[Sistema
Fibra Óptica]
Introducción
Fibra o varilla
de vidrio u otro material transparente con un índice de refracción
alto que se emplea para transmitir luz. Cuando la luz entra por uno de
los extremos de la fibra, se transmite con muy pocas pérdidas incluso
aunque la fibra esté curvada.
El principio en
que se basa la transmisión de luz por la fibra es la reflexión
interna total; la luz que viaja por el centro o núcleo de la fibra
incide sobre la superficie externa con un ángulo mayor que el ángulo
crítico, de forma que toda la luz se refleja sin pérdidas hacia el
interior de la fibra. Así, la luz puede transmitirse a larga
distancia reflejándose miles de veces. Para evitar pérdidas por
dispersión de luz debida a impurezas de la superficie de la fibra, el
núcleo de la fibra óptica está recubierto por una capa de vidrio
con un índice de refracción mucho menor; las reflexiones se producen
en la superficie que separa la fibra de vidrio y el recubrimiento.
La aplicación más
sencilla de las fibras ópticas es la transmisión de luz a lugares
que serían difíciles de iluminar de otro modo, como la cavidad
perforada por la turbina de un dentista. También pueden emplearse
para transmitir imágenes; en este caso se utilizan haces de varios
miles de fibras muy finas, situadas exactamente una al lado de la otra
y ópticamente pulidas en sus extremos. Cada punto de la imagen
proyectada sobre un extremo del haz se reproduce en el otro extremo,
con lo que se reconstruye la imagen, que puede ser observada a través
de una lupa. La transmisión de imágenes se utiliza mucho en
instrumentos médicos para examinar el interior del cuerpo humano y
para efectuar cirugía con láser, en sistemas de reproducción
mediante facsímil y fotocomposición, en gráficos de ordenador o
computadora y en muchas otras aplicaciones.
Las fibras ópticas
también se emplean en una amplia variedad de sensores, que van desde
termómetros hasta giroscopios. Su potencial de aplicación en este
campo casi no tiene límites, porque la luz transmitida a través de
las fibras es sensible a numerosos cambios ambientales, entre ellos la
presión, las ondas de sonido y la deformación, además del calor y
el movimiento. Las fibras pueden resultar especialmente útiles cuando
los efectos eléctricos podrían hacer que un cable convencional
resultara inútil, impreciso o incluso peligroso. También se han
desarrollado fibras que transmiten rayos láser de alta potencia para
cortar y taladrar materiales.
La fibra óptica
se emplea cada vez más en la comunicación, debido a que las ondas de
luz tienen una frecuencia alta y la capacidad de una señal para
transportar información aumenta con la frecuencia. En las redes de
comunicaciones se emplean sistemas de láser con fibra óptica. Hoy
funcionan muchas redes de fibra para comunicación a larga distancia,
que proporcionan conexiones transcontinentales y transoceánicas. Una
ventaja de los sistemas de fibra óptica es la gran distancia que
puede recorrer una señal antes de necesitar un repetidor para
recuperar su intensidad. En la actualidad, los repetidores de fibra óptica
están separados entre sí unos 100 km, frente a aproximadamente 1,5
km en los sistemas eléctricos. Los amplificadores de fibra óptica
recientemente desarrollados pueden aumentar todavía más esta
distancia.
Otra aplicación
cada vez más extendida de la fibra óptica son las redes de área
local. Al contrario que las comunicaciones de larga distancia, estos
sistemas conectan a una serie de abonados locales con equipos
centralizados como ordenadores (computadoras) o impresoras. Este
sistema aumenta el rendimiento de los equipos y permite fácilmente la
incorporación a la red de nuevos usuarios. El desarrollo de nuevos
componentes electroópticos y de óptica integrada aumentará aún más
la capacidad de los sistemas de fibra.

