Puertecillo: 
SANTUARIO DEL SURF Y LA TRANQUILIDAD
Perteneciente a una Inmobiliaria y ubicado al sur de Rapel en la Hacienda Topocalma, se encuentra esta hermosa playa de oscuras arenas, que con su encanto y soledad, invita a la práctica del surf y la pesca. 
 
Hace frío en Puertecillo.  El día amanece nublado y las brazas de la fogota de la noche anterior aún humean.  Cuesta salir de la carpa, pero el reventar de las olas suena como un despertador con tono  de melodía, que  invita directamente a saltar del  saco de dormir al traje de surf. 

Son las diez de la mañana, y la tranquilidad incita a iniciar las actividades en silencio.  Sólo se habla de olas y corrientes, que este sector está mejor que el otro, y que hay que esperar el momento preciso para entrar al mar. 

Una vista panorámica desde un cerro, da una perspectiva de los casi cinco kilómetros de largo de la playa.  Al mirar el mar se observan unos 40 surfistas tratando de dominar olas de hasta cuatro metros, mientras que en la orilla una bandada de gaviotas revolotea sobre un lobo de mar que parece agonizar junto a la espuma de la orilla. Hacia la derecha se visualizan pescadores aficionados que con sus largas cañas y negras botas, sueñan con llevar a su camping un buen pescado para tirar a la parrilla. Al fondo se aprecia lo más desolador del paisaje, porque se encuentran unas humildes viviendas dónde habitan unas veinte familias. Sus vidas en Puertecillo transcurren únicamente entre la pesca artesanal y  todo lo que se pueda comerciar por intermedio de ella.  En todo caso su pobreza la llevan con dignidad, y las señoras que venden empanadas de mariscos gozan viendo como el visitante se las devora muy agradecido. 
 
SALIR AL MAR. 

Mientras el día comienza a despejarse, llegan los últimos grupos en sus vehículos de tracción.  Seguramente la salida de Santiago no fue lo suficientemente rápida, y no habrán podido llegar antes de las 20 horas, último plazo para poder ingresar a la Hacienda Topocalma.  Es que no es fácil ir a la playa de Puertecillo, porque hay que tener auto apto para la arena, además de un permiso que se debe pedir en Santiago. 

Tanta burocracia para poder acceder a Puertecillo, llega a molestar cuando hay gente que por diez minutos de atraso se les niega el ingreso.  En la Inmobiliaria General, -Empresa propietaria de la Hacienda-, la Secretaria Elizabeth Berger, se defiende señalando que “la idea de la empresa es preservar el lugar, que cuenta con hermosos bosques y con una tranquilidad casi única para la pesca.” 
 
De todos modos, esto no ha sido obstáculo para que cada vez más gente acuda a la playa a surfear, y otros simplemente a acampar, lo que ha molestado a los deportistas que llevan años mezclados con las olas, como Vicente, de 24 años y estudiante de Agronomía, quién hace siete años que visita el lugar.  Para él Puertecillo ha perdido su exclusividad porque “hasta hace tres años venían diez veces menos personas que actualmente, lo que se traduce en que ya no se tiene esa sóledad y silencio absoluto de antes”, explicó. 

A esto hay que sumarle el incremento que ha tenido en Chile la práctica del surf, lo que fácilmente se puede apreciar en gran parte de la costa nacional.  Tablas como la Town Country, Spider o Ripcurl ya no es necesario importarlas a Brasil o a Estados Unidos, sino que se pueden encontrar en tiendas especializadas como en Maui and Son, entre otras, por unos $200.000 de promedio.  Además se puede adquirir una tabla usada y armarse un equipo de primer nivel por $100.000.  El mismo Vicente ironiza diciendo que “hasta en el supermercado se pueden comprar tablas”. 
 
SUBIÉNDOSE A LA OLA 

Una larga ola que corre de izquierda a derecha, más el fondo de arena y no rocoso, hacen de Puertecillo junto a la playa de Punta de Lobos en Pichilemu,  uno de los lugares con mejores condiciones para la práctica de este deporte. 

Estando en el agua, el surfista sólo tiene su tabla para entrar a su desafío individual con el mar. Para Juan Sabbagh, estudiante de arquitectura, la sensación de “estar metido en el agua”, lo compara con la práctica del Alpinismo “porque es como ir contra la naturaleza”, explica.  Cuenta que “al estar arriba de la tabla se siente como  un nudo en la garganta, porque hay una constante espera de la cual todos están expectantes.  Uno en el mar es solitario, vive un cambio de dimensión y observa las cosas con otra óptica.  La verdad es que se siente un silencio con uno mismo.” 

SURF SIN TABLA 

Al salir del agua también hay vida para el surfista, la que se traduce en una buena parrillada a la hora de almuerzo, una pichanga de todos contra todos en la arena, o en el descanso con sus pololas, quienes también hacen su vida sin tabla.  Ellas disfrutan tendidas en una toalla al sol, o bien se preocupan con mucho amor de tener bien alimentados a sus musculosos muchachos. 

El paisaje invita a pasear, a enredarse en los bosques o en la búsqueda de leña para la fogata.  Para Juan Sabbagh, a los surfistas “hay algo que los orienta y los une de una manera muy fuerte.  Son todos parte como de uno mismo y todos se preocupan por si alguien necesita algo.  Los veo como muy solidarios”, concluye. 

Al caer la noche y junto a un cálido fuego, las caídas, remolinos y revolcones de los surfistas, cobran vida en los labios morados por el vino tinto.  Las risas se sienten y la música suena.  Es la otra faceta, la social y seguramente mucho más importante que la tabla.  Es lo que en verdad los une, la amistad, para lo cual el surf sirve como buen pretexto para estrechar lazos y para tener un contacto frecuente con la tranquilidad que cada dia es más difícil encontrar. 
 

 
 
 

 
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