Los dos sanjuanes

San Juan Traqueo es un pueblo de por estos rumbos que está situado en un vallecito rodeado de cerros de pequeña altura donde crecen, silvestres, los pitahayos. Por medio pueblo pasa un arroyo tranquilo, que solamente en las aguas se desborda. Se le conoce como La Mora y es la referencia para dividir el pueblito en San Juan de Arriba por la parte norte y San Juan de Abajo por la parte sur.

Este que es ahora un pueblo era hace muchos, muchos años, solamente un ranchito donde vivió un hombre perseguido por la justicia por haber matado a un fulano que le espió a la esposa mientras ella se bañaba. El se vino huyendo a este rincón desolado y lejos de todo donde nadie jamás lo buscó. Tuvo dos hijos, y cuando cumplieron edad de tener casa y mantener mujer, hicieron sus viviendas una frente a otra, río de por medio. Claro, esto sin saber que pasado el añal, serían, orgullosamente, San Juan de Arriba y San Juan de Abajo.

El ranchillo se hizo grande y a uno y otro lado del arroyo fueron poblándose calles y calles. La gente se miraba con cariño porque todos -quien más, quien menos- estaban emparentados, a veces de una forma muy clara, cuando no, sólo bastaba rascarle tantito a la historia de padres y abuelos para descubrir el caminito que la sangre va haciendo en el devenir.

Esta era la época en que San Juan era todavía San Juan Traqueo, así nomás. "Voy a San Juan o vengo de San Juan", decía la gente sin complicarse la vida con la orientación.

En los buenos tiempos, cuando alguien se encontraba una gallina desconocida en su patio, salía con ella bajo el brazo y recorría las calles -de arriba y de abajo- buscando al dueño. No faltó quien viera en los anuncios un medio de ganarse la vida y así surgió Polydor. Gigante y bonachón, con una voz potente y engolada con la que "hasta la tierra tiembla", según decí, recorría las calles:

El dueño legítimo de una gallina chana alaquina encontrada perdida el día de antier
en el solar de don Salvador Castellanos, puede pasar a recogerla y le será entregada por
el susodicho una vez que demuestre con testigos la verdad de su reclamo.

La tienda de abarrotes "El Angel de la Guarda" informa que acaba de recibir un corte de
casimir ideal para pantalones de vestir.

Doña Gertrudis Avalos viuda de Sánchez, en la casa marcada con el número ciento treinta
y seis de la calle Nicolás Bravo, ofrece a los fuereños asistencia cómoda y barata.
También ofrece un cuarto para señoritas con agua caliente.

Sólo había un modo de sacarlo de sus casillas, y era gritándole... precisamente "Polydor"; entonces abarrajaba la decencia y era otro.

-Polydor, hasta la tierra tiembla!
-Si públicamente me lo dices, publicamente    tizna a tu madre!

Después el sistema se hizo más operativo: los animales extraviados se concentraban con el Juez de Paz -entonces única autoridad en el pueblo- y tras dos días de guarda, y sin que hubieran reclamantes, se remataban públicamente en la entonces también única plaza.

Un nacimiento, una boda, un bautizo, un velorio, eran actos en los que todos se hacían presentes, compartían el mismo gusto y comulgaban con el mismo dolor.

Celebraban el inicio de la siembra con una misa general y el fin de la cosecha con una borrachera colectiva. Precisamente en una de esas borracheras fue el origen del pleito que se mantiene desde entonces y que devino en la formación del San Juan de Arriba y del San Juan de Abajo.

Sucedió durante la boda de Catarina Salazar. Desde muy temprano Pedro el de Arriba y Javier del de Abajo anduvieron echando alcohol. Juntos fueron a las canelas cuando amanecio; juntos a los primeros cueritos; juntos al caldillo de chacales. Para cuando llego la boda en la tarde ya habian inflado sabe Dios cuanto. Lo que si, andaban que cae que no cae abrazados, haciendo desfiguros por la calle; babeando y moqueando mientras se juraban amistad eterna; con ganas de cantar y de alegrar. Casi al final de la boda, como pudieron se apartaron del barullo y en una atarjea se sentaron, abrazados, a discutir. El motivo fue la honra de Catarina Salazar. Pedro aseguraba que la tal Catarina habia tenido sus "queveres" y Javier refutaba con vehemencia la falsedad de las acusaciones. Pedro sacó a colación cuanta historia de Catarina cirulaba en el pueblo: la vez que de madrugada la encontraron en la milpa y ella aseguró que no sabía cómo había llegado allí, que a lo mejor era sonambula; aquella ocasión que en la puerta de su casa se armó tremenda balacera porque tres galanes querían entrar al mismo tiempo; esos como quejidos como pujidos que por las noches salían de su casa; esa costumbre de andar hablando con los ojos...

