¿Qué contribución le ofrecemos los ambientalistas colombianos al proceso de paz?

Movimiento Ambiental Colombiano
El presente documento tiene por objeto resaltar algunas inter-relaciones del tema ambiental con el tema del desarrollo, que generalmente se pasan por alto o que simplemente no se perciben cuando el medio ambiente se toma como un tema anexo o marginal, pero sin comprender toda su multidimensionalidad ni la manera como éste cruza, de manera transversal, todos los demás aspectos de la realidad nacional.

Como el tema de la paz –de una paz duradera y sostenible basada en verdaderas democracia, equidad, calidad de vida y solidaridad-- no se puede abocar sin reconocer la necesidad de cambiar la concepción que tenemos del desarrollo y que cada día nos está empobreciendo más en términos ambientales, afectivos y culturales, como está abriendo cada vez más la brecha entre ricos y pobres a nivel mundial, regional y nacional, pensamos los ambientalistas que tenemos la posibilidad y el deber de llamar la atención de la sociedad colombiana sobre la importancia de enmarcar los procesos de paz dentro de unos criterios amplios de sostenibilidad global . Como anotábamos en un capítulo anterior, el ideal es que dejemos de calificarnos a nosotros mismos como "desarrollados" o "subdesarrollados" a partir de mirarnos la cara en el retrato de otros, para que comencemos a redefinirnos como una sociedad "sostenible" o "subsostenible" , a partir de nuestras propias características y de nuestras propias esperanzas y posibilidades.

Ese es quizás el principal aporte que los ambientalistas le podemos hacer al proceso de paz.

Durante varios lustros, a veces décadas, organizaciones de la sociedad civil han venido trabajando de la mano con comunidades urbanas y rurales, con movimientos sociales, a veces con autoridades locales y con instituciones del Estado, para explorar caminos posibles para solucionar problemas puntuales en zonas campesinas, en bosques tropicales, en ecosistemas costeros, en regiones de páramo, o en barrios y comunidades de ciudades de distinto tamaño. 

Pero más allá de esas soluciones puntuales, se ha trabajado en proyectos de vida, en la búsqueda de sentidos más firmes para palabras como participación y democracia , en procesos individuales y colectivos de reeducación a través de los diálogos de saberes y de los diálogos de ignorancias , para que todos seamos conscientes de lo que sabemos y podemos aportar, pero también de nuestras carencias y de nuestras necesidades.

No sin grandes esfuerzos, ni en ausencia de incertidumbres ni de conflictos, los ambientalistas hemos ido aprendiendo también, el sentido trascendental y las implicaciones cotidianas de la perspectiva de género , las responsabilidades que nos genera a quienes, hombres y mujeres, hemos crecido en una sociedad dominada por la cultura machista, pero que estamos empeñados en modificar.

En medio de una crisis tan profunda de irrespeto a la vida como la que ha vivido el país en las últimas décadas, y a la cual no hemos escapado tampoco los ambientalistas, hemos insistido tercamente en construir esperanza, a veces en las más adversas circunstancias.

Hemos proyectado, tejido y consolidado propuestas organizativas no autoritarias ni jerarquizadas, que hoy podemos presentar a la sociedad colombiana como alternativas viables y válidas: redes de reservas naturales, redes de páramos, redes de agricultura orgánica, redes de organizaciones de diversas procedencias y visiones, agrupadas alrededor de objetivos comunes sin exigir sometimientos ni unanimidades. En fin, redes de vivencias y de experiencias biodiversas, que constituyen muestras concretas y verificables del país que es posible construir.