El primer cable
coaxial que unió los dos lados del Atlántico, tendido en 1955,
correspondía a 48 líneas telefónicas. Un solo par de estos largos y
delgados cabellos de vidrio, que vehiculan la información en forma de
impulsos de luz, transmite simultáneamente cerca de 500.000
comunicaciones telefónicas de un continente a otro, es decir a una
distancia de 6.000 a 10.000 km.
La idea de
fabricar fibras de vidrio de sílice suficientemente puro para
transportar la luz a grandes distancias se ha ido abriendo camino
desde finales de los años 60. El fundamento: la luz enviada por el
interior de la fibra se refleja en sus paredes, lo que tiene como
consecuencia guiar el haz luminoso a lo largo de la fibra, incluso
cuando ésta está curvada.
La concretización
de esta idea requirió tiempo: han sido necesarias sucesivas
innovaciones tecnológicas relativas tanto al soporte material las
fibras ópticas como a la manera de enviar y hacer circular la
información por ellas. También se han tenido que desarrollar focos láser
en miniatura (los diodos láser) y dispositivos de recepción
(fotodiodos), así como la electrónica numérica de los circuitos
integrados. Por todo ello, la regla general durante mucho tiempo para
las comunicaciones a larga distancia fueron los enlaces de radio por
satélite, que no cedieron el paso a los cables ópticos hasta el
final de los años ochenta. Pero, en la actualidad, la mayor parte de
las comunicaciones intercontinentales se realizan a través de cables
ópticos submarinos que, depositados en el fondo de los océanos,
tejen una verdadera red alrededor del planeta. De este modo, las
fibras ópticas han sustituido completamente a los cables coaxiales.
Y, para el usuario, un signo tangible de esta mutación a las fibras
ópticas en las comunicaciones telefónicas intercontinentales fue la
desaparición en 1988 del tiempo muerto de 0,4 segundos, debido al
enlace vía satélite.
¿En qué reside
el interés de los enlaces ópticos? ¿Cuáles son los principales
desafíos que plantean a los ingenieros? Recordemos en primer lugar
los principales elementos de un enlace óptico. Comprenden un foco
luminoso láser, que es un diodo láser análogo al de los lectores de
discos compactos, que funciona en el infrarrojo próximo (a una
longitud de onda de 1,3 o 1,5 µm). La luz emitida es modulada por un
transmisor, un sistema controlado por la señal eléctrica que aporta
la información. Los impulsos luminosos se envían a través de la
fibra; en el otro extremo, un fotodiodo (o receptor) reconvierte la señal
óptica en señal eléctrica. Y ésta es transformada finalmente en
sonido, imagen o texto en el teléfono, la televisión o la pantalla
del ordenador.
Como en todos los
sistemas de comunicación numérica, la información está codificada
en forma de una sucesión de «0» y de «1», en la que cada elemento
se llama «bit» (de binary digit). En una fibra óptica, los
«0» y los «1» son transportados físicamente por una onda luminosa
cuya intensidad se modula: el tiempo se divide en almenas de igual
duración, y en cada almena, el «1» se codifica por medio de un
impulso luminoso de una cierta intensidad, mientras que el «0» se
representa por una ausencia de luz. Es el mismo principio que el de la
lectura en los discos láser compactos. La codificación más
extendida en la codificación «no vuelta a cero», o NVC: las almenas
están unidas unas a otras. Por lo tanto, en el gráfico de la
intensidad luminosa en función del tiempo, aparecen rectángulos de
longitud (= duración) variable según el número de «1» sucesivos.
El teléfono estándar
funciona a 64 kilobits (64.000 bits) por segundo, la futura televisión
numérica lo hará a unos 100 megabits (100 millones de bits) por
segundo. En las comunicaciones numéricas de alto caudal, se cuenta
ahora en gigabits por segundo (Gbit/s), es decir mil millones de «0»
o de «1» transmitidos por segundo en forma de impulsos luminosos.
Para hacerse una idea, 1 Gbit/s representa un potencial de 15.000
conversaciones telefónicas simultáneas.
