por Luisa Roquero
El Sacro
Bosco fue famoso mientras Vicino Orsini vivió pero luego cayó en el olvido.
En 1645 pasó a ser propiedad de la familia della Rovere y en 1845 de la familia Borghese.
En 1949, un artículo de Mario Praz publicado en Tempo revela el estado de abandono en el que se encuentra. Este artículo supone el redescubrimiento de Bomarzo.
En 1954, lo adquiere su actual propietario, Giovanni Bettini, quien, después de realizar una serie de intervenciones: supresión de una parte del muro que rodeaba al jardín en su totalidad, construcción de una puerta de acceso nueva, cambio de lugar algunos elementos escultóricos (obeliscos, hermes, esfinges ... ), lo abre al público.
En 1955, un grupo de profesores de la Escuela de Arquitectura de Roma -A. Bruschi, P.
Portoghesi, F. Fasolo y G. Lander- hacen un estudio de investigación en los archivos y un
estudio de campo en el propio jardín. Bajo su dirección, un grupo de estudiantes hace un
levantamiento de planos.
En 1962, Manuel Mújica Lainez publica su novela Bomarzo.
Yo visité el Sacro Bosco en 1979. Entonces no era posible llegar en coche hasta allí. Se bajaba a pie por un camino pedregoso. Junto al puente de acceso había una pequeña caseta donde vendían las entradas y unas postales en acordeón.
Unos jardineros se ocupaban de la limpieza de la vegetación invasora. El trazado de los caminos se perdía aquí y allá. El recorrido por aquel bosque singular, donde aparecían de pronto aquellas sorprendentes y enigmáticas esculturas resultaba muy sugestivo.
A principios de los ochenta Horst Bredekamp y Wolfran Janzer realizan excavaciones en
el jardín como resultado de sus trabajos publican, en 1985, la monografía Vicino
Orsini und der Heilige Wald von Bomarzo.
En 1983, se acabó la vida plácida del Sacro Bosco. El hijo de Giovanni Bettini asume la gestión del jardín con un criterio diferente: el jardín es incluido en los circuitos turísticos y conoce una adaptación para su explotación comercial. Se construyen una serie de instalaciones para el servicio del público: aparcamiento, taquillas, servicios higiénicos, fuentes para beber, tienda, cafetería, zona de juegos infantiles, incluso un pequeño zoo... la incidencia de estas instalaciones sobre los valores histórico-artísticos es tremenda. Afortunadamente hay doscientos metros para recuperarse del impacto de esa antiestética y abarrotada aduana comercial.
El
Sacro Bosco ahora está mantenido pero tiene una gestión inadecuada desde el punto de
vista de la preservación de su espíritu.
Está abierto al público todos los días del año, desde las ocho de la mañana hasta el atardecer.
Se ha preferido poner vallas a lo largo de su recorrido, como precaución frente a una afluencia masiva, antes que limitar el número de visitantes.
El aspecto didáctico-informativo no está contemplado. No hay un plano general que
ayude a la comprensión del trazado del jardín y que informe acerca de su vegetación;
tampoco hay visitas guiadas que den a conocer la historia del jardín; en la tienda, no
hay ninguna publicación científica o de divulgación rigurosa con un texto, que explique
brevemente su historia, un plano y un listado de plantación, sólo se vende un opúsculo
-escrito por el propietario- donde se da una información bastante somera, insistiendo en
el aspecto tenebroso y sobrecogedor de los 'monstruos'.
El Sacro Bosco está gestionado con un criterio comercial y no cultural.
Un jardín histórico es un lugar para recorrer, donde se puede tener una experiencia estética.
El Sacro Bosco de Bomarzo es portador de un mensaje espiritual del pasado, mensaje que hay que tratar de transmitir con toda la riqueza de su autenticidad. Conservar un jardín no es sólo ocuparse de su mantenimiento físico sino también mantener el espíritu del jardín, no someterse a las modas.
