TODO EMPEZÓ CON LOS DELFINES
CUENTO
(Traducción María Teresa Garayar Graf y Eva Lewitus)
CAPITULO 1
 Nací en el verano en un día soleado. De hecho todos los delfines nacimos en verano. Tengo un hermano gemelo, y eso es bastante excepcional, por que generalmente las madres tienen solo un bebe delfín a la vez. Por lo tanto yo tuve suerte. No solo por mi hermano sino por que nacimos en un bello día soleado.
 Cuando nosotros nacemos aparece primero la cola y tenemos los ojos abiertos. Tengo un vago recuerdo de que el juego de los rayos solares encima mío, capto mi atención y que trate de alcanzarlos, lo mas rápido posible. La luz del sol me atrajo. Todavía me encanta el sol, la manera en que hace que el agua centella y resplandece. Así que el sol me ayudo a nadar hasta la superficie y tomar mi primera bocanada de aire. Mi tía favorita me empujó desde abajo, en caso de que no tendría suficiente vitalidad para subir por mi propia fuerza. Mi hermano, que nació segundos después de mi, fue empujado por nuestra madre, que nunca se alejo de nosotros ni por un segundo. No solo nuestra madre estaba alrededor de nosotros todo el tiempo, también nuestra tía. Ella había estado acompañando a nuestra madre desde las ultimas etapas de su embarazo.
 Las otras delfines hembras de nuestro grupo, nadaron alrededor de nosotros recién nacidos, ayudando a nuestra madre y protegiéndonos. No creo que mi madre necesitara de la ayuda de ellas, pero ellas estaban ahí, para apoyar y ayudar y quizás solo para que supiera que estaba rodeada por familia que se preocupaba de todos nosotros.
 No recuerdo haber visto a nuestro padre en los primeros días de nuestra vida. Pero después me dijeron que los padres nos cuidaban tanto como nuestras madres y otros familiares. Ellos nadan alrededor de nuestras madres y tías mientras estamos naciendo, y ningún tiburón o ballena asesina se atreve a acercarse cuando todos los padres están juntos cuidándonos. Nosotros al nacer, sabemos inmediatamente como nadar y como jugar. Empezamos mamando y como nuestra madre tiene dos tetas, no había razón para pelear por nuestra deliciosa leche.
El nombre de mi hermano es Simo, en recuerdo de un tatara y no se cuantos mas tatarabuelos. Mi nombre es Ceta. Yo supongo, porque somos de la familia de los Cetáceos. Me encanta mi nombre. Tratamos de deletrear nuestros nombres con nuestros cuerpos, bailando el uno alrededor del otro. Me encanta especialmente la "S" y la "M" en el nombre de Simo. "M" nadamos de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, hasta terminar la letra. Yo podía hacer la "C" y permanecer en esa posición por un largo rato.
 Simo y yo competíamos bastante: Quien podía estar mas tiempo debajo del agua, sin respirar; quien podía aspirar mas aire, fuera del agua; y quien podía llenar y guardar mas aire fresco en los pulmones. Quien podía saltar mas alto. Quien podía salpicar mas agua cuando caíamos de vuelta al agua, después de lanzarnos al aire. También jugábamos a la pega. Siempre era divertido nadar debajo y por encima de mama. Practicamos a saltar encima de ella. Mama a menudo se unía a nuestros juegos.
 No recuerdo que me hayan pegado, pero si recuerdo haber recibido muchas caricias. Cuando todavía era chiquitita, siempre estaba mi mama a mi lado y mi tía al otro lado. Siempre que me retrasaba, mama me empujaba. Le encantaba cuando la cogía de su aleta dorsal. Este sentimiento de seguridad cariñosa, permaneció conmigo, y todos los delfines, por todas nuestras vidas. Yo nunca estaba sola, nunca me dejaron sola. Nunca tenia que cuidar a mi hermano "pequeño". Nunca me dieron responsabilidades hasta que estuve lista para asumirlas. Simo siempre estaba ahí, y mama siempre lo besaba, empujaba y jugaba con el, tanto como conmigo. Mama nunca tuvo que decirnos que teníamos que ir a la cama ni que dejáramos de jugar y vayamos a dormir, porque nosotros no dormimos. Dormitamos, ya que cerramos nuestros ojos cuando estamos descansando.
