-¿Y eso es todo lo que hay? -preguntó Reyes.
-Bueno, ¿qué esperabas? ¿Jacuzzi y masajistas? -dijo
el santo.
-Eh, no estaría mal. Y champán y un par de líneas.
-No estaría mal -dijo el santo, sonriendo-. ¡Sería inútil!
-¿Por qué? -se sorprendió Reyes.
-Aquí no tienes un organismo que se afecte con alcohol o sustancias
químicas. Somos espíritus. No lo olvides.
Reyes guardó silencio, reflexionando. Se sentía cómodo
y filosófico en su túnica gris. Le parecía congruente
con el lugar y le ayudaba a pensar. Además el santo vestía
una túnica similar.
-Ya entiendo -suspiró Reyes-. Ahora entiendo todo.
-¿Qué entiendes?
-Por qué es necesario ser santo. Porque sólo así querrías
vivir aquí. Política de reclutamiento ¿no?
-Algo así, Reyes, pero no con esas palabras... Entonces ¿qué
dices?
-Nada, sólo que me encantó conversar contigo. Espero que lo
hagamos de vez en cuando.
-¿Entonces te retiras?
-Sí, al menos por un tiempo.
-Buena suerte, Reyes.
-Gracias. Estaremos en contacto. Hasta pronto, espero.
Y Juan Reyes emprendió el camino al Purgatorio.