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Fragmentos / Antivirgilianas
1.
Cuando yo estoy enamorado,
los rivales se visten de hopalanda
y dicen a mi novia, soy poeta,
tan sólo por joder, por ver si me la quitan.
¡Yo sólo me enamoro de la niña más bella de Roma;
pero poco me importa que sea una puta de Corinto!
2.
Cuando me enamoro y ésto sucede
cuando canto con voz propia,
yo robo para ella, yo proveo.
Lucho por sus caliópicas delicias.
Entonces, vienen los simplones
con sus flautas y se antojan
de la más bella entre las ninfas.
3.
Cuando más quiero callar,
de los árboles sale la golfa más redonda
con su cuerpo de tronco y sus ramajes
y me place besarla en cada hoja
y descubrir las memorias de su clorofila
y ser un poco sol para reverdecerla
hasta que no pueda más con su hermosura.
Por eso, me enamoro de los árboles
y me brotan palabras de sol y lluvia
y busco las raíces por donde el amor
comienza a ser fruto y destino.
4.
¡Qué húmeda es la gruta
de esa peña abierta sobre el lecho
y ese ombligo de espesas verdolagas
y las pervincas violetas que le forman orillas!
Es el jardín hundirse bajo el centro
de la cama donde habita en aras de horizonte;
no por otra cosa que sus ríos,
me apasiona su perfume de retama
y sus rojas ovas de ciclamen.
¡Hasta el fin de las noches
me gusta el fondo oscuro que me oculta
y vivir entre sus muslos como ola!
¡Qué bellas son las ninfas de los ríos!
5.
Tengo un duende que es su mansa huella
en ciénagas del alba, subterráneo corazón adentro,
que ella hace latir, con sólo su sonrisa,
y esas dos palomas que vuelan de su pecho
cuando yo las rescato de su blusa.
¡No sé ni cómo madrugamos!
¡No sé cuál corazón es mío!
6.
¡Qué belleza más simple tienen los sátiros!
¡Qué estirpe armonizada con su teleología!
¡Cómo interactuán entre sí, sin ruidoso lenguaje,
por eso, Pan es pánico al intruso,
al que molesta con pausas de fatiga!
Son pilluelos ónticos, intramoleculares.
Los que conmigo han venido
de cierto no han venido por milagros,
ni por mágicos nóumenos ni espíritu.
Jamás han gritado, con asombro:
—¡Paracleto!
No. ¡Nunca!
Es claro que vinieron por las ninfas,
por una mujer hecha costilla,
por la señal biogénica del gozo.
Los vecinos que vieron a los sátiros
se imaginaron la cola del Demonio
e invocaron a San Jorge, San Pol, Santo Marte
porque tienen la desnudez de ámbar
y se frotan con eléctrica llovizna
de luciérangas para que las ninfas
los huelan a distancia.
Quizás llegaron, con joyas de sus hurtos,
de una ciudad del mar, desconocida,
o de un ombligo del centro de la tierra;
ya están aquí. ¡Es lo que importa!
con suaves cielos de helio,
con gases maravillosos de oxígeno
y flasma volátiles de argón y flúor
y las gotas del bromo no los hará escapar.
¡Han visto ríos, árboles, prados,
aromas de primavera, silfos de brisa y celo!
¡Y, sobre todo, ninfas de sus propios colores,
coquetas inocencias de la luz y la onda,
empatía de los montes,
alma de los riachuelos, duendecitas
de los prados y los árboles!
7.
¡No huyan, son gnomos,
migajitas del Pan todo inclusivo,
no corran, son silfos, no teman
de estas coquetas apariencias del deseo,
no eludan su presencia
porque tiemble la tierra,
o se agiten las aguas!
Son íncubos para el amor y el sueño.
Son larvas de atracción.
Son kobolos.
Son sátiros.
Son amor del cosmos,
sinagogas del proceso natural
de la masa y el fuego.
2-5-89
Sin ellas
Sin meseras, intramundanas,
se escribe con minúsculas.
Hay que gritarles en cuita, ¡seres a la mano!
Agasajadas a pupilas nos llevan a los astros.
Un sabor que ella guisa no lo sazona nadie.
Son la mejor matemática, ellas ponen la cifra.
Y no existe el cero ni el uso de las tildes
ni la palabra sexo, nada con plenitud ardiente
de bocado carnívoro.
Sin ellas, el ansia llega tarde.
Se teoriza en bruto sin probarlas,
sin pasarlas del plato a la cuchara,
del paladar a la boca,
del espacio al alma.
