TEMPLOS Y CAPILLAS DE SAYULA

 

Una vez dada a conocer la religión católica en la región, por los eclesiásticos encabezados por Fr. Juan de Padilla y fundada la Doctrina par Indios de Sayula que fue dependencia del Convento de Zapotlán, luego del de Amacueca, hasta que en 1573 fue elevada a Convento de San Francisco de Asís, los indígenas comenzaron a construir pequeñas capillas por diversos rumbos de la población, dividiéndose ésta en barrios, cada uno con su Alcalde de Naturaleza y estructura organizativa, como sigue:

Capilla de Sacramento, situada en la tercera cuadra de la calle hoy Juárez. Veneraban en ella una custodia grande con el Santísimo Sacramento.

Barrio del Espíritu Santo, cuya capilla estaba en la cuarta cuadra de la hoy calle Venustiano Carranza, en ella se daba culto a un cuadro del Espíritu Santo, un niño, los Santos Reyes y un Cristo.

Barrio de San Lucas, con su capilla en el mismo sitio donde hoy se encuentra, aunque de pequeñas proporciones y construcción humilde, como lo eran todas las demás. Se honraba a una imagen de el Evangelista de ese nombre.

Barrio de San Mateo, capilla situada en la segunda cuadra de la hoy calle Venustiano Carranza.

Barrio de San Marcos, capilla esquina suroeste de las calles hoy Degollado y Gonzáles Ortega.

Barrio de Adviento, al noroeste del centro, rumbo al hoy conocido como de la Ascención o de Belén. No existen indicios de esta capilla y la única de que se sabe y se localiza el sitio, es la de Nuestra Señora de Belén que dio nombre a un antiguo panteón que ahora es huerta.

El Barrio De la Pasión es más o menos, el de la actual capilla de San Sebastián, constando existió la capilla de La Pasión, aunque desconociendose su exacta ubicación. En ella se veneraban las imágenes de un Santo Cristo, dos efiges de Jesucristo con el nombre de Resurrección y un cuadro con el título de La Pasión.

Existió además la capilla del Hospital de Indios de la Purísima Concepción, situado contra esquina sureste de la plaza de armas, dentro del propio hospital. Este establecimiento fue fincado en 1577 con motivo de una gran peste que asoló a los indios. La benéfica institución era atendida por frailes y vecinos de los diversos barrios. Su sostenimiento estaba a cargo de las comunidades indígenas, una de las cuales era dedicada expresamente a ello, manejando ganado, terrenos y capitales cuyos productos se aplicaban a la piadosa obra. El índice de su fundación lo da la hermosa cruz que adorna el atrio parroquial, la cual tiene grabada la fecha de 1578 y estuvo situada a la entrada del cementerio del propio hospital, de cuyas ruinas fue rescatada en 1921.

Otras capillas existían, una de ellas en la céntrica esquina sureste de la calles hoy denominadas Manuel Avila Camacho Oriente y Vallarta se trata de la Santísima Trinidad, la cual contaba al parecer con amplio cementerio. Ya en el año de 1776 tenía muchos años de haber sido construida.

Encontramos también menciones de otras capillas como la de la Soledad, la Resurrección, la de Santiago y otras.

 

 Capilla de San Roque o San José

 

Los frailes crearon la hermandad de la Tercera Orden Franciscana, en la cual se incluyeron los principales y más ricos vecinos de pueblo, quienes al progresar su agrupación, acordaron construir una capilla para sesionar y tener en ellas sus solemnidades religiosas, cediéndoseles una parte del muy amplio atrio parroquial para situarla, calle de por medio, con la capilla del hospital de indios de la Purísima Concepción.
Documentalmente no se tiene la fecha del inicio de la Construcción, sin embargo en las actas del Discretorio de la Venerable Orden Tercera, se sabe que en 1737 se obligó a todos los terciarios a que pagarán sus jornales, "reunido lo cual se destinaba a la fábrica del material de nuestra Tercera Orden
que se está haciendo. Pero en 1744 todavía no estaba terminada. En 1747 se vuelve a tratar lo del "fomento de la fábrica de material que se esta haciendo". Pero, en 1749 se registró un terremoto que arruinó la construcción, al ser secularizada la parroquia ya estaba terminada aunque carecía de altares, imponiéndosele el nombre de San Roque, patrono de la Orden en Sayula, conociéndosele también como "capilla de la Tercera Orden o de los terciarios".
Las medidas fueron de 42 varas de largo, 14 de ancho y 8.5 de alto, con dos puertas, una mirando al norte y otra en el costado oriente, con su bien acondicionado coro y cuartos para sacristía y bodega.

El 1 de septiembre de 1754, parroquia y convento fueron secularizados, debiendo partir los franciscanos en medio de la inconformidad y el pesar del pueblo que mucho los apreciaba, iniciándose desde luego gestiones de parte del vecindario, así como de su Orden ante el rey para que autorizara su regreso por lo que, pensando en ello, los terciarios se negaron a entregar su templo al primer cura clérigo doctor Francisco De Dios Sobrano, el cual se vio obligado a levantar un jacal de madera en el atrio parroquial para recibir en él la visita del Obispo Martínez De Texada en el propio 1754, despertándose, según las actas del Discretorio "el pleito entre Señores párrocos y los terciarios...".

