Dice el Ulises que sólo una vez ha visto llorar a su papá, y lo dice así de fácil, como si no fuera la gran cosa, en cambio los demás no contamos eso así como así; el Cristo porque no le importa el Popeye, como es su padrastro... y a su papá hace un montón de tiempo que no lo ve; Tío Moisés nunca habla de su familia, es más, es del tipo de los que no cuentan nada, siempre anda callado, viendo las cosas; de un tiempo para acá Fidel sólo platica del dichoso licenciado, como si ese mono fuera el centro del mundo; creo que nada más el Ulises, Héctor y yo somos los que contamos cosas, creo que por eso ahora me acuerdo que nosotros tres somos quienes hemos visto llorar a nuestros jefes. Que yo diga que mi jefe llora, pues no vale, lo hace siempre que está borracho, basta que se tome unas cuantas copas para que se le afloje la mirada y comience a chillar, nos abraza a todos, dice que debemos agradecerle a Dios lo que tenemos, que no importa si es poco o mucho, que es lo que merecemos; como quien dice: se pone romántico, a veces hasta me pide que toque la guitarra, nos pide que estemos ahí, con él, y mientras se echa sus tragos, de vez en vez, nos abraza y en voz muy alta comienza a agradecer. Todo esto de los papás que lloran salió el día que se murió Kurt. Sí, cuando me enteré que había chupado faros pues me sentí vacío gacho; primero fue la sorpresa, estaba escuchando el radio cuando el locutor dijo lo de siempre en estos casos, que el mundo del rock se vestía de luto, que había encontrado el cuerpo del cantante de Nirvana, que se había suicidado el Cobain. Toda la tarde fue recordar la música del Kurt, el in Utero, el Nevermind, en fin. Así, todo el día, pero sin que se me saliera una sola lagrima. En la noche Ulises fue el primero en preguntarme, qué cómo me sentía; normal, le dije, o sea que si se había suicidado, pues bien por él, además le conté lo que pasaron de su carta de despedida, el rollo ese de que estaba aburrido y ya no le encontraba chiste a las cosas, más vale arder que irse apagando, decía. Mala onda porque ya Nirvana no iba a hacer más música, pero así deberíamos hacer todos, cuando nos hartáramos de la vida pues pum y adiós ¿no?, finalmente tenía razón el Cobain. Fue entonces cuando Ulises contó lo de su jefe llorando, me dijo que la verdad él esperaba encontrarme todo agitado, mal, y es que el día que mataron a John Lennon, fue cuando él vio llorar a su papá. Nos empezó a contar; era el tiempo en que apenas íbamos en la primaria, ese día su papá iba manejando y, al igual que con Curta, a la mitad de una rola anunciaron que habían matado al mero mero de los Beatles, que saliendo de su casa en Nueva York se acercó un fan y ¡bolas! que le suelta unos plomazos. A la mejor Lennon ya también estaba aburrido y por eso se dejo matar, por que no es tan fácil dejarse asesinar así como así, como que debe de haber algo más. Al escuchar la historia de Ulises, el Héctor comenzó a reírse. Ahí está la diferencia, dijo, mi jefe también lloró, pero cuando mataron al Colosio. Entonces pues si nos saco de onda, porque según nosotros no tenía nada que ver, pero el Pulques siguió de largo: Su papá trabaja en el gobierno y andaba bien animado cuando dijeron que Colosio iba a ser el próximo presidente. Quesque ya habían hecho planes para cambiar de todo, de casa, de coche, hasta a sus hermanas las iban a cambiar de escuela y todo porque el señor andaba muy metido en lo de la campaña, la onda era como una cadena: si llegaba Colosio a presidente, iban a ascender a su jefe y el papá iba a tener un puestote en el gobierno, con hartas manos libres para hacer y deshacer con la feria. Contó el Pulques que ese día, en medio de no sé cual programa salieron a anunciar que Colosio había sido atacado, que en Lomas Taurinas recibió un palazo, entonces el señor pues bien atento a la telera, tronándose los dedos, pero ahí no pasaban ya nada de noticias; mandó a las hijas, su señora y Héctor a prender los