CONOCIMIENTOS EMPRESARIALES RELEVANTES Y CONFIDENCIALES:

ASPECTOS JURIDICOS Y ECONOMICOS.

Departir en el pasillo con algunos profesores es siempre una experiencia enriquecedora para cualquier universitario, recuerdo con claridad en especial una conversación con el maestro y excelente jurista Dr. Figallo, quien me contó la siguiente anécdota, que es útil además a nuestros fines: Cierta vez una gran empresa encargada del funcionamiento del más grande oleoducto venezolano tuvo ciertos desperfectos que amenazaron con paralizar el transporte del petróleo, lo que suponía retrasos en la exportación del mismo y, por supuesto, pérdidas millonarias. Sin perder un minuto el Presidente Ejecutivo de la empresa dispuso la ubicación inmediata del profesional más competente capaz de dar solución al grave problema. El experto llegó e inmediatamente se reporto a las oficinas del Presidente Ejecutivo, sin perder un solo minuto se dirigieron a la central del oleoducto. El diestro saco sus guantes, perfilo sus lentes, solicito un martillo, palpo ciertas tuberías y dio cinco certeros martillazos en distintas posiciones. El Presidente Ejecutivo estaba perplejo; mientras que el hombre aún con el martillo entre manos se sacaba los lentes y enjugaba el sudor de su rostro. Al señalar que el trabajo estaba concluido y que verificaran, cual no sería el asombro del Presidente Ejecutivo al notar el normal desenvolvimiento de la planta.

Ya en la oficina, el Presidente Ejecutivo agradece la pronta solución del problema y le pide al profesional indicar su remuneración. Efectivamente, éste le extiende el recibo al Presidente Ejecutivo. Un momento –le dice– ¡Ud. está loco!, ¡Cómo me va a cobrar US$ 5 millones de dólares!–. El competente profesional le indicó sin inmutarse, que era un millón de dólares por cada golpe. Pero si cualquiera hubiera podido dar esos cinco golpes –imprecó furibundo el funcionario–. A lo que el profesional replicó: «Dar golpes es lo de menos, saber dónde y cómo es lo importante». Hasta donde sabemos el profesional competente se encuentra hoy de vacaciones en Bahamas. Así, más o menos, recuerdo la anécdota del Dr. Figallo, entre las risas de mis condiscípulos.

La experiencia, estimado lector, es un arte que se aprende haciendo uso de la vida. El apostolado de los maestros, el trato con los demás y las piedras en el camino nos enseñan a desenvolvernos en sociedad, a ser eficientes y eficaces en nuestra conducta diaria.

Ese cúmulo de conocimientos –si bien empíricos– nos son útiles durante toda nuestra existencia y de alguna forma son productos que la Vida –así con mayúscula– se encarga de ofertar a hombres dispuestos a pagar el precio por ella.

Esos hombres, generalmente emprendedores, persistentes y visionarios, han optado por modificar sus circunstancias y condiciones con el objeto de descubrir, comprobar o demostrar algo. A algunos esos descubrimientos los han llevado a la cumbre a otros les ha enseñado que camino no seguir.

Pero la experiencia no es privativa de las personas de carne y hueso, adquiere relevancia – y mucha– en el ámbito empresarial de lo que empezamos a llamar "aldea global", por no dejar de citar el tan usado término de Mac Luhan para referirse a este engendro social de fin de siglo, en la que el conocimiento en general –práctico y teórico– adquiere mayor importancia y se convierte en medio de producción fundamental con una capacidad de generación e intercambio que no conoce de límites y evidentemente con un gran valor en el mercado (de esta gran escenario INTERNET es un eslabón más).

Estimado lector, esta obra que colocas en tus manos no tiene mayor propósito que el de estudiar el alcance económico de la información, analizar la protección jurídica de los conocimientos empresariales relevantes y confidenciales y qué elementos se insertan en este concepto. Consideramos que el estudio de las relaciones entre los particulares contratantes y sus intimas motivaciones debe dar al legislador las pautas pertinentes para una adecuada regulación.