Hoy padecemos la moda 'disneylandia' y Bomarzo ha pasado a ser explotado como Parco
del Mostri, así se anuncia en la autopista que comunica Roma y Florencia. De Sacro
Bosco ha pasado a ser un Parque de Atracciones para llevar a los niños el fines de
semana.
Esto nos lleva a señalar una problemática que empieza a ser acuciante en algunos lugares: la visita de monumentos por parte del turismo de masas.
Otro aspecto también cuestionable es hasta qué punto el propietario de un bien de interés cultural@ puede decidir unilateralmente la política de intervención en dicho bien.
La Carta de Atenas (1931) señala el derecho de la colectividad a la conservación de los bienes de interés cultural, aunque sean de propiedad privada.
La Carta de
Venecia (1964) declara que las decisiones acerca de una intervención en un bien de
interés cultural deberán ser colegiadas.
La Carta de Florencia (1981) indica que las intervenciones serán emprendidas con un carácter restricto&o y después de un estudio riguroso y exhaustivo.
Estas cartas son las conclusiones orientativas -no vinculantes- de reuniones de expertos.
En Inglaterra, los propietarios de jardines históricos se han asociado y han fundado el National Trust. Unos expertos visitan los jardines dos veces al año y redactan un informe acerca de su estado, con unas directrices a seguir para su conservación y gestión.
Esta situación es sólo un desideratum en los demás países europeos.
Intervención.
*ESTUDIO PREVIO
Antes de
intervenir en un jardín histórico es imprescindible un estudio previo lo más riguroso y
exhaustivo posible. Debe realizarse una investigación histórica para conocer el origen y
la evolución del jardín, desde su creación hasta nuestros días (bibliografía,
archivos. cartografía histórica, grabados, pinturas, fotografías de época ... ) y debe
r una investigación en el lugar para conocer el estado del trazado (caminos, encintados
... ), del sistema hidráulico (funcional: riego y drenaje, y estético: estanques y
fuentes). de los elementos constructivos (muros, escaleras, balaustradas, pérgolas,
templetes, puentes ... ), de la estatuaria y de la vegetación. En algunos casos es
necesario realizar una investigación más profunda (arqueológica, dendrológica... ).
Todo este trabajo debe quedar documentado (memoria explicativa, planos -general, topográfico, de zoni ficación, de infraestructuras, de vegetación, perfiles, detalles constructivos, fotografías...) y a ser posible debe ser publicado.
El estudio previo es
necesario para elaborar un criterio de intervención.
Los criterios de intervención han variado desde que la disciplina de restauración de
monumentos inicia su andadura en el siglo pasado.
Viollet le Duc (1814-1879) defiende el criterio del valor histórico: el postulado de
unidad de estilo le lleva a la recuperación de la forma originaria con la eliminación de
elementos superpuestos a lo largo del tiempo e incluso la adición de elementos nuevos al
estilo originario.
Ruskin (1819-1900) defiende el valor de antigüedad: el tiempo produce unos efectos que
nadie puede reemplazar, hay que respetar la integridad de los bienes heredados con lo que
haya añadido el paso de los siglos (pátina y elementos superpuestos).
Ambos, en un sentido diferente cada uno, tienen planteamientos románticos.
Boito (1836-1914) inicia la restauración científica: el monumento no debe
sufrir ni restitución de lo que las fuerzas de la naturaleza han modificado con el
correr del tiempo ni eliminación de lo que ha sido incorporado al monumento alterando su
forma cerrada originaria.
Hay que respetar la integridad de los bienes heredados y las huellas del paso del tiempo.
Las intervenciones no deben privilegiar ninguna época sino tratar de conservar la imagen consolidada. Se harán restituciones sólo en casos de degradación morfológica, buscando que sean adiciones armonizantes, aunque sin producir equívoco entre lo viejo y lo nuevo y -excepcionalmente- se eliminarán elementos, cuando sean de incongruencia con el carácter de la obra.
Como ya hemos dicho, el Sacro Bosco conoció el abandono
pero también la no intervención -conviene señalar que hu intervenciones son más
peligrosas que el abandono porqu destruyen para siempre elementos del pasado-.