radios, que le avisaran cualquier cosa que dijeran sobre el candidato; ahí estaba toda la familia ogro, pendiente de lo que sucedía. Era un verdadero relajo, después de un tiempo ya no fue un ataque con palo, le habían dado un balazo, en otras partes decían que no era nada grave y en una que otra estación comentaron que las fuerzas de la nación se movilizaban hacia Tijuana; de pronto todos dijeron los mismo, en la radio y la tele se escuchó la voz de un cuate, que desde arriba de una silla dijo a la gente que el tal Colosio había recibido dos balazos, uno en la cabeza y otro en la panza. Colosio estaba muerto. Se derrumbó el papa del Héctor. Pinche suerte, pinche suerte, no dejaba de decir mientras abrazaba a su esposa, que se le comienzan a salir las lágrimas. Yo dije que no, que no era igual llorar por Lennon que por Colosio, que la onda del papá del Pulques era más por un puesto y todo lo que iba a ganar que por Colosio, en cambio Juan Luis estaba llorando porque ya John Lennon no iba a hacer más música. Como que llorar por Lennon era diferente, pero Ulises me contradijo al hacernos ver que era exactamente lo mismo, que su papá no había llorado por la muerte de Lennon, que cuando ellos iban en el coche, cuando su jefe escuchó la noticia, hizo a un lado el carro y entonces lo miro con unos ojos extraños, como si fuera la primera vez, mirándolo de forma distinta. En voz alta repitió la edad de Ulises, como si no acabara de creerla, fue cuando comenzó a llorar, como si nada más se salieran las lágrimas, solitas, sin hipos ni nada, luego lo abrazó Juan Luis si es cariñoso con ellos y todo eso, lo agarró muy fuerte, diciendo la edad de Ulises, su nombre, cosas de su familia y al sonar una canción de Lennon empezó a llorar más, sin palabras. Luego tomó aire, aspiro fuerte fuerte y por fin arrancó. Dice Ulises que era igual que llorar por Colosio porque él piensa que finalmente no lloraba por alguien que se murió, no por una persona si no por él mismo, que el papá de Héctor lamentaba lo del puesto y todos los sueños que se había imaginado se le iban a cumplir, mientras que Juan Luis como que se daba cuenta de todos los años que habían pasado, de lo que había cambiado, desde que escuchaba a los Beatles hasta ese momento en que tiroteaban a Lennon. ¿Ves?, explicaba el Ulises, tu jefe lloró por lo que ya no iba a ser y mi papá lloraba por lo que había sido, como que de pronto le cayeron encima todos los años, tener hijos, sus responsabilidades y ondas de esas, ondas en las que no pensaba cuando Lennon todavía estaba vivo. Les estaba contando que en cambio a mi, el día que se murió Cobain no me dieron ganas de llorar, ni por él, ni por mi, ni por las cosas que había dejado de ser ni por las iba a hacer en el futuro, o sea que sí me importaba y todo, finalmente era Nirvana ¿no?, pero me quedaba el consuelo de que, como siempre, el Curta hizo lo que se le pegó la gana, me gustó su filosofía, el maestro sabía que ya no se iba a divertir, no le importó la lana, ni el éxito, se importaba a sí mismo, prefirió arder a irse extinguiendo. Ya hace un buen tiempo que se mató Curta Cobain, hace poco se festejó otro aniversario de muerte y tampoco me dieron ganas de llorar, y eso que en todas las estaciones estuvieron pasando su música y diciendo recuerdos de él y ondas así. Hoy no se festeja nada de Nirvana, hoy no están pasando la música del Cobain en el radio, hoy parece que sólo yo me acuerdo de él, será que ya pude sacar todas las rolas, Litium, Scentless apprentice, Heart shaped box y hasta Aneurysm, me están dando ganas de llorar. Hasta ahora entiendo lo que decían Ulises y Héctor acerca de los papás que lloraban, ya sea por Colosio o por Lennon. Tengo muchas ganas de llorar, no porque me esté acordando de Curta Cobain, eso es como un pretexto, más bien estoy pensando en mi, en todos nosotros, en que matamos al Héctor, en Ulises que se escapó a quién sabe dónde, en que todo se lo está llevando la chingada.