En el año de 1757 se sintió nuevo terremoto; por eso se trató en junta del 20 de diciembre del mismo año "atender a la conclusión y estado perfecto de la Capilla de San Roque"; y el 20 de mayo de 1761 se habló de la necesidad de "hacer un retablo y colateral del altar mayor". Para 1775 estaba terminado "el altar de San Antonio con cuanto es necesario par su completo adorno"; así mismo había sido concluido el altar mayor y su retablo y muy completos y adornados los de San Francisco, Nuestra Señora de los Dolores, Señor San José y el Señor de Esquilpulas"
En el auto de visita obispal del 9 de febrero de 1767 el obispo manifiesta su inconformidad con que no haya sacerdote presidiendo las reuniones de la hermandad y que sólo de vez en cuando venga un fraile del Convento de Amacueca a realizar alguna recepción o ceremonia especial, ordenando que "interín la iglesia no tuviere... propio rector o ministro eclesiástico..." cuide de ella y quede en poder del vicario eclesiástico y no del hermano mayor de la orden; no permitan oficie en ella ningún sacerdote foráneo mientras no presente sus debidas licencias, ni haya juntas ni ejercicios espirituales si no están presididas por algún sacerdote de buena vida y costumbres", disposición que indudablemente debe haber sido obedecida por los terciarios.

En 1787, las gestiones para el regreso de los padres franciscanos fructificaron, por lo que al llegar estos, los terciarios pusieron a su disposición el templo y una serie de celdas que, atrás de él, habían fincado; sin embargo, los recién llegados no quisieron instalarse cerca de la parroquia, determinando ampliar la capilla indígena dedicada a la Virgen de Guadalupe, situada junto al "cerrito del Calvario", la cual fue convertida en Santuario de la Virgen Morena, reuniéndose luego limosnas en una amplia región para construir el nuevo convento y convenciendo los frailes a los terciarios de abandonar la capilla de San Roque y fincar otra dentro de su nueva demarcación, haciéndose así y entregando el templo al clero secular.
A partir de entonces y con motivo de las constantes destrucciones del templo parroquial debidas a los terremotos, San Roque jugó un importante papel como parroquia alterna.

A raíz del terrible sismo de 1806 que destruyó el templo principal, el culto pasó al de San Roque, permaneciendo en él hasta el 31 de mayo de 1818 en que otro fuerte temblor destruyó a su vez esta última capilla, pasando la actividad parroquial a la del Hospital de indios de la Purísima Concepción y luego a la de Santa Cruz, volviendo a la de San Roque en 1821 una vez que había sido reedificada por el cura Salvador Apodaca y Loreto, distinguida personalidad después obispo de Linares, que considerando la pobreza del pueblo, hizo todos los gastos de su propio peculio, sin aceptar la más mínima contribución, permaneciendo así hasta 1870.

En 1859, dentro de la Guerra de los Tres Años o de Reforma, las tropas liberales decomisaron un tabernáculo de plata existente en el templo, el que muchos años antes había sido obsequiado por Don Diego Montenegro, conduciéndolo a Zapotlán donde fue fundido.

Para el siglo XIX, había una gran ignorancia sobre el pasado del templo, la memoria de los nombres de San Roque y los terciarios se había perdido, mencionándosele en libros y crónicas parroquiales como "el templo antiguo" o, erroneamente como "la iglesia primitiva", sin embargo, en 1873, dentro de una campaña para tributar mayor culto a San José, se estableció en varias parroquias del arzobispado la asociación de ese patriarca, disponiendo el arzobispo Pedro Loza que el templo fuera erigido como santuario de dicho Santo, buscando además que la "antigua iglesia que tantos años sirvió de parroquia... se halle siempre aseada, se celebre en ella constantemente el Santo Sacrificio, se atienda a las composturas que necesita, al adorno conveniente de sus altares y...a que se tenga de ella un especial cuidado", designándose a un sacerdote de la parroquia como encargado y autorizándosele a celebrar misa toda la semana menos domingos y días festivos.

En 1876 otro terremoto perjudicó el templo, pero a fines del año el altar nuevo estaba casi terminado y se iba a dorar, regresando el culto a la parroquia en 1878, aunque se repitieron los traslados a San José, de 1899 a 1903 y en 1905 por lo que en 1915, buscando que un mayor número de fieles pudiera participar en la misa, el cura Román Aguilar abrió un amplio arco para comunicar el salón lateral con el presbiterio del templo, pintó la iglesia y arregló el altar.

Como durante las revoluciones el templo fue dedicado varias veces a cuartel, quedando ahumadas sus paredes, levantado el pavimento de madera y con muchos otros deterioros, en 1931, el cura Epigmenio Gutiérrez realizó las reparaciones y abrió un pórtico de acceso de la calle al atrio.

El sismo de 1932 determinó el regreso del culto a San José, aunque este templo también sufrió "una obra de consideración en su frontis y su techo de madera, cubierto de adobe y tierra, y hacía que diariamente ocurrieran desprendimientos de dicho material, amén de tener rota la tableta en muchas partes de su techo", alcanzando a realizar algunas reparaciones el señor Gutiérrez y terminando su sucesor el señor cura Alfonso M. Jaramillo, aunque desafortunadamente, quizá por no contar con lo necesario económicamente, se recurrió al fácil expediente de remendar el pórtico del templo con cemento, que resta mérito a la obra de canteria.

En 1941 el señor Jaramillo finalizó la reconstrucción de la parroquia, revelando a San José de ese menester, siendo la última vez hasta hoy, en que fungió como tal. El propio cura llevó a cabo importantes mejoras en él, entre otras el embovedado del salón anexo en 1940, el cual era utilizado para enseñanza de la doctrina y sede de reunión de las asociaciones parroquiales.