Hay una serie de circunstancias que favorecieron la conservación del Sacro Bosco: era un bosque, y no un frágil jardín de trazado minucioso, la mayor parte de su estatuaria estaba tallada en la roca madre -hecho que imposibilitaba la rapiña- y no hubo modificación de la realidad originaria en épocas sucesivas por cambio de gusto o de uso.
Por otra parte, el pueblo de Bomarzo, al no estar en una zona industrial, no se ha desarrollado, se ha mantenido dentro de la muralla y no se ha producido una modificación ambiental. El Sacro Bosco se encuentra en un entorno rural sin alterar.
*LIMPIEZA DE LA VEGETACIÓN INVASORA
La primera fase de todo
proyecto de intervención en un jardín es la limpieza de la vegetación ra. Limpieza, que
debe ser realizada por personal cualificado, para recoger el máximo de información sobre
el trazado del jardín y sus elementos, y para evitar daños a la vegetación existente,
que no va a ser eliminada.
Una intervención precipitada borra para siempre testimonios valiosos para la interpretación del jardín. Este trabajo no fue realizado con espíritu científico en Bomarzo.
*RECUPERACIÓN DE LOS COMPONENTES DEL JARDÍN
Los componentes de un
jardín son el trazado, las infraestructuras, el material lapídeo -elementos
constructivos y de estatuaria - y la vegetación.
El trazado de caminos del Sacro Bosco ha sido recuperado con algunas modificaciones, pensando en una afluencia masiva de público, que de hecho se produce durante los fines de semana de la temporada alta.
Todo el
recorrido ha sido vallado; algunas zonas, como la Plataforma de la Tortuga y la Exedra de
la Dualidad, han dejado de ser accesibles ante el posible riesgo de accidentes; se han
establecido dos accesos en la Terraza de las 1001 Urnas y en la Cima de la Luz para dar
fluidez a la circulación, aunque ello redunde en la confusión del recorrido iniciático,
que la mayor parte de los visitantes desconocen; y, en estos momentos, están habilitando
una rampa por detrás de la Casa Inclinada para cerrar el acceso al nivel superior a
través de las escaleras de la Casa y evitar así su deterioro.
En cualquier caso, todas estas modificaciones se han hecho sin producir equívoco entre lo viejo y lo nuevo. Los accesos antiguos son de piedra y todo lo nuevo -vallas y escaleras- de madera. Las adiciones se distinguen y tratan de ser armonizantes.
Por lo que se refiere a las infraestructuras, el sistema hidráulico no ha sido
recuperado. La fuente de Ascálafo, la de Pegaso, la Barca de Dioniso, la Fons Vitae y
la fuente de Neptuno están secas. Sólo se oye el rumor del arroyo que corre a lo largo
del perímetro. En cambio,
sí se ha dotado de iluminación al Sacro Bosco.
En cuanto a los elementos constructivos y la estatuaria, hasta ahora se ha respetado la
huella del paso del tiempo.
La Terraza de las 1001 Urnas, la Terraza de la Primavera, las fuentes y la estatuaria -en
otro tiempo policromadas- conservan la misteriosa sugestión de lo que fueron y de lo que
han perdido por obra del sol y de las lluvias.
En 1990 el Comitato
Nazionale di Restauro d Firenze realizó un estudio, que reveló una situación
preocupante: el moho y los líquenes han proliferado sobre la superficie de aquellos
elementos, que se encuentran en la zona más umbrosa y húmeda del jardín.
En 1997, se ha
intervenido en la Casa Inclinada: los paramentos exteriores han sido revocados en color
blanco -antes eran de color ocre- y se ha decidido conservar los graffiti del
interior.
Por lo que respecta la vegetación, en un jardín histórico, la renovación de espécimenes debe hacerse con un criterio científico, no cabe la improvisación botánica, no cabe el cambio de unas especies por otras, atendiendo a criterios de gusto o decorativos, sin respectar la plantación de la época.
