Los archivos musicales de Caracé Couto

Hoy: Groove Mulita

Música para desalambrar la pista de baile

Editan sus discos en Japón, pero son prácticamente desconocidos al sur del río Olimar. Atrincherados en el establecimiento-estudio San Miguel Moog, los Groove Mulita preparan el que será el quinto álbum de su carrera. Entre mates y guitarras, conversaron con Caracé Couto sobre el pasado, el presente, el futuro, el agujero en la capa de ozono y la máxima por la que rigen cada uno de sus movimientos: la experimentación

por Caracé Couto (desde Fraile Muerto)

Con cinco discos editados y en pleno proceso creativo del que será su tercer álbum de estudio, el dúo riverense Groove Mulita se ha constituido en el grupo más prolífico de la movida electrónica del departamento de Cerro Largo. Instalados en el establecimiento San Miguel Moog, a unos 5 kilómetros de Fraile Muerto, Segundino Péres, capataz de estancia (sítara y flauta traversa) y Lucas, cruza de cimarrón con ovejero inglés (voces y programación), no dejan que el vértigo de su ascendente carrera los aparte de la senda de experimentación que se trazaron desde el primer día.
El abordaje que los Groove Mulita hacen de la música electrónica es más que nada conceptual. "Desconfiamos de la tecnología. El mejor sampler se inventó hace miles de años y es el cerebro humano. No tenemos computadora, pero somos más electrónicos que los Chemical Brothers", espeta Péres, mientras rebobina un cassette TDK en el portaestudio de cuatro canales donde están por grabar el sexto track del nuevo disco, que todavía no tiene nombre.
La música de Groove Mulita podría definirse como un voraz monstruo de dos cabezas. Una cultiva un sonido melancólico que, sin ánimo de hacer comparaciones, dialoga con los climas envolventes de los islandeses Sigur Ros y se regodea en melodías que bien podrían haber salido de los sintetizadores de unos tempranos Kraftwerk. Estas canciones hablan de la soledad del individuo, la desazón ante un mate lavado, la vida extraterrestre o el queso de cabra. Los ladridos de Lucas, inflamados de angst canino, se superponen sobre bases de textura atmosférica y delicadas armonías pop que contrastan con la sonoridad aterciopelada de la sítara de Péres, generando paisajes levemente ondulados, climas templados y cuatro estaciones bien diferenciadas. La otra cabeza, por la que son más conocidos, es decididamente dance: beats contagiosos que invitan a mover el esqueleto hasta al más chúcaro y letras politizadas que piden la revolución en la pista de baile.

Comienzo quieren las cosas
La historia de la banda se remonta a principios de la década de 1990, cuando Lucas escapó de su hogar en Rivera, donde respondía al nombre de Sultán, y se radicó en la localidad de Minas de Corrales. Allí conoció a Péres, con quien comenzaron a intercambiarse discos de The Orb, Los Iracundos y Sonido Cotopaxi, además de entablar una profunda amistad. A fines de 1997, luego de que Lucas sufriera un grave accidente corriendo detrás de una pick-up bajo los efectos del Éxtasis, iniciaron las jam sessions donde se gestó el embrión de lo que es hoy Groove Mulita. Su primera grabación, Follow me to the pulpería, se convirtió en un éxito de la noche a la mañana. El tema combinaba loops histéricos de balidos y mugidos con una percusión tribal de reminiscencia guaraní. Meses después, el dúo completó su disco debut, titulado simplemente Groove Mulita (1999), que incluía ocho remixes diferentes de Follow me to the pulpería y una infecciosa versión jungle de A desalambrar, de Daniel Viglietti. La música del dúo trascendió fronteras en un periquete. Siguieron el lounge rural de Forraje tierno (2000) y el acid house de Yerra Psycho (2001), discos que llamaron la atención del sello alemán especializado en folclore tirolés Alzheimer Records, que lo editó en toda Europa oriental en formato vinilo. La mudanza a San Miguel Moog produjo el furibundo drum n' bass de Dead Monk Sessions (2002), que consiguió distribución en Japón, donde los Groove Mulita tienen estatus de banda de culto y son reverenciados por artistas como Cornelius o Pizzicato Five.
El dúo no se cuestiona demasiado el virtual anonimato que padece al sur del río Olimar. "Montevideo en general nos ha dado la espalda. Cuando recién empezamos fuimos a hablar con Nasser para que nos produzca un disco, pero nos sacó carpiendo", cuenta Péres sin el mínimo ápice de rencor. El año pasado el grupo recibió una oferta para participar del festival itinerante Creamfields, pero no hubo aerolínea que quisiera llevar a Lucas en clase turista. Ese incidente fue determinante para que el dúo decidiera no hacer más presentaciones en vivo. "No merece ser tratado como un músico de segunda categoría", dice Péres, mientras Lucas lame su mano en una clara demostración de afecto. Sólidos pero flexibles, cual caparazón de mulita, el grupo vuelve al trabajo. "Tenemos una urgencia creativa que a veces nos aparta de la realidad", confiesan, y caminan, con la puesta del sol sobre los hombros, hacia el galpón que hace las veces de estudio y cocina. Groove Mulita vuelve a las trincheras. La pista de baile agradecida.

(Publicado en nomascaries.com.uy, portal de la Asociación Uruguaya de Odontología Forense, sección Masticando la Música, abril de 2003)

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