¿Por qué está
limitado el caudal? No olvidemos que los impulsos que constituyen las
señales están individualizados en una onda luminosa. Esta distinción
sólo tiene sentido si cada almena contiene uno o mejor varios arcos
de onda. Más formalmente, la teoría de la comunicación nos dice que
el número de informaciones transmitidas por segundo no puede exceder
a la frecuencia de la onda portadora (es decir, como máximo un bit
por periodo de la onda). Esta propiedad muestra el interés de
utilizar señales ópticas cuyas frecuencias van de 1014 a 1015 Hz, en
vez de ondas de radio de frecuencias más bajas (del orden de 105 a
1010 Hz).
Las
fibras ópticas hacen posibles caudales muy elevados, con unas pérdidas
mucho menores que en los cables eléctricos
Una mayor caudal no es la única ventaja de la
luz. Las fibras ópticas presentan unas pérdidas mucho menores que
los cables de cobre utilizados en las transmisiones eléctricas.
Tomemos un ejemplo. Para caudales de información de 1 Gbit/s, la
frecuencia de la onda portadora tiene que ser por lo menos del orden
del gigahercio (109 Hz). Pero, en este orden de frecuencias, un cable
coaxial de cobre no es del todo adecuado: pierde el 99,9 % de su energía
en 1 kilómetro, y aún más a frecuencias más elevadas. Este soporte
no sólo sirve para señales de menor frecuencia (1-100 Mhz), y por lo
tanto para menores caudales. Por su parte, las fibras de vidrio,
presentan a la frecuencia de 2 x 1014 Hz (luz infrarroja de longitud
de onda 1,5 µm) una transmisión del 95 % por kilómetro, lo que hace
posible un alcance muy largo. La amplitud y la rapidez de los
progresos se aprecian claramente cuando se sabe que la primera fibra
desarrollada por la empresa norteamericana Corning, en 1970, también
perdía el 99 % de la luz al cabo de solamente un kilómetro a
comparar con la misma pérdida para 100 kilómetros en el estado
actual.
Pese a estas
notables transparencias, la señal termina, después de una cierta
distancia, por debilitarse y parecerse demasiado al ruido de fondo de
los detectores. Por debajo de determinado umbral de energía, los
detectores se vuelven incapaces de distinguir sin ambigüedad los «0»
de los «1». Los estándares habituales en telecomunicaciones imponen
un máximo de un error por cada mil millones de bits recibidos, y esto
corresponde típicamente a 500 fotones por bit. En las comunicaciones
de alto caudal este límite se alcanza pronto. Veamos las cifras: la
potencia óptica de un diodo láser es de algunos milivatios, lo que
representan unos 106 fotones por segundo. A un caudal de transmisión
de 1 Gbit/s, hay por lo tanto 107 fotones por bit. Se calcula fácilmente
que con una transparencia del 95 % por kilómetro, el umbral de 500
fotones se alcanza al cabo de unos 200 kilómetros.
Para extender el
alcance de los enlaces a varios centenares de kilómetros sin degradar
la tasa de error, basta con mantener el número de fotones por bit por
encima del valor fatídico por medio de dispositivos que regeneran la
señal debilitada. Los «repetidores» optoelectrónicos aparecieron
en el mercado en los años 80. El repetidor mismo incluye un fotodiodo
(chip de material semiconductor sometido a una tensión) que convierte
la señal óptica en una señal eléctrica, un amplificador, una báscula
electrónica que decide si se trata de un «0» o de un «1», y
finalmente un diodo láser controlado por la señal eléctrica
resultante para la conversión inversa. El amplificador es alimentado
por una fuente eléctrica, introducida en una envoltura de cobre
aislada que rodea al cable óptico. A la amplificación de la señal
óptica, el repetidor añade también un tratamiento electrónico de
reajuste y de filtrado del ruido.