El señor cura Miguel González Ibarra dio mantenimiento al templo dejándolo en buenas condiciones, sin embargo, algunos curas posteriores lo abandonaron y los techos, ayunos de reparaciones, se deterioraron hasta caer definitivamente, presentando actualmente un lastimoso aspecto.
El frontis de la iglesia pertenece al severo estilo del siglo XVI, señalado como toscano, con algunos nichos que contienen pequeñas imágenes de santos, caso todas mutiladas, siendo el conjunto de reconocido mérito.
El techo hoy caído en buena parte, es o era de viguería de madera, sostenidas cada una en sus extremos por un soporte labrado y recortado uniformemente . El piso era de duela y meritoria hechura.

Entre 1980 y 1981 hubo un intento de restaurar el templo, sin embargo se prefirió acondicionar para sala de velación de cadáveres el salón lateral que desde entonces cumple esa función, por un comité encabezado por el señor Guillermo López Larios y su esposa.

 

Capilla de San Lucas Evangelista

 

Probablemente data del siglo XVI. En el año de 1651 en el primer libro de bautismos de la parroquia ya se es mencionado el barrio de San Lucas que, por sus muchas citas en tales libros, debió ser importante.

El 2 de agosto de 1815, por orden de la Real Audiencia del Distrito, fue fusilado y sepultado en su atrio el insurgente José Trinidad, mulato originario de Cuyacapán.

El 1 de marzo de 1832 inicia su visita pastoral el Obispo Señor José Miguel Gordoa y, al referirse a San Lucas, dice que está bajo custodia y responsabilidad de un mayordomo llamado Diego Ramos y existe licencia para celebrar misa, como se verifica los días de fiesta.

El 8 de febrero de 1833 fueron ejecutados y sepultados en su atrio, ocho ladrones que habían asaltado la hacienda de San Antonio y los Cuatlanes, del Partido de Tuxcacuesco.

El 2 de mayo de 1868, la capilla que se encontraba en peligrosas condiciones, se ve afectada al venir abajo el techo del presbiterio, sepultando entre sus escombros al benemérito lego maestro Agapito Madrigal que después de la misa y de haber comulgado, se había solo a rezar sus oraciones, siendo generalmente sentido su deceso.
Ante esa circunstancia, el señor cura propio de Teocuitatlán don J. Guadalupe Mancilla, que por su avanzada edad había obtenido premiso de venir a radicar a ésta su tierra natal y residía en casa contigua al templo, con fondos propios y del vecindario inició la reconstrucción, la cual finalizó el 20 de mayo de 1869, según fecha que estuvo inscrita en la sacristía del templo.
El templo estaba recientemente terminado a expensas del Señor cura Mancilla el cual estaba adquiriendo, también de su peculio, los paramentos necesarios para celebrar la santa misa y que en 1875 "el templo ha sido nueva y decentemente habilitado de altares, imágenes, campanario, coro y órgano, casullas de todos colores, cementerio y tres altares. Un cáliz, un copón, un incensario y navetas, estas últimas cuatro piezas de plata".

Merced a los terremotos, la capilla sufrió nuevos desperfectos y para los años 1919 y 1920, estaba siendo reparada bajo el cuidado del Pbro. Don Prudenciano Sánchez, que residía en Sayula debido a sus enfermedades sin embargo la mitra dispone que Pase a Tepec temporalmente, en 1920 fue nombrado Vicario de Atoyac por lo cual se presume que no volvió. La capilla finalmente se reconstruyó, sin embargo el 25 de enro de 1930 la mitra tapatía concede nieva licencia al Señor Cura Epigmenio Gutierrez para que haga reparaciones en el templo.

*El terremoto de 1941 resintió nuevamente el templo que, con elementales reparaciones, continuo prestando sus servicios, sin embargo su para entonces encargado, el Pbro. colimense Juan Vargas Vázquez, que había arribado a Sayula procedente de Tonalá el 4 de enero de 1939, deseando construir un templo de mayores dimensiones y mejor justo, que facilitara en el futuro la labor pastoral, convocó al pueblo y comenzó a organiazar festivales, kermesses, rifas, etc. Una vez reunida alguna cantidad de dinero y materiales, el 8 de enero de 1950 dieron principio los trabajos con la demolición de la antigua capilla y se dio inicio a la construcción de un nuevo templo con medidas de 45 metros de largo, repartidos en siete bóvedas. La anchura interior es de 12 metros. La fachada, una altura de 19.50 metros y estilo del templo, romántico, siendo una meritoria obra que fue apoyada por toda la población y principalmente por los vecinos del barrio.

El 11 de octubre de 1959 fueron bendecidas la campanas llamadas Arcángel San Miguel y en 1963 ya estaban construidos los muros y una bóveda. En 1967 estaban siendo colocados los techos.
Las imágenes con que contaba el templo al ser terminado, eran la de San Lucas, de hechura antigua; un Cristo crucificado que desde el siglo pasado se conoce como el Señor de los Sacristanes o el Señor de Mezquite, que denota mérito y antigüedad; San antonio y San Martín de Porres.

El 10 de diciembre de 1974 fallece el Pbro. Vargas Vázquez. Sus restos fueron sepultados en el atrio del templo, aunque el 10 de diciembre de 1985 fueron exhumados y colocados en una urna en el interior del crucero, en solemne ceremonia.

El Pbro. J. Jesús Lomelí Michel, joven sacerdote originario de Teocuitatlán, inagura en enero de 1976 una casa para residencia del sacerdote encargado del templo, así como el presbiterio y un nuevo altar principal.

El 10 de octubre de 1977 una nutrida procesión de fieles, parte del templo parroquial hacia San Lucas, encabezada por el Obispo Auxiliar de Guadalajara Adolfo Hernández Hurtado, realizándose la consagración solemne del altar, dándose con ello fin a la construcción del templo.

El propio padre Lomelí construyó un amplio salón para propiciar la reuniones de las personas del barrio y desarrollar en él actos comunitarios.