El libro, sin embargo, tiene las limitaciones propias del espacio y el tiempo, y las necesidades son muchas y crecientes, por ello no dudes lector en hacer uso de la tecnología que este siglo nos ha puesto, comunícate con nosotros al siguiente correo electrónico si consideras que existe determinadas partes de la obra en la que debemos abundar o para hacer algún comentario: itsfranchising@yahoo.com o visítanos en www.geocities.com/itsfranchising.

 

 

1. CONOCIMIENTO: ¿ QUÉ ES? Y ¿PARA QUÉ SIRVE?

«Acción y efecto de conocer o conocerse.|| Sentido, aptitud del alma para percibir los objetos exteriores».

Todos tenemos noción del conocimiento, pero ante la primera pregunta es posible que nos quedemos callados o que demos respuestas como las del diccionario. Sin embargo, compartimos una idea de conocimiento y lo asociamos con el saber. Tratemos en esta primera parte de llevar un poco de luz al intrincado campo del conocimiento, con la ayuda de destacados y conocidos estudiosos.

Para Peter Drucker, especialista en administración y posmoderno gurú, el conocimiento es «... la información que demuestra su eficacia en los hechos; la información que se enfoca en los resultados». Para este autor el conocimiento no es un concepto estático, es en esencia dinámico y aplicable. La información que no es susceptible de aprovecharse, en beneficio propio o de tercero, no es conocimiento.

Shannon, citado por Gates, parte de una definición que lleva implícita la finalidad del conocimiento, nos dice que es «la reducción de la incertidumbre». Bill Gates, presidente de Microsoft Corp, –la verdadera oficina en la que trabajamos– nos da un ejemplo pueril, pero sumamente gráfico: «... si uno sabe ya que es sábado y alguien nos dice que es sábado, no hemos obtenido ninguna información nueva. Y al contrario, si no tenemos seguridad del día en que estamos y alguien nos dice que es sábado, se nos ha dado información porque se ha reducido nuestra incertidumbre».

El conocimiento, mencionamos, no es un concepto uniforme y ostenta determinados niveles:

  1. Know-where to que implica el reconocimiento de objetivos, y que a diferencia de lo que se planteaba a fines de los setenta es responsabilidad primordial de toda organización sea lucrativa o no, sea gubernamental o privada.
  2. Know-what que es el estudio de los problemas relevantes, el cual está determinado, por ejemplo, por las exigencias que impone el medio ambiente en las empresas manufactureras.
  3. Know-why o conocimiento científico, vinculado íntimamente con la investigación creadora o la adaptación de conocimientos ya existentes a la satisfacción de nuevas necesidades.
  4. Know-how que supone la aplicación concreta de la información y genera productividad.

El aspecto pragmático (qué hacer y cómo hacerlo) del conocimiento, orientado a la especialización del mismo, ha gobernado las preocupaciones de los países aún industrializados. Hoy podemos saber por cualquier medio disponible que se clonan animales, sabemos en qué consiste el procedimiento y hasta podemos atrevernos a opinar sobre lo moral o inmoral de clonar a seres humanos. Sin embargo, en la acción no sabemos –desconocemos– los puntos más ínfimos de la ingeniería genética. Esos datos son inútiles.

Cuando esos datos, inútiles para nosotros por nuestra manifiesta incapacidad, son internalizados por especialistas en ingeniería genética, se convierten en información, puesto que sirven para un propósito determinado, tienen un fin, buscan un resultado. Esa información va a engrosar el conocimiento de ese especialista y seguramente a nutrir el campo científico y tecnológico. Con este ejemplo hemos querido sugerir que la información está constituida por datos jerarquizados sumamente especializados. Ortíz Caballero reseña: «...la información es un conjunto de datos a los que se le ha otorgado relevancia y, en tal virtud, sirven para un propósito determinado».