 Tenemos que tomar aire cada medio minuto mas o menos, y como vivimos en el agua, dormitamos debajo de la superficie y subimos a la superficie a respirar cuando nuestros cuerpos nos dicen que necesitan oxigeno fresco. Cuando éramos bebes, nuestra madre subía a la superficie con nosotros, debajo o encima de ella, sin pensar en lo que estabamos haciendo. Respirábamos al mismo tiempo que ella y subíamos y bajábamos con ella.
 Cuando empezaba a oscurecer, mama y tía siempre nos contaban cuentos. Nos encantaba escucharlos. Por ejemplo la historia del primer Simo. Los romanos tenían un apodo cariñoso para nosotros: "Simo", que significa nariz chata. Pliny, un escritor famoso sostiene que nosotros preferimos ese nombre a cualquier otro. Pliny escribió acerca de un pequeño niño, que vivió en el principio de nuestra Era, en una pequeña aldea de pescadores. Esta aldea estaba en la orilla de una entrada de poca profundidad del mar, en el distrito de Balae. Cerca de donde ahora esta Nápoles. Este lago de agua salada fue famoso por su profusión de ostras y su abundancia de peces. El pequeño niño tenia que caminar alrededor del lago para ir al colegio, a Puteoli. El era pobre y muy solitario. No tenia ni hermanos ni hermanas. El adoraba a los animales. Siempre tenia un pedazo de pan en su bolsillo. Le gustaba observar el lago. Le encantaba nadar. Como todos los niños de la aldea, sabia pescar. Un día, mirando el lago, se sintió tan triste, que empezó a gritar: "Simo, Simo", sin esperanza que algo pasara. Pero "Simo" vino! El pequeño niño le dio su pedazo de pan. Y aunque nosotros normalmente no comemos pan, Simo, por educación, supongo, tomo la comida ofrecida.
Al siguiente día, Simo volvió cuando el niño lo llamo. Y así siguió por un tiempo largo. Mientras tanto, el verano había llegado y el niño, que ya no estaba intimidado por Simo, (y Simo que ya no estaba intimidado por el) entro al agua, para estar mas cerca de Simo, su amigo. Empezaron a jugar juntos, nadando, buceando, saltando al aire. El niño trato de sentarse en la espalda de Simo y Simo no solo lo dejo hacerlo, sino que lo llevo al colegio al otro lado del lago. Incluso lo llevo de vuelta a su casa.
Desde ese momento el pequeño niño ya no estuvo nunca solo. Nunca se supo quien se había hecho amigo de quien: El pequeño niño de Simo o Simo del pequeño niño. Los dos se divertían uno con el otro. Simplemente les encantaba estar juntos.
 Había también la historia del aventurero Odiseo. Odiseo tenia un hijo llamado Telemacos. Telémamos cayo al agua cuando era todavía demasiado pequeño para saber que esto no se hace, si no se sabe nadar. Fue salvado de ahogarse por nuestros antecesores, que lo llevaron nadando con el, hasta la playa. Plutarco que escribió esta historia dice que esta es la razón de que Odiseo tenia un delfín grabado en su anillo y un delfín como emblema en su escudo.
 También nos encantaba oir la historia de Arión. Arión vivió en la isla de Lesbos. El era rico y famoso por cantar y tocar la lira. Una vez el viajo a Italia y Sicilia, a participar en una competencia de cantos y composiciones de música. El gano todos los premios y amaso una fortuna aun mas grande. Y con todo ese dinero, y por supuesto su lira, el quería volver a su casa, en un barco de Corintios, desde el puerto de Taras. El penso que viajar con Corintios era la manera mas segura de regresar a casa. Pero esos Corintios eran en realidad piratas, y sabiendo quien estaba a bordo y estando envidiosos de su riqueza, conspiraron para tirarlo por la borda y quedarse con su dinero.
El barco corintio era pequeño. En un barco pequeño no se pueden guardar secretos. Así que Arión oyó del complot y rogó que le perdonaran la vida. Les dijo que podían quedarse con todo su dinero, todas sus joyas, toda su rica vestimenta. El solo quería quedarse con su lira. Pero la tripulación sabia que si llegaba vivo a tierra y el rey se enteraba de lo que había pasado, les castigaría. Así que los piratas le dijeron que podía escoger entre suicidarse, ahí mismo, a bordo, y ellos llevarían su cuerpo a tierra donde podría ser enterrado con gran esplendor y pompa, o el tendría que arrojarse al mar. Arión pidió un ultimo favor: cantar y tocar su adorada lira, antes de saltar al mar.