Después del padre Lomelí estuvieron como encargados de la capilla los sacerdotes J. Jesús Sebastián Rojas, Fabián Zamora, Arturo Ramírez, José Luis Navarro Silvestre y actualmente Rafael (1999) Rafael Ceja Aguilar, sacerdote originario de Tizapan el Alto.

Entre la obra material que ha realizado con fondos proporcionados por el pueblo, se encuentran el barandal que delimita el atrio, la pintura y decoración del templo y sus dependencias, cambio de piso de ladrillo mosaico, remodelación del presbiterio, colocación de candiles, adquisición de viacrucis, remodelación del salón de usos múltiples y construcción de un corredor para la enseñanza de la doctrina.


La Capilla de San Sebastián

 

Uno de los santos más venerados por los españoles, lo fue el soldado romano San Sebastián que, por ser cristiano, fue condenado a muerte por el emperador Diocleciano XII en el año de 288 de nuestra era.

San Sebastián fue reconocido como protector contra las pestes, epidemias y enfermedades, por lo cual su devoción se encontraba muy arraigada.

Ya en nuestro país, los españoles promovieron la veneración del santo, dadas las tremendas pestes que azotaban a la colonia, por lo que su presencia en sus altares se popularizó.
En Sayula debe haberse iniciado esta devoción desde el siglo XVI debido a las grandes pestes que azotaron principalmente a la población indígena, por lo que tal vez desde entonces se haya levantado alguna primitiva capilla en su honor.

La primera constancia escrita se encuentra en un documento que señala que en 1796 existía desde hacía tiempo "La capilla de nuestro Señor San Sebastián" y para entonces los indígenas cedían una porción de terreno vecino para ampliar el atrio y dedicar su producto al culto.
Este templecito estuvo ubicado en el barrio de la Pasión, por la calle Real que salía a Zapotlán y Colima, mismo que debió evolucionar desde su primitiva sencillez hasta llegar a ser un pequeño templo de adobe y teja.

Los atrios o cementerios eran dedicados para enterrar muertos y ocasionalmente fueron teatro de fusilamientos.

En mayo de 1838 el Pbro. Joaquín de Herrera, realizó un inventario de la capilla manifestando que "todo cuanto tiene... de ornamentos como piezas de plata y demás cosas están bajo el cuidado, custodia y responsabilidad de sus respectivos mayordomos".

En 1872 el obispo Pedro Loza en su visita afirma "la capilla de San Sebastián amenaza ruina en parte del techo y carece absolutamente de paramentos, tuvo a su bien sus señoría ilustrísima suspenderla prohibiendo que se vuelva a celebrar el santo sacrificio de la misa mientras que la superioridad eclesiástica no lo permita en vista de informes del párroco en que se le asegure haber sido compuesta".

El vecindario debió haberse abocado a la reparación y el 1 de febrero de 1874, la Mitra se dirige al señor cura Don Francisco Eparza, manifestándole que "puesto que ya se cumplió lo dispuesto por el Sr. Arzobispo a la capilla de San Sebastián en los términos tan satisfactorios que usted me informa... concedemos la licencia... para que se continúe celebrando en dicha capilla el santo sacrificio de la misa".

En el año de 1914 la capilla fue intervenida por el gobierno estatal del general Manuel M. Diéguez, no siendo sino hasta el 7 de enero de 1920, manifiesta el cura Román Aguilar, haberle sido devuelta e incluso que se le estaban haciendo reparaciones a muros y techos bendecida el 20 de enero del propio año. Sin embargo no es sino hasta el 1 de Septiembre del propio año 1920 que el cura Miguel Díaz Orozco, avisa haberla recibido del jefe de la Oficina Federal de Hacienda.

El 27 de noviembre de 1922 fueron depositadas en su ara las reliquias de los Santos Mártines, con motivo de la consagración del altar.

Para el año de 1932 el cura Epigmenio Gutierrez manifiesta que desde "el año pasado vino a menos la capilla de San Sebastián" y que, "con pretexto de enderesar la calle, en varias ocasiones se ha intentado echarla abajo", por lo que pedía licencia a la mitra para construir una capilla de menores proporciones, aprovechando parte de los materiales de la antigua, concediéndosele la autorización, sin embargo para 1934 el cura manifiesta tener el problema de la reconstrucción y en abril afirma haber empezado a derruir la vieja capilla para iniciar su reposición, sin embargo, sorpresivamente, el 2 de agosto de 1935 una cuadrilla de soldados del 35 Regimiento de Caballeria, por órdenes de su comandante el coronel Ricardo Sáenz, comenzó a demolerla sin autorización oficial para ello, según se queja el encargado de la misma señor J. Cruz González Anguiano, fincándose en el sitio un frontón al que se dio el nombre de Frontón Popular, desapareciendo así la tradicional capilla.

En enero de 1936, basándose en la Ley de Bienes Nacionales, la Oficina Federal de Hacienda pide al señor González Anguiano, le haga entrega de los objetos pertenecientes al templo, lográndose por cuestiones particulares que la imagen de San Sebastián permaneciera en el templo de San José, que hacia las veces de parroquia, hasta el 20 de enero, día de su festividad.

Los devotos de San Sebastián adquirieron un pequeño terreno por la propia calle de la antigua capilla, comenzando la construcción de una nueva, de la cual levantaron una bóveda en la que celebraron una misa el 20 de enero de 1950. Sin embargo la obra fue suspendida al saberse que el Señor Francisco de la Torre y Ramos ha bía cedido una finca de su propiedad situada en la antigua plazuela de San Sebastián, a sólo unos metros de donde estaba la capilla tradicional. Se adquirió luego otro terreno contiguo y el cura Jaramillo informó al señor arzobispo sobre la conveniencia del nievo sitio, "por la mejor situación, por la cercanía del lugar donde antes existió, como centro de catecismo, por ser paso de los niños de la escuela y fomentar algo de piedad de los deportistas por quedar cercana a los campos de juego y sería mayormente visitada por los fieles en general".