En 1988 se instaló
el primer sistema de este tipo entre Francia, Inglaterra y Estados
Unidos. Opera a un caudal global de 2 x 0,28 Gbit/s (dos pares de
fibras) y está constituido por un cable submarino de 7.500 kilómetros
de longitud, dotado de unos 110 repetidores situados cada 70 kilómetros.
La capacidad correspondiente es de 40.000 circuitos telefónicos.
Pero los
repetidores optoelectrónicos conllevaban en sí mismos una limitación.
Para las distancias transoceánicas, el caudal máximo de estos
enlaces por fibra óptica estaba limitado no por la fibra misma, sino
por la rapidez de la electrónica de los repetidores. En efecto, para
frecuencias de funcionamiento superiores al gigahercio, los circuitos
electrónicos resultan caros y su fiabilidad disminuye.
Para las largas
distancias es indispensable la regeneración de las señales luminosas
por medio de amplificadores
Este obstáculo se ha superado gracias a la aparición revolucionaria,
al final de los años 80, de los amplificadores ópticos de fibra de
vidrio dopada con erbio. Un desarrollo que fue rápidamente seguido en
1955 por su entrada en servicio en el campo de los cables submarinos.
Un amplificador óptico funciona según un principio análogo al de un
láser. Los átomos de erbio contenidos en la fibra se excitan por
medio de un diodo láser auxiliar que los «bombea» a un estado de
energía superior, energía que pueden ceder al desexcitarse para
amplificar la señal debilitada que pasa por la fibra. De este modo la
potencia de la señal óptica se multiplica en un factor que va de 100
a 10.000.
En las
telecomunicaciones ópticas, el interés de utilizar estos
amplificadores ópticos en vez de los electrónicos es enorme. En
primer lugar, como los amplificadores mismos son fibras, se conectan
por simple soldadura (efectuada por medio de un arco eléctrico) a las
fibras de transmisión. Pero, sobre todo, evitan las conversiones
optoelectrónicas efectuadas por los repetidores y por lo tanto la
limitación de caudal asociada a estos últimos. La gama de
frecuencias que acepta el amplificador óptico se extiende a menudo a
varios terahercios (1 Thz = 1.000 Ghz), un intervalo que engloba muy
ampliamente la señal a amplificar. Otra propiedad cuyo interés
veremos más adelante es que se pueden amplificar simultáneamente
varios canales ópticos de longitudes de onda diferentes.
Estas cualidades
eran bien conocidas desde hace unos treinta años. ¿Por qué una
espera tan larga? El éxito de los repetidores ópticos se explica por
la puesta en común de llegadas a la madurez: la fabricación de
fibras ópticas ultrapuras, las técnicas de dopado con erbio y la
fabricación de los diodos láser necesarios para los amplificadores.
Volvamos atrás,
hasta los años sesenta. Era justo el inicio de los láseres y Elias
Snitzer, de la American Optical Company, ya había inventado los láseres
a base de vidrios dopados con tierras raras. En particular, su equipo
estudió fibras amplificadoras dopadas con la tierra rara neodimio
(Nd), caracterizadas por un rendimiento de bombeo altamente eficaz.
Luego, durante los años setenta, investigadores de la Universidad de
Stanford y de los laboratorios AT&T-Bell exploraron las
posibilidades del bombeo por medio de diodos láser de estas fibras al
neodimio, con vistas a desarrollar las telecomunicaciones ópticas a
una longitud de onda de 1,06 µm.
Lamentablemente
para estos intentos, los rápidos progresos de los diodos de
semiconductores permitieron mientras tanto fabricar fuentes
infrarrojas eficaces y fiables, que proporcionaban directamente una señal
a las longitudes de onda de 1,3 µm y 1,5 µm, las más adecuadas para
las telecomunicaciones. Y no fue hasta 1985 que un grupo de la
Universidad de Southampton (Gran Bretaña) demostró que también las
fibras dopadas con erbio podían emitir y amplificar la luz a 1,5 µm
de longitud de onda. Algunos meses más tarde, un equipo dirigido por
uno de nosotros en los laboratorios AT&T-Bell empezaba a descubrir
las notables propiedades físicas de estas fibras y su interés para
las comunicaciones a muy alto caudal.
