La batalla de Somosierra

La batalla de Somosierra tuvo lugar el 30 de noviembre de 1808 en el puerto del mismo nombre, entre un destacamento de caballería polaca sirviendo en el ejercito napoleónico y una batería de artilleros españoles.

Después de que Napoleón venciera a los ejércitos de Austria, Rusia y Prusia, que unos años antes se habían dividido entre sí al Reino de Polonia, Napoleón creó el semiautónomo ducado de Varsovia con parte de los territorios polacos. Muchos patriotas polacos pensaron que era el primer paso para restauración del Reino de Polonia, y se alistaron en el ejercito de Napoleón. En el ejercito polaco la caballería tenía una gran tradición, y las unidades de caballería polaca estuvieron entre las mejores del ejercito napoleónico. El mismo Napoleón se solía hacer acompañar de una escolta personal de unos 80 ó 90 jinetes polacos.

En noviembre de 1808 Napoleón avanzaba al frente de su ejército para reocupar Madrid, que había sido evacuada por los franceses después de la batalla de Bailén. Al pasar por el puerto de Somosierra se encontraron con que una batería de cañones impedía el paso, y que debido a lo estrecho del camino, el ejército no podía pasar hasta que se eliminara el obstáculo. Napoleón envió un destacamento de infantería, para que saliera del camino y rodeara a la batería marchando campo a través. Sin embargo, los soldados progresaban lentamente debido a lo abrupto del terreno. De repente, Napoleón perdió la paciencia y ordenó a su escolta de caballería polaca que cargase contra los cañones. El que la caballería cargase frontalmente contra la artillería iba contra las normas más básicas de la táctica. La caballería era muy vulnerable a la artillería, porque los jinetes están más elevados sobre el terreno y representan un blanco más fácil para los cañones. Además, los jinetes no se pueden resguardar en los accidentes del terreno como hacen los soldados a pie. Es posible que Napoleón decidiera que los artilleros españoles eran tan malos que no valía la pena tomarse tantas molestias. El caso es que, aunque era prácticamente un suicidio, los jinetes polacos cargaron contra la batería. Los cañones respondieron con terribles descargas de metralla, que obligaron a los polacos a detenerse en seco. Napoleón envió un mensaje ordenándoles que cargaran otra vez. Así lo hicieron, para de nuevo ser barridos por las descargas. Para entonces habían caído más de los dos tercios del escuadrón.

Entonces Napoleón pareció entrar en razón, y decidió esperar a que la infantería estuviese en posición. Cuando los infantes franceses empezaron a disparar contra los artilleros españoles, estos tuvieron que resguardarse de los disparos, y no podían manejar con facilidad los cañones al mismo tiempo. Esto permitió que los sobrevivientes polacos, reforzados por una unidad de caballería ligera francesa, cargaran de nuevo contra los cañones, y esta vez consiguieron llegar hasta estos y hacer huir a los artilleros. Así el resto de ejército pudo seguir avanzando hacia Madrid.

La batalla de Somosierra se recuerda en Polonia como uno de los hechos heroicos de su historia, y con toda la razón. Pero también es cierto que allí docenas de hombres valientes fueron sacrificados de manera absurda. Napoleón, después de varios años de poder absoluto, estaba cada vez más dominado por la megalomanía, y empezaba a ver a los que le rodaban como piezas del escenario, que podían ser sacrificadas en un capricho del momento. Una situación parecida había sucedido unos meses antes, cuando Napoleón se empeñó en que unas maniobras navales se celebraran como estaba planeado, a pesar de que los marinos le avisaron de que se estaba preparando una tormenta. La tormenta estalló, en efecto, y cientos de marineros se ahogaron. La única reacción que tuvo Napoleón fue degradar y expulsar al almirante que le había advertido del peligro y que se había negado a seguir con las maniobras, y a remplazarlo por otro que sí había accedido a dirigirlas.