En 1954 se inició la construcción de la nueva capilla, emprendida por el señor Jaramillo, bajo un proyecto del Arq. Pedro Castellanos. Tocó terminar el templo propiamente dicho al señor cura Miguel González Ibárra y al señor Amado Flores construir la torrecita del campanario que fue bendecida el 11 de enero de 1970, al igual que el atrio y otras dependencias.

Sobre la imagen de San Sebastián el cura Jaramillo manifiesta que "aunque no es de valor artístico, tiene alguna antigüedad y es muy venerada en esta población". Mientras que el Cngo, Luis Enrique Orozco la describe como "de aspecto un tanto atlético, representa a San Sebastián desnudo, atado a un árbol y con el brazo derecho muy elevado sobre su cabeza. Es casi de tamaño natural y lleva su cinturón, cubierta con sedal de telas de seda y una banda atraviesa el frente del pecho..."

En 1988 la antigua plazuela de San Sebastián fue convertida en un hermoso jardín.

 

Capilla de San Miguel

El antecedente del actual templo de San Miguel, lo marca, aproximadamente por la década de los años 1850-1860, el hecho de que en el predio donde después se levantó el templo, vivía un ex lego franciscano que, posiblemente debido a las convulsiones sociales de la época, debió abandonar el convento, trayendo consigo una pequeña imagen del arcángel San Miguel que colocó en un altar situado en el único cuarto que tenía su vivienda, techada con teja y construcción sencilla de adobes.

Conrado Sánchez Ceballos que tanto se distinguió después por su cariño al arcángel, indica que "contaban algunos viejecitos de fácil palabra y feliz memoria, que aún vivían en la segunda década del siglo actual, haber conocido a Juan, él lego franciscano, de quien tenían regocijadas anécdotas, lo pintaban como un hombre ya mayor con buen estado de salud ya que por ser bondadoso y de buen corazón lo apodaban "Juan el sonso"; decían que fue él quien dio a conocer la imagen y propagó la devoción, bien recibida en todo el barrio, como es el hecho de que día con día aumentaba el número de devotos que iban a visitarlo tanto de lugares cercanos como de otros barrios".
Se cuenta que al fallecer el dueño de la casa, cedió esta para que en ella continuara la veneración del arcángel y eventualmente construir una capilla.

En los libros parroquiales no se encuentran datos sobre la construcción de la capilla, sin embargo, el 15 de julio de 1865 ya estaba terminada y en la visita del Vicario Foráneo a la parroquia, la señala como "habilitada para decir misa".

Continúan las referencias y el arzobispo Pedro Loza, en su visita pastoral de 22 de diciembre de 1872, encontró la capilla "en buen estado", y refrendó las licencias para que continúe celebrándose en ella la santa misa, mandando que "se provean con empeño los ornamentos que les faltan" y en 1874 se solicita y obtiene de la mitra se permita la exposición del Santísimo con motivo de las fiestas del arcángel el 29 de septiembre.

Sigue anotando Conrado Sánchez que "era una capilla de dimensiones reducidas con muros de adobe, techos de madera y ladrillo de medio terrado y el cronista del siglo pasado don Andrés González, añade que en 1879, el templo "tiene bonita torrecita aunque no muy grande, pero sí pintada y con sus respectivas campanas".

En 1923 el administrador principal del Timbre, señor Gonzalo Pérez Castro, asienta que el predio tiene una superficie total de 712 metros cuadrados, de los cuales la capilla ocupa 104 o sea un rectángulo de 8*13 metros y, en otro informe del año 1945 rendido por el inspector de Bienes Nacionales, Rodrígo Arriaga Navaez, anota que "el templo es de una sola nave y tiene como anexos: atrio, sacristía, bodega, torre de un solo cuerpo, dos corredores, dos patios y servicio sanitario; los muros de adobe, ladrillo y mortero, los techos mitad terrado sobre vigas de madera y mitad de bóveda sobre rieles de fierro, los pisos de cemento en la nave y baldosas de barro cocido en los anexos, el decorado tanto en el interior como en el exterior es de cal".

Merced a sus muchos años y frecuentes terremotos, la capilla se encontraba en pésimas condiciones en sus techos y, a sugerencia que el vecino y sacristán del templo, Leonardo Cárdenas hizo a Conrado Sánchez, éste comenzó a planear la sustitución del techo de vigas por otro de bóveda, reuniendo a varios amigos que desde luego se cotizaron y buscaron otros apoyos para poder iniciar los trabajos, los que se efectuaron bajo la dirección del maestro albañil J. Jesús Ramos que colaboró en forma desinteresada, iniciándose la construcción de una bóveda en 1944.
Anota Sánchez Ceballos que "al ver nuestro entusiasmo el señor cura Jaramillo, me mandó llamar y mostrándome los planos me dijo: éstos son los planos para hacer el templo de San Miguel, me los trajo el señor arzobispo y así tiene qué hacerse si ustedes quieren seguir trabajando. Como nuestro deseo ere ese, acepté....", indica Conrado.
Aquella primera bóveda construida no encajó en los nuevos planos, por lo que después debió se derribada, continuando los trabajos en el resto de lo que sería el templo.
El 1 de septiembre de 1945 arribó a esta parroquia el joven sacerdote J. Jesús Quezada Limón, el cual fue asignado como encargado del Templo de San Miguel, comenzando a colaborar con el grupo para la recolección de fondos e iniciando aquella primera bóveda.
La reunión de fondos tuvo muchas facetas y, continúa escribiendo Conrado: "nunca recibimos cantidades de consideración dada la magnitud de la obra, pero ensayamos todos los medios de sacar dinero y así se hicieron asignaciones entre la gente para pagar un albañil o peón cada semana... se organizaron kermesses, fiestas de teatro, rifas, etcétera, mirándose en todos el deseo y el esfuerzo por ayudar..."