Por supuesto el conocimiento no es privativo de quien pasa su vida con un mandil blanco encerrado entre cuatro paredes estrechas o de quien, profesión en mano, pretende teorizar sobre determinada realidad social. Gente rústica ha desarrollado conocimiento al estar familiarizado con la fabricación de un producto o la prestación de un servicio, mejorando los procesos de la organización y las herramientas necesarias para su elaboración o prestación.

Drucker agrupa al conocimiento de la siguiente manera:

  1. La mejora continua del proceso, producto y servicio.
  2. La explotación continua del conocimiento existente para desarrollar nuevos y diferentes productos, procesos y servicios.
  3. La innovación genuina.

Estas tres clases no son excluyentes entre sí, ni suponen la primacía de una sobre la otra, es más, las tres deben ser utilizadas simultáneamente para lograr mayor productividad del conocimiento.

En el Libro Blanco sobre «Crecimiento, competitividad y empleo» presentado en Bruselas en 1 993, se destaca a la información como: «el motor de la actividad empresarial, de la investigación y el desarrollo tecnológico». Es evidente, entonces, que el conocimiento tiene un valor substancial, en la práctica se compra y se vende; pero además, tiene valor como fuente de poder.

Hay también quienes consideran que pretender definir el término conocimiento es poco menos que estéril, fundan su posición en que éste no puede ser sustancialmente aclarado mediante otros términos de mayor precisión y claridad. Cabanellas adopta esta posición: «Decir, por ejemplo, que el conocimiento supone una idea sobre el universo, o una percepción humana sobre el ser, o adoptar cualesquiera otras de las múltiples definiciones de que nos provee el pensamiento filosófico en nada nos ayudará en la tarea de analizar el área jurídica objeto de esta obra, introduciéndonos en materias reservadas a la filosofía, cuyas dificultades son bien conocidas». Respetamos esta posición, pero no la compartimos. Cierto es que pretender delimitar el solo término "conocimiento" nos llevaría por un sendero inacabable de posiciones y contraposiciones, pero es necesario insertar a Ud., apreciado lector, en las propuestas más aproximadas sobre las propiedades del conocimiento.

 

2. UN POCO DE HISTORIA...

Pese a que no existe aún bibliografía útil sobre la historia del conocimiento, no es difícil asegurar que es la historia del hombre sobre la faz de la tierra; nuestra vida depende aún –como en el génesis– de nuestra capacidad para satisfacer necesidades, sean éstas primarias o complejas, sean propias o ajenas.

Los peruanos ostentamos una historia del conocimiento bastante más especial de la que cualquier nación pueda sentirse orgullosa. Basta con señalar que el Perú, conjuntamente con la China, la India, Medio Oriente y México fueron los que desarrollaron la agricultura, y en consecuencia quienes originaron esa primera ola de cambios socioeconómicos, culturales, psicológicos y un largo etc., que llevó al hombre a dar el primer paso en sus pretensiones de dominar y servirse de la naturaleza.

No nos remontaremos al fundamento del homo inventus; ni ingresaremos en terrenos filosóficos cuyo estudio no nos corresponde; ubiquémonos en la segunda mitad del siglo XVIII, un estadio de suma importancia en la evolución de la humanidad. Europa –me refiero a las actividades económicas– se movía al ritmo del viento, de los animales, de los esclavos y al agua.

En 1 769, un inglés, de enfermiza infancia y de apellido Watt, James Watt, descubre el uso eficiente de las máquinas de vapor, en buena cuenta es el responsable de la reducción del costo de su utilización. Watt no inventa las maquinas a vapor– máquina que por ciento se remonta a unos 2 000 años y cuya paternidad se le atribuye a un griego llamado Hero de Alejandría– hace eficiente y económicamente rentable el uso del artilugio.