Todo lo anterior nos permite aportar, entre otros "saberes", capacidad para facilitar espacios de encuentro, de concertación y de diálogo entre actores sociales con intereses contrapuestos; "capacidad instalada" en nuestras organizaciones, en términos humanos, de información y de conocimiento científico; tecnologías validadas para el aprovechamiento sostenible de los ecosistemas tropicales, conocimiento regional y práctica en los "qués", en los "quiénes" y en los "cómos" de la investigación-acción participativa; capacidad y experiencia pedagógica, basada no en una educación unilateral y autoritaria, sino en los ya mencionados diálogos de saberes; una visión de la educación ambiental que supera ampliamente los aspectos meramente ecológicos del tema, para convertirla en una propuesta de educación para la democracia, para la equidad, para la solidaridad y para la convivencia entre los seres humanos y entre nosotros y las demás forman vivas que comparten con nosotros la biosfera. Pero sobre todo, estamos en condiciones de ofrecer nuestro compromiso personal e insobornable con la vida y nuestro propósito de lograr la coherencia entre el pensar, el decir y el actuar.

Estamos también en condiciones de establecer alianzas estratégicas con el Estado, para construir conjuntamente y en la práctica, una política para la participación ciudadana en la gestión del medio ambiente, como parte de la construcción de la cultura de la participación y de la democracia participativa en Colombia. 

Así mismo, esperamos aliarnos, como lo hemos hecho antes, con otros sectores democráticos del acontecer colombiano, para incidir sobre el proceso legislativo y, de darse, sobre el nuevo proceso constituyente, con el objeto de garantizar que la dimensión ambiental sea tenida en cuenta en toda su complejidad y transversalidad, en los acuerdos que se logren para construir un país en donde fructifique la paz.

¿Qué esperamos los ambientalistas del estado?

Los ambientalistas esperamos del Estado decisión política y lealtad con la sociedad civil, en cuanto al propósito de hacer de Colombia una sociedad sostenible, según el sentido que le hemos otorgado a ese concepto en términos de sostenibilidad global , al igual que consciencia y consecuencia sobre el carácter transversal, trans-sectorial y multidimensional de la gestión ambiental.

Esperamos que el Estado desarrolle conjuntamente con la sociedad civil, su capacidad para evaluar la oferta ambiental de los ecosistemas colombianos, vis a vis con la demanda social que pesa sobre dichos ecosistemas, con el fin de promover la adopción de sistemas de vida sostenibles como alternativas aplicables a la resolución de los conflictos entre sectores y actores sociales, y entre la comunidad y los ecosistemas. Lo anterior constituye un requisito indispensable para lograr que, por ejemplo, los procesos de reasentamiento de desplazados por la violencia o por otros desastres, generen para sus protagonistas posibilidades de sostenibilidad en el largo plazo, en lugar de convertirse en motivo de nuevos y más grandes conflictos.

Esperamos también decisión política y lealtad por parte del Estado en cuanto a la participación ciudadana en la gestión ambiental, en el sentido de que se reconozca y avale que el objetivo de la misma es garantizar el acceso efectivo de la comunidad a los procesos de toma de decisiones y de que le corresponde al Estado facilitar las condiciones para que dicha participación resulte eficaz en términos de una mayor sostenibilidad tanto de los ecosistemas, como de los actores de la sociedad civil y de sus organizaciones y, por supuesto, en términos de gobernabilidad, entendida ésta como una expresión de la sostenibilidad institucional (legitimidad y credibilidad del Estado frente a la sociedad civil).

También esperamos del Estado voluntad política para construir, en los términos propuestos y sobre las coincidencias señaladas, alianzas estratégicas con las organizaciones de la sociedad civil para llevar conjuntamente a la práctica la política de participación ciudadana en la gestión ambiental.

Por último, esperamos el apoyo decidido del Estado para desarrollar la capacidad de las organizaciones de la sociedad civil para incidir en la adopción de políticas y en la ejecución, evaluación y control de la gestión ambiental. 

¿Qué esperamos los ambientalistas de los actores armados de la guerra en Colombia?