 

 

 

 

Los templarios

La orden militar de los templarios fue fundada por Hugo de Payens y nueve caballeros más, que se comprometieron a defender y proteger a los peregrinos a Jerusalén. Se instalaron en un lugar de Jerusalén en el que se decía que había estado situado antiguamente el templo de Salomón, por lo que pronto se les llamó caballeros de Temple o templarios. Este grupo fue creciendo rápidamente y en 1128, en el Concilio de Troyes, recibieron el reconocimiento oficial del Papado. Los templarios hacían los votos monásticos de pobreza, castidad y obediencia y además se comprometían a luchar con las armas por la defensa de Jerusalén y los Santos Lugares. Además de ser austeros y valerosos, su importancia militar se debía sobre todo a su obediencia absoluta al Maestre de la Orden, en una época en que los ejércitos feudales eran desorganizados e indisciplinados. Todos los cronistas cristianos elogian su bravura en la batalla, pero también critican su desmedido orgullo y su soberbia.

A lo largo del tiempo, los templarios fueron acumulando numerosas posesiones, como consecuencia de donaciones piadosas. Las rentas de estas posesiones se suponía que debían servir para mantener a los caballeros que estaban luchando en Tierra Santa. Pero, debido a este capital y a que los templarios tenían ramas en casi todos los países de Europa, empezaron a funcionar como un sistema bancario internacional. Esto hizo que se les acusara de estar más preocupados por acumular riquezas que por defender los Santos Lugares. En cualquier caso, estas riquezas permitieron que los templarios mantuvieran una red de fortalezas en Palestina que era fundamental para la defensa del Reino de Jerusalén.

En 1187, sin embargo, Jerusalén fue conquistada por Saladino. Todavía quedaba una parte del territorio en manos de los cristianos, con centro en la ciudad de San Juan de Acre. Pero ese último reducto también cayó en 1291. Cuando los musulmanes atacaron San Juan de Acre, los templarios se quedaron atrás para detener a los musulmanes y permitir la evacuación de los demás cristianos. Después de que el maestre Guillermo de Beaujeu cayera en el combate, los últimos sobrevivientes se encerraron en la casa del Temple de San Juan de Acre, llamada la Bóveda, y allí juraron morir combatiendo antes que rendirse. Resistieron doce días más, y cuando los musulmanes estaban entrando en la fortaleza, los muros minados en sus cimientos se desplomaron, sepultando a los defensores junto con sus enemigos. Así terminaron los últimos templarios de Tierra Santa.

Sin embargo todavía quedaban algunos templarios en Europa, sobre todo en Francia, y se rumoreaba que poseían inmensos tesoros. El rey de Francia Felipe el Hermoso planeó apoderarse de estos tesoros, y tras obligar al Papa a dar su aprobación, hizo procesar a los templarios acusándoles de brujería, idolatría, sodomía y otros crímenes. Con toda seguridad estas acusaciones eran falsas y un mero pretexto para destruir la Orden. Muchos templarios confesaron bajo la amenaza de tortura, sin embargo otros mantuvieron su inocencia. El último maestre de la Orden Jaques de Molay confesó en un primer momento, pero luego se retractó, aun sabiendo que esto significaba su condena a muerte. La Orden fue disuelta, y los caballeros que quedaban se dispersaron o se incorporaron a la Orden de los caballeros Hospitalarios. Pero los supuestos tesoros nunca aparecieron, lo que dio lugar a una cadena de leyendas sobre tesoros ocultos y secretos místicos de los templarios que ha continuado hasta hoy.

 

 

 

 

 

La batalla de Dunquerque

El 11 de mayo de 1940 las divisiones Panzer alemanas entraron por el norte de Francia con tal rapidez que el ejército que Gran Bretaña había enviado al continente quedó rodeado y arrinconado contra la costa. El único puerto por el que podían intentar escapar era el de Dunquerque, en la costa norte de Francia. Hasta allí se retiraron unos 330,000 soldados aliados, la mayoría británicos aunque también muchos franceses. Ante la imposibilidad de romper el cerco, el Alto Mando decidió intentar evacuarlos por mar.

