Norberto



(Cuento intitulado La Nevera)

 

Ambos se miraron con el histerismo del que se gana la loteria pero con el miedo del que ha descubierto el sabor de la muerte. A su alrededor, la puerta metálica del congelador en donde se guardaban los cadáveres, que extrañamente se habian acumulado en el forense en estos ultimos tres días, estaba en silencio. El, más alto, y con un valor demostrado en la Guerra del Golfo, no daba crédito a lo que había escuchado diez minutos antes en el contestador del doctor Lester. Nunca antes en su vida como militar habia oido hablar de ninguna investigacion que se centrase expresamente en ese tema, y creía que todo ello habia quedado atras con el cuento de Mary Shelly. Pero, por desgracia para él, no era cierto. Los malditos cuerpos se habian levantado en pos de él. Sin embargo a pesar de que eran seis, pudo escapar y dejarlos encerrados ahi dentro. Ahora, se habia encontrado con el ayudante del doctor, y tenía que averiguar el origen de este asunto.

El ayudante, el interino, Brian De Vough, lo sujeto por los hombros, e intento infundirle tranquilidad a pesar de que el otro era mas fuerte que el, pero claro, solo en aquel momento.

- Explicamelo. ¿Que sucede?

El militar, volvió a explicar todo esta vez más calmado, dejando caer su peso contra a pared, y descubriendo un intenso olor a alcohol . ¿Qué habría bebido para estar así?, Seguro que fue algo fuerte, pues era dificil tumbar a aquel toro. Brian se acerco hasta una silla situado detras del estudio de su jefe, y la ofrecio al grandulón que acepto de mala gana.

- Fue horrible, volvio a explicar, no sé como todavia sigo vivo. - Vamos hombre, seguro, que se movían, o tu veias que lo hacían.

- ¡No estoy loco!

- No, pero si borracho. Fíjate, apestas a ron de importacion, y encima te metes en la nevera (término coloquial para referirse a la cámara congeladora) un sábado por la noche. A ver para que entrastes alli?

- No lo se.

- ¿No lo sabes? y quieres que me crea que los muertos bailan?

- No bailaban, corrian, y me atacaban.

Lester se coloco a su espalda, y puso las manos sobre los hombros para intentar calmar a su amigo, y le preguntó con voz distorsionada, ¿a cuantos vistes?

El otro intento girar la cabeza pero el ayudante ya la tenía sujeta con sus poderosas manos que la separaron del cuerpo como el que descorcha una botella de vino.

De repente se despertó. Abrió los ojos, y miró a su alrededor.Tenía frio probablemente causado por la pesadilla que habia sufrido esa noche. Uf, que mal ueno, tengo que dejar de beber. Oh, que dolor de cabeza. Y mientras se situaba mentalmente, se dió cuenta de que no estaba en su casa, aunque le resultaba vagamente familiar. Entonces con la agilidad que le caracterizaba se levantó, pero con la sensación de que algo iba mal. Estaba de pie, pero su mente todavia miraba al techo. Giró su cuerpo para poder ver mejor la cama, y pudo ver como un cuerpo sin cabeza se agachaba sobre él. Y pudo reconocer aquel cuerpo como el suyo.




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