce mesón.
Se mece trayendo en sus manos
una copa de prana hasta mi mesa.
Sus pasos cuelgan en la gracia.
Cuando se aleja de mi espacio
yo sé que ella es algo más que la fugaz partícula
(es concreación hadrónica).
Su amor es permanente,
su presencia inefablemente deseada.
Hágase ella - amor humano,
let there it be! Let Leti V-ictoriosa!
Se me antoja más que el mole.
Me gusta que exista su tamal en mis cumbres.
Con ella comeré partículas de encanto.
Beberé en su vía láctea
su lluvia sideral -¡será mi gozo!
¡Cómo mece sus pezoncillos si camina,
chozpa en mi aramio, danza ante mis lebrillos!
Voy al mesón por verla y mis ojos son mecidos
como puertas de hostal,
¡me encanta su coquetería!
Hoy me sonrió, misteriosamente,
dio señal de promesa,
seguro que me quiere.
Voy a recibirla al paraíso todavía secreto
que se llama el Campo de Higgs.
Mi casa es su casa hasta en la incertidumbre.
De mis meseritas favoritas, ella es una:
la más pura,
tierna hasta en el rabillo de sus ojos,
graciosa en su nariz, con la cual habla.
Todavía huele a Acapulco,
a vírgenes palmeras,
a cocos jamás mordidos,
a senos jamás chupados;
¡pero qué espigada!
Es UNAa espiga del amor,
dura masa tan protónica.
2.
Me imagino ya... en la Laguna de Cayuca
(dijo que irá conmigo)...
donde su sexo es fauna silvestre,
yo poblaré sus cielos púbicos con pájaros
que una vez cantan se multiplican;
trinarán encendidos sobre pequeños islotes
y serán tales el estuario exótico que me provea.
De seguro, cada célula de su piel
es húmeda, tersa, fresca, incontaminada.
¡Y qué laguna de tres palos,
al penetrarla, explorándola yo
de esquina a esquina,
con aves de mil especies y colores para soñarla
con empirismo de deleite y acceso mutuo
a los cielos que tenemos tan adentro
cuando amamos, cómplicemente voluntarios,
lúbricos, cochinamente evolutivos!
Con mi rodilla, alguna de ellas,
abriré sus entrepiernas...
Sorprenderé el escozor, su químico lenguaje.
Su tersura amaga con ricos hormigueos
y comunica antipartículas que son amparo
del equilibrio térmico que cruzan intersticios
del espacio al 99.9% de la velocidad de la luz.
¿Qué da estructura al vacío -me pregunto-
cuando elevo mi hadron collider
al agujero y empujo ricamente
hasta los puntos indecibles
de sus internas estructuras vaginales?
Con esta niña, sabiduría de mi erotismo,
se maja al amasijo de protones;
se desgranan como avellanas,
duramente golpeadas
(los protones sueltan al quark,BR>
y al divino bosón;
los antiprotones surgen
con su olor a shalimar
para mi olfato.
Mi lengua los cata
como si fueran la vainilla de Papantla
y mis labios se relamen,
desde ahora y para siempre,
reclamaran el rictus de una mermelada
-de fresa de Clemente Jacques!)
3.
No me interesa Acapulco sin tí.
Aquí me tienes porque estoy contigo.
Tus playas, no son turismo de estampa,
tus playas son para mí,
tú, mi palmerita humana,
tu femínea silueta, tus besos húmedos.
¿Qué más esplendente que el campo
de tu cuerpo silvestre,
tu mestiza tibieza de laguna?
¿qué tres palos
más anhelados que agarrar
tu cintura y echarombligo abajo
tu calcetería de Cannon Mills,
incluyendo las likras spandex de tus bragas
que protegen tus muslos
para que no sean friolentos,
sino calenticos a mis manos?
¡Ay, me vuelas los ojos y la tapa de los sesos
como si fueras tú mi proton smasher,
por eso no te voy a despertar,
me quedaré viéndote, desarropada sobre el lecho,
hasta que no puedan mis manos contenerse
y tenga revolcados, por giros isotrópicos,
mi vocación de clavadista temerario
y me lance a los riscos de tu cuerpo,
desde una altura de picacho coralino,
hasta el fondo de la insondable y oceánica
tersura de tu cuerpo!
Madruga a gusto, Leti,
descansa, yo velo;
mantrizo,
let there it be! Let Leti V-ictoriosa!
quiero tu campo de Higgs,
tu espacio más íntimo y sereno.
2-7-1998
Corinna Hartney
Corinna Harney se divierte
con la pólvora china.
Sabe cómo Gengis Khan
formó su imperio mongólico.