Nunca se había intentado una operación de tal magnitud. Se reclutaron todas las naves disponibles, desde barcos de guerra, mercantes, pesqueros y deportivos, y un total de 900 naves fueron enviadas a Dunquerque y a las playas cercanas. El 27 de mayo comenzó la evacuación. El 29, milagrosamente, las divisiones acorazadas alemanas, que ya estaban a pocos Km, suspendieron su avance, dando a los británicos unos días de respiro para continuar la evacuación. Se ha especulado que Hitler dio la orden de detenerse, quizás porque esperaba negociar con los británicos y no deseaba infringirles una derrota demasiado humillante. Esta teoría ha quedado descartada, y actualmente la mayoría de los historiadores opinan que las divisiones se vieron forzadas a detenerse para esperar a sus suministros de combustible y repuestos, que habían quedado atrás. Sin embargo, la fuerza aérea alemana sí atacó incesantemente las playas, hundiendo muchos de los barcos que acudían al rescate. Los pilotos de la RAF, que entonces estaban en inferioridad con respecto a los de la Luftwaffe, lucharon una batalla heroica y desesperada para proteger a los barcos, y 177 aviones británicos fueron derribados. Los británicos también contaron con la buena suerte de que hiciera buen tiempo durante varios días seguidos. Si hubiera hecho mal tiempo como es frecuente en el Canal en esa época, la evacuación no habría sido posible.

Para el cuatro de junio la operación había concluido, habiéndose evacuado prácticamente a la totalidad de las tropas cercadas (220,000 británicos y 120,000 franceses), y superando las expectativas más optimistas, que nunca habían esperado poder evacuar más que a una parte de ellas. A pesar del éxito la situación no se presentaba muy halagüeña, porque los soldados llegaban agotados, desmoralizados y prácticamente desarmados, porque habían tenido que abandonar todo su equipo. En esta situación era muy fuerte la tentación de salvar lo que se pudiera llegando a un acuerdo con Hitler. Después de todo, Hitler había manifestado varias veces que no buscaba enfrentamiento con Inglaterra, siempre que le dejasen las manos libres en el continente europeo. Hubo algunos intentos de reemplazar al gobierno de Churchill con otro más favorable a la negociación, sin embargo, la mayoría del pueblo británico comprendió que no se podía confiar en la buena voluntad de un sujeto como Hitler, y que la única salida era continuar la guerra a toda costa, a pesar de la situación aparentemente desesperada. Churchill expresó esta voluntad en su discurso ante el Parlamento el 4 de junio, en que pronunció las famosas palabras:

“... lucharemos hasta el final, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y fuerza creciente en el aire, defenderemos nuestra isla a cualquier precio, lucharemos en las playas, lucharemos en los puntos de desembarco, lucharemos en los campos y las calles, lucharemos en las colinas, nunca nos rendiremos...”

Se dice que tras estas frases, y mientras el público aplaudía, murmuró: “y lucharemos con botellas de cerveza rotas, porque es lo único que tenemos”

 

 

 

 

 

Andrés Nin

Andrés Nin (1892-1937) fue un líder del movimiento obrero español en la primera mitad del siglo XX. Durante los primeros años estuvo unido al movimiento anarquista. Tras la revolución bolchevique viajó a la Unión Sovietica, donde permaneció varios años, relacionándose principalmente con el grupo de partidarios de Trosky. Cuando Stalin se alzó con el poder y Trosky fue expulsado de la Unión Soviética, Nin volvió a España. En 1935 fundó, junto con otros líderes, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM).

