Teillier, el Último Romantico
En el prólogo a muertes y maravillas dices que la infancia está presente en tus poemas "porque es el tiempo más cercano a la muerte". Pero esta infancia -aclaras- no es una infancia idealizada, exenta de males, es "una recreación de los sentidos para recibir limpiamente la admiración ante las maravillas del mundo". Respecto a esto, lo que más me llama la atención es la frase final del párrafo: "nostalgia sí, pero del futuro, de lo que no nos ha pasado pero debiera pasarnos". ¿Te refieres entonces a que tu recurrencia a la infancia más que una retrospección lírica es un intento por recuperar lo perdido, lo lárico?
Napoleón tiene una frase que es muy ofensiva para mí: "Los
tontos piensan siempre en el pasado, los inteligentes en el presente y los
locos en el futuro". Yo vivo más en el pasado que en el presente.
El presente y su contingencia no me interesan. En cambio lo que pasó
se puede inventar, recrear. Es algo que está vivo en mí, quizá
una no-superación anímica, inmadurez tal vez. Creo que en
la fuente de todo poeta hay una inmersión en el pasado, que es, como
tú dices, nostalgia de una futuro, de haber perdido un mundo que
fue mejor, que no va a existir (soy pesimista por naturaleza), el mundo
de la casa natal, de la protección, de la pureza primitiva, de los
compañeros de juego que se han transformado en amigos bebedores.
¿El tiempo perdido?
El tiempo perdido, otro siglo que no sea éste, que no me gusta nada.
¿Qué tratas de decir en tu poesía?
No trato de decir nada a propósito. No creo en la poesía de
mensaje que va ha cambiar el mundo. Lo único que podemos aportar
es un poco de irrealidad, de magia de belleza, es como ver películas
mudas o tarjetas color sepia.
¿Cuál es el proceso de creación? ¿Cómo
se da en ti el desarrollo para llegar a elaborar un poema?
En primer lugar, para mí los estímulos son muy importantes.
Por ejemplo, salí a pasear con mi hija Carolina (después de
muchos años) y en eso hay toda una cosa fellinesca. Curiosamente
ella se acordaba solamente de las vivencias de la infancia. Con esto quiero
decir que lo que importa no es el paisaje, sino el hombre en el paisaje.
A veces sueño los poemas y luego los escribo, o me estimula fijar
un estado de ánimo, como una fotografía. Rara vez corrijo.
Prefiero hacer varias versiones. A veces queda así, otras podo en
exceso quitando espontaneidad. En esto no hay sistematicidad, sólo
destellos, servilletas dejadas en los bares, poemas arrugados en mis bolsillos.
En realidad, nunca sé en verdad lo que voy a decir hasta que ya está
dicho.
Daniel Barros, en su trabajo Poesía Sudamericana actual dice que
eres un poeta que "cuenta cosas". Y creo, efectivamente que, en
este sentido, tu poesía carece de intelectualismo y se acerca más
a lo pictórico y a lo cotidiano.
Yo no soy poeta de pensamiento abstracto. Siempre recurro a comparaciones ligadas, concretas. No me interesa la vida interior. Mi poesía efectivamente, es pictórica y tiene ancestros campesinos en la preocupación por lo cotidiano, por los detalles, por el fuego de la chimenea en fin.
Dijiste que no te interesa dar un mensaje en la poesía. Sin
embargo mencionaste que la poesía es como fijar un tiempo, dejar
constancia de algo. Estoy pensando en tu poema "Treinta años
después", en el cual hay mucho de testimonio, de mensaje.
Pero referido siempre a un estado de ánimo subjetivo. Eran los cambios que venían, una especie de adelantamiento del futuro. En mi último libro Para un pueblo fantasma - y lo dice Jorge Boccanera, un crítico y poeta argentino- el pueblo fantasma puede ser perfectamente Chile. Así como desaparecieron mi casa natal y mi familia, en gran parte desapareció también una forma de ser de un país, un tono de fraternidad, gratuidad, de menos utilitarismo... otro ritmo.
Pero eso no tiene nada que ver con dar un mensaje en el sentido de mostrar una alternativa, abrir un camino concreto, estereotipar una salida.
Exactamente. Sin embargo, así como Chile, mi poesía ha
cambiado (y esta es quizá la relación de testimonio que existe).
El otro día me preguntaron por qué eran tan trágica.
Respondí que no estamos en un país muy alegre precisamente,
a pesar del Happening con Ja (?) Eso se refleja en mi poesía, que
ha comenzado a ser menos melancólica y más depresiva.
¿Y que pasó con esa veta de treinta años después?
Las circunstancias hicieron que yo definiera mi camino por otro lado. Además,
aquí en Chile tenemos la censura, que implica una autocensura muy
grande. La situación del escritor es desalentadora. La polémica
al respecto, planteada por la SECH, debe ser continuada.
¿Cómo puedes explicar tu interés por el box, aparentemente tan disímil con la poesía?
Me interesan los boxeadores como personajes trágicos (aparte, yo
nunca peleé cuando niño: soy cobarde). Los boxeadores siempre
terminan como Laurel y Hardy: "tristes, solitarios y finales".
Son como gladiadores modernos. Y, como soy pesimista, también yo
siento que voy a terminar como gladiador golpeado. De alguna manera están
solos contra el mundo y después el mundo los abandona.
De ti dicen que eres el último romántico.
Siempre habrá un ultimo romántico.
En el mismo prólogo ya citado declaras que para ti la poesía
es un modo de ser y actuar; tu instrumento contra el mundo concebido como
"otra visión del mundo" ¿Compartes aún esta
afirmación? ¿Crees en el valor material, vivencial de la poesía?
Y perdón que sea reiterativa ¿qué es la poesía
para ti?
Es el vaso de vino tinto que no me puedo tomar al almuerzo, algo que te
ayuda a vivir. Me gusta vivir, pero me mata. Podría ser al revés
¿no? El futuro para mí está negro, por eso me estoy
poniendo religioso. Según mi hijo es puro oportunismo.
Aparecido en:
El Caballo Rojo, Suplemento dominical de El Diario de Marka. Lima, 15/1/84
No. 192
Año IV. Con el título: Teillier, el Último Romantico.
por Bárbara Délano.