Cuando ella se tendió sobre mi cuerpo,
aplastó el califato islámico.
Dejó las páginas en llamas.
Todos mis textos se cubrieron
con los escombros de Bagdad.
Sentí el abismo entre Roma y Oriente.
Todavía Arezzo cantaban
su pentagrama marcial
y Boecio en la cárcel bordaba
su mortaja de consolaciones.
Por mutua cuenta, fue que ella y yo
firmamos la Carta Magna:
hacemos la democracia desde 1215.
Con el puro deleite de sus ojos,
reliquias irlandesas,
y su maciza silueta, sirena del desierto,
me convenció de que haga anandas,
con el Uno y le estimule la lalalana.

¡Qué sinceridad al poner
las cartas bocarriba!
Siempre me observa embriagado
de una culpa nata
y por eso me cobra menos que a nadie
por una terapia de muslos oceánicos
y boquita de pez sobre las Torres del Ovatio.
Cuando se me seca la lengua del espíritu,
me pongo a rasurar el bello púbis de Sión...
¡pero en sus piernas, en sus magníficos
cimientos de rodillas, me cobijo
y echo unas clavadas en seco
al fondo de las charcas de Urano,
y ella es cariciosa en mis costillas!
Ella es la mujer que yo ubico
bajo nevadas de cáctus.
Sus nalgas son tan cálidas
que no dudo que estoy
bajo las ruletas de neón de los casinos
y que mi ofertorio está lleno de vellos
y mis sombras llenas de barbas
y con largas orejas de burro.
¡Azazel en el desierto
y Peniel sobre la cama!
Sileno no se enmascara.
Para encontrarse conmigo,
Koré-Inna viajó muchas millas
en su Lexus SC 300 '92.
Recobraríamos la Tierra Santa.
Así que esparcí mis rodillas
sobre la arena, trayecto
hacia una colcha mágica.
Frotamos lámparas de anhelos.
Fue derechito a abrir la cremallera
y con gesto noruego, conquistó
a los bretones antes que Marco Polo
saliera de Venecia.
Para que yo fuese el cautivo
de sus glotonerías, me embriagó
su boca, sin esfuerzo.
Su saliva roja fue amrita.
Luego, en Las Vegas, se quitó
todo, hasta las últimas vírgulas.
Evaporó sus prendas.
Ocupó mi sangre.
Me invadió bien prendida.
De lo que fue su escote
salieron dos palomas;
pero no dos harpagones,
enjutos y descoloridos
-que son cosas del otro jueves.
¡Estoy hablando en serio
de la Summa Theologica!
es decir, dos dogmas infalibles que,
después de chupadas
ejemplares tetas, han de multiplicar
las feligresías, los castillos con vasallos
y los encuentros del Medioevo
con la Gloria Shekinah.
Corinna Harney es tan hermosa
del busto a los talones,
de la obviedad a lo insólito,
que Diana no permite que sea sacrificada.
Se la llevó a la Táuride, como a Ifigenia,
para que sea Playmate of the Year,
causa caussorum y emblema estético
con botas vaqueras,
medias de malla,
tangas, sedas vaporosas,
fino lingerie, fragancia Savage...
Corinna baila de butt.
Se nutre de topetazos, ninfa cherokee,
y escapa por rumbos de siringa y cabras,
sirena del desierto, poetisa que oye,
carrizo acuático que canta,
ojos grises que sueñan,
azules caprichos de órbitas y estrellas,
que son la pirotecnia, la China misteriosa
hecha petardos, cielo descuartizado
bajo tierra de santos jinas
que huyen del Nirvana.
En fin, ella y yo somos poetas.
Escribimos con el polvo sideral.
La entiendo cuando dice:
Comenzaré a lamer de tu estrofa.
Y demás está decir, que es océanica.
La noche que llegó fue Luna llena.
Según observé por la ventana,
el sol copernicano nucleó el universo
de la cama; pero yo consulté
el calendario, a puro beso,
succioné el mantram, a la antigua:
¡man menos mens mana!
Sin sayal de penitente, pedí a la totalidad
del continuum, cosecha de magia
...y todo se redujo al julepe espasmódico
y la sílaba, el remezón del clotis,
el bocado que me llenó de pelos el alma.
Ite missa est, sácate al coño.
¡Es que fue la mamada del siglo,
no cosa del otro jueves!
-Te voy a entregar el pragmatismo-,
dije a Corinna, es decir, a la ninfa.
Tiene veinte años, Lexus SC 300,
y ella se modela como agasajo óptico,
pues, tiene la bendición de Diana
y la codicia de Orestes.