Los trabajos
iniciales de Southampton y de AT&T-Bell se consideraron
inicialmente con una cierta indiferencia, ya que la tecnología de los
repetidores optoelectrónicos estaba entonces relativamente a punto.
Se pensaba que el aumento del caudal seguiría de forma natural a los
progresos de la electrónica de los repetidores, mientras que la
amplificación óptica estaba en un terreno exploratorio.
Un
adelanto importante: la puesta a punto de amplificadores ópticos de
fibra dopada con erbio
Además, subsistía un problema importante en el amplificador de fibra
dopada: el láser auxiliar de bombeo necesario para la excitación de
los átomos de erbio. Tanto los investigadores de Southampton como los
de AT&T-Bell recurrían a potentes y voluminosos láseres de
laboratorio que emitían en el rojo y el verde, unas longitudes de
onda por lo demás inadecuadas para la tecnología de las
telecomunicaciones de ahí el escepticismo inicial de los expertos. La
solución se logró desarrollando nuevos diodos láser, potentes
capaces de emitir varios centenares de milivatios de luz y cuyas
longitudes de onda infrarrojas son precisamente las requeridas para
bombear el erbio. Estos diodos, alimentados en corriente eléctrica
por una línea auxiliar, y encapsulados con su bobina de fibra dopada
con erbio en una caja, se podían integrar entonces fácilmente en los
cables ópticos.
La fibra dopada
con erbio posee dos cualidades suplementarias. En primer lugar la
ganancia es decir el factor de amplificación es insensible a la
polarización de la señal incidente (la polarización caracteriza la
dirección en la que vibra el campo eléctrico asociado a la onda
luminosa). Es una baza esencial, ya que el estado de polarización de
las señales se modifica de forma aleatoria a medida que se propagan
por la fibra.
Además, el
amplificador no deforma las señales, las amplifica idénticas. Esta
propiedad subsiste en condiciones extremas de funcionamiento. Por
ejemplo, con una potencia de entrada demasiado elevada disminuye la
ganancia pero la señal no se distorsiona, a diferencia del caso de
los amplificadores electrónicos.
A las tres
grandes bazas del repetidor de fibra dopada con erbio (bombeo eficaz
por diodo láser, insensibilidad a la polarización y ausencia de
distorsión) se añaden la compatibilidad con las fibras estándar
(sin reflexiones parásitas), las escasas pérdidas en las conexiones,
el ruido mínimo, la insensibilidad a la temperatura entre -40 ºC y
+60 ºC. Según las aplicaciones, la zona de ganancia explotable
alrededor de la longitud de onda de 1,5 µm se extiende de 100 a 3.000
GHz.
Aumentar
el caudal haciendo pasar varias longitudes de onda por una misma fibra
La carrera hacia los altos caudales también se ha beneficiado del
desarrollo de técnicas de multiplexado y de conmutación.
El multiplexado consiste en transportar por un mismo soporte físico,
en este caso la fibra óptica, las señales destinadas a un gran número
de abonados. La conmutación es una operación de direccionamiento a
nivel de la red global, gracias a la cual cada destinatario recibe al
final de la línea la información que se le envía.
De momento el
multiplexado más utilizado es el llamado temporal. Consiste en
imbricar temporalmente las informaciones de cada abonado en tramos
sucesivos. Demos un ejemplo: si se asimila el mensaje de un abonado a
las púas de un peine, el multiplexado en tiempo equivale a superponer
los peines de diferentes abonados desplazándolos ligeramente unos
respecto a otros. En la recepción, cada canal temporal es «demultiplexado»
y dirigido luego a su destinatario. Las funciones de
multiplexado/demultiplexado temporal se pueden realizar electrónicamente
por medio de circuitos integrados ultrarrápidos (existen
demostraciones de laboratorio que alcanzan los 40 Gbits/s). No
obstante, el coste prohibitivo de estos circuitos para caudales muy
elevados sugiere efectuar el multiplexado temporal por medios
puramente ópticos, una vía actualmente muy explorada.
