NUESTRA COLOMBIA

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Una Síntesis Atrevida del Carácter
Como nación en plena adolescencia, Colombia no es fácil de definir por medio de pistas prototípicas. A cada paso, algo importante se sale del molde, nada mantiene el mismo color por mucho tiempo. Diversos elementos de la "PERSONALIDAD" nacional son de una manera y de la manera opuesta a la vez, o alternativamente. Decir, entonces, que se trata de un país paradójico, es usar un cliché que, por demasiado repetido, expresa poco. Veamos unas pinceladas de brocha gruesa sobre el espíritu Colombiano y sobre el país mismo:
 
Colombia está geográficamente en el centro de lo que fuera el imperio colonia, y promedia todo lo que fue característico del proceso geopolítico, económico y social hispanoamericano entre los siglos XVI y XIX. Puede decirse que es su mejor sustrato. pero además, Colombia fue seguramente la nación que hizo el mayor aporte y el mayor aprendizaje de la guerra de independencia en el continente suramericano, dado que soldados colombianos combatieron en Venezuela, Ecuador y Perú. Colombia, en suma, es Caribe, es también parte del pacífico, es andina, es amazónica.  
De todo eso, y de unos componentes raciales relativamente equilibrados, Colombia deriva un fuerte mestizaje, sobre todo en el plano cultural, lo cual imprime a su contexto humano mayor homogeneidad que la de otros países con población indígena más marcada, como México Guatemala, Perú o Bolivia, o con mayor presencia Europea, como Argentina o Chile. Se trata, desde luego de un mestizaje incompleto, pero que avanza desde muy atrás, dado que aquí no ha habido inmigración importante desde la colonia.  
 
Así pues si hubiera "modelo" de forma de ser latinoamericana, estaría muy cerca del modelo Colombiano, tanto en sus virtudes como en sus defectos. Una acotación que apoya el elocuente lo dicho: todo el arte culto como el popular - del subcontinente, se digiere y aclimata en Colombia como si fuera original aquí. Los colombianos son extremadamente críticos consigo mismos. Son nacionalistas a su manera, pero no tienen un gran "ego" nacional, por el contrario, cualquier visión negativa que usted tenga sobre las cosas locales, los colombianos la habrán confesado y magnificado antes que usted. Eso no quiere decir que estén libres de algún grado de susceptibilidad, pero no dejará de sorprenderse de lo conocedores que son de sus fallas y de las de sus dirigentes.  
 
Los colombianos tienen muy desarrollados otros reflejos: son muy veloces en reaccionar, muy ágiles en debatir, muy cautos en decidir y excesivamente lentos en emprender a fondo decisiones colectivas. Son "cortoplacistas", tal vez saben que antes de haber concluido una transformación planeada, ya hay en camino otras que navegan a contracorriente. Por fortuna y como reverso de la medalla, la inercia del sistema es muy fuerte y ello hace que el país sea históricamente el más estable de la región en su economía y en sus instituciones. Los colombianos se precian de una tradición de legalidad que no necesariamente lo es del derecho ni de la justicia, aunque frecuentemente las confunde, en la cual afianzan un profundo apego a las formalidades de la ley, a los gobiernos civiles, a las normas escritas.
 
Derivan también de allí una gran distancia del militarismo, que ha sido leit-motiv de buena parte de la historia de sus vecinos. La experiencia democrática de Colombia es, tal vez, después de los Estados Unidos, la más larga del continente. Por idénticas razones , aquí el ejercicio tiene connotaciones muy distintas que en Chile, Brasil, Argentina, Perú o la misma Venezuela. Decía Bolívar que Colombia era como un convento o universidad, mientras que Venezuela -su patria- era un cuartel. Con todo, al lado del discurso civilista existe una propensión aguda hacia las armas. De hecho, Colombia lleva más de doscientos años de conflictos declarados o sin declarar, casi ininterrumpidamente.  
 
Sin embargo, la vida civil nunca se ha cortado del todo durante esa larga sucesión de guerras siempre localizadas en apenas una parte del territorio. Parece imposible de entender, pero es cierto: entre una y otra convulsión, el mundo cotidiano flota bastante sereno, creativo, laborioso. Hay desarrollo y se ve prosperar las gentes en todos los ámbitos, sin saltos espectaculares, pero sin detenerse. Los propios colombianos no saben bien cómo logran eso. Uno de los orgullos auténticos de Colombia es su prensa y el ejercicio libre del periodismo. Hay muy buenos diarios y revistas, informados y bien escritos. La radio es sorprendentemente moderna. La televisión -tres canales nacionales, varios regionales y otros sistemas de TV cable- es del Estado, pero su manejo está fuera del control gubernamental y mantiene abierta la expresión pública de opiniones de todos los matices, incluso las más radicales.  
 