Unos años antes (1921) se había formado el Partido Comunista de España (PCE), que estaba afiliado a la Tercera Internacional, dirigida por Stalin desde Moscú, y los dirigentes del PCE en los años 30 eran José Díaz y Dolores Ibarruri “la Pasionaria”, con Santiago Carrillo al frente de la sección juvenil del partido (Juventudes Socialistas Unificadas). El POUM, por otro lado era opuesto a la Tercera Internacional y a la dirección de Stalin, por lo que tenía continuos enfrentamientos con el PCE. Nin también mantenía discrepancias con Trosky, y no se consideraba troskista, sin embargo sus anteriores relaciones con él, y sobre todo su independencia de las órdenes de Moscú, eran suficientes para condenarle a los ojos de Stalin.

Tras el inicio de la Guerra Civil en 1936, el gobierno de la República se dirigió principalmente hacia la Unión Soviética en busca de apoyo internacional y para la compra de armas, con lo que la influencia de Stalin en la España Republicana fue aumentando progresivamente, y esto se acompañó de un crecimiento acelerado del PCE. En 1937 el PCE, con la ayuda de una facción del PSOE, consiguió colocar al Dr. Juan Negrín al frente del gobierno de la República, con lo que el control del PCE, y por tanto de Stalin, sobre la España republicana se hizo casi absoluto. Desde ese momento, los días del POUM estaban contados. El 14 de junio, el director general de Seguridad, coronel Antonio Ortega, dijo al ministro de Justicia Jesús Hernández (ambos comunistas), que el jefe de los servicios secretos soviéticos en España (GPU, antecesora de la KGB), general Orlov, le había ordenado detener a los dirigentes del POUM.

Unos días después, el 16 de junio, se llevó a cabo el golpe contra el POUM, precedido de una feroz campaña de desprestigio. El partido fue disuelto, sus propiedades confiscadas, las unidades del ejército simpatizantes fueron desarmadas y dispersadas, y centenares de militantes fueron detenidos e incomunicados. Muchos fueron fusilados tras un simulacro de juicio sumarísimo, otros sufrieron “accidentes”. De algunos, simplemente, no volvió a saberse.

El caso de Nin era algo especial, porque era un hombre muy conocido y tenía gran prestigio fuera de España, pero eso no le salvó. Nin fue detenido en la secretaría general del POUM en Barcelona por agentes de la policía pertenecientes a la llamada “Brigada Especial”, todos ellos pertenecientes al PCE, con una orden del jefe superior de la policía en Barcelona coronel Ricardo Burillo, también comunista. A continuación se le trasladó en secreto a Valencia y más tarde a una “checa” o prisión política del PCE en Alcalá de Henares. Fue sometido a palizas y malos tratos para que firmase una confesión de sus “crímenes”. Aunque Nin era un hombre enfermizo y de apariencia débil, resistió sin consentir en firmar nada. Finalmente fue entregado a una unidad de los servicios secretos soviéticos, especializada en este tipo de “trabajos”, que lo desollaron vivo.

El gobierno de Negrín nunca dio explicaciones de la desaparición. Semanas después, el ministro de Justicia comunicó que Nin había sido detenido por la Dirección General de Seguridad, y que luego había “desaparecido”. Mundo Obrero, el periódico del PCE, publicó que había escapado con ayuda de la Gestapo o de los falangistas, y que se había unido a los partidarios de Franco. Aunque esto resultaba totalmente inverosímil, todo el mundo prefirió creerlo o hacer como que lo creía, antes que enfrentarse con los todopoderosos comunistas y con los agentes de Stalin, que se movían a sus anchas por la España republicana.

Nin no era, desde luego, ningún demócrata, y es posible que, si hubiera podido, habría hecho con sus enemigos lo mismo que estos hicieron con él. Sin embargo, fue uno de los pocos que tuvieron el valor para enfrentarse con el architirano Stalin, y pagó muy cara su valentía.

