El piano de María Pretiz hace soñar
con colores y figuras vivas.
Como un río que es camino fácil en el desván,
y reconoces de un vistazo tu niñez, tu niñez...

El piano de María niña ya va a cantar
de ese horno que falta a tu arcilla;
y pide que le hables del tiempo: "Háblame"...
de esas tardes de aguacero, entre tazas de café,
en busca de tierra firme, en busca de lo que fue,
en busca de mi sonrisa y mi fe...

El piano de María frágil es un altavoz
en el sordo mundo de mi vida.
Es como un amigo imaginario de tiza y cartón
que se asoma a una cuna vacía;
toca sus mejores melodías al dulce sentir
de unas manos que trascienden su verdad:
ellas saben que la muerte del amor
no es el hambre ni pobreza, ni la cárcel ni el dolor;
es el miedo al silencio y la rutina sin valor.
¡Toca siempre, niña eterna, melodías de esperar!
¡Vive siempre en mis letras y en mi mar...!