Ella busca su príncipe dormido
y susurra con labios
que han hecho pajas
al imperio maya:
¡Despierta!
No quiere que despierte
el que no es poeta.
Ella coge y lame
como apache apañera,
tupí y caraiba.
De este modo gatea en sus cruzadas
y rescata la Tierra Santa.
Maquiavelo está despierto.
El sol guerrero no duerme.
Codicia esas caderas explosivas
que harían de la ternura un berenjenal
y no digamos esas vasijas de Nut
que gozo en la tala,
a raya, chupo y chupo,
sin que se pida temperancia filantrópica,
o mínima intervención estatal.
De exhibir the topless phenomena
se trata. Tits without misery!
Al final, yo afilo la realpolitik
antes que Falopio describa los condones
y Ponce de León descubra La Florida.
En la boca, Corinna recibe el obelisco
y yo en los dientes la raja pegajosa.
¡Sí que sabe su trabajo!
y no compra indulgencias de los Fugger.
Conmigo muere, extractora del jugo
de mi texto vertical tan prometido:
lava a lengüetazos el telescopio, lo reduxe
a los cristales de un deseo tan diamantino,
duras arterias de dicha, profunda certeza
de pasiones. Hosi-a-nna, sálvame la lalalana...
El lenguaje nace del ritmo.
Tañemos címbalos y nos cimbramos.
Panderetas y nos pandeamos.
Chingamos ya en Singapur
y nos cingamos, sonajeros a toda matraca.
¡Corinna sí que sabe de lenguaje!
Cuando pegó 95 tesis encima de mi estómago,
en 1517, con saltos y agazapadas, su protesta
se llamó la Gran Reforma, propuso
su propia novedad de izar el ano en aras
de metáforas in situ, aquí en los muelles
de la folla blanda y la nalgatomía.
Y logrado el acomodo, se lubricó de unción
y como mula de tiro, recibió su Padrenuestro.
Después navegó sobre mi ombligo
leyéndome la Dieta de Constanza.
Yo regresé al Puerto de Palos
por provisiones de huelva, ovas
o como se diga...
no por otra cosa, capear sus temporales
y cotejar el axis mundi
antes de largarla
con un palo de mesana
por la candonga triangular llena de rizos.
De tortas como éstas, descúbrase América.
Sírvase el Africa.
Dóblese la pólvora mojada.
Corinna sí sabe galopar sobre las olas.
Echó su vela carajada a cruz y vera
y del botalón hizo su festín de samskaras
para mi cama de agua.
Cosa no fue del otro jueves
que el Obispo Waldeck
rechazara los suspiros de Münster,
los versos tántricos,
el hambre poligámica,
il fellatio, seminen in ore,
il anus impregnatus,
y la boca de Corinna, tragadora,
a mis escrotos sálmicos chupaba,
colgantes bajo el Arco de Triunfo.
Y también su jardín de la gracia,
con hespérides y nabos,
y Lutero, tan ojandra, dictatorial,
mirón y puñetero.
Ella a todos desafía para que se disuelvan
en las páginas de textos incomunicados.
En cambio, yo propuse, volteándola
de un tirón ante el pasado:
¡el motín de La Bastilla!
tomar por asalto su trasero,
túrgidas curvaturas que Gèricault
no habría pintado todavía,
pero que, si por la rampa
al por mayor en lamidas permito,
truenos de Anu profetizan
la Venida de volada
y la ira del Magnífico -hossi-a-nna,
sálvese quien pueda,
cosa no es del otro jueves.
Ahora me aferro al cosmos escindido
de su nalgatorio porque escribo
sobre el futuro y el amor.
Si yo fuera Mirabeau mudaría
Versalles a París,
redeclarando los Derechos del Hombre
sobre esas tapias de tersura
que se llama el pedorrón del Terror.
¡Váyase al diablo ilusionismo,
Delendas est Cartago y los discursos catonianos
en versión jacobina, hordas de canallas
tan cortezes, tan pizarros, napoleónicos,
tan generalísimos, tan francos, tan pinochetiles!
A merced de sus caderas, soy cautivo
de sus movimientos audaces y maravillosos.
Sus muslos son pilares del décimo universo.
Y para escribir el grand finale,
la ida y la venida, ultimamos
la jodienda astral bajo ese túnel
que se abre en Las Vegas,
zona rosa de piel que son las nalgas,
tus nalgas, bailadora de butt, Corinna.
Estoy hablando en serio
de la Summa Theologica
cuando meto mis güevos bajo su rabadilla
en aras de la gloria shekinah
y leo de sus poros la Historia,
oliéndole las gracias,
colocándola in supina positionis
para mirar sobre sus hombros
clavándola tras sí
hasta que la poesía nos diga
¡placer, nunca te vayas,
amor házte placer
hasta que el cuerpo
aguante y el divino
joder se repita!
