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Una iniciativa privatizadora


El pasado 2 de febrero de 1999 el Presidente de la República anunció, por radio y televisión, que propondría al Congreso de la Unión una reforma a los artículos 27 y 28 constitucionales para abrir "posibilidades a fin de que los particulares puedan invertir en la generación, distribución y comercialización de la energía eléctrica...", bajo el pretexto de que las autoridades carecen de recursos para financiar el crecimiento del sector que tiene "necesidades de inversión por 250 mil millones de pesos, tan sólo para los próximos seis años". En el mismo mensaje leído, Ernesto Zedillo anunció que, de aprobarse la reforma, el Estado se quedaría sólo con la generación de energía nuclear, la operación de algunas plantas hidroeléctricas y el control operativo de la red nacional de transmisión

El día siguiente, 3 de febrero, El SME publicó un desplegado dirigido al pueblo de México, bajo el título "La privatización del Sector Eléctrico compromete la Soberanía Nacional". En él denunciamos que de prosperar la iniciativa presidencial se estaría atentando contra la soberanía del país en materia de electricidad y se sometería de nueva cuenta este sector estratégico a los designios del gran capital. Señalamos:

Terminamos haciendo un llamado a todos los mexicanos patriotas para integrar un Frente de resistencia en defensa de las conquistas nacionales.

Posteriormente, tuvimos acceso al proyecto de reformas que Ernesto Zedillo envió a la Cámara de Senadores, con fecha 3 de febrero de 1999. Estas reformas serían:

Respecto a nuestra fuente de trabajo, la exposición de motivos señala: "El proceso comenzaría con la reorganización de CFE Y Luz y Fuerza del Centro (LFC), para prepararlas para el nuevo entorno... Después de esta etapa se iniciaría el proceso de apertura a la participación privada en el capital social de las empresas públicas", (página 12 de la iniciativa). Es decir, de aquí a fines del 2000, se reorganizaría Luz y Fuerza, para estar en condiciones de ser atractiva a los posibles compradores. No cuesta trabajo imaginar que dicha reorganización significaría el reajuste de personal, la desaparición del Contrato Colectivo y el fraccionar a la empresa en varios segmentos.

De este tamaño es el problema y de la misma magnitud debe ser nuestra respuesta.


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