En las próximas
generaciones de cables ópticos, el aumento del caudal se garantizará
por medio de una técnica que se superpondrá a la primera: el
multiplexado en longitud de onda, también conocido por su denominación
americana WDM (Wavelength-Division Multiplexing). Consiste éste último
en enviar varias señales de diferentes longitudes de onda simultáneamente
por la misma línea. El multiplexado y demultiplexado en longitud de
onda se efectúan por medio de componentes ópticos pasivos, de modo
similar a la descomposición y la recomposición de los colores del
arco iris por un prisma. El multiplexado en longitud de onda también
abre perspectivas de direccionamiento óptico en las redes. De esta
manera, las comunicaciones se podrán dirigir de una vez por todas en
tal o cual dirección según su longitud de onda. Por ejemplo, en las
redes con encrucijadas, algunos países recibirán las longitudes de
onda cortas y otros las largas: un direccionamiento automático de
gran sencillez. Todas las grandes redes a instalar antes del año 2000
se basan en la técnica del WDM. Por ejemplo la red SeaMe We III, de
una longitud de 20.000 km, que conectará Europa (Alemania, Gran Bretaña)
con el sudeste de Asia (Singapur) conectará, en 1998, veinte
estaciones con esta técnica.
Se plantean
entonces dos preguntas importantes: ¿cuál es el alcance máximo de
los enlaces amplificados? ¿Hasta qué caudal de información se puede
llegar? Ya que, cuando se alcanzan caudales de más de 10 Gbit/s a
distancias del orden 10.000 km aparecen otras dificultades. En primer
lugar las fibras conservan, pese a las precauciones tomadas en su
fabricación, una propiedad bien conocida de la materia transparente:
la de dispersar los colores. Es exactamente la misma propiedad que es
la responsable de la descomposición de la luz blanca por un prisma de
vidrio. Aprovechada en el multiplexado en longitud de onda evocado más
arriba, esta propiedad constituye por otra parte un inconveniente.
Recordemos que la
velocidad de propagación de la luz en la materia transparente depende
de la longitud de onda. El índice de refracción óptico (cociente
entre la velocidad en el vacío y la velocidad en el medio material)
también es por lo tanto función de la longitud de onda, y ésta es
la razón por la que un prisma desvía con ángulos diferentes los
rayos de diferentes colores.
En una fibra óptica,
este efecto de dispersión cromática tiene como consecuencia el
aumento de la anchura de los impulsos. Todo se debe al hecho de que un
impulso luminoso breve no tiene una longitud de onda (o una
frecuencia) perfectamente determinada. En efecto, una onda de
frecuencia exactamente definida, es decir una sinusoide perfecta, se
extiende hasta el infinito por los dos lados.
Supongamos que se
toma solamente un pequeño fragmento de esta sinusoide, a modo de
impulso breve. Matemáticamente, este fragmento de sinusoide equivale
a la suma de una infinidad de sinusoides completas que difieren en su
amplitud y en su frecuencia. El impulso individualizado en la onda
portadora contiene por lo tanto unas componentes suplementarias, de
longitudes de onda ligeramente diferentes de las originales. Y cuanto
más breve es el impulso, más extenso es el intervalo de frecuencias
representado. Debido a la dispersión, las diferentes componentes de
la señal se propagan por la fibra a velocidades diferentes, según la
longitud de onda de cada una. Los impulsos se ensanchan, de la misma
forma que un pelotón de corredores se estira en una carretera. Por lo
tanto se pueden llegar a mezclar con los impulsos vecinos, provocando
errores de detección. Aunque la dispersión cromática resulta
aceptable a los caudales citados más arriba, este inconveniente pesa
doblemente a muy altos caudales. Cuanto más elevado es el caudal, más
breves son y más próximos están unos de otros los impulsos. Y como
los impulsos muy breves contienen más componentes que los largos,
tienden a ensancharse más, con lo que aumenta superposición entre
impulsos sucesivos. Por lo tanto la dispersión cromática limita muy
pronto el caudal.