El padre Quezada fue cambiado a Ciudad Guzmán el 9 de octubre del 1946 viniendo en su lugar un paisano suyo, también de Yahualica, el presbítero y Lic. Ambrosio González.
Con la ayuda del padre González se inició la construcción del templo comenzando por la totalidad de la cimentación, muros de la primera bóveda y total de muros hasta un metro de altura.
Con fecha 25 de octubre de 1948 fue exonerado González como vicario de Sayula y enviado en calidad de cura a Jocotepec, arribando en su lugar el 4 de diciembre, procedente de San José de Gracia, Jal., el Pbro. J. Guadalupe Cervantes, originario de Zapotiltic, que continúo las obras casi hasta su finalización: levantó los muros, se hicieron las bóvedas restantes, se construyó la torre, así como también los cimientos, muros y bóveda del presbiterio, no siendo sino hasta entonces, cuando el templo ya estaba techado, que fue derribada la vieja capillita que había quedado dentro de él. El 2 de agosto de 1949 el padre Cervantes invita a la bendición de una nueva imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

El 12 de junio de 1951 el arzobispo José Garibi y Rivera en su visita pastoral, manifiesta haber visto con agrado que la construcción está casi por terminarse, faltando únicamente el presbiterio y los enjarres y alabó la labor del padre Cervantes.

En 1957 se hizo cargo de la parroquia en sustitución del señor Alfonso M. Jaramillo, el presbítero Miguel González Ibarra, que vino procedente de Tenamaxtlán, el cual con la colaboración del padre Alfonso González Orozco, que sustituyó en ese año al padre Cervantes, enjarró el templo, puso el piso mosaico, cementó el atrio, hizo la sacristía del lado oriente y puso puertas y ventanas, así como el cancel y la verja del atrio que fueron obsequiados por el señor José Valdovinos Rodríguez. Todo ello en el propio año 1957.

Después con el apoyo del ayuntamiento presidido por el señor Miguel Michel Victoria y un Comité Pro Jardín encabezado por el señor Emilio Sánchez Larios como presidente; Greorio de la Cruz Cuevas como secretario y Conrado Sánchez C. Como tesorero, se realizó el jardín lateral al templo, inaugurando en febrero de 1959, junto con un parque infantil y un edificio destinado a ser desayunador infantil y academia comercial, estos últimos fincados pro el señor José Valdovinos, al igual que la escuela frontera "Lauro Valdovinos", inaugurada el año de 1958.

Otra mejora más para el barrió fue que el Club Deportivo Juventud, aceptando la sugerencia de Conrado Sánchez, decidió establecer su cancha deportiva en un terreno cercano al lugar.

En 1951, a instancias del propio Conrado apoyadas por el Señor cura Amado Flores González, se fundó la Asociación de San Miguel Arcángel, destinada a apoyar el culto y hacerse cargo de los preyectos de mejoras materiales y mantenimiento, lográndose adquirir dos casas contiguas al templo para ampliar las instalaciones con varios salones dedicados a la enseñanza de la doctrina y en 1978 quedó totalmente terminada una casa para residencia del sacerdote encargado del templo, más un salón para reuniones, bendecidos en el mes de noviembre.

En julio de 1977 se celebró la bendición y entronización de la pintura de la Virgen de Guadalupe, donada por la familia Flores Gudiño y realizada por el pintor Manuel Cueto Amador.

Después del sacerdote González Orozco, estuvieron como encargados del templo, los presbíteros Salvador Urteaga Gutiérrez que realizó una destacada labor espiritual y social, al igual que los sacerdotes que le sucedieron: Guillermo Martínez, Joaquín Zaragoza, Raúl Valdovinos, Ramiro Cobián, Alfredo Hernandez y Francisco Lucas Nuñez originario de El Fresnito.

Capilla de La Candelaria

Sobre ella existe la siguiente versión: en el siglo XVI fue robada de una pequeña imagen de la Virgen María en un camino por el rumbo de la ranchería de El Jazmín. Con el tiempo fue adquirida por unos indígenas de un rancho cercano a Tapalpa, llamado Milpillas, quienes tomaron la costumbre de traerla anualmente a visitar a la abuela de ellos residente en Sayula, precisamente para el 2 de febrero día de La Candelaria advocación que traía en su peaña la imagen. La visita se hizo tradicional recibiéndosele cada año por los indígenas sayulenses con especiales ceremonias consistentes en lanzarse naranjas, confites, romperse cascarones pintados y danzar al compás de los seculares instrumentos indígenas.

La abuela, llamada Lolita, vivía precisamente en el sitio donde es hoy la capilla y ahí levantaban un altar compuesto con xempaxuchiles, malvas, azaleas, magnolias, aromado con copal. Cerca de la entrada colgaba un artefacto redondo de carrizo conteniendo pan, dulces, fruta, vino, etcétera, iluminado con velas de sebo, por lo cual se le daba el nombre de lámpara. El propio 2 de febrero uno de los presentes, ceremoniosamente, cortaba o desprendía la lámpara, repartiendo o llevándose su contenido, adquiriendo automáticamente el compromiso de colocar otra igual para el año siguiente, deuda que era muy respetada. Se servía una comida de frijoles blancos sin sal, tortillas pigmentadas color tuna, amarillas pintadas de la diosa del maíz.

