![]() No imaginemos la materia infinita, como lo hizo Epicuro; imaginémosla
finita. Un número finito de partículas no es susceptible
de infinitas transposiciones; en una duración eterna, todos los
órdenes y colocaciones posibles ocurrirán un número
infinito de veces. Este mundo, con todos sus detalles, hasta los
más minúsculos, ha sido elaborado y aniquilado, y será
elaborado y aniquilado: infinitamente.
Este concepto de materia finita, implica que el tiempo no es una concatenación absoluta en la que se puede reconocer un «antes» y un «después», sino que es un concepto cíclico en tanto el retorno es eterno. Materia finita (aunque «desmesurada», como lo señala Borges en el ensayo «La Doctrina de los Ciclos») implica, como tal, un número finito de permutaciones. Por lo tanto, un tiempo infinito, en el que todas las permutaciones posibles deben realizarse (número infinito), requiere que el universo se repita. Cito a Borges («La Doctrina de los Ciclos): De nuevo nacerás de un vientre, de nuevo crecerá tu
Con esto, tenemos una primera noción de»tiempo circular»,
que se basa en la repetición cíclica infinita, asociado a
la imagen del «eterno retorno», sin tomar esta imagen como
retroceso sino como avance infinito hacia el punto de partida, recorriendo
la circunferencia finita para volver al mismo punto; vemos como lo grafica
Borges en el poema «La Noche Cíclica», del cual transcribo
la primera y la última estrofa:
El poema termina exactamente igual a como comienza, y los punto suspensivos al final nos hacen suponer que este poema seguirá repitiéndose infinitamente, la noche cóncava estará eternamente sobre elBorges «presente» que escribió el poema: «Volverá toda noche de insomnio: minuciosa./ La mano que esto escribe renacerá del mismo/ Vientre...». Así también le ocurre a Stephen Albert en el cuento «El Jardín de Senderos que se Bifurcan»: -Antes de exhumar esta carta, yo me había preguntado de·qué
manera un libro puede ser
Aquí, la noción circular sobrepasa el concepto de tiempo, pues el jardín de senderos que se bifurcan es el laberinto caótico absoluto, la obra ‘incomprendida de Ts’ui Pên, en la que este opta simultáneamente por todas las alternativas (a diferencia del hombre, que en todas las ficciones opta por una alternativa eliminando así la otra), creando de esta manera: «diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan». (Borges. Ficciones, p.143). Ts’ui Pên creía en infinitas series de tiempos, las cuales abarcan todas las posibilidades. Esto implica una red infinita de tiempos paralelos, en la que sus ramificaciones a veces se topan y otras no. Los círculos temporales se van tejiendo cíclicamente y de·forma paralela como anillos de guirnaldas (como en el cuento «El Otro·Cielo» de Julio Cortázar) infinitas. Volviendo al concepto absoluto de que un hombre puede ser, dentro de la infinita e intrincada red de series cronológicas, todos los hombres, vemos cómo Borges se plantea el «tiempo circular» en cuentos como «El Inmortal»: Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo;
sólo quedan palabras. No es extraño que el tiempo haya confundido
las que alguna vez me representaron con las que fueron símbolos
de la suerte que me acompañó tantos siglos. Yo he sido Homero;
en breve seré Nadie, como Ulises; en breve seré todos: estaré
muerto.
El hombre, como concepto absoluto, adquiere la forma de una paradoja eterna, en medio de este tiempo que se hace presente en ausencia. El «inmortal» morirá para volver a ser «todos los hombres» (Homero) y «nadie». El «tiempo circular» adquiere la categoría de evolución cíclica, en la que el presente, como único concepto real en su dinamismo infinito, se manifiesta como instante eterno, punto abstracto en que se entrecruzan toneladas del pasado y proyecciones de un porvenir que está ya tejido. Sin embargo, la noción del presente («un cuando»)
es tan absurda como las de pasado y futuro si estos dos últimos
son infinitos:
Detrás de esta paradoja humana -del hombre perdido en la estructura circular de un tiempo que está constantemente huyendo de él, que nunca puede alcanzar, pero que a veces este si lo alcanza a él, en la «increíble muerte»-subyace otro concepto borgiano más amplio, paradójico y absoluto, el de la esfera como sustancia de Dios o de la naturaleza como arquitectura del universo, que el escritor argentino sustenta primero citando a Giordano Bruno: Podemos afirmar con certidumbre que el universo es todo centro,o que
el centro del universo está en todas partes y la circunferencia
en ninguna. (Borges. Prosa Completa, vol.2.»La Esfera de Pascal»,
p. 136),y luego a Pascal:
Concepto totalizante este último, en Borges se entrecruzan las nociones espacio-temporales del pasado, presente y futuro, desde los presocráticos hasta la «Nueva Física». El tiempo circular (o cíclico) y la noción de esfera como substancia del universo, son dos reversos de la misma moneda (que en Borges son casi infinitos), dos nociones que nos acercan a la arquitectura y estructura profunda de sus escritos, y así también los de todos los autores. Borges cita a Valéry: La Historia de la literatura no debería ser la historia de los
autores y de los accidentes de su carrera o de la carrera de sus obras
sino la Historia del Espíritu como productor o consumidor de literatura.
Esa historia podría llevarse a término sin mencionar un solo
escritor.
La obra de Borges se alza como una esfera majestuosa y desmesurada, en la que cada palabra es el centro y todas las obras de la literatura y de la humanidad y los tiempos son su circunferencia que aún no vislumbramos completamente, y tal vez nunca podamos hasta que nazca Borges de nuevo «del mismo vientre.» |