Todos los partidos y movimientos cuentan con medios propios de difusión y con espacios abiertos en los medios estatales sin censura oficial. Sin embargo, no hay una opinión pública verdaderamente influyente. Como toda versión de los hechos sociales y políticos es contradicha muchas veces, el resultado es que tanto la prensa misma como sus lectores parecen pasar alternativamente de la conmoción a la catarsis y de ésta a la perplejidad, o al escepticismo.  
 
Un elemento clave para la comprensión del país es su escala de crecimiento. Demográficamente Colombia se estabilizó desde casi una década en una tasa moderada del 1.6 % anual, y hoy tiene unos treinta y tres millones de habitantes (tercer lugar en Latinoamérica). Pero hasta hace diez a Nos crecía a una velocidad inusitada. Bogotá, que a principios de este siglo apenas llegaba a los cien mil habitantes (cuando el país entero apenas pasaba de tres millones), sobrepasa hoy los cinco millones. En la época de la independencia, siendo la capitalina de la cuatro sedes virreinales, no alcanzaba las treinta mil almas. Medellín con su área metropolitana, suma tres y medio millones. Cali supera los dos millones y hay media docena de ciudades que bordean el millón. La población rural constituía a mediados de este siglo el 75% del total, hoy es menor del 32%.  
 
Esto le da a Colombia una fisonomía de país urbano, multipolar, con un desarrollo regional especialmente mejor repartido que el de sus vecinos. Aunque hay una clara conciencia de unidad nacional, lo que se impone al observador es una colección abrumadora de diversidades. Hay como decíamos atrás y en razón de la geografía, gran variedad de regiones (Caribe, andina, el Pacífico, el Llano, la selva), cada una de las cuales es un país distinto en lo humano, lo económico, lo cultural. Pero además, cada región comprende en le interior de sí misma otras diversidades, a veces extremas, como la que puede haber entre un indígena wayúu de la Guajira y un habitante urbano de cualquier ciudad de la costa, con los cuales convive en permanente vecindad, o entre un antioqueño y un chocoano, que comparten desde hace siglos el golfo de Urabá. Y así, docenas de casos donde se polarizan los estilos, el color, el acento, los modales de la gente. De allí se deriva una gran riqueza folklórica y artesanal.
 
 Contrastes aún mayores se perciben en clima y paisaje. El relieve puede ascender a 5700 metros sobre el nivel del mar en una distancia tan corta como sesenta kilómetros que es la que separa en línea recta los picos de la Sierra Nevada de santa marta de la playas de Dibuja. En dos horas y media de carretera usted desciende de la Sabana de Bogotá - trayecto en el cual asciende a más de 3000 metros en medio de una temperatura invernal- al ardiente Valle del Magdalena en Girardot, a dos centenas de metros sobre el nivel del mar, pasando por todos los climas y formas de vegetación. Otras diversidades menos explicables tocan, por ejemplo, con la modernidad, evidente en una arquitectura urbana que se destaca por su calidad en todo continente, o en los altos índices de uso del computador o de las comunicaciones vía satélite, todo lo cual convive con grupos humanos de la edad de bronce que aún viven en las fronteras selváticas.  
 
Y hablando de modernidad, un elemento que vale la pena traer a cuento a propósito de turismo, es que Colombia fue el segundo país del mundo en organizar formalmente un correo y un sistema de transporte de pasajeros por vía aérea, apenas terminada la Primera Guerra Mundial, con una red muy incipiente de carreteras y vías férreas, a causa de una topografía extremadamente difícil, a mediados del siglo XX Colombia contaba con más aeropuertos, más aviones civiles y más tráfico aéreo comercial que, por ejemplo, España. En los años cincuenta Avianca ya servía rutas comerciales a Europa y Norteamérica y llegó a ser la primera aerolínea regional en frecuencia y volumen de pasajeros entre Bogotá y Buenos Aires.  
 
Posteriormente las cosas han cambiado. Pero ahora justamente hay un reverdecimiento de la aviación civil, con la reciente renovación completa del parque aéreo de las principales aerolíneas: Avianca, Aces, Sam, Aires e intercontinental. Si bien en este momento no es ya una flota que se distinga en el mundo por su tamaño, sí ha vuelto a ser una de las más modernas y eficientes.  
 

© Tomado de: Colombia. Paso a Paso. Guía Turística. Raúl Jaramillo Panesso. Grupo Editorial Norma. Segunda edición revisada: Abril 1993. ISBN: 958-04-1939-6. cc 12028685. Impreso por Carvajal S.A.


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