LA LLUVIA

i
 Sentado en el segundo piso del "Dumbo", una cafetería en el centro de Cochabamba, Ernesto miraba la lluvia caer y recordaba su primera visita a la ciudad. Había sido hace ya varios años, cuando él aún "reporteaba".

ii
- ?Ernesto?. ?Tu eres Ernesto Pardo?
- Mmm sí, sí -- balbuces Ernesto mientras buscaba en su memoria esa cara y esa voz algo cambiada por un acento boliviano.
- No te acuerdas de mm, ?no?. Soy Jorge, !Jorge!; el hijo de Fabián y Rosa, ?te acuerdas?.

 Fabián era el portero de la casa de Chaclacayo y Rosa hacía las veces de cocinera cuando Ernesto y su familia estaban allá. Su hijo, Jorge, había sido su primer amigo.
- !Por Dios, Jorge, por supuesto que sí me acuerdo! -- dijo Ernesto mientras aún sorprendido se levantaba de su asiento e intentaba darle la mano. Jorge lo abrazaba . .
. - !Que gusto Ernesto! !Que gusto! -- repetía incesantemente mientras le hacia miles de preguntas sobre su familia.
- ?Cómo esta tu mama, doña Lucía?
- Bien, bastante bien. Ya no es muy joven pero se pasa todo el día de reunión en reunión.
- Que bien que Dios la haya conservado con salud, se lo merece, ella siempre se portó bien con nosotros. . .

iii
- !Caramba Rosa! La comida esta rica. ?A qué se debe el milagro? ?Se te cayó algo en la olla?, porque si aún te tengo es para no engordar, ?ah?; porque si no, entre los gritos de Jorgito, el ocioso de tu marido y lo mal que cocinas, ya los hubiera despachado hace rato.
- Si señora -- dijo Rosa mientras retiraba los platos de la mesa, escuchando a la señora comentarle a don Arturo que Miss Cathy le dijo que el niño Ernestito no jugaba con nadie en el colegio, mientras que allá andaba de arriba para abajo !con el hijo de la empleada! . . .
- Come on, Lucía. Don't talk that way in front of the maid, please -- dijo Arturo mientras le decía con la mirada que Rosa aún estaba presente.
- I know, I know.

iv
- ?Y tu hermana, Luciíta?
- Bien también. Se casó con un arquitecto y ahora viven en Estados Unidos. - Ahh...
Mientras hablaba, Ernesto observaba a Jorge. "No le va mal", pensó. "Tiene una cadena de oro que yo no podría comprar y esas zapatillas deben costar por lo menos 100 dólares. . ."

- Oye, ?y tus papas?.
- Mi papa falleció hace años. Mi mama vive con mis tías allá en Santa Clara, gracias a Dios les he podido comprar una casita . . .
- !Caramba!, como que mal no te va por acá.
- No, la verdad que no.

Conversaron un rato mas hasta que se fueron a sus mesas. Ernesto se sentó y le contó a su compañera quién era Jorge y que lo había invitado a dar un paseo en la tarde y a tomar un trago en su casa.

- No es por racista, Pardito -- dijo su compañera mientras aplastaba su cigarro en el cenicero -- pero con esa pinta, la cadena de oro, la ropa de marca y el reloj, pucha, es para desconfiar. Sobretodo si es el hijo de tu empleada, mas si estamos en Cochabamba, no?
- Si, ?no?. Pero no me fijé en el reloj.

v
 El auto de Jorge era una camioneta Toyota Land Cruiser bastante cara. Los lentes de sol eran huachafísimos (como el resto de su ropa), pero también eran bastante caros. Mientras paseaban por la ciudad, Ernesto comprobaba lo que le habían dicho en Lima sobre Cochabamba: demasiada plata, demasiados buenos carros y demasiadas buenas casas para una ciudad que no tiene ni una mísera chimenea, ni agricultura, ni minería, ni nada.

 Se sabía que la ciudad vivía de la coca. Esta situada a tres horas de la zona del Chapare, la mayor zona productora de coca del país. Justamente esa era la razón de su visita: venían a hacer un reportaje sobre el narcotráfico en Bolivia.

 La casa de Jorge era un poco mas pequeña que las otras, cerca a Paseo Prado, en un barrio residencial de la ciudad. Estaba horriblemente decorada, pero se notaba que le habían metido plata. Había de todo, menos gente. Ernesto se puso a observar: la infaltable fotografía coloreada de los papas en la sala, un bar repleto de whisky, VHS, un televisor gigantesco, un equipo estéreo modernísimo y cientos de CD's y cassettes de esa cumbia espantosa con la que el hijo de su ex-empleada lo había torturado durante todo el trayecto.