La
vegetación arbórea del Sacro Bosco está constituida por robles (Quercus
robur), especie que puede llegar a ser milenaria, falsas acacias (Robinia
pseudoacacia) que tienen una vida de trescientos años, carpes (Carpinus betulus) que
viven doscientos años y avellanos (Corylus avellana) que sólo alcanzan los veinte
años.
Esta es la vegetación natural de la zona, pero ahora la dirección ha decidido poner una nota de color y ha salpicado el bosque con prunos (Prunus cerasifera atropurpurea. especie originaria del Cáucaso, que fue enviada a Francia en 1880 por Pissard, el jardinero del Sha de Persia). En Bomarzo, el pruno resulta un anacronismo inadmisible, aparte de que sus características visuales -follaje de color púrpura y floración rosa espectacular- no corresponden al carácter del Sacro Bosco.
En el estrato arbustivo, la vegetación autóctona de sotobosque ha sido eliminada y sussituida por otras especies elegidas de modo arbitrario sin tener en cuenta su procedencia y su fecha de introducción.
Conviene insistir en el hecho de que para mantener el carácter de un jardín histónco hay que recuperar las especies vegetales originales.
Mantenimiento
Con un buen mantenimiento, no se plantea nunca la restauración. El mantenimiento es un proceso continuo: hay un mantenimiento ordinario, que se ocupa de la problemática cotidiana de la vida del jardín, del cuidado de la vegetación: riego, abono, tratamientos fitosanitarios, recorte, poda, sustitución de ejemplares viejos o enfermos... y un mantenimiento extraordinario, que se ocupa de esos otros elementos que hay también en el jardín: los caminos y encintados que definen su trazado, el sistema hidráulico, los elementos constructivos y la estatuaria.
Hemos dicho que una
serie de circunstancias favorecieron la conservación del Sacro Bosco, pero sería
más exacto decir que evitaron su desaparición. El jardín autosuficiente no existe,
según sea su trazado y su vegetación, requerirá más o menos cuidados, pero siempre
tendrá que ser mantenido. La necesidad de un mantenimiento continuo es una
característica específica de ese Bien de Interés Cultural (BIC) que es un jardín
histórico.
La vegetación es un elemento vivo, que evoluciona y, además, cada especie tiene un ciclo vital diferente. Cabe hablar de la fecha de realización de un jardín, pero no cabe pensar que su vegetación date de esa época. Los elementos vegetales, que componen un jardín, tienen necesariamente edades diversas, desde elementos recién plantados hasta ejemplares centenarios.
En realidad,
el mantenimiento de un jardín histórico es asimilable a una restauración: la
renovación puntual de especies, a medida que se cumple su ciclo vital acaba produciendo
con el correr del tiempo, la renovación total de la vegetación. Además las técnicas de
jardinería permiten conseguir ejemplares genéticamente idénticos, lo que permite
conservar las especies originarias del jardín.
Los mejores jardines son los que han sido mantenidos a lo largo del tiempo. Con un buen mantenimiento no se plantea nunca la restauración.
Si las cosas se reparan, no es preciso recurrir a la siempre compleja y a veces imposible restauración. La restauración es siempre una tragedia por lo que tiene de falsificación y además una tragedia vergonzosa por cuanto el deterioro es el resultado de una sistemática falta de atención.
La mayor gloria de un monumento está en su edad, en su testimonio de durabilidad frente al carácter transitorio de las cosas. Los monumentos pertenecen a la colectividad, son testimonio de la vida, la riqueza y los afanes de los que los hicieron y debemos respetarlos para los que vengan después.
Bibliografía:
-CATALANO, M: Giardini storici. Teoria e tecniche di conservazione e restauro. Roma, 1985
-CAZZATO, V: Tutela dei Giardini storici. Roma, 1989
-ICOMOS: Jardins et sites historiques. Madrid, 1993
-POZZANA, M: Giardiní storici. Principi e tecniche della conservazione. Firenze, 1996
-RIEGL, A: El culto moderno a los monumentos. Madrid, 1987
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