-Mentiras de la gente, mentiras de la gente, repetía Javier.
-Por qué mentiras, pues?
-Muy entre nos, yo fui el unico que una vez tuve enredos con Catarina. Todo lo demás es mentira; ella me lo dijo.
-Si serás pendejo; lo mismo les decía a todos.

Allí se armó la bronca. Borrachos como estaban, la suerte decidió la pelea; Pedro resbaló, quedó bocarriba y Javier le pegó hasta por debajo. Cuando los desapartaron, los dos iban sangrantes y farfullando. En el horizonte se dibujó, clara, la luna, en el instante en que Catarina Salazar, por pudor, apagaba el quinqué al desvestirse para que su marido -un engatusado recién llegado al pueblo- no la viera.

Al otro día, Pedro el de Arriba, golpeado, crudo y de muy mal humor, pastoreaba los chivos de su propiedad. Uno de ellos, "El Querreque", grande y gordo, cabresto y alebrestado, brincó el alambrado buscando la mila en el terreno de Javier el de Abajo. Pedro, golpeado en el orgullo, lo dejó hacer. Pastoreo el resto alejandolos de allí para evitar problemas.

Cuando Javier se encontró con "El Querreque" haciendo destrozos en el sembradío, comprendió la frenta. Con el coraje contenido y buscando refinamientos para la venganza, lo amarró con la soguilla y jaló con él rumboal pueblo. Para en la tarde ya lo había hecho birria y todo San Juan de Abajo compartía la puntada y el sabor del desquite con tortillas recién salidas del comal y salsa de molcajete.

En el momento en que Pedro lo supo se le derramó la bilis, arrojó espuma por la boca y juró tomar revancha. La ocasión se presento tres días despues: de un pueblo vecino enviaban a Javier veinte damajuanas de cinco litros de ponche que Matilde, la mujer de Javier, vendía en su casa. Con ayuda de dos amigos, Pedro asaltó la carreta; hizo huir al cochero y, en convite, recorrió San Juan de Arriba repartiendo ponche como si fuera cabalgata en tiempo de toros.

Esto hizo que el pleito entre Pedro y Javier se hiciera de los de Arriba contra los de Abajo. Al principio eran rivalidades solamente, tanteos, nos cucábamos nomás; orgullo de decir "soy de Arriba" o "soy de Abajo"; hasta hicimos una porra. Cuando jugábamos futbol nos poníamos de acuerdo y a la de tres gritábamos: "Arriba San Juan de Abajo; Abajo San Juan de Arriba" Pero poco a poco los odios se fueron enconando. El rencor enraizó.

Ese año todavía pudimos hacer la fiesta tradicional, más que nada porque la candidata a reina fue del gusto de todos. De esa manera Catarina Salazas -que para ese tiempo ya se había divorciado porque según ella se aburría terriblemente- se ciñó la corona de la última fiesta conjunta. A partir de ese año cada uno haría su festejo. La circunstancia, repito, se prestó porque Catarina, siendo de San Juan, no era ni de arriba ni de abajo. Había nacido en un palafito que estaba sobre el río que ahora nos divide.

Pero fuera de la reina todo era desacuerdo: si uno quería posada, otro quería pastorela; si su gallo perdía en el palenque -"porque ha de ganar, aunque esté pelón"- , la gente sentía como si los otros le hubieran dado una cachetada; si una misa salía mejor, los demás trababan las quijadas del berrinche; si un jinete caía, las burlas de los contrarios no se dejaban esperar. Así, ronzeándonos poco a poquito, nos partimos para siempre.

Con el tiempo el resentimiento llegó a tal punto que hasta al Santo Patrono, San Pascual Bailón, que fijándonos bien no pertenecía a nadie, lo partimos para no tener ya nada en común, y así lo hicimos San Pascual de Arriba y San Bailón de Abajo.

Por ahora todo han sido fintas; estamos esperando que haya un muerto para que los de allá sepan de lo que somos capaces... aunque creo que piensan lo mismo. Por sí o por no "madrescóndete"; tengo bien aceitada la chispeta y muy bien repartida la parcela entre los tres muchachos.


Tomado de: El Principio y el Fin, Rubén Martínez. Editado por el Gobierno del Estado de Colima y el Instituto Colimense de Cultura. Colección Volcán de Letras.


  • Volver a la página de Rubén.
    Ultima modificación: Marzo 13 de 1996
    Leni did it. (Y Mónica tecleó una gran parte, jeje)
    1