El trabajo de Watt contribuye firmemente al fenómeno psicosocial y económico llamado Revolución Industrial y la consecuente industrialización de la economía. La máquina sustituye a la tierra (característica primordial de una economía primaria agraria, meramente extractiva) o para decirlo en términos de Drucker: «el conocimiento se aplicó a las herramientas, procesos y productos». Surge aquí el primer gran cambio de noción sobre conocimiento, que se había visto como algo relativo al ser; y de pronto, el término se empezó a aplicar al hacer. Agrega Drucker: «El conocimiento siempre había sido un bien privado, pero casi de un día a otro se transformó en un bien público».

Por supuesto, sería en exceso atrevido señalar que este artificio técnico ocasionó el cambio económico, político y social por si mismo, que caracterizará a la sociedad moderna. No. La Revolución Industrial es en realidad un proceso complejo, cuyas causas y consecuencias sólo podemos mostrar como pinceladas de lego pintor a la espera de que el lector inteligente invierta un poco de su valioso tiempo en investigar.

Esta primera revolución técnica y el Capitalismo –así con mayúscula– se impusieron con sonoro éxito en el mundo entero. Drucker tiene una explicación interesante sobre este fenómeno: «...hay un elemento crítico sin el cual el capitalismo y el avance técnico no se habrían podido convertir en una pandemia social en todo el mundo. Ese elemento fue el cambio radical en el significado del conocimiento, que tuvo lugar en Europa hacia el año 1 700». Efectivamente, la noción de conocimiento, como anticipáramos líneas arriba, varió sustancialmente, el conocimiento, propiedad del artesano, del granjero, del comerciante fue ordenado y estandarizado en textos; de tal suerte, que cualquier lector desprovisto de capacitación aprendiera a ser un especialista, un tecnólogo. La experiencia se convertía en información, el aprendizaje en manuales, el secreto en metodología y la práctica en tecnología.

Los conflictos socioeconómicos de la industrialización en la sociedad capitalista y el creciente avance tecnológico nos lleva a la aparición de una segunda ola de cambios: la Revolución de la Productividad.

El auge de la sociedad moderna se acentúa; sin embargo, en el seno del conocimiento opera otro cambio fundamental. Si en la Revolución Industrial el conocimiento se aplicó a las herramientas, procesos y productos, en la Revolución de la Productividad el conocimiento se aplicó al trabajo.

Fue Taylor, Frederick Winslow Taylor, quien siendo de posición económica solvente, trabaja como obrero por las pésimas condiciones de su vista. Taylor logra, sin embargo, tener estudios de ingeniería y economía, estudios que le permitieron, primero, hacerse rico mejorando la calidad de los procesos en la fabricación del acero. Segundo, desarrollar un esquema de organización científica del trabajo.

Efectivamente, propone la descomposición del trabajo complejo de un artesano en un conjunto de unidades de operación idénticas, elementales y repetibles. Subraya, asimismo, la importancia de la capacitación de los obreros para que en unos pocos meses pudieran realizar labores que a otros les costaban mayor tiempo y esfuerzo. Tiempo después se le llamó Productividad.

Taylor logró con sus postulados el aborrecimiento de la clase capitalista e incomprensiblemente, el mismo sentimiento provocó entre los trabajadores.

La trascendencia de la Revolución de la Productividad salvó al mundo capitalista de la tragedia comunista, los proletarios productivos si bien no se hicieron millonarios accedieron a una posición social más expectante: la clase media. Esto implicó el aumento en su calidad de vida, de la capacidad de consumo y del tiempo de ocio.

Sin embargo, la Revolución de la Productividad en el trabajo manual tenía que llegar a su fin, víctima de sus propio éxitos, puesto que produjo la reducción de los trabajadores manuales. A partir de ese momento lo que importaba es el rendimiento de los trabajadores no manuales: El profesional y el técnico.