La tripulación del barco estaba encantada. Oir al famoso músico en un concierto privado! Así que accedieron a que Arión cantara y tocara su ultima canción. Arión se vistió con sus esplendorosos trajes, canto y toco y cuando termino, se arrojo al mar. Ahora viene la parte que nunca nos cansamos de oir, tanto nos gusto. A los delfines les encanta la música y se habían acercado al barco atraídos por la manera tan especial en que Arión cantaba y tocaba la lira. Cuando Arión salto al mar, el aterrizo en la espalda de los delfines. Los delfines se turnaron guiándolo hasta la playa. Arión fue a ver al rey y le contó su extraña historia. Al principio el rey no podía creerle y lo mantuvo encerrado hasta que el barco corintio llego a puerto.
El rey pregunto a los marineros si le podían dar noticias acerca de Arión. "Por supuesto" dijeron. "Lo dejamos en Taras junto con todos sus premios y su dinero". Que sorpresa deben de haber tenido cuando vieron a Arión aparecer, con sus esplendorosos trajes, sano y salvo. Por supuesto que fueron castigados, y tuvieron que devolver todas las joyas, todo el dinero y los exquisitos trajes a Arión. Esta historia fue escrita por el escritor griego Herodoto, en el 4to siglo antes de Cristo. Así que debe de ser irrefutable!
 Después del final feliz para Arión, también hay un final feliz para nosotros los delfines. Arión estaba tan agradecido a los delfines por haberle salvado la vida que escribió un himno de agradecimiento muy especial a Poseidón, Dios del Mar, mencionando especialmente el amor a la música de los delfines. En ese tiempo los humanos todavía creían en un montón de dioses. Y los dioses, en memoria de que habíamos salvado a Arión, nos recompensaron a todos, colocando una constelación de diez estrellas en el cielo, la que aun en nuestros días es llamada Delphinus. Nosotros siempre vamos en masa, todos unidos. Esto significa que toda la familia, padres, madres, tíos y tías, todos los abuelos y por supuesto Simo y yo, nadamos y saltamos, jugamos, buceamos, brincamos y pescamos juntos. Algunas veces se nos unen algunos amigos. Un día trate de contar nuestra "conjunto" y me rendí después de haber contado hasta 107.
Cuando se acerca algo peligroso, tiburones por ejemplo, todos los padres nadan alrededor de la "manada", las madres y los bebes están en el centro, de lo mas seguros. Aprendimos a cazar y comer pescado. Y esto también fue divertido, por que todos participan en la pesca. Cuando los mayores sienten que se acerca un cardumen de peces, los cazamos, todos juntos, no dejando que se escapara ni uno.
 De nuestro padre nosotros oímos otras historias.
En Australia, en las costas del Pacifico de Queensland, los pescadores atrapan barbos de mar, o mugiles, con nuestra ayuda. Es un pez que nos encanta también. Tan pronto como ellos ven un cardumen de mugiles acercándose, nos llaman. Nosotros nos entusiasmamos, nos excitamos. Los pescadores empiezan a gritar. Nosotros saltamos , salpicamos todo y nos divertimos. Con todo este barullo, a veces alguno de nosotros se queda cogido en las redes. Pero siempre nos liberan. Los peces, que no quieren que nosotros los capturamos, se van a las aguas menos profundas, sabiendo que nosotros no los seguiríamos. Allí los pescadores ya los esperan, con sus redes listos para agarrarlos. Nosotros siempre recibimos nuestra parte de los peces cogidos por nuestros amigos, los pescadores.
En Portobello, Nueva Zelandia, los pescadores capturan a los peces con luces. Los pescadores piensan que los peces son atraídos por la luz, cuando en realidad es todo lo contrario. Peces se espantan con luz. El plancton y los crustáceos mas pequeños son atraídos por la luz. Los peces pequeños son atraídos por su comida, plancton y crustáceos. Los peces mas grandes son atraídos por los peces mas pequeños y entonces llegamos nosotros, silenciosamente. No dejamos que los peces se dispersen, y los pescadores pueden cogerlos a su gusto. Ellos saben que deben estar muy silenciosos. Cualquier ruido espanta a todos los peces.