 

 

 

 

 

Vinlandia

Los primeros europeos de los que se sabe con cierta seguridad que visitaron América fueron vikingos procedentes de Groenlandia. Hacia el Norte, debido a la curvatura de la Tierra, América está más cerca de Europa, y la distancia que hay que recorrer es por tanto menor. Además hay una cadena de islas que pueden servir de escalas intermedias en el viaje: de las costas de Noruega a las islas Feroe, de estas a Islandia, de ahí a Groenlandia, y desde Groenlandia a Terranova no hay más que 800 Km, solo un paso más para alguien que ha llegado tan lejos. En el siglo X, vikingos procedentes de Noruega habían colonizado Islandia y Groenlandia.

La historia de Vinlandia se recoge en las "sagas" o poemas épicos islandeses. Según la Saga de Erik el Rojo, un navegante llamado Bjarni Herjolfsson que se dirigía a Groenlandia fue arrastrado por las tormentas hacia el Oeste y divisó unas tierras, pero no llegó a desembarcar y consiguió volver a Groenlandia. Tras oír su relato, Leif Eriksson, hijo del descubridor de Groenlandia Erik el Rojo, preparó una expedición para explorar esas tierras. Navegando hacia el oeste desde Groenlandia encontró un país al que llamó Vinlandia o "tierra de vides", probablemente porque encontró arbustos que le recordaron a las vides (en América no había vides antes de que las llevaran los españoles). Tras pasar el invierno en Vinlandia volvieron a Groenlandia.

Al año siguiente (hacia el año 1000), su hermano Thorvald preparó una expedición más numerosa con la idea de establecer una colonia permanente. Pero la colonia fue atacada por nativos, Thorvald murió herido por una flecha y la colonia tuvo que ser abandonada. Estos nativos son llamados en las sagas "skraelings" (salvajes). Los escandinavos de Groenlandia llamaban así a los esquimales, pero los esquimales no solían usar arcos y flechas, por lo que los nativos que atacaron a Thorvald eran probablemente indios. Esta sería, pues, la primera guerra entre indios y europeos, y la ganaron los indios.

Poco después, Thorstein, el tercer hijo de Erik el Rojo, hizo otra tentativa de establecerse en Vinlandia, pero también tuvieron que abandonarla por la hostilidad de los nativos.

En L'Ause-aux-Meadows, en la costa oriental de Terranova, se han encontrado restos de unas cabañas que casi con seguridad son de origen europeo y anteriores a Colón, y que probablemente son el establecimiento escandinavo de que hablan las sagas, confirmando así la presencia de europeos en América cinco siglos antes de Colón. Sin embargo, la colonia de Groenlandia tenía muy poca población y ya estaba al límite de sus posibilidades, por lo que carecía de los recursos necesarios para iniciar una colonización permanente de América. Posteriormente, el clima empeoró, por lo que la colonia de Groenlandia decayó y se extinguió en el siglo XIV, y la historia de Vinlandia se olvidó excepto por los recuerdos conservados en las sagas. Sin embargo, Cristobal Colón afirmaba haber estado en Islandia en su juventud. ¿Es posible que oyera historias de las tierras situadas hacia el Oeste, y que esto le inspirara a emprender sus viajes?.

 

 

 

 

 

