El Aeropuerto, atestado de gente. El ruido de aviones, metálicos y enormes, despegando y aterrizando, genera tensión los frágiles cuerpos que llevan dentro y en los que esperan ser llevados. Despedidas emotivas, olor a cigarro. Una voz femenina en los altoparlantes anuncia horarios y aviones. Él se pierde en la multitud, con su maletita cursilona jalada de la manija, atrás, siguiéndole. La gente ni se percata. Se va al mostrador. Cumple con su deber, le revisan equipaje y documentos. Media hora después todo está listo. Le embarga la sensación de algo por consumar. Es extraño, pero siempre que viaja le acompaña la culpa de haber pisado un caracol.
Tiempo libre, media hora. Tiene que ir al baño, la necesidad de soltar la presión que lleva dentro, a orinar.
Llega al baño y siente que entra a otro lugar, como si un gran interruptor hubiera cambiado el ambiente. Justo cuando la puerta se cierra, el ruido del aeropuerto se atenúa. Ya no está la voz femeninas en el altoparlante ni el ruido de la gente ni el de los aviones. Otro ruido, sin embargo, se hará presente. Es un madero, golpeándose. Ya no, ahora es un forcejeo, un jadeo. Todo es orden, todo esta limpio, todo esta en su lugar, es un aeropuerto ejemplar, que lástima. No hay por donde apretar el ojo. El ritmo de los jadeos varia. Está excitado, decide salir, ya no quiere oír más. Se moja un poco el pelo y sale.
Ya fuera, espera a ver quién sale. Primero, un tipo, delgado, alto, buena pinta, mirada baja, se siente algo culpable. Lleva el pelo mojado. Lo sigue con la mirada y lo ve alejarse. Parece que lo conoce. Lo recibe una mujer, rubia, bonita sonrisa. Siente lástima, pena por ella. Su hija le dice que le traiga una muñeca Barbie. La voz femenina del altavoz los apura. Ellos cogen sus cosas y se despiden.
Entran y salen otros hombres del baño. Luego de un rato sale un muchacho, vestido con el uniforme de la aerolínea, es un aeromozo. Mucho mas guapo. Lleva el pelo mojado, ordenado, listo para trabajar. La mirada la lleva apurada. Tiene ligeros hoyuelos en la cara, debe tener bonita sonrisa. Momentos después, la voz femenina del altavoz anuncia su vuelo. Debe abordar.
El apuro, las cosas comienzan a pesar el doble y se tornan frágiles. La gente hace cola, la aeromoza verifica boletos. Suben al avión, todos se acomodan.
Voz femenina en el altavoz:
...Ajusten sus cinturones. Vamos a despegar...
... Estamos a 3000 metros, al lado derecho podemos apreciar la majestuosa
Isla de Cuba...
El Ruido de los motores, como un silbido continuo, toma el lugar del silencio. Algunas personas comienzan a conversan. Un niño llora.
El llama a la aeromoza...
- ¿Dónde se encuentra el baño?
- Al fondo a la derecha.
Luego de salir del baño, reconoce al muchacho que vio en el aeropuerto.
Es el aeromozo que trabaja en el avión. Se quedan mirándose
un rato y no puede despegar sus ojos de los del muchacho, no tiene control.
Sus hoyuelos se vuelven más profundos, se ven sus dientes perfectos
y la imagen de ese rostro resuena en su cabeza, dejándole un hormigueo
en la nuca. Siente que se sonroja, quita la mirada, apura el paso y se acomoda
en su asiento.
Le gustó, y quiere volver a verlo. Un pretexto: Señorita,
me siento algo mareado ¿me puede cambiar de asiento?. Lo orientan
al fondo, cerca de los baños, cerca de él. Se sienta. Se vuelven
a mirar, hormigueo en
la nuca, ya están rojas sus orejas.
- ...Me siento algo mareado.
- Suele suceder, el avión se balancea un poco.
- (Me gustaría que te balancees, digo, un poco). Me gustaría
que no se balancee.
- Yo ya me acostumbré...
El ruido de los motores se acentúa, el silbido se vuelve más agudo y notable. Se mueve un poco el avión. Voz femenina en el altavoz: El Capitán de la nave ha encendido la señal de abrocharse los cinturones, por su seguridad les recomendamos mantenerlos abrochados.
- Y hablando de balances soy Contador. Voy a cerrar un negocio.
- Ah.. y detestas los balances, supongo.
- Hice balances que recuerdo con especial agrado.
El ruido de los motores disminuye.
- ¿Como cuales?
La conversación se tornaba cada vez más absurda, pero ellos se miraban cada vez más y conversaban cada vez menos. El aeromozo dibujó en su rostro una ligera molestia, y su mano derecha acomodaba lo que le comenzaba a incomodar entre las piernas. Él no pudo evitar mirarle. Notó que estaba hinchado. El bulto era notable.
- Es el balance. Se sonrojó, se excitó, vio a su madre sonriéndole, vio a su padre alejarse, vio el caracol destripado, vio su mano moverse, desobediente, hacia el bulto que sus ojos miraban. Lo tocó espreocupadamente. El aeromozo se dejó.
- El balance es algo delicado, los números deben cuadrar bien.
- Vamos al baño.
Entran al pequeño cubículo del avión. Es un madero, golpeándose. Ya no, ahora es un forcejeo, un jadeo. Todo es orden, todo esta limpio, todo esta en su lugar, es un avión ejemplar, que lástima. El ritmo de los jadeos varia.
- Cuando era niño, pisé un caracol...
- Si... ah...
Los jadeos se acentúan.
- El balance es notable.
- Si se hace con cuidado.
- Si... sigue.
Voz femenina: Por favor ajusten sus cinturones, permanescan en sus asientos. Estamos entrando a una zona de turbulencia... La advertencia se repite.
- Se esta balanceado.
- Si, si, .... ahhh..
El siente como si estuviera en una silla vibradora. El silbido de los motores es como un aullido de gato. Su vista se nubla, lo ve todo blanco.
- Bien... llego..
- Yo también...ah...
Hace frío. Siente que no puede hacer nada por el caracol. Ya se fue el aeromozo. El se siente algo solo. Se viste. Sale del baño y siente que entra a otro lugar, como si un gran interruptor hubiera cambiado el ambiente. Justo cuando la puerta se cierra, el ruido del aeropuerto se acentúa.
El Aeropuerto, atestado de gente. El ruido de aviones, metálicos y enormes, despegando y aterrizando, genera tensión los débiles cuerpos que llevan dentro y en los que esperan ser llevados. Despedidas emotivas, olor a cigarro. Una voz femenina en los altoparlantes anuncia horarios y aviones. Se acerca al mostrador. Le embarga la sensación de algo por consumar. Es extraño, pero siempre que viaja le acompaña la culpa de haber pisado un caracol.
Una chica aparece por ahí, acompañada. Su cara le recuerda a un familiar. Le dice a su novio que estuvo con su madre hace diez años, en este mismo lugar, esperando noticias de su padre. El avión donde viajaba se había estrellado. Desde entonces destesta las muñecas Barbie. La voz femenina del altavoz los altera. Se van.
CCP
1999