La Aceña (el Parra).
Echo de menos el rio,
ese lugar donde crecí
ahora yermo y sombrio,
triste y viejo, mi rio.
Allí iba a por el agua clara,
donde cogía peces bajo las rocas
y por la tarde me iba a bañar.
Donde me enamoré por primera vez.
Allí, donde quedabamos en la noche
y mirando a las estrellas te hablaba,
y cosas dulces nos soliamos decir.
Si, y donde por primera vez te besé.
Mi rio, ahora muerto,
donde miles de peces nadaban
y entre mi cuerpo jugaban
cuando en sus aguas me hundía.
No te podré olvidar rio mio,
pues mi alma se parece a ti,
de ti aprendí a amar,
de tí aprendí a vivir.
Eras frio en la mañana,
pero cálido al atarder.
En tus orillas quiero yacer, rio mio,
cuando la muerte me venga a ver.
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Viajar muy temprano.
Absorto en sus bellos ojos
por estribor de la nave caí,
pero salvado por mi amada, la Suerte
a los lomos de un delfín me cogí.
A una playa por fin llegué
y lo que mas echo de menos
son sus ojos oscuros clavados en mí.
Eran como pequeñas afiladas agujas,
con ellos me hacía reír
y perdido en sus aguas tranquilas
pasaba las horas sin fin.
Ahora, en esta solitaria ensenada
llamo como un loco al mar,
para sus ojos oscuros volver a contemplar.
Pero como el mar es amigo
y no quiere verme sufrir,
me tiene aquí retenido
y solo me habla de ti.
De un maravilloso lugar,
de acantilados inmensos
de volcanes callados.
Así que montado en mi delfín,
el jardín de las Hespérides buscaré,
vagabundeando por mares de bits
a mil lugares iré.
En el viaje veré sirenas,
que tontas de ellas, se enamorarán de mí,
y arrastrado hasta el fondo del mar
yo también las amaré.
Vivir es visitar islas
es como abejas-libar
las flores del arco iris
y es el néctar, amar.
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Después de la fiesta.
Arremete sin razón y contra mí, el viento,
me golpea esta noche en el rostro
y aunque estaba alegre, golpea sin miramiento
y cambia mi semblante de radiante a tosco.
Imposibles de la vida, sueños que se perderán,
nada quedará de nuestras vidas,
y de nuestras cosas, nada quedará.
Por la mañana saldrá el sol en el levante
pero no le podré saludar,
no puedo parar, seguiré hacia adelante
para así no despertar.
Y alguna tarde de Otoño, al caminar junto al
lago
temblaré por creer haberte visto pasar,
o que sentada en una barca, agitando la mano
me llamas para que vaya contigo a remar.
Pero así son los sueños
que agarran fuerte el alma, y la agrietan
y no la sueltan, la desgarran
hasta bordear los páramos de la soledad.
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