Análogamente,
las fibras no transmiten exactamente a la misma velocidad los modos de
polarización diferente. Y a consecuencia de la interferencia de
polarización debida a las fibras, los impulsos están constituidos
por una mezcla aleatoria de polarizaciones. Los bits transmitidos
terminan por desdoblarse causando errores de detección.
Segundo problema
importante: un efecto que se podría llamar dispersión no lineal.
A partir de cierto nivel de intensidad, el índice de refracción del
medio empieza a variar en función de la intensidad. Por lo tanto las
intensidades pequeñas no viajan a la misma velocidad que las grandes.
Pero la intensidad no es constante en las transmisiones ópticas. En
el modo NVC, una señal luminosa no dibuja una almena perfecta, sino más
bien una envolvente que es una aproximación y que presenta una
variación continua de intensidad cuando el símbolo transmitido pasa
de «0» a «1» e inversamente.
En el otro tipo
de transmisión (VC), las señales se transmiten en forma de impulsos
individuales bien separados. En este caso, para un «1» la intensidad
es máxima en el centro del bit y decrece hasta anularse en sus bordes
(de ahí la expresión «vuelta a cero o VC»). Un «0» corresponde a
una ausencia de luz durante la duración de un bit. En los dos casos
señalados, NVC y VC, la dispersión no lineal provoca una deformación
(ensanchamiento o estrechamiento) de las señales, con las mismas
consecuencias que antes. Por lo tanto, no se puede aumentar
arbitrariamente la energía de las señales para disminuir la tasa de
errores: por encima de una cierta intensidad, esta tasa se pone a
crecer.
Existe un medio
elegante de escapar de este dilema: es un regalo de la naturaleza
llamado solitón. Se trata de un impulso muy breve que conjuga
idealmente la dispersión cromática y la dispersión no lineal
neutralizándolas. El solitón es una señal cuya intensidad y
longitud de onda media se han calculado de forma que los efectos de
dispersión (variación de la velocidad de propagación debida a la
longitud de onda de una parte, y debida a la intensidad de otra) se
compensan. En nuestro pelotón de corredores, esto equivale a imaginar
que el terreno es flexible como una red de circo (metáfora para la
fibra de vidrio), y forma una depresión bajo el peso de los
corredores: como tienen que remontar la pendiente de la red que se
crea al frente del pelotón, los corredores rápidos resultan
frenados. A la inversa, como tienen que bajar la pendiente de la cola
del pelotón, los corredores lentos se aceleran. En consecuencia, la
depresión de la red mantiene juntos a todos los corredores.
El solitón
excita la imaginación de los ingenieros del mundo de las
telecomunicaciones. Después de unas predicciones visionarias que
datan de más de veinte años y de los primeros experimentos en fibras
ópticas en 1980, las comunicaciones de muy alto caudal por solitones
(20-100 Gbits/s) son ahora objeto de una intensa investigación. Pero
la utilización de solitones implica algunos desarrollos técnicos,
relativos por ejemplo a los dispositivos de emisión (impulsos muy
breves), y al filtrado necesario para controlar exactamente la
frecuencia central del solitón, muy sensible al ruido introducido por
los amplificadores.
Estas técnicas
se dominan, pero su introducción en las comunicaciones submarinas se
ha retrasado hasta ahora por una simple razón: los sistemas
convencionales (NVC) no han dejado de progresar gracias, no a la
utilización de caudales cada vez más elevados (hemos visto que el límite
es de 10 Gbits/s), sino a la técnica del multiplexado en longitud de
onda.
