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UN PROGRAMA CONTRA EL
TLC Y POR LA ALIANZA OBRERO Y CAMPESINA
Autor: Martín Juarez
Fecha: 14 FEBRERO 2008
En la reciente
movilización del 31, la mayoría de las organizaciones
participantes (así como sectores del PRD y del Frente
Amplio Progresista) demandaron la «renegociación» del
TLC, en contra de la cerrazón de Calderón y el PAN, que
afirmaron una y otra vez que «el TLC no se negocia».
El momento actual, y la
energía demostrada por los cientos de miles que se
movilizaron, requiere que discutamos qué programa se
requiere para resolver las demandas de las masas agrarias
explotadas, oprimidas y pobres. La devastadora situación
que atraviesa el campo es consecuencia de la subordinación
de l gobierno de México y la imposición de intereses
económicos y políticos de Washington, de los cuales, el
TLC es la punta de lanza. Las últimas décadas fueron
testigo de una verdadera ofensiva contra las conquistas
que, después de la revolución, las masas agrarias les
impusieron a los gobiernos «posrevolucionarios». Este
ataque dio un salto a partir del 92-94, con la firma y
posterior entrada en vigor del TLC. La contrarreforma
impulsada por Salinas de Gortari y continuada por priistas
y panistas, garantizó la apropiación de tierras y de
recursos naturales para terratenientes y empresas del
agrobusiness («nacionales» y extranjeras), liberalizó aun
más el comercio y permitió la entrada indiscriminada de
productos importados, proceso que llegó a su culminación
en el 2008.
Renegociación o lucha por el desconocimiento del TLC
Ante esta ofensiva del
imperialismo y las transnacionales en el campo, la
renegociación es -en el mejor de los casos-, una
perspectiva ilusoria que puede convertirse en una
verdadera trampa para la movilización. De una parte,
porque siembra la expectativa de que bajo la presión,
EE.UU. aceptará renegociar el Tratado, «obligado» por las
mismas instituciones que durante años avalaron la entrega.
Y, por otro lado, porque la consigna de «renegociación»
genera la ilusión de que se logrará una situación
favorable a los campesinos manteniendo el TLC y por ende
la subordinación económica y política a los EEUU.
Ningún cambio cosmético o
«renegociación» parcial puede lograr esto. Y es que la
miseria, explotación y opresión en el campo, depende
directamente de la expoliación imperialista y de los
acuerdos que, entregan el control de la tierra y los
recursos naturales a los consorcios financieros
internacionales. Para defender los intereses de los
jornaleros y campesinos arruinados, y frenar la ruina de
los pequeños y medianos productores, hay que impulsar
-como primera medida-, la ruptura de los pactos y acuerdos
que atan el país al imperialismo y están al servicio de
las trasnacionales y sus socios nativos, También hay que
enfrentar y denunciar el ALCA y el Plan Puebla Panamá, una
verdadera política de recolonización de América Latina a
partir del control de los recursos naturales. Luchar por
una solución radical a la miseria en el campo, implica
también movilizarnos por la derogación del Art. 27
constitucional, que sentó las bases para la entrada del
TLC; junto al desconocimiento y no pago de la deuda
externa, y la imposición de impuestos a las grandes
fortunas son medidas fundamentales para obtener los
recursos necesarios resolver las demandas de las masas del
campo y la ciudad. Esta lucha va unida a enfrentar la
entrega de PEMEX y el conjunto de los recursos naturales
del país al imperialismo.
Pero así como no es posible
lograr un tratado equitativo con el imperialismo, tampoco
se pueden resolver la miseria del campo «respetando» los
intereses de las grandes trasnacionales. Es necesario un
programa que luche por la expropiación sin pago de las
tierras en poder de las agrobusiness y terratenientes que,
y por la restitución de tierras a los indígenas y
campesinos, muchos de los cuales son obligados a emplearse
como jornaleros en condiciones de semiesclavitud.
Por
una reforma agraria radical
Es fundamental pelear por
una reforma agraria radical que entregue la tierra a los
campesinos pobres y haga efectiva la demanda de Emiliano
Zapata de que: «La tierra es de quien la trabaja». Para
ello, esta reforma agraria, debe garantizar la
supervivenciad y producción de los millones de campesinos
de los pequeños productores. Es fundamental la alianza
campesina con los trabajadores de las ciudades en una
lucha común, pues éstos son, quienes en perspectiva,
pueden garantizar el acceso al transporte, almacenamiento
y la distribución de los productos agrarios, y el crédito
necesario para la producción. Y en base a la alianza
revolucionaria de obreros y campesinos, avanzar en la
nacionalización de la banca y el control del comercio
exterior, cuestión elemental para la venta de los
productos agrarios del país.