 A Simo le encantaba todas las historias de humanos montando delfines, y delfines ayudando con la pesca. Estaba ansioso de hacer algo parecido. El sabia, sin embargo, que todavía tenia mucho que aprender antes que pudiera empezar con sus propias aventuras. Lo mas importante era aprender a oir y aprender a comunicarse.
Aprendimos a distinguir entre el chasquido de los camarones, el rodar de las piedrecitas, el nadar de los peces, el ruido que hacían las redes que flotan, o la caída de las anclas, el sonido que producen los barcos al navegar. Es sorprendente cuantos sonidos diferentes se pueden escuchar debajo del agua!
 Sobre todo aprendimos a "hablar", a hacer diferentes clases de sonidos. Aprendimos a "ver" por los sonidos. Aprendimos a chillar, chasquear, silbar, maullar, aplaudir, rechinar. Aprendimos a hacer sonidos muy altos y muy bajos, producidos en nuestro pasaje nasal. Se puede decir que hablamos a través de nuestra nariz!
Recuerdo que podía silbar cuando todavía era bebe. Podía distinguir el silbido de mi madre de cualquier otro. Silbándonos, nos identificamos y permanecíamos juntos.
Aprendimos a sondear nuestro medio ambiente, por medio de una serie de chasquidos diferentes. Aprendimos a distinguir entre toda clase de cosas, por el sonido del eco. El eco de las rocas de una playa cercana sonaban diferentes a las redes esparcidas en el mar por los pescadores. Las sardinas devolvían un eco muy diferente a los tiburones! Las algas tenían una linda resonancia. Ni hablar de las anémonas del mar. Basura como latas o envases plásticos suenan terribles.
 Aprendimos a escucharnos unos a otros. Cada vez que escuchábamos una señal de auxilio, todos acudíamos nadando tan rápido como podíamos. Todos acudíamos cuando oíamos un cardumen de peces apetitosos en la vecindad. Había veces que nos poníamos tan emocionados que incluso llevamos los cardúmenes de peces a la playa. En esos casos, teníamos que ser cautelosos, para que no nos quedáramos varados en la playa también!
Simo no podía esperar para que llegara el momento en que el pudiera mostrar todo lo que el había aprendido.
Entre los muchos delfines que se habían unido a nuestro cardumen, había una pequeña delfín adorable. Se llamaba Delphy. Ella era muy curiosa, divertida, un poco tímida. Simo estaba enamorado de ella hasta las orejas.
A propósito, nosotros si tenemos orejas, pequeños agujeros, del tamaño de una cabeza de alfiler, de solo medio milímetro de diámetro. Están situadas hacia atrás un poco mas bajo que nuestros ojos. Nuestros oídos trabajan de una manera muy diferente a cualquier otro oído en tierra o mar. Aunque podemos ver con nuestros ojos, también podemos "ver" con nuestros oídos. Así, el decir, enamorarse hasta las orejas era cosa seria para Simo.
El empezó a mostrar sus habilidades especiales, ecribiendo todo su nombre delante de Delphy, para que ella no lo olvidara. No era suficiente escribir su nombre en el agua, aunque ella estaba bastante impresionada por esta proeza también! El realmente deseaba hacer algo muy, muy especial para ella.
Nosotros tres estabamos siempre juntos. Aun competíamos. Pero las competencias no eran solo por saltar y bucear y aprender a aguantar la respiración, o estar fuera del agua tanto tiempo como fuera posible. Ahora competíamos acerca de escuchar y sentir y reconocer y definir todo lo que sentíamos o percibíamos. Con el tiempo nos hicimos tan hábiles, que aun nuestros padres tuvieron que reconocer que nos habíamos formado muy bien.
 Mientras mas aprendía Delphy, se volvía mas intrépida. Ya no era una tímida pequeña delfín. Lo nuevo que aprendiéramos de ahora en adelante seria por nuestra propia experiencia.
Finalmente, Simo recibió su llamado!.
(continúa)
Eva Lewitus (Mutti)

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