 "Luciérnaga, Luciérnaga..." comenzó a sonar por los parlantes mientras Ernesto se servía el segundo whisky. Jorge no había dejado de hablar desde que lo recogió. Primero de fútbol, luego de la comida, de Perú, de Bolivia y de mil cosas mas. Cuando Jorge iba en el whisky número n, se pusieron a recordar los viejos tiempos: de las travesuras a los seis años, de las pendejadas a los doce, y de cómo Doña Lucía despidió a los papas de Jorge cuando se enteró que éste había llevado al burdel a Ernestito.

- La verdad es que tus viejos eran unas mierdas - dijo Jorge evidenciando la media botella de whisky que ya tenía encima.
- No te lo discuto -- respondió Ernesto moviendo el vaso para disolver los hielos.
Siguieron conversando hasta que Ernesto no se pudo aguantar, y se lo soltó:
- Dime Jorgito, a qué te dedicas, ?ah?.
- Tengo unas tierras en el Chapare.
- ¿Soya, algodón?
- Mmmjj -- balbuces Jorge mientras sacaba torpemente del pantalón una Browning 9 mm.-- Coca, huevón, coca. Por aquí nadie se dedica a otra cosa y no te hagas el idiota conmigo.
Sacó la cacerina de la pistola, la rastrilló para quitarle la bala de la recamara y la tiró en el sillón.
- ?Cómo crees que yo, un bruto de mierda, hijo de un portero y una cocinera, puede tener todo esto, ah?. ?Trabajando "honradamente" acaso?. Mis viejos trabajaron toda su vida con tu familia. Al final nos dieron una patada en el culo sólo porque te lleve donde las putas. ?Acaso no me lo pediste?. ?Acaso no te gustó?, !Huevón!
- Hay cosas que...no si. Es una estupidez pedirte disculpas ahora. Yo me odiaría. Si que tengo una deuda contigo.
- Y eso de qué me sirve. Pero no te preocupes, no te odio. Además, fue lo mejor que me pudo pasar. Si no quién sabe, quizás ahora estaría lavándote el carro en vez de chuparme unos tragos contigo...
- Me siento avergonzadísimo por mi familia.
- Bah, tu no tienes la culpa. Mejor no digas nada

En ese momento se acabó la música. Ambos se quedaron callados durante unos minutos, hasta que Ernesto se levantó para irse. Antes de hacerlo, reaccionó, se volteó y le dijo a Jorge:
- ?Pero coca? ?Coca? ?Sabes cuanta gente se muere y a cuantos chiquillos envenenas con esa mierda?.
- Bah. Aquí no es como en Lima, hermano. Aquí llueve fuerte. Y la lluvia lava todo: remordimientos, emociones, culpas. Pasa un tiempo acá y vas a ver.
- No, Jorge. La gente como tú debería morirse. Son mil veces peor que mis viejos. Por lo menos alguien llorara cuando ellos se mueran. Pero estoy seguro que el día que te maten varios nos alegraremos. Gracias por el whisky y chau.
- Chau.

vi
 Dos días después, Ernesto estaba cubriendo una operación conjunta de la DEA y el Ejército Boliviano. Helicópteros, soldados y muchas balas. Habían varios narcos muertos esparcidos por los cocales del Chapare. Ernesto iba detrás de una patrulla cuando entre los arbustos divisó un par de zapatillas de por lo menos 100 dólares.
- !Jorge!
 Estaba agonizando. Un helicóptero había barrido el campo antes que los soldados entraran al sembrío. Ernesto abrazó el cuerpo de su amigo y éste abrió los ojos.
- Llora Ernesto, llora sobre mm.
- Cállate, te estas desangrando.
- No ves que no hay lluvia?... Quiero morir limpio, que alguien sí sienta pena por mi muerte.
- No hombre, te vas a curar.
En ese momento expiró. No hubo tiempo para nada porque los narcos habían comenzado a disparar desde unos arbustos, y había que salir del sembrío.

vii
 Ahora, años después, Ernesto estaba mirando la lluvia caer desde la misma mesa en la que años atrás había encontrado a su amigo. Miraba la lluvia y lloraba...

 
Enzo Defilippi
verano de 1995
 
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