No digas que eres poeta ni romántico
me dijeron, —si no te llevas esta noche
una de ellas, una noche de rocío,
una ninfa vulgar y cotidiana
que bailará contigo
y se llenará de tu sueño,
de tus soledades y tu cama
y de tus gratas propinas
y de tu gesto
y tu olvido.
II.
En las pantallas de neón,
ah y en los moteles,
no se colman los mediocres gustos y melindres,
miedos o altiveces de la Raza.
Tienes que existir,
trapeadora de propinas del banquete,
barre-energía, aplasta puercos, saltacolcha.
Y, sin tí, se pronuncia en huelga
la hormiga, con sus celos: la culpa.
(Yo no tuve temores como ésos,
tardo soy para ver diablos azules, Rocío).
Pero a marisco, me supo el hambre y el querer
y la primera noche que, hubo por tu causa,
en mis dedos, en aras de alimento, cosechado
en osadía por palpar tus desnudeces.
Viajé a los botihondos de tus rutas,
en remos de tus brazos sobre fluídos
de tu caldo más sabroso; quise nacer
o vivir de nuevo, como si fueses la raíz
que más se ama, que más busca destino.
(¡Cocinabas tus deliquios en los los míos).
¡Ay, chiquita, si ya me place lo que ví
si te quise por lo que ví, eras mis ojos;
si me hubieses dicho:
—no busques, poeta—
habría jurado que la poesía eres,
no lo incierto.
Por el deseo más visual y más mediato,
¡ay, ya me tuvíste y me hallaste!
Sin ellas, sin tí, no hay tamboras
ni sirenas ni simulactros
ni lamento de acordeones, ni música norteña;
sin tí, sin ella, no se hará glande, la chiquita,
ni se inflarán las uvas fronterizas.
Al salvaje más absurdo, lo pescas por sus ojos.
Fundas la presencia de mi sexo.
Fundas los varones de la tierra.
La niña del deseo
Para que sea real tu niña y el deseo...
ella que me dice: —¡Papá!, por tu capricho,
yo y tú, debemos querernos
de todos los modos posibles,
como amigos, como hermanos,
como amantes, como desconocidos.
Pero sin tí (y la niña que me llama)
no hay lágrimas ni ojos tapatíos
ni mi visita para darte una sombra
ni ceniceros para mi cigarro
ni uñas pintadas ni colorete rosa
ni rojos labios
ni cautivantes nalgas, las tuyas,
ni insuantes pasos,
así caminas.
Nadie dice que hay leguis de moda
ni grandes aretes ni enormes relojes.
Ni sostén de boutique
ni pantaleta a media pompis.
Sin ellas, sin tí... ni mariachis ni canción
ni corazón bajo mil llaves
ni camioneta gris
ni placer sobreviente.
Contigo, aunque seamos distintos,
la humildad se anuda; la garganta, suspira
y tu piel se sueña y se antoja
y somos uno-con-otro
y yp que soy distante, me aproximo.
Tu cuerpo es claro,
a pesar de tus máscaras, me siento amado,
y mi piel, la que es mía,
se despoja de chamarras, por tí me desnudo,
y bajo mi corazón a tus bragas
y te miro como una bestia de la tierra
a la que has dado crío y te amo, en la niña,
más que lo que yo mismo me amo.
Me has servido y has jugado
con mi alma, con mi piel exterior,
con mi mansedumbre más elemental y pupilaria,
soy tu camote favorito.
Puede que sea difícil,
no para mí; lo digo fácilmente,
—te amo aunque no me entiendas,
me gustas vino tras vino,
cerveza tras cerveza,
y no que esté borracho...
sólo que bebo de tu sabihondez rancia,
tu vulgar inocencia y ambición destrampada.
Estás llena de mundo, de sexo,
de hermosura, de obvias formas
con juventud, gracia y coquetería.
Serás la luna abierta, desde hoy,
en mis días tristes, rutinarios,
despersonalizados y oscuros...
¡te surtes en carne para estos días!
y he aprendido de tí,
gozo y sufro con tu mundo,
lleno de secretos y de otros hombres!
Así tan deseada eres que confundieron
tu límite con prudencias deseadas
y trascendentales, ¡ah, sin que supieran!
pero eres lo que eres:
una desvergonzada estrella del deseo,
la pública deidad entre mariscos.
Espectáculo de mafiosillos que vienen por tí.
¡Tú sí tienes azúcar, de verdad, sí, chula!