La Atlántida

Platón, en dos de sus diálogos, (Kritias y Timaios) cuenta la historia de la Atlántida, una gran isla "más allá de las Columnas de Hércules" (estrecho de Gibraltar) en la que habitaba una raza sabia y poderosa. Sin embargo su excesivo orgullo ofendió a los dioses, que con un gran terremoto hundieron en el mar la isla, de la que no quedó ningún rastro. Esta misteriosa historia ha fascinado a los historiadores desde entonces. Es muy posible que todo no sea más que una alegoría poética de Platón (esa era la opinión de Aristóteles), aunque Platón lo cuenta como si fuera un hecho real, no una fantasía. Aunque nunca se sabrá con certeza, si escogemos creer que Platón se basó en un hecho real, el candidato más probable a ser la Atlántida es la isla de Thera (llamada modernamente Santorini), que sufrió una erupción volcánica catastrófica alrededor de 1500 a. JC. Esta erupción fue del mismo tipo que la del Krakatoa, en el siglo pasado, pero se calcula que cuatro veces más potente, y tuvo que causar una tremenda impresión en todos los pueblos del Mediterráneo oriental. En esa isla se han encontrado los restos de una ciudad que tiene algunas de las características que Platón menciona al describir la capital de la Atlántida (varias murallas concéntricas, por ejemplo). La ola gigante que se formó debió hundir casi todos los barcos en el Mediterráneo oriental, y quizás contribuyó al declive del imperio marítimo de Creta, declive que comienza por aquella misma época, y que pudo contribuir a crear la leyenda de la Atlántida.

Otra leyenda quizás basada en la erupción de Thera es el mito de Tifón, un monstruo cuya cabeza llegaba al cielo, y que lanzaba fuego y rocas contra los dioses. Finalmente, Zeus lo derribó con sus rayos. En las erupciones del tipo de la de Thera se forma una columna de cenizas que llega hasta las capas superiores de la atmósfera, y en la que se forman descargas eléctricas. Los babilonios también tenían una leyenda de un monstruo de piedra, salido del mar y cuya cabeza llegó a chocar con el cielo, que podría haberse originado al ver la columna de cenizas.

 

 

 

 

 

El rey leproso

Balduino IV (1160-1185), fue rey de Jerusalén desde 1174 hasta 1185. El primer síntoma de su enfermedad fue que no sentía dolor cuando se lastimaba jugando con otros niños, y cuando tenía diez años ya era claro que padecía lepra (esta enfermedad destruye los nervios, y produce insensibilidad de la piel).Cuando tenía catorce años su padre murió y el fue coronado como rey de Jerusalén. El sabía que iba a morir en pocos años, de una enfermedad lenta y terrible, y además heredaba el reino en una situación desesperada. El reino cristiano de Jerusalén había sobrevivido hasta entonces, rodeado de poderosos enemigos musulmanes, porque éstos estaban divididos entre ellos, pero en ese momento acababan de unirse bajo el liderazgo de Saladino.

A pesar de su enfermedad y de su corta edad, y gracias a su voluntad de hierro, Balduino no se rindió a las dificultades. Se puso al frente de sus huestes y se enfrentó a Saladino, al que derrotó una vez tras otra, con fuerzas muy inferiores. Sus caballeros recibían inspiración de la vista de su rey adolescente marchando a la batalla delante de ellos. Además, tuvo que controlar a los rebeldes nobles del reino, y enfrentarse a las intrigas de sus parientes, que se estaban preparando para sucederle como si ya estuviese muerto.

En 1184 Saladino atacó de nuevo, y de nuevo Balduino salió a su encuentro. Para entonces, estaba terriblemente desfigurado, ciego y paralizado de brazos y piernas, y tenía que ser llevado en una silla de manos cubierta con cortinas. Sin embargo, Saladino, cuando supo que Balduino se estaba acercando, se retiró sin presentar batalla. El año siguiente Balduino murió, cuando aún no tenía 25 años. Faltándoles su liderazgo, los caballeros del reino sufrieron una terrible derrota a manos de Saladino dos años después. Saladino entonces conquistó Jerusalén y el reino cristiano de Palestina quedó reducido a una estrecha franja de territorio en la costa. De Balduino, un historiador árabe dijo: "Este joven leproso hizo que su autoridad fuera respetada".