Además de las exigencias que el Mandato Ciudadano por la Paz les hizo a los actores del conflicto armado (no más guerra, no más atrocidades, respeto al derecho internacional humanitario, no vinculación de menores de 18 años a la guerra, no asesinatos, no secuestros, no desapariciones, no ataques a la población civil ni desplazamientos forzados y no vinculaciones de civiles al conflicto armado), los ambientalistas colombianos esperamos que tanto el Estado como los grupos alzados en armas, guerrilleros y paramilitares, observen rigurosamente, como atrás se indicó, los términos de la "Convención sobre prohibición de usos militares y de uso hostil de cualquier técnica de modificación ambiental" (ENMOD), así como los "protocolos adicionales" de la Convención de Ginebra, en virtud de los cuales se prohibe la utilización de medios de guerra dirigidos a causar daños severos, extendidos y con efectos de largo plazo sobre el medio ambiente natural.

Pero sobre todo, esperamos que los actores armados del conflicto y en general los actores que participan o van a participar en las negociaciones de paz, encaren el tema ambiental con toda seriedad y en toda su complejidad. Que no se tome con criterio exclusivamente "cosmético" y para llenar un requisito de moda o formal, sino que se reconozca que el tema cruza transversalmente todos los posibles temas de negociación, y que todas y cada una de las decisiones que se tomen deben evaluarse en función de su impacto sobre la sostenibilidad.

Esperamos que este documento contribuya a clarificar los vínculos y las inter-relaciones entre el medio ambiente, el desarrollo y la paz.

Valga la oportunidad para saludar como necesarios y convenientes los espacios de diálogo y de concertación que se están abriendo entre los actores armados y la sociedad civil, y para reiterar el apoyo de los ambientalistas a cualquier iniciativa seria que conduzca a una paz sostenible en el país. Reiteramos nuestra aspiración a que en esos espacios se le reconozca al tema ambiental toda su importancia y transversalidad con respecto a los demás temas de discusión.

¿Qué esperamos los ambientalistas de los sectores productivo y privado?

En el sector productivo colombiano, tanto privado como estatal, y en el sector privado en general, ha ido creciendo en los últimos años lo que se ha dado en denominar "consciencia ambiental", con verdadero compromiso por parte de algunos de los actores sociales vinculados a esos sectores; con más afán publicitario que compromiso real por parte de otros, que han visto en el tema ambiental más una estrategia de marketing que una obligación de transformar no solamente sus sistemas de producción, sino su manera de interactuar con el resto de la sociedad.

No pensamos que la práctica de dividir el mundo per se entre buenos y malos, tenga sentido en una sociedad que afronta una de sus más graves crisis históricas, en la cual se encuentra en juego nada menos que su propia viabilidad. 

No creemos, en consecuencia, que a estas alturas resulten válidas descalificaciones como las que se hacen por parte de algunos sectores a la industria en general, sin tener en cuenta las especificidades de cada subsector e incluso de cada empresa dentro de su subsector, menos aún cuando (al menos algunos de nosotros) aceptamos que el crecimiento económico es uno de los requisitos (aunque no el único) para superar las condiciones de pobreza económica, ambiental, afectiva y cultural que afectan a un porcentaje mayoritario de la población colombiana. (El presente documento podría describirse en parte como un resumen de los criterios dentro de los cuales pensamos que debe llevarse a cabo dicho crecimiento económico para que se traduzca en felicidad humana y no en un mero dato contable.)

No quiere decir lo anterior, sin embargo, que dejemos de reconocer y de afirmar que sí existe una enorme responsabilidad en la crisis ambiental –y en general en la crisis del país— en la manera como se ha concebido y llevado a cabo la producción de materias primas y de bienes y servicios en los sectores extractivo, manufacturero, financiero y comercial, sin evaluar los efectos de dichas actividades sobre el medio circundante, en sus dimensiones ecológicas, sociales, éticas, económicas y culturales.

