Poema 5
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes
húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida
oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que
ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero
decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las
suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis
palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar
infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.