Por tercera vez, en menos de tres siglos, el concepto de conocimiento se modifica; y se convierte en factor de producción esencial. Insistimos con Drucker: «Estos hechos sean deseables o no, son las respuestas a un cambio irreversible: el conocimiento se aplica hoy al conocimiento». Este cambio es denominado por el autor de la Sociedad Postcapitalista como la Revolución de la Administración, para otros el nacimiento de una nueva sociedad gobernada por el conocimiento, o mejor, por la velocidad con que el conocimiento se traslada y satisface nuevas y crecientes necesidades en el mundo. Ciertamente no vislumbramos con claridad cuando es que la etapa anterior ha terminado y que posibilidades nos muestra esta nueva sociedad –considerando, claro está, que el Perú ha salido recientemente de períodos feudales y ostenta una incipiente industrialización–, queda como una de las poca certezas que el conocimiento es el recurso económico y personal clave, la herramienta que hace la diferencia entre profesionales y trabajadores manuales, primer y tercer mundo, productividad y pobreza.

3. PERSPECTIVAS ECONOMICAS DEL CONOCIMIENTO:

La preferente explotación de los recursos naturales en general y su alta participación en el Producto Bruto Interno (PBI) son características de una sociedad agraria, primaria o simplemente extractiva. Con la Revolución Industrial, la sociedad mundial preponderantemente agraria modifica sus estructuras e ingresa a una segunda etapa: la sociedad manufacturera, industrial o secundaria. Los cambios económicos no se detienen y hoy tenemos conciencia de una nueva modificación estructural: la desmaterialización y terciarización de la economía, que supone el reinado de los bienes inmateriales (servicios y conocimiento) en la economía actual –la nueva economía–. Las dimensiones de esta transformación económica se pueden resumir:

  1. El aumento del valor del procesamiento de información frente al procesamiento de materiales como objetivo de la gestión económica (dimensión tecnológica).
  2. La formación de redes globales de comunicación (dimensión socio cultural) y
  3. El cambio en la esfera de trabajo (dimensión socioeconómica).

En un libro anterior nos hemos referido al impacto de las franquicias en el sector terciario, y citamos el excelente análisis del Dr. Ulrich Menzel, catedrático de la Universidad Técnica de Braunschweig, Alemania, al que nos permitimos convocar por ser sumamente esclarecedor y compatible con los preceptos antes señalados: «En el eje vertical de la exposición (el ideal típico) se ubican los aportes que hacen los tres sectores de la economía nacional al producto social (o también la distribución social). En el eje horizontal el tiempo entre 1 750 –cuando el mundo era principalmente agrario– y el año 2000, en el cual la posmodernidad ya se ha impuesto. El aporte del primer sector (es decir, de la producción primitiva de la agricultura y minería) se ubicaba antes del comienzo de la Revolución Industrial en todos los países en cerca del 80 por ciento. Con el avance de la industrialización se ubicó claramente entre 1850 y 1 900 por debajo del nivel del cuarenta por ciento, y hoy se mueve en alrededor del dos por ciento, a pesar de que naturalmente la producción agraria ha aumentado en términos absolutos en el mismo período. Paralelamente el sector secundario (el de la transformación de los productos originales en mercancías elaboradas y semielaboradas) aumentó de cerca de diez por ciento (artesanía e industria casera tradicional) entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Desde entonces esta proporción se ha venido reduciendo hasta un 15 a 30 por ciento pese a la creciente producción industrial. El punto de encuentro entre ambas líneas marca el tránsito de la sociedad agraria a la industrial.

Al mismo tiempo el sector terciario (servicios), comenzando en un nivel semejante, ha incrementado su importancia relativa sin que –como ocurre en el sector secundario– disminuyera en el siglo XX. No solamente crece en términos absolutos, sino relativos y entre tanto ha alcanzado un volumen de sesenta a setenta por ciento.

La apertura de la tijera entre las dos últimas curvas marca el tránsito de la sociedad industrial a la de servicios.