Al fallecer los dueños del imagen, esta quedó en Sayula en poder de la abuela quien, al morir, cedió su vivienda para que se levantara una capilla, instituyendose el nombramiento de un prioste o mayordomo para organizar la fiesta. En el aspecto profano, al terminar el rosario por la noche, los asistentes bailaban sus antiguas danzas al son de primitivos instrumentos, quebrándose cascarones y libaban con exceso.

Esta pintoresca celebración ha caído en desuso, aunque, actualmente, las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) han venido alentando el rescate de estas tradiciones y se ha incrementado la colocación de lámparas en la fiesta anual de La Candelaria.

La capilla primitiva fue un tejabán de cortas dimensiones. Después se fincó de adobe con una banca del propio material cementada, adosada a los muros laterales, techo de jarilla y teja a dos aguas, sin más puertas que la de la entrada por el norte del Templo. El piso estaba cubierto de pequeñas piedras boleadas.

El templecito vino a bajo con el temblor de 1941, siendo reconstruido por los vecinos del barrio, encabezados por Manuel y Rosendo Aceves, a base de colectas, kermesses, rifas, etcétera, y no obstante sus raquíticas economías, su emtusiasmo los llevó al éxito y la capilla quedo completamente repuesta de ladrillo, bóveda, campanario y airosa torresilla. Sin embargo, debido a dificultades con el párroco señor Jaramillo quien no había dado su permiso para la reconstrucción, durante varios años no hubo culto, trasladándose la imagen venerada al Templo de San José hasta el 15 de mayo de 1955 en que, en medio del regocijo del vecindario, fue conducida a su capilla.

El señor cura don Miguel González Ibarra terminó de construir y adornar el templo exigiéndole un sencillo altar de cantera labrada, piso de ladrillo mosaico, arreglo del atrio y retocado de la imagen. Después el párroco Amado Flores González construyo la Sacristía y el corredor anexo en 1963.

En 1978 fue ampliada la capilla y dotada de un crucero, por un comité encabezado por el Señor Timoteo López, respaldado por el cura Salvador Trujillo Martín.

Finalmente, durante el período municipal del Señor Rodolfo Arias Covarrubias (1977-1979) se construyó el terreno lateral a la capilla un amplio jardín que da realce al populoso barrio.

Capilla de la Santa Cruz o San Francisco de Paúl

Los inicios de esta capilla, se remontan al año de 1632 y subsecuentes en que, una cruz enclavada en el lugar, que era cruce de caminos, según crónicas y documentos oficiales de las autoridades de la Provincia de Avalos, el 3 de mayo de ese año "una cruz junto a la casa de Moneda, de Juan Martín Manzano, persona que hace la fiesta de la Santa Cruz y habiendo hecho humillación en ella, vide que sin temblar la tierra y estando sereno el día, sin aire ni otro instrumento alguno, se movía la dicha Santa Cruz, de una parte a otra, de manera que se veía muy bien, y a lo que parecía fue moviéndose hacia el oriente y poniente, prosiguiendo el dicho movimiento los brazos, al Septentrión y Medio Día, y visto lo referido por el dicho padre guardián (fray Marcos de San Juan), envió a repicar las campanas de la dicha iglesia, y estándose repicando, volvió la Santa Cruz a moverse muchas y diversas veces en cosa de un cuarto de hora... y así mismo le doy que una peaña grande en que está la dicha Santa Cruz, con cuatro almenas, en las cuatro esquina de la dicha peaña, no parecía en ella, cosa que no estuviese maciza y encalada; y para que de ello conste, y de cómo se va haciendo información den este caso, di el presente en este pueblo de Zayula, Provincia de Avalos, de la Nueva España, a cuatro días del mes de mayo de mil seiscientos treinta y dos años....".

El anterior relato echo por el escribano público Diego De Piñan, acerca de estos movimientos, siendo esta una de las dos actas que con ese motivo se levantaron. "Juraron en ella el Alcalde Mayor Capitán Diego Santa Cruz, el Br. Don Alonso De Avalos, presbítero, el dicho padre Fr. Marcos De san Juan y otras muchas personas".

Otros movimientos se dice hizo la Santa Cruz, particularmente en 1637 "por cuya causa los vecinos del pueblo De Zayula le hicieron capilla, a donde está con mucha reverencia...".

El también cronista franciscano Fr. Nicolás Ornelas Mendoza (1719–1722) además de señalar lo anterior, añade que "Desde entonces continúan sus milagros... y las fiestas, las misas, los sermones, fuegos, luces y demás... que, por haberse lastimado la particular capilla que tenían muy bien alhajada, la pasaron a la parroquia, donde se venera.
Por lo anterior afirmado, para 1722 la cruz se conservaba en el templo parroquial, sin embargo después simplemente desaparece sin volverse a tratar sobre ella, suponiéndose que, por ser de madera, el tiempo debió destruirla.

La capilla fue conocida, desde luego y hasta el pasado siglo, como Capilla del Cementerio de la Santa Cruz.

En 1818 debido a que los temblores de tierra habían destruido tanto el templo parroquial como el de San Roque, el culto, después de pasar por la capilla de la Purísima Concepción, se trasladó a la de la Santa Cruz, donde estuvo hasta 1821 en que regresó a San Roque.