La expoliación imperialista
va unida a la opresión y la represión. Para soldar la
unidad entre los explotados y oprimidos, las
organizaciones campesinas que se movilizan deben
pronunciarse por el alto a la represión a las comunidades
indígenas, la libertad de los presos políticos y la
disolución de las guardias blancas que actúan al servicio
de los terratenientes, así como exigir la salida del
ejército de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y de los demás
estados sitiados por los militares. Junto a esto, impulsar
el derecho a la autodeterminación de los pueblos indios,
incluyendo el derecho a la separación si así lo desearan,
así como contra la opresión sobre las etnias y pueblos
indios, y en particular sobre las mujeres indígenas, que
son triplemente oprimidas y explotadas.
Por la
unidad obrero campesina
Para derrotar el ataque y
la opresión imperialista hay que profundizar la alianza de
obreros, campesinos e indígenas pobres, en torno a un plan
de lucha y una movilización independiente respecto del
Congreso de la Unión y sus partidos. Ya vimos su rol en el
2001, votando la reaccionaria ley indígena contra los
zapatistas. La confianza en el Congreso de la Unión, y en
que el mismo logre una renegociación «favorable», sólo
puede desviar fuerzas y debilitar el único camino para
imponer las demandas campesinas: la unidad obrera,
campesina y popular contra los planes, preparando el
camino para un gran paro nacional que ponga un hasta aquí
al ataque de Calderón y el FMI, y que luche contra los
planes de los capitalistas, las trasnacionales y los
terratenientes.
UNIDAD
INTERNACIONALISTA CON LOS TRABAJADORES NORTEAMERICANOS
Para luchar contra el TLC y
la opresión imperialista, los trabajadores y campesinos
mexicanos tenemos un aliado fundamental en los
trabajadores estadounidenses. Más de 30 millones de
personas de origen mexicano viven en Estados Unidos, y la
mayoría trabajan principalmente en la construcción y
servicios, así como también como jornaleros. La burguesía
imperialista (con apoyo de la burocracia sindical) siembra
división, fomentando la idea de que los trabajadores
mexicanos le «roban» el empleo a sus hermanos
estadounidenses (o que las transnacionales se llevan
empresas a México o Centroamérica para no pagar los
salarios establecidos en EEUU). Necesitamos enfrentar esta
campaña reaccionaria, ya que la unidad de los explotados y
oprimidos a ambos lados de la frontera es clave para
enfrentar el ataque que los gobiernos junto a los
capitalistas de EEUU y México, llevan adelante.
Para eso, hay que convocar
a los trabajadores de EEUU y a las organizaciones
sindicales y campesinas a pronunciarse a favor de las
demandas de los campesinos y trabajadores de México, así
como por derechos elementales para los migrantes en los
EEUU (como igual trabajo, igual salario, o la legalización
sin restricción de los migrantes). Esto debilitaría al
gobierno de Bush y fortalecería la lucha. La unidad con la
clase obrera norteamericana es fundamental: mientras que,
bajo el dominio de la burguesía imperialista, la
«integración» propugnada por el TLC significó
subordinación y expoliación. Sólo con el triunfo
revolucionario de la clase obrera estadounidense contra su
burguesía imperialista, se logrará una verdadera
integración, de común acuerdo y viendo los intereses de
las grandes mayorías en ambos países y basada en la
instauración de una sociedad sin explotadores ni
explotados.
EL
CAMPESINADO Y LA REVOLUCION SOCIALISTA
Desde la LTS, al mismo
tiempo que proponemos un programa de acción como el que
postulamos arriba, consideramos que la salida estratégica
pasa por soldar la unidad entre el campo y la ciudad,
elaborando un plan común voluntario, entre campesinos y
obreros, para ir superando la pequeña parcela aislada,
económica y técnicamente atrasada, (ejido) y avanzar hacia
una agricultura colectivizada, tecnificada y altamente
productiva en beneficio de todo el pueblo mexicano. Los
socialistas de la LTS luchamos por la colectivización
agrícola e industrial. Pero para llegar allí es necesario
darle a los campesinos pobres la posibilidad de determinar
su propio destino: El gran revolucionario ruso León
Trotsky lo expresaba así: «Afirmamos que nuestra meta
final, como forma más elevada del progreso, es la
colectivización de la agricultura tanto como de la
industria. Sin embargo, el proletariado no puede imponer
este objetivo, al campesinado. Sólo puede facilitar su
avance hacia el mismo.
El proletariado sólo puede
hacer propuestas en ese sentido, que luego habrán de ser
completadas, corregidas y ampliadas por la experiencia
conjunta de ambas clases, igualmente oprimidas por los
explotadores capitalistas. Lo primero que debemos hacer es
asegurar a los campesinos una oportunidad real de
determinar su propio destino, decidir el uso que darán a
sus fuerzas y a su propiedad, expresar sus preferencias en
métodos agrícolas, aplicar su propio juicio a la elección
del momento en que pasarán de la economía privada a la
economía colectiva.»
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