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"-ro pordiosito y por mis dos  hijitos que ésta es la ultima, y que después de ésta nunca más lo volveré a hacer. Sólo  una vez más. Quiero terminar estas chicharritas, aunque sea para sentir el olorcito rico de la pastita. Parece que ya estoy de bajada. Lo de anoche estuvo bestial. Toda la noche pegado al techo. Recontraturri. Estaba tan pasadaso que desde la ventana veía a los tombos e infantes de marina bajar por los techos con una soga , una noica locaza y me puse a cerrar las rendijas con periódicos no vaya a ser que se escurran por allí. Lo que me pareció más extraño fué que estuve poco más de una hora mirando por el ojo de la cerradura, mirando si no venían los tombos, hasta que Arturo me pregunta Oe guevón qué estás haciendo? y yo colocando el dedo índice sobre los labios cerrados le decía que no hiciera bulla, que nos podrían escuchar los tombos y en eso Franco empezó a reirse con una risa asmática y lo mismo Arturo y a mí me parecía que ahora sí nos escucharían los tombos y los dos empezaron a cagarse de risa, señalándome y tapándose la boca, Cojudo me dijeron los dos al unísono, estás mirando por la cerradura del ropero!  Y yo mismo me quedé huevón, lo que hace esta droga de mierda. Ellos sólo fumaban marimba, me los encontré cerca al hueco del puente México y como me vieron con guita como muela de gallo, se me pegaron como sanguijuelas. Varias veces había cruzado palabras con estos pituquitos, hasta una vez en rapto de conciencia quise que no le siguieran entrando a esto, pero ellos no me harían caso, solo yo sé lo que están empezando. Quise decirles, pero luego no me importó, porque también siento que se me ha secado el corazón, muchas veces me sorprendo que no siento nada por nadie, ni siquiera por mis hijos. La droga  te seca no sólo el cerebro, también te seca el corazón, te hace
insensible al dolor ajeno.  Ayer por la tarde tuve suerte, pateando latas me encontré con un turista forradito en billete. Yo me hice el cojudo. Como si no le hiciera bola, pero ya me había ganado el pase. Ví como me miraba con ojos de deseo, me miraba todo, mis brazos, mi cara, mi poto y sobre todo la bragueta. Y yo me hacía el cojudo mirando las revistas en el quiosco de la Plaza San Martín. Me preguntó la hora, lo clásico, y yo le contesté mirando el gran reloj de la Fenix sobre el cine Metro, van a ser las siete. Te invito una cerveza me dijo, no mejor un pollo a la brasa aquí en el Beiguis le dije, y lo convencí que recién llegaba de Piura donde se come algarrobina y donde hay muchos burros y que por eso cargaba mi maletín y que no conocía Lima. Pero realmente estaba con hambre por la bajada del tronchito del mediodía. Durante la comida el gringo seguramente pensaba  en los burros de Piura y en la tragazón que me mandaba. Yo sólo miraba su pulsera de oro, su relojazo y el fajo de dólares en su billetera. Me insinuó que me quería pagar, ¿estás loco? Le dije, yo sólo lo hago por amor al arte, nunca me vendería. Se disculpó y me dijo para quedarme en su hotel. En un momento que se fué al baño, aproveché para tirarle un par de pepas en la Inka Kola, un par de Rohypnoles y se quedaría jato. Qué coincidencia me dije cuando llegamos al 808 y me recordé que yo siempre contaba las lineas de la vereda de ocho en ocho, igual los padrenuestros y las avemarías que iba rezando, de ocho en ocho para que me den suerte, si me equivocaba volvía a contar de nuevo, endulzaba con ocho cucharaditas de azúcar, ocho vueltas con la cucharita, igual ahora, iba contando las escaleras de ocho en oho y en ninguna fallé, eso significaba que me iba a ir bien. Qué diferencia este hotel con el Hawai, que a pesar de tener escaleras de mármol, las paredes son tan delgadas que puedes escuchar claramente lo que sucede a ocho cuartos a la redonda. Este hotel alfombrado, muchas colonias en el baño, en cambio en el Hawai tengo un balde repleto de orina, tabaco, colillas de cigarrillos, palitos de fósforos partidos, papeles de ketes, etc. Me preguntaba si este turista no tendría Sida, me preguntaba si sería activo, pasivo o moderno, pero eso ya no me importaba, ahora soy moderno, pesco lo que venga, total yo no soy cabro, sólo lo hago por necesidad, aunque francamente, parece que estoy encontrándole el gustito. Al comienzo sólo era activo hasta que un jijoeputa, aprovechando que yo estaba recontradurazo, me despitó, y caballero nomás, tuve que morder la almohada. Eso sí estuve ocho dias como si hubiera comido ají. Convencí al gringo para hacerle masajes, y no pasaron ni ocho minutos y se puso a roncar.  Primero saqué el fajo de dólares, tomé la pulsera de oro y el relojazo. Bajé casi corriendo
y tomé el primer taxi que encontré, tanta era mi desesperación por un quete o un mixto, que ya sentía el gusano reptar en mi abdomen, puta ahora me vendrá la diarrea. Puse al palo la pulsera y el bobo y al toque me compré ocho ligas, por veinte quetes cada liga, ciento sesenta quetes, me duraría para un mes, pero yo sabía que me lo tiraría todo en apenas una noche que me pase de boleto. Aquí fué que me encontré con Franco y Arturo, ellos dicen como yo decía antes, que todavía se pueden controlar, que cuando se decidieran dejarían la droga, pero yo sé que no es así, pero ya es problema de ellos. Los cocos los enviaría a mis hijos que seguramente los están necesitando.
Nos fuimos al Hawai a fumar como locos, toda la noche fumando. El día amanece y no tengo sueño, miro el petrolero que se me ha caido al balde de la orina y lo saco para que se seque porque ya no me queda un solo quete. Los muchachos se van a la univerisdad , así pasadasos. Y yo me quedo de nuevo solo, sintiendo que se me viene de nuevo la angustia, miro los dólares y se me viene el dengue , y quiero ir de nuevo al hueco a comprar más, y pienso en mis hijos, rezo el padre nuestro ocho veces, pero parece que me equivoco, me hago el juramento de dejar el vicio y estoy seguro de dejarlo, solo que esta vez voy fumar por última vez, sólo una vez más y ju-"

David Arce Martino

Marzo 1999

 


 

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