Así,
laboratorios norteamericanos y japoneses han demostrado la posibilidad
de transmitir en NVC más de veinte longitudes de onda a 5 Gbit/s, es
decir un caudal total de 100 Gbit/s, a 10.000 kilómetros. En
contraste, el esfuerzo de investigación y desarrollo dedicado a los
sistemas con solitones es sensiblemente menor, de ahí un progreso a
una ligera distancia: «solamente» ocho canales a 10 Gbit/s (80
Gbit/s) para la misma distancia.
En los sistemas
multiplexados en longitud de onda, una ventaja decisiva de los
solitones sobre el NVC sigue siendo el caudal básico: con una sola
longitud de onda es mucho más elevado ya que alcanza 10 Gbit/s e
incluso 40 Gbit/s. Además, estos valores son directamente compatibles
con los caudales estándar de las futuras transmisiones terrestres.
Finalmente, hay técnicas experimentales que permiten aumentar la
distancia de transmisión sin degradación. En los laboratorios de NTT
de Japón, por ejemplo, los investigadores han hecho circular 10
Gbit/s por una fibra en bucle durante un cuarto de hora sin deformación
de la señal un tiempo que corresponde a un recorrido de 180.000.000
kilómetros y que solamente es limitado por la electrónica de
sincronización... En Alcatel, también hemos demostrado este
potencial para 20 Gbit/s, con repetidores aún más espaciados (140 km
en vez de los 45 km necesarios en NVC). En el mercado de las
comunicaciones submarinas, los solitones se presentan así como una
alternativa muy prometedora.
Fenómenos físicos
fundamentales imponen límites a los rendimientos de los
amplificadores ópticos
Los problemas que
limitan el caudal (tanto en modo NVC como en modo solitón) no vienen
solamente de las fibras. Los amplificadores ópticos también tienen
sus límites impuestos por fenómenos físicos fundamentales. Se trata
en primer lugar de las fluctuaciones erráticas de la intensidad de la
señal. Estas se deben a los fotones inevitablemente emitidos por los
átomos de erbio de las fibras dopadas, además de los que contribuyen
a la amplificación de la señal. Este «ruido» parásito de emisión
espontánea se acumula a lo largo de todo el enlace. Es la causa del límite
de 10 Gbit/s sobre 10.000 km mencionado anteriormente. Se puede
disminuir por filtrado óptico. También aquí tienen los solitones
una ventaja, ya que soportan un filtrado relativamente severo.
Entonces es posible una transmisión de 20-40 Gbit/s a 10.000 km por
un solo canal de longitud de onda.
Tanto en modo NVC
como en modo solitón las técnicas progresan continuamente. Por lo
tanto es aventurado hacer un pronóstico sobre las capacidades últimas
de uno u otro de estos sistemas de comunicaciones. A cada récord de
transmisión, se descubren nuevos efectos limitantes, y Redes
innovaciones para cada uno. En cualquier caso los caudales
extraordinarios citados más arriba, de 80-100 Gbit/s, ya demostrados
en el laboratorio, equivalen a varios millones de conexiones telefónicas
simultáneas en una sola fibra. Estos caudales, que están muy por
encima de las necesidades del mercado ¿pero, por cuánto tiempo?
abren perspectivas prácticamente ilimitadas a las futuras «autopistas
de la información».
Fibra
Óptica en España
En españa los dos grandes operadores en
Telecomunicaciones Ono y Euskaltel; compitirán en brebe con Telefónica
dado que ofrecerán un mejor servicio por un precio más asequible; lo
malo es que el proceso de crecimiento en cableado es muy lento y
tardará en llegar a todas las provincias de españa, recordamos que
ni telefónica abarca todo el territorio.(Ver Ono,
Euskaltel, Supercable)
|