"Si un oprimido no transgrede
en algún lugar posible,
siempre va ser un oprimido"
Augusto
Boal. Entrevista por FLAVIA TORRICELLI
- ¿ Cómo es su experiencia en el recientemente llamado "teatro legislativo?
- Hasta diciembre fui durante cuatro años representante de la Cámara Municipal de Río de Janeiro por el Partido de los Trabajadores. Quería hacer una experiencia teatral en la política, no al estilo de Glenda Jackson sino desde mi lugar como hombre de teatro y con la exigencia de que mi compañía fuera contratada para hacer Teatro del Oprimido para la Cámara con aquellos grupos que estaban involucrados en los proyectos que surgían. Presentamos cuarenta proyectos de ley y llegamos a promulgar trece leyes. La utilización de las técnicas del Teatro del Oprimido permiten resolver las situaciones conflictivas y los obstáculos que se presentan, y modificar la realidad desde otra perspectiva. Creo que es la fuerza del espacio estético y del espectador la que posibilita ver el conflicto humano y transformarlo.
- ¿Cuándo creó el Teatro del Oprimido y cómo fue variando en el tiempo?
- Mediante una estética distinta, el teatro del oprimido tiene una visión de la vida y de lo social diferente. Empezó en el Brasil junto con el golpe del 64 y la dictadura mas violenta del 68. Estaba muy influido por las ideas de Paulo Freire, con su pedagogía del oprimido. El eje era entremezclar este teatro en los diferentes ámbitos: la escuela, el hospital, la psicoterapia. Para eso, paso por distintas etapas, cada una de ellas ligada con una situación social muy especifica. Por ejemplo, hasta el 68, en el Brasil hacer cosas significaba trabajar bajo censura. Se mataba gente, se destruían escenarios, se liquidaba todo lo que no estuviese dentro de lo que la dictadura permitiese. Había una fuerte opresión en todo sentido. Me acuerdo que en el escenario entrábamos armados y salíamos a actuar con pánico, no sabíamos quien estaba del otro lado. En medio de ese clima, la única posibilidad era crear alguna alternativa. Pero ¿qué queríamos salvar? ¿A la gente? ¿Al teatro? Lo que queríamos, en principio, era llegar a la gente a través del teatro.
-¿De qué modo?
- En ese restaurante habían actores verdaderos y gente que había ido solamente a comer. Un actor, un joven simpatiquísimo, había pasado un día entero sin comer. Se sentó a la mesa, pidió de comer y a la hora de pagar dijo no tener dinero. Habíamos estado improvisando esta escena con actores, pero a la hora de producirse, el que intervino fue el mozo del restaurante, que no hizo mas que decir las mismas líneas que nosotros habíamos improvisado antes. Llamó de inmediato al gerente y se produjo un alboroto. Luego intervinieron el gerente verdadero, un actor haciendo de abogado defensor y comensales varios que participaban del episodio y tomaban partido. Ese fue el comienzo del Teatro Invisible; una ficción que entraba en la realidad.
- Aunque el origen de este teatro fue un poco casual, la idea que lo generaba era totalmente buscada. A diferencia de la cámara indiscreta, en donde los demás se ríen de alguien que ignora, esto se trata, esencialmente, de una obra en cuyas escenas participa cada uno. Luego llevamos este Invisible, que es la segunda etapa del teatro del oprimido, a los trenes que iban para Moreno. Hicimos varias obras, todas ellas sobre el tren. Mas tarde, cuando estabamos trabajando en Perú en programas de alfabetización, durante el gobierno de Juan Velasco Alvarado, surgió el Teatro Foro.
En este caso, se trataba de una dramaturgia simultánea que cuando lograba un clímax se interrumpía; en ese momento se le preguntaba a la gente que creía que iba a suceder. Allí, aunque el espectador participaba, el poder del escenario seguía siendo nuestro. El público proponía sugería, pero éramos nosotros los que lo hacíamos.
- ¿Cuál era la temática?
- Improvisábamos a partir de las situaciones que aparecían en los diarios, como el problema del agua, el desempleo, la reforma agraria, los latifundios. Hasta que un día una mujer trajo su historia matrimonial. Tenía un marido, a quien le entregaba dinero para construir una casa; a cambio, él le daba unos recibos que ella, por ser analfabeta, no podía descifrar. Un día. ante las ausencias reiteradas de su marido, le pidió a una amiga que le leyera los recibos. Ahí se enteró de que esos papeles eran cartas de amor que la amante le enviaba a su marido cuando no podían encontrarse. Intente hacer esa obra, pero la mujer no me dejaba dirigir; ella era la que daba el movimiento, el ritmo, y marcaba la secuencia. Estaba muy preocupada por saber que podría hacer al día siguiente cuando se reencontrara con su marido y quería hacer la obra con todos. Es decir que esa escena, que en ese momento era teatro, al día siguiente seria verdadera.
- ¿Como la describiría?
- Produciendo una transgresión simbó1ica, se representa una imagen del mundo sobre la que se interviene. Entonces no son ya los artistas los que interpretan sino los espectadores. Creo que sí un oprimido no transgrede en algún lugar posible, siempre va a seguir siendo un oprimido. En este tipo de experiencias se representa el mundo para que sea transformado, y el teatro brinda esa posibilidad, como un espejo que muestra virtudes y defectos, y en el que se puede penetrar. A este tipo de teatro lo llame Foro porque brinda la posibilidad de usar el debate dentro de la obra. El foro es la forma más difundida del teatro del oprimido. En este ultimo tiempo he estado trabajando sobre el Arco Iris del Deseo, un método que engloba todo un grupo de técnicas que -a diferencia del Foro, que posee objetivos claros- no parten de certezas sino de la búsqueda del saber.
-A pesar de las diferentes etapas, la idea es siempre la de un teatro político y de transformación.
- Trabajamos con la idea de la Imagen Tela: dos personas improvisaban, luego hacían una imagen de cómo se veían y otros actores trabajaban con esas imágenes creadas por el otro, inclusive llevándolas al extremo. Así se produce una suerte de espejo múltiple, donde cada uno tiene la chance de ver cómo tres o cuatro personas están actuando una idea. Aquí lo que se pone de manifiesto son las contradicciones que surgen entre el deseo y la voluntad, que están en todos nosotros. Hablar del deseo en esta época es un tanto difícil, porque al mercado no le interesa lo que cada uno quiere, mas bien elimina el deseo y crea en su lugar una prótesis, quiere que cada individuo sea un apéndice del mercado. Esto es exactamente la globalización: la desaparición del individuo y la extracción de su deseo. En ese punto, mi grupo es la antiglobalización.
- Esto en si no es una terapia; yo soy hombre de teatro. Sin embargo, el efecto que puede lograrse es terapéutico. Dentro del teatro también se producen efectos.