Este proceso tiene consecuencias para los países industriales y los países en desarrollo. En los Estados Unidos, donde el proceso se halla más avanzado, el porcentaje de la agricultura alcanza actualmente sólo el uno por ciento, el de la industria transformadora el quince por ciento, y los servicios más del ochenta por ciento. Mientras en los países de industrialización temprana, como Inglaterra, se requirieron para este doble tránsito cerca de 200 años, en los países de industrialización tardía pertenecientes a Europa o Norteamérica se necesito apenas 100 años. En los países industriales emergentes de la primera generación, vale decir los del este de Asia, este proceso se redujo a menos de 50 años. También aquí la industria ya ha traspasado el cenit de su importancia relativa. Incluso países como Brasil, que nunca alcanzaron el estado de la sociedad plenamente industrial, han ingresado ya al tercer estadio. »

Las consecuencias del acceso a la sociedad terciaria o del conocimiento son aún inciertas, los futurólogos como Drucker, Tofler e incluso meros especuladores del futuro, pero grandes millonarios del presente como Bill Gates, se muestran optimistas con respecto al ingreso en esta nueva etapa mundial. Empero, también existen quienes temen una gran marginación histórica o presienten un gran horror económico. «Una ínfima minoría, provista de poderes excepcionales, propiedades y derechos considerados naturales, posee de oficio ese derecho (el derecho a vivir). En cambio el resto de la humanidad, para "merecer" el derecho de vivir, debe demostrar que es útil para la sociedad, es decir, para aquello que la rige y la domina: la economía confundida más que nunca con los negocios, la economía de mercado. Para ella, "útil" significa casi siempre "rentable", es decir, que le dé ganancias a las ganancias». Para Viviane Forrester, existe algo más terrible que la explotación: la ausencia de explotación. Si consideramos que esta escritora francesa sostiene que el derecho a la vida transita necesariamente por el derecho al trabajo, y éste último es escaso, por lo menos para los trabajadores manuales; la visión de esta gran mayoría de trabajadores es en realidad penosa, hasta dramática. Sin embargo, olvida Forrester, que en todas las nuevas etapas el ser humano ha sabido encontrar nuevos oficios y trabajos que le permitan ejercer su derecho a vivir. Ello implica, claro esta, que esos trabajadores manuales de hoy se recapaciten o sean recapacitados por las empresas o por el Estado, sin que con ello restemos importancia a la necesidad de que el individuo participe activamente en su re educación. Nadie pretende tapar el sol con un dedo, los cambios siempre traen problemas de todo orden, y en especial en el campo social. Los países con escaso desarrollo, con muchas necesidades, poca educación y estrecha visión para explotar recursos, deben concentrarse en la niñez, en generar una nueva educación, sustentada en las necesidades de la sociedad, que los niños sepan qué hacer y cómo hacerlo. «La educación es la gran palanca de la sociedad y toda mejora que se produzca en ella significa un gran paso adelante en la igualdad de oportunidades». E incluso Viviane Forrester, poco optimista en el futuro le atribuye a la educación un papel de primer orden: «Aquí no se pone en tela de juicio la diversidad y el contenido de las materias (el contenido educativo); todo lo contrario. Cerrado el camino del trabajo, la enseñanza podría darse el objetivo de ofrecer a estas generaciones-bisagra una cultura que diera sentido a su presencia en el mundo, su simple presencia humana, lo que les permitiría adquirir una idea general de las posibilidades accesibles a los humanos, una perspectiva del campo de los conocimientos. Con ello les daría razones para vivir, caminos para desbrozar, un sentido para su dinamismo inmanente».

Volviendo al análisis del Dr. Menzel, nos permite considerar la posibilidad de ingresar a una sociedad terciaria –sin la necesidad de acceder previamente a una sociedad industrial con los consiguientes problemas ecológicos y sociales– si explotamos nuestras posiciones y ventajas en el sector servicios en el ámbito mundial. Sacrificios habrá que soportar, pero el resultado final será una sociedad competitiva con una gran base de trabajado 1