Pensamos, por ejemplo, que esa arrogancia devastadora que ha caracterizado al capitalismo frente a los grupos y comunidades humanas que, como resultado de su centenaria interacción con el entorno, han desarrollado otras lógicas y otras racionalidades (no regidas necesariamente por la rentabilidad económica), debe reconocer la validez de esos otros proyectos de vida, en lugar de tratar de imponer la lógica capitalista "por la razón o la fuerza". Por ejemplo regiones colombianas (ecosistemas y comunidades) como el Chocó Biogeográfico, no resistirían el impacto de esos "megaproyectos" que en su concepción y en su desarrollo constituyen encarnaciones de esa arrogancia devastadora.

Hoy, por fortuna, en muchos actores del sector privado –para algunos en la teoría, para otros en la práctica --, tiende a imponerse la obligación de asumir la debida responsabilidad por el impacto de la producción sobre ese medio circundante; de reconocer y compensar los costos sociales y ambientales de la actividad productiva, en lugar de transferírselos a los perjudicados; de relativizar el peso de las ganancias económicas como únicas prioridades, frente a la necesidad de concebir la empresa como parte activa de un entorno social; en fin, de desarrollar, adoptar y observar una nueva "ética empresarial" , en función de valores que trascienden el afán de lucro como meta exclusiva de la producción. 

Una parte central de esa "ética empresarial" la constituye el concepto de "calidad", aplicado tanto a los sistemas de producción como a los bienes y servicios que se ofrecen al consumidor. "Calidad" que trasciende al producto mismo, para incorporar una serie de valores y de significados que forman parte de nuestro imaginario social. "Calidad" cuya ausencia, como por ejemplo en el caso de muchos programas de "vivienda de interés social" (en términos de diseño, dimensiones, materiales, entorno, etc.) constituye una grave forma de violencia contra el ser humano y el caldo de cultivo para formas mas expresas de irrespeto contra la vida y su dignidad y calidad, y en consecuencia un atentado contra la paz.

No pretendemos desde el ambientalismo, ni mucho menos, dictarles cátedra a los sectores de la producción, sino expresar nuestra convicción de que es posible identificar puntos de encuentro a partir de los cuales, actuando con sentido histórico, con compromiso de trascendencia, con transparencia y con lealtad, podemos intentar salidas constructivas a las contradicciones que siempre existirán como esencia misma de la vida en sociedad, y participar conjuntamente en la construcción de un nuevo país.

¿Qué esperamos los ambientalistas de los potenciales aliados a nivel internacional?

Para que el apoyo y la cooperación resulten eficaces en términos de sostenibilidad global, no bastan las buenas intenciones del cooperador. 

Los ambientalistas colombianos esperamos de nuestros potenciales aliados internacionales en la tarea global de hacer de la nuestra una sociedad sostenible, y en el propósito puntual de construir la paz, su contribución al fortalecimiento integral de las organizaciones sociales y su apoyo para la institucionalización del Estado y de la sociedad, y para fortalecer la capacidad de gestión social y ambiental de los actores nacionales.

La cooperación para construir una sociedad más democrática, más equitativa, más solidaria y más sostenible, debe constituir ella misma, en sus métodos y en sus contenidos, un ejemplo de democracia, de equidad, de mutuo respeto, de solidaridad y de sostenibilidad.

La construcción de la democracia participativa y real constituye un proceso de aprendizaje de largo plazo e implica un profundo cambio cultural.

Cuando la cooperación inhibe el fortalecimiento y la autonomía de los actores locales o cuando no permite una consolidación "orgánica" de los procesos de aprendizaje (con sus aciertos y con sus errores), a través de los cuales se llega a la construcción de una verdadera cultura democrática, resulta totalmente contraproducente en términos de sostenibilidad.

Existen en Colombia múltiples ejemplos de cooperación internacional basados en el apoyo a los objetivos de los actores nacionales, que surten como efecto unas mayores posibilidades para la construcción de sostenibilidad, como también ejemplos de programas de cooperación que satisfacen primero los intereses de los cooperadores, mientras niegan en los hechos las prioridades nacionales.

Movimiento Ambiental Colombiano
Visite el web de Proyecto Atarraya Última actualización 01/02/2000
Por Germán Bustos Correo electrónico: atarraya@planetaecologico.com
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