 

 

 

 

 

Los 47 fieles samurais

Esta historia semilegendaria está basada en un hecho real de la historia del Japón. Comienza en el año decimotercero de la era Genroky (1700 según el calendario occidental). Asano Naganori era un daimyo o señor feudal , de una familia antigua y noble aunque empobrecida, y era señor de un pequeño feudo en provincias. En ese año, Asano viajó a la capital para participar, como era preceptivo, en las ceremonias del palacio del Shoogun. Kira Yoshinaka era un cortesano, favorito del Shoogun y encargado de guiar a los daimyos provincianos en el protocolo de las ceremonias del palacio. Desde el primer momento fue creciendo la antipatía entre el daimyo tradicionalista y austero, y el cortesano sofisticado y vano. Durante la ceremonia y en presencia del Shoogun, Kira insultó o se burló de Asano, y este, exasperado, sacó su espada y le hirió. Esto era una terrible profanación de la ceremonia y una ofensa al Shoogun, por lo que inmediatamente se detuvo a Asano y tras un breve juicio se le condenó a muerte. Como gracia especial, se le permitió quitarse él mismo la vida abriéndose el vientre según el ritual del seppuku. En cambio, Kira, que había provocado el incidente y era al menos tan culpable como Asano, no recibió ningún castigo.

Ooishi Yoshio era el lugarteniente, consejero y amigo de Asano. Cuando supo la noticia de la muerte de su señor, reunió a los samurais vasallos de Asano para discutir qué debía hacerse. La mayoría estuvieron de acuerdo en que su honor de samurais, y su lealtad para con su señor les obligaban a tomar venganza. Pero eso no era posible de momento, porque, suponiendo que intentarían algo, el Shoogun había puesto a Kira bajo la protección de una fuerte escolta. De modo que Ooishi y el resto de los samurais de Asano se dispersaron, convirtiéndose así en roonin, o samurais vagabundos sin amo. Durante dos años Ooishi esperó pacientemente, emborrachándose y mezclándose con mendigos y prostitutas para confundir a los espías de Kira, y hacerle pensar que había olvidado sus propósitos de venganza. Finalmente, Kira se confió y despidió a la mayor parte de su escolta. Entonces Ooishi llamó secretamente a los roonin que se habían dispersado, de los cuales 46 respondieron a la llamada.

Una noche de invierno, los 47 samurais asaltaron por sorpresa el palacio de Kira. Divididos en tres grupos, uno de los tres se encargó de registrar la mansión para encontrar a Kira, otro de reducir a la guardia, y el tercero de vigilar las puertas para que nadie pudiera salir a pedir ayuda. La operación se realizó rápidamente, y solo uno de los 47 murió en el combate. Kira apareció escondido en el sótano, y aunque se le dió la oportunidad de suicidarse de forma honorable, se negó cobardemente, por lo que se le cortó la cabeza. A continuación, los 46 samurais desfilaron por las calles de la ciudad, ante la asombrada mirada de la gente, llevando la cabeza de Kira como ofrenda ante la tumba de Asano. Luego, se entregaron a las autoridades. A pesar de la simpatía que su acto había despertado entre el pueblo, el Shoogun insistió en ordenar su muerte, y poco después, los 46 se practicaron el seppuku.

Esta historia se convirtió en un tema favorito de en la literatura y el teatro japonés, y con el tiempo se fue adornando de detalles poéticos y legendarios. Ha quedado como un ejemplo de los valores de lealtad, sentido del deber, autosacrificio y desprecio de la propia vida, que eran característicos de la clase samurai.

 

 

 

 

 

Die Weiße Rose

Die Weiße Rose (la Rosa Blanca) es el nombre que tomaron unos estudiantes de al Universidad de Munich, que en 1942 y 1943 formaron un grupo de oposición al Nazismo. Sus nombres eran Hans Scholl, su hermana Sophie Scholl, Willi Graf, Christoph Probst y Alexander Schmorell. Más tarde se unió a ellos un profesor, Kurt Huber. La Rosa Blanca no representaban a ningún partido, ni avalaban ninguna ideología en particular, aunque la mayoría se inspiraban en los valores cristianos, y estaban horrorizados por la manera en que la brutalidad estaba dominando a la poco antes ilustrada y cultísima Alemania. Entre los años 1942 y 1943 enviaron por el correo varios panfletos antinazis.