Tiviri-tiviri, panchanguera, pompi loca,
festejo social, llamas lujuria.
Eres el mejor trofeo, la noche, la hembra,
la panocha, por dólares, se te compra
o se te paga, pero... ¿te vendes?
Y de tu boca rota, sapos, ¡zape, zopilotes!
...cómo echarles, ¿lo sabes?— te pregunto.
Desde lo más hondo del ser y tu mar,
bajo tu nalgatorio, en tí y dentro,
hallé una niña, triste y violenta,
¡llena de máscatas!
Del libro Tantralia
Confidencias
Gracias, por decir lo que sientes,
seguro que los enmudeces,
seguro que se irán,
a pesar de celos que yo les produzco.
Tú los acuestan y les matas su orgullo.
Les comparas conmigo e imaginan que pierden.
Gracias por pensar que soy mejor;
que amo mejor que ellos aunque sea mentira,
gracias, meserita del alma.
 Gloria Trevi
Imagino el poco del mundo que te sobra
tras este proceso, y el festín de salta camas
y confío que me querrás, y mira
que soy al único que no citas.
Mi nombre arrancaste de tu directorio
(ah, me llevaste con nombre y cuerpo
a tus espacios íntimos, verdaderos, especiales).
Soy el más chantajeado, por tu amor,
tu buey, el que te quiere, y el más miserable
(para darte propinas; pero no te duele, me amas),
no sé cambiar mi amor por lugares comunes.
Tonto precio el que otros pagan por tí...
¿Con cuántos besos podría yo pagarte?
¡Fíjate, que te amo sobrio, despierto!
me gustas, no me pausas del todo a tu antojo.
Sólo que no pago; soy tu Kali Yuga...
Nada me pides como si te hubiera dado todo.
Nada te pido; porque tu amor o tu tantra
me basta y me sobra... y has tenido
una niña que se aprendió
nuestro mamtram y éso es tu secreto y el mío.
De Tantralia
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Si quieres que yo viva,
dáme manos codiciosas, ojos rencorosos,
placer de sexo y asueto,
ocio a boca llena,
odiosa ansiedad de líbido.
Derrámame en besos juveniles,
con sudor de piel, con dolor de huesos.
A causa de caricias y hartura de vino
que, en espejos de cantinas y lechos de palacios,
me vea, vestido de mafia lujosa
y con joyas de alarde divertido,
sudado en faenas, en riñas y pasiones.
2.
Házme subir/bajar de hoteles de primera
sobre rojas alfombras, bajo puertas de escape.
Que sea persona de casinos, con negocios,
objeto y sujeto de carteles y avisos.
Asómame a los hoteleluchos en busca de esperanza
con disfraz de ternura, con hambre de mendigo.
Proclama mi parda gramática de ladrón e intocable.
Unjeme como predicador y embustero,
como mago del hampa.
Y házme fuerte, sólido,
inquebrable, tirano, subversivo,
arquitecto del público llanto y del chisme malvivido.
Por veteranía de tempestades, zorro de la mar
de la angustias, héroe y mártir sin auxilio de tu mano.
Suelta la noche bajos mis pies.
Atame a calles, a rincones,
a sedes y hambres bondadosas
y saca mi raíz hasta la luz
de la próxima mañana.
Mochila al hombro,
limousine a la puerta,
dáme la certidumbre de la carcajada,
la hostilidad del celo, la rabia poderosa
de afirmar y querer, soñar y vivir
por cuenta propia.
3.
Pero —si otros son tus planes—
y no te gusta el trazo corruptible de mi carne
ni la memoria cruda de mis vulgares pasiones,
arráncame el instinto con el tajo de tu verbo.
Házme trágico y absurdo.
Envuélveme con desórdenes,
con todo lo que es súbito y fortuito,
inextricable y oscuro,
con esa canción incomovible y mística
que los santos murmuran para pedirte la muerte.
No me dés un amigo.
No me comprometas con el arcoiris,
con los pájaros
ni los ríos del poema humano.
Clávame a la cruz hostil del silencio
ante ciegos ojos y sordos oídos.
Seca mis labios.
Cástrame de toda frivolidad.
Marchita mi adultez prevaricante.
Cóseme las rodillas al espino,
al padecimiento lento, agónico y exangüe,
con el corazón en los labios.
No yergas mi fe ante la humillación
de envejecer calladamente
sin ser capaz de otra cosa
que amarte.
2-3-1991. Los Angeles, California
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