En inventario de 1838 levantado por el Br. Joaquín de Herrera, sacerdote de la parroquia, manifiesta que por haber servido de parroquia, el culto de la capilla se sostiene de cuenta de la fábrica parroquial.
Manifiesta que "tiene de largo veinte y tres varas y diez de ancho (16.80 por 8.40 metros); sus paredes son de cal y piedra, y sobre la del frontispicio hay dos campanarios pequeños con dos esquilitas. Al costado unida a la sacristía otra capilla mediana todo techado de viga con tres ventanas y tres puertas. Dos ventanas con rejas de fierro y la de la sacristía con reja de madera. El altar mayor de la capilla grande se compone de un pedazo de colateral de los antiguos que había en la iglesia arruinada sobredorado con un gran nicho donde está un Santo Cristo de cuerpo de un hombre, llamado el Sor. de los Sacristanes, el nicho tiene vidriera al frente y cortinas a los lados en dos repisas del colateral están las imágenes de San Juan y la Magdalena con sus vestiduras de talla y dorada. La mesa del altar tiene su frontal de madera dorado de oro, sus palabreros, su ara de cantería, cuatro blandoncillos plateados y su campanilla y atril.
El altar de San Francisco de Paúl se compone de un bastidor grande lienzo pintado y su nicho de cedro. La imagen del santo es de el cuerpo de un hombre con su hábito de lienzo, su báculo y escudo de plata regulado su peso en cuatro marcos. La mesa tiene si frontal de género de seda, sus palabreros de madera con vidrios, candeleros de hoja de lata maqueados, atril de cedro, su santa cruz con Santo Cristo pintado campanita y ara de cantería. ...... ETC.

Es de notarse que en este inventario de 1838, todavía se le da nombre de Capilla de Santa Cruz y que, incluso, mantiene un efigie de ella en la capilla chica, sin embargo ya se menciona a la imagen de San Francisco de Paúl que estaba colocada en situación de mayor privilegio que las demás, producto de la devoción por este santo que se había hecho famoso por sus milagros, lo cual pudo haber determinado que la capilla fuera siendo designada por el pueblo y clero como de "San Francisco", olvidandose poco a poco el de la Santa Cruz.

Como su atrio servía para enterrar muertos, el 26 de octubre de 1841 el Prefecto Político don José María Morett, manifiesta que, a petición de más de sesenta vecinos, será abierta la calle de la Capilla de la Cruz, ordenándosele al párroco procediera a exhumar los cadáveres ahí sepultados, abriéndose la calle y quedando el atrio de corta anchura.

El 27 de enero de 1861 fue fusilado ahí el temible bandolero Clemente Peña, mejor conocido como el "Tachineco".

Con motivo de un fuerte terremoto, la capilla vino abajo, y fue reedificada por Leonardo de la Fuente que construyó un cementerio adecuado a ella, bendiciéndosele el 21 de junio de 1864, en 1865 el Arz. Pedro Loza y Pardavé manda que se provea lo más pronto posible de los ornamentos que faltan.

La capilla volvió a resentir daños y el 18 de enero de 1868 el cura don Francisco Esparza, solicita licencia a la Mitra para repararla y que el propio señor de la fuente pensaba deseaba mudarle los techos y levantar un poco las paredes, sosteniendo el solo los gastos.

En 1941 el temblor de tierra ocurrido ese año, dejo a la capilla en muy malas condiciones, por lo que el señor cura Alfonso M. Jaramillo se avocó a su reconstrucción y mejoramiento, con la ayuda económica de la señora María Dolores Paniagua, así como de la familia González Díaz que se dedico a reunir aportaciones. Una vez terminada fue bendecida el 19 de diciembre de 1949, dotándosele además de hermosas imágenes por la propia señora Paniagua.
Quedó la capilla con su coro, espadaña para las campanas, altar bien arreglado y su atrio todavía antiguo, con hermosas jacarandas que dan sombra.

La fiesta del santo es el 2 de abril de cada año, celebrándosele novenario o un triduo anualmente.

Antiguamente, nos dice una relación, la imagen de San Francisco tenía un hermoso nicho de madera labrada y pintada en oro, que era una obra de arte, pero este se destruyó y debió ser retirado. La escultura del santo es bastante antigua al decir de algunos entendidos y según el Obispo Espino y Porras, considera fue de las primeras que se hicieron cuando fue canonizado, su cara, parte del tórax, brazos y piernas son sólida y el resto de cuerpo, de trapo. En el año de 1941 con motivo del terremoto del 5 de abril, la imagen vino al suelo, quebrándose dos dedos que fueron restaurados por conocido artista de Guadalajara.

 

Otras Capillas 

En 1973 fue fincada la pequeña capilla de La Ascención, en el tradicional barrio de ese nombre, por especial empeño de los vecinos encabezados por Doroteo Gutiérrez y Domingo Pérez.

El 26 de septiembre de 1993 el obispo de Ciudad Guzmán señor Serafín Vázquez Elizalde, bendice la pequeña capilla dedicada a la Virgen del Perpetuo Socorro en el jardín de la Colonia 27 de septiembre, levantada por el vecindario.

Otra capilla existe en la colonia Ferrocarril, dedicada a la Virgen de Guadalupe ala cual se honra todo el año, principalmente durante su novenario de diciembre. Dicha Colonia fue poblada en 1987 y a partir de entonces los vecinos comenzaron a levantar la capilla.

Desde la década de los años setenta de este siglo, comenzó a acentuarse la presencia de elementos religiosos norteamericanos, entre ellos los de la llamada Iglesia de Dios que han venido ganando influencia, principalmente entre personas de escasos recursos e incluso levantaron su templo en la confluencia de la calles Gillermo Michel y Juan Rulfo; además de otro templo de la Iglesia de los Testigos de Jehová en la Colonia de Santa Inés.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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