El 18 de febrero de 1943 Sophie Scholl fue denunciada a la Gestapo por un empleado de la Universidad, por haber repartido octavillas a los demás estudiantes. Inmediatamente los hermanos Scholl, y poco después los demás miembros, fueron arrestados y sometidos a un simulacro de juicio. El encargado de dictar sentencia era Ronald Freisler, Juez Supremo del Tribunal Popular de Alemania, un Nazi fanático, y que disfrutaba insultando a gritos a los acusados antes de condenarlos a la pena capital. Todos los miembros de la Rosa Blanca fueron guillotinados.

Su postura, probablemente, era ingenua, en pensar que bastaría apelar a las conciencias de la gente para que se revolvieran contra los Nazis. Sin embargo, su ejemplo de coraje temerario destaca más por el contraste con el miedo que dominaba a la sociedad alemana en aquel momento.

 

 

 

 

 

Los Asesinos

La secta de los asesinos fue fundada por el místico y reformador religioso persa Hasan ibn Sabbah, que hacia finales del siglo XI se apoderó con un grupo de seguidores del castillo de Alamut (el nido de las águilas), en las montañas del norte de Persia, e instaló allí el centro de sus dominios. Las creencias de Hasan estaban basadas en la existencia de un profeta o Iman oculto, que algún día aparecería para revelar la verdad a sus seguidores. Años después, uno de los sucesores de Hasan se presentó como el Imán oculto y declaró abolida la ley coránica, con lo que la secta se convirtió en herética y enemiga a los ojos de los demás musulmanes. Los asesinos fueron temidos por su práctica de enviar seguidores fanáticos para matar a sus enemigos. Estos eran llamados fida'i (autosacrificado), solían infiltrarse en la cercanía de sus víctimas, e iban ganándose lentamente su confianza a lo largo de meses, hasta el momento de asestar el golpe. Sus enemigos los llamaron "hashasheen" que quiere decir "adicto al hasish", y de ahí viene la palabra "asesino" en español y en otros idiomas. El uso del hasish era corriente entre los místicos religiosos persas para provocar visiones.

Los asesinos son conocidos sobre todo a través de su rama en Siria, que fue la que estuvo en contacto con los cruzados, y el dirigente más famoso de esta rama fue Rashid Al-Din Sinan, llamado el Viejo de la Montaña por los cristianos. Sinan fue un personaje extraño y misterioso. Se rodeó de una atmósfera de misterio sobrenatural, y se le atribuían poderes mágicos y la capacidad de adivinar lo oculto y de leer el pensamiento. Era tal el temor supersticioso que inspiraba que siempre viajaba solo y sin escolta, sin que ninguno de sus enemigos se atreviera nunca a atentar contra él. Se cuentan multitud de historias y leyendas sobre el Viejo de la Montaña. En cierta época, Saladino estuvo persiguiendo a los Asesinos. Entonces llegó al campamento de Saladino un mensajero de Sinan, y al ser conducido a presencia de Saladino dijo que sólo le daría el mensaje a éste en privado y a nadie más. Tras hacerle registrar cuidadosamente para asegurarse que no llevaba armas, Saladino despidió a todos sus acompañantes menos a dos guardas armados, y dijo al mensajero: "Estos dos me acompañan a todas partes, y gozan de toda mi confianza. Puedes dar el mensaje en presencia de ellos, como si fueran yo mismo". Entonces el mensajero dijo, dirigiéndose a los guardas: "Si yo os ordenara matar a este Sultán, ¿Lo haríais?". Los guardas desenvainaron sus espadas y dijeron: "Ordénanos lo que quieras". A continuación el mensajero se fue, llevándose con él a los guardas. Saladino quedó tan asombrado que a partir de entonces hizo las paces con Sinan.

 

 

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