4-12-92. Las Vegas, Nevada.
Ver más poemas
La gente que me gusta
Yo amo a mis semejantes.
No con amor simple y sentimentaloide,
sino con amor visionario,
a veces no presente ni directo,
sin aquí circunstancial.
Amo a gente que no conozco
y que ya no puedo conocer.
Y amo a otros que me asedian
con sus pequeñas agendas de simpatía
aunque yo ni agradezca ni me entere
que están ahí, babosos, inoportunos
con insolícitas ondas de ego-sintonía.
Se volvieron amigos o vecinos,
o compañeros de mi privada cercanía.
Yo amo y es bonito y llevadero
amar a todos, escuchar, sonreir,
joder a veces, tener motivo para todo y nada,
ser persona y no tener que ignorar
al que produce decepciones de fondo.
Eso sí. Hay gente que me gusta.
Gente con muchos ojos
que originan o proponen modelos de realidad
que no obtuve, ojos que ofrecen más que superficies
y zonas perspicuadas en lugares comunes.
Ojos que perciben y enseñan a percibir
lo que estuvo escondido, o encubierto
por aburridas secuencias de vulgar ver,
o traicionero ignorar.
Los visionarios me liberan
y ser libre es descansar,
respirar hondo a la esperanza.
Me gustan, además, los hombres y mujeres
que tienen muchas manos.
Ninguno es más generoso que ellos.
Son recursivos, fundadores y pioneros
de abundancia donde hubo penuria.
Palpan la dicha y la belleza
donde había insuficiencia y tormento.
Ellos acercan los sueños, lo convierten
en materia prima para el taller más práctico.
Son tan inquietos que una mano perezosa
estorba si sólo mira, pero ¡qué bueno!
gente de muchas manos existe
y te contagian, cuando crees
que únicamente abrazan, o te palpan.
La praxis, con vívido entusiasmo,
es su labor inspiradora, su ajetreo.
Y no hay limitación ni minusvalía
que ellos no conviertan en proceso vivo,
en constancia productiva y desafío.
Me gustan los consoladores.
Son danzantes, hermosos, algunas son
como niñas de inocencia militante,
algunos son como ángeles materializados
que sacan lo mejor de cada instinto
y transmutan la coquetería, lo sensual,
lo exquisitamente insospechado, lo sublime.
Todos tienen un lenguaje de poesía.
Juegan con el porvenir y su latido y suenan
como campanas, vibrantes melodías,
mientras dulce, plácidamente, desprenden
del misterio una memoria perfectible.
También me gustan aquellos
y aquellas que ven más allá de las narices,
lo que aún estando tristes se inventan
la alegría, el aroma cotidiano del poder
sobre lo horrendo y lo marchito.
Son los primeros valientes por sus frases,
son las primeras optimistas voces
de lo alternativo
y, en conjunto, hombres y mujeres
como ellos me gustan,
sean niños o ancianos,
tengan o no, la edad o el tamaño o el color
de lo que quiero; me gustan
porque son diversos y adornan la vida
con múltiples verdades, con rigurosa
trama de vitalidad, con transparencia
de la común nobleza que se pierde
porque somos voluntariosos, caprichudos.
Quienes anuncian el triunfo son como ellos;
los que están en faena para
que no haya derrota
tienen las mismas virtudes.
Son sinceros sin ser ofensivos,
plácidos sin ser indiferentes y grises.
La gente que me gusta,
y que tiene muchos ojos, feroces manos,
alertas instintos, táctiles y auditivos,
con su genuina poesía, conspiran
contra el hoy inmóvil y el temor histórico
a ese pobre ayer descobijante,
siempre incompleto e incierto.
La gente que yo amo y me cautiva
tiene sed de porvenir, construye
su mañana, cree que la revolución
es esperanza, la utopía sentida
en carne y hueso,
la voluntad hecha verbo.
*
Frags. 10 al 14
(De Las Esfinges)
A veces uno sacude el coxis demasiado.
Camina, baila, despasea, vaga y recula
con pura cáscara,
con mecanismos a la mano
y fastidios ordenados
y niega el placer a la sombra,
quieta y muerta, al parecer,
del fondo de los mares.
Pero, para la sagrada misión
de lo exceptuado, para la escapatoria
(hacia la roja víscera de la hada durmiente)
está la mano prostituta del poema,
la sabrosa salvaje que hace a los sesos
su delicia y conforta con tranquila inducción
de oxitocina la corva navaja,
la afila de tal modo
que se monda sola y se babea
como morronga chipocluda
y escupe lo que el molino tiene que decir
para la harina, el bollo blando de pan de canelón
(que es duro, por más levadura, que lo amase).
¡Qué terapia después del urbano paisaje
tu callejón de manotas, qué terapia
a los ojos llenos de polvo e imágenes comunes
que estés ahí, sedienta de polla,
sin otro apetito visual que tu agarrada de bolas,
tus ónticas deudas traducidas a pivote,
palanca para voltear el mundo!
11.
Suerte que eres ilícita.
¡Y qué rico es estar a solas con tus uñas
tendidas, a yemas, sobre mi ombligo
como táctiles estrofas
y tu lengua que gana mirtos al alba,
cuando chupa, tus labios que son dos estrellas,
bajo el estómago que secan la vía láctea!
¡Vale la pena dar par de limosnas
a tu eterna cochambre de musa
y dejar que metas musarañas con el ápice
de tus colmillos afilados de víbora
en lo profundo del sol que vas babeando
para que la punta del capullo pierda el nombre
y de la rabadilla final, callejón sin salida,
salga el poema, texto seminal, desconocido!
12.
¡Ahora sé por qué bucean los sapos y los cocodrilos
y por qué duerme en la rana, el útero divino!
Chotéame, de punta a punta,
hasta donde el sol no quema:
la gramática diaria del ajoro, el sudor y la fatiga.
Entra por detrás y por debajo
hacia el túnel del cráneo
bajo el piojo y la grasa de lo externo.
Y aplica manos santas, dedos tenues.
13.
Suerte que ella es ilícita
y gusta de la fantasía de la frontera:
hallarse en aras de beneficencia
en el downtown inframundo.
Darse un cartel falso de loca y menesterosa
para sincerarse con rufianes y mendigos,
con hambrientos de ella, con ladrones,
con exilados sin comunicación.
Y aplicar sus manos ligeritas de ratera,
sin hablar lengua de culpa
ni masticar más rumor que gorgoritos
por su lanzada boca mamadora...
¡Qué señora la palma de sus manos
cuando nos mira sin trusa de homo habilis
y nos grita: ... Respira, desténsate, goza,
mono bruto, jorobado, sin pañales
y seamos crudos, verdes, medio-chiles,
felices, naturales, ricos en potasio
como pulpa de plátano!
14.
¡Ay, qué piruja más coñosa,
qué perrada de soluto se aprendió de memoria
para soltar mi trapo y el suyo
en un masaje de Eros tan sabroso!
Ahora me gusta el mar profundo
con el peso de las olas hecho dedos, labios,
víboras que se agitan sobre arrugas mal cicatrizadas
y superficies de derrumbamiento en mi ser!
Ahora sé que hay olas imprevistas,
con olor a yodo, pero saladas de vida.
La Palabra Amorosa
Ha sido una bendición que me quieras.
Había olvidado que nacemos
para alguna canción que vive cada vez menos oída.
¡Qué bien dices en qué consiste soñar
(si es que soñamos)
el completo sueño que escondemos!
¡Qué bien amas si cantas
(porque conmigo cantas
y cantando me amas)
con obsesión equivalente!
Habíamos olvidado
(si es que olvidamos por completo)
que la dulzura no es un mensaje difuso de la cara,
oscura y temeraria duda ante lo incierto...
acaso si... la fulgurante risa sigue ahí
y me enciende los rostros al futuro
y todas las pasiones son visibles
(si es que todas sirven, turbias o felices,
como sean, para dar residuales luces
e ironías al pasado,
o al hoy, o a lo que venga...)
Ha sido una bendición
tu corazón que comprende,
sin ninguna obediencia,
si es posible que obedezcamos
sin premeditarlo,
por debilidad que no conviene,
por comportamiento diseñado,
que parece destino...
No, ya aprendimos,
por palabra de amor,
a optar y se nos pega la gana,
y somos desobedientes,
y lo que más conviene es sonreír
aunque nos duela la cara.
Había olvidado que hay
(y siempre hubo)
tantas fantasías.
Tus besos, por ejemplo,
que predican la realidad de los músculos,
la dulzura de las endorfinas, y no mencionan
que el amor existe,
pero está el viento de marzo
y su lluvia y tu alfombra verde de prados
y tu piel suave,
más suave que el mundo,
menos esquiva que una idea...
y existes,
haya palabra o no, para identificarte,
y voy sensualmente por tu adjetivo y tu verbo,
por tu cuerpo de onda,
por tu ser y sus partos...
(Publicada en Tertulia de Mizar
(Núm. 683, 18 de julio del 2000)
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