EDITORIAL
El segundo número se instala en el espacio y da inicio a
la repetición:
el gesto humano que hace posible abrir el camino al viaje y los
logros.
Dar el salto al número siguiente nos obliga a reconocer
como propia esta
revista, la prolongación de nuestro espíritu y creatividad.
La idea CasaGrande deja los fantasmas y aparece en tus manos como
la luz
del fuego que te consume. Una casa que empuja sus muros y abre
los
jardines para jugar con la vida del baile y la escritura.
¿Qué estamos pensando?
"Un muerto se masturba para dar señales de vida", murmulla
Enrique desde su tumba.
La diferencia entre responder y vivir es abismante.
CasaGrande comienza a crecer. Cada vez que dos o más personas
se juntaron en su nombre, se agregaba y decoraba la habitación más
hermosa, dedicada para siempre a la intimidad de los huéspedes recién
llegados.
Aparece entonces la música.
La música del diálogo, de la transportación
en la conversación, del despertar en la discusión.
Música necesaria para alimentar a sus miembros.
¿Cómo provocarla?
Apasionante desafío, para quienes tienen hambre. Hambre
y sed. Hambre y sed de la savia más pura que brota en esta ciudad.
Jovial todo aquel que lea estas palabras, porque comenzará
a cantar.
Que Santiago se llene de coros y que las campanas comiencen a sonar.
Invitados todos están, a oír el silencio que las
resalta y enmarca en la majestuosidad del secreto.
Estarán a un